VEGUETA, Número O, mayo 1992, (11-231

-

Hábitat y urbanismo en

el sector orien tal de la

meseta norte durante el

primer milenio antes

* Profesor Titular de Prehistoria.

Departamento d e Ciencias Históricas. Universidad de Las

de Gran Canaria.

Palmas

12 loséAlberto Bachiller Gil

E ste estudio tiene por objeto hacer una

puesta al día de los avances que la investigación

ha logrado en los últimos años Abarcaremos

el análisis del poblamiento durante el

primer milenio antes de Cristo pero, solamente,

hasta la llegada de Roma a estos territorios.

Nuestra intención es la de ofrecer una visión

clara sobre el hábitat en la provincia de

Soria en este periodo, incidiendo especialmente

en los aspectos relativos a lugar de habitacióri,

tipos de vivieridas, sistemas defensivos,

factores económicos, modos de vida,

lugares de enterramiento. etc, dejando a un

id&, duIique 5i1i uliiiiirius totalmente, aspectos

tales como el ajuar material de las diversas

etapas que, siempre, han recibido una mayor

atención por parte de los diversos investigadores.

La etapa final del bronce

La fase final del Bronce sigue siendo, en la actm!

idd, un= de !os r;.,mwntcx pm: c~:,ocidos

de este territorio en cuanto a urbanismo

se refiere. Sólo unos pocos hallazgos permiten

vincular a este periodo a algunos yacimientos

Al igual que en el resto de la Meseta continúa

el hábitat al aire libre y en cueva: abrigos rocosos

sobre el río Talegones en Calatañazor,

Cueva del Asno, Riba de Escalote, Castilvieio

de Yuba, La Barbolla o Arcos de lalón.

Es, precisamente, esta escasez de hallazgos

la que ha llevado a algunos autores a afirmar

que durante la etapa del Bronce Final

existió en la provincia una muy baja densidad

de población, posiblemente debida a aspectos

climaticos (TARACENA, B I 94 1 a, 1 1 ) O a tactores

geoiógicos (]ihKNo, A 1984, 25-50).

A este mismo período parecen corresponder

una serie dc hallazgos de bronce tanto

sueltos como formando depósito (Beratón,

San Pedro Maririqiie. C(waletia. Langa de

Duero), que atestigiian el comercio de este

metal en nuestra comarca o a través de ella.

E: h a ; de esta etapa i8Gí3-7VíI a.c.) es, idilibién,

muy oscuro por lo que respecta al conocimiento

que de ella tenemos. Dos manifestaciones

tardías marcarían el paso a la la Edad

del Hierro: el dephito de Oceriilid y la estatua-

menhir de Villar del Ala.

Sobre la primera de ellas, cabe mencionar,

además de su dudosa procedencia provincial,

que pueden ser manufacturas muy tardías de

la Edad del Bronce o de inicios de la la Edad

del Hierro.

Por lo que respecta al segundo de los hallazgos,

la estatua-menhir de Villar del Ala, po

demos decir que, en caso de aceptarse su datación

850-725 aC constituiría una maniÍesración

anacronica, caduca ya desde cinco

siglos atrás IFERNANDFJZ ,1 985.80)

Quizá en estas fechas, aunque desconocemos

tanto su adscripción cultural como su datación.

haya que situar el reciente descubrimiento

de una cabaña en Fuerisaiiro qiie.

indudablemente. debe informar sobre la transición

del Bronce Final al Hierro en esta coi

i iai La.

Primera edad del hierro

Posiblemente hacia estas fechas pueda observarse

el inicio de la I? Edad del Hierro en

la zona 1725-700 a.c.) con la llcgada de los

primeros «influjos>, muy diluidos, de aCampos

de Urnas) desde el Valle del Ebro. La primera

matización que cabe hacer PS la relativa

a la propia terminología de Campos de Urnas,

reiteradas veces puesta en tela de juicio

(BACIIILLLJR. A, . 1986: 359, ÍDEM 1987a. 77.

íDEM 198713. 7) y que quizá no sea la más

adecuada A este respecto Almagro Gorbea

rechaza para la Meseta el uso de términos como

uinflujos~o aformasu consideradas más o

menos imprecisamente «relacionadas> con

los «Campos de Urnas, (ALMAGRMO , 1990:

'32)

Si la etapa final del Bronce es mal conocida.

otro tanto cabe afirmar acerca de los inicios-

d e la Edad del Hierro en la comarca. uu~dliiee sie pcríudu u'usrrv~~rieois d iidnzamiento

del proceso de sedentarización de

Hábitat y Urbanismo en el sector oriental de la meseta norte durante el primer rnilenio antes de Cristo 13

las diversas poblaciones. En el Valle del Ebro

surgen numerosos poblados con un urbanismo

plenanierite desarrullado (Cortes de Navarra,

Cabezo de Monleón, Palermo 111-1V; Zaforas,

etc.). En el otro extremo de la Meseta

Norte se desarrolla la vida de Soto de Medini-

Ila, que ha de evolucionar durante varios siglos

Sin embargo, en nuestra comarca sólo

conocemos esta fase a través de escasos hallazgos,

especialmente cerámicos. hecho que

contrasta con la gran pujanza cultural de los

grupos próximos del Valle del Ebro

Entre los hallazgos que podemos incluir

en este periodo esta un vaso exciso procedente

de Castilvieio de Yiiba algunos fragmentos

de superficie espatulada y decoración

acanalada (ORTEG1O: 1961 : 165 fig 13; íDEM

1964: 273, Iáms. 3 a 61, además de algunos más

con baño de grafito procedentes del mismo

lugar (Riiiz ZAPATERGO. ,1 984: 184, nota 28). A

estos materiales habría que unir los vasos excisos

de Güiniarias de Goimaz y Nürnancia y

algunas formas lisas

Quizá a lo que nos enfrentamos en este

momento es más a una laguna en nuestra investigación

que a una escasa población en la

zona en este período. En este sentido, fruto de

la intensiticación de las labores de prospección

ha sido la aparición de una serie dc yacimientos

qiie f ~ c h a na partir del +$oVII a C

Se trata de los poblados de La Cororia, La Buitrera,

Alto de la Nevera y Alepud, situados en

la zona central de la provincia. Estos yacimientos

presentan rasgos peculiares que los diferencian

notablemente de los castros de la serranía,

casi completamente coetáneos. Son

poblados ubicados en pequeñas elevaciones

de zonas llanas, quizá con un mayor peso

agrícola, carecen de fortificaciones en general

y son de mayor tamaño que los castros. pero

evidenciando un modelo de hábitat más disperso.

Poseen, además. dos momentos de

ocupación, uno de la la Edad del Hierro con

una variada rcprcseriidciUri dc ccrhiicds íirids

y grafitadas, y otro de época celtibérica, faltando

Id5 cerámicas a peine (REVILLAM, a.L . y TIMENO,

A. 1990: 87- 10 1 ). Desconocemos el urbanismo

interior de los mismos, así como sus

necrópolis ya que no se han llevado a cabo

trabajos de excavación

Tradicionalmente se ha atribuido a los pelendones

la ocupación inicial de los castros

serranos. Ya en 1788, Loperráez los sitúa al

mediodía de las Sierras Distercias, basado en

las anotaciones de algunos autores clásicos,

ocupando las Sierras que hoy reciben los

nombres de Urbión, Cebollera, Oncala y Puertos

de Santa Inés y Piqueras, hasta las Sierras

de Cidoncs, siguen por Soria y se unen con las

del Moncayo (LOPERRÁEZ, l. 1978: 3).

Sin embargo, algunos investigadores han

atribuido a algunos pueblos precélticos la

cultura material de los castros, tal es el caso

de Schulten que la atribuye al pueblo ligur o

Bosch Gimpera que lo hace a grupos humanos

subsistentes del Eneolítico. Taracena

,,:,,L., -.., - ,1 ,+-,".,, ,",,,,ii,n rl-r ",A, vpi i iava yur i v ~La auva ~ i c l i iu c u y r i u v ~y v i

pueblos pastores obligados a la trashumancia

(TARACENB. A1,9 29 26). No obstante, la distribución

geográfica de los castros en una zona

serrana, que las fuentes clásicas dan como

ocupada por los pelendones, parece prestarse

a la interpretación de un determinado

caráctcr cn csta agrupación tribal. Ello conciierda

con la onininn de Rosch Gimnera SIIponiendo

a los arévdcos perietrarido con su

cultura posthallstáttica hacia- las tierras de

Numancia, hasta establecerse en el Iímitc con

los pelendones. Los arévacos sustituirían la

ruda cultura de los castros por la posthallstáttica,

de donde por evolucion surge la numantina

(TARACENB A1,9 29: 26-27).

Posteriormente, Taracena sigue manteniendo

que se trata de un pueblo de pastores

trashumantes que hacen !a ruta anual a lo largo

del Duero. por el Norte de la Cordillera Carpetana

La vida de estos pastores coincidiría

con el descrito en el Periplo de Avieno para

los bcribrdccs «~ribud grtsie y í e r u~q u e vdgd

tras los rebaños de sus numerosos ganados

14 lose Alberto Bachiller Gil

revelando una vida semejante a la de las fieras)

La imprecisión de los límites tribaies entrc

pclendones y arévacos, la coincidencia territorial

de la zona de los castros con la comarca

serrana, el supuesto carácter céltico del

sistema defcnsivo de los anillos de piedras

hincadas y, también, «céltico-posthallstáttico»

de los objetos de bronce encontrados, le Ilevan

a la conclusión de que la cultura castrcña

fue fruto tardío de las primeras oleadas célticas

en España y se deberíd a los pelendones,

tribu más tarde sometida a los arévacos que

formó con ellos la Celtiberia Ulterior. Sincrónid

id cuiiura de ¡os casiros, exrendiéndose

por el Centro y Sur de la Provincia y provincias

limítrofes, hallamos otra caracterizada por un

conjunto de necrópolis «posthallstátticas»

por ser producto de celtas venidos durante el

Hallstatt europeo y que separados del continente

la desarrollarán por sus propios medios

(TARACENB.A 1,9 33: 393-401 ; íDEM 194 1 b. 165-

!U?; ~DEM!? 54. ?Ve-'206).

Sáenz García, intentó ofrecer en 1952 una

semblanza completa de la distribución de los

diversos grupos en la comarca, situando en la

zona norte a los pelendones, ocupando el macizo

Distércico y viviendo de sus ganados; al

sur unos grupos, también pastoriles. habitarían

los páramos limítrofes con Guadalajara:

bellos. tittos v lusones: en el centro habitarían

los arévacos que, al parecer, tendrían su vida

ligada a la agricultura. Los arévacos, quizá, no

debieron utilizar fortificación castril, sus po

blados, de carácter más urbano y de mayor

volumen. se defendieron mediante murallas.

pero en ellas la estrategia no estaba contiada

exclusivamente a la eminencia del lugar

(SAENZC,. 1952) Los arévacos pertenecerían,

por su cultura, a la Segunda Edad del Hierro y

deben aparecer a partir del 400 a C en la Meseta,

según Wattemherg (WATERH~RFL . 1963:

491

Alonso Fernández eleva ostensiblemente

1 . -

ids C I Ü I ~ U ~y Uvp~ii~~d~q ~ue ¡u> ~ C ~ C I I U U I I C ~

son tardía consecuencia de una primera invasión

céltica acaecida entre los siglos VIII-VI1

a.c., que sería dominada por el grupo de los

pueblos belgas, de los que formarían parte los

arévacos, y su influencia debió extenderse al

resto de la serranía ocupada escasamente y

así, la posesión de la capital equivaldría al dominio

arévaco de todo el territorio pelendón.

De ello, el citado autor deduce que las relaciones

políticas entrc ambos pueblos se fundamentarían

en el dominio por parte del más

fuerte, aunque es posible que convivieran en

igualdad de condiciones sociales (ALONSO, C.

1969. 132-146).

Iradicionaimentc. a nivei arqueoiógico, se

han contemplado en esta etapa dos diferentes

grupos de hallazgos cronológicamente

coetáneos: los castros en el norte y las denominadas

necrópolis posthallstlítticas en el sur y línea

del Duero.

Por lo que respecta al primero de los hallazgos,

objeto de recientes revisiones, sola-

-,*+,. L"" ---- *,.L." ---." . .

i i i ~ i ii i~a~i i i i i v a iriririic;a 8 !VC pi i~cipdes

aspectos relativos al tema que nos ocupa Se

trata de poblados ubicados en lugares altamente

estratégicos y localizados en la mitad

norte provincial. Se asientan en picachos serranos

de fácil defensa, siendo su altitud media

de unos 1.200 mts., aproximadamente. Dominan

el curso de los ríos y vías naturales de

comunicación.

En las zonas más vulnerables del poblado,

no protegidas por los accidentes del terreno,

se erigen murallas dc mampostería en seco

con piedras de careo natural y tamaño mediano,

aunque en ocasiones aprovechan la afloracion

de grandes rocas que incluyen en el lienzo

de la muralla en un ahorro de esfuerzo en la

construcción. En todos los casos de la comarca

aparece un solo recinto murado, constando

su estructura de dos paramentos exteriores,

verticales n en talud, que delimitan un espacio

central relleno de materiales angulosos. El

grosor de las mismas oscila entre 2,50 y 6.50

riiis. y su diiurd uri.gi~~d>ie ~ d i ~ u ei ~d i irc4 y

4.50 mts, por el volumen de los derrumbes,

Habita1 y Urbanismo en el sector oriental de la meseta norte durante el primer rnilenio antes de Cristo 15

siendo la de menor entidad la del Alto de la

Cruz de Gallinero

Al igual que es muy variada la tipologia de

los emplazamientos también lo suele ser la

configuración de los recintos, dando como resultado

plantas anulares (Castilfrío)t, riangulares,

trapeciales (Taniñe, único que lleva su muralla

a hac;e d~ grand~qa ngiiloql, ovales lAlto ~ ~ ~-

de la Cruz de Gallinero), etc

En pocos casos se documentan las pueridS

de al i ,=¡.iOi. de e>tos i.ecir,toc, Sr

ha indicado su existencia para los castros de

Valdeavellano de Tera, Hinojosa o El Royo. El

caso más claro de ubicación de puertas de acceso

lo proporciona, por ahora, Los Castillejos

de Cubo de la Solana, aunque es difícil afirmar

si pertenecen a este momento o a la ocupación

posterior celtibérica (BACIIILLJE. RA,.

1987~1:1 , fig. 5-101

La defensa de estos recintos pudo reforzarse

con la erección de torres adosadas al

lienzo exterior de la mriralla, como parece

apreciarse en Valdeavellano de Tera (RUIZZ APATERO,

G. 1977: 85-88).

Asimismo, en algunos castros ITaniñe,

Castilfrío, Cdstillejos de Gallinero, Hinoiosa,

I .aneo<tn. Vald~avellano. etc) existen anillos

de piedras hincadas. que se sitúan trente al

lienzo exterior de la muralla. Su misión consis-

+:":-. -.- :-..-A:" 1-- fw-nt71n- Gn;

L l l l C I L I I LllLpLull ,Vd U L U y U L a L I " I I L U I L < J .-y1

dos de la caballería. Según Almagro Gorbea,

los caballos de frisia son un elemento que sóio

pudo haberse introducido y generaiizaao

tras el previo desarrollo y generalización de la

caballería y de su consiguiente aplicación a

las tácticas militares, lo que está en relación

con la existencia de élites ecuestres atestiguadas

en los aluares funerarios dc las necrópolis

meridionales de la provincia (ALMAGRMO.,

1990 42) En este sentido. el caballo doméstico

está presente en la Mcseta Nortc con antcrioridad

al rito c l l~a i ncineración y a partir del

siglo VI1 asistimos al surgimiento de auténticos

jinetes. El caballo está presente en los ritos

funerarios ocupando un lugar destacado

en la esfera ideológica. Quizá, la confluencia

de aportes continentales y mediterráneos potenciaron

las técnicas de equitaci6n. el mejor

maneio del caballo y su aplicación a la guerra

(Lucns, Ma. R. y RUBIO, 1. 1990: 440-4441.

Al margen de estos sistemas defensivos,

se ha señalado la existencia de algunas ligeras

depresiones que se han interpretado como

fosos, aunque ya se apuntó la posibilidad de

que pudiera tratarse de falsos fosos fruto de la

-..L ---- :z.. A,. --&-.,:-l,.- -- I T a n n

C A L L ~ L C L V I L uc L I L ~ L C L L ~G L~ L G ~ LVL iaa (i.-i--

CENA, B. 1941a: 51-53)

Respecto al urbanismo interior, la idea tradicional

era que, en los más antiguos al menos,

las viviendas estarían constituidas por simples

cabañas (TARACENB.A 1,9 4 1 a: 141, en tanto que

las construcciones de mampostería comenzarían

a utilizarse en un momento posterior.

Los últimos trabajos de investigación arqueológica

han dado como resultado la aparición

de varias plantas de habitación de mampostería,

predominando las rectariguldres,

aunque en el castro del Zarranzano se documenta

una circular quc convivc con otras rcctangulares.

También se ha insinuado la posibilidad

de la existencia de plantas circulares en

Valdeavellano [ROMEKOE. 1984a: 189-2 10).

Btas construcciones poseen un zócalo de

piedra y alzado de los muros en adobe. La terhi

imh~nrl ohií\ A n rnnctrivircn 3 h3cn rln rin

L , , U L . L U L L L.b"L.., UL L " A . U L L U . L . , L -,-U- u.. .S

entramado dc ramajc recubierto de barro. En

el interior se documenta el hogar y, en algunos

casos, vasares, siendo ei piso de arciila endurecida.

En el interior de las casas las paredes

pudieron llevar un enlucido de barro (Cubo de

la Solana)

La disposición general de las viviendas en

cl interior de los poblados no es prácticamente

desconocida, pues faltan excavaciones de

conjunto. Sería preciso iniciar trabajos más

cxtcnsos y cn poblados quc no poscan una

ocupación celtibérica posterior, tratando de

determinar los sistemas defensivos y urbanísticos

correspondientes a este momento de

habitación.

16 loséAlberto Bachiller Gil

I,os pobladores de estos recintos siguen

practicando la metalurgia del bronce, como lo

atestigua el hallazgo cn el castro de El Royo

de un horno de fundición y un lote de moldes

de arcilla (EIROAJ. ,J. 1981).L a mayoría de los

hallazgos, fíbulas, botones, aguias, etc., son

también de bronce, en tanto que el hierro es

un elemento minoritario.

La aparición en Castilfrío de la Sierra de

un lote de pondera podría indicar la ubicación

en este lugar de un telar, documentando la actividad

textil.

La actividad fundamental de estos grupos

serfu !a gunaderlu, u juzgo: pur los restos

óseos hallados y por los territorios en que se

asientan en plena zona serrana. Taracena afirmaba

que eran pueblos pastores de obligada

trashumancia. Sin embargo, aunque esto pudiera

ser así en los momentos iniciales. la aparición

de casas de mampostería y la erección

de enormes obras defensivas, que exigen un

gran esfuerzo comiinal, no parecen confirmar

esta tesis, ya que no resulta coherente, en la

mayoría de los casos, realizar tal esfuerzo para

habitar estos lugares en época priniavera-verano

para luego abandonarlos a su suerte

hasta la próxima campaña. Por ello creemos

que, la mayor parte de estos poblados, son lugares

de habitación permanente en los que la

ganadería es su principal actividad.

En zonas más llanas, donde la aparición

de molinos es más frecuente, es posible que

exista una agricultura complementaria

La dieta alimentaria se completaría con la

caza (cérvidos y suidos) e, incluso, la recolección

de hitos silvestres Eii minas iiuviaies

podría practicarse la pesca, no documentada

arqueológicamente, y con toda seguridad la

recolección de almeja de río (Anodonta Cignaea),

hecho comprobado en Los Castillejos

de Cubo de la Solana.

La cronología de esta ocupación, cuyo final

veremos más adelante, abarca los siglos

V!-!\/ a.c. y está siendo confirmudu pur !as da

taciones absolutas, 530 a.c. para El Royo (EL

ROA, J J. l980), 460 y dos dataciones del 430

a.c. para el castro del Zarranzano (ROMERO, E

1984a: 197)

Por lo que respecta al segundo de los hallazgos,

las unecrópolis posthallstátticas~s, e

trata de enterramientos de incineración en urna

que proporcionan gran cantidad de materiales,

en los que predominan los elementos

metálicos, principalmente de bronce en un

primer momento, aunque ya existen algunos

de hierro, metal que irá progresivamente aumentando

su presencia y haciéndose más frecuente

conforme avanzamos en el tiempo.

Respecto a la ieriiiiliuiogía uiiiizaaa por

Bosch Gimpera, generalizada y tradicionalmente

empleada por los demás investigadores.

cabe mencionar que proviene de la tipología

hallstáttica que él observaba en muchos

de los elemcntos metálicos.

No obstante, la revisión que de algunos

matcriales metálicos se ha llevado a cabo (Alma!

uez! tiende u o!wur !as fechx ha& fines

del siglo VI1 a.c. A pesar de que es dificil precisar

una cronología basada en el estudio tipológico

de los objetos metalicos, ya que la mayoría

tienen una larga pe~ivencias. in embargo,

es palpable la tendencia en la actualidad a

elevar sensiblemente la cronología para los

inicios de estas necrópolis y ampliar su vida a

todo el siglo VI1 a.c. Esta tendencia no sólo se

manifiesta para las necrópolis sorianas (Almahez,

Alpanseque. La Mercadera) sino que

también se produce en la vecina provincia de

Guadalajara. Ello quiere decir que serían, en

buena parte, coetáneas a los castros de la collldKd

serrana y a los pobiaaos de ia zona

centro que hemos mencionado, no siendo por

lo tanto posteriores a la [!Edad del Hierro,

aun cuando algunas de ellas. debido a su larga

pervivencia sí rebasen este período.

La revisión que modernamente se ha r w l i -

zado de la cultura hallstáttica no aconseja la

continuidad en la utilización del térrnino

hu!!stjttico ni pocthailst6t:ico para esta zona.

En este sentido, estamos de acuerdo con la

HdbiLat v Urbariismo eri el sector orieri~adl e la meseta riorte durante el urimer niilenio antes de Cristo 17

opinión de Almagro Gorbea para quien estas

necrópolis del Alto Duero-Alto lalón reflejan

un ambiente cultura¡ distinto a íos Campos ue

Urnas. Estas necrópolis constituyen la fase

inicial de las necrópolis celtibéricas, denominación

más adecuada dada su unidad cultural

y su perduración hasta época avanzada Esta

denominación de (tceltibéricasu. que en ocasiones

sólo se ha aplicado a las fases más

avanzadas, es preferible a la de posthallstátti- --- I A . r r n r n r i h d innn 7 ~ )

LUJ , ' ' L , V L n u i w , ,vi. i 77". 2,).

Lógicamente si existen cstas necrópolis

deben, indudablemente, existir sus correspondientes

poblados. Si por el momento, en

nuestra provincia, esta asociación está insuficientemente

documentada debe ser producto

de una laguna en las prospecciones. El hallazgo

de un poblado y, junto a él, su necrópolis

e n e1 yarirni~ntor l F~1 V alladar p i i ~ rwl ~r i liistrativo

de la existencia de estas asocidciones

(BACHILLER, J A. BLANCO, A 1991 )

Otro poblado de singular interés es el de

los Altos de Fuentepiniila. Este yacimiento

no presenta fortificación alguna, proporcionando

numerosos fragmentos cerámicos

elaborados a mano, algunos fragmentos de

bronce y diversos molinos amigdaloides

Junto a él existe un yacimiento celtibérico,

pudiéndose observar la sustitución del uno

por el otro. No muy lejos de ellos. ya en la

Sierra de Andaluz, al norte del pueblo, se emplaza

otro poblado que pudo tener varias

ocupaciones U juzgar por los rriaterialec que

allí se encuenlrari (cerámica a mano. a peine,

celtibérica y romana), no presentando fortificación

alguna

Quizá, aunque con las lógicas reservas debido

a la escasez de datos, estos poblados

que hemos venido mencionando (Alepud, La

Corona, La Buitreta, Alto de la Nevera, Fuentepinilla).

coetáneos cronológicamente a las necrópolis,

constituyan la tase inicial en el largo

período de gestación de lo que después dará

como resultado la cultura celtibérica, fruto dc

la progresiva introducción y adaptación en estos

contextos culturales de los aportes pi-ocedentes

del área ibérica.

- iocios estos aspectos nos iiustran, también,

sobre los posibles modos de vida en la

zona centro meridional. Son emplazamientos

en cerros, pero en zonas llanas, dominando

fértiles vegas de ríos (Duero, Fuentepinilla,

etc.). Los poblados no estdri fortificados v en

su interior, además de los materiales cerárnicos

mencionados, aparecen frecuentes molin,,

m,;,A,I,:An, c l l , ,,, ;,A,,,, m ,,,,m,

L 1UJ UIIII~UUIVIUbJi LIIU L lUJ IllUULL " YLl lJUI

que el régimen económico agrícola pueda tener

un mayor peso que en los castros septentrionales,

pudiendo llegar a ser su principal

base. Por lo que respecta al urbanismo. el poblado

de Andaluz presenta diversas construcciones

rectangulares de mampostería, aun

cuando por el momento no podamos adscribirlas

con claridad a iina i i otra tapa de nciipaciiín.

Todos estos rasgos nos hacen pensar, quizá,

en un pueblo diferente al que habita los

castros En este sentido, la mayoria de los autores

coinciden en dar esta zona como habitada

por los arévacos, portadores inicialmente

de la llamada cultura posthallstáttica. Por ello,

con muchas reservas, podríamos adscribir a

este pueblo la ocupación de estos poblados y

necrópolis. en fecha temprana y en contra de

la opinión de Wattenbcrg. El hccho de que los

hallazgos arqueológicos parecen evidenciar

una continuidad de poblamiento desde fechas

tempranas hasta la aparición dc la cultura

celtibérica. nos hace inclinarnos por cronologías

más antiguas para el asentamiento de

estos griipos, pobablemente este proceso se

inicie ya a partir del siglo VI1 a.c.

La segunda edad del hierro

Resulta muy problemático fijar una fecha para

los inicios de la Segunda Edad del Hierro.

Martín Valls propone la fecha teórica del 500

3.C. para su comienzo en la Meseta Norte.

siendo cstas fechas, 500-400 a.c., un período

de gran inestabilidad política e intranquilidad

18 [osé Alberto Bachiller Gil

general (fortificación de numerosos poblados],

sin que se precisen las causas de esta

incertidumbre (MART~VNA LLS,R . 1985: 1 O9),

aunque Almagro Gorbea señala que pudo deberse,

en última instancia, a una nueva organización

socio-económica del terrilvrio e, incluso,

una previsible tendencia al aumento de la

presión demográfica (ALMAGRMO. , 1990: 42).

También, es posible que en nuestra comarca

entren en juego factores como el desarrollo y

expansión de los grupos meridionales, que diversos

autores identifican con los arévacos.

A fines del siglo V a.c. y primera mitad del

s i g ! ~!y prsbah!err.e::tc. sc pücdan f i j ~ ilo s

primeros movimientos de penetración hacia

el norte de la línea del Duero de estos grupos

meridionales, iniciando el proceso de desplazamiento

de los pobladores de los castros

(pelendones) hacia las sierras septentrionales.

Posiblemente en estas fechas o poco después

se podría situar el hecho, señalado por numerosos

autores de la nriipacifin de Niirnxnci

desplazando de ella a los pelendones.

En este momento se puede fijar el inicio

dc algunos poblados ubicados eii la mria norte,

tradicionalmente asimilados al mundo castreño.

pero que indudablemente responden a

unas concepciones urbanísticas y defensivas

muy diferentes. El caso más claro es el yacimiento

de Arévalo de la Sierra que, a nuestro

juicio corresponde a la penetración anteriormente

mencionada.

Las diferencias que presentan can los castros

de la serranía son varias. En primer lugar,

difiere el propio emplazamiento, en una zona

,, ,c. +^ 1 1 - - - -- - - l .

icloi;vaiiicillt llalla y J U U I U~ I Ip~eq ueria muela

que destaca muy poco del resto de las tierras

del entorno. El sistema defensivo también

introduce novedades, la principal estriba en

colocar piedras clavadas a tizón junto al lienzo

exterior de la muralla, quc rodea totalmente el

poblado, configurando un terraplén de violento

plano inclinado. A ello se une un nuevo sistemx

de org.nizución vrbunu que hasta e! momento

no había aparecido en la comarca. Se

trata de viviendas de mampostería de planta

rectangular que, a veces, deriva en otros tipos

(trapeciales) que ofrecen una disposición radial,

adosando la mayoría su muro posterior a

la muralla. Poseen paredes medianiles y delan

un espacio centra! cn el interior del poblado

en el que, a juzgar por el plano de Taracena

(TARACENB.A 1,9 29),t ambién existirían algunas

construcciones La cerámica quc proporciona

el yacimiento combina los ejemplares realizados

a mano cüri los torneados, mucho más

abundantes p de clara tipología celtibérica.

A esta fecha puede que pertenezcan. aunyüe

t e n ~ ~ i i~i iui uchasre servas al respecto, ios

poblados de la Pedriza de Ligos (ORTFGOT ,

1960. 129-131) y Los Castejones de Calatañazor

(TARACEBN. A1,9 29: 19, fig. 10).E n este último

observamos la aparición de una muralla

dc paramentos múltiples, similar a otras posteriores

como la de Los Castellares de Suellacabras,

aunque en el caso de Calatañazor desrmurerxos

e:: quS momento de 1a . d a del

poblado pudo erigirse.

Otro grupo de poblados, también fortificados

y. por este hecho, tradicionalmente contemplados

en la bibliografía como pertenecientes

al grupo castreño lo constituyen El Pico

de Cabrejds del Pinar, Alto del Arenal de

San Leonardo, El Collado, Collarizo dc Carabantes,

Villar del Ala v Castillo Billidn entre

otros. Su cronología, quizá, sea algo más avanzada

que la de Arévalo, pudiendo comenzar

su vida en un momento difícil de precisar pero,

posiblemente, dentro del siglo IV a.c. Una

de las razones que nos llevan a vincularlos a

este grupo es que ia inmensa mayoría de los

materiales que allí se encuentran son fragmentos

cerárnicos elaborados a torno de clara

tipología celtíbera. No obstante, existe un reducido

número de ejemplares realizados a

mano y olgiinos a torno lento. Asimismo, en

todos ellos existe un gran amontonamiento

de derrumbes en la zona más vulnerable, lo

que hace süpüí-iei id e ~ i > i e ~ lu~e iudn gran [orreón,

muy diferente a los que parecen existir

Hábitat v Urbanismo en el sector oriental de la meseta norte durante el primer mileriio aritei de Cristo 19

en Valdeavellano de Tera. En algunos de ellos

(Cabrcjas del Pinar, Collarizo. etc.) aparece el

sistema de piedras hincadas que, sin embargo,

son de niayor tamaño y aparecen más espaciadas

que en algunos castrns serranos

(Castilfrío, Castillejos de Gallinero). Este sistcma

puede que sea una adaptación del empleado

en los castros, aunque es posible que

el mal denominado «grupo de los Campos de

Urnas del Alto J a lónt~am bién conozca este tipo

defensivo. En este sentido, el poblado de

Castilviejo de Guiiosa (Guadalajara) también

lo posee, siendo frecuentemente paralelizado

con Cabrelas del Pinar (BcLLN,i vi.; UALH~IUK,. y

FERNÁNDEZ. M 1978).

Respecto al urbanismo observarnos la

existencia en El Collarizo de viviendas de

mampostería de planta rectangular, alineadas

a lo largo del cantil oriental del poblado, Ilegando,

incluso. a rebajar la roca base del yacimiento.

En Pozalmuro, aunque no podemos

U ~ L C I I I I ~aI ~qIü~éI n iomerito de !a vida dcf pa

blado corresponden, las casas aparecen alineadas

en el cantil meridional y unidas entre

sí por paredes medianiles En la zona norte

del poblado pudo existir una alineación seirieidnte

o quedar un espacio libre como ocurre

en otros poblados (BACHILL1.E AR. ,1 987~:

16-17)

Otro &mento a tener en ciiwta nora vincular

estos poblados al grupo eri expansión,

es la no existencia de un nivel de incendio que

iieliiiiite dos ocupaciones (castreña y ccltibc

rica), al igual que ocurre en los castros de la

serranía Este nivel supone la destrucción de

la primera ocupación castrena que es reemplazada

por la celtibérica. Ello quiere decir

que los poblados mencionados (El Pico ,41to

del Arenal, etc) poseen desde el inicio una

ocupación celtibérica, aun cuando los materiales

cerámicos correspondientes al primer

momento de ocupación no sean los clásicos

Posiblemente estos núcleos constituyan

avanzaciiiias fortificadas para ei coriirui UL. determinadas

zonas en relación con los pobladores

de los castros. Por otro lado, estos poblados

presentan gran similitud con El Valladar

en cl vallc del Jalón, al que ya hemos hecho

rcfcrencia anteriormente. Se trata de un

poblado. situado en el término de Somaén, y

su correspondiente necrópolis, unos 200 rrils.

al norte del poblado, en pleno barranco, y en

el terrriino de Arcos de Jalón. El poblado de

configuración muy similar a El Pico y Alto del

Arenal, posee una muralla en la zona más vulnerable

y, además. presenta una enorme acumulación

de derrumbes en una zona de la

misma, donde pudo estar emplazado un torreúii

de gian el-,ver-gadüiaL. os riiate;iaks ccrámicos

están, mayoritariamente, elaborados

a torno y son de tipología celtib8rica. aunque

también aparecen algunos realizados a mano.

La necrópolis presenta similitudes con la vecina

de Almahez y las de la zona de Guadalajara.

Las urnas aparecen junto a una gran laja de

piedra hincada y rodeada de piedras de me'

n r\r +-m. iñn 3 iii7rrgr nnr ! ^ q z h~e mes podiC]^ L V L L U I I I U I L V , Y bl.. ,>.,.

conocer sin realizar ningún tipo de excavación

Hemos localizado tres urnas correspondientes

a esta necrópolis que nos han lacililado

vecinos de ambos niunicipios, dos de ellas

elaboradas a mano y una a torno. De las elaboradas

a mano una presenla tres asas de

cinta junto al borde y fondo plano, y la otra

posee. asimismo, asa de cinta decorada con

tres líneas acanaladas. Ambas tienen superficies

pulidas. La urna elaborada a torno, típicamente

celtibérica, ofrece un baquetóri en Id

unión dcl cuello con la panza (BACHILL1. EAR. y,

BLANCOA. 199 11

iúo queremos dejar de piariiear dquí id supuesta

existencia del llamado horizonte protoarévaco

yue básicamente se define por la

aparición de cerámica a peine gr estampilladas,

al igual que ocurre con el horizonte proi

o v x c w ~rr i el Valle hledio del Duero. A nuestro

juicio, actualmente. no existe ninguna referencia

váiidd pdra establecer este horizonte

piutüai-évaco. Las ceihicac a peinc 'y' cstari,-

pilladas aparecen en contextos culturales muy

2 O losé Alberto Bacldler Gil

diversos. Ya González-Tablas señaló que la cerámica

a peine no había que considerarla como

fósil director ni de Cogotas 11 (11% Edad dcl

Hierro) ni de Sanchorreja II (Ia. Edad del Hierro)

(GONZÁLEF: ZJ., 1990: 57) Asimismo, Sacristáii

de Lmia cuestiona muy seriamente !a

existencia del horizonte protovacceo en relación

a sus fósiles directores (cerámica a peine

y estampillada) ya que, al igual que ocurre en

nuestra comarca con el horizonte protoarévaco,

no existe estrato correspondiente a este

período en ningún yacimiento (SACRISTÁDEN

LAMAl., D . 1990: 193-1971,N os inclinamos más,

csmo hcmos venido expoiiiei-ido, pvr UIM

evolución continuada en la que, en determinados

momentos, tiene cabida la adopción de

las técnicas decorativas del peine y del estampillado,

muy limitadas por lo demás, y no siendo

exclusivas de los grupos que van a alcanzar

la celtiberización en nuestra comarca.

Así pues, el panorama que se observa en

este momento es e! cigiiiente. pur un !uds. !o

calizado en la comarca meridional y extendido

por el centro con avanzadillas hacia cl norte, a

un pueblo eri exprisión portador de la cultura

celtibérica y que podemos adscribir a los

arévacos, y por otro. ocupando las serranías

septentrionales, al pueblo que habita los cast

r o ~co n una cultura material perteneciente a

la 13 Edad del Hierro y que podemos adscribir

a los pelendones. En un primer momento, es

posible, como afirma Alonso Fernández, que

convivieran más o menos en paz, con un dominio

por parte del más fuerte (el arévaco)

sobre el más débil (pelendón).

Esie equilibrio no va a aurar muci-io tiempo

Ya en el 350 a.c. se fecha el nivel de incendio

de Fuensauco, al que se superpone la ocupación

celtibérica de este poblado I R ~ML R OE ,

IYS4bi. Este mismo proceso de destrucción e

incendio se observa en todos los r ~ s t r r ~quse

luego tienen una posterior ocupación celtibérica.

El Royo, Cubo de la Solana, Castillejos de

Ya!!ir,c:a, C ~ C . Ea e! castro de 1a Viigeii dei

Castillo de El Royo esta destrucción y posterior

ocupación celtibéricd se produce en el

320 a.c. (EIROAl. ,1 . 1980).N o obstante, el final

de todos estos yacimientos puede que no sea

uniforme. Una parte de ellos son destruida y

no volvieron a ser ocupados (Castilfrio de la

Sierra, Los Castillelos de El Espino, Alto de la

Cruz de Gallinero, etc.), mientras que otros,

tras su destrucción, son ocupados por gentes

celtíberas, ya cn un momento avanzado de la

evolución de su cultura (El Royo, Cubo de la

Solana, etc.) Por tanto, se puede atribuir a este

pueblo celtíbero (arévaco, según las fuentes)

la destrucción de los castros, hecho que no se

observa en ouos pobiados a los que hemos

hecho referencia (Arévalo, El Pico de Cabreias

del Pinar, etc.).

Este momento parece significar el definitivo

proceso de expansión del grupo arévaco

por la provincia. En estas fechas del siglo IV

a.c. en adelante, observamos en las necrópolis

(SCHULWE 1969) un significativo aumento

dcl armamento de hierro qüe susiiiuye ya,

prácticamente, al de bronce. Es la época en

que estos grupos domirian la metalurgia del

hierro y con el mineral que obtienen de los veneros

del Ivloncayo (MALUQUERJ. , 1972-6 4) adquieren

un mavor dinamismo e inician un proceso

de política claramente expansiva en detrimento

del grupo norteño.

Todo ello nos lleva a iina niipva fase que,

como hemos visto, es una continuación de la

anterior y significa la Celtiberización dc todo el

territorio provincial CI apogeo de esta culturd,

cntendida en sentido global (político, cultural

y socio-económico), debió centrarse en los siglos

Ill y 11 a.c., dando la impresión de que tras

las Guerras Celtibéricas la población quedó

bastante mermada. A partir de la caída de Niimancia

en el 133 a.c. sólo algunos núcleos de

cierta importancia (Termancia) parecen haberse

mantenido en pie por algún tiempo.

Los celtíberos emplazan sus poblados en

una variada gama de lugares que. por lo gene-

[di, 5011 cie Íácii defensa: cerros, iaderas, muelas,

espigones fluviales, etc. Se han llegado a

Hábitat y Urbanismo en el sector oriental de la meseta norte durante el primer rnilenio driles de Cristo 2 1

distinguir tres tipos de poblados. la ciudad, la

aldea y el castillo. Rcsulta dificil de mantener,

por el momento, una clasificdciGri taii iigida,

no obstante sí se aprecian diversas variantes

cntre unos poblados y otros.

En primer lugar se observa la ocupación

dc los antiguos castros (El Royo, Taniñe, Casti-

Ilejos de Gallinero. Cubo de La Solana, etc.).

En ellos parecen mantenerse las tipicas dcfensas

vjstas anteriormente. murallas de

mampostería con dos paramentos exteriores,

verticales o en talud. delimitando un espacio

central relleno de materiales angiilosos, anillos

de piedras hincadas, etc, es aecir, los mismos

existentes. Las casas. a juzgar por los documentos

arqueológicos que aporta El Royo,

son de planta rectangular y de mampostería

El suelo de las mismas consta de una capa de

grava para rellenar Ins desnivdes de la roca

base 4: sobre ella, una capa de arcilla El hogar

presenta dos capas de arcilla entre las que se

inserm und corripuesia dc hag~-~-entocce rdmicos.

Este ejemplo que ofrece El Royo se documenta

en numerosos yacimientos peninsulares

cn la construcción del hogar, recientemente

se ha documentado en La Corraliza de

Rayes. aun cuando corresponde a un momento

anterior

Al margen de esta segunda ocupación de

!os castra existen una serie de pnhlarins de

nueva creación y que presentan características

muy similares. Su extensión es parecida a

la de los antiguos rastios, se asientan en lugares

de menor altitud, en la mayoría de los casos,

y se hallan también fortificados. Omeñaca,

Ontalvilla, Suellacabras, etc La muralla es

de mampostería con piedras de pequeño tamaño

y careo natural y con paramentos internos,

hecho que ya habíamos mencionado en

Los Castejones de Calatañazor y que se repite

cn Los Castellares de Suellacabras, donde las

materiales mas antiguos son celtibéricos. Estas

murallas de paramentos internos permiten

que, en caso de abrirse una brecha en la muralla,

ésta no se desplome en su totalidad. En algunos

de estos poblados (El Collado) existen

grandes engrosamientos que hacen suponer

la existencia dc un torreón. Asimismo, en aigunos

existen fosos (Ontalvilla de Frentes, Omeñaca,

etc.) que, a diferencia de los que se han

señalado para los castros, se realizan cortando

en vertical la roca en aquellas zonas más

vulnerables Esta rnstiimbre se observa en diversos

yacimientos ibéricos aragoneses (La

Tallada, Palermo, etc.).

Oiro grupo de pübladoc (Rabaneia dcl

Campo, Fuentetecha, etc.) parece, a falta de

trabajos arqueológicos, que no tuvieron muralla

alguna, al menos de mampostería. La disposición

de las casas en el interjor no es desconocida,

aunque en el caso de Rabanera del

Campo pudieron presentar una disposición

similar a la de Arévalo. En este caso las paredes

pogc:io:cj & 11s ~ y s n~~~ nnccih lp n-,i-ipcumplieran

una función defensiva.

Por último, encontramos los grandes núcleos

urbanos (Numancia, Tiermes, etc.). Poblados

que se han considerado conlo verdaderas

ciudadcs debido a la gran superficie

que ocupan a diferencia de los niericionados

antcriormente. Las casas son, asimismo,

de mampostería i r su danta rectangular o

cuadrangular, llegando incluso a formar manzanas

divididas por calles transversales que,

indudablemente, responden a una nueva concepción

dc la ordenación urbana de origen

foráneo En Tiermes se documentan habitaciones

rupcstres y exise, al parecer, U I I d~d dptación

total y un mayor acoplamiento a las características

morfológicas del terreno sobre el

que sc asienta la ciudad. No obstante, la ocupación

celtibérica de los dos yacimientos

rnericiciriadc~sa parece muy alterada debido a

las ocupaciones posteriores.

2 2 José Alberto Bachiller Gil

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