Fotoperiodismo en la Guerra del Rif (1909)
A. Sebastián Hernández Gutiérrez
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
shernandez@dact.ulpgc.es
Resumen
En 1909 España entró en guerra con
Marruecos, un conflicto armado que ha pasado
a la historia como la guerra del Rif. En el
transcurso de la misma cambiaron muchas cosas
en España, pues una población descontenta
logró derrocar a un gobierno que promovió
la injusta medida de enviar al frente a los
reservistas.
Paralelamente a ello, esta guerra significó
el inicio efectivo del fotoperiodismo en
España, ya que las principales revistas gráficas
enviaron al escenario del conflicto a reporteros
que semanalmente enviaban sus fotografías
desde el mismísimo campo de batalla.
Palabras clave
Guerra del Rif. España-Marruecos. Conflicto
político. Fotoperiodismo.
Vegueta. Número 12. Año 2012
Anuario de la Facultad de Geografía e Historia
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
ISSN 1133-598X. Páginas 47 a 79
Abstract
In1909, Spain entered into a war with
Morocco, an armed conflict which has passed
into history as the Rif War. During this
war, many things changed in Spain because
a discontented nation managed to bring down
a Government that promoted the injustice of
sending the reserve troops to the Front.
At the same time, this war brought
about the beginning of photojournalism in
Spain which meant that the principal illustrated
magazines sent their graphic reporters to the
war zone and they were able to publish weekly
photos directly from the scene of battle.
Key-words
Rif War. Spain-Morocco. Conflict.
Photojournalism
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 48 1. Preámbulo histórico
Se puede decir a grueso modo que
históricamente las relaciones entre España y
Marruecos han sido malas; relaciones de mala
vecindad. Y así no es del todo fácil entender
lo que ha sucedido desde el origen de España
como proyecto político-social hasta mediados
del siglo xx, pero sí tiene una explicación que
tiene que ver no sólo con la instalación geográfica
de los respectivos países —Europa y
África—, sino también con la zanja ideológica
que separa dos civilizaciones antagónicas en
las cuales la religiosidad popular juega en su
conformación un papel determinante.
Algunos historiadores se han preocupado
por este asunto estableciendo como un
síntoma de la contemporaneidad el proceso
decimonónico que conocemos como colonización.
Pero sin dejar de ser ello cierto, es
una diana a medias pues existen antecedente
cualificados que ponen en evidencia las malas
relaciones entre ambos países antes de ser
el continente africano el botín de Occidente.
Así, las hostilidades contra el Sultanato de
Marruecos en tiempos de Isabel ii de España
se produjeron a mediados del siglo xix. Y las
embestidas a las ciudades de Ceuta y Melilla,
asentamientos hispanos desde la Edad
Moderna, fueron iniciativa de Muhammad Ibn
Abd-al-Rahman en la década de 1840. De
hecho, estos antecedentes tensaron tanto la
cuerda a mediados de la centuria decimonona
que llevaron al presidente del gobierno español
Leopoldo O’Donnell a declarar la guerra a
Marruecos un 22 de octubre de 1859.
Ésta sería la primera guerra oficial de
la Era Contemporánea entre España y Marruecos;
una guerra populista alimentada por
una efervescencia patriótica que propiciaría
una masiva afluencia de jóvenes hispanos
a las muchas cajas de reclutamiento que se
abrieron por toda la piel de toro. En ella participaron
36.000 militares; y de ella se obtuvo una
sonada victoria con la caída de las ciudades
de Tánger y Tetuán. El punto y final del conflicto
llegó en 1860 (26 de marzo) con la firma
del Tratado de Was Ras. Un documento en el
que se recoge el éxito de la campaña bélica a
través de la ratificación de españolidad de las
ciudades de Ceuta y Melilla; la indemnización
de 400 millones de reales, y la concesión de
tres nuevos emplazamientos hispanos a las
puertas de Marruecos (los peñones de Vélez
de la Gomera y Alhucemas, y un fortín en Santa
Cruz de la Mar Pequeña).
Además de los evidentes beneficios
coloniales y económicos, la guerra de Marruecos
sirvió para superar una crisis de identidad
nacional que se venía arrastrando desde la
salida “apresurada” de España de sus “colonias
americanas”. Dicho entusiasmo nacional
se personificaría en la figura de dos héroes:
el general O’Donnell y el controvertido Juan
Prim.
La pacificación era un simple espejismo,
pues se mantuvieron las formas diplomáticas
tan solo medio siglo. De manera que las
agresiones, entonces, fueron de cuello alto,
por cuanto que en los albores del xx, en 1906,
las potencias europeas (léase Alemania, Austria-
Hungría, Bélgica, Gran Bretaña, Francia,
Italia, Holanda, Portugal, Suecia y España),
junto a los Estados Unidos de América se congregaban
en torno a una mesa en la ciudad
gaditana de Algeciras. De aquella reunión saldría
el 7 de abril de 1906 el Tratado de Algeciras;
o lo que es lo mismo, un acuerdo internacional
para delimitar las áreas de influencia
que en Marruecos tendría Francia y Alemania.
Una conferencia en la que además se sentaban
las bases de reparto y ocupación, y a la
vez que se “legalizaban” las acciones colonizadores
sobre África por parte de los países
occidentales. En ella los representantes de
Marruecos, Sidi Mohamed ben Larbi Torres y
Sidi Mohamed el Mokri, acceden a que Francia
ejerciera el protectorado del Sur, y España
el del Norte, dando origen a una extensa área
que más adelante, en 1921, tendría un rango
jurídico de reconocimiento internacional. En
dicha superficie se contenía las regiones del
Rif y Yebala; el escenario, en última instancia,
de las acciones bélicas que aquí nos atañen.
Esta situación de control político y explotación
de los recursos de un país por otro
no era del agrado de los “explotados”. Y fueron
muchos los episodios de descontento, por
calificarlos de una forma educada pero poco
realista, que mostraron los rifeños ante lo que
consideraban una injusticia.
La prensa española, primero, y la historiografía,
con posterioridad, se hicieron eco
de algunos episodios violentos que desembocarían
en el enfrentamiento directo partir del
verano de 1909. Tal vez la acción determinante
fue el asesinato de un guardia civil en Ceuta
en febrero de 1909; o los desequilibrios del poder
en el seno de tribu rifeña de Beni Burriaga;
o el desafortunado ataque a los trabajadores
del ferrocarril que operaban en las minas de
Ben-ibu-Ifru el 9 de julio de 1909.
Por una causa o por otra, o por todas
juntas, el gobierno de Antonio Maura encontró
la coartada perfecta para ceder ante las
presiones de las compañías que operaban en
V
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 49
la zona que eran saboteadas por los lugareños.
Madrid acometería el error de iniciar un
conflicto armado, y para empezar con mal pie
reclama a los reservistas para componer un
cuerpo de ejército que sería enviado al frente.
La guerra del Rif, que ésta es su denominación
oficial, fue para España, en una palabra:
un desastre. Con ella no sólo se puso en evidencia
los grandes problemas de España, sino
que promovió, como nunca antes se había
visto, un movimiento antibelicista y anticlerical
que acabaría con la caída del gobierno español.
La Semana Trágica de Barcelona fue la
escenificación del malestar de un pueblo que
veía con desesperación la movilización de padres
de familia y miembros de la clase obrera
que no podían pagar el canon de 6.000 reales
que eximía del servicio de armas. Para colmo
la ley de reclutamiento española del momento
ofrecía la posibilidad del canje personal. Así,
cualquier persona podía por dinero comprar la
voluntad de otro individuo que “voluntariamente”
le sustituiría en la fila.
de hacer enmiendas parciales a su propuesta
bélica acordara el otorgamiento de una pensión
de 50 céntimos (debemos recordar que
un obrero ganaba en aquellos días unos 10
reales como jornal) a las esposas e hijos huérfanos
de los reservistas caídos en combate.
De alguna manera, la guerra se había
trasladado a España, y la ciudad de Barcelona
fue un verdadero campo de batalla a partir
de los acontecimientos vividos en el entorno
de su puerto cuando estalló una sublevación
de manos de los soldados del Batallón de Cazadores
de Reus que se alzaron con el grito
unánime de “¡Abajo la guerra! ¡Que vayan los
ricos! ¡Todos o ninguno!”.
Se iniciaba, entonces, un momento
opaco en la historia nacional, por cuanto que
la violencia se apoderó de la situación produciéndose
una serie de acciones contra personas
y sus patrimonios que acabarían, debido
a la presión política, con la carrera gubernativa
del conservador Antonio Maura y Montaner.
Mientras tanto, la guerra en el norte
Aspecto del Paseo de la Castellana al paso de la manifestación covocada por los elementos
republicanos y socialistas de Madrid para protestar contra la política interior del
gabinete presidido por el Sr. Maura. Los señores Soriano, Sol y Ortega,
Pérez Galdós y Romero (Don Tomás) en la presidencia de la manifestación
La repulsa contra el decreto de movilización
(10 de julio) fue masiva, aunque hubieron
algunas capitales de provincias (Cádiz o
Málaga, por ejemplo) en las que se celebraron
manifestaciones en pro de la guerra. Acontecimientos
anecdóticos si los comparamos con
el movimiento pacifista que se logró con una
intensa labor política de oposición. Artículos
de prensa, mítines y concentraciones multitudinarias
lograron que el gobierno en el ánimo
de África seguía su curso preparativo y era un
hecho palpable. Afloraron desde el primer momento
las carencias del ejército español. Una
tropa que no estaba a la altura de las circunstancias
ya fuese por el pésimo equipamiento
de la tropa, o por el desastroso adiestramiento
que ésta tenía. Se producen una serie de
derrotas de las cuales posiblemente la más
sonada fue la del Barranco de Lobo, en las
cercanías de Melilla que mereció pasar a la
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 50 crónica nacional como “El desastre de Lobo”.
El ejército español, que estaba compuesto
inicialmente por las Brigadas Mixtas de Cataluña,
Madrid y Campo de Gibraltar, fue literalmente
barrido por los rifeños llegándose a
contabilizar la cifra de 1.300 bajas. Ante este
panorama el gobierno español envía refuerzos,
y en breve se recuperó la península de
Tres Forcas y el importante enclave del monte
Gurugú. A estas victorias seguirían las de
los montes que protegen Melilla, el borde de
la Mar Chica, Nador y Tauima… victorias que
darían ventaja militar al gobierno para lograr
la firmar de la paz el 26 de noviembre de ese
mismo año de 1909. El acuerdo autorizaba a
los rifeños a ocupar diferentes enclaves que
habían pertenecido a España a cambio de reconocer
el control administrativo de la zona.
Es decir, mantener el estatus colonial desde
una perspectiva netamente económica.
2. La prensa en el conflicto
La crónica de lo ocurrido en este medio
año en la cornisa geográfica de Marruecos
es bastante conocida, y en la actualidad
no existen lagunas de consideración sobre los
acontecimientos a pesar de existir interpretaciones
de ellos. Las dudas han sido en su mayoría
despejadas. De ahí que estimamos más
oportuno concentrar nuestra aportación en la
iconografía generada y gestionada entre julio
y noviembre de 1909 en el seno de la vida pública
española. Y lo haremos a través de una
publicación conservadora, de una revista gráfica
que fue, en este caso, todo un ejemplo de
manipulación política; nos referimos a Nuevo
Mundo.
Bueno será aclarar que la prensa española
tuvo un rol determinante devenir de
los acontecimientos políticos consecuentes
con la hecatombe bélica. La decisión de entrar
en guerra fue evidentemente inoportuna,
pero mucho peor fue la forma de gestionar la
conformación del cuerpo de ejército que se
destinó a defender los intereses de la Compañía
del Norte Africano, —empresa española
con capital francés— que estaba íntimamente
ligada a la Compañía Española de Minas del
Rif que controlaba, entre otros el conde de Romanones,
el marqués de Comillas y algunos
miembros de clan Güell.
Los medios de comunicación no tuvieron
una opinión unánime, y por cada periódico
que criticaba la intervención bélica, hubo otro
que la apoyaba. Estos últimos eran, en su mayoría,
conservadores, y pro gubernamentales.
En ellos se expresaba una visión bondadosa
y patriótica del conflicto, escondiendo realidades
que eran palpables al común gracias a las
noticias oficiosas que llegaban del frente.
Una de esta publicaciones fue Nuevo
Mundo, una revista gráfica de referencia entre
la burguesía española que se alojó durante
décadas en un edificio diseñado exprofeso por
el arquitecto Jesús Carrasco-Muñoz y Encina
en la calle Larra, número 8. La publicación fundada
por el periodista José del Perojo en el
año 1894 con la idea de ofrecer a sus lectores
una publicación ilustrada aprovechando los
beneficios de la fotografía, y el tirón que empezaba
a disfrutar el fotoperiodismo. Los adelantos
tecnológicos aplicados a la imprenta
hacían posible que los periódicos conocieran
una transformación en pro de la información
gráfica en la que prevalecía el lenguaje de las
imágenes frente a los textos.
Había nacido, además, con la intención
de llegar a un público genérico, a las capas
populares de la población. Esta meta era
inalcanzable para cualquier publicación escrita,
no-gráfica, pues el índice de analfabetismo
en la España de comienzo de siglo xx era extremadamente
alto. Sólo la imagen podía informar
al “lector”. La fotografía, por tanto, pasó
a sustituir a la prosa periodística y en este terreno
la manipulación se descubrió como un
aliado político a favor del manipulador. La imagen
tenía un poder de convicción muy superior
al de la palabra. Lo dicho, lo escrito, se entendía
como un hecho subjetivo, mientras que lo
fotografiado se aceptaba, erróneamente debe-
Las víctimas de la guerra. El ferrocarril minero del
Rif convertido en tren militar para el traslado de los
heridos. Nuestra fotografía representa una de las
bateas, en la que hay colocadas cuatro camillas.
V
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 51
Los grandes éxitos periodísticos. Llegada de “Nuevo
Mundo” a Barcelona. Carretillas de la estación
de Francia con los paquetes del último número
enviado a esa población.
Madrid. Aspecto de la Calle de Larra, donde están
instaladas las oficinas y talleres de “Nuevo Mundo”
a la salida del periódico, el miércoles 18 de actual.
Un moro vendiendo fruta en las inmediaciones del
campamento de Tauret a un soldado de nuestro
ejército y al periodista Sr. Arija.
El fotógrafo D. Ricardo Baños, de la casa Hispano
Films, de Barcelona, impresionando una película
en el campo de batalla.
El doctor y periodista Sr- Albeniz, que se distinguió
en la asistencia de heridos durante el combate del
día 20 tomando te con el Sr. Mencheta en la
morada del Checha, prestigioso personaje
marroquí que con doscientos kabileños por él
reclutados se ha batido a favor de España.
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 52 mos decir, como una prueba irrefutable de la
realidad. He ahí la importancia de la imagen
como documento histórico; no de la verdad,
sino de la verdad interesada.
Cuando se inició la guerra del Rif muchas
publicaciones españolas encontraron la
oportunidad soñada para captar lectores y aumentar,
así sus tiradas. La Ilustración Española
y Americana, La Ilustración Artística, Blanco
y Negro o la ya señalada Nuevo Mundo destacaron
periodistas y fotoperiodistas para plagar
sus páginas de las crónicas remitidas desde
el campo de operaciones. La guerra empezó
a verse como un filón informativo que era fácilmente
explotable y cuya fórmula había sido
ya experimentada con éxito por La Ilustración
Española y Americana en la guerra de Cuba.
El Rif se convertiría para muchos periodistas
en la escuela que les proporcionaría
los cimientos desde los que edificarían sus
respectivas carreras. Y con esta idea rescatamos
de entre las páginas de los semanarios
gráficos de la época los nombres de José Arija,
el de Mariano Marfil o del doctor y periodista
Albeniz.
El grueso del trabajo de informar en
este caso concreto corrió de la mano de los
cámaras, de los fotógrafos en general, y excepcionalmente
de Ricardo Baños que permaneció
durante meses en el frente del Rif
por encargo de la empresa catalana Hispano
Films. Los fotoperiodistas que entonces cobraron
fama son especialmente tres: Manuel
Company (1885-1909) que al margen de ser
el fotógrafo estrella de la revista Blanco y Negro,
está considerado por sus compañeros de
profesión como un pionero del fotoperiodismo;
Alfonso Sánchez García, alías Alfonso (1880-
1953), que haría en África su primer gran reportaje;
y José Demaría López, alías Campúa
(1870-1936) que pasa por ser el gran cronista
gráfico de la guerra del Rif.
Campúa nació en Cádiz, en Jerez
de la Frontera, y antes de tomar el oficio de
fotógrafo fue aprendiz de barbero. Descubrió
el embrujo de las imágenes en el gabinete de
Diego González Lozano. Pero su gran oportunidad
le llegaría en 1893, con tan solo 23 años
de edad, cuando conoció al fotógrafo Manuel
Company quien le propuso trabajar en su estudio,
La Galería Greco, de Madrid. De este
gabinete saldría en el año 1904 para ingresar
como cámara en la redacción de Nuevo Mundo,
ingresando además como miembro activo
de la Asociación de la Prensa de Madrid. Tenía
facilidad para los idiomas, llegaría a hablar
con corrección inglés y francés. Conocimientos
muy útiles para llegar a cabo las misiones
que le encomendaba su revista: reportero real.
De esta manera, Campúa cubrió durante años
los viajes del monarca Alfonso xiii, y ello le daría
la oportunidad de visitar, y de fotografiar,
algunas capitales europeas.
Su madurez creativa le llegó en África,
en la guerra del Rif, ya que se descubrió a
sí mismo al entender el fotoperiodismo como
una herramienta utilísima a la hora de modelar
la opinión pública. Con su trabajo logró que
Nuevo Mundo alcanzara un éxito comercial
sin precedentes, posicionando la revista entre
Excursión regia a Ceuta. Don Alfonso al salir de la Mezquita conversando en la carretera
con los moros de las kábilas inmediatas a Ceuta que acudieron a recibirle.
V
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 53
las clases medias y ganando la fidelidad de
un mercado que tocaría techo en el año 1913
cuando la tirada alcanza los 125.000 ejemplares
por semana.
Campúa era lo que conocemos como
un reportero intrépido, y en su haber tiene,
precisamente en el contexto del conflicto del
Rif, el logro de ser el primer fotógrafo que obtuvo
imágenes a vista de pájaro al subirse con
su cámara a un globo aerostático. Las instantáneas,
que publicó en exclusiva en el Nuevo
Mundo, serían difundidas por agencia, y
reproducidas meses después por las revistas
gráficas europeas y americanas. Su visión de
la guerra, visión no beligerante en su mayoría,
le valió la condecoración de la Cruz Roja al
mérito militar y su pecho colgó, igualmente, la
Gran Cruz de Alfonso xii.
De regreso en Madrid, una vez concluida,
en el invierno de 1909, la contienda recuperaría
su labor como periodista de la cotidianidad
social. Obteniendo, paralelamente, el
nombramiento de Fotógrafo oficial de la Casa
Real por nombramiento entusiasmado el propio
Alfonso xiii. Sus logros en este terreno le
llevarían en el año 1911 a emprender su propia
aventura periodística fundando la revista
—Mundo Gráfico— que sería, a la postre, la
publicación “fotográfica” española por excelencia
durante el primer cuarto del siglo xx.
Campúa nunca escondió su filiación
monárquica, y tanto fue así que su defensa
pública del Borbón le costaría la vida. El fotógrafo
fue asesinado el 21 de septiembre de
1936 frente a la puerta de su casa madrileña.
Los asesinos no sólo quisieron eliminar a la
Grupo de moros viendo maniobrar el globo
“Júpiter”, que se eleva en Melilla para descubrir
las posiciones del enemigo.
persona, sino que también soñaron, en vano,
con borrar sus huellas artísticas. Al acto criminal
sumaron el saqueo de su estudio destruyendo
parcialmente unos archivos fotográficos
que testimoniaban buena parte de la historia
de España.
3. El álbum
El material gráfico generado en entorno
a la guerra del Rif es abundante, recogiéndose
en él todos los ángulos posibles de
las acciones bélicas y visiones varias de una
campaña que no dejó a nadie indiferente en
la España monárquica de comienzos de siglo.
Fotos nacidas de miradas seleccionadas no
sólo por la editora de la revista gráfica, sino
también por los prejuicios de los ojos de los
operadores de cámara que escogían, según
los gusto de época, los asuntos que hicieran
más atractivo el espectáculo periodístico.
Todo, claro está, desde una hipotética atalaya
que presuponía a la actividad violenta como
elemento de admiración nacional. Miradas
que pretendieron, en buena parte, exponer los
aspectos amables de un evento de extraordinarios
elocuente para los usuarios de prensa.
La guerra como acontecimiento excepcional
ha venido perdiendo, poco a poco,
su capacidad de atracción. Baste echar un vistazo
a un periódico de comienzos del siglo xxi
para comprobar que cualquier confrontación
deportiva ocupa mucho más espacio en el diario
que las “agotadoras” y manidas acciones
bélicas. Pero en los comienzos del fotoperiodismo
la guerra, cualquier guerra en cualquier
país, era un “espectáculo” de masas que des-
A vista de pájaro entre Melilla y el Atalayón.
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 54 pertaba la morbosidad de los consumidores
de periódicos.
Esta curiosidad llegaría a ser un factor
determinante en la consolidación de fotoperiodismo;
un género que se aupó al peldaño
superior frente al que poseía el periodismo
prosaico. La posibilidad de utilizar imágenes
contribuía, de forma decisiva, a dar fiabilidad
de la información emitida, y los recursos fotográficos
se pusieron a trabajar en esta línea.
Nuevo Mundo se sumó a la tendencia
imperante en medio mundo logrando en
tan solo seis meses, los que duró la guerra de
África, componer un retablo con las imágenes
enviadas por sus fotógrafos destacados en el
Rif. Con ellas los españoles tuvieron la oportunidad
de formarse una opinión: la deseada por
la redacción del semanario gráfico. De manera
que los anaqueles de la particular biblioteca
de imágenes no fueron definidos en él sin orden
ni concierto, antes todo lo contrario. Los
diferentes apartados del mismo tienen que ver
con una estrategia comunicativa que sería,
posteriormente, alimentada por los reporteros
con su trabajo diario. Sólo había un obstáculo,
un inconveniente que en ocasiones hizo matizar
los objetivos informativos que se trataba
de un obstáculo que era a priori insalvable: los
fotoperiodistas esteban sujetos, por la naturaleza
de los hechos, a remitir la información generada
por la guerra a partir de una secuencia
cronológica. A partir de ella se establecerían
los asuntos que organizaban, a la vez que clasificaban,
la información.
Así, las primeras imágenes del conflicto
tienen que ver con los preliminares de la
guerra; e incluso con la justificación de la misma.
Si la gota que había colmado el vaso de la
paciencia española había sido el asesinato de
un miembro de la Benemérita parecía lógico
que la piedra angular fuese una imagen alusiva
a ello. Y una vez tomado la punta de la madeja
sólo quedaba… de manera que en breve
las páginas de las revistas se llenaron de imágenes
que tenían que ver con el reclutamiento,
la partida de las tropas, acuartelamiento del
ejército en África, y un largo etcétera.
En un segundo escalón estarían las
hostilidades; las escenas de batallas y la exposición
incruenta de las acciones bélicas.
Este corpus de imágenes tenían su propia trayectoria
vital y hemos de pensar que se trata
en su mayoría de “retratos colectivos” en los
que se fotografiaron a grupos de soldados posando
en parapetos, “decorados”, muy poco
convincente de ser el auténtico campo de batalla.
La justificación de los “amaños” viene de
la mano de la restringida capacidad de movimientos
que tenían los fotógrafos de la época,
los cuales obtenía sus placas con cámaras
de gran formato que les obligaban a requerir
pesados trípodes de madera, una exposición
prolongada, y ópticas de limitada visión. Es
fácil entender que era mucho más práctico retratar
soldados en el estudio, aún cuando éste
fuera al aire libre, que los movimientos de las
tropas en sus avances. A pesar de todos, es
justo decir que los fotógrafos destacados obtuvieron
imágenes de éxito aprovechando su
acoplamiento en el seno de las tropas españolas.
Las columnas de soldados en los avances
por el territorio africano son mostradas en
varias ocasiones gracias a que los cámaras se
destacan y colocan su instrumental en peñas
elevadas, o esperan la llegada de la avanzadilla
en una estratégica vaguada.
La labor informadora no era, no podía
ser dadas las condiciones laborares, un acto
placentero y de ahí que el grueso del álbum
estará compuesto por un corpus de imágenes
empeñadas en mostrar los pormenores
de la vida castrense. Los fotógrafos se deleitaron
recogiendo el anecdotario general de
los soldados haciendo vida cotidiana bajo la
protección de la guarnición hispana. Soldados
comiendo, soldados cortándose el pelo, soldados
oyendo misa, soldados escribiendo cartas
a sus familiares, soldados en la cantina… soldados
y más soldados que adormecían las horas
descansando después de las acciones.
Nuevo Mundo planeó desde comienzos
de la guerra una línea informativa que tenía
que ver con las personas. Sabemos que
la guerra contribuye a forjar leyendas sobre
actos heroicos protagonizados por los militares,
y también sabemos que muchas de estas
acciones quedaban sin “recompensa” debido,
fundamentalmente, a los anonimatos. Frente
a esta tendencia luchó la redacción de Nuevo
Mundo publicando, cada vez que sus reporteros
encontraron un caso, una sección dedicada
a los héroes del Rif. Personas, militares
de rango, pero también soldados rasos, que
debían servir de ejemplo para el resto de la
tropa. La prensa puso nombre y apellidos a
muchos soldados que orgullos se prestaban al
retrato para satisfacción de la maltrecha estima
nacional.
Las imágenes más perseguidas y
anheladas por el gran público eran aquellas
que menos interesaban publicitar ya que las
mismas tenían que ver con la fatalidad de la
muerte, o de los heridos, producidos por las
acciones bélicas. Nuevo Mundo era consciente
de la situación; su redacción sabía que la
visión de amputaciones de miembros, o la
exposición de cadáveres formaba parte de la
exhibición no deseada por la oficialidad gubernativa
nacional: Pero eran, al mismo tiempo,
esas imágenes las que llamaban la atención al
V
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 55
público y el estímulo para que la gente reclamara
los ejemplares que se entregaban semanalmente
en los quioscos de prensa de media
España. La muerte se alojaba ocasionalmente
entre las páginas del semanario, pero lo hizo
con imágenes tamizadas en las que la sangre,
o los deterioros físicos, eran maquillados a
conveniencia con la excusa de no herir sensibilidades.
Un reflejo de los movimiento contrarios
a la guerra, de las acusaciones de que los
“ricos” compraban el cupo y de que sólo los
obreros habían sido movilizados lo encontramos
tergiversado en esta publicación a través
de varios retratos verdaderamente significativos.
Así, miembros de la Casa Real española
fueron deliberadamente (léase políticamente)
movilizados; y la misma suerte corrió algún
que otro aristócrata español. Su presencia en
el Rif fue una puesta en escena que pretendía
acallar las voces de la oposición, queriendo
calificarlas, ante el pueblo de infundadas.
Cierto es que allí estuvieron Reniero y Felipe
de Borbón pero no es menos cierto que fueron
en calidad de “turista”; dos jóvenes que posaban
con elegancia ante las cámaras de los
reportes. Nunca en acciones bélicas, ni cualquier
otra circunstancia comprometedora.
Por último, el álbum recoge siguiendo
las pautas cronológicas de la crónica la rendición
de los insurrectos; su aproximación dócil
hasta las autoridades españolas, y los episodios
de la firma de los acuerdos de paz. A este
grupo de imágenes cabría añadir el regreso de
los soldados a la madre patria, y, lógicamente,
los homenajes acontecidos en toda España en
agradecimiento oficial por las penurias vividas
por los jóvenes movilizados en el campo de
batalla.
Al margen de las representaciones
testimoniales de la guerra, los reporteros de
Nuevo Mundo, especialmente Campúa, se
dejaron atrapar por el exotismo emanado de
los lugares donde se desenvolvió la acción.
La cultura islámica era en el arranque del siglo
para los occidentales un tabú tan sólido
y tupido como un muro. Y aún no se habían
despejado las miles de dudas que la sociedad
victoriana había sembrado sobre ella. La sugerencia
de existencia de “paraísos terrenales”
instalados en los dominios de los sultanes
había calado con extraordinaria eficacia a través
de la literatura decimonónica. Y lo árabe,
“lo moro” en la terminología de las época, era
un asunto que desprendía efluvios narcotizantes
para los lectores europeos. Las fotografías
de los habitantes del Rif tiene el acento de
mejor de los pintoresquismo y presencia entre
las páginas de una narración bélica podría, en
principio, no entenderse. Sin embargo, su publicación
ofrece la verdadera intención de los
cámaras en el contexto de la misión informativa.
La aproximación “al otro lado del mundo”
comportaba un foco de enorme atractivo artístico
por el que España quería medir su grado
de progreso y civilización frente a los hijos del
islam que aparecen en las imágenes recogidas
como “viejos empobrecidos”; gentes que
no disfrutaban de la higiene occidental y que
ofrecían un aspecto inculto, en el más amplio
sentido del término.
Respecto a este cuerpo de imágenes
cabría subdividirlo en varios grupos: el del
moro-amigo, es decir el rifeño que colaboraba
con las tropas españolas marcando los pasos
seguros en la incursiones; el moro-enemigo,
los contrincantes que rara vez fueron capturados
por las cámaras españolas; y sobre todo,
el moro-decorado, los personajes ajenos al
conflicto que pululaban en el entorno del teatro
de operaciones.
Dos príncipes en la guerra. Don Reniero y don
Felipe de Borbón en la puerta de su tienda de
campaña el día en que llegaron al campamento.
V
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 56 Bibliografía
Alcoba López, Antonio: Periodismo gráfico: fotoperiodismo.
Fragua, D.L., Madrid, 1988
Alonso Erausquin, Manuel: Fotoperiodismo: formas y códigos.
Síntesis, Madrid, 1995
Altabella, José: “Campúa”.
ABC, en Los domingos del ABC (ABC. Madrid)
Baeza, Pepe: Por una función crítica de la fotografía de prensa.
Editorial Gustavo Gili, Barcelona, s/a
Bonzalmate, Hussein: “Memoria histórica del Rif (Marruecos)la guerra del Rif en las fuentes orales”.
Awraq: Estudios sobre el mundo árabe e islámico contemporáneo, 1995, Nº 16, págs. 219-245
Idem: “Archivos, bibliotecas y bibliografía para seguir el desastre de Annual y la Guerra del Rif”
Hespérides: Anuario de investigaciones, 1997, Nº 5, págs. 263-274
Hernández Gutiérrez, A. Sebastián: “El ojo gráfico en la Guerra de Cuba”.
Vegueta: Anuario de la Facultad de Geografía e Historia, 1995-1996, págs. 227-244
Irala Hortal, Pilar: “Retórica fotográfica y periodismo literario”.
Estudios sobre el mensaje periodístico, 2011, Nº 17, págs. 57-65
Jiménez García, José Luis: “Los creadores del reporterismo gráfico”.
La Voz de Jerez, 13 de agosto de 2006
López Barranco, Juan José: El Rif en armas: la narrativa española sobre la guerra de Marruecos, (1859-2005).
Mare Nostrum, Madrid, 2006
López Mondéjar, Publio: Historia de la fotografía en España.
Lunwerg editores, Barcelona, 1999
Madariaga Alvarez-Prida, María Rosa de: España y el Rif: crónica de una historia casi olvidada”.
UNED-Centro Asociado de Melilla, Melilla, 1999
Idem: En el Barranco del Lobo: Las guerras de Marruecos.
Alianza Editorial, Madrid, 2005
Martínez Antonio, Francisco Javier: “La Cruz Roja en la La Guerra del Rif (1921-1926): Ensayo bibliográfico”.
Revista de Estudios Internacionales Mediterráneos, 2009, Nº. 7, 2009, págs. 1-17
Moga Romero, Vicente: “Bajo la sombra de la Guerra del Rif”.
La Aventura de la Historia, 2009, Número Extra 9, págs. 22-26
Pereiras Hurtado, Eduardo: La fotografía en el Jerez del siglo XIX.
Servicio de Publicaciones del Ayuntamiento de Jerez de la Frontera, Jerez de la Frontera, 2000
Roskis, Edgar: “Fotoperiodismo: imágenes y buitres”.
Pensamiento crítico VS Pensamiento único, 1998, págs. 239-241
Ruiz Albéniz, Víctor y Moga Romero, Vicente: España en el Rif (1908-1921).
Archivo Municipal, Melilla, 1994
Sáiz Roca, Dolores: “Propaganda e imagen: los orígenes del fotoperiodismo”.
Historia y comunicación social. 1999, Nº 4, págs. 173-182
Sagrera, Jorge Luis: Fotoperiodismo: entre el documentalismo gráfico y las artes visuales.
Fundació Càtedra Iberoamericana, Palma de Mallorca, 2005
Salafranca Ortega, Jesús F.: La República del Rif.
Algazara, Málaga, 2004
Sánchez Vigil, Juan Miguel y Olivera Zaldúa, María: “La Unión de Informadores Gráficos de Prensa (UIGP)). Aportaciones
al fotoperiodismo en la Segunda República Española”.
Anales de documentación: Revista de biblioteconomía y documentación, 2012, Vol. 15, Nº 2, págs. 1-26
Sousa, Jorge Pedro: Historia crítica del fotoperiodismo occidental.
Comunicación Social, Sevilla, 2003
Teixeira Ribeiro: Luiz Augusto: “Manipulación en el fotoperiodismo: ética o estética”.
Revista Latina de comunicación social, 1999, Nº. 22
Vargas González, Alejandro: “Guerra y literatura: La Campaña del Rif”.
Historia 16, 2000, Nº 287, págs. 98-105
Villanova, José Luis: “La Cartografia elaborada por los interventores al finalizar la guerra del Rif: una herramienta al
servicio del control político y militar en el Protectorado español de Marruecos”.
Treballs de la Societat Catalana de Geografia, 2008, Nº 65
Vv.Aa.: Diccionario de historia de la fotografía.
Ediciones Cátedra. Madrid, 2003
V
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 57
El general Marina en nuestra posición del monte Aid Aixa en el
Gurugú contemplando el panorama que desde allí se divisa.
Tipo rifeño.
En el campo rifeño. Moros saliendo del poblado de
Frajana para recoger lecha.
Moros trabajando en la construcción de la línea férrea de la Compañía española de minas
en el sitio donde ocurrieron los sucesos del 9 de Julio, que dieron origen a la guerra.
Las imágenes del álbum
Todas las imágenes que componen este álbum han sido
extraídas de entre las páginas de la revista Nuevo Mundo,
y en ellas se ha respetado no sólo el formato original,
sino, también, sus pies de fotos.
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 58 La fiesta del Pilar en el campamento. Misa de campaña celebrada en la
segunda caseta, a la que asistió el alcalde de Zaragoza.
Un combate en Beni-Bu-Ifrur. La infantería, protegida por los cañones Schneider, conquistando
una loma del monte Haxao, desde donde los moros se defendían furiosamente haciendo
un fuego terrible a descargas cerradas contra nuestras tropas.
El periodista español Sr. Rodríguez de Celís y su esposa
hablando con soldados del Mulay Haffid.
Camión automóvil destinado a la conducción de heridos
desde la Alcasaba de Salván a Melilla.
V
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 59
Asunción Martos, cantinera del
Batallón de Cazadores de Talavera.
Soldado transportando leña cogida en el campo
moro después de un combate.
Las tropas expedicionarias. Aspecto que ofrecía el muelle de Barcelona en el momento de terminar el
embarque del batallón de cazadores de Mérida que ha sido enviado a Marruecos a bordo del “Ciudad de
Cádiz”. Los soldados sobre la cubierta del buque saludando a los que les despedían.
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 60 El general Marina mirando hacia Zeluán. Los obuses del fuerte de Camellos disparando
contra el Gurugú.
Rifeños detrás de unas chumberas.
El teniente general Marina. Jefe de las
fuerzas que operan en El Rif.
V
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 61
Jinetes marroquíes.
El moro “Valiente”(X) y sus partidarios que agredieron en Ceuta en la noche del 17 al teniente de
la Guardia Civil D. Adolfo Blanco, hiriendo al caballo que éste montaba, a consecuencia de
una descarga que contra él hicieron y de la que, por fortuna, resultó ileso el oficial..
Ben-al-Muaz y demás personajes marroquíes que
constituyen la Embajada en las galerías del Ministerio
de Estado.
Premio al heroismo.
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 62 La embajada marroquí en Cádiz. El embajador
marroquí Ahmed-al-Muaz a bordo del “Numancia”.
Compañía del regimiento de Infantería de
Álava que hizo los honores a la Embajada al
desembarcar en Cádiz.
Agresión a España. Los moros
contra los mineros españoles.
V
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 63
Nuestras fuerzas levantando su campamento en
los terrenos ganados a la kabila de Mezzuxa.
Kabileños de Frajana dirigiéndose al mercado de
Melilla después de haber hecho protestas de paz
que aceptí el general Marina.
Envío de fuerzas a Melilla. Detalle del embarque del escuadrón de caballería de Treviño en el
muelle de Barcelona a bordo del vapor “Buenos Aires”. Estas fuerzas forman parte de la
brigada mixta expedicionaria que manda el general D. Miguel de Imaz.
Tipo rifeño.
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 64 El Infante Don Fernando, comandante del regimiento
de Lusitania, despidiendo en la estación a
sus soldados.
Los generales Marina y Del Real observando el
desarrollo de las operaciones desde una posición
tomada por la artillería a tres kilómetros del campamento
del Hipódromo y de la primera caseta del
ferrocarril minero.
Los heridos en el campo de batalla. Conducción al
Hipódromo de un oficial herido en el combate del
día 23 del actual.
Llegada de una ambulancia de Sanidad militar al
campamento del Hipódromo.
Soldados de infantería construyendo las alambradas
en los límites del campamento español.
Los obuses del fuerte de Camellos disparando
contra el Gurugú.
V
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 65
La acción de España en Marruecos.
Regreso del campo de batalla. Llegada del general
Imaz a Melilla.
Los soldados muertos en la guerra. Cadáveres
de ocho soldados depositados en las galerías del
Cementerio de Melilla. El juez militar practicando la
identificación de las víctimas.
Llegada al campamento del capitán Borrero,
herido en una pierna una hora después de haber
desembarcado al mando de la primera compañía
del batallón de Figueras.
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 66 Vista general del campamento del Hipódromo.
El general Del Real presenciando la llegada de un
tren de heridos al campamento del Hipódromo.
El general Marina en la línea de fuego disponiendo
un avance hacia el enemigo.
Los cazadores de Madrid haciendo fuego contra
los moros en las trincheras del campamento del
Lavadero.
Moros capturados por nuestras tropas en el campo
de batalla y presos en el fuerte de Camellos.
La artillería española protegiendo el día 27 de julio
el avance de una columna hostilizada furiosamente
desde las faldas del Gurugú por la harca rifeña.
El Rogui. Este curioso personaje, que dominó un
tiempo desde la fortaleza de Scluan a la región
de los Quebdana y los Kalala hoy en guerra con
España, se encuentra de nuevo al frente de un
poderoso ejército, con el cual ha llegado a las
cercanías de Fez y hostiga frecuentemente a la
mehalla de Muley-Hafid, amenazando apoderarse
de su capital.
V
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 67
El general Marina conversando en su tienda del fuerte de Camellos
con el célebre moro Amadi, amigo de España y confidente leal, que
nos está prestando actualmente muy buenos servicios. Amadi es el
moro a quien un soldado español cortó las orejas en la guerra del 93,
por lo que fue éste fusilado.
Soldados del batallón disciplinario de Melilla bebiendo
agua en un cubo al entrar en la población
de regreso de un combate librado contra los moros
en Sidi Muza.
El capitán D. Emilio González P. Villamil y los
soldados Jorge Aguilar (1) y Manuel Pajares (2) de
Arapiles.
Desembarco de fuerzas de infantería en el muelle
de Melilla.
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 68 Soldados españoles en una de las avanzadas del
campamento de Sidi Muza.
Vista general del campamento de Sidi Muza inmediato
a la segunda caseta del ferrocarril minero.
Una ametralladora y un heliógrafo maniobrando
desde la terraza de la segunda caseta.
Escenas de la guerra. Interior de un “blokhaus”.
Escenas del campamento. Un soldado escribiendo
una carta
V
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 69
Conducción de la impedimenta del campamento
de Sidi Muza.
Soldados desollando una ternera cogida a los moros
en las proximidades de la primera caseta.
La fuerza destacada en Sidi-Guarlach, al mando
del capitán D. Eladio López de Haro, formada en el
patio del fuerte.
Soldados haciendo fuego desde las aspilleras del
fuerte de Sidi-Guarlach.
Moros de la policía haciendo la instrucción en el
fuerte de Camellos. Estos moros, adictos a España,
han sido reclutados hace pocos días y serán
los que, como conocedores del terreno, irán a la
vanguardia de nuestras tropas en el avance hacia
Zeluan.
Grupo de moros confidentes dirigiéndose a visitar
al general Marina.
En el campo enemigo. Tipos de la harca rifeña que
pelea contra España, en las montañas del Gurugú.
El general Marina seguido de su Estado Mayor al
regresar a Melilla, después de jaber (sic) recorrido
las líneas avanzadas de Sidi Muza.
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 70 Soldados de caballería descansando junto a unas
chumberas durante una exploración por las inmediaciones
de Sidi Muza.
Soldados comprando comestibles en una cantina
instalada en el campamento.
Peluquería al aire libre. Corte de pelo a un soldado.
El general Arizón y el coronel Primo de Rivera con
los oficiales de guarnición en las posiciones españolas
del Atalayón.
Un cañón de la batería Schneider, emplazado en
la playa de Car Chica haciendo fuego contra el
enemigo parapetado en el Gurugü. En nuestra
fotografía se ven los efectos de los diparos de
estas formidables máquinas de guerra que arrojan,
como es sabido, veindós proyectiles por minuto.
V
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 71
Paisanos ayudando a los soldados a preparar un
convoy de municiones en el campamento del Hipodromo.
Cargando sobre una mula un cañón de montaña.
El general Marina arengando a las tropas en el solemne acto verificado el día 25 de agosto pasado
en el campamento del Hipódromo para imponer la Cruz del Mérito Militar con distintivo rojo al cabo
del batallón de cazadores de Estella José Calvo (x) que en uno de los combates librados contra los
rifeños salvó, con riesgo de su vida, a un soldado herido que cayó en poder de los moros, matando a uno
de estos y haciendo huir a otros, después de una lucha desesperada, cuerpo a cuerpo.
Soldados bebiendo agua momentos antes de
ponerse en marcha.
Sitio inmediato al tercer blockhaus, en construcción,
donde explotó la caja de picrinita que causó
la muerte a dos moros merodeadores. La explosión
fue formidable haciendo en el suelo un hoyo
de un metro de profundidad.
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 72 Marcha de tropas españolas por el camino entre
Melilla y Nador. Los soldados de infantería hacen
un alto para descansar junto a la playa de Mar
Chica, en la falda del Sidi Ahmet-el-Hach, mientras
avanzan fuerzas de caballería encargada de
explorar el terreno.
El Rogui. Pretendiente al trono de Marruecos que
ha caído en poder del sultán Muley Hafid.
Relevo de la artillería en nuestras posiciones de
Sidi Ahmet-el-Hach.
Las bajas de los rifeños. Los moros ponen gran
cuidado en recoger sus heridos y, sobre todo, sus
muertos en el campo de batalla. Nuestra fotografía
ha podido sorprender una de estas escenas;
terminada la acción, los moros han recogido varios
cadáveres los van reuniendo para llevárselos a
darles sepultura.
El general Morales, jefe de la brigada del Campo
de Gibraltar, en su tienda del campamento acompañado
de su ayudante.
V
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 73
Mr. Richard Howard (en el centro), D. José Cámara
(a su derecha) y D. Enrique G. Toledo, los
tres súbditos ingleses que han sentado plaza en el
ejército de operaciones de Melilla.
Columna de la harka rifeña en marcha hacia las
montañas del Gurugú.
El combate de Lahhdara. Los cañones Schneider
disparando contra la caballería mora en las inmediaciones
de Mar Chica, cerca del zoco El Arba, el
día 31 de agosto pasado.
Moros enemigos de España en una altura próxima
al alduar de Beni-Katen.
El ganado bebiendo en el campamento.
Cañoneo sobre las lomas del Gurugú. El nuevo material de artillería “Shneider” cañoneando desde el
campamento del Hipódromo las lomas del Gurugú, donde fueron destruidas, a 3.500 metros de distancia,
varias casa que utilizadas los rifeños como fortines para hostiligar a nuestros soldados.
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 74 Vista general del campamento del zoco El Arba.
El teniente Sr. Solá herido en un brazo, al ser colocado
en la camilla para conducirlo al campamento.
El moro que hirió a este oficial estaba oculto a
una distancia de 25 metros; al verle el Sr. Solá le
disparó su revólver consiguiendo matarlo.
Los moros confidentes de Quebdana. Moros de la
kábila de Lahhadara dando noticias confidenciales
al general Marina acerca de las bajas que tuvo el
enemigo en el encuentro del día 4 con las tropas
del general Aguilera.
Los camellos adquiridos por el Ejército para el
servicio de convoyes a las posiciones avanzadas
entrando por la puerta de Mantelete, de Melilla.
El general Marina conferenciando en el campo de
Bufadis con el cherif Checha.
El general Marina saludando a varios moros notables
de Lahdara y Quedhana que fueron a Melilla
a hacer protestas de paz y de adhesión a nuestras
armas.
V
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 75
En el campamento de la Restinga. Soldados comiendo
el rancho de regreso de un combate.
El general Orozco viendo los pozos descubiertos
en el terreno conquistado cerca de Zeluán. Un
soldado sacando agua para probarla.
El capitán Mora, jefe de una batería Schneider,
observando desde la torre de un cañón los movimientos
del enemigo.
El escuadrón de Alfonso XII en la batalla
de Abr-Hit.
Escenas del campamento. Oficiales escribiendo a
sus familias al regreso de un combate.
Moro de la jarka que se presentó días pasados en
el campamento de Nador para conferenciar con el
general Orozco.
El general Marina conversando en el campamento
de la Restinga con los heridos que tuvo la columna
del general Aguilera el día 4 del actual (imagen
publicada el 16 de septiembre de 1909).
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 76 Soldado de infantería disparando contra los moros
desde una de las trincheras pertenecientes a
nuestra posición de Aid-Aixa.
El caid El Bachir Ben Sen-Nach, embajador del
Sultán, al salir de su hospedaje para ir a visitar al
general Marina. El Bachir ha sido enviado a Melilla
por Muley Hafid, como es sabido, para avistarse
con la jarka rifeña y tratar con ella del término de
la guerra.
Rifeños dirigiéndose a Melilla para conferenciar
con el general Marina.
El Bachir. Embajador del Sultán que está
gestionando la paz con los rifeños.
Entierro de un soldado muerto en el combate del
día 20 de Taxdir. Momento de rezar un responso
ante el cadáver del capellán del regimiento.
V
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 77
La comisión de la harka en el Gobierno militar.
Aspecto de la plaza de los Algibes, de Melilla, a la
llegada de los moros comisionados por la harka
para tratar con el general Marina las condiciones
de la paz.
Los moros piden la paz. La comisión de la harka
rifeña que fue a Melilla a pedir la paz, dirigiéndose
al zoco del Hach acompañada del escuadrón de
Lanceros de la Reina.
Las conferencias para la paz. Los jefes de las
kabilas que fueron últimamente a Melilla a pedir la
paz hablando, al llegar a nuestras avanzadas con
el teniente coronel de Cuenca y con el capitán de
Caballería que los condujo a presencia del general
Marina.
Los moros amigos de España. Moros de la policía
en la nueva posición tomada por nuestro Ejército
en el monte Agui-Enneslah entre Frajana y Beni-
Xicar.
La primera sección de ametralladoras del batallón de cazadores de Barcelona disparando contra
el enemigo en una trinchera del campamento de Sidi Ahmet-el-Hach.
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 78 Las conferencias para la paz. Los jefes de las kabilas que fueron últimamente a Melilla a pedir la paz
hablando, al llegar a nuestras avanzadas con el teniente coronel de Cuenca y con el capitán
de Caballería que los condujo a presencia del general Marina.
Los trabajos de pacificación en el Rif. El santón de
Telatza, Sidi-Mohamed-Ben-el-Hach, de la kabila
de Beni-Sidel, hablando con el general Marina
en nuestra posición de Segangan el día que se
presentó con otros notables rifeños a tratar las
condiciones de su sumisión.
El solado Vicente Castell Muñoz con la pierna
artificial que le ha regallado la Clínica Ortopédica
Prim, establecida en Alsasua (Navarra).
El regreso de las tropas de Melilla. Desembarco en
el puerto de Barcelona de los reservistas repatriados
de los batallones de Alba de Tormes, Alfonso
XII y Reus, llegados en el trasatlántico “Cataluña”
el día 8 del actual. Desfile de las tropas por el
muelle.
Moros rezando, en los campos del Rif, la acostumbrada
oración del Moghreb.
V
ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 79
La vuelta de los soldados. Llegada a Valencia de
los reservistas repatriados de Melilla.
Homenaje a dos soldados repatriados. Entrada en
Caldas de Malavella (Gerona) de los dos soldados
de aquel pueblo que fueron a la guerra de Melilla.
El Chaldy. Jefe de la insurrección rifeña
que según noticias de Fez ha muerto hace
pocos días en aquella población. El Chaldy
era un solemne bandido que fingiéndose
amigo nuestro preparó el golpe del 9
de julio, pagando a los asesinos de este
infausto día.
El regreso de las tropas. Llegada a Barcelona de
los batallones de cazadores de Alba de Tormes,
Barcelona y Reus.