Fotoperiodismo en la Guerra del Rif (1909)

A. Sebastián Hernández Gutiérrez

Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

shernandez@dact.ulpgc.es

Resumen

En 1909 España entró en guerra con

Marruecos, un conflicto armado que ha pasado

a la historia como la guerra del Rif. En el

transcurso de la misma cambiaron muchas cosas

en España, pues una población descontenta

logró derrocar a un gobierno que promovió

la injusta medida de enviar al frente a los

reservistas.

Paralelamente a ello, esta guerra significó

el inicio efectivo del fotoperiodismo en

España, ya que las principales revistas gráficas

enviaron al escenario del conflicto a reporteros

que semanalmente enviaban sus fotografías

desde el mismísimo campo de batalla.

Palabras clave

Guerra del Rif. España-Marruecos. Conflicto

político. Fotoperiodismo.

Vegueta. Número 12. Año 2012

Anuario de la Facultad de Geografía e Historia

Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

ISSN 1133-598X. Páginas 47 a 79

Abstract

In1909, Spain entered into a war with

Morocco, an armed conflict which has passed

into history as the Rif War. During this

war, many things changed in Spain because

a discontented nation managed to bring down

a Government that promoted the injustice of

sending the reserve troops to the Front.

At the same time, this war brought

about the beginning of photojournalism in

Spain which meant that the principal illustrated

magazines sent their graphic reporters to the

war zone and they were able to publish weekly

photos directly from the scene of battle.

Key-words

Rif War. Spain-Morocco. Conflict.

Photojournalism

ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 48 1. Preámbulo histórico

Se puede decir a grueso modo que

históricamente las relaciones entre España y

Marruecos han sido malas; relaciones de mala

vecindad. Y así no es del todo fácil entender

lo que ha sucedido desde el origen de España

como proyecto político-social hasta mediados

del siglo xx, pero sí tiene una explicación que

tiene que ver no sólo con la instalación geográfica

de los respectivos países —Europa y

África—, sino también con la zanja ideológica

que separa dos civilizaciones antagónicas en

las cuales la religiosidad popular juega en su

conformación un papel determinante.

Algunos historiadores se han preocupado

por este asunto estableciendo como un

síntoma de la contemporaneidad el proceso

decimonónico que conocemos como colonización.

Pero sin dejar de ser ello cierto, es

una diana a medias pues existen antecedente

cualificados que ponen en evidencia las malas

relaciones entre ambos países antes de ser

el continente africano el botín de Occidente.

Así, las hostilidades contra el Sultanato de

Marruecos en tiempos de Isabel ii de España

se produjeron a mediados del siglo xix. Y las

embestidas a las ciudades de Ceuta y Melilla,

asentamientos hispanos desde la Edad

Moderna, fueron iniciativa de Muhammad Ibn

Abd-al-Rahman en la década de 1840. De

hecho, estos antecedentes tensaron tanto la

cuerda a mediados de la centuria decimonona

que llevaron al presidente del gobierno español

Leopoldo O’Donnell a declarar la guerra a

Marruecos un 22 de octubre de 1859.

Ésta sería la primera guerra oficial de

la Era Contemporánea entre España y Marruecos;

una guerra populista alimentada por

una efervescencia patriótica que propiciaría

una masiva afluencia de jóvenes hispanos

a las muchas cajas de reclutamiento que se

abrieron por toda la piel de toro. En ella participaron

36.000 militares; y de ella se obtuvo una

sonada victoria con la caída de las ciudades

de Tánger y Tetuán. El punto y final del conflicto

llegó en 1860 (26 de marzo) con la firma

del Tratado de Was Ras. Un documento en el

que se recoge el éxito de la campaña bélica a

través de la ratificación de españolidad de las

ciudades de Ceuta y Melilla; la indemnización

de 400 millones de reales, y la concesión de

tres nuevos emplazamientos hispanos a las

puertas de Marruecos (los peñones de Vélez

de la Gomera y Alhucemas, y un fortín en Santa

Cruz de la Mar Pequeña).

Además de los evidentes beneficios

coloniales y económicos, la guerra de Marruecos

sirvió para superar una crisis de identidad

nacional que se venía arrastrando desde la

salida “apresurada” de España de sus “colonias

americanas”. Dicho entusiasmo nacional

se personificaría en la figura de dos héroes:

el general O’Donnell y el controvertido Juan

Prim.

La pacificación era un simple espejismo,

pues se mantuvieron las formas diplomáticas

tan solo medio siglo. De manera que las

agresiones, entonces, fueron de cuello alto,

por cuanto que en los albores del xx, en 1906,

las potencias europeas (léase Alemania, Austria-

Hungría, Bélgica, Gran Bretaña, Francia,

Italia, Holanda, Portugal, Suecia y España),

junto a los Estados Unidos de América se congregaban

en torno a una mesa en la ciudad

gaditana de Algeciras. De aquella reunión saldría

el 7 de abril de 1906 el Tratado de Algeciras;

o lo que es lo mismo, un acuerdo internacional

para delimitar las áreas de influencia

que en Marruecos tendría Francia y Alemania.

Una conferencia en la que además se sentaban

las bases de reparto y ocupación, y a la

vez que se “legalizaban” las acciones colonizadores

sobre África por parte de los países

occidentales. En ella los representantes de

Marruecos, Sidi Mohamed ben Larbi Torres y

Sidi Mohamed el Mokri, acceden a que Francia

ejerciera el protectorado del Sur, y España

el del Norte, dando origen a una extensa área

que más adelante, en 1921, tendría un rango

jurídico de reconocimiento internacional. En

dicha superficie se contenía las regiones del

Rif y Yebala; el escenario, en última instancia,

de las acciones bélicas que aquí nos atañen.

Esta situación de control político y explotación

de los recursos de un país por otro

no era del agrado de los “explotados”. Y fueron

muchos los episodios de descontento, por

calificarlos de una forma educada pero poco

realista, que mostraron los rifeños ante lo que

consideraban una injusticia.

La prensa española, primero, y la historiografía,

con posterioridad, se hicieron eco

de algunos episodios violentos que desembocarían

en el enfrentamiento directo partir del

verano de 1909. Tal vez la acción determinante

fue el asesinato de un guardia civil en Ceuta

en febrero de 1909; o los desequilibrios del poder

en el seno de tribu rifeña de Beni Burriaga;

o el desafortunado ataque a los trabajadores

del ferrocarril que operaban en las minas de

Ben-ibu-Ifru el 9 de julio de 1909.

Por una causa o por otra, o por todas

juntas, el gobierno de Antonio Maura encontró

la coartada perfecta para ceder ante las

presiones de las compañías que operaban en

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la zona que eran saboteadas por los lugareños.

Madrid acometería el error de iniciar un

conflicto armado, y para empezar con mal pie

reclama a los reservistas para componer un

cuerpo de ejército que sería enviado al frente.

La guerra del Rif, que ésta es su denominación

oficial, fue para España, en una palabra:

un desastre. Con ella no sólo se puso en evidencia

los grandes problemas de España, sino

que promovió, como nunca antes se había

visto, un movimiento antibelicista y anticlerical

que acabaría con la caída del gobierno español.

La Semana Trágica de Barcelona fue la

escenificación del malestar de un pueblo que

veía con desesperación la movilización de padres

de familia y miembros de la clase obrera

que no podían pagar el canon de 6.000 reales

que eximía del servicio de armas. Para colmo

la ley de reclutamiento española del momento

ofrecía la posibilidad del canje personal. Así,

cualquier persona podía por dinero comprar la

voluntad de otro individuo que “voluntariamente”

le sustituiría en la fila.

de hacer enmiendas parciales a su propuesta

bélica acordara el otorgamiento de una pensión

de 50 céntimos (debemos recordar que

un obrero ganaba en aquellos días unos 10

reales como jornal) a las esposas e hijos huérfanos

de los reservistas caídos en combate.

De alguna manera, la guerra se había

trasladado a España, y la ciudad de Barcelona

fue un verdadero campo de batalla a partir

de los acontecimientos vividos en el entorno

de su puerto cuando estalló una sublevación

de manos de los soldados del Batallón de Cazadores

de Reus que se alzaron con el grito

unánime de “¡Abajo la guerra! ¡Que vayan los

ricos! ¡Todos o ninguno!”.

Se iniciaba, entonces, un momento

opaco en la historia nacional, por cuanto que

la violencia se apoderó de la situación produciéndose

una serie de acciones contra personas

y sus patrimonios que acabarían, debido

a la presión política, con la carrera gubernativa

del conservador Antonio Maura y Montaner.

Mientras tanto, la guerra en el norte

Aspecto del Paseo de la Castellana al paso de la manifestación covocada por los elementos

republicanos y socialistas de Madrid para protestar contra la política interior del

gabinete presidido por el Sr. Maura. Los señores Soriano, Sol y Ortega,

Pérez Galdós y Romero (Don Tomás) en la presidencia de la manifestación

La repulsa contra el decreto de movilización

(10 de julio) fue masiva, aunque hubieron

algunas capitales de provincias (Cádiz o

Málaga, por ejemplo) en las que se celebraron

manifestaciones en pro de la guerra. Acontecimientos

anecdóticos si los comparamos con

el movimiento pacifista que se logró con una

intensa labor política de oposición. Artículos

de prensa, mítines y concentraciones multitudinarias

lograron que el gobierno en el ánimo

de África seguía su curso preparativo y era un

hecho palpable. Afloraron desde el primer momento

las carencias del ejército español. Una

tropa que no estaba a la altura de las circunstancias

ya fuese por el pésimo equipamiento

de la tropa, o por el desastroso adiestramiento

que ésta tenía. Se producen una serie de

derrotas de las cuales posiblemente la más

sonada fue la del Barranco de Lobo, en las

cercanías de Melilla que mereció pasar a la

ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 50 crónica nacional como “El desastre de Lobo”.

El ejército español, que estaba compuesto

inicialmente por las Brigadas Mixtas de Cataluña,

Madrid y Campo de Gibraltar, fue literalmente

barrido por los rifeños llegándose a

contabilizar la cifra de 1.300 bajas. Ante este

panorama el gobierno español envía refuerzos,

y en breve se recuperó la península de

Tres Forcas y el importante enclave del monte

Gurugú. A estas victorias seguirían las de

los montes que protegen Melilla, el borde de

la Mar Chica, Nador y Tauima… victorias que

darían ventaja militar al gobierno para lograr

la firmar de la paz el 26 de noviembre de ese

mismo año de 1909. El acuerdo autorizaba a

los rifeños a ocupar diferentes enclaves que

habían pertenecido a España a cambio de reconocer

el control administrativo de la zona.

Es decir, mantener el estatus colonial desde

una perspectiva netamente económica.

2. La prensa en el conflicto

La crónica de lo ocurrido en este medio

año en la cornisa geográfica de Marruecos

es bastante conocida, y en la actualidad

no existen lagunas de consideración sobre los

acontecimientos a pesar de existir interpretaciones

de ellos. Las dudas han sido en su mayoría

despejadas. De ahí que estimamos más

oportuno concentrar nuestra aportación en la

iconografía generada y gestionada entre julio

y noviembre de 1909 en el seno de la vida pública

española. Y lo haremos a través de una

publicación conservadora, de una revista gráfica

que fue, en este caso, todo un ejemplo de

manipulación política; nos referimos a Nuevo

Mundo.

Bueno será aclarar que la prensa española

tuvo un rol determinante devenir de

los acontecimientos políticos consecuentes

con la hecatombe bélica. La decisión de entrar

en guerra fue evidentemente inoportuna,

pero mucho peor fue la forma de gestionar la

conformación del cuerpo de ejército que se

destinó a defender los intereses de la Compañía

del Norte Africano, —empresa española

con capital francés— que estaba íntimamente

ligada a la Compañía Española de Minas del

Rif que controlaba, entre otros el conde de Romanones,

el marqués de Comillas y algunos

miembros de clan Güell.

Los medios de comunicación no tuvieron

una opinión unánime, y por cada periódico

que criticaba la intervención bélica, hubo otro

que la apoyaba. Estos últimos eran, en su mayoría,

conservadores, y pro gubernamentales.

En ellos se expresaba una visión bondadosa

y patriótica del conflicto, escondiendo realidades

que eran palpables al común gracias a las

noticias oficiosas que llegaban del frente.

Una de esta publicaciones fue Nuevo

Mundo, una revista gráfica de referencia entre

la burguesía española que se alojó durante

décadas en un edificio diseñado exprofeso por

el arquitecto Jesús Carrasco-Muñoz y Encina

en la calle Larra, número 8. La publicación fundada

por el periodista José del Perojo en el

año 1894 con la idea de ofrecer a sus lectores

una publicación ilustrada aprovechando los

beneficios de la fotografía, y el tirón que empezaba

a disfrutar el fotoperiodismo. Los adelantos

tecnológicos aplicados a la imprenta

hacían posible que los periódicos conocieran

una transformación en pro de la información

gráfica en la que prevalecía el lenguaje de las

imágenes frente a los textos.

Había nacido, además, con la intención

de llegar a un público genérico, a las capas

populares de la población. Esta meta era

inalcanzable para cualquier publicación escrita,

no-gráfica, pues el índice de analfabetismo

en la España de comienzo de siglo xx era extremadamente

alto. Sólo la imagen podía informar

al “lector”. La fotografía, por tanto, pasó

a sustituir a la prosa periodística y en este terreno

la manipulación se descubrió como un

aliado político a favor del manipulador. La imagen

tenía un poder de convicción muy superior

al de la palabra. Lo dicho, lo escrito, se entendía

como un hecho subjetivo, mientras que lo

fotografiado se aceptaba, erróneamente debe-

Las víctimas de la guerra. El ferrocarril minero del

Rif convertido en tren militar para el traslado de los

heridos. Nuestra fotografía representa una de las

bateas, en la que hay colocadas cuatro camillas.

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ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 51

Los grandes éxitos periodísticos. Llegada de “Nuevo

Mundo” a Barcelona. Carretillas de la estación

de Francia con los paquetes del último número

enviado a esa población.

Madrid. Aspecto de la Calle de Larra, donde están

instaladas las oficinas y talleres de “Nuevo Mundo”

a la salida del periódico, el miércoles 18 de actual.

Un moro vendiendo fruta en las inmediaciones del

campamento de Tauret a un soldado de nuestro

ejército y al periodista Sr. Arija.

El fotógrafo D. Ricardo Baños, de la casa Hispano

Films, de Barcelona, impresionando una película

en el campo de batalla.

El doctor y periodista Sr- Albeniz, que se distinguió

en la asistencia de heridos durante el combate del

día 20 tomando te con el Sr. Mencheta en la

morada del Checha, prestigioso personaje

marroquí que con doscientos kabileños por él

reclutados se ha batido a favor de España.

ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 52 mos decir, como una prueba irrefutable de la

realidad. He ahí la importancia de la imagen

como documento histórico; no de la verdad,

sino de la verdad interesada.

Cuando se inició la guerra del Rif muchas

publicaciones españolas encontraron la

oportunidad soñada para captar lectores y aumentar,

así sus tiradas. La Ilustración Española

y Americana, La Ilustración Artística, Blanco

y Negro o la ya señalada Nuevo Mundo destacaron

periodistas y fotoperiodistas para plagar

sus páginas de las crónicas remitidas desde

el campo de operaciones. La guerra empezó

a verse como un filón informativo que era fácilmente

explotable y cuya fórmula había sido

ya experimentada con éxito por La Ilustración

Española y Americana en la guerra de Cuba.

El Rif se convertiría para muchos periodistas

en la escuela que les proporcionaría

los cimientos desde los que edificarían sus

respectivas carreras. Y con esta idea rescatamos

de entre las páginas de los semanarios

gráficos de la época los nombres de José Arija,

el de Mariano Marfil o del doctor y periodista

Albeniz.

El grueso del trabajo de informar en

este caso concreto corrió de la mano de los

cámaras, de los fotógrafos en general, y excepcionalmente

de Ricardo Baños que permaneció

durante meses en el frente del Rif

por encargo de la empresa catalana Hispano

Films. Los fotoperiodistas que entonces cobraron

fama son especialmente tres: Manuel

Company (1885-1909) que al margen de ser

el fotógrafo estrella de la revista Blanco y Negro,

está considerado por sus compañeros de

profesión como un pionero del fotoperiodismo;

Alfonso Sánchez García, alías Alfonso (1880-

1953), que haría en África su primer gran reportaje;

y José Demaría López, alías Campúa

(1870-1936) que pasa por ser el gran cronista

gráfico de la guerra del Rif.

Campúa nació en Cádiz, en Jerez

de la Frontera, y antes de tomar el oficio de

fotógrafo fue aprendiz de barbero. Descubrió

el embrujo de las imágenes en el gabinete de

Diego González Lozano. Pero su gran oportunidad

le llegaría en 1893, con tan solo 23 años

de edad, cuando conoció al fotógrafo Manuel

Company quien le propuso trabajar en su estudio,

La Galería Greco, de Madrid. De este

gabinete saldría en el año 1904 para ingresar

como cámara en la redacción de Nuevo Mundo,

ingresando además como miembro activo

de la Asociación de la Prensa de Madrid. Tenía

facilidad para los idiomas, llegaría a hablar

con corrección inglés y francés. Conocimientos

muy útiles para llegar a cabo las misiones

que le encomendaba su revista: reportero real.

De esta manera, Campúa cubrió durante años

los viajes del monarca Alfonso xiii, y ello le daría

la oportunidad de visitar, y de fotografiar,

algunas capitales europeas.

Su madurez creativa le llegó en África,

en la guerra del Rif, ya que se descubrió a

sí mismo al entender el fotoperiodismo como

una herramienta utilísima a la hora de modelar

la opinión pública. Con su trabajo logró que

Nuevo Mundo alcanzara un éxito comercial

sin precedentes, posicionando la revista entre

Excursión regia a Ceuta. Don Alfonso al salir de la Mezquita conversando en la carretera

con los moros de las kábilas inmediatas a Ceuta que acudieron a recibirle.

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las clases medias y ganando la fidelidad de

un mercado que tocaría techo en el año 1913

cuando la tirada alcanza los 125.000 ejemplares

por semana.

Campúa era lo que conocemos como

un reportero intrépido, y en su haber tiene,

precisamente en el contexto del conflicto del

Rif, el logro de ser el primer fotógrafo que obtuvo

imágenes a vista de pájaro al subirse con

su cámara a un globo aerostático. Las instantáneas,

que publicó en exclusiva en el Nuevo

Mundo, serían difundidas por agencia, y

reproducidas meses después por las revistas

gráficas europeas y americanas. Su visión de

la guerra, visión no beligerante en su mayoría,

le valió la condecoración de la Cruz Roja al

mérito militar y su pecho colgó, igualmente, la

Gran Cruz de Alfonso xii.

De regreso en Madrid, una vez concluida,

en el invierno de 1909, la contienda recuperaría

su labor como periodista de la cotidianidad

social. Obteniendo, paralelamente, el

nombramiento de Fotógrafo oficial de la Casa

Real por nombramiento entusiasmado el propio

Alfonso xiii. Sus logros en este terreno le

llevarían en el año 1911 a emprender su propia

aventura periodística fundando la revista

—Mundo Gráfico— que sería, a la postre, la

publicación “fotográfica” española por excelencia

durante el primer cuarto del siglo xx.

Campúa nunca escondió su filiación

monárquica, y tanto fue así que su defensa

pública del Borbón le costaría la vida. El fotógrafo

fue asesinado el 21 de septiembre de

1936 frente a la puerta de su casa madrileña.

Los asesinos no sólo quisieron eliminar a la

Grupo de moros viendo maniobrar el globo

“Júpiter”, que se eleva en Melilla para descubrir

las posiciones del enemigo.

persona, sino que también soñaron, en vano,

con borrar sus huellas artísticas. Al acto criminal

sumaron el saqueo de su estudio destruyendo

parcialmente unos archivos fotográficos

que testimoniaban buena parte de la historia

de España.

3. El álbum

El material gráfico generado en entorno

a la guerra del Rif es abundante, recogiéndose

en él todos los ángulos posibles de

las acciones bélicas y visiones varias de una

campaña que no dejó a nadie indiferente en

la España monárquica de comienzos de siglo.

Fotos nacidas de miradas seleccionadas no

sólo por la editora de la revista gráfica, sino

también por los prejuicios de los ojos de los

operadores de cámara que escogían, según

los gusto de época, los asuntos que hicieran

más atractivo el espectáculo periodístico.

Todo, claro está, desde una hipotética atalaya

que presuponía a la actividad violenta como

elemento de admiración nacional. Miradas

que pretendieron, en buena parte, exponer los

aspectos amables de un evento de extraordinarios

elocuente para los usuarios de prensa.

La guerra como acontecimiento excepcional

ha venido perdiendo, poco a poco,

su capacidad de atracción. Baste echar un vistazo

a un periódico de comienzos del siglo xxi

para comprobar que cualquier confrontación

deportiva ocupa mucho más espacio en el diario

que las “agotadoras” y manidas acciones

bélicas. Pero en los comienzos del fotoperiodismo

la guerra, cualquier guerra en cualquier

país, era un “espectáculo” de masas que des-

A vista de pájaro entre Melilla y el Atalayón.

ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 54 pertaba la morbosidad de los consumidores

de periódicos.

Esta curiosidad llegaría a ser un factor

determinante en la consolidación de fotoperiodismo;

un género que se aupó al peldaño

superior frente al que poseía el periodismo

prosaico. La posibilidad de utilizar imágenes

contribuía, de forma decisiva, a dar fiabilidad

de la información emitida, y los recursos fotográficos

se pusieron a trabajar en esta línea.

Nuevo Mundo se sumó a la tendencia

imperante en medio mundo logrando en

tan solo seis meses, los que duró la guerra de

África, componer un retablo con las imágenes

enviadas por sus fotógrafos destacados en el

Rif. Con ellas los españoles tuvieron la oportunidad

de formarse una opinión: la deseada por

la redacción del semanario gráfico. De manera

que los anaqueles de la particular biblioteca

de imágenes no fueron definidos en él sin orden

ni concierto, antes todo lo contrario. Los

diferentes apartados del mismo tienen que ver

con una estrategia comunicativa que sería,

posteriormente, alimentada por los reporteros

con su trabajo diario. Sólo había un obstáculo,

un inconveniente que en ocasiones hizo matizar

los objetivos informativos que se trataba

de un obstáculo que era a priori insalvable: los

fotoperiodistas esteban sujetos, por la naturaleza

de los hechos, a remitir la información generada

por la guerra a partir de una secuencia

cronológica. A partir de ella se establecerían

los asuntos que organizaban, a la vez que clasificaban,

la información.

Así, las primeras imágenes del conflicto

tienen que ver con los preliminares de la

guerra; e incluso con la justificación de la misma.

Si la gota que había colmado el vaso de la

paciencia española había sido el asesinato de

un miembro de la Benemérita parecía lógico

que la piedra angular fuese una imagen alusiva

a ello. Y una vez tomado la punta de la madeja

sólo quedaba… de manera que en breve

las páginas de las revistas se llenaron de imágenes

que tenían que ver con el reclutamiento,

la partida de las tropas, acuartelamiento del

ejército en África, y un largo etcétera.

En un segundo escalón estarían las

hostilidades; las escenas de batallas y la exposición

incruenta de las acciones bélicas.

Este corpus de imágenes tenían su propia trayectoria

vital y hemos de pensar que se trata

en su mayoría de “retratos colectivos” en los

que se fotografiaron a grupos de soldados posando

en parapetos, “decorados”, muy poco

convincente de ser el auténtico campo de batalla.

La justificación de los “amaños” viene de

la mano de la restringida capacidad de movimientos

que tenían los fotógrafos de la época,

los cuales obtenía sus placas con cámaras

de gran formato que les obligaban a requerir

pesados trípodes de madera, una exposición

prolongada, y ópticas de limitada visión. Es

fácil entender que era mucho más práctico retratar

soldados en el estudio, aún cuando éste

fuera al aire libre, que los movimientos de las

tropas en sus avances. A pesar de todos, es

justo decir que los fotógrafos destacados obtuvieron

imágenes de éxito aprovechando su

acoplamiento en el seno de las tropas españolas.

Las columnas de soldados en los avances

por el territorio africano son mostradas en

varias ocasiones gracias a que los cámaras se

destacan y colocan su instrumental en peñas

elevadas, o esperan la llegada de la avanzadilla

en una estratégica vaguada.

La labor informadora no era, no podía

ser dadas las condiciones laborares, un acto

placentero y de ahí que el grueso del álbum

estará compuesto por un corpus de imágenes

empeñadas en mostrar los pormenores

de la vida castrense. Los fotógrafos se deleitaron

recogiendo el anecdotario general de

los soldados haciendo vida cotidiana bajo la

protección de la guarnición hispana. Soldados

comiendo, soldados cortándose el pelo, soldados

oyendo misa, soldados escribiendo cartas

a sus familiares, soldados en la cantina… soldados

y más soldados que adormecían las horas

descansando después de las acciones.

Nuevo Mundo planeó desde comienzos

de la guerra una línea informativa que tenía

que ver con las personas. Sabemos que

la guerra contribuye a forjar leyendas sobre

actos heroicos protagonizados por los militares,

y también sabemos que muchas de estas

acciones quedaban sin “recompensa” debido,

fundamentalmente, a los anonimatos. Frente

a esta tendencia luchó la redacción de Nuevo

Mundo publicando, cada vez que sus reporteros

encontraron un caso, una sección dedicada

a los héroes del Rif. Personas, militares

de rango, pero también soldados rasos, que

debían servir de ejemplo para el resto de la

tropa. La prensa puso nombre y apellidos a

muchos soldados que orgullos se prestaban al

retrato para satisfacción de la maltrecha estima

nacional.

Las imágenes más perseguidas y

anheladas por el gran público eran aquellas

que menos interesaban publicitar ya que las

mismas tenían que ver con la fatalidad de la

muerte, o de los heridos, producidos por las

acciones bélicas. Nuevo Mundo era consciente

de la situación; su redacción sabía que la

visión de amputaciones de miembros, o la

exposición de cadáveres formaba parte de la

exhibición no deseada por la oficialidad gubernativa

nacional: Pero eran, al mismo tiempo,

esas imágenes las que llamaban la atención al

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público y el estímulo para que la gente reclamara

los ejemplares que se entregaban semanalmente

en los quioscos de prensa de media

España. La muerte se alojaba ocasionalmente

entre las páginas del semanario, pero lo hizo

con imágenes tamizadas en las que la sangre,

o los deterioros físicos, eran maquillados a

conveniencia con la excusa de no herir sensibilidades.

Un reflejo de los movimiento contrarios

a la guerra, de las acusaciones de que los

“ricos” compraban el cupo y de que sólo los

obreros habían sido movilizados lo encontramos

tergiversado en esta publicación a través

de varios retratos verdaderamente significativos.

Así, miembros de la Casa Real española

fueron deliberadamente (léase políticamente)

movilizados; y la misma suerte corrió algún

que otro aristócrata español. Su presencia en

el Rif fue una puesta en escena que pretendía

acallar las voces de la oposición, queriendo

calificarlas, ante el pueblo de infundadas.

Cierto es que allí estuvieron Reniero y Felipe

de Borbón pero no es menos cierto que fueron

en calidad de “turista”; dos jóvenes que posaban

con elegancia ante las cámaras de los

reportes. Nunca en acciones bélicas, ni cualquier

otra circunstancia comprometedora.

Por último, el álbum recoge siguiendo

las pautas cronológicas de la crónica la rendición

de los insurrectos; su aproximación dócil

hasta las autoridades españolas, y los episodios

de la firma de los acuerdos de paz. A este

grupo de imágenes cabría añadir el regreso de

los soldados a la madre patria, y, lógicamente,

los homenajes acontecidos en toda España en

agradecimiento oficial por las penurias vividas

por los jóvenes movilizados en el campo de

batalla.

Al margen de las representaciones

testimoniales de la guerra, los reporteros de

Nuevo Mundo, especialmente Campúa, se

dejaron atrapar por el exotismo emanado de

los lugares donde se desenvolvió la acción.

La cultura islámica era en el arranque del siglo

para los occidentales un tabú tan sólido

y tupido como un muro. Y aún no se habían

despejado las miles de dudas que la sociedad

victoriana había sembrado sobre ella. La sugerencia

de existencia de “paraísos terrenales”

instalados en los dominios de los sultanes

había calado con extraordinaria eficacia a través

de la literatura decimonónica. Y lo árabe,

“lo moro” en la terminología de las época, era

un asunto que desprendía efluvios narcotizantes

para los lectores europeos. Las fotografías

de los habitantes del Rif tiene el acento de

mejor de los pintoresquismo y presencia entre

las páginas de una narración bélica podría, en

principio, no entenderse. Sin embargo, su publicación

ofrece la verdadera intención de los

cámaras en el contexto de la misión informativa.

La aproximación “al otro lado del mundo”

comportaba un foco de enorme atractivo artístico

por el que España quería medir su grado

de progreso y civilización frente a los hijos del

islam que aparecen en las imágenes recogidas

como “viejos empobrecidos”; gentes que

no disfrutaban de la higiene occidental y que

ofrecían un aspecto inculto, en el más amplio

sentido del término.

Respecto a este cuerpo de imágenes

cabría subdividirlo en varios grupos: el del

moro-amigo, es decir el rifeño que colaboraba

con las tropas españolas marcando los pasos

seguros en la incursiones; el moro-enemigo,

los contrincantes que rara vez fueron capturados

por las cámaras españolas; y sobre todo,

el moro-decorado, los personajes ajenos al

conflicto que pululaban en el entorno del teatro

de operaciones.

Dos príncipes en la guerra. Don Reniero y don

Felipe de Borbón en la puerta de su tienda de

campaña el día en que llegaron al campamento.

V

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ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 57

El general Marina en nuestra posición del monte Aid Aixa en el

Gurugú contemplando el panorama que desde allí se divisa.

Tipo rifeño.

En el campo rifeño. Moros saliendo del poblado de

Frajana para recoger lecha.

Moros trabajando en la construcción de la línea férrea de la Compañía española de minas

en el sitio donde ocurrieron los sucesos del 9 de Julio, que dieron origen a la guerra.

Las imágenes del álbum

Todas las imágenes que componen este álbum han sido

extraídas de entre las páginas de la revista Nuevo Mundo,

y en ellas se ha respetado no sólo el formato original,

sino, también, sus pies de fotos.

ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 58 La fiesta del Pilar en el campamento. Misa de campaña celebrada en la

segunda caseta, a la que asistió el alcalde de Zaragoza.

Un combate en Beni-Bu-Ifrur. La infantería, protegida por los cañones Schneider, conquistando

una loma del monte Haxao, desde donde los moros se defendían furiosamente haciendo

un fuego terrible a descargas cerradas contra nuestras tropas.

El periodista español Sr. Rodríguez de Celís y su esposa

hablando con soldados del Mulay Haffid.

Camión automóvil destinado a la conducción de heridos

desde la Alcasaba de Salván a Melilla.

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ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 59

Asunción Martos, cantinera del

Batallón de Cazadores de Talavera.

Soldado transportando leña cogida en el campo

moro después de un combate.

Las tropas expedicionarias. Aspecto que ofrecía el muelle de Barcelona en el momento de terminar el

embarque del batallón de cazadores de Mérida que ha sido enviado a Marruecos a bordo del “Ciudad de

Cádiz”. Los soldados sobre la cubierta del buque saludando a los que les despedían.

ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 60 El general Marina mirando hacia Zeluán. Los obuses del fuerte de Camellos disparando

contra el Gurugú.

Rifeños detrás de unas chumberas.

El teniente general Marina. Jefe de las

fuerzas que operan en El Rif.

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ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 61

Jinetes marroquíes.

El moro “Valiente”(X) y sus partidarios que agredieron en Ceuta en la noche del 17 al teniente de

la Guardia Civil D. Adolfo Blanco, hiriendo al caballo que éste montaba, a consecuencia de

una descarga que contra él hicieron y de la que, por fortuna, resultó ileso el oficial..

Ben-al-Muaz y demás personajes marroquíes que

constituyen la Embajada en las galerías del Ministerio

de Estado.

Premio al heroismo.

ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 62 La embajada marroquí en Cádiz. El embajador

marroquí Ahmed-al-Muaz a bordo del “Numancia”.

Compañía del regimiento de Infantería de

Álava que hizo los honores a la Embajada al

desembarcar en Cádiz.

Agresión a España. Los moros

contra los mineros españoles.

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ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 63

Nuestras fuerzas levantando su campamento en

los terrenos ganados a la kabila de Mezzuxa.

Kabileños de Frajana dirigiéndose al mercado de

Melilla después de haber hecho protestas de paz

que aceptí el general Marina.

Envío de fuerzas a Melilla. Detalle del embarque del escuadrón de caballería de Treviño en el

muelle de Barcelona a bordo del vapor “Buenos Aires”. Estas fuerzas forman parte de la

brigada mixta expedicionaria que manda el general D. Miguel de Imaz.

Tipo rifeño.

ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 64 El Infante Don Fernando, comandante del regimiento

de Lusitania, despidiendo en la estación a

sus soldados.

Los generales Marina y Del Real observando el

desarrollo de las operaciones desde una posición

tomada por la artillería a tres kilómetros del campamento

del Hipódromo y de la primera caseta del

ferrocarril minero.

Los heridos en el campo de batalla. Conducción al

Hipódromo de un oficial herido en el combate del

día 23 del actual.

Llegada de una ambulancia de Sanidad militar al

campamento del Hipódromo.

Soldados de infantería construyendo las alambradas

en los límites del campamento español.

Los obuses del fuerte de Camellos disparando

contra el Gurugú.

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ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 65

La acción de España en Marruecos.

Regreso del campo de batalla. Llegada del general

Imaz a Melilla.

Los soldados muertos en la guerra. Cadáveres

de ocho soldados depositados en las galerías del

Cementerio de Melilla. El juez militar practicando la

identificación de las víctimas.

Llegada al campamento del capitán Borrero,

herido en una pierna una hora después de haber

desembarcado al mando de la primera compañía

del batallón de Figueras.

ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 66 Vista general del campamento del Hipódromo.

El general Del Real presenciando la llegada de un

tren de heridos al campamento del Hipódromo.

El general Marina en la línea de fuego disponiendo

un avance hacia el enemigo.

Los cazadores de Madrid haciendo fuego contra

los moros en las trincheras del campamento del

Lavadero.

Moros capturados por nuestras tropas en el campo

de batalla y presos en el fuerte de Camellos.

La artillería española protegiendo el día 27 de julio

el avance de una columna hostilizada furiosamente

desde las faldas del Gurugú por la harca rifeña.

El Rogui. Este curioso personaje, que dominó un

tiempo desde la fortaleza de Scluan a la región

de los Quebdana y los Kalala hoy en guerra con

España, se encuentra de nuevo al frente de un

poderoso ejército, con el cual ha llegado a las

cercanías de Fez y hostiga frecuentemente a la

mehalla de Muley-Hafid, amenazando apoderarse

de su capital.

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ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 67

El general Marina conversando en su tienda del fuerte de Camellos

con el célebre moro Amadi, amigo de España y confidente leal, que

nos está prestando actualmente muy buenos servicios. Amadi es el

moro a quien un soldado español cortó las orejas en la guerra del 93,

por lo que fue éste fusilado.

Soldados del batallón disciplinario de Melilla bebiendo

agua en un cubo al entrar en la población

de regreso de un combate librado contra los moros

en Sidi Muza.

El capitán D. Emilio González P. Villamil y los

soldados Jorge Aguilar (1) y Manuel Pajares (2) de

Arapiles.

Desembarco de fuerzas de infantería en el muelle

de Melilla.

ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 68 Soldados españoles en una de las avanzadas del

campamento de Sidi Muza.

Vista general del campamento de Sidi Muza inmediato

a la segunda caseta del ferrocarril minero.

Una ametralladora y un heliógrafo maniobrando

desde la terraza de la segunda caseta.

Escenas de la guerra. Interior de un “blokhaus”.

Escenas del campamento. Un soldado escribiendo

una carta

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ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 69

Conducción de la impedimenta del campamento

de Sidi Muza.

Soldados desollando una ternera cogida a los moros

en las proximidades de la primera caseta.

La fuerza destacada en Sidi-Guarlach, al mando

del capitán D. Eladio López de Haro, formada en el

patio del fuerte.

Soldados haciendo fuego desde las aspilleras del

fuerte de Sidi-Guarlach.

Moros de la policía haciendo la instrucción en el

fuerte de Camellos. Estos moros, adictos a España,

han sido reclutados hace pocos días y serán

los que, como conocedores del terreno, irán a la

vanguardia de nuestras tropas en el avance hacia

Zeluan.

Grupo de moros confidentes dirigiéndose a visitar

al general Marina.

En el campo enemigo. Tipos de la harca rifeña que

pelea contra España, en las montañas del Gurugú.

El general Marina seguido de su Estado Mayor al

regresar a Melilla, después de jaber (sic) recorrido

las líneas avanzadas de Sidi Muza.

ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 70 Soldados de caballería descansando junto a unas

chumberas durante una exploración por las inmediaciones

de Sidi Muza.

Soldados comprando comestibles en una cantina

instalada en el campamento.

Peluquería al aire libre. Corte de pelo a un soldado.

El general Arizón y el coronel Primo de Rivera con

los oficiales de guarnición en las posiciones españolas

del Atalayón.

Un cañón de la batería Schneider, emplazado en

la playa de Car Chica haciendo fuego contra el

enemigo parapetado en el Gurugü. En nuestra

fotografía se ven los efectos de los diparos de

estas formidables máquinas de guerra que arrojan,

como es sabido, veindós proyectiles por minuto.

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ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 71

Paisanos ayudando a los soldados a preparar un

convoy de municiones en el campamento del Hipodromo.

Cargando sobre una mula un cañón de montaña.

El general Marina arengando a las tropas en el solemne acto verificado el día 25 de agosto pasado

en el campamento del Hipódromo para imponer la Cruz del Mérito Militar con distintivo rojo al cabo

del batallón de cazadores de Estella José Calvo (x) que en uno de los combates librados contra los

rifeños salvó, con riesgo de su vida, a un soldado herido que cayó en poder de los moros, matando a uno

de estos y haciendo huir a otros, después de una lucha desesperada, cuerpo a cuerpo.

Soldados bebiendo agua momentos antes de

ponerse en marcha.

Sitio inmediato al tercer blockhaus, en construcción,

donde explotó la caja de picrinita que causó

la muerte a dos moros merodeadores. La explosión

fue formidable haciendo en el suelo un hoyo

de un metro de profundidad.

ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 72 Marcha de tropas españolas por el camino entre

Melilla y Nador. Los soldados de infantería hacen

un alto para descansar junto a la playa de Mar

Chica, en la falda del Sidi Ahmet-el-Hach, mientras

avanzan fuerzas de caballería encargada de

explorar el terreno.

El Rogui. Pretendiente al trono de Marruecos que

ha caído en poder del sultán Muley Hafid.

Relevo de la artillería en nuestras posiciones de

Sidi Ahmet-el-Hach.

Las bajas de los rifeños. Los moros ponen gran

cuidado en recoger sus heridos y, sobre todo, sus

muertos en el campo de batalla. Nuestra fotografía

ha podido sorprender una de estas escenas;

terminada la acción, los moros han recogido varios

cadáveres los van reuniendo para llevárselos a

darles sepultura.

El general Morales, jefe de la brigada del Campo

de Gibraltar, en su tienda del campamento acompañado

de su ayudante.

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ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 73

Mr. Richard Howard (en el centro), D. José Cámara

(a su derecha) y D. Enrique G. Toledo, los

tres súbditos ingleses que han sentado plaza en el

ejército de operaciones de Melilla.

Columna de la harka rifeña en marcha hacia las

montañas del Gurugú.

El combate de Lahhdara. Los cañones Schneider

disparando contra la caballería mora en las inmediaciones

de Mar Chica, cerca del zoco El Arba, el

día 31 de agosto pasado.

Moros enemigos de España en una altura próxima

al alduar de Beni-Katen.

El ganado bebiendo en el campamento.

Cañoneo sobre las lomas del Gurugú. El nuevo material de artillería “Shneider” cañoneando desde el

campamento del Hipódromo las lomas del Gurugú, donde fueron destruidas, a 3.500 metros de distancia,

varias casa que utilizadas los rifeños como fortines para hostiligar a nuestros soldados.

ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 74 Vista general del campamento del zoco El Arba.

El teniente Sr. Solá herido en un brazo, al ser colocado

en la camilla para conducirlo al campamento.

El moro que hirió a este oficial estaba oculto a

una distancia de 25 metros; al verle el Sr. Solá le

disparó su revólver consiguiendo matarlo.

Los moros confidentes de Quebdana. Moros de la

kábila de Lahhadara dando noticias confidenciales

al general Marina acerca de las bajas que tuvo el

enemigo en el encuentro del día 4 con las tropas

del general Aguilera.

Los camellos adquiridos por el Ejército para el

servicio de convoyes a las posiciones avanzadas

entrando por la puerta de Mantelete, de Melilla.

El general Marina conferenciando en el campo de

Bufadis con el cherif Checha.

El general Marina saludando a varios moros notables

de Lahdara y Quedhana que fueron a Melilla

a hacer protestas de paz y de adhesión a nuestras

armas.

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ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 75

En el campamento de la Restinga. Soldados comiendo

el rancho de regreso de un combate.

El general Orozco viendo los pozos descubiertos

en el terreno conquistado cerca de Zeluán. Un

soldado sacando agua para probarla.

El capitán Mora, jefe de una batería Schneider,

observando desde la torre de un cañón los movimientos

del enemigo.

El escuadrón de Alfonso XII en la batalla

de Abr-Hit.

Escenas del campamento. Oficiales escribiendo a

sus familias al regreso de un combate.

Moro de la jarka que se presentó días pasados en

el campamento de Nador para conferenciar con el

general Orozco.

El general Marina conversando en el campamento

de la Restinga con los heridos que tuvo la columna

del general Aguilera el día 4 del actual (imagen

publicada el 16 de septiembre de 1909).

ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 76 Soldado de infantería disparando contra los moros

desde una de las trincheras pertenecientes a

nuestra posición de Aid-Aixa.

El caid El Bachir Ben Sen-Nach, embajador del

Sultán, al salir de su hospedaje para ir a visitar al

general Marina. El Bachir ha sido enviado a Melilla

por Muley Hafid, como es sabido, para avistarse

con la jarka rifeña y tratar con ella del término de

la guerra.

Rifeños dirigiéndose a Melilla para conferenciar

con el general Marina.

El Bachir. Embajador del Sultán que está

gestionando la paz con los rifeños.

Entierro de un soldado muerto en el combate del

día 20 de Taxdir. Momento de rezar un responso

ante el cadáver del capellán del regimiento.

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ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 77

La comisión de la harka en el Gobierno militar.

Aspecto de la plaza de los Algibes, de Melilla, a la

llegada de los moros comisionados por la harka

para tratar con el general Marina las condiciones

de la paz.

Los moros piden la paz. La comisión de la harka

rifeña que fue a Melilla a pedir la paz, dirigiéndose

al zoco del Hach acompañada del escuadrón de

Lanceros de la Reina.

Las conferencias para la paz. Los jefes de las

kabilas que fueron últimamente a Melilla a pedir la

paz hablando, al llegar a nuestras avanzadas con

el teniente coronel de Cuenca y con el capitán de

Caballería que los condujo a presencia del general

Marina.

Los moros amigos de España. Moros de la policía

en la nueva posición tomada por nuestro Ejército

en el monte Agui-Enneslah entre Frajana y Beni-

Xicar.

La primera sección de ametralladoras del batallón de cazadores de Barcelona disparando contra

el enemigo en una trinchera del campamento de Sidi Ahmet-el-Hach.

ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 78 Las conferencias para la paz. Los jefes de las kabilas que fueron últimamente a Melilla a pedir la paz

hablando, al llegar a nuestras avanzadas con el teniente coronel de Cuenca y con el capitán

de Caballería que los condujo a presencia del general Marina.

Los trabajos de pacificación en el Rif. El santón de

Telatza, Sidi-Mohamed-Ben-el-Hach, de la kabila

de Beni-Sidel, hablando con el general Marina

en nuestra posición de Segangan el día que se

presentó con otros notables rifeños a tratar las

condiciones de su sumisión.

El solado Vicente Castell Muñoz con la pierna

artificial que le ha regallado la Clínica Ortopédica

Prim, establecida en Alsasua (Navarra).

El regreso de las tropas de Melilla. Desembarco en

el puerto de Barcelona de los reservistas repatriados

de los batallones de Alba de Tormes, Alfonso

XII y Reus, llegados en el trasatlántico “Cataluña”

el día 8 del actual. Desfile de las tropas por el

muelle.

Moros rezando, en los campos del Rif, la acostumbrada

oración del Moghreb.

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ISSN 1133-598X · Vegueta·12/2012 · página 79

La vuelta de los soldados. Llegada a Valencia de

los reservistas repatriados de Melilla.

Homenaje a dos soldados repatriados. Entrada en

Caldas de Malavella (Gerona) de los dos soldados

de aquel pueblo que fueron a la guerra de Melilla.

El Chaldy. Jefe de la insurrección rifeña

que según noticias de Fez ha muerto hace

pocos días en aquella población. El Chaldy

era un solemne bandido que fingiéndose

amigo nuestro preparó el golpe del 9

de julio, pagando a los asesinos de este

infausto día.

El regreso de las tropas. Llegada a Barcelona de

los batallones de cazadores de Alba de Tormes,

Barcelona y Reus.