JUAN MANUEL SANTANA PÉREZ: EXCLUIDOS Y RECLUIDOS EN EL ANTIGUO

RÉGIMEN. HOSPITALES EN GRAN CANARIA. EDITORIAL ANROART,

LAS PALMAS DE GRAN CANARIA, 2005. 160 PP. ISBN: 8493433659

Este estudio aborda el tema de la marginalidad social y la respuesta institucional en

Canarias que ha sido una de las líneas principales de investigaciones de su autor.

Esta es una obra novedosa no sólo por su aproximación metodológica sino por la

información expuesta que fue rastreada en diversos archivos de distinta índole, que

engloba los poderes del antiguo régimen, desde los Municipales, cabildicios, eclesiásticos,

hasta los de la Corona.

Está bien estructurado, además de una interesante introducción y unas adecuadas

conclusiones, el segundo capítulo nos introduce en el mundo de la pobreza y su problemática

y, después, analiza de forma exhaustiva cada una de las instituciones, donde

llama la atención el Hospital de San Lázaro y el análisis de la lepra en la Canarias del

antiguo régimen.

Los problemas y soluciones expuestos en los siglos XVI, XVII y XVIII por parte de

los poderes políticos de los Borbones y de la Iglesia Católica han tenido proyecciones

hacia el presente, con las convulsiones económicas y migratorias que sacuden al

mundo globalizado.

Durante el Antiguo Régimen hubo un grupo de personas excluidas del ámbito productivo

que subsistía de actividades marginales, que rozaban el mundo de la delincuencia

y que padecieron diversas enfermedades, las más comunes enfermedades de

transmisión sexual y otras que eran muy visibles como la lepra. Para ellos el Estado y

la Iglesia va a reutilizar una red de hospitales que, como institución existían con anterioridad

en algunos lugares, pero que ahora se le encomienda una doble función, por

un lado, asistencia a los pobres y, por otro, represión de sectores potencialmente peligrosos.

Así quedaron bajo el rótulo de beneficencia y se mantuvieron con los recursos

económicos que se obtenían para esos fines, a diferencia de las cárceles que tenían solamente

un carácter transitorio hasta que se efectuaba el juicio. En Gran Canaria hubo

tres hospitales que cumplieron ese cometidos, uno en Telde, llamado San Pedro Mártir

y dos en la ciudad de Las Palmas, el de San Martín y el de San Lázaro, este último

dedicado exclusivamente a la reclusión de quienes padecían la lepra. En la presente

obra se presenta ese mundo de la pobreza y, sobre todo, se hace un análisis exhaustivo

de esos tres hospitales.

El libro nos proporciona una ingente cantidad de información, dado que el autor ha

vaciado los archivos insulares además, de diversos archivos nacionales e incluso, con

algunos documentos obtenidos en el Archivo del British Museum, en su The Department

of Manuscripts, concretamente en los fondos Egerton y Additional.

Aunque en su título nos anuncia que el trabajo empírico está basado en la isla de

Gran Canaria, el tema abarca el ámbito regional, de hecho recurre a explicaciones del

fenómeno en el resto de Archipiélago Canario y también con un perfecto conocimiento

de modelos similares que se han hecho en la historiografía española, además, de los

influjos de la escuela de Annales y de la historiografía anglosajona de la que Santana

intenta con éxito hacer una síntesis metodológica y, lo que es más importante, epistemológica.

El caso de Gran Canaria, aun no contaba con ninguna publicación en profundidad

de forma monográfica, sólo algunos antecedentes de otros autores, algo alejados

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de las corrientes historiográficas vanguardistas y centrados en alguna de las instituciones

que aquí se expone de forma conjunta, porque queda reflejado que forman parte

de la misma respuesta institucional.

El hecho de unir el problema de los excluidos y los hospitales se debe a que éstos

constituyen el principal aparato para el encierro de este grupo social. La mayor parte

de trabajos que han abordado el tema se centran en uno de los dos aspectos, que pensamos

que están directamente relacionados y merecen un trabajo global integrado en

el conjunto de lo social que forma parte de una Historia Integral y que huya de la historia

en rebanadas o las historias parciales que con la posmodernidad se han reactivado

y obtenido cierta legitimidad académica.

El marco cronológico nos parece acertado porque tiene entidad propia, en cualquier

caso entiende, con buen criterio que compartimos que el Antiguo Régimen, en este

materia, comienza en este terreno desde al mismo proceso colonizador del Archipiélago

y finaliza bien entrado el siglo XIX, por esa razón ha puesto el límite en 1837, con la

Constitución de ese año así como los cambios en materia de Beneficencia de 1836, que

presagian un nuevo periodo.

Nos parece lógico que vincule el incremento de la pobreza y proliferación de las

situaciones de marginalidad que se presentan en el conjunto de las regiones españolas

como un fenómeno ligado a las ciudades en general o a alguna coyuntura económica

desfavorable, malas cosechas, sequías o epidemias, que en Canarias fue un verdadero

fenómeno estructural. Es por ello que cuando se estudia la marginalidad social existente

en las ciudades va preferentemente dirigida a ese sector de población que estructuralmente

se halla alejada del ámbito productivo, independientemente de las situaciones

económicas desfavorables. No obstante, se advierte una preocupación constante,

debido al volumen que llegan a alcanzar preferentemente en las grandes ciudades. La

explicación que nos da el libro es que se produce una constante afluencia de personas

expulsadas del ámbito productivo hacia los núcleos poblacionales más importantes,

independientemente de los propios marginales que genera la vida en las urbes. Este

número constante y habitual se verá incrementado cuando exista alguna coyuntura

económica desfavorable.

Los hospitales absorberán a quienes vivan en estado de indigencia, evitando con

ello la agudización del conflicto social. Debemos pensar que estas masas desocupadas

estaban prestas a apoyar cualquier revuelta para obtener mejoras en su nivel de vida,

como sucedió en muchos lugares de Europa. Pese a no ser los sujetos directos de los

motines fueron utilizados como fuerza de choque y, lo que es más importante, los grupos

dominantes los temían.

Luís Alberto Anaya Hernández

Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

Departamento de Ciencias Históricas

Email: aanaya@dch.ulpgc.es

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