VEGUETA, Número 1 octubre 1993 (31-46) 31

Contvibució~a l estudio

de los pueblos pvevroinarzos

del alto Duero: pele~dones

* Profesor Titular de Prehistoria Departamento de Ciencias Históricas.

!!niierqidnY Y? LX I]u!~us dc U;an Ca~aria.

+* Becdrio de Investigación Departamento de Ciencias Historicas

Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

José Alberto Bachilkr Gil ,/ Maiiuel E Rnmirez Sandez

1 ntroducción

Tradicionalmente la lingüística y la arqueología

han seguido caminos diferentes en lo

que se refiere, especialmente, al estudio de los

diferentes pueblos prerromanos de la Península

Ibérica y, por supuesto, el caso que

nos ocupa no constituye una excepción Muy

pocos han sido los intentos por establecer

una vía de estudio común y casi sicrnpre, han

estado condpnados al fracaso

Por nuestra parte, sólo pretendemos, aun

siendo conscientes de las grandes dificultades

~ x i ~ t e nabtri~r ~tin a línea de entendimiento

en este campo que habrá de consolidarse

en el futuro. En este sentido, queremos

hacernos eco de algunas propuestas efectuadas

recientemente, tal es el caso de .Almagro-

Gorbea y Lorrio ( 1987: 1061, que ven la alternativa

al estado actual en la consideración de

que la cultura material y la economía, as! corno

la lengua o la organización social e ideológica,

o la misma antropología física, totalmente

desconocida en nuestro caso. actúan y evolucionan

con relativa independencia, si bien

siguiendo la teoría del sistema cultural están

interaccionados dentro del conjunto que

coiistitiiye toda cultui-a o etnia (CLARKED, . L.

1978: 101 SS., 363 SS.).

Ya en 1933 Blas Taracena afirmaba. al respecto

de los problemas que presentaba la delimitación

geográfica de los pelendones, que

la arqueología debía solucionar los numerosos

interrogantes que planteaban los textos

clásicos «declarando lo que silencian y aun

ac1aran.J~! o qlue contradicem ~T.A?.A.cEN.AR. ,

1933 393). Aún hoy, después de haber transcurrido

más de medio siglo, intentar trazar la delimitación

geográfica y cultural eritre peleridones

y pueblos vecinos. constituye uno de los

mayores problemas que actiialmente tiene

planteados el estudio de los pueblos prerromanos

del curso alto del Duero

En el presente artículo mostraremos el estado

actual de la invcctigación sobre los pelendows,

intentando fijar el carácter de la información

que nos transmiten las fuentes clásicas y

estableciendo la? interesantes aportaciones

de la investigación arqueológica a este respecto.

Estado de la cuestión: Territorialidad y

adscripción cultural

Desde que en el siglo XVIII LoperrAe~s c refiriese

a los pelendones, en su Historia del

Obispado de Osma hasta el presente son varias

las menciones que sobre este pueblo se

han hecho. Sin duda la aportación de Loperráez.

pese a su temprana fecha, constituye

una de las más notables de cuantas conocemos

antes del presente siglo. Sigujendo a las

fucntcs cl6sicas, sitúa s los pelendones en la

serranía soriana (LOPERRÁEZ, 1 1788. 259-2603

Con posterioridad a él, varios autores más se

ocuparían de los pelendones. aunque de modo

más SUCinto (RABAL, N. 1889:XIIl; SENTEUACH,

N. 1914-1915.8).

A inicios del presente siglo, A Schulten define

a los pelendones como un pueblo celta,

ya que veía bajo ~ 5 t pno mbre -que él interpretó

como tribu de Rlendos- una indudable filiación

céltica, cuyas raíces establecía en la tribu

de los Beleizdi quc Plinio (IY 108) localiza en

Aquitania. Schulten configuraba su territorio

siguiendo la relación de ciudades identificadas

con este pueblo por Ptoiomeo (Savia.

Augustóbriga y Visontium), y admitía que el

límite S del territorio pelendón estaba establecido

por la ciudad de Nuinaricid, que posteriormente

pasaría bajo control de los arévafnS

(SCHIIITFNA, 1914.12?-124\

En oposjción a Schulten. Rosch Gimpera

proponía un planteamiento diferente al defender

que los pelevidones, con su cultura hallstáttica

arcaica», habían llegado a la Península

Ibérica en una primera oleada que penetraría

cn nuestro país hacia el s. VI11 a C., siendo

arrinconados en las estribaciones montafiosas

hdcia el 650 a. C. por los arévacos, que formaban

parte de un grupo de pueblos belgas

que. en una segunda oleada habian llegado a

la pcnínsula (Boscii GIMPERPA ,1 921; 1932;

19401.

Eri su esludio sobre la Etnología de los

pueblos antiguos de la Península Ibérica,

Knsrh Gimpera establecía los limites del territorio

de los pelerdo~es( Bosc~G IMPERP.A 1,9 321,

siguiendo los estudios que sobre el terreno

había realizado Taracena y que habían sido

publicados unos años antes (TARATFNRA ,

1926 1927, 1929; 1932). Éstos eran:

Al N, las estribacioncs montañosas que

Teparan las provincias de Soria y Logroño

(Sierras de Cebollera, Pinedo, Camero y Hayedo),

aunque los PEIWI~OMPS sobrepasarían éstas

penetrando en Logroño siguiendo el cauce

dcl río Alhama y los Picos de Urbión en el occidental

(BOSCHG IMPERPA ,1 932:561i . bl El

Iímite O correríd desde Cariales de la Sierra

iprovincia de 1 ogroño) hdsta el v d k de Los

Barbadillos (provincia de Burgos), siendo Piedrahita

de Muñó un enclave fronterizo de los

pele~idones con los turmoyos Desde aquí, según

Bosch Girripera, el Iíriiite fronterizo occidental

descendería a lo largo de la carretera Burgos-

Salas de los Infantes-Soria (BOSCHGI MPERA, P

1932:561) Como luego veremos, Taracena establccc

cstc líniitc cn una zona m5s oriental.

El trazado del Iímite S, como reconocc cl propio

Rosch Gimprra, es mucho mi< problemático,

y lo es~ablecesi guienao la Sierra a e Lostalago,

San Leonardo y la Sierra de Cabreias y

el Pico Frentes hasta Soria. a partir de aquí el

IírniLe descendería siguiendo el curso del

Duero hasta el actual pueblo de [tuero; ya

desde aquí el limite continuaría, según Bosch

Gimpera, siguiendo aproximadaniante la actual

carretera borla-Agreda-Tarazona, hasta el

Moncayo (Bosci i CIIVIPI~PR 1A93,2 562).P or ú1-

timo el límite E sería el más sencillo de establecer

para Bosch Gimpera y vendría configurado

por el Moncayo. la ubicacion de Augustóbriga

en Muro de .Agreda, y la delimitación

de la actual provincia de Soria con Zaragoza

hasta Fitero, en la provincia de Navarra (R~SCH

GIMPERA, P 1932 560).

Posteriormente B Taracena realiza un piano

del territorio de esta otribu)), siguiendo las

aportaciones de las fuentes clásicas (Plinio y

Ptolomeo) y los clatos que había recabado en

sus campañas de prospección y excavación en

ambas provincias (TARACFNA6, 1926; 1927;

1929; 1932). Su trazado no difería de los límitcs

planteados por Eosch-Gimpcra m53 que

en lo relativo al límite oriental del territorio de

los pelcndows. Sobre este particular, B. Taracena

detendia una frontera más oriental que la

establecida por el catalán Mientras éste proponía

el límite kidsta tierras de Lara, Taracena

indicaba al respecto que parecía más justificado

pensar en la aritigud íronLera de Soria, esto

es el cerro de San Millán y las sierras de Neila

y de la Umbría hasta la de Costalago ITARACENA,

6. 1933:397).

Unos aiios ir-iás tarde, eri su artículo sobre

los celtíberos publicado en la Historia de

España de D. Ramón Menéndez Pidal, Taracena

mantiene sus tesis iniciales sobre el

pueblo pelendón y disiente claramente de

la interpretación de A. Schulten y P Bosch

Gimpera sobre la pertenencia de Numancia

a los arévacos, como ciudad fronteriza con

los pelcildones, en el período de mayor empujc

dc Cstos. Scgún Taraccna, cl control de

Numancia y de Savia garantizaría el control

de ~ o d di d serrdl~íd svr id~~dpo, r io que

«quien poseyera la ciudad sería forzosamente

dueño de la comarca hasta la divisoria

septentrional y, por tanto, la ocupación

de ella inevitablemente equivaldría al dominio

en todo el territorio de la tribu» (TARACENA.

B 1954-203)

Hoy en día, el estudio de la territorialidad

de los pucblos prcrromanos de la Península

Ibérica se realiza desde unos presupuestos

bien diferentes de los que siguieron, a lo largo

del presente siglo, autores como B Taracena o

P Bosch Gimpera. iictualmente a nadie se le

cscapa los grandes ricsgos quc cntraña ha

hlar de «territorio<» y «fronteras» en el momento

de intentar reconstruir el espacio so-

Conrribuci6n al estudio de los pueblos prerrornanos del dlto Duero uelendones 33

-

OUrvcrsdal <le Las Paniai do (,re, Canara i t o e c a Unuestsrs Memma D g a l e Caniris 2035

ciopolítico y cultural de un pueblo de la antigüedad.

Retrotraer la información de las fuentes

clásicas sobre el aterritorio)) pclendón a un

marco cronológico anterior de cuatro o cinco

siglos constituye un evidente anacronismo.

Tras los trabajos de B. Taracena a inicios

de la décadd de los sesenta vuelve a retomarse

el interés por la investigación dc la protohistoria

y romanización en la provincia con los

trabajos de E Wattenberg en Numancia' Unos

años más tarde C. Alonso comenta algunos

aspectos relacionados con los pelendones en

un artículo centrado en el estudio de las relaciones

de los arévacos con los pueblos vecinos

(ALONSOC., 1969:1 32- 133?

Las aportaciones más recientes de la investigación

arqueológica, que pueden ayudar

al mejor conocimiento de los pueblos prerromanos

del curso alto del Duero, vienen determinadas

por el estudio de C. García Merino

sobre el Conventus Cluviiensis (1975), la publicación

del estudio de A. Jimeno sobre la epigrafía

romana de Soria (1 9801, y los trabajos de F

Romero Carnicero (1984 a. 1984 b) y J A Bachiller

Gil (1986, 1987 a, 1987 b, 1987 cl sobre la

Primera Edad del Hierro en la altimeseta soriana.

Respecto a los pelevidones, una de las últimas

aportaciones la constituye el estudio de

I T cLi~i l-r;l l~lV- ,a-a-p-v -C r-a-+u.-t L a U o cii el ( I Sjjíripositiii?

de Arqueología Soriana, recientemente celebrado

(U. ESPINOS1A99 2).e n el que estudia algunos

aspectos directamente relacionados

con la epigratía de la serranía soriana, ya

señalados con anterioridad en otro trabajo

(U. ESPINOSyA L . M. USERO 19881.

h partir del siglo VI a. C., observamos el

surgimiento de una serie de poblados que se

han venido estudiando bajo el epígrafe de

«cultura castreña sorianau, tradicionalmente

adscrita a 10s pele~iliuriesA. Blds Tdracena debemos

la acuñación del término «culturd castreña

sorianas y la definición del mismo (TARACENA,

B 1926; 1927; 1929, 1932, 1941). Se Caracterizaba

por la reducida extensión de los

loiiI-\IDerio Bu~hillerG il ,/ hlanuel E.R amírez Sd ~ c l i t z

asentamientos, su situación en picachos serranos

escasez de materiales, ajuar uniforme

de tosca cerámica cordonada, molinos amigdaloides

y la posesión de un solo recinto murado

reforzado al exterior. en algunos casos,

por una estacada de piedras hincadas y en

ocasiones, con foso (TARACENAB, . 194 1 13- 14).

A partir de este momento, el término <tcastrou

ha sido aplicado a diversos yacimientos de la

provincia de manera muy diversa y, a la vez,

dispar La dehnición dc Taracena cs rctomada

por Romero Carnicero, quien insiste en su situación

altamente estratégica, con emplazamientos

bien protegidos por la propia naturaleza,

y en otros aspectos, más conocidos en la

actualidad, relativos a las defensas, arquitcctura

doméstica y materiales (ROMERO CARNICERO,

E 1984 a 1984 c; 1991 1. Por nuestra parte,

e11u n i~itentud e purier orden y fijdr un criterio

a las distintas acepciones dadas di término

«castro» y «cultura castreña soriana~q, ue han

creado tanta confusión en el estudio de esta

facies cultural, ofrecíamos nuestra propia concepción

(BACHILLJE. RA., 1986; 1987 bl. Por

«castro» entendemos todo poblado fortificado

artificialmente utilizando a tal fin uno o varios

sistemas defensivos; a ello se une su situación

en lugares altamente estratégicos cn

función del ahorro de esfuerzo en la erección

de la ü'uici cleiei~isivd¿.d ~ C U I L U I~~ d b ~ ~ >eUñ- d

riana» es la manifestación cultural constituida

por una serie de yacimientos, de reducido tamaño,

fortificados con un solo recinto murado.

localizados en la actual provincia de Soria,

pero con ramificaciones en territorios colindantes

situados generalmente en picachos

serranos a una altitud media de 1.200 mts. y

cuya vida se inicia en torno al siglo VI a. C. o tul

vez antes, alcanzando sii pleno desarrollo en

el siglo Va. C. para concluir en un momento fechable

a fines del siglo V y primera mitad del

siglo IV a C Su cultura material viene definida

por la teórica ausencia de una organización

urbanística (conviviendo, en algún caso, plantas

rectangulares y redonddsi, relativa escasez

Contribución al estudio de los pueblos prerromanos del alto Duero pelendones 3 5

de materiales, cerámica elaborada a mano de

gran pobreza decorativa, algunos elementos

metálicos casi exclusivan~ente de bronce y

otros elementos menos definitorios. punzones

de hueso, pondera. fusayolas, fichas cerámicas,

bolas, silex y molinos de mano amigdaloides

El conjunto general de todos estos elementos

es lo que definc la cultura cnstreña

soriana

El grupo de yacimientos correspondientes

a esta fase aparecen retlejados en el Mapa i

en el que no se incluyen aquellos de dudosa

adscripción y otros cuyo iriicio de ocupación,

en función de los materiales que presentan, es

posterior (fines del siglo V y pritnera mitad del

siglo lb' a C.) Por otro lado, se incliiy~n algunos

tales como El Castillo de Soria (1952:294-

2961, denominado «castro céltico» por Ortego

Frías eri fuiiiióri de los escasos fragmentos

cerámicas elaborados a mano pero sin documentar

ningún tipo de fortificación, hecho por

el cual planteamos la interrogante. Este misrrio

hecho se produce en el Castillo de Avieco

del cual conocemos atípicos fragmentos de

cerámica a mano, de tosca elaboración, no

presentando fortificación alguna ( T ~ K ~ C E UBR.,

19299- 10) En el caso de El Puntal de Sotillo

del Rincón (ROVERO, F 1991.1 15- 1 17) conocemos

la existencia de fortificación pero se desconocen

[otaimenre ¡os rridieridies'

Por otra parte, no es este el lugar para hacer

un estudio pormenorizado de los diversos

aspectos relativos a la cultura material de cstos

yacimientos, hecho por el cual nos remitimos

a los estudios y revisiones que recieritemente

se han reali7ado sobre el tema (BACHILLER,

l. A 1986. 1987 a, b, c 1989, 1992;

P\OMERO, 1991 ).

momento final de estos asentarnientos

se fijó en un principio por Taracena en un niomento

indeterminado del siglo I\/: eri que lus

arévacos sustituirían la ruda cu!tura de los castros

por la posthallstáttica, de donde por evolución

surgiría la numantina (TARACENBA. ,

1929-24-27)C. omo ya hemos expuesto, Bosch

Gimpera opinaba que los avévacos belgas o vacceos

extremos desplazarían a los pelcndones de la región

de Numancia, los cuales quedarían reducidos

a las zonas montañosas del Nordeste de

la provincia en torno al siglo 111 a. C. (BOSCH

GIMPERPA 1.9 39.69 SS.). Tras las campanas de

excdvación llevadas a cabo en El Royo (EIRo1 ~,

J. 1979 a, b, 1980 a, b), Eiroa García sitúa el momento

tinal de la ocupación castrena, apoyado

en las dataciones de C-14. hacia inicios del

siglo IV o tal vez antes, configurándose d par ir

de entonces la cultura celtibérica. Entre ambos

niveles de ocupación, se da cn el castro

de El Royo, como en casi todos los castros sorianos

conocidos que poseen ambos estratos

de ocupación. un nivel de incendio v destrucción

muy generalizado que afectó principalmente,

según Eiroa, a la ocupación castreña

(CIROAJ,. J . 1979 a.128-129).

De los estudios más recicntcs se deduce

que un porcentaje muy elevado de los castros

son destruidos hacia tines del siglo \/ y primera

mitad dcl siglo Iy destrucción tras la cual

no volvieron a ser ocupados (Mapa 2). Un segundo

grupo está constituido por los castros

que tras su destrucción, en las fechas que hemos

señalado, poseen una segunda ociipación

o bien, a falta de campañas de excavación

sistemáticas, proporcionan abundantes ele-

L 1 - - A- .-l .LA":-.. ,h""-"

I l I C L I L V > C U ~ L U I C ( I C >U C = L a p a L C ~ ~ ~ U C L ,Ll VLl YCl Y Y~l

3) El pinto de referencia obligado lo constituye

el castro de El Royo donde, trds Ids cdmpdñas

de excavación, la datación del nivel celtibérico

ha proporcionado la techa del 320 a. C.,

que calibrada se eleva al 390 a. C. (EIROA1. ,J .

1980 a:433-342. 1980 b:65-77). Sin entrar, en

este momento, en ningún tipo de discusión,

acerca de la conveniencia de la utilización de

términos, hemos dado en llamar a los que poseen

esta segunda ocupación acastros celtibeiizados)~

t,a nto para los de la vertiente meridional

del Sistema Ibérico como para los de la

septentrional. Nos basamos para ello en dementos

cle cultura material exclusivamente

no obstante. se ha señalado rccientemente

76 los6Alberto Bachiller Gil / Manuel t. Ramírez Sáuichez

1 El Puntal ISotillo d c Riiicóni 7

2 Cdatillo de Abiecs i5otilIón ccl RincCn 7

3 Cdilillo CIC Id5 LsEirillui ivaldrdvellano de l e n i

4 Los Castil elos IGdll nerol

5 El Cdstil,e~oI' JJloriai

h FI Cast i l l~i (liT an ñcl

í .?ltc. dc ! A Cwz !Cr!!:nxr

8 El Caitil e o I'Jentosa de a Sicrrul

4 El Castilteo ICastitrio de la iierral

O Zarraizano Cu3o de !a i l i ~ r r ; ~ I

l l Lc5 Castillcin5 IVaI-irpracoi

12 Fl Caitslar ( j a n Fe ices1

3 Virgen del Castillo IEl Rojoi

14 El Casti!l?lo ILan2oitv)

15 CI Castillelo IHiiolosa dc la Sicrml

16 Lcs Castlllarrc l !Vill,irrasoi

17 Pr i a i l r l C~ c t i l l o3 Peñas del Cas t~lónF uertes:rini

18 I c i Castillelos lEI Eípinol

lo El Castilln ISoriaI 7

29 l i í l d - i del CI>VL* iI-wrii~r~uru

21 El C x t r o (Cucvas cc So,ial

22 Los Ca,tillclos C u x 3e la Salanal

DELIMITACIONES DEL TERRITORIO DE LOS PELENDONES

- Limite propuesto po P 3wch S rnperu

- - - - Limite p r o p ~ e i t op or B Tardcena

Contribución al estudio de los pueblos prerromanos del alto Duero pelendones 3 7

I El Cdi t i l le~oIT anine!

2 El Puntal 15otillo del Kinconl >

3 castillo de Avieco I5otillo del Rincón) 7

4 i a s t i lo de las Espiril a; V;ildcavcl ano dc Tcr-)

5 Pito de la Cwz ICall neroi

6 3 Castille o ('Jcntosa de la Sierrai

7 Los Caitellarcs [El Co lado,

8 El Castillelo ICastilfríc de la Cierra]

Y tl i a s t i l l o IArévalc tlc la Sierral

10 Zzrraizano (Cubo de la Sierra1

i l El Castillqn IHinolosa de la Sier.ai

2 Torre Bzteta IVilla del Plzl

3 Los Cast lleloi Valdepradol

4 El Castillelo ILangostol

15 Los Castillares Ivillarrrsoi

16 Cerro de la lglesid Cueva de Agredal

17 Altu de Aieinal I%ii ~ r w d ~ dde uYd gue!

18 Peña del Cast 11'3 IFumtectrúi)

19 Los Castillelos lEl Espinoi

20 El Castillejo ICarrail

21 I n Miiela 1C.orrnyi

22 LL Torrecilla I'/aldeleñal

21 El Cactillelo Fuensaucal

24 El Pico ICabrelas del P narl

25 Castil Terreno 'Izanal

25 Los CaSe!unes 'Cala:andiu l

27 El Col arizo ICarabantes~

25 Caitillo 811 ido (Santa María de las Hcyasl

29 Lo, Villares IVertosa de la Sierrai

1'1 Hemoi i ~ c l u i d olo s poblados de La Muela c e Garra) INurnarrial

!1 e Castillelo de Fuensauco porque si bien poseen

xupacióri anterior están kabitzdx eri este periodo

--=- I.imire propuest3 par P Bosch Gimpera -- --

- Lini re p r o p u e s t ~p i r B Tardie'id

W Castros abailonados a fines del sigo L o primera m tac

del S [Va C

A P'3blados aue nician su dida a cornierros de la

Segunda Edad del Hierro

DELIMITACIONES DEL TERRITORIO DE LOS PELENDONES

Limite pr )pLiesto P Boic I G i i i ~ p t r ~

--- -- 1 imt r pr m~i e i t oLO '- H Idrdcena

C~c t r o.ic ltii-eri:dos

* Caitroi y poblacoi cor ~ei t iginsro nanos P o b l d ~ oci elIibCri-r~i

A Pobladoí quc iiiiciuri .u v1d4 d cornienzoi. dc Id Secuida

7L 1~ U i C~ 1 I~l ; # , i l \ iiil.i"ilns l i n hil!iitiiC!,i; ii i iiiiM c:!T h6ii:d

Contribución al estudiu dt. los uueolos urerroiridrios del dlto Duelo ue eiidoiies 79

-

que algunos nombres indígenas que aparecen

en un reducido grupo de estelas de los

Valles del Cidacos y Mavor, fechables en dos

siglos 1 y 11 d C.» tienen sus paralelos en !a

onomástica prelatina del NE, y por ello sería

,m<? ,.r,F"?,P+r. AnnA-;nnvln,- ,,,-?"+"-" ;h*vi-n

i i ,u= L V i i L L L " ULII"IIIIIIVII"LI " L U " L I " . J IVLIILiVdos

» a los dc la vertiente septentrional (ESPINOSA,

U. 1992:899-9 1 3).

Arévacos y pelendones

Resulta sumamente complejo intentar establecer

cómo el grupo pelendón se vio empujado

hacia el norte de sus dominios originarios

por los arévacos. Para otras zonas geograficas

aún hoy se siguen rriariteriiendo las

tesis planteadas por P Bosch Gimpera

h x r ni? ilc cinc~ent;: ?IR=? Ai/, R4 hr:!ixc;,

siguiendo a Bosch-Gimpera, considera que

los vettonej fueron despiazados a las estribaciur~

esr r1ontañ0sas como consecuerici~d. e ia

irrupción en el valle del Duero del grupo de

los bellovri~ih acia el 650 a. C. (SALINAM S1 986

a23 SS.).

En este mismo sentido se manitestó también

T Ortego al continuar aceptando la interpretación

de B. Taraccna respccto a la similitud

entre Belenos-Belendi-Pele~.~do~(~ 1e9s8 5:1 26).

Recienternerite A Tovar no ha disentido de esta

postura generalizada al considerar a los a?-

lerzdones «atineSr a los aré~moys absorbidos por

éstos (TOVAAII. , 1985. 19).

Sobre cl significado del término celtíbero

se ha escrito bastante, algunos autores (Do-

M~ N G U E ZM ONEDERAO. ,1 983; 1988, TOVAR.4,.

1985:25) han planteado recientemente que el

término significaría más una realidad geográfica

(celtas de Iberia) que etnográfca (unión de

celtas e iberos). En cualquier caso todo parcce

indicar que, en el estado actual de la inwstigación,

aún falta bastante para que historiadores,

filólogos y arqueólogos muestren una

detinicibn medianamente unánime sobre 10

que puede entenderse por «celtibérico»! Otro

de los puntos objcto dc controversia, en cl

cual no vamos a entrar cn estc momento, lo

constituye la definición del término «tribu»,

comúnmente utilizado en nuestro país como

libre traducción del griego aénos o etlinos. o del

latino popullij, y que ha llevado a algunos autores

a hablar de ((confederación tribal>. En etect-,

hn c,~;,,, ,;,,,;,,,rl, 1," nAt;r;lr

L", "L .,"""U", " 1 6 U ' L I 1 U " t u - ' 1 L " L L L ' U J L L U . I - > I I I I L I

das por las fucntcs clásicas, las aportaciones

de la epigrah y algunos datos suniiriistrados

por Id inve~tigd~ioa1r1q ueoiugica. ha piariteado

la existencia de una «confederación tribal))

entre los celtíberos en la que los arévacos debieron

de lugar un papel preponderante y Numancia

constituiría su capital (SALINAMS ,

1986 b. 81 ss t. Precisaniente el surgirriiento de

estd «confederación o liga), en torno a íos siglos

111-III a C. explicaría, a juicio de M Salinas,

!A? nlwlcc de dfir,t:::c~:Ón detcctx!i)c en !os

castros sorianos y la extensión de la cultura

celtibérica en el norte de ,Soria (SALI~AM S,

i9&j b 84)'

A nivel arqueológico se aprecia que, paralelamente

al inicio del proceso de abandono y

destrucción 1: casi con seguridad, al del inicio

de la segunda ocupación de los castros mencionados

anteriormente, asistimos a la eclosión

de una serie de poblados (Mapa 2). todos

ellos de nueva planta (a excepción de La Muela

de Garrdy y El Cdstiliejo de Fuerisauco), yue

comienzan su vida en estos momentos iniciales

de la Segunda Edad del Hierro y que continuarán

su proceso evolutivo durante el período

plenamente celtibérico. Tradicionalmente

estos poblados han sido asimilados al

mundo castreño. pero responden a unas concepciones

urbanísticas, de emplazamiento, de

ajuar material. e incluso de tortificación, diterentes.

El caso más claro es El Castillejo de

Arévalo de la Sicrra. En primer lugar, dificre el

propio emplazamiento sobre una pequeña

muela en zona bastante llana, Iiecho que tainbién

se da en ILa Torrecilla de Valdeleña E1 sistema

defensivo tambien introduce novedades

en algunos casos, terraplén de violento plano

inclinado, construido con picdras clavadas a

tizón junto al lienzo exterior dc la muralla que

rodea totalmente el poblado (Arévalo) o, en

otros, grandes arnoritorianiieritos de derrumbes

de muralla en la zona mas vulnerable de!

poblado que son indicativos de la existencia

de un torreón, muy diferente a los de Valdeavellano

de Tera (El Pico, Alto del c\renal, Carabantes,

El Collado, etc.1, como se ha comprohado

m la exravxiñn del Valladar (Castilmontán)

(ARLECUMI., A 19921 que nosotros

paralelizábamos con los arriba mencionados

QriciiiiiER, j, ,\. '"00 1 " U""" '7"

I7UU. I", UnLI IILLLI,, I . AA. jl

BLAUCOA, . 199 1 l. Aparecen, asimismo, nuevos

sistemas de organización urbana, con disposición

radial de las wvicndas (Arevalo) El ajuar

cerámico presenta una reducida gama de ceramicas

elaboradas a mano para generalizarse

el torno, siendo el tipo torneado el más abundante.

Otro elemento a tener en cuenta es que

en estos yacimientos la1 margen de La Muela

de Garray y Fuensauco quc prescntan connotaciones

especialesi no se aprecia el nivel de

destrucción que observamos en los castros

En función de todas estds variables dbogamos

por su no inclusión dentro de lo que hemos

detinido como cultura castrena soriana, a

pesar de que existen algunos elementos comunes.

Este hecho nos lleva a atribuir estos yacimientos

al grupo arévaco en su expansión hdcia

las tierras ceptentrinnal~s kln n h s t a n t ~ ,

preciso matizar que, a falta de una seriación

estratigráfica comprobada, se trata de una hipótesis

que Í~dbrA de curiilriiiaise eii ei Íukiiü,

al mismo tiempo que, obviamente, no todas

estas ocupaciones han de tener exactamente

la misma cronología, ya que puede tratarse de

un proceso paulatino de penetración. Es precisamente

en este período, según Taracena y

Bosch Gimpera, cuando los cirévacos portadores

de la entonces llamada «cultura posthallctSttica

» (TARACENAB, 1929:24-27; BOSLH, P

1979: 822 ss.) desplazarían a los peiendones

de la región de Numancia. Resulta muy difícil

explicar las causas de este [eiiórrierio de expansión,

aunque indudablemente creemos

que puede tener connotaciones políticas,

económicas, demográficas, bélicas, etc

Todo ello rius IIwd d una nueva fase en estos

territorios que conduce a la celtiberización.

entendida ésta a nivel de cultura material

Mientras que en los castros. como ya hemos

visto, csta fase supone una irrupción

violenta y una ruptura desde el punto de vista

cultural; en los poblados que acabamos de

mencionar supone una evolución continuada

cn !a yEn re ~ener~! iz!3z c eramica torneada y

la metalurgia del hierro

El apogeo de esta cultura, entendida en un

sentido muy global (político, cullurdl y sucioeconómico)

debió centrarsc en los siglos 111-11

a. C., hecho iorriúiirrierite admitido Este es el

monierito en el que proliferan una serie de

asentamientos que hemos dado en llamar poblados

celtibéricos [Mapn 3) Ida falta, una vez

más, de excavaciones rigurosas no nos permite

establecer una seriación en la ocupación de

los citados poblados, muchos de ellos debieron

de estar ocupados no sólo en época prerromana,

sino también romana y tardorromana

Fs más, en bastantes de ellos se encuentran

materiales de época medieval, lo

cual no quiere decir necesariamente que estuviesen

ocupados durante estc período, pcro

sí ser objeto de sucesivas <cvisitas».

Antes de p a w a analizar las características

de estos asentamientos preferimos hacer

una nueva matización terminoiógica. A estos

I p ü ~ ; a ~ ücecli ib&icosj,, tanbien tiadiciono!-

mente sc Ics ha denominado castros. Nos parece

correcta dicha acepción si se utiliza en

sentido estricto y de acuerdo coi1 la detinición

que proponíamos en el presente trabajo. Desgraciadamente

no ha ocurrido así en la mayoría

dc los casos, con lo que se ha creado un

clima de confusión hablándose indistintaniente.

de castros sin especificar a qiié facies

cultural nos estamos refiriendo en cada caso.

Este hecho ha fdvorecido que se haya llegado

a pensar que los castros de la Primera Edad

del Hierro (cultura castreña soriana) tienen su

Contribución al estudio de los pueblos prerromanos del alto Duero: pelendones 4 1

-

coritiriuacion, sin iriterrupcion alguna, en los

castros de la Segunda Edad del Hierro (castros

o poblados de inicios de la Segunda

Edad del Hierro y castros celtibéricos), interpretación

ésta incorrecta, como hemos expuesto

con sólidns argumentos en párrafos

anteriores. El hábitat castril no es propio de

un grupo u otro. aunque si presenta connotaciones

difeierites cüiriü iieriius ubservddo, y

tanto pelendones como avévacos utilizaron este

tipo de hábitat. Sin embargo, ello no significa

que deba confundirse la cultura castreíia sorima

(p~l~~docwons )l os castros de inicios de

la Segunda Edad del Hierro y sus continuadores,

sin interriipción, de época celtibérica (de

filiación cultural arévaca).

Durante la etapa celtibérica los poblados

se emplazan en una gama muy variada de lugares,

aunque siempre son de fácil defensa y

dominan visualmente una amplia zona. cerros,

muelas, espolones, etc. Si seguimos a los autores

de la antiguedad, observamos que éstos

llegan a distinguir hasta tres tipos de hábitats

difcrcntes la ciudad, la aldea y el castillo. En

cualquier caso, esta jerarquización -si es que

existió tal- de los asentamientos, resulta de

muy difícil confirmación arqueológica.

En primer lugar, como ya hemos referido,

se ocupan algunos de los castros (Mapa 3). como

es el de La Virgen del Castillo de El Royo,

ci Cdb~eidt de Sdii Feiices, Cerro de Cdsrro de

Cuevas de Soria, Los Castillejos de Gallinero,

El Castillelo de Valloria, etc., en los que se

mantiene el mismo sistema o sistemas defens

i v o~(m uralla de dos paramentos, anillos de

piedras hincadas en algunos casos..), \unto a

casas de planta rectangular y con cimentación

de mampostería (El Royo).

Por otro lado, continúan su evolución los

yacimientos que habían iniciado sil vida a coinienzos

de la Segurida Eddd del Hierro (El

Castillo de Arévalo de la Sierra, Alto del Arenal

de Sal Leo~iardod e Yagüe, El Pico de Cabrejas

del Pinar, Los Castellares de El Collado.

etc.) con las caracteristicas ya referidas en

cuanto a fortificación (muralla, anillo de piedras

hincadas, en algunos yacimientos, torreón

en la zona más vulnerable.) aunque el

ajuar cerámico es de fábrica completamente

celtibérica.

En esta fase surgen, asimismo nuevos

asentamientos caracterizados por su extcnsión

reducida, emplazamiento de menor altitud

y fortificdciones. La muralla de mampostería

ofrece ligeras variantes, puesto que en el

caso comprobado de Los Castellares de Suellacabras

presenta paramentos múltiples, hecho

que también se observa en Los Castejones

de Caltañazor, que había iniciado su vida

con anterioridad. Asimismo, en las zonas más

vulnerables del poblado, refuerzan la muralla

pudiéndose apreciar un gran amontonamiento

de derrumbes que, sin duda, corresponden

cuando menos a un torreón, tal es el caso de

Oi~ieñdmq, ue preseritd paralelos con El Co-

Ilarizo, El Pico, Alto del Arenal, entre otros. De

nuevo, insistimos, en que la falta de trabajos

arqueológicos de excavación no nos permiten

precisar el momento o momentos de erección

de tales obras. Las defensas se completan con

la construcción de autenticos fosos que, a difcrcncia

de los rncncionados para algunos

castros en los que aparecen muy difusos, se

rcalizan cortando la roca base en vertical (Carbonera

de Frentes, Omeñaca, Los Castillares

de Sueilacabras, erc.~i.u o obstante, exis[en algunos

ejemplos en los cuales no se detecta, a

simple vista, ningún tipo de fortificación o

amurallamiento, tal es el caso de Rabariera del

Campo o Cerro de San Sebastián. En todos

estos yacimientos los materiales más antiguos

son plenamente celtibéricos.

Finalmente encontramos el gran núcleo de

Numancia, que dcbido a la amplia superficie

que alcanza, a diferencia del reducido tamaño

de los poblados celtibericos anteriores se ha

considerado como autentica ciudad. Las casas

se organizan en reticula y la ciudad es circundada,

al poniente, por una calle que corre

paralela a la muralla. La ocupación de NuloséA:

berto Bachilier Ci! / Manuel E Ramírtz S~ancnez

- --

mancia se remonta al menos al siglo 111-11 a. C

con un posible corto período de interrupción

tras el 133 a. C., para continuar desde el siglo l

a. C. liasta époia iriedieval. Por taiilo, la ocupación

más continuada es de época romana

De la etapa celtibérica habría quedado el trazado

originario que estaría por debajo del romano

y con el que coincidiría en gran medida.

Esie Lipo de urdeiidiióii respuride d iiiilueiicias

foráneas griegas y romanas [IIMENO, A,

FERNANDj El.,Z R,E VILLA, M L l9YO:lY-'ll]

Al igual que Numancia, muchos otros núcleos

permanecen habitados en epoca romana

(Mapa 3) e, incluso, en tiempos medievales

y posteriores En el mapa correspondiente

sólo reflejdmos aquellos yacirriieritos eii los

cuales aparecen hallazgns romanos, pero hay

que tener en cuenta que bastantes poblados

celtibéricos permanecen ocüpados durante

este período.

Aparecen vestigios ron-,anos en algunos

castros, muy pocos en relación cor~e l cómputo

global de los mismos.Virgen del Castillo de

El Royo (TARKENA, B. 1929.6-7, 1941 145-146.

Fino4 J 1 1979 a, h), El Castelar de San Felices

(TAIWC~NAB, 1941 : 147- 148; ROM~AO,E

199 1 : 1081, Las Espinillas de Valdeavellano de

Tera (TAR~CLUA, B 1929 10-1 1 , 1941 :I66-1671,

El Castillejo de Lansosto (TARACLN/BI, 19297-

8, 194 1 :9 1 1, El Castro de Cuevas de Soria (TAI

IAC~ I \HD, iY4i:39i U ti Cdsiillu de Sorid que

planteamos con interrogante por el hecho de

no esiar demostrado que se trate de un verdadero

castro [GONZALEZS IMANC1A9S27 )

En todos ellos aparece tema sigillata hispánica

tardía, atestipuandose las hrniac Drae37

(El Royo, San Felicesl y formas 4 y 8 (El Castelar

de San Felices), ceránlica común (El Castelar

de San relicec, Langosta, Cuccas dc Soriai,

vidrio y bronce muy deformado ILangosto). lucerrids

(Vdkkavelldli~S, m Felices), dlgurias

monedas (\/áldeavellaiio) y tcguiur (Sdn Felicesi.

Todo ello evidericld la pieseniia de gentes en

estos yacimientos fundamentalmente durante

el tialo Imperio.

Asirriisrrio, dpareceri iialia~gos simiiares

en los poblados ocupados a inicios de la Segunda

Edad del Hierro y que alcanzan la cel-

~iberi~acióTna l es el caso de Torre Beteta

(ROMERO, F 1991:443) que presenta problemas

de adscripción de los materiales, tl

Castillejo de Garray (TARAcENB~. 1, 94 1 :67-83;

SCHULThE N1 943:177).C astillo Billido (LUCAS

HER~ÁNU1E9Z77 75-42) y El Castiiielo úe

Fuensauco (BACHILLER1 , A 1984.96). aparte

del mencionado en La Muela de Garray (Numancia).

Por último, como puede observarse en el

Mapa 3, son varios los poblddos celtibéricos

que presentan vestigios romanos, normaimente

se trata de ierm siyilluta hispánica tardía,

en la mayoría r k los casos. cerámica comiin y

restos epigráficos No siempre resulta fácil la

atribución de estos últimos a un determinado

vacimiento puesto que aparecen formando

parte de otras fábricas (ermitas o iglesias),

principalmente los halla7gos epigráficos, de

ahí que planteemos su interrogante, al margen

de otros casos poco claros.

La ocupación de la mayoría de estos yacimientos

eri epoca rriedievdi y posterior queda

puesta de manifiesto por los hallazgos visigodos

en El Royo, San Felices, Castillo de Oceni-

Ila, Los Castellares de Suellacabras (donde

existe una necrópolis visigodai etc. y, además,

por Id diiiidiiúii d e iuiidlc~il~~~ ~ e d i e vedlil e ~

El Castillo de Soria y Torre Beteta.

NO queremos finalizar sin antes hacer una

breve referencia a la existencia de ermitas y lugares

de culto cristiano5 r n estos emplazamientos.

Tanto en el interior del recinto como

en sus proximidades siielen aparecer este tipo

de edificaciones: E! Royo (Ermita de la L'irgcn

del Castillo), Zarranzano [Ermita de la

Magdalena). El Castro de Cuevas de Soria (EriiiiLa

de San Cristóbal), Vizmanos [Ermita de

Virgeri de Ayusoi, Los Castilleps de Cubo de

La Solana, etc. El porcentaje de este tipo de

iranifestaciones sobre el total de empla7amientos

es rruy elevado

Contribución al estudio de los pueblos prerromanos del alto Duero. pelendones 4 3

La documentación epigráfica: Gentilitates

I,a epigrafía ha aportado también interesantes

datos a los quc sc ha acudido cn numerosas

ocasiones a fin de lograr el ecclarccimiento de

la estructura sociopolítica de los celtíberos

Durante un ticmpo se ha mantenido vigente

las tesis de A Tovar y J Maliiqirer, según las

cuales las gentilidades correspondieron en un

principio únicamente a los pueblos dc las primeras

oleadas indoeuropeas [entre los que se

encoritrabaii los peleridones) y conservaron

su tradición durante largo tiempo debido a

que estas poblaciones tueron arrinconadas a

1 _ _ .-

I ~ cJ ~ t ~ i b a c i ~ü~~~~ue~~ti afiuPbadrdb i.m Ueíe~isores

de esta interpretación. cuando las poblaciones

celtibéricas someten a estas poblaciones,

adquieren la organización gentilicia. lo

que permitiría explicar cómo el sistema de

gentilidades se manifestó en algunos pucblos

celtibéricos, mientras en otros parece que

nunca llegó a implantarse (TOVARA . 1967: 232

ss: MAI i i n i i E R . ! 1954. 14 r r l

M. Salinas, sin embaigo, se rriuesLrd coiitrario

a estas conclusiones y mantiene que las

gentilitates deben hacerse extensivas a todos

los pueblos celtibéricos en cuanto miembros

de una «liga» o ((confederación tribal» y no

únicamente a aquellos que sojuzgaron a pueblos

indoeuropeos anteriores (caso de los

arévacos con los pelendones) toniando de éstos

su estructura gentilicia (SALINAI\4S ,1 986

b:36-38). Ello vendría corroborado, a iiiicio de

Sdlirias, por dos hechos fundamentales la

existencia de un mayor número de inscripciones

celtibéricas con referencia a gentilitates en

Id Ceiiiberid üicerior que en ia Citerior, por un

lado. y la mayor proporción de gentilitates en las

ciudades que las fuentes citan romo u r i v u ~ u s

(Clunia, Uxama Segontial frente a aquellos

núcleos mas cercanos a los pelendoi~esI Numantia

y curso alto del Duero), por otro. De este

modo, balinas niega que se pueda seguir

manteniendo la tesis según la cual las gentili-

YaYec fuorcn intrducidx en l:! Ccltiberiu tras

la restitución de fronteras que benefició a los

pelendones, una vez destruida niumancia en

el 133 a C (SALINMA.S 1,9 86 b.70)

A nuestro juicio este planteamiento de M.

Salinas, si bien introduce una intcresantc

p~rspectivad entro d~ la problemática de las

gei~tilitatesn, o toma en su justa consideración

que los emplazamientos y núcleos urbanos situados

en el norte de la provincia del Duero

adolecen dc una tradición invcctigadora y son

muchas las lagunas existentes en cuanto a su

conocimiento, por no hablar de la dispersión

del hábitat existente en esta zona de la Meseta,

de la que el propio Estrabón se hace eco

íEsrri~muiui,i i , 4 , i 3).

Así, se ha destacado comúnmente en las

inscripciones halladas en la provincia de Soria

una diferenciación entre geritilicios en -um y

entre aquellos que lo hacen en -o(n). En opinión

dc M L Albcrtos csta distinción cxplicaria

ia existencia de diferencias lingüísticas entre

pc./erzdones y arivacos y demás pucblos afincs

!.~.LBERTMO. L~. ,! 975:24!. 4. !¡meno acepta est

d C~~ I I C I U L ~ O I I ~ S de M. L. Albertos en SU estudio

sobre la epigrafía soriana, aportando interesantes

datos cuaiititativos: la existencia de

un predominio de los gentilicios indígenas en

- u u ~ (20 de un total de 351 frente a la menor

proporción de gentilicios en -o(!?)( 9e n un total

de 351, y un escaso número de gentilicios romanizados

en -0ruul.1 (únicamente 2 casos) (11-

MENO, A 1980 254-2551.

Precisamente basándose en el estudio de

un conjunto de estelas procedentes de los Valles

del Cidacos y Linares, U. Espinosa ha planteado.

recientemente la posibilidad de que el

grupo ae población de esrs. zona gcogránca no

fuese pelendón -pese a lo que comúnmente

se tia veriido rriantenierido- sino un pueblo rio

céltico, «reducto perviviente del iberismo~y, de

nombre desconocido (ESPINOSA, U. 1992:906

SS ) No cabe duda de que la tesis de U. Espinosa

es atrayente por cuanto introduce una nueva

línea de discusión en el estudio, siempre prob!

crit5ticc, dc ! x pb!zcioncs dc !a zona noitc

de la provincia de Soria Sin embargo, consideramos

que algunos de sus planteamientos, dcrivados

de una incorrecta interpretación de la

cultura castreña soriaiia, sor1 discutibles Por

otra parte, las estelas de lo que él denomina

como <grupo unitario epigráfico en tierra de

Yanguasx carecen, como el mismo reconoce, de

contexto arqueológico y creemos que ello es ya

de por sí un elemerito niás que suficiente pard

plantear las hipótesis de trabajo con suma cautela6

A nuestro juicio, los argumentos expuestos

por Espinosa, para quien las estelas no pro-

NOTAS

I WTTEU3ERC, F. 1963 La5 CeYamICIIS indigenai de Nunzontia

BPH. IV Madrid Iden 1987 Excabaiion~se íi kurnancia

Cinrnyana dz 1903 Monografias del hliisco Hrqueológico

d c V1all~dolid5, Val adolid

2 Respecto a la cronología defendida por C Aloiiso.

iiqiii~ndnla < t ~c ide Rnirh G~ r n p e r ap ar? cl estiblecimiento

de los pelendones en la altimeseta soriand,

ya se lid e x u r t d u en uLru Iugd7 yiuebLro~p inión

respecto a la excesiva ele.~ación de a fecha

ha5t;i e s VIII-VI[ a C ¡BACHILLI EAR .1 992 14)

3 En relación a los :res mapas que preseiitzmos es

necesario señalar cpe conocemos la exis;encia de

algunos yacinientos nác, slgunos de ellos estjn

iiendo ritiidiados por niiestro rnmpañrrn y amigo

Rrnando Morales quien amablcmcnte nos ?a comunicado

su existencia tstas yacimientos no han

sido incluidos e r os me i c i ~ ~ i a d omsa pas ya que

dada la perspec:iva diacronica cor que henos enfo

ccdo este análisis. hasta tanto no concluya el estudio

no conoceremos las diversss fases de ucupación

de los mismos Este mismo hecho se produce

con algunos otros poblados de la vertiente del Eo:o,

para los c ~ a l e fsa lta un estudio exhausti~oq ue establezca

la seriaci5n de materiales ) su adscripción a

los diferentes períodos

1 Una de las últimas aportaciories sobrc la discusión

de estos aspectos la constiruye el estud o de F Buri-

Ilo dedicado al origen de los celtíberoi, en el que re-

]osé Alberto BaLhilierGiI Manuel E Ramirez Siliz~hez

ccdcn de una. oficiiza lapidaria sino que evidenciarían

la existencia de unas gentes social

y cul~urdlriierite honiogéiieds rio sor1 lo suficientemente

sólidos como para descartar definiti~

amente esta hipótesis Sobre este particular

J Gomez-Pantola parece defender el

planteamiento de que balo la aparente

Iiorriogeiieiddd fornidi y dKordt1vd de Id5 estelas

de i'anguas no se encierre más que la produccion

de una oficina Iapidaria (GOMEZ-PANTOI~

1 19929181

coge las diversas explicaciones qLe sobre este particu

ar se han venida sucediendo e l los últimos anos

adpmas dc sistematizar la nformacion arqiienlogira

proccdcntc dc las cistintas árczs dc la Ccltibcria

que pueda arrclar sclucioiies a este respecto IBLIRIi

n F 087) -- -

5 Por su parte. C Fatás ha manifestado los inconveriierites

que ~ h r i ~ Ied du ~ilizdciürid el ti.rrnino «tribu»

por 1;s connotac!ones políticas que éste lleva consigo

¡FATA~G, 1 Y81 2 121 y ha preferido p antear la existencia

de Lna <syqmalíau o gkoinoiia, como instancias

polít co-jurídicas ). militares de decisión conluntas

entre los celtíberos, en ~ c zde crnplcur cl

t~r rni iod r ac~ifi.dnraciónt ribal» (FATÁ;, Ci 19871

6 12e:ien:ements 1 Córner-Pantola ha puesto de manifiesto

los riesgos que implica relacionar unos restos

epigráficos carentes de contexto arqueológico con

1s existencia ae un determ nado asentamiento, además

de seialar ilustrativamente hasta que punto es

eriúiico considsrai- que el lugar donde se dor~menta

el hallazgo de un epígrafe es precisamente el enclave

oiigiiiaiiu de la iiiscripiiüii (GÓIAEZ-PANT1 CIA,

19891 Contrasta esta opinión, mecissniente. con la

argumentacion expuesta por U Espinosa. para

quien las estelas por él estudiadas rrio han via ado

mucho dcsdc sus emplazzmientos originariosu, pese

a reconocer que desccnoce su procedencia exacta

E S P I R CU ~1~99.2 904)

Co i i t ~ i l i u c i o rdi l esLuCIio d e lus uueblos urer roi r idi ios d e l dilo Duero ueler iJor ies 45

-

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Cisterna Ibérico nueLas perspectivas. Actas de' 11

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