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CENTROAMÉRICA: LOS ROSTROS DE LA POBREZA.
UNA PANORÁMICA HISTÓRICA.
JAVIER RODRÍGUEZ SANCHO
Universidad de Costa Rica
Javierrs@cariari.ucr.ac.cr
Fecha de recepción: julio de 2006
Resumen
Con base en los argumentos expuestos en este ensayo, pretendemos visualizar de forma panorámica,
parte de la evolución social del Istmo centroamericano, en la segunda mitad del siglo XX,
con énfasis en las últimas dos décadas. Para ello, haremos un recorrido histórico en el análisis de
variables socio-económicas, políticas, culturales y ambientales, tanto locales como internacionales
que, de una u otra forma, han beneficiado o perjudicado a la región. Los cambios sufridos en el funcionamiento
del Estado en el decenio de los ochenta y el deterioro en las condiciones de vida de
millones de centroamericanos fueron y son determinantes para reconocer la región con sus características
particulares hasta el nuevo siglo.
Palabras clave: Centroamérica, pobreza, Estado, organismos financieros y neoliberalismo.
Abstract
Based on the arguments put forward in this essay, we intend to present an overview of the social
trends occurring in Central America in the second half of the 20th century, with the emphasis on
the last two decades. To this end, we have analysed both national and international socio-economic,
political and cultural variables that in some way have had a positive or negative impact on the
region. The changes that occurred in how the State worked in the eighties and the deterioration in
the living conditions of millions of Central Americans were and are determining factors to recognise
the region with its own particular characteristics in its advance into the new century.
Key words: Central America, poverty, State, financial agencies and neo-liberalism.
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Centroamérica: los rostros de la pobreza. Una panorámica histórica.
1. UN ARGUMENTO GENERAL: ¿POR
QUÉ Y CÓMO NOS ESTUDIAN?
Los estudios sobre pobres y la pobreza,
tanto del campo como de la ciudad, en
distintas partes del mundo, han respondido
desde la segunda mitad del siglo
XX, a los intereses institucionales de algunos
organismos financieros internacionales,
entre ellos: el Banco Mundial, el
Fondo Monetario Internacional u otros
entes supranacionales.
El África subsahariana, el sudeste
asiático o América Latina y el Caribe,
entre otras regiones y, a modo de ejemplo,
siguen siendo objeto de las constantes
“mediciones” que efectúan dichas entidades
globales. Una de las finalidades,
está en conocer los comportamientos de
indicadores macroeconómicos, año tras
año. De esa manera, han re-definido el
rumbo de algunos Estados en sus maniobras
internas y de cara a los compromisos
externos que, de antemano, adquirieron.
Para el caso de nuestro continente, las
disposiciones de la CEPAL, creada en
1948, corroboran lo que estamos sosteniendo
(THORP, 1998: 141 y 142), más
allá de la “perspectiva latinoamericana”
planteada por Raúl Prebisch, posterior a
1949.
Por tanto, fue evidente como la férrea
división internacional del trabajo después de
la Segunda Guerra Mundial (1939-1945),
marcó de forma significativa a regiones
proveedoras de materias primas, ante el
control de circuitos mercantiles por parte
de los pujantes países industrializados.
En particular, hubo un elocuente ganador
que acaparó las vías para adquirir una
abundancia material; nos referimos a los
Estados Unidos de Norteamérica (HOBSBAWM,
1996).
2. UNA PANORÁMICA GENERAL:
DISCURSOS EN TORNO A LA POBREZA
Situándonos en el último cuarto del
siglo XIX y principios del XX, los pobres
fueron el centro de atención de ideologías
y doctrinas, por ende, de discursos multisectoriales
que buscaron justificar las
desastrosas condiciones de existencia
social del momento, tanto en Europa
como en otras latitudes del mundo
(BARBA, 2005)
En este contexto, el marxismo desde sus
preocupaciones por la clase obrera, situó su
atención en torno a la explotación económica
por parte de un modelo de sociedad
injusta. Esta debía ser transformada, para
dar paso a la dictadura del proletariado, en
la sujeción del Estado que llegaría después
de la revolución anti-burguesa, creando
una igualdad social.
Desde otra perspectiva, la Iglesia
Católica vaticana esbozó propuestas
sociales en la atención a los desposeídos
de este mundo quienes, heredarían un
“reino” extraterreno, exento de pobreza.
El pensamiento de la jerarquía eclesiástica
se materializó de diversas formas; una
fue bajo la tutela de asociaciones tales
como las Damas Vicentinas o Caritas.
Desde una óptica elitista, maquillaron e
invisibilizaron una situación estructural
que respondía a condiciones específicas
como, la pésima distribución de la riqueza
y el poder político local, en distintas
partes del mundo capitalista. La filantropía
y algunas formas de beneficencia fueron
sus vehículos más expeditos para
lograrlo (RODRÍGUEZ SANCHO, 2000:
57-77).
La publicación de documentos pontificios
de elocuente nivel argumental,
demuestran las preocupaciones de la
jerarquía romana. Hubo encíclicas como
la emitida por León XIII: Rerum Novarom
(1891) en la que denunciaba las precarias
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Centroamérica: los rostros de la pobreza. Una panorámica histórica.
condiciones laborales de miles de trabajadores
de una Europa que se deslizaba
hacia el socialismo. El pontífice rechazaba
al liberalismo del momento y los desajustes
del desarrollo macro-capitalista. Cuatro
décadas después, Pío XI publicó la
Quadragesimo Anno —conmemorativa de
la anterior— que ratificaba los postulados
en mención, con la debida cautela de no
“incentivar” la lucha de clases, harto temida
por la jerarquía católica (RODRÍGUEZ
SANCHO, 2000: 71 y 72). Varias décadas
después, en las conferencias de Medellín
de 1968, más tarde Puebla en 1979, el
Consejo Episcopal para América Latina y
el Caribe, apeló sobre la opción preferencial
de la Iglesia por los más pobres (CELAM,
1979: 236-239).
Asimismo, en América Latina y el
Caribe, la denominada cuestión social, fue
parte de un proceso de construcción discursiva
internacional que cautivó a grupos
de poder nacional con distintos propósitos
(RODRÍGUEZ SANCHO, 2006 b:
1-11). Ésta fue fraguada desde finales del
siglo XIX, con una visión que respondía a
intereses sectoriales entre: políticos acaudalados,
curas e intelectuales radicales
desde cambiantes escenarios domésticos
(CASTEL, 1997: 389-391; PALOMEQUE
LÓPEZ, 1997: 103-126). No obstante,
miles de personas morían de hambre,
enfermedades “tropicales”, sin servicios
básicos como agua potable, entre otras
razones históricas (RODRÍGUEZ SANCHO,
2001: 30-38).
Por otra parte, el esplendor de la
Segunda Revolución Industrial en Europa
Occidental quedaría desdibujado,
entre otras razones, por las dramáticas
condiciones de colectivos empobrecidos
que deambulaban por las ciudades. Londres
albergó en sus suburbios a muchedumbres
de desposeídos que morían
como miserables, alejados del auge industrial
que contribuyeron a amasar, en las
fábricas de la Inglaterra victoriana e
imperial (HOBSBAWM, 1998). No debemos
soslayar que, la literatura, el teatro y
el naciente cine, asumieron posturas
sociales ante las palpables condiciones
que dejó la industrialización, en detrimento
de los individuos que malvivían
en opulentas ciudades europeas y norteamericanas.
3. ¿CÓMO ABORDAR EL TEMA DE
LOS POBRES Y LA POBREZA?; ¿ES
POSIBLE?
Algunas de las formas convencionales
de aproximarse al objeto de estudio, explicarían
las metodologías, teorías e instrumentos
utilizados en las “mediciones” y,
por ende, la interpretación de grupos
humanos en condiciones que responden a
procesos históricos particulares. No siempre
se han logrado los objetivos y propósitos
e incluso, se sesgan los datos para
manipularlos al antojo de intereses de
instituciones globales. Los grupos de
poder privado, también jugaron un rol
estratégico (CAMACHO, 2000 b: 158-174;
BARBA, 2005) De esta forma, es inadecuado
homogenizar a colectividades,
como se había hecho hasta hace poco. Es
diferente estudiar a un pobre urbano de
Jartum en relación con su “homólogo” de
Bogotá y, éste de otro en París, entonces:
¿cómo comprender a los tres sujetos de
forma integral sin des-contextualizarlos
y, desde luego, des-historizarlos?. No
existe consenso en los procedimientos y
las metodologías hasta el presente. Sin
embargo, estudios históricos recientes,
aportan aspectos esclarecedores en la
comprensión de la pobreza en el largo
plazo que, integra elementos subestimados
por las “mediciones” macroeconómicas.
La re-interpretación del gasto público en
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salud, educación, empleo o programas
sociales pero vistos en el largo plazo, integra
elementos en la comprensión del
complejo mosaico de la pobreza (VIALES
HURTADO, 2005 b: 87-103)1.
Para quienes estudian el complejo tejido
social, no es sencillo efectuar un abordaje
integral de la pobreza. Menos aún, si
se hace desde un método preestablecido
que legitima la visión de los “gerentes” de
las grandes corporaciones. Dicho aspecto
fue denunciado por un ex funcionario del
Banco Mundial y economista laureado
con el Nóbel de Economía, Joseph Stiglitz
en su libro: El malestar en la globalización
(2002). Los procedimientos guardan en su
interior una serie de vicios teórico-metodológicos
que desnaturalizan la comprensión
del campo de estudio, según el
prisma de quienes los promueven y
financian (KLIKSBERG, 2004: 151-198).
Por décadas, se han empleado metodologías
e instrumentos que intentan
comprender a ciertos sectores sociales
desfavorecidos que, han sido y son “dolores
de cabeza”para los sectores dominantes.
Desde la pujante Unión Europea 2
hasta la abatida Centroamérica son portadoras
de dichas asimetrías sociales —en
parte— producto de la injusta distribución
de la riqueza. Un asunto ya advertido
por conocedores que, desde distintas
disciplinas científicas aseguran que, una
de las causas de la pobreza encuentra su
origen en el acaparamiento material e
intelectual, impidiendo una elemental
distribución. Tal como lo acreditaba el
sociólogo Ángel Blas Yanes:
Estudiar la pobreza, no equivale a
estudiar la distribución de la riqueza. La
pobreza es resultante de la desigual e
injusta distribución de la riqueza (BLAS
YANES, 2001: 10).
3.1.Algunos métodos e instrumentos
“aproximativos”: logros y fracasos
De forma sucinta, señalaremos algunos
procedimientos a los que se ha echado
mano para determinar quiénes o por
qué son pobres las personas de una
región, país o ciudad. Se han implementado
a lo largo de las décadas, varios
métodos para medir la pobreza, entre
ellos: líneas de pobreza que, dicho sea de
paso, es el más utilizado en América Latina
y el Caribe, fundamentado en una
medición del ingreso de las personas y de
los hogares con el apoyo de encuestas,
muestreos limitados y estadísticas (SEN,
1992: 310-322). En cuanto a las necesidades
básicas, remite a carencias fundamentales
como la vivienda o el empleo; el método
integrado de pobreza busca sumar ambos.
Asociado con otros indicadores como el
Índice de Desarrollo Humano (IDH), el cual,
no es un método pero sirve para comparar
tres variables claves, a saber: educación,
salud e ingreso. Este último, tiene
una importante recepción en más de
cien países donde se implementa (PÉREZ
y SARAVÍ, 2000:131 y 132). Existen otras
formas para determinar a los pobres,
entre ellas, las que explica la Dra. Carmen
Camacho (2000 a: 24-42) sobre: Perspectiva
de ingreso; de las necesidades básicas; del consumo
y los ingresos y, por último, de la capacidad.
Lo esgrimido por el estadista Jorge
Alarcón (2000: 347-414) del Institute of
Social Studies de La Haya, en asociación
con lo dicho por los autores supracitados,
es aleccionador. Se ha demostrado que
existe un lado oscuro en la medición de la
pobreza como lo ejemplifica para el caso
costarricense, el investigador Mainor
Mora Salas (2004: 75-103).
Sobre la base de lo anterior, la segunda
mitad del siglo XX estuvo marcada
por la implementación de metodologías
para “conocer” la pobreza, a partir de las
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preocupaciones institucionales que mostraban
“tendencias de desarrollo” como se
anotó. Aspectos legitimados e interpretados
como parte del “desarrollo”—en sí—
son insuficientes para ofrecer condiciones
de vida mínimos en los países estudiados
del planeta (KLIKSBERG y COOPER,
1997: 11-33). Un ex ministro de Planificación
costarricense, el Sr. Helio Fallas, en
materia de pobreza rural afirmaba:
En los programas sociales, uno de los
problemas que ha habido es que, en general,
no hubo políticas de Estado en la parte
social, sino que cada gobierno inventa o
“reinventa”, programas sociales; entonces,
no hay continuidad (PÉREZ y
SARAVÍ, 2000: 131).
Otro elemento que debemos agregar,
al complejo universo de los pobres es, la
misma categorización o definición. No se
ha encontrado hasta el día de hoy—de
forma consensuada—una conceptualización
que deje satisfechos a los estudiosos.
La situación que involucra el espacio
epistemológico, lanza señales que, nos
advierten, las dificultades formales al
pretender hurgar una dinámica multiforme,
sobrepasando las limitaciones mismas
de su definición. Por tanto ¿quién es
o qué es ser pobre? a lo que el Diccionario
de la Real Academia de la Lengua Española
responde entre sus distintas acepciones:
4. infeliz, desdichado y triste. II Pacífico,
quieto y de buen genio e intención (2001:
1214 y 1215).
Es de común acuerdo en el plano académico
que, los pobres, son reconocibles
en su situación exterior, aparente o tangible;
sus carencias materiales saltan a la
vista aunque, el asunto va más allá de
esta percepción simplista que, consideramos
peligrosa dentro de un ámbito de
análisis académico. Pero ¿quiénes y cómo
han tomado en cuenta las potencialidades
humanas de los excluidos sociales dentro
del mismo sistema institucional que los
trata? Desde la cosmopolita París con sus
bidonvilles hasta el tétrico Port au Prince,
están marcados por las condiciones desmejoradas
de personas que no pueden
satisfacer sus necesidades primarias.
Aunque con enormes diferencias contextuales
que, no deben soslayarse, entre
una y otra capital; muestran en última
instancia, a seres humanos desprovistos
de una forma de vida básica. Es decir:
comida, ropa, medicinas, escolaridad,
vivienda, servicios públicos, empleo o tierra,
condiciones prohibitivas para millones
de personas en el mundo, al grado de
afirmarse que más de la mitad de la
población mundial es pobre (UNDP,
2005) 3.
La pobreza alberga una variable cultural;
el drama está modelado de acuerdo
con patrones culturales que le signan un
perfil singular. Dicho de otra forma, los
pobres construyen un imaginario colectivo
que les define en su propia situación personal
y colectiva. También a los pobres se
les reconoce y tipifica desde un imaginario
social elitista. En la Unión Europea o en el
Norte de América hubo—y aún prevalece—
una explícita reticencia en reconocer
a los jóvenes y niños de la calle como
tales; imágenes re-construidas por los solventes
medios de comunicación masiva
que:
suelen reforzar la miope visión de la
conciencia pública en el opulento mundo
occidental, mostrando que los niños amenazados
son una característica exclusiva
de la estructura social de las grandes
metrópolis del Tercer Mundo. En la
Unión Europea, en Estados Unidos y
Canadá, los niños de la calle como tales no
existen en la conciencia popular. A pesar
de la presencia harto evidente de jóvenes
drogadictos en los guetos estadounidenses
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y la multitud de fenómenos atribuidos al
“problema de la juventud” en las ciudades
europeas, “los verdaderos niños de la calle
sólo existen en países lejanos” (ENGBERINK
y KRUIJT, 1996: 7-8).
Entre estereotipos, percepciones,
paradigmas y métodos, los pobres fueron
y son punto de encuentro para las estadísticas
y “definiciones” institucionales
tanto locales como internacionales. Al
calor de intereses públicos y privados
han sido un motor de discusión teórica
con enorme actualidad (BARBA, 2005).
En la ciudad de Copenhague se celebró
en 1995 la Cumbre Mundial sobre Desarrollo
Social, casi una década después, sus resultados
continúan en la retórica. En el 2000
se realizó la Cumbre del Milenio de la
ONU, acordándose reducir a la mitad, la
pobreza en el mundo, en un plazo establecido:
el año 2015 (PERROT-LANAUD,
2005: 37-41). Este fue el compromiso de
los países industrializados (SOCIAL
WATCH, 2002). Las evidencias confirman
que, las viejas desigualdades en las
desproporcionadas relaciones Norte-Sur,
aún prevalecen y, desde luego, se acentúan
con un Norte cada vez más abundante
en oposición al Sur necesitado. En el siglo
XIX, el Sur mostró sus contrastes, visualizados
en crónicas por aventureros, comerciantes,
militares, diplomáticos y científicos
europeos (RODRÍGUEZ SANCHO,
2006 a).
4. AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE:
UNA REGIÓN MARCADA POR SU
PASADO
Similar al África subsahariana o el
sudeste asiático, citando dos regiones
típicamente pobres, nuestro continente
estuvo marcado por las secuelas del pasado
de dominación colonial. Con el arribo
de los castellanos y portugueses desde el
siglo XV, América siguió un rumbo histórico
que la marcó profundamente. A partir
de esos impactos humanos, las sociedades
originarias del Nuevo Mundo,
re-descubrieron una forma de vida determinada
en el marco del denominado régimen
colonial.
Los siglos XIX y XX dejaron huellas en
las distintas regiones del continente. En
particular, el siglo pasado y, sobre todo,
después de la Segunda Guerra Mundial,
al calor de los procesos de descolonización
que aportaron una docena de naciones
americanas independientes. También, el
África negra sumó alrededor de cincuenta
países libres en el plano político, aunque
no se acicaló otro tipo de paradigma de
desarrollo que, pudiera mejorar la vida de
millones de seres humanos, víctimas de
los poderes imperiales europeos.
Hubo una sofisticada subyugación
económica, política y socio-cultural que
no acabó con dichos procesos pos-independentistas.
En algunos situaciones se
agudizaron las calamidades de regiones
que se encontraron sumidas en cruentas
guerras civiles, dictaduras, golpes de
Estado o corrupción. Las manos que
posaron los viejos amos coloniales sobre los
territorios, sirvieron para articular otros
mecanismos de explotación sobre sus elementos
naturales y humanos (HOBSBAWM,
1996). A modo de ilustración,
dos ejemplos nos ayudan a entender lo
dicho. La pequeña Belice, en el noreste de
Centroamérica se hizo independiente en
septiembre de 1981, a pesar de la renuencia
histórica inglesa; la guerra de Las Malvinas
de 1982 fue tributaria de un lastre
expansionista decimonónico que marcó a
la sociedad argentina.
No olvidemos que, posterior a la segunda
gran guerra, se experimentó una edad de
oro capitalista en el mundo rico, aunque
esta no llegó a la periferia de acuerdo con
la teoría que hablaba del derrame y sosteVEGUETA
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nía la premisa de una abundancia sin
parangón y para todos e hija del crecimiento
económico. Las evidencias mostraron
que, las regiones carentes de industrialización,
se contabilizarían dentro de una
especie de lista calamitosa conocida
como: Tercer Mundo desde la década del
cincuenta. Entre tanto, América Latina y
el Caribe sumó una buena porción de sus
países al “ranking” de los pobres del planeta:
Haití, República Dominicana, Nicaragua,
Honduras, Paraguay o Bolivia
estarían hermanadas por el analfabetismo,
la esperanza de vida precaria o el
desempleo galopante en lo sucesivo,
entre otros rubros que desnudaban y desnudan
un “modelo de sub-desarrollo” interno.
Lo resaltado, más allá del esplendor
de la ciencia, aunada con la tecnología y
encabezada por los Estados Unidos, sin
que millones de seres humanos disfrutaran
de las “bondades” materiales del
momento. La revolución verde del período,
ayudó a multiplicar con generosidad la
producción de alimentos: trigo, cereales,
frutas o verduras, no obstante, en África,
la vida no había sufrido cambios de consideración:
Los años setenta y ochenta volvieron a
conocer las grandes hambrunas, cuya imagen
típica fue el niño exótico muriéndose
de hambre, visto después de cenar en las
pantallas de todos los televisores occidentales
(HOBSBAWM, 1996: 263).
4.1. Centroamérica: ventajas y desventajas
de su situación geoestratégica
Haciendo un esfuerzo por superar
algunos formalismos conceptuales que,
excluyen a Panamá y Belice, la región, fue
cardinal dentro de los intereses ibéricos
desde el siglo XVI, también para el imperialismo
británico en los siglos XIX y XX;
luego los Estados Unidos con su “backyard”
que abarcaba al Caribe.
En el pasado fuimos punto de referencia
en las rutas cartografiadas por las
potencias del momento (Hall and Pérez
Brignoli, 2003). El incierto futuro estaría
hipotecado por un Tratado de Libre Comercio
[CAFTA] con los Estados Unidos, preclaro
ganador en el sector agropecuario,
única posibilidad de comercialización
con el Coloso del Norte. En condiciones
análogas, México como parte del
NAFTA—vigente desde el 1 de enero de
1994—ha dejado a los campesinos en peores
condiciones socioeconómicas, emigrando
del campo a la ciudad. La insurrección
del Comandante Marcos con el
EZLN en Chiapas fue otra de las muestras
de la pobreza en el sur del país, históricamente
vinculada a Centroamérica—
por lo menos—hasta 1824 cuando se
separaron de la Capitanía General de
Guatemala.
La región centroamericana estuvo y
está marcada por una serie de factores
tanto geográficos como naturales: puente
de paso de especies o filtro biológico y
franja de tierra que separa dos mares
brindándole, con el paso del tiempo, un
lugar paradójicamente de retaguardia de
acuerdo con la dinámica del desarrollo económico
capitalista mundial como proveedora
de materias primas. Su situación
geográfica y natural no le confirió ventajas
cualitativas en contraste con otra
regiones del continente o del mundo
(GRANADOS CHAVERRI, 1985: 59-78).
En este escenario, los liberales decimonónicos
especularon con la idea del “progreso”
como fin último de la sociedad y de
cara al futuro (MAHONEY, 2001). La pretendida
“modernidad” fue un fiasco histórico,
documentado por políticos, militares,
diplomáticos, historiadores, viajeros
y literatos tanto locales como foráneos. Entre
tanto, la agro-exportación ¿configuró un
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eje sobre el cual gravitó el “progreso” de
las tradicionales cinco repúblicas?. Al
menos en Costa Rica, sólo aportó un
6.67%, con un máximo de 17% entre 1870-
1898 de los ingresos públicos del Estado
(VIALES HURTADO, 2005 b: 97 y 98).
Hubo otras actividades extractivas que
simbolizaron los descalabros locales. El
enclave bananero4 en el Caribe centroamericano,
retrató una de las formas en
que operó el capital privado foráneo para
lucrar con las “bananas republics” (STRIFFLER
et al, 2003; PUTNAM, 2002) en la
sempiterna costa negra que habla inglés;
pobre e incomunicada en comparación
con el interior desde Guatemala en el
norte, hasta Panamá al sur. A nuestro
Caribe, le llaman Atlántico, lo que es
impreciso.
Conjeturamos que fue el siglo XX, el
que mejor lució los espejismos del “desarrollo”
5 en América Latina y el Caribe.
Con algunos avances importantes en el
Cono Sur: Brasil, Argentina, Uruguay y
Chile quienes, experimentaron los beneficios
del modelo de sustitución de importaciones
pero con saldos heterogéneos. En la
segunda mitad del siglo pasado, el Istmo
incubó, más allá de sus inestables gobiernos
de turno, un seudo-modelo de desarrollo
que pretendía por medio de un mercado
integrado, el anhelado “take off” Sin prepararse,
la región estaba empobrecida
por agentes tanto internos como externos
y desprovista de una estructura productiva
sólida que le diera sostenibilidad al
proyecto de los cinco Estados, no cohesionados
históricamente. Utopistas como
Francisco Morazán, intentaron unir la
convulsa República Federal Centroamericana;
su lema: Dios, Unión y Libertad tuvo
eco entre 1824-1842. En los últimos años
existe otro proyecto de integración regional
llamado SICA 6.
Recordemos que, el Mercado Común
Centroamericano (MCCA) creado en 1960,
dejó la impronta de que la región se ubicaría
al nivel de las exigencias de los países
industrializados. En especial, bajo la
égida de los Estados Unidos que promocionó
entre empresarios y políticos locales,
la añeja idea del “progreso”. Los abortados
resultados del MCCA fueron
evidentes al comienzo de los setenta
(GUERRA BORGES, 1993:71-73). La década
siguiente, evidenció de forma tangible,
los desajustes sociales del falaz crecimiento—
en sí empobrecedor— también
conocida como la Década Perdida
(TORRES RIVAS, 1993: 174-182).
En los ochenta, las economías del área
decrecieron (Garnier, 1993: 89-162) en
medio del violentísimo escenario político
de El Salvador, Nicaragua y Guatemala,
sosteniendo cruentas guerras civiles, con
un costo desgarrador en vidas humanas
al nivel de un holocausto. Esto fue parte
de un rentable circo informativo para la
prensa nacional e internacional que lucró
con las carnicerías internas. De alguna
manera, acá se re-definieron cuotas del
entramado mundial de Guerra Fría. Los
conflictos y sus soluciones políticas se
avizoraron en la región, con sus respectivas
variantes en los años noventa
(OROZCO, 2003: 2-4; ROVIRA MÁS,
1996: 9-31). Sobre esto insistiremos de
seguido, al constituirse en uno de los
componentes que más nos interesa del
análisis general.
4.1.1. Pobreza y exclusión social: dos golpes
letales en un mundo globalizado
Una de las posibilidades con que
podemos acercarnos a los impactos nocivos
del “desarrollo” en Centroamérica7
sería con base en indicadores de estadísticas
oficiales. Entre éstas, las estatales, así
como las publicadas por entes internacionales
ya mencionados. A partir de éstas,
encontramos evidencias contradictorias
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Centroamérica: los rostros de la pobreza. Una panorámica histórica.
del “desarrollo” en la segunda mitad del
siglo XX (DAVIS, GACITÚA y SOJO,
2004).
Re-interpretamos que fueron medidas
gerenciales, asumidas con lealtad desde
las oficinas de nuestros gobiernos; entre
las disposiciones, los programas de ajuste
estructural de los años ochenta, denominados
en Costa Rica bajo las siglas: PAE´s
(SOJO, 1998:17-36) y fueron el corolario
de los sistematizados cambios que, el dos
veces presidente estadounidense Ronald
Reagan (1981-1989) y la “Dama de Hierro”
Margaret Thatcher (1979-1990) re-definieron
para un “New World” en gestación. Se
anquilosaba así las facultades del Estado
benefactor y las posibilidades de contención
del deterioro social (VARGAS
SOLÍS, 2003). Las políticas neoliberales descuajaron
las posibilidad de un crecimiento
económico sostenido de la mano de lo
social (MUÑOZ DE BUSTILLO, 2000: 51-
96), —aún hoy— los organismos financieros
hacen propaganda, utilizando eufemismos
como: “países en vías de
desarrollo”; la jerga popular asegura que
somos países“en vías de sub-desarrollo”. El
francés Pierre Bourdieu (2002) corroboraba
que, el discurso neoliberal no es un discurso
como los otros (...) es un “discurso fuerte”
que transformó una época de forma heterogénea.
Si observamos los saldos macroeconómicos
que, compiló el economista y
actual Ministro de Educación costarricense,
Leonardo Garnier publicados en la
Colección de Historia General de Centroamérica,
fueron graves los niveles de
pobres para el decenio de los ochenta:
En el caso de Costa Rica (...) el porcentaje
de la población viviendo bajo la línea
de pobreza aumentó del 25% a más de un
40% como resultado de esos procesos; en
Nicaragua este porcentaje aumentó del
61.5% al 68.7%; en Honduras pasó del
68.1% al 78.8%;en Guatemala, del 71.1%
al 82.6%; y, en El Salvador, la población
viviendo bajo la línea de pobreza aumentó
de un 68.1% a un 86.9% de la población
total (...) un 64% de los guatemaltecos y
más de la mitad de los hondureños y salvadoreños
vivían, después de la crisis, en
condiciones de miseria extrema (1993:
107).
La poco creíble “escena” anterior que,
evoca con detalle un relato del realismo
mágico, no finalizó con la década como se
podría pensar. Y tal como han afirmado
algunos especialistas inescrupulosos
acerca de los procesos de Ajuste Estructural
que: en los últimos quince años han sido
relativamente exitosos (NOWALSKY, 2002:
19). También se ha sostenido el retórico
argumento de que, la región, tuvo un
“crecimiento”, a pesar de que “las cifras”
indican lo contrario. Entre tanto, un
documento de la FLACSO (2002) apoyaba
las sospechas en torno a la retórica oficial
en materia de hogares bajo la línea de la
pobreza para el año 1999: Costa Rica
18.2%; El Salvador 43.5%; Honduras
74.3%; Panamá 24.2 %. Nicaragua y Guatemala
no ofrecieron datos para ese año,
sin embargo, en 1998 aparecían con un
65.1% y 53.5% respectivamente (FLACSO,
2002: 93 citado de la CEPAL, 2001).
El gasto social per cápita de Panamá
estuvo en $642 y Costa Rica $622 entre
1998-1999 mientras que, Nicaragua y
Honduras aparecen con $57 (Proyecto
Estado de la Región/ PNUD, 2003: 72). Se
asocia a nuestra parecer, las condiciones
de la salud pública y, un parámetro sería
las tasas de mortalidad infantil, útiles para
dimensionar las condiciones de la infancia
centroamericana. Guatemala registró
oficialmente en 1980: 82.4; en 1990: 65 y
en el 2000: 46 mientras tanto Nicaragua:
96, 65 y 43.4 respectivamente. En Costa
Rica estuvo en: 30.4, 16 y 12.1 (FLACSO,
116 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X
Javier Rodríguez Sancho
Centroamérica: los rostros de la pobreza. Una panorámica histórica.
2002: 81) 8 Al calor de lo planteado, las
inversiones en salud, en el sector público
fueron contrastantes en países como Guatemala
cuando en el 2000 registró 1,4%;
Belice 2.5%; Honduras 2,7%; El Salvador
3.3%; Panamá 5,4%; Nicaragua 5.5% y
Costa Rica con 6.9% (Proyecto Estado de
la Región/ PNUD, 2003: 73). No incorporaremos
aquí el resurgimiento de enfermedades
decimonónicas como el cólera
que ha golpeado con fuerza. La malaria,
meningitis o el dengue son significativos
en las muertes de niños y niñas en la
región.
En otro orden de cosas, el historiador
costarricense, Ronny Viales Hurtado considera
que: <<El principal límite del modelo
neoliberal aplicado al agro está relacionado
con la pobreza en general y, particularmente
con la pobreza rural>> (1999: 148). Una
cifra alarmante corresponde a Guatemala
y Honduras con más del 66% de hogares
rurales viviendo por debajo de la línea de
la pobreza. Costa Rica se posicionó en un
rango inferior al 33% en el año 1997. En
América Latina y el Caribe en 1980 fue de
54% al igual que en 1997; un 28% estuvo
en la indigencia en 1980 y un 31% en 1997
(CEPAL, 1997: 17-18, citado por VIALES
HURTADO, 2005 b: 93 y 94). Honduras
tuvo un 80% en este último año; Guatemala
72% y El Salvador 62%. Costa Rica
mostró un 23%. De los hogares rurales
bajo la línea de indigencias en 1997, Honduras
llegó al 59%; Guatemala 45%; El
Salvador 28%; Panamá 14% y Costa Rica
9%. No aparecían datos para Nicaragua,
en las fuentes consultadas.
Concerniente con lo mostrado hasta
aquí, no debemos desestimar la agobiante
deuda externa que dejó al descubierto la
compleja crisis de un “modelo de desarrollo”.
Por supuesto, ajeno a las necesidades
de las personas que depositaron sus esperanzas
en los gobiernos de turno, bajo las
decisiones de los sectores dominantes
que los administraban irresponsablemente.
Para finales de los noventa, Centroamérica
acumuló una deuda externa impagable;
en 1999 9 Costa Rica debía $3.940
millones; El Salvador $2.789; Guatemala
$3.831; Honduras $4.723; Nicaragua
$6.549 y Panamá $5.568 (FLACSO, 2002:
144). En este sentido, América Latina plasmó
la complejidad del problema a partir
de deudores como Brasil, México o Argentina.
Sin dejar pasar por alto, lo que afirmó
el economista Luis Paulino Vargas Solís:
Ese ambiente especulativo a nivel
internacional—del que, evidentemente, la
banca privada trasnacional era parte principal
en su afán de sacar provecho de los
“petrodólares”—propiciaba el endeudamiento
(...) era una tendencia que provenía
de varios decenios atrás (...) lo cual no
niega la responsabilidad de los grupos
dirigentes (...) que imprudentemente se
embarcaron en esa peligrosa aventura
financiera (...) [y] bajo el gobierno de dictaduras
militares que nunca se caracterizaron
por su rectitud y probidad puesto
que ni siquiera respetaron los más elementales
derechos humanos (VARGAS
SOLÍS, 2003: 49).
4.1.2. Democracias con pobreza: una paradoja
añeja pero presente
Después de la caída del socialismo
hubo un comportamiento colectivo singular;
algunos se atrevieron a presagiar el
fin de la Historia. Para otros, las esperanzas
se adueñaron de millones que veían
en la democracia occidental un modelo
menos dañino y, la globalización tuvo su
espacio para la puesta en escena de nuevos
paradigmas históricos con un mundo
sin comunismo, conformado por grandes
bloques económicos: la Unión Europea,
NAFTA, MERCOSUR o los Tigres asiáticos
(CONTRERAS, 2002: 127-134).
VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 117
Javier Rodríguez Sancho
Centroamérica: los rostros de la pobreza. Una panorámica histórica.
Desde la Década perdida y la subsiguiente,
el Istmo vio recrudecer las desigualdades
sociales; más aún, se re-inventó
una suspicaz categoría que asustó a los
sectores medios —con razón— nos referimos
a los nuevos pobres, es decir, personas
que no habían experimentado las consecuencias
de las privaciones en el diario
vivir. Ahora se contabilizarían dentro de
dichos contingentes, más allá de tener en
su haber una escolaridad nada despreciable,
vivienda propia y servicios de salud
pública (SOJO, 1997:7). Ello estuvo aparejado
con el aumento de la informalidad y la
flexibilidad laboral ante las apremiantes
condiciones del libre mercado, dado que
la estructura productiva estaba colapsada
y la región era parte del fenómeno internacional
de cambios y transformaciones
(SOJO, 2002: 68-72).
Sin embargo, hubo un retorno democrático
en Nicaragua, después de la elecciones
de 1990 con Violeta Barrios de
Chamorro. El Salvador concilió en 1992
con más de 75.000 muertos y Guatemala
bajó el tono con los acuerdos de paz en
1996 pero con 200.000 víctimas políticas.
Las pasmosas cadenas de conflictos
regionales y la “vía democrática” que provocó,
no se han redituado en el presente
con los verdaderos alcances y expectativas
que la paz debería acarrear, entre ello:
bienestar material para todos, más allá de
la posibilidad de ir a las urnas y sufragar
en poco menos de dos minutos. No es
casual que, la democracia como sistema
político, sea cuestionada por una importante
porción de ciudadanos. Los niveles
de abstencionismo evidencian que en Centroamérica
amplios sectores sociales están
“fuera” del sistema político convencional.
En Guatemala, con nutrida población
indígena, cifró en 1999 más del 80% en
una consulta popular para aprobar algunas
cláusulas de los Acuerdos de Paz
(REYES, 2004: 43). En Costa Rica, con
menos tragedias político-sociales que sus
hermanos, los últimos comicios presidenciales
de febrero del 2006, arrojaron un
35% de abstencionismo (Tribunal Supremo
de Elecciones, 2006). El Premio Nóbel
de la Paz, Oscar Arias Sánchez de etiqueta
socialdemócrata, obtuvo poco más de
18.000 votos sobre a su rival Ottón Solís
Fallas. El PUSC—social cristiano—en el
gobierno hasta mayo pasado—se posicionó
en el cuarto lugar, con cinco diputados
de 57 que conforman la Asamblea Legislativa.
A Arias Sánchez lo apoyaron cerca
de un 25% del electorado (ROJAS y
VILLALOBOS, 2006: 4A)10. En México,
los márgenes de diferencia entre Felipe
Calderón y Andrés Manuel López Obrador
fueron mínimos.
Actualmente, la sociedad civil reclama,
una participación ciudadana más
clara que involucre a los diferentes estratos
sociales, con posibilidades concretas
de acceso a la tierra, crédito, salud pública,
empleo, educación, equidad de género,
entre otros rubros de suma importancia.
Por eso, algunos elementos que
involucra el término: exclusión social 11 va
más allá de la tradicional tipificación
acerca de la pobreza (GACITÚA, SOJO y
DAVIS, 2001: 13-15). La democracia no ha
llegado a los niveles de inclusión esperados
en algunos países centroamericanos
de ahí los fiascos electorales en cuanto a
la participación en Guatemala—por ejemplo—
con mayorías étnicas no ladinas y
caracterizado por la violencia de Estado
contra la población indígena durante
décadas (BERGANZA, 2002; SIEDER,
2002). Un nefasto nivel de pobreza, estaría
representado con creces por una
madre guatemalteca, cabeza de hogar e
indígena que no habla castellano, sin
documentos personales y de una zona
rural como El Petén.
Cabe destacar que, en el año 2001, el
otrora presidente del Banco Mundial, Mr.
118 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X
Javier Rodríguez Sancho
Centroamérica: los rostros de la pobreza. Una panorámica histórica.
Wolfenson, consideraba que los golpes
asestados al Estado—a pesar de sus
inclaudicables esfuerzos por mantenerlos—
a la sombra de las políticas neoliberales,
habían sido nocivos para la sobrevivencia
de los países no industrializados;
éste había surtido un papel de colchón
social de amortiguamiento. Uno de los
últimos informes de la CEPAL (2004) asegura
que, la inversión social en la región
“es baja” por lo que se registran niveles de
pobreza que rondan en un 66.3%. El gasto
social por habitante fue de un 27% en promedio
para América Latina y el Caribe.
En este contexto, las altas tasas de
analfabetismo se suman a los elementos
del conjunto de agravantes que afectan la
calidad de vida del centroamericano
donde: casi uno de cada tres habitantes de 15
ó más años es analfabeto con condiciones
más críticas en Guatemala y Nicaragua
en mujeres del campo, aspectos que remiten
de forma inevitable a lo que algunos
llaman poblaciones vulnerables. El surgimiento
de pandillas infantiles y juveniles
en los años noventa, conocidas como
“maras” en Honduras, El Salvador y Guatemala,
el aumento de la prostitución
femenina y la explotación sexual infantil
muestran la punta visible del enorme
témpano que se está fraguando en materia
social (Fernández Carballo y Rodríguez
Sancho, 2005: 1-43). Afirmamos que son
los hijos de la guerra, hermana melliza de
la pobreza, entre otras razones a tomar en
consideración. Como se apuntaba, los vulnerables
adquieren distintos rostros:
Son de tipo natural, de salud, económico,
político, social y ambiental. Incluyen no sólo
los riesgos y las amenazas que los pobres
enfrentan sino también sus capacidades de
defenderse y superarlas (...) son vulnerables
a las consecuencias de la indiferencia y subvaloración
de amplios sectores de la sociedad
(HERTFORD y ECHEVERRI, 2003: 11).
4.1.3. Desastres naturales: viejos enemigos
del campo y la ciudad
El siglo XX dejó contundentes muestras
de los efectos devastadores de la
naturaleza sobre los espacios artificiales
creados por los humanos. El auge del
urbanismo en el continente, empujado
por los efectos positivos de la Edad de oro
que, de alguna manera “derramó” una
pequeña gota de su caudal, brindando
mejores condiciones al continente no
anglosajón.
Se asegura que, el “Baby boom” de los
años cincuenta y las desmedidas migraciones
del campo a la ciudad, marcaron la
vida de millones de latinoamericanos
desde el Río Bravo hasta La Patagonia. El
hacinamiento urbano dejó al descubierto
las limitaciones de la planificación estatal
citadina y de las regiones agropecuarias.
Los trastornos que acarreó, entre éstos:
los cinturones de miseria conocidos en los
alrededores de la ciudad de Buenos Aires
como villas miseria; chabolas en Montevideo,
favelas en Sao Paulo y Río o tugurios
en San José. Fueron el legado de una
época que pervive sin signos de llegar a
desaparecer a corto y mediano plazo. A
pesar de afirmarse que, con un 5 ó 6% del
PIB se podrían resolver algunos problemas
estructurales en materia social
(NOWALSKI, 2002: 19). Sin embargo, se
ha convertido en material apetecido de
un discurso de dominación (BLAS YANES,
2001: 15).
En la “cintura de América” como llamó
Pablo Neruda al Istmo centroamericano
en su Canto general, los desastres naturales
han golpeado sin piedad tanto a las
zonas rurales como urbanas, acicaladas
por las limitaciones del pasado. Recordemos
que los terremotos de Managua
(1972), Guatemala (1976), Puerto Limón-
Costa Rica (1991) o San Salvador (2001),
marcaron momentos álgidos de deterioro
VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 119
Javier Rodríguez Sancho
Centroamérica: los rostros de la pobreza. Una panorámica histórica.
en la infraestructura y en costos de vidas
humanas irreparables (LAVELL, 2004:
152-164).
Se suman las sequías, a partir de los
ciclos del fenómeno metereológico conocido
como El Niño, nocivos en las regiones
agropecuarias y, por supuesto, para
el abastecimiento del agua potable a las
ciudades. La pesca artesanal costera en el
Océano Pacífico decrece al calentarse las
aguas superficiales del mar que, alejan los
cardúmenes de forma irremediable; en
esta actividad sobreviven miles de familias
centroamericanas. La Niña se expresa
de forma contraria, ya que produce excesivas
precipitaciones anuales en la vertiente
del Pacífico, además de los valles
centrales, bastante poblados a lo largo de
la región istmica; sus centros urbanos
reciben a cántaros la lluvia (LAVELL,
2004: 141-144).
Varios huracanes del Mar Caribe arribaron
a la región y dejaron saldos humanos
y materiales conmovedores, entre los
que podemos citar: Fifí (1974) que cobró
la vida de 10.000 personas; Joan (1988);
Hugo (1989) o César (1996) con sus respectivas
secuelas de destrucción. En ello
hay un elemento que debemos adicionar,
el deterioro en la cobertura vegetal—es
decir—los suelos cultivables que perdieron
la capacidad de brindar alimento a
los campesinos y de abastecer los mercados
nacionales, con la destrucción de las
cosechas que, en parte, se destinaban al
mercado mundial. Esta situación ha sido
un talón de Aquiles para países agrícolas e
incide de forma directa en la galopante
pobreza rural. No obstante, en otras
regiones de América Latina, la pobreza es
un problema principalmente de zona urbana
como lo sostienen Reed Hertford y Rafael
Chaverri (2003: 29). Al final de los noventa,
dos países del Istmo aparecieron en la
lista de los que mayor incidencia de
pobreza rural registraban en el continente:
Honduras con un 80% y Guatemala
con un 72%, al lado de un país andino:
Bolivia (CEPAL, 2000: 54) 12.
Uno de los más violentos huracanes
de la historia fue Mitch, su arribo fue en
octubre de 1998 y visualizado como el
huracán de los pobres, provocando la
muerte a unos cinco mil hondureños
(Proyecto Estado de la Región-PNUD,
2003). En Nicaragua con los deslaves del
volcán Casita, las víctimas llegaron a unas
11.000 personas. Todo esto asociado con
pérdidas estimadas para la región en
unos $10.000.000.000 con base en un artículo
de la revista National Geographic. Allí
se sostiene que el huracán afectó: a casi
toda Centroamérica, desde Nicaragua y Honduras
hasta El Salvador, Guatemala, Belice y
el sur de México. En la historia de las tormentas
del Atlántico, sólo una supera a Mitch: el
Gran Huracán de 1780 que mató a 22 mil personas
en la región oriental del Caribe
(WILLIAMS, 1999: 110) 13.
Paradójicamente, uno de los elementos
que mejor acredita a la región, es su
incuestionable biodiversidad a pesar de
haber sido integrada de forma irracional
a la lógica de lo que algunos llaman neoliberalismo
ambiental (GUDYNAS, 1999). El
bosque fue entendido—según los gobiernos
de turno—como un simple recurso
natural por explotar, no como ecosistemas
generadores de vida y fuentes de
ingresos para consolidar una estrategia
sostenida, así mejorar la vida rural por
generaciones. El Informe sobre Recursos
Mundiales (2004: s.p) determinó que la
incorrecta disposición de los elementos
de la Madre Naturaleza incrementa los
niveles de pobreza de forma inexorable14.
Entre 1972 y el 2001 en Centroamérica
se registraron 242 desastres de diversos
tipos con un saldo de 49.044 muertes
y cerca de siete millones de damnificados
(LAVELL, 2004: 153).
120 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X
Javier Rodríguez Sancho
Centroamérica: los rostros de la pobreza. Una panorámica histórica.
4.1.4. Los emigrantes: problemas nacionales
del pasado y remesas familiares
Con el propósito de ir concluyendo,
reafirmamos que las guerras del pasado
provocaron un continuo flujo de desplazados,
exiliados políticos e inmigrantes,
tanto al interior de sus propios territorios
como a países vecinos. Así sucedió y
sucede con los nicaragüenses hacia Costa
Rica (SANDOVAL GARCÍA, 2002:47-57);
los salvadoreños hacia Guatemala y de
este último país a México. También, la
inmigración estuvo y está orientada por
desbandadas permanentes hacia los Estados
Unidos, Canadá u otros destinos
(Chronic Poverty Research Center, 2002).
En la década del noventa y el presente,
las marcas de los conflictos políticos o
las crisis económicas de antaño se convirtieron
en una alternativa para los ciudadanos
de El Salvador, Guatemala, Nicaragua,
Honduras, Costa Rica, Panamá y
Belice quienes se marcharon al “Norte”.
Las remesas que aportan, son determinantes
dentro de las economías nacionales.
Éstas superan las cifras en exportaciones
agropecuarias e industriales juntas (Proyecto
Estado de la Región-PNUD,
2003:374-377). Una publicación de la
CEPAL (2005) determinó que El Salvador
y Guatemala cuentan con más de medio
millón de ciudadanos en el extranjero;
asimismo algunas islas del Caribe tienen
más del 20% de su población en el exterior.
Los inmigrantes centroamericanos
representan para las autoridades estadounidenses
problemas al conformar una
masa trabajadora ilegal con baja escolaridad,
demandantes de servicios públicos,
enlazado con la creciente xenofobia contra
los llamados hispanos 15 ya que millones
de suramericanos también son ilegales.
Ser pobre en un país rico, evidencia
como la pobreza también es una elaboración
de contextos culturales que colisiona
con los derechos humanos fundamentales
y desnuda la “ ética anglosajona” que,
promociona guerras abiertas contra los
desposeídos, pese a no representar una
amenaza terrorista16 La legislación antiinmigrante
estadounidense así lo evidencia,
más allá de los postulados de su
manoseada democracia y libertad que
amasó una exorbitante riqueza.
Según las estadísticas oficiales del
BID—hay otras cifras—se estimó que a El
Salvador llegaron $2.316.000.000 y a Guatemala
$2.106.000.000 en el año 2003 por
concepto de remesas. En escala descendente,
Honduras obtuvo $862.000.000;
Nicaragua $788.000.000; Costa Rica
$306.000.000; Panamá $220.000.000 y Belice
$73.000.000 de un total de $30.000
millones que captó América Latina y el
Caribe (BRENES, 2004: 1-3) donde, un
75% de las remesas provino de los Estados
Unidos.
Estos alivios coyunturales, no resuelven
los problemas de fondo: una pobreza
estructural de viejo cuño. Las remesas
han superado dentro del PIB de los últimos
años, los tradicionales ingresos por
concepto de café, banano u otros productos
de exportación (Proyecto Estado de la
Región-PNUD, 2003). La condición de
legalidad laboral con que cuentan los salvadoreños
en Estados Unidos, podría
desaparecer pronto, al ser un beneficio a
plazo; con un resultado tangible ya que, la
economía salvadoreña se “dolarizó”.
Actualmente somos exportadores de mano
de obra no calificada y barata que satisface
las “perezas” ocupacionales de los norteamericanos.
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Javier Rodríguez Sancho
Centroamérica: los rostros de la pobreza. Una panorámica histórica.
5. CONCLUSIONES
Las migraciones de los noventa y el
presente, no obedecen exclusivamente a
desastres naturales periódicos, guerras
intestinas u otros fenómenos sociales que
podrían explicar el rumbo de las sociedades
de la región; si salta a la vista que, las
oleadas de “mojados” hacia los Estados
Unidos continúa sin detenerse. Entre los
aspectos que creemos que inciden se
encuentran: la incapacidad de absorción
de las economías nacionales, abocadas a
la exportación de productos agrícolas,
turismo y maquilas, las limitaciones de la
infraestructura, al lado de la corrupción
político-militar, el desempleo galopante
y, sobre todo, la baja inversión en educación,
salud, nutrición y vivienda por
parte del Estado. Los grupos de poder
privado y el capital transnacional incrustado
en la región, tienen sus cuotas de
responsabilidad social que han evadido
por décadas, entre otras razones a tomar
en cuenta.
Además, las políticas públicas en
materia social, han sido utilizadas en
beneficio de intereses sectoriales o partidistas
y carecen de efectividad en el
mismo corto plazo; con ello se han atrofiado
las posibilidades de ascenso social
de los sectores populares urbanos y de
miles de campesinos de las zonas rurales
desde Guatemala hasta Panamá. Como es
de esperar, la búsqueda de nuevas oportunidades
económicas para remediar las
necesidades personales y familiares hace
huir del perverso círculo de la pobreza a
los centroamericanos desde los años
ochenta e incrementado conforme se agudiza
la pobreza nacional.
Por último, debemos aclarar que, las
dificultades sociales de la región son el
producto de una variada conjunción de
factores tanto internos como externos.
Algunos problemas sociales fueron el
resultado de una amalgama de elementos
históricos y no exclusivamente de la “participación”
extranjera desde el período
colonial hasta la actualidad, lo que incentivaría
hacia un tipo de interpretación
determinista que no compartimos, guardando
las distancias del caso y rescatando
elementos de análisis. No obstante, la
pobreza en Centroamérica, adquiere una
dimensión histórica de larga data que ha
desnudado a las sociedades del momento
y los modelos económicos seguidos en una
de las regiones más abatidas del continente
americano.
NOTAS
1 Transición historiográfica importante en
Costa Rica desde los años noventa con:
STEVEN PALMER e IVAN MOLINA.
comp. (1994), participando cinco investigadores
que estudiaron los siglos XIX y XX/
FRANCISCO ENRIQUEZ e IVAN MOLINA.
comp. (2002) con once historiadores
que propusieron estudios sobre los siglos
XIX y XX/ RONNY VIALES. editor. (2005 a)
con diez investigadores (desde el siglo XVII
hasta 1950). Existen más estudios de colegas
que han interpretado la pobreza como:
CESAR BRICEÑO DIAZ y otros. (1998).
2 Un reportaje de Radio Televisión Española
[RTE] en abril de 1997 aseguró que Europa,
albergaba a unos 50.000.000 de pobres.
Entre tanto, Grecia, Irlanda, Portugal y
España aparecían como países con niveles
de pobreza importantes (ENGBERINK y
KRUIJT, 1996: 22).
3 Tomando como referente el simbolismo de
vivir con menos de $2 al día ó $1 que remite
a la pobreza extrema. Véase el libro de Carlos
Sojo (1997: 7-16).
4 Algunos novelistas del área, entre ellos, el
Nóbel de literatura de 1967: Miguel Ángel
Asturias (Guatemala); Carlos Luis Fallas
(Costa Rica); Emilio Quintana (Nicaragua)
122 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X
Javier Rodríguez Sancho
Centroamérica: los rostros de la pobreza. Una panorámica histórica.
y Ramón Amaya Amador (Honduras) trataron
el tópico.
5 En torno al desarrollo y la integración centroamericana,
véase: Jairo Acuña Alfaro
(2001: 33-47).
6 Sistema de Integración Centroamericana.
Costa Rica y Panamá no están “integrados”
ya que responden a otros intereses políticos,
económicos e históricos. En el presente, este
último país ha negociado un TLC con Estados
Unidos de forma separada. Sus vecinos
ístmicos, conforman junto con República
Dominicana, el denominado CAFTA (por
sus siglas en ingles). En El Salvador, Honduras,
Nicaragua y Guatemala ya funciona.
Costa Rica está reticente y Belice no forma
parte del Tratado. Parece que algunos “viejos
fantasmas” recorren la región.
7 Si tomamos en cuenta a los dos “excluidos”.
8 Por cada mil niños y niñas nacidos vivos.
9 Según Deuda Externa bruta desembolsada
en millones de dólares estadounidenses.
10 Acerca de las últimas elecciones en Costa
Rica vistas por el conservador diario La
Nación véase: www.nacion.com En la otra
acera, el Semanario de la Universidad de
Costa Rica en: www.semanario.ucr.ac.cr
11 Para una mejor comprensión del concepto:
exclusión social (GACITUA, SOJO and
DAVIS. editors. (2001).
12 De acuerdo con la Iniciativa de los Países
Pobres Altamente Endeudados [en inglés:
HIPC] a Honduras y Nicaragua se les condonó
en el 2005 su deuda externa para que
destinen esos recursos económicos hacia el
combate contra la pobreza. Además, deben
asumir compromisos para la erradicación
de la corrupción política doméstica
(SEQUEIRA, 2005: 40A).
13 La traducción es mía.
14 Parte de las preocupaciones del IV Foro
Mundial del Agua realizado en Ciudad de
México en marzo del 2006.
15 Según la Oficina del Censo estadounidense,
son cerca de 38.000.000 de inmigrantes con
un poder adquisitivo de $700.000 anuales y
representan la primera minoría étnica del
país.
16 Un documental mexicano: De nadie (2005)
del productor azteca, TIN DIRDAMAL
denuncia el calvario centroamericano en la
ruta hacia el pretendido"sueño americano".
La película: Un día sin mexicanos (2004) de
SERGIO ARAU expone un asunto complejo
en la sociedad estadounidense: el papel y
aporte concreto del inmigrante en su país.
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