VEGUETA, Número 2,1995-1996 (159-179) 159
Hambre y epidemia
en Teror (Gran Canaria)
en la crisis del antiguo
régimen *
*Este trabajo es parte de otro de mayor extensión intitulado "Teror
en la segunda mitad del siglo XIX" (inédito), galardonado en 1976
con el Premio Literario 'Go n ~ á lDe ~íu " del Ayuntamiento de Teror
(Gran Canaria). Se ha actualizado su formato y bibliografía.
Cdtedráticv de Historia Moderna. Facuitad de Geografia e Historia.
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
N umerosos son los hechos y acontecimientos
de índole económico-social y
político-religioso que jalonan la Historia de
Teror durante los primeros cicuentas años
del siglo XIX. Pueden citarse la ruina y
reconstrucción en 1810 de la iglesia edificada
en 1767, la construcción del cementerio
parroquial (1817-1820), dcl Pucntc del Molino
(1824-1828) que ponía en comunicación
Trror con la ciudad de Las Palmas y de la
Alameda (1845-1847); el motín de 1808 por
la ruina de la iglesia, los levantamientos de
1814, 1822 y 1823 por las talas y roturaciones
de la Montaiía de Doramas; la interrupción
después de 1815 de las bajadas de la
Imagen del Pino a Las Palmas y la situación
difícil del clero y de la fábrica parroquial
como consecuencia de las leyes desamortizadoras;
la constituciós~d el Ayuntamiento
en su configuración actual con poder político
y económico desde 1836 y la división de
sii jiirirdiccinn cnn !a creación de! .A.juntzmiento
de Valleseco en 1842, etc.. Aunque
todos ellos han quedado registrados en el
dcvcnir histórico de la Villa, ninguno causó
tanto impacto sobre la población y las generaciones
futuras como el fenómeno del
1-iaiiibl.e de 1817 y la epidemia de cólera
morbo de 1851. Sus efectos y sécuelas, sobre
todo de la epidemia de cólera, quedaron
impregnados en la conciencia de las gentes,
de tal modo que, a partir de entonces, el
año 1851 será recordado como "el año del
cólera". No resultó fácil olvidarlo. En Teror,
las pinturas de las columnas del templo
parroquial nos lo recordaron hasta los años
1968-69 en que se llevaron a cabo las últimas
obras de restauración. Las cruces que
identificaban los cementerios habilitadas
para los numerosos enterramientos, también
fueron un recuerdo vivo hasta mediados
del ano 1977 en que desaparecieron
como consecuencia de los desmontes efectuados
para la construcción de un polidepüiiivü
iuddví'i i~~dcilbaiio.
Los años centrales del pasado siglo fueron
extremadamente duros y dolorosos
para la población de Gran Canaria en gcncral
y de Teror en particular. El final de los
primeros cincuenta años del siglo XIX se
caracteriza por la miseria y la desolación:
hambre de 1847 y fiebre amarilla de 1848.
Peor será el inicio de la segunda mitad:
cólera ii-ioi-bo de 1851. Estd torrid el relevo
de la fiebre amarilla y se trata de una enfermedad
endémica de determinados países
del continente asiático que, hacia 1830, se
extiende por Europa. Su presencia en Teror
se produce después del hambre de 1847 y
es de todos conocidos el nexo entre el contagio
del mal y el bajo nivel de vida, por lo
que el contagio incide sobre una sociedad
predipuesta.
Los precedentes de la crisis (1844-46)
Josefina Domínguez y Ramón Díaz han
calificado el periodo 1844-1846 como "de un
=a! camicnzv" por !a p!ap de langosta y
las malas cosechas que contribuyen a elevar
las tasas de mortalidad. Por consiguiente,
estdnius dnte un claro precedente que delata
las futuras dimensiones del hambre y la
miseria'.
A una población de 5.UUU y 3.000 habitantes
(antes y después de la separación de
Vallescco), que vive fundamentalmente de
la agricultura, no cabe duda que los efectos
de las plagas, sequías y epidemias, además
de los censos y contribuciones, tenían que
afectarle. Ya en 1839 los campos de Teror se
habían visto invadidos por una plaga de
cuervos, requiriéndose para su rxtinrirín 12
colaboración del vecindario. En noviembre
de 1844 la langosta de las costas de Berbería
aparece en Cran Canaria en mucha abundancia.
Don Antonio Florencio Jorge, párroco
de Teror, describe su presencia en el
lugar de la siguiente malierd:
"Por esta poblacióii pasó en una tdrde
gran copia de la misma, pero ningún
daiio h i ~ oc,o mo que al día siguiente ya
había salido toda de la demarcación
Hambre y epidemia en Teror (Gran Canaria) en la crisis del antiguo régimen 161
parroquial. Según la costumbrr de este
vecindario se hizo rogativa solcmne" '.
Sin embargo y para acabar con esta
plaga, el Ayuntamiento de Tercir- ami-do en
1845 que todo vecino, natural o extranjero
avecindado en esta jurisdicción, debía
entregar medio celemín de "renuevos",
nombre ordinario que se daba a los cigarrones,
o en su defecto dos reales de vellón
para pagar peones que los matasen. Se
haría un recibo a todo aquel que abonase su
cupo y se invitaba a los ayuntamientos
limítrofes a adoptar idéntica medida en sus
demarcaciones3.
Para agravar más las cosas, y pn palabras
del párroco Florencio Jorge,:
"a principios de dicieii-ibre del año cuareritd
y ciiico sobrevino la pérdida del
fruto de papas, y prosigue después dc
tantos años, en que no ha cesado la tal
pérdida' '.
Todo ello fruto de la pertinaz sequía que
desde 1839 se había convertido en un azote
casi permanente de los campos de Teror,
coino lo acreditan los continuados novenarios
y rogativas celebradas en acción de
gracias a la Virgen del Pino por la solicitud
de lluvias'. Escasez de lluvias que confirma
el citado párroco Florencio Jorge, cuando
señala que:
"desde enero cit. mil oi.Iirx-iriiios cuarenta y
seis, al 6 ó 7, cesó la lluvia y, excepto la noche del
19 de marzo, que hubo algunos rocíos, riu \,olvió
'-, hG3tUf: - A- " - . r ; " - h r o ,,,,o nrinr, "
.L' u.- ..U" .L...-.-, r....-. pl^
muy bien, y prosigui6 produciendo mucha yerba
y buenos cerealesvh.
A In evidencia de las plagas y la sequía
se añade el rumor de la epidemia. Esto
había sucedido en 1838 al correr el rumor
de que la fiebre amarilla se podía propagar
en Teror. El motivo no era otro que en casa
de don Manuel Alonso Quevedo, vecino de
Las Palmas, se hospedó un enfermo que
posteriormente murió en el Hospital de
unas fiebres. Despiiés, Manucl Alonso pasó
a residir a Teror y el facultativo don José
Almeida, ante la carencia de personal
experto en hlcdicina, decidió mantenerle
incomunicado en su casa para velar por la
salud pública. El 7 de iioviembre de 1838 el
Ayuntamiento de Arucas pruyurie al de
Teror que establezca el cordón sanitario a la
ciudad de Las I'almas. Al día siguiente, una
vez que regresa la mayoría dc vecinos que
habían acudido a la ciudad, se establece el
cerco sanitario para evitar el contagio de la
epidemia declarada en Las Palmas. Igualmente
se constituye la Junta de Sanidad y
se envía al facultativo don Antonio Rodríguez
para que hiciese un estudio de la fiebre
amarilla y la distinguiese de las demás
por si llegaba a declararse la epidemia pn
Teror. Todo quedó en un simple rumor y
temor. Lo mismo ocurrirá en 1848.
El hambre de 1847
En ld primera mitad de 1847 el hambre
asoló a la isla de Gran Canaria. Las continuas
sequías desencadenan la pérdida de
las cosechas y exponen a la mayor parte de
la poblaci61i a la miseria y desolación. En
diciembre de 1846, el Ayuntamiento y
mayores contribuyentes se reúnen para tratar
de la falta de lluvias y cómo ésta ha provocado
la pérdida total de la cosecha de
papas en los últimos días de dicho año,
sobreviniendo como consecuencia de ello la
calamidad del hambre. Las noticias sobre
lar lluvias parerm wr iin tanto contradictorias
a tenor de lo escrito por el párroco
Antonio Florencio Jorge que, como hemos
sedalado, manifiesta que los rocíos volvicron
a caer a fines de noviembre "en que
comenzó a llover bien y prosiguió produciendo
mucha hierba y buerios cereales". La
contradicciún se soslaya si tenemos en
cuenta que las papas se habían convertido
en la base primordial de la alimentacion de
los "tcrorcnses" y, bien por unas lluvias
Vicente 1. Suárez Grimón
escasas o tardías, la cosecha de invierno se
había perdido a fines de noviembre de
1846. La escasez de lluvias se ve corroborada
por el novenario que en estas mismas
fechas se hace a petición de los vecinos,
pues era tiempo dc siembra y ésta corría el
peligro de retrasarse por la falta de lluvias.
Tales fechas 1x0 eran Ida habituales para la
celebración de los novenarios y rogativas,
ya que éstos solían celebrarse en los meses
de marzo a mayo.
Ante unas condiciones climáticas adversas
y unas cosechas poco o nada rentables,
las contribuciones se convierten en una
carga excesiva para el agricultor. Por esta
razón, a fines de diciembre de 1846, se
reune el Ayuntamiento y mayores contribuyentes
para solicitar de la Diputación Provincial
el perdón del cupo de la Contribución
Territorial correspondiente al segundo
semestre del expresado año, toda vez que:
' ' 1 L A 1 - - ------ -i - -- ~ .* L,,LLLL~~ -2 yaya3 e5 cuaiiuu 11iriius
la mitad del producto de la riqueza territorial
de esta jurisdición y que, respecto
de la agricultura, las otras de millo y
trigo son casi insignificantes. Sin las
papas quedan los pobres reducidos a las
penalidades del hambrc y los ricos a la
escasez. Los menos infortunados pueden
optar entre la emigración y la muerte,
pero los más infelices, que componen el
mayor número, se encuentran en la dura
precisión de verla llegar a ellos y a sus
familias sin poderle volver la cara y, en
un país que no cuenta con un solo establecimiento
de beneficencia publica,
perecen víctimas de la más horrorosa
miseria, abandonados de una sociedad
que no los atiende sino cuando los ncccsita.
El infortunio es mayor aún si se considera
que recae sobre otras calamidades
recientes que habídn desulado ya a esta
población pues, en pos de la langosta
berberisca, de la seca, de la pérdida de
ias cosechas anteriores de papas inverneras
y de verano, se presenta aún m5s
desastroza la enfermedad atmosférica y
consume de la noche o la mañana los
plantíos de aquella preciosa raíz, dejando
sin recurso alguno ni esperanza a la
mayor pdrte de los labradores. En tal
estado, cuando se debería tratar de socorrer
sus miserias tendiéndoles una mano
compasiva, sería crueldad exigirles
uno contribución cuatro veces mayor de
la que pagaba en años menm desgraciadosv7.
Al margen de los tintes exagerados que
el texto presenta para llamar la atención de
la Diputación, no puede olvidarse que la
situación es tal y como la narran los regidores
y los mayores contribuyentes. Estos no
sólo ven disminuidos sus beneficios y deteriorada
su situación socio-económica, sino
que temen que la miseria de los demás, de
los menos favorecidos, les acabe afectando.
Así, pues, ia escasez de iiuvias y ia consiguiente
pérdida de las cosechas, sobre
todo de papas, provocan la calamidad del
hambre en 1847; calamidad que se hizo
extensiva a toda la Isla. Por esta razón, don
Pedro de la Fuente, Gobernador General
del Obispado, pide a los párrocos le envíen
una lista de las víctimas que en cada pueblo
ocasionase el fenómeno del hambre para,
con ella, poder instruir el correspondiente
expediente por parte del alcalde de Las Palmas
don Esteban Manrique de Lara. Por lo
que a Teror se refiere, el párroco Antonio
Florencio Jorge seiiala que, como consecuencia
de la grm cdrmidad de! hambrc,:
"hubo muchísimas víctimas. Véase por
esta época hasta fines de mayo el Libro
de Defunciones, aquí y en las demás
parroquias de la Isla, pero particularmente
en Las Palmas, en Telde, y aquí que
acudieron de otras poblaciones al socorro
que se ofrecía. El de aquí fue del fondo
de limosnas de Nuestra Señora"".
Por su parte, el párroco de la recicn creHer&;
c y cpidc-ia e n Towr (Gran Canzia) en !a c r i ~die~1 a ntiguo régimen 163
ada parroquia de Valleseco, don Francisco
Bernardo Guerra, señalaba:
"es tan fatal la situación de la mayor
parte de los feligreses que no tienen ya
otro recurso que salir a legua y media del
pueblo a sacar raíces de helechos; de
éstos, desyuéb de Idvados y picados, los
tuestan y hacen gofio ... mezclando algunas
yerbas guisadas, pero se hinchan,
víctimas de la fatal catá~trofe"~.
Ante lo difícil que se tornaba la situación,
el Gobernador Eclesiástico se ve en la
necesidad de escribir de nuevo a los párrocos
para que adopten cuantas medidas fuesen
necesarias para tratar de combatir y
remediar el hambre. En Teror se constituye
una Comisión Eclesiástica cuyo objetivo era
el socorro de los pobres del pueblo. A esta
Comisión se dirige don Pedro de la Fuente
e! 23 de &ri! dc 1847, mi.nifestánddec que:
"deseando que los pobres sean socorridos
en esa Parroquia con la abundancia que
permiten los recursos de la ~nixna, popongo
a Vs. distribuyan por espacio de
15 días 3 fanegas de pan en cada uno de
ellos a razón de media libra a cada uno
de los necesitados que se presenten, sean
o no ~iaturalesd e ese pueblo, dejando a
la discreción de Vs. el medio más económico
de proporcionarse dicho pan, y la
cantidad necesaria para el antedicho
gasto será entregada por el Mayordomv
de esa Fábrica Parroquia1 de los 29.000 y
pico reales en que se halla alcanzado con
la misma, y del recibo de éste me dará V.
(el párroco) el correpondiente aviso""'.
En total se adquieren 45 fanegas de trigo
para alimento de los pobres" y su transporte
desde Las Palmas a Teror se hizo a razón
de 1 real de plata con 5 céntimos por fanega
(total 6 pesos y 4 reales de plata). La transformaclon
del trigo en pan se hizo a ru61i
de 6 reales de plata por fanega, entregando
asimismo la panadera todo su producto y
los afrrchos que se redujeron a pan. La
panadera por la transformación del trigo en
harina y después en pan percibió unos 29
pesos y 2 reales de plata. El reparto se hizo
entre los pobres del casco y por diferentes
barrios de Teror: Palmar, Alamo, Rosadas y
Cuesta de Falcón, alcanzando tamhién el
reparto al vecino pueblo de Valleseco". Se
realizó algún que otro gasto en metálico
haciéridose equivaler su valor en fanegas
de trigo. Por tanto, el iiúinero de fanegas de
trigo adquiridas ascendió a 39 y la diferencia
hasta las 45 antes senalacias ias integraron
determinadas cantidades de dinero que
fueron repartidas a enfermos y pobres, así
como los costes de transporte y transformación
del trigo en harina y ésta en pan. En
total se emplearon en la adquisición y
transformación del grano 267 pesos, 14 reales
de plata y medio céntimo (4.006 reales
de wllbn con 74 rPntimns).
Los datos citados confirman lo dicho
por el párroco don Antonio Florencio Jorge,
en el sentido dc que para los vecinos de
Teror el socorro vino de las limosnas de
Nuestra Señora del Pino. Añadiendo que:
"en marzo del año susodicliii (1847) subió
el valor del millo a diez pesos cada fanega;
el del trigo a siete pesos y pico la
tanega. I'or todo junio ya se haiiaban ias
cosas en estado normal: la cosecha de
. cereales fue abundante y de buena condición,
vendiéndose la cebada a doce reales
de plata fanega, el trigo a tres pesos, y el
millo a tres pesos y cuatru reales de plata,
y aún las papas vendiéronse a dos pesos
fanega a principios de ago~to'"~.
Se trata de precios que no difieren en
demasía de los registrados en la compra de
trigo en Telde y Las Palmas Los precios
altos de los primeros meses de 1847, en
concreto de marzo, son normales si tene-
~ i u esi i cuci-tia que IIO es época de recv!cc
ción y que se está padeciendo el azote del
hambre. Por ello se debió comprar el trigo
Vicente /. Suárez Grimón
fuera de Teror, ya que en el mes de mayo la
mayor parte de los graneros estaban vacíos
y no albergaban grandes cantidades de granos
debido no sólo al predominio de
pequeños propietarios-agricultores, sino
también a las malas cosechas que se habían
venido registrando en los últimos años. El
desceiw de los precios a partir de junio se
explica por el comienzo de la recolección,
medianamente buena gracias a las lluvias
caídas después de la siembra. En cualquier
caso, el hambre no se dejó sentir con el
mismo rigor en Teror que en Las Palmas,
ya que la mayoría de los vecinos disponían
de una pcqueña parcela para cultivar algunas
plantas que, mezcladas con algunas
hierbas silvestres como los "jaramagos",
bastaban para saciar los estómagos.
Respecto a las víctimas habidas como
consecuencia del hambre, es conocida la
opinión del párroco de Teror que las considcr6
cücnfiosas. Gükiérrez Sri-rano" Ud UIM
relación de víctimas desde el 1 de enero de
1847 hasta el 8 de mayo, señalando para
Teror 29 víctimas y para Valleseco 36. Sdo
Arucas con 6, Fiigas con 12, Mogán cm 27
y la Iglesia de San Francisco de Las Palmas
con 16, figuran con un número de víctimas
inferior al de 'Teror. Por tanto, si nos atenemos
a esta relación, podemos serialar que
las existencias y los remedios suministrados
para combatir el hambre en Teror fueron
más y mejores que los que se pudieron
poner en práctica en Valsequillo con 126
víctimas, San Bartolomé de Tirajana con
132. y el mismo Telde con 126. Fsta 13ltima
cifra no debe resultar extraña si tenemos en
cuenta que el número de habitantes de
Telde cra muy superior al dc Tcror y, a
pesar de que en aqiiella ciudad se obtuviera
buena parte del trigo que se repartió entre
los necesiladüs de Teror, tal vez allí no se
disponía del caudal que, en el caso de
Teror, proporcionó la Fábrica Parroquial.
A pesar de que 1 eror contase con mayores
recursos y existencias provenientes no
sólo de la Junta Eclesiástica de socorro sino
también del pósito e, incluso, de los particulares
más favorecidos, lo cierto es que cl
hambre dejó su impronta y quizá habrá que
inri-eilienlar el número de oíctimas. Si
tomamos como referencia el número de
enterramientos efectuados en el Cementerio
Parroquia1 de 'leror, observamos que se
produce un ligero aumento desde enero de
1847 hasta junio, alcanzando su cota máxima
en el mes de abril. Luego a partir de
julio se produce un descenso y podemos
decir que el índice de mortalidad es normal.
Entre una y otra mitad del año hay
una diferencia de 53 muertos a favor de la
primera mitad, con lo que la cifra dc 29
muertos se ha visto doblada. Resulta difícil
establecer distinción entre los muertos l-iabidos
como consecuencia de circunstancias
distintas del hambrc, toda vez que ni se
especifica ni se hace mención de la causa de
id muerte. La reiación ae defunciones iiabidas
durante el año 1847 es la siguiente:
Defunciones
Enero 16
Febrero l b
Marzo 27
Abril 39
Mayo 25
Junio 18
Julio 12
Agosto 13
Scptiembrc 9
Octubre 22
Noviembre 17
Diciernhro 15
Las altas cifras de enterramientos en los
primeros 6 meses en relaciUn cori el resto
del año, nos llevan a pensar que una buena
parte tuvo como causa inmediata el hambre.
1,a fiabilidad de los datos aportados
por García Gutiérrez descansa únicamente
en que fueron suministrados al Gobcrnador
Eclesiástico por los párrocos, pero bien
pudiera suceder que éstos no siempre dieHambre
y epidemia en Teror (Gran Canaria) en la crisis del antiguo régimen 165
ran las relaciones exactas.
Ahora bien, si en julio de 1847 el Gobernador
Eclesiástico ordena a los respectivos
párrocos que dejen de enviar más datos
sobre las víctimas porque el hambre ha
cesado, no por ello sus consecuencias iban a
desaparecer. Al contrario, éstas perduraron
cn cl espíritu y ánimo de las gentw por
mucho tiempo. Se tenía conciencia de lus
tiempos adversos que sc estaban viviendo
v, d pesar del espontáneo relajamiento religioso
que se estaba experimentando, no se
descartó la posibilidad de esperar la ayuda
divina. Por esta razón, en Teror se acuerdd
continuar con los novenarios a la Virgen
del Pino y comienza a fijarse la tradiciói-i de
la denominada "Fiesta del Agua" o "biesta
Votiva Anual".
Al fenómeno del hambre vino a unirse
una serie de factores adversos de tipo climático
y epidémico, y ésta será la herencia
qiir la primera mitad del XIX proporciona a
los canarios en general ciiando se está a
punto de doblar la centuria. Si el final de
los primeros cincuenta años del siglo XIX sc
caracteriza por la miseria y la desolación,
peor va a iniciarse la segunda mitad: la epidemia
colérica de 1851 marca el comicnzo
de una nueva etapa en la que, junto a las
dificultades, se producirán grandes y decisivos
acontecimientos que iriiiui~dild rcididamente
en el progreso y desarrollo de
Teror: construcción de la carretera de
Tamaraceitc a Tcror, desarrollo comercial,
desaparición de la dotación económica de
la Fábrica Parroquia1 de Teror, ctc.
Finalmente, hay que señalar que a este
periodo de hambre siguió el azote de la fiebre
amarilla en 1848. Ahora bien, no hemos
podido constatar los efectos de estc brote
epidémico en Teror ya que no hemos
encontrado documento alguno que llaga
alusión al mismo. Ni siquiera en las partidas
de defunción de este aiio hemos encontrado
!a fiebre amari!!n come c?=ca de
muerte, toda vez que no aparece especificada.
Pero esto es un hecho que se produce a
escala general del pais, ya que las causas de
muerte no empiezan a especificarse hasta
principios del siglo XX y, sólo en los últimos
tiempos, sc han tratado de completar
eliminando defectos anteriores
El cólera morbo de 1851
El estudio de esta epidemia así como el de
otras enfermedades epidémicas o infectocontagiosas
que se desarrollarnn y causaron
gran número de muertes entre la población
canaria, ha sido objeto de estudio por el
düiiüi- ksch hlilliires m sü Histcxia de !a
Medicina en Canarias" y, más recientemente,
por Josefina Doniínguez p Ramón Díazlh,
entre otros. Sin embargo, hemvs de seíialar
que Bosch Millares no dcdica ningún capítulo
al estudio de la epidemia de cólera en
Teror en el año 1851. La razón no hemos de
buscarla en la escasa importancia que este
brote epidémico tuvo en nuestro pueblo,
muy por el contrario, se caracterizó por la
gran mortandad causada entre una población
mal alimentada y que aún no había
conseguido sobreponerse a los efectos causados
por el I-iambrc en 1847. El doctor
Bosch Millares solicitó informacinn al
Ayuntamiento de Teror, pidiendo se le
enviasen copias de las actas de cabildos que
hicicserL refcrcricia U! tc-z. Dcsconvcorn~c
si esta información le fue facilitada toda vez
que el número de actas que hacen rcfcrencia
al cólera es escdsu; tan sólo en una ocasión
y en sesi6n de 17 de noviembre de
1831 se trató el tema. Por tanto, ésta fue la
razón y no otra por ia que Bosch h-u'l"a res
no hace mención de la aparición y desarrollo
del cólera en Tervr e11 1851.
El cólera durante el siglo XIX va a tomar
el relevo de la fiebre amarilla. Se trata de
una enfermedad endfmica de determinados
países del continente asiático que, hacia
1830 sc extiende por Europa. El mal se
extiende I e n t am~n tp~r o su irradiación es
extraordinaria. Si en el caso de la fiebre
166 Vicente 1. S ~ h e Gz r iirión
amarilla lo característico era su intensidad,
en el caso del cólera lo característico será la
extensión del mal. Tal vez podamos encontrar
en esta idea una explicación al silencio
experimentado en Teror sobre el azote de
fiebre amarilla de 1848. Silencio que, sin
duda, se debió al hecho de no haberse visto
invadido por la fi~hre
En 1851, iniciado el camino hacia el fin
del siglo decimonónico, se produce la invasión
del cólera morbo o asiático. La dolencia
se presenta en unos momentos difíciles
toda vez que la población no ha tenido
iiempu pdrd recuperarse después ae una
serie continuada de malas cosechas que se
habían venido experimentando en los últimos
anos de la primera mitad del siglo XIX
y que cristalizaron en la calamidad del
hambre de 1847. Se trataba de una crisis de
subsistencia y de alirneritación que necesitaba
como toda crisis de una clarificación,
yero el hombre "terorense" no podía detenerse
a meditarla con su estómago vacío.
Bien es cierto que sobre una población mal
alimcntndn sc ceban los males epidémicos y
ésto es precisamente lo que ocurre en estos
momentos con el cólera. Es de todos conocidos
el nexo entre el contagio dcl mal y el
bajo nivel de vida, por tanto el contagio
incide sobre una sociedad predispuesta.
T -..:-:- -
bu c i iaia ~ a ~ i ~ i isc~ itldablíd ~ubbd~~acio
un tanto con la obra misionera del padre
Claret y los esfuerzos evangélizadores del
obispo Codina, pero a pesar de esta revisión
de la conducta espiritual se pensaba
que esta oleada de malcs sólo obedecía a un
castigo de Dios. Lo cierto es que la epidemia
se declara en Teror por el mes de junio
ayudada por unas condiciones atmosféricas
favorables a su desarrollo. Se había iniciado
el verano y el calor contribuye a enrarecer
aún más el medio ambient~n, o caracterizado
por un adelanto del nivel de vida ni un
progreso higiénico, debido a unas element2!
es y r l i d i ~ e n t a r i -c.o~~ dicivnrss aíiitarias.
Hay que tener presente que en Teror la
obra de los reformadores sociales no se inicia
hasta muy avanzado el siglo XIX y sólo
tendrá una entidad propia a comienzos del
XX.
Así, pues, hay un retraso de las condiciones
sociales del medio donde el cólera se
va a desarrollar: alimentación escasa como
concecucncia dc las malas cosechas, pemmnencia
del pan de millo o de trigo como
base de alimentación de la clase jornalera y
agricultores en general, que se traduce en
una falta de innovación en el régimen alimenticio
al que sólo se añaden las papas, y,
por último, la asistencia sanitaria se caracteriza
no sólo por su inmovilismo sino por su
inexistencia. Ante esta situación el brote
epidémico iba a desarrollarse con relativa
rapidez, alcanzando casi por igual a toda la
jurisdicción de Teror. Entra por el pago de
Arbejales en junio de 1851 según se desprende
de la que se considera primera yart
ida de d~función~ c~sior .x!pse r o! &!cra.
El párroco don Antonio Florencio Jorge
deja constancia de este hecho en la redacc
i h de la partida número 731, folio 53, del
Libro número 7 de Defunciones de 1845 a
1851. No se conoce el nombre de esta víctima,
sólo qur se trataba de un adulto. La
partida dice así:
"En el pago de Arbejales, de esta villa de
-
i eror, a once de junio de mil ochocientos
cincuenta y uno, fue supultado el cadáver
de cierto hombre de treinta años, que
falleció el mismo día. Hubo por iioticias
que se introdujo en dicho pago acompañado
de algunas mujeres, venidos de la
Ciudad, por escapar de la epidemia; y,
no hallarido hospitalidad, se alojaron en
una casa inhabitada; más parece que,
acometido el hombre de la enfermedad,
luego le abandonaron las mujeres retirándose
de esta jurisdicción, no se sabe a
donde; pero es cierto habcr quedado
solamente el hombre y que no recibió los
sdilius sacramenros porque nabia ialiecido
cuando llegó el párroco con motivo de
Hambre epidemia en Teror (Gran Canaria) en la crisis del antiguo régimen 167
pasar a diferente administración y a fin
que pueda identificarse esta partida con
el nombre y apellido del finado, cuando
se presente parte interesada con documento
competente, se anota lo que pudo
averiguarse en tales circunstancias; y
para que conste lo firmo. A. Florencio
Jorge".
Nadie se presentó a identificar a esta
primera víctima del cólera o, al menos, no
se hizo la correspondiente rectificación en
el Libro de "veluiicioiies, !o qüe jc'ia fóci!
mente explicable por el desconcierto experimentado
como consecuencia de la extensión
de la epidemia.
Al igual que había ocurrido en situaciones
similares, la gente huye de la ciudad de
Las Palmas y busca refugio en otros lugares
en los que posiblemente no existe o no han
sido invadidos por el mal, pero si éste no
existe ellos lo llevan consigo como ocurrió
con el caso que acabamos de relatar. Ante
esta situacih cabría preguntarse el por qué
no se estableció un cordón sanitario al igual
que había ocurrido en ocasiones similares
(ficbrc amarilla en 1838). Sin embargo, en
esta ocasión no pudo establecerse ya que
por Real Orden de 18 de Enero de 1849,
Y~Li icadaei n el Bo!c:in Gfici~!n úmcre 32
de dicho año, se ordenó no se estableciese
en las epidemias de cólera morbo ningún
tipo de cordón sanitario en las fronteras
terrestres por ser inútiles para evitar el contagio,
así como perjudiciales por las grandes
consecuencias causadas ai cortar ia
libre circulación de los pueblos entre sí y el
necesario abastecimiento de sus habitantes.
Considerando que dichos cordones pueden
tener un efecto beneficioso en otros brotes
epidémicos, en el caso del cólera no ocurre
así y por esta razón, el 14 de junio de 1851,
el Gobernador de la Provincia ordena al
A!ca!c!o de Tervr qiie 1~1 1 a nttn~d n r n r d h n
línea de observación que se hubiese establecido,
dejando franca y expedita la circulación
de sus habitantes y tráfico común entre
los pueblos.
En cumplimiento de estas disposiciones
el Ayuntamiento de Teror no pudo evitar la
entrada en el pueblo de un buen número de
personas que, procedentes de Las Palmas,
huven del mal, pero además venían por la
relación que siempre habían mantenido con
Teror por razones de vecindad (muchos
pasaban largas temporadas en Teror) y de
propiedad (un buen número de propietarios
vivían en la Ciudad). Un ejemplo lo
c.LI~LL~L.L~UY~ ~~ OI !2 " e s ~ a p a d q~u"e hizo sin
licencia a Teror el amanuense Prudencio
Morales Bethencourt, a quien la Alcaldía de
L ~ PJdl mas el 12 de junio de 1851 obligó a
volver a su puesto dadas las difíciles circunstancias
por las que se atravesaba, dandósele
un plazo de 24 horas para reincorporarse
a su trabajo so pena de perder el
empleo.
Ante la amenaza de la epidemia, la
Alcaldía sólo podía recurrir al rcmedio de
males anteriores: pedir al Obispo que de los
fondos de la Fábrica de Ntra. Sra. del Pino
se sacasen los necesarios para remediar las
necesidades mas inmediatas. Era necesario
hacerlo así porque la amenaza del contagio
cada día era mayor, no sGlo por la proximi-
Y2d 2 !i Ci?dac! sino tamhién pnrqile tantn
el Ayuntamiento como las Juntas de Sanidad
y Beneficencia carecían de cualquier
tipo de recursos para tratar de socorrer a
los enfermos pobres y evitar en lo posible el
desarrollo e irradiación de la enfermedad.
Por todas estas raauries, ei 12 de junio, la
Alcaldía dirige oficio al Gobernador pidiendo
le comunique
"con la urgencia que el caso requiere,
como puedo afrontar los gastos necesarios
para atender a tan sagrado objeto, o
autori~drrriep drd repartir entre los vecinos
la cantidad que se calcule indispensable.
que no debe bajar de 4.000 reales
de vcllón, en atención a la miseria de esta
población y al casi ningún producto de la
caridad pública, que aunque se excite,
como 1x1 sucedido en otras ocasiones, es
sin resultado alguno"
Por la misma fecha se escribe al Obispo
en los siguientes términos:
"1 a notoria bondad de Vs. y su caridad
ejemplar en prestarse a socorrer las miserias
de la humanidad afligida, me hace
dirigirme a Vs. para que teniendo en consideración
el estado en que sr halla este
pueblo, amenazado muy de cerca de la
grave enfermedad contagiosa que se
padece en esa Cizdad, falto Uc recui-ios
de que carece dbsolutamente el Ayuntamiento
y las Juntas de Sanidad y Beneficiencia,
se zirvd disponer que de los fondos
o rentas de la Fábrica sc aplique la
cantidad que sea de su agrado para atender
a tan piadoso objeto"".
Esta petición se hace en unos momentos
dificiles para la Fábrica de Ntra. Sra. del
Pino. En estos años se había estado dilucidando
la cuestión de los bienes llamados de
la Vi~geiid el Pino, en especial los conocidos
con el nombre de "Hacienda de la Montaña"
o "Barranco de la Virgeri". Obispo,
Capellanes y Ayuntamiento piden al
Gobierno de su Majestad tengan en cuenta
las p~ppcialw cirri.u-&anciac xr nrixliln&nc J r-A.AA-bL-"
que rodean a esta Fábrica. Se insiste en la
especial devoción que en estas islas se tiene
a dicha imagen y, a partir de entonces, se
aludirá a estc argumento cada vez que se
quiera obtener un beneficio para Teror.
iridepenciientemente ac cste proceso,
fueron sobreviniendo sobre Teror otros
males y el vecindario espera que de la Virgen
emane el remedio para sus males. Hay
que tener en cuenta que el número de
pobres de solemnidad era bastante elevado.
El censo de 1857 da un total de 191, pero
quizá habría que aumentar esta cifra, máxime
teniendo en cuenta que hasta estas latitudes
solían concurrir pobres de otros lugares
con el fin de suscitar la caridad pública
para poder sobrevivir. Si la situación se
hacía difícil para los que contaban con
algún recurso, peor se tornaba para estos
pobres que en las circunstancias adversas
solo eran tenidos en cuenta y muy de pasada
por la Jiinta de Sanidad que, desde 1838,
venía funcionando ron r~giilaridad,s i bien
su actuación por falta de recursos se reduce
a la simple renovación de sus miembros.
El Ayuntamiento, con unos presupuestos
muy recortados, incapaces para atender
las necesidades de una población que si
L: -.- UKLL 1.1" aunieiiiu rrids fue debido a ia emigración
y a las altas cifras de mortalidad
habidas cn los momentos de crisis o eyidemias,
no podía tampoco arbitrar recurso
alguno para tratar de socurrer las necesidades
de sus vecinos, sobre todo de los más
necesitados. Como ocurriera durante el
hambre de 1847, la Tglesia era la única que
podía reriiediar la necesidad y miseria que
se abatía sobre los pobres indefensos.
Al propio tiempo que la epidemia se iba
extendiendo, se fucron dictando normas de
actuación por las autoridades competentes,
tanto provinciales como locales. El puerto
de Agaete fue designado para el arribo del
buque-correo que llevaba la corrcspondencia
a la capital de la Provincia. Por esta
rnzór., c! A!cu!& de aqüc-:la viKa, Úuii Niculás
Padrón, debía recibir diariamente de
todos los pueblos el estado de salud de la
población, los síntomas de las enfermedad
y las personas que sucumbían ante el mal.
Esto ocurría en los primeros días del mes
de lunio y, concretamente el día 17, se recibe
en Teror la noticia de que al Alcalde de
Las Palmas se le había conferido la autoridad
de la Isla en todo lo relacionado con el
mal que le afectaba.
El 21 de junio se envió a Teror un método
curativo del cólera morbo, que se había
practicado con buen éxito en la Casa de
%corro de C ~ n t ^!h minmn dc !n Ci~Ua d . 6"
No liemos podido encontrar el texto del
Hambre y epidemia en Teror (Gran Cariarid) en la crisis del antiguo régimen 169
mismo pero lo que sí sabemos es que se
recomendó darlc la mayor publicidad por
medio de copias del mismo, de forma que
se hiciera llegar a los vecinos en unos
momentos en que podía ser de gran utilidad.
IJnos días más tarde. el 23 de junio, el
Ayuntamiento de Teror recibe un oficio del
Alcalde de la Ciudad comunicando la legación
de la autoridad gubernativa y la nbligación
que tenía este Ayuntamiento de
enviarle el número de muertos que hasta la
fecha iidbíalr yei-ecido a causn de! ch!i-;c y,
a partir de entonces, se daría comunicacivn
de los que perecieran cada día.
El 24 de junio se recibe un nuevo oficio
de la Alcaldía de Las Palmas ordenando
abrir los establecimientos de artículos de
primera necesidad que se hubiesen cerrado
o que pensasen cerrarse, debiendo ser
abiertos de riue\-o para poder seguir vendiendo
dichos artículos a los mismos precios
que estaban vigentes el día 1 de junio,
dc forma que este vecindario no careciese
del preciso sustento en tales circunstancias.
El 27 de junio se dio a conocer al público
esta disposición a través del medio acostumbrado:
fijación de edictos.
Se trataba de evitar en lo posible el descuiirieiiü
experirneri:ado cn !n p~b!ación
ante el avance de la epidemia. Este temor
alcanzó incluso a la esfera de los funcionarios
municipales y por este i~iol ivoe l
Gobernador de la Provincia pidió informe
al Alcalde de Las Palmas sobre los funcionarios
que habían abandonado sus puestos,
obligándoles al mismo tiempo a ocuparlos
de nuevo no sólo en la Ciudad sino en
todos los pueblos de la Isla. El 25 de junio
se pide al Alcalde de Teror envíe informe
de los concejales y empleados en el servicio
municipal que ante las circunstancias presentes
han cumplido con sus deberes, oficiande
2 !m 41-le Inr h i i h i ~ s ~anba ndonado
para que volvieran a ocuparlos de nuevo.
Unos días más tarde, sobre el 27 ó 28 de
junio, se comunicó a la Alcaldía de la Ciudad
que cada individuo se hallaba custodiando
su distrito, hallándose todos en la
jurisdicción.
Sin duda, la huída donde verdaderamente
se produjo fue en la Ciudad donde el
contagio era mayor como cunsecuencia del
mayor número de habitantes en ella concentrados.
Teror, el lugar elegido por
muchos ciudadanos, no se vio libre de la
epidemia colérica y muchos de aquéllos se
contaron entre sus víctimas.
E! 7 de ju!ie, e! C - ~ h e r n dd~ar r esp1.1~sta
al oficio que el Ayuntamiento le dirigió el
12 de junio pidiendo autorización para
puder repartir entre el vecindario la cantidad
de 4.000 reales vellón como socorro
para los enfermos pobres. El Gobernador
autoriza ahora el reparto ante la magnitud
que la epidemia había alcanzado en este
pueblo, pero siempre que la cantidad a
repartir no excediese de la cantidad anterior.
El reparto debía hacerse en concepto
de empréstito forzoso y reintegrable por los
fondos municipdles, una vez que la situación
mejorase.
Todas estas medidas o disposiciones no
logran frenar el avance del cólera que,
como hemos señalado, coincide con la
entrada de! T:era5n q1.w favnrece sil irradiación.
Tampoco se contó con unas medidas
sanitarias preventivas ni con una mejora
del medio ambiente, ni siquiera en el sentido
amplio de la palabra.
El resultado es fácil de adivinar: elevado
número de víciirrids. Eieriius rü~iside~adv
como tales, todas quellas defunciones que
se produjeron en Teror desde el 11 de junio
de 1851 hasta el 23 de agosto del mismo
año. La delimitación de este periódo la
hemos hecho de acuerdo con lo que dice
dvn Antonio Florencio Jorge sobre esta epidemia:
"En Teror el primer caso conocido fue el
de un individuo salido de Las Palmas,
huyendo de la calamidad, acometido,
170 Vicente l. Suiirez Grimón
según se dijo, el 10 de junio y finado el 11
del mismo en Arbejales. El último caso
notorio fue el de Antonio Domínguez, de
15 años, fallecido en las Rosadas y sepultado
el 23 de agosto de 1851"'R.
La última fecha, en principio, parece
que ofrece alguna discusión, pues, hay
quienes piensan hubo un nuevo brote de
cólera. Quienes así piensan lo hacen basándose
en noticias transmitidas de una generación
a otra y que gira en torno a la muerte
del presbítero don Juan Navarro. Sin
emb~rgoh, emos de sei'iah que el Presbíiero
murió el 11 de agosto de 1851 a la edad
de 60 años, en el Rincón, siendo enterrado
al día siguiente 12 de agosto en el Cementerio
Parroquia1 y, por tanto, queda iricluido
dentro del periodo anteriormente señalado.
Si el mcncionado brote epidémico se produjo,
éste fue leve y sus consecuencias no
tuvieron una mayor importancia. Hasta el
23 de agosto, el número de defunciones
diarias oscila entre 2 y 4 y, a raíz de esta
fecha, la primera defuncibn que se registra
tiene lugar el 29 de agosto, registrándose
en el mes de septiembre tan sólo 5 defunciones
(días 2, 3, 13, 23, 30), lo que puede
considerarse como un índice relativamente
bajo comparado con el que se había experimentuds
en sfrcs mcucs. La a ü e ~ t r au ?l- i -
nión, creemos no hubo tal brote epidémico
y sí que hubo confusión en la transmisión
oral. La celebración de ld Fiesta del Pino en
el mes de noviembre del año 1851 en lugar
del mes de septiembre, sin duda, ha sido la
causa de esta contusión. Esto lo prueba el
comentario que nos ha hecho doña María
del Pino Grimón y que, entre otras cosas,
recuerda haber oído decir a doña Manucla
Navarro, mujer de don Sebastián Henríqucz
Henríquez (Alcalde de Teror en varias
ocasiones) que, por el año del cólera, élla
(doña Manuela) contaba 7 años y medio y,
a caiiqa de la rniuerte de si> pzdre den
Manuel Navarro (28 de junio de 1851), no
habían venido a la Fiesta del Pino ni se hospedaron
en las casas que el presbítero don
Juan Navarro poseía en la entrada de la
Calle Real de la Plaza. Añadiendo que su
madre, doña Francisca Navarro, sólo les
permitió acudir a ella y a una hermana
menor a la función que tuvo lugar el día de
la Fiesta y que por esos días había muerto
su tío don Juan Navarro. Pudiera ser más o
menos exacta esta narración si la función de
quc se habla hubiera sido la del día 8 de
septiembre, pero no fue así ya que si oímos
o tenemos en cuenta la última parte de esta
narración o comentario que nos ha hecho
María del Pino Grimón, resulta que la referida
doña Manuela el día que vino a la Iglesis
y regresó a su casa del Rincón estuvo
"recogiendo castañas", y esto en noviembre
era normal pero no así en septiembre. Por
tanto no hubo tal brote epidémico ya que el
caso que se señala, la muerte del presbítero
don luan Navarro, no se produce despiiPs
del 23 de agosto sino antes y, como consecuencia
de un recuerdo infantil, los hechos
no se situaron en su verdadero contexto.
Así, pues, en el transcurso de tres meses,
la epidemia de cólera produjo numerosas
víctimas. De la sccción de correspondencia
de 1851-1855, número 2, hemos obtenido
algún que otro dato anotado en cartas de , O C l - ~ - - ~ L U J L yur ac cu~iat.rvd~e1i1 el Archivo Municipal
de Teror. Hacia el 28 de junio se
comunica al Alcalde de Las Palmas que
hasta la fecha habían perecido 85 personas.
No resulta del todo inexacta esta cifra ya
que hasta cse día la Parroquia había registrado
83 defunciones. Alrededor del día 2
de julio se envió el segundo parte al Alcalde
de Las Palmas de los muertos habidos,
figurando entre ellos dos regidores del
Ayuntamiento. En esta ocasión la cifra
ascivnde a 70L' que, con los 85 dados anteriormente,
dan un total de 155 muertos. El
número de defunciones registrado por la
P u r r v1c ~ i nh nsta cl 3 de jdio era de 158.
Según esto, tenemos que los datos enviados
Hambre y epidemia en Teror (Gran Canarid) en la crisis del antiguo rtgimen 171
por el Ayuntamiento y el número de defunciinec
registr-.das en e! Lihri nU.7 do
Defunciones de 1845-1851 coinciden, con lo
cual se confirma lo anteriormente expuesto
"-L..- -1 L--L- A,. ---":A ---- -.:-L:--*
D W V L C C L L L C C l l " UC C " I L 3 I U C I ' a I L V I ' L W \ I I C L I I I L L L r 7
del cólera todas aquellas que se habían anotado
desde el 11 de junio hasta el 23 de
agosto.
El día 3 de juliu se envió un nuevo parte
con 9 muertos, que sin duda no contenía el
total de víctimas habidas durante ese día,
pues fueron 18. El 9 de julio se envió un oficio
al Gobernador (vía Agaete) manifestándole
que hasta la fecha habían fallecido 240
personas, incluidos los dos regidores que al
parecer fueron don Juan Gabriel Guerra y
don Juan Herrera. Así mismo, se dijo que
habían sido atacados 320, de los cuales 70
se hallaban enfermos y convalecientes.
También se advierte que se habían hecho
circular las recetas del Alcalde-Corregidor
de Las Palmas (el método curativo practicado
en la Casa de Socorro de Santo Domingo),
habiéndose, además, aseado en lo posible
la población y sus pagos. Cl total de
víctimas reflejado en estos partes y el
número del Registro Parroquia1 (233) ofrece
una pequeña diferencia imputable a la contabilidad.
Un nuevo parte se envió el 13 de julio y
el número de personas fallecidas hasta
entonces era de 60, elevándose el total a
300. Por lo que respecta a estos partes o
informes hay que consignar que no podían
ser elaborados con asidua regularidad y
exactitud, no sólo por el número de víctimas
sino también porque la virulencia del
mal era mayor y se hallaba extendido por
tada la jurisdicción haciendo imposible el
control estadístico. A mediados de julio, el
número de atacados superaba el medio
millar.
Coincidiendo con el apogeo de la epidemia
(principios del mes de julio), se presentaron
en Teror 5 individuos que, según
aclaración hecha por el Alcalde de Las Palmas,
se trataba de 5 presidiarios que habían
eErri2des 2 AruC2s nr"s rAo "r-o -r-n-no o-r- lnc --'-
cadáveres, pero que a Teror no se había
enviado ninguno. Por tanto, era el Alcalde
2,. A -..:-- 2-L:- --l---- -1 A L- uc -1 u ~ a oyu ic~iu cvia acia~aia ~ n y u ~ i r a -
miento de Teror lo que éste considerase
necesario sobre el particular. Estos presos,
quizá por propia iniciativa o por orden ciei
Alcalde de Arucas, se desplazaron a Teror y
en este pueblo se quedaron, aunque la
Alcaldía de la Ciudad advirtió que cuando
no se necesitasen sus servicios fueran
enviados a Las Palmas con garantías de
seguridad. Pero el cabo José Kabaneta, sin
autorización de aquella Alcaldía, dispuso
que estos presidiarios y confinados abandonasen
esta jurisdicción. Sin embargo, el
Alcalde de Las Palmas, enterado de esta
nrdrn, cnmiinicn el 8 de j i i l i n lile ~~errnñneciesen
en Teror hasta tanto no remitiese el
mal o bien hasta que recibieran orden
expresa de regresar a la Ciudad. El trabajo
de estos presos consistía en recoger y enterrar
los cadáveres. Cobraban un sueldo por
ello y parece que éste ascendía a 8 reales de
vellón por dos días de trabajo (uno de ellos
se llamaba Eugenio Ayala).
Desde mediados de julio hasta final de
mes, el número de defunciones diarias oscilaba
entre 4 v 6 por término medio. Durante
el mes de agosto y hasta el 23 sólo se produce
una defunción diaria. En este periodo
el núrr-iero de víctimas alcanzó los 60. Evidentemente,
la intensidad de la epidemia
había remitido, no obstante el 7 de agosto
se recibe un nuevo edicto del Alcalde de
Las Palmas recomendando se tomasen las
medidas oportunas para evitar el recrudecimiento
de la enfermedad, pese a que ésta
había evolucionado favorablemente. Con
anterioridad, el 31 de julio, el mismo Alcalde
había pedido informes al Ayuntamiento
de Teror acerca de las existencias que en
este pueblo había de granos y papas y si la
exportación de este último fruto podía o no
causar perjuicio. La contestdción dada no la
172 Vicente 1. Suárez Grimón
conocemos pero es fácil suponer que si en
la Ciudad había necesidad. también la
había en Teror como consecuencia del
abandono que experimentaron tanto las
cose&;is de ~erea!es CQEG de nanac Tiora- r-r-'
niegas, pues muchos hogares se vieron privados
de brazos para hacer estas labores.
D-,.:*L.-A- -1 .<IL:-- A-"- ,l.. "Al--- -1 99
I\C~IDLICIUV CI ULULLLV Laav uc Lvicia ri id
de agosto y dada la misma por desaparecida,
el Gobernador de la Provincia, con el fin
de pocier formar un estado de ias bajas
habidas, pide datos exactos el 25 de agosto.
Estos le fueron dados el 9 de septiembre y
fueron tomados de la Iglesia, "de cuyo estado,
se dijo, parece haber muerto 332"'". La
contabilidad que se ha hecho para el periodo
comprendido entre el 11 de junio y el 23
de agosto arroja un total de 331 partidas de
defunción, incluidas dos que se encuentran
anotadas al final del mencionado Libro de
Registro número 7. Por tanto, el margen de
error es insignificante y ello nos confirma
una vez más que la mayoría de los partes
de bajas fueron elaborados con datus dados
por la parroquia, toda vez que no se cantaba
con un registro civil ni con censos demasiado
fiables y, además, porque los familiares
de las víctimas no olvidaban el registro
de las mismas por motivos de herencia ya
que se averiguaba y especificaba si la víctirna
había trslaclo o dtrjaclu algún tipo de
bienes. La fiabilidad de estos datos proporcionados
por la Iglesia viene probada, además,
por una razón de tipo sentimental o
espiritual: no se podían aplicar misas por el
difunto si éste no se hallaba registrado. Se
trata de datos que por sí solos reflejan la
gran mortalidad provocada por esta epidemia
en un pueblo que a la sazón contaba
con algo más de 3.000 almas. No obstante y
pese a estas bajas y a las que produjo la
emigración, la población pudo experimentar
un ligero incremento en los años
siguientes.
Como consecuencia del elevado número
de víctimas se hizo necesario habilitar
varios cementerios o lugares de enterramiento.
El Cementerio Parroquia1 no podía
dar cabida a todos los que diariamente
morían. Por este motivo se abrieron supultlirac
en ~!glincxh ~r r iccP: a!mar, FTIVG,
liosadas, Arbejales; pero el mayor número
se abrió en el lugar de San Matías y cn Los
1 1 T7- A - L - : - l - - L l L - J - - m n
LLaI L U 3 . LiI I f i I V C ) O I C D I U C I U I L 3 t - Y U L L c l L L V 3 17
muertos, en San Matías 31, en Las Rosadas
2, en el Palmar 1, en Los LLanos 51, y en el
Cementerio Parroquiai 212. Sóio b se aesconucen
donde fueron pero es fácil suponer
que fueran enterrados en Los LLanos,
hrbejales o en el Parroquial.
De un total de 331 muertos, 254 eran
adultos y 77 párvulos hasta 9 arios pero la
mayoría de éstos estaban comprendidos
entre 0 y 5 años. Respecto a los adultos
encontramos una sobremortalidad femenina
(145 mujeres por 109 hombres comprendidos
entre diferentes edades) y, respecto al
grupo infantil, 4.5 son niñas. No obstante,
esta concentración de óbitos en el grupo
infantil (77) tendrá su repercusión sobre la
oferta de mano de obra y, en general, en las
tasas brutas de natalidad en el plazo de
unos 15 a 25 anos, pues, en un pueblo agrícola
como Teror, la mujer trabajaba en las
faenas del campo al igual que lo hacía el
hombre.
Como lid queda& dicho, la epidernid se
extendió por toda la jurisdicción dado que
una de sus características era su extraordinaria
irradiación. Arbejales, el nucleo mas
poblado, también fue el más afectado al
igual que el núcleo central del pueblo. En
estos núcleos el número de muertos sobrepasó
el medio centenar, aunque debemos
señalar para el casco del pueblo que algunas
de las víctimas procedían de la Ciudad
e incluso emigrantes de Fuerteventura (Tuineje).
El 28 de julio se registra la muerte de
una pobre, adulta de 48 años, vecina de
Tejeda y residente en esta Villa "con motivo
de recoger limosna para poder pasar la
vida". En el Palmar los muertos ascendicHambre
y epidemia en Teror (Gran Canaria) en la crisis del antiguo régimen 173
ron a 40. Otros barrios bastante afectados
fueron: Las Rosadas (unos 20, en el mismo
día murieron tres hermanos de 16, 13 y 5
años), Miraflor y Alamo (sobre 13 y 12, respectivamente).
El por qué de esta distribución por
barrios implica un estudio de las condiciones
sociales y económicas que esta aun por
hacer sobre cada uno de ellos. Lo cicrto es
que, por todos los pagos y caseríos, se
extendió el mal que se cebó en mayor medida
sobre gentes de condición social y económica
pobre, aunque no se vieron libres
aquellos que contaban con mejores recursos
para defenderse del mal. Este fue el caso
del presbítero don Juan Navarro que, a
pesar de ser uno de los mayores contribuyerites,
fue una de las víctimas de la enfermedad.
Es curioso como estc hombre hacía
el recorrido desde su casa del Rincón (en el
lugar denominado en la actualidad "Castanero
Gorcio"j a la ígiesia, cuandv vcriíd
decir misa, por la Acequia de Los LLanos y
bajaba por la Calle de la Mina y, de esta
manera, no sólo evitaba atravesar el piiebln
sino los vapores. Pese a ello murió el 11 de
agosto de 1851.
El 30 de agosto el Alcalde de la Ciudad
solicitó se le enviasen datos de todos los
fallecidos, día por día, especificando la
clase de enfermedad que les afectó desde el
10 de agosto hasta el 31 del mismo mes.
Estn era iircesario para comprobar cl rigor
con que aún se presentaba la epidemia para
poder infvrrnar a la Superioridad. Estos
datos se Yebisn erix&r en e! plazn d~ '3 días
y lo mismo se debía seguir haciendo durante
el mes de septiembre para poder disponer
de los datos el día 12 de dicho mes.
Desaparecida la enfermedad se anuncia
la iniciación de las clases para el día uno de
octubre, siempre y cuando se limpiasen y
ventilasen previamente los locales de enseñanza.
Si este anuncio se había hecho el 26
de septiembre, tres días más tarde, el 29 de
septiembre, el Alcalde de la Ciudad comunica
al Ayuntamiento de Teror que ha de
proceder a la formación de una comisión de
la que debía formar parte el Alcalde y el
Cura-párroco y que debía alcanzar un triple
objetivo":
1) Averiguar el estado de salud del pueblo.
2) Averiguar la fecha del úliiiiio raso de
cólera.
3) Estudiar las medidas higiénicas que
se han tomado.
El 9 de octubre, una vez realizado el
estudio, se cornunica al Ayuntamiento
envíe a Las Palmas persona de confianza
para recoger ciertos ingredientes para fumigación
que habían sido remitidos por el
Gobernador. Pese a esta recomendación, el
19 de octubre aún no se habían recogido.
Por aquella época una sección de la comisión
sanitaria giró una visita al pueblo de
Teror y recomendó a su Alcalde pusiese en
pijctica ciertas operaciones c~nsidcradas
como necesarias para desinfección del pueblo
y evitar la reproducción dc la enfermedad
que se acababa de padecer. Todo esto
era necesario para poder elaborar el informe
imprescindible para abrir la Isla a las
comunicaciones exteriores.
Fn los meses siguientes se adoptaron
medidas ericamiiiadas a evitar un nuevo
brote de cólera. El 29 de diciembre, el Alcalde
de Las Palmas ordena se ponga más tierra
sobre las sepulturas que presenten sus
cubiertas removidas o socavadas por las
últimas lluvias caídas. El 30 de diciembre se
pide un estado de viudas y huérfanos delados
por el cólera para recibir la ayuda concedida
por su majestad la Reina Isabel 11.
En relación con los cernentcrios habilitados
en los momentos de mayor apogeo de la
epidemia, el Subdelegado de Medicina y
Cirugíd del Pdrtidv de Las Palmas comunicó
el 31 de agosto de 1852 al Subdelegado
del Distrito Administrativo de Gran Canaria
que:
"debido al peligro de que se removiesen
la5 sepulturas hechas cuando el cólera
para la salud pública, pedía se hiciese
cumplir por los Alcaldes que no se removiesen
antes de cinco años completos,
qiir m donde los cadáveres se hacinaron
en zanjas más o menos profundas no se
muevan sin autorización y que se rodeen
dc un muro"21.
Hasta el año 1977 quedaba algún recuerdo
de estos lugares. Así, por ejemplo, en el
barrio de Los LLanos, en el lugar conocido
por "Los Sequeros", una pequeña cruz
recordaba a los que aún saben de recuerdos
lo que en 1851 aconteció. Las obras dc un
polideportivo inacabado sí que acabaron
con tal recuerdo.
3.1.- Consecuencias de la epidemia de
cólera
1.- De tipo espiritual y anímico. El cólera
había cecade peri sus censeczencias iba= U
perdurar en el ánimo de las gentes. A raíz
de entonces el año 1851 pasó a denominarse
"el año del cólera" que va a dividir titi dos
periodos bien distintos la Historia de Teror
en el siglo XIX.
2.- Aplazamiento de la Fiesta del Pino
del lunes 8 de septiembre hasta el domingo
9 de noviembre de 1851. Se trataba de evitar
maies mayores por la mucha concurrencia
de fieles. El obispo don Buenaventura
Codina, previo acuerdo con el Ayuntamiento
de Teror, decidió cambiar la fiesta
del 8 de septiembre al domingo 9 de
noviembre, en que se celebró función
solemne y al domingo siguiente se celebró
la fiesta del Nombre de Ntra. Sra. Esta decisión
se tomrí durante el mes de agosto,
cuando la gravedad de la enfermedad era
menor, y desdc el domingo 24 de agosto se
anunció a los ficlcs el cambio de dicha fiesta.
Sin embargo y a pesar del cambio:
"el concurso de gente por motivo religioso
ia mañana aei 8 ae seyt~ernbret ur
grande, y de edificación para las que no
lo esperaban, sacando lágrimas de ternura
a algunos reflexivos. Pero conforme
con lo anunciado de sd~el domingo 24 de
agosto, el aparato y la pompa de la función
quedó para noviembre, sólo liubo el
8 de septiembre una misa cantada puesta
de manifiesto en su nicho la Santa Imagen
de Nuestra Senora, por atencion a los
devotos fieles de otros pueblos"23.
No tuc la única fiesta aplazada o suspendida
pues, en San Mateo, ocurrió igual
con la fiesta de Santa Ana. El 22 de julio de
1851 el Alcalde de aquel pueblo don Antonio
Monzón comunica al de Teror que:
"no pudiendo celebrarse en aquella localidad
la fiesta de Santa Ana por las especiales
circunstancias que atraviesa cl pueblo,
invita al Alcalde para que diga a sus
vecinos de Teror que no acudan a tal fiesta
por considerarse peligroso las reuniones
dc pri-sonas anic Id enpuisiún de
~apores'"~.
3.- Consecuencias de tipo demográfico
derivadas del elevado número de muertos
y su repercusión en las tasas brutas de natalidad
en los anos siguientes. Tasa alta de
mortalidad de junio a agosto (331) frente a
una tasa de natalidad baja en los mismos
meseszh. Sin embargo, el cólera no afectó
demasiado a la fecundidad ya que en los
meses de marzo a junio de 1852 se produjeron
52 nacimientos y en los mismos meses
de 1853 aumentaron hasta 58. En cambio, el
índice de fecundidad en la iinión de los
sexos sí se vio afectado ya que en los meses
de la epidemia sólo se efectuaron dos
matrimonios, mientras quc en los meses
anteriores fueron 7 y 13 en los meses de
septiembre a diciembre de 1851.
4.- Corno cvnsecuencia del cólera se
puso de manifiesto la falta de asistencia
sanitaria a nivel local. Los remedios debían
ser caseros o de uso acostumbrado, al margen
de las consignas que se dieron por las
Hambre y epidemia en Teror (Gran Canaria) en la crisis del antiguo régimen 175
autoridades. Existía una Junta de Sanidad
pero sus recursos eran escasos y ni siquiera
se contaba con un profesor de medicina.
Parece ser que durante estos meses, don
Dicgo Rodríguez, natural de Santa Cruz de
Tenerife, ejerció como practicante aunque
no de manera oficial. Precisamente, en
sesi611 cekblddd yui el Ay urila~iiir~iteul 6
de agosto de 1851, se vio el papel o nombramiento
que tenía don Diego y que estaba
firmado por el Doctor Superior de Santa
Cruz don José Botez, con fecha 1 de enero
de dicho año, referente a que podía cjcrcer
la función de practicante en el lugar donde
tenga a bien residir.
5.- Consecuencias económicas. No podemos
olvidar la situación planteada a fines
de la década de 1840, bastante precaria, y
que ahora se verá agravada. Resultan evidentes
los perjuicios sufridos por la agricultura
en esta jurisdicción, abandonada en los
momontm do miycr inten~idac! de 13 enfermedad.
Las labores del campo quedaron
desatendidas cuando eran más necesarias,
es decir, en la época de la recolección de las
cosechas. No sc encontraban peones y ni
siquiera los mismos dueños eran capaces de
atenderlas. Aquí no sólo influyó el número
de muertos sino el de enfermos, que fue
muy superior, y que retiró de los campos
una mano de obra indispensable para la
recolección, en especial de los cereales.
Estos perjuicios ocasionados a la agricultura
se consideraron importantes como para
ser expuestos por el Síndico en razón de
que habían sido:
"notorios los perjuicios que la Agricultura
de este distrito niunicipal liabía suirido
por el abandono a que se vio sometida
en los meses de junio, julio y agosto,
durante los cuales se experimentaron los
funestos cstragos del cólera morbo que
impidieron atender a las labores más
indispensables, precisamente en el tiempo
que más se necesiraban, no encontrándose
peones ni aún los mismos propietarios
en disposición de abonar la tierra, de
cuidar de los riegos ni de la rccolección
por haber muerto unos y hallarse otros
enfermos y, habiendo resultado de aquí
una considerable pérdida en las cosechas,
se estaba cn el caso de instruir sobre
estos particulares el oportuno expediente
cuii d i i e~; l ua la Real Irisirucción de 20 de
diciembre de 1848 y, estándolo en cuanto
fuese posible a los trámites que establece
y que en su conveniencia (la del Síndico)
debía nombrar este Ayuntamiento dos
vecinos dc la clase de propietarios y de
acreditada probidad e inteligencia para
que, recorriendo los diferentes pagos de
esta jurisdicción, tasasen el daño ocasionado
por dichas causas y recibicndo,
además, una notificación de tres testigos,
también \ecinos y de los mayores contribuyentes,
con el objeto de acreditarlo
suficientemente y, una vez instruído el
-i -n .r- l i r a r l n ey,nedienfe, se r ~mi t i e s21~ A - - -.
Supremo Gobierno de S.M. a fin de obtener
el perdón de la cuota de contribución
en que se calcula el daño"'5.
Esta propuesta del Regidor Síndico de
Teror fue sometida a discusión entre los
asistentes a la sesión y fue aprobada por
unanimidad. Se acordó formalizar el citado
expediente que iria encabezado con certificación
dc cstc acuerdo, nombrándose como
peritos a los propietarios don Manuel Esteban
de la Nuez, don Juan Pérez Padilla y
don José Quintana, vecinos todos de Teror.
Corno testigos fueron designados don
Maniiel Suárez Granado, don José Montesdeoca
y don José Jiménez. Asimismo, se dio
comisión al Alcalde-Presidente del Ayuntamiento
para que reuniese todos los datos
considerados como significativos que
pudieran adquirirse y que ayudasen a
demostrar la entidad del daño experimentado,
pudiéndose así justificar el perdón de
Id ~d~~i iÚdu C~iu u i dq u e ~ u i ~ t l ~ ~ ü ~ ~ d i e s satisfacer a Teror.
176 Vi.ce ntt?J . Stuirez Grirnon
La cuestión anterior solo se vuelve a tratar
el 15 de noviembre de 1852 y, en sesión
celebrada ese mismo día, se toma el acuerdo
de dar a conocer al público "por medio
de voces" el texto de la Real Orden inserta
en el Boletín Oficial número 3 respecto a la
contribución del año del cólera. Se había
perdonado la cuota correspondienle a1
segundo semestre de 1851, pero en torno a
este perdón se plantea un pequeño problema
ya que, por acuerdo de la Diputacion
Provincial y a causa de la calamidad padecida
en esta Isla cn 1850 (periodo de crisis
de 1847 a 1850), se había perdonado a Teror
la mitad del cupo principal de la contribución
de inmuebles de aquel año. El importe
del perdón ascendió a 25.000 reales de
vellón, según nota inserta en el Boletín Oficial
iiúinero 24, del lunes 24 de febrero de
1851, y en su vista el Ayuntamiento mandó
se formara el libro de reparto y cobranza
n a v a n r n c ~ A . e r a si-1 dev~!iición cooiín !-is r----r-- ---- --o---
pérdidas de cada vecino. Como quiera que
en 1851 se suspendió o perdonó el segundo
scmcstrc dc la expresada contribución, en
1852 se plantea la cuestión de si la Administración
devolvía el metálico o se entregabd
de rrierios r r i rse año. La cantidad a
devolver es la correspondiente al cupo de
1850 que había sido abonada cuando se
conceciio ei perdon. En el üoletin Üficial
número 35 correspondiente al año 1852 se
da a conocer todo lo referente a esta cuestión.
Quedó claro que no se trataba de un
perdón sino de una suspensión del cobro
del segundo semestre de la Contribución
Territorial de 1851. Unos años después, el
30 de mayo de 1856, el Administrador
Delegado Principal de Hacienda Pública de
la Provincia solicita y recomienda al Ayuntamiento
de Teror el pago del mencionado
segundo semestre. Por esta misma fecha sc
oficia al Administrador Delegado para que
por su conducto solicitase del Administradur
de Hdcieridd Püoiica de la Provincia o
de quien corresponda un nuevo plazo para
el pago del semestre que se reclama. I'ara
ello sc hizo tina expmición de la situación
de Teror en ese momento que queda perfectamente
resumida en los siguientes términos:
"Pues de lo contrario, (es decir si no se
condedía un nuevo plazo), se verán
rriuclius padres de familias obligados a
abandonar sus hogares retirándose de
ellos y dirigiéndose sin saber a d~nde"'~.
6.- Directamente relacionada con la
anterior tenemos que, como consecuencia
de la epidemia de cólera, se produjo un
retraso en la cobranza dc las contribuciones.
Esto fue evidente por lo que respecta al
segundo semestre de 1851, si bien el retraso
no se debió en principio a la posibilidad de
obtener un perdón sino a la enfermedad y
el miedo al contagio que retrasaron considerablemente
la formación de los libros de
c&r2nz, rnn-r- nr-2r't -n- A--n pcyitfic o7.~3!723Y~)-
res y encargados del reparto y de la cobranza.
7.- Finalmente, podemos señalar como
una última consecuencia la lección y experiencia
adquiridas para el futuro. Desde la
Diputación Provincial emanaron las primeras
e importantes decisiones encaminadas a
evitar una nueva epidemia. En 1854, cuando
el colera había hecho acto de presencia
en territorio peninsular, la Diputación a través
de su diputado decano don Pedro
Rodríguez envía a todos los pueblos una
circular con fecha 13 de octubre de 1854,
inserta en el Boletín Oficial de la Provincia
número 124 del lunes 16 de octubre, dada a
conocer a los vecinos de Teror el 23 de octubre.
Con e1 fin de evitar el peligro de una
nueva epidemia, la Diputación acordó oficiar
a los Ayuntamientos:
"ei~careciéndolelsa conveniencia de tener
preparados y en depósito un fondo,
indispensable para todo este objeto, y
previniénaoies que io hayan de formar o
por suscripciiín voluntaria n por r~patn
OUrvcrsdal <le Las Panias do Ira, Canara i t o e c a Unuestsrs a e m m D g a l e Caniris 2015
Hambre y epidem-i- a en Teror (Gran Canaria) en la crisis del antiguo régimen 177
vecinal, que no pueda bajar del producto
de 4 reales de vellím por vccino, pero
entendibndose que la suma que ésto
importe se ha de cobrar dividiéndose
entre todos los vccinos conforn~ea su
riqueza y bajo la- misma proporción con
que contribuyen a los gastos provinciales,
como que, en el casv de iiecesilarse
urgentemente ese fondo para el objeto
único con que se forma, se ha de imputar
(a cada uno) en su cuota por contribución
provincial lo que se le haya repartido y
cobrado, (accediendo) a devolver lo que
entregue por suscripción voluntaria que,
en el término de 15 días dc como se reciba
esta circular, han de dar aviso los
Ayuntamientos de tener recaudado el
fondo establecido o del adelanto en que
se halle este servicio, si en algún pueblo
por su largo vecindario no ha podido
concluirse, que las sumas que recduden
:-tan de conservarse cr. cud; ?::-!?!o 1-'.-*l.;'n
la responsabilidad del Alcalde o del
Recaudador de Cpntribuciones en él".".
Terniina esta circular señalando que, al
margen de estas medidas, los Ayuntamientos
podían proponer a la Diputación cuantas
considerasen convenientes v necesarias
y, si así lo fuesen, se autorizaría su puesta
en práctica.
A fines de 1854 se establece una nueva
disposición ya que el Ayuntamiento de
Teror puso en conocimiento de la Diputación
lo difícil que resultaba obtener un
fondo por suscripción o reparto vecinal,
pues la mayor parte de los vecinos sólo
contaban con lo más indispensable para su
alimentación. Cuando el Ayuntamiento
trató el tema de una posible invasión de
cólera, se planteó el interrogante de ¿cuál
iba a ser el remedio a poner en práctica?.
¿Se debía satisfacer una cuota o bien sacar
50 fanegas del pósito, bien en calidad de
reintegro o bien dadas por consumidas si
desgraciadamente se invirtiesen en un objeto
tan humano?. El Ayuntamiento decidió
que:
"de verificarse el fondo por medio de
reparto 1-ecinal será más tardo y más
penoso para los vecinos, aunque sea
pequeña la cuota que satisfagan, por
hallarse muchos en un estado de indegencia,
103 unos por escasez de cosechas
y los otros por haber gastado sus pequeÍius
caudales en la recoinposición dc los
edificios nrruinddvs d resullas del movimiento
que padeció esta publación en el
año pasado (invierno de 1852-54),
habiendv qued'ido alguno de ellos inhabitable
porque siis dueños no han alcanzado
con que reparar tan noble ptrdida"".
Por esta razón, la Diputación autoriza al
Ayuntamiento a extraer de los fondos del
pósito de Teror la cantidad que necesite
p r a .tender las n~r r s idadesd el pueblo. si
de nuevo se viese invadido por el cólera. La
cantidad fijada fue de 50 fanegas y los que
obtuviesen ayuda de este fondo debían
retribuirla a razón de media fanega los que
recibiesen de 3 a 5, una fanega los que recibiesen
de 6 a 9, faiiega y media los que recibiesen
10, y lo mismo dboiiarán los que
obtuviesen mayor cantidad.
hn 1855, en sesion de i U de noviembre,
se acordó que en caso de producirse una
nueva epidemia se debían sacar 50 fanegas
de trigo para Teror y 50 fanegas para Valleseco
en razón de que ambos pueblos tenían
derecho a servirse del pósito2'. El de Valleseco
no se construirá hasta el ano 1863. Asimismo,
se dispone vender 100 fanegas de
trigo y 8 celemines a razón de 5U reales
vellón la fanega para el objeto indicado.
La lección recibida surtió sus efectos
cuando en 1865 se declara la epidemia en la
Península y la Corporación Municipal de
Teror acuerda dar un voto de cunfianza al
G ~ ~ C I I I L I IdIe~ lCa PPrIo vincia pvr !SS cficz
ces y acertadas medidas que se adoptaron
para salvar a las islas de una nueva invasión
colérica. Se agradeció la acertada
medida de no admitir el Batallón de Cazadores
de Tarifa, pues, de haber tocado
puerto, la población había quedado expuesta
al contagio, ya que era presumible que
los soldados importaran la enfermedad.
No iba a ser fácil nlvidar "el año del
cólera". Durante muchos años el recuerdo y
sus sécuelas yervivtl entre la población,
transmitiéndose de generación en generación
hasta nuestros días. Igualmente, la pintura
de las columnas del templo parroquia1
de Teror fueron iin recuerdo vivo de los
efectos del cólera hasta su restauración en
los años 1868-69. Hoy, tan sólo los viejos
papeles siguen dcjando constancia de la
existencia y dimensión del fenómeno.
NOTAS
1 DOMINGLEMZ UJICAJ., Y DIALH ERNANDERZ.: ,
"Hambre y epidemias entre 1844 y 1852 en el
norte de Gran Canaria", en V Coloquio de
Historia Canario-Americana (1982). I'onio 11.
Madrid, 1986, página 354.
2 A(RCHIVOP)( ARROQUIAdLe )T (ERORL).i bro
primero de Funerales. Noticias sobre el hambre,
f. 257 recto. En 1849, cuando la calatnidad
del hambre no ha desaparecido, sc lleva
a cabo una coiecta para costear la función
ofrecida a Ntra. Sra. del Pino con motivo de
la aparición de la cigarra en 1845. Se nombraron
cobrcidorcs que debían pedii no sólo
para la función del 8 de septiembre 4no también
para los fuegos.
3 A(RCHIVOM)( UNICIPADLE) T(LRORL).i bro de
Actas no 1.
4 A.I2.T. Libro primero de Funerales, f. 257 r.
l- r - i : . La iic5ta U d usud, UIM i~ddiciónp erdida.
Diario de Las Palmas, 23-VI-1 979.
6 A.P.T. Libru primero de Funerales, f. 257 r.
7 A.M.T. Correspondencia de salida. Keegistro
de los años 1845-1869. Cuadernos de 1846.
8 A.P.T. Libro primcro dc Funerales, f. 257 r.
9 GUTIÉIWZS ~ I <AVFO.: , ' San Antonio María
Claret. Apóstol de Canarias". Madrid, 1969,
10 A.P.T. Legajo de Cuentas de hfayordornía,
año 1847 y siguientes
11 El trigo se comprv en Las Palma$ v en Telde
a diferentes precios. El 4 de mayo se compraron
5 fanegas y media a don Sebastián Pérez,
plata la fanega (total 30 pesos y 2 reales de
plata); el 8 de mayo se compraron a Juan
Cabrera, criado de don José de León, vecino
de Telde, 9 fanegas a 5 pesos cada una (total
45 pesos); el 14 de mayo se le compraron
otras 7 fanegas al precio de 5 pesos cada una
(total 35 pesos); el 19 de mayo se le compraron
otras 7 fanegas al precio de 5 pesos cada
una (tntal 75 peros), e! misme di2 se cvmtn' r"-' -
ron a Domingo Cabrera y Pedro de Santa
Ana, vecinos de Telde, 4 fanegas y 8 celemines
y medio a 5 pesos y 2 reales, de pldtd
cada una (total 24 pesos, 6 reales y 2 y medio
cuartos); y el 27 de mayo se compran a Juan
Cabrera, vecirio de Telde, 6 fanegas a razón
de 4 pesos y 3 reales de plata (total 26 pesos
y 2 reales de plata). Las diferencias de prccios
estan en relacion con los días de compra
y con las oscilaciones quc experimentaban
los granos en los mercados de Telde y Las
Palmas.
12 El 4 de mayo de 1847 el mayordomo de la
fábrica de Teror, don Pedro Suárez Guerra,
por orden del párroco entregó a don Francisco
Bernardo Guerra, párroco de Valleseco, 12
pesos corrientes para P I socorro de los
pobres más necesitados de su parroquia.
Esta cantidad se hizo equivaler a dos fanegas
de trigo.
13 A.P.T. Libro primero de Funerales, f. 257 r.
14 GL~TIERRSEEZR RA~F.O: O, p. cit., pp. 64-65.
:;,-E " - - ~ v>cn IVIILLAKLL., j.: "Kisroria ae ia medicina
en Gran Canaria". Las Palmas, 1967.
Hambre y epidemia en Teror (Gran Canaria) en la crisis del antiguo régimen 179
16 Do hmc u ~ zM UJICAJ,. y DIAZH ERNANDEL,
RAMONO: p. cit
17 A.H.P.L.P.: Correspondencia de salida.
Registro de 1845 a 1869. Legajo número 5.
18 A.P.T.: Libro primero de Funerales Noticias
sobre los acontecimientos ocurridos en Teror
durante el tiempo en que don Antonio Eloieiiciu
Jvrgr regent5 la parroquia.
19 A.M.T.: Correspondencia de salida. Registro
de los años de 1845 a 1869. Legajo núrnero 5.
20 A.M.T.: Sección de Correspondencia de 1851
a 1855, número 2.
21 A.M.T.: Ibídem.
22 A.M.T.: Ibídem (1852).
23 A.P.T.: Libro primero de funerales.
24 A.M.T.: Secciún de Corresporidencia de 1851
a 1855, número 2
25 A.M.T.:Libro de actas de 1851 a 1860.
26. A.M.T.: Correspondencia de salida. Registro
de los años de 1845 a 1869. Legajo número 5.
27 A.M.T.: Expedientes antiguos. Legajo número
7.
25 A.hf.T.: Sccción de Correspondencia de 1851
a 1855, número 2.
29 Sobre la división y separación del pósito de
Terur y ~r edc iúnd e otro nuevo en Valleseco,
véase SUAREGZR IMOUV, .: "Teror J.' la separación
de Valleseco". Las Palmas de Gran
Canaria, 1YY2, pp. 1II a 12J.