VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 193
BIBLID 1133-598X (2006) p. 193-218
TERRITORIO, RECURSOS TURÍSTICOS Y CAPACIDAD DE
CARGA. INTERPRETACIÓN TEÓRICA DEL CASO DE LA
ISLA DE LANZAROTE
SANTIAGO HERNÁNDEZ
Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria
GEURSA (Sociedad Municipal de Gestión Urbanística)
shernandez@dgeo.ulpgc.es
CARMEN GINÉS
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
Departamento de Geografía
cgines@dgeo.ulpgc.es
CÉSAR SÁNCHEZ
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
Departamento de Geografía
Fecha de recepción: junio de 2006
Resumen
La presente investigación propone una interpretación sobre un aspecto relevante en el actual desarrollo
de los espacios turísticos. Esta cuestión presenta implicaciones sociales y económicas, y está referida
a las relaciones entre los distintos agentes que intervienen en el territorio. Dichas relaciones se asocian,
a su vez, a las transformaciones en los recursos turísticos del espacio y su capacidad de carga. Se
intenta profundizar en los aspectos teóricos y factores que intervienen en este último indicador como
criterio fundamental para la cualificación del territorio como soporte del turismo en Canarias. Apoyado
en una metodología de inventario exhaustivo de los aspectos geográficos y los recursos turísticos,
se delimitan los indicadores de sostenibilidad, a partir de los que se extrae un modelo crítico de valoración
e interpretación de la capacidad de acogida del turismo. De este modo, se utiliza el ejemplo de
la isla de Lanzarote como laboratorio adecuado a tal fin; poniendo sobre la mesa algunos planteamientos
asociados al desarrollo de la planificación del territorio como instrumento para el desarrollo del
turismo.
Palabras clave: Turismo, recursos turísticos territoriales, ordenación del territorio, capacidad de
carga, sostenibilidad turística.
Abstract
This research proposes an exercise in interpreting an important aspect of the present social and
economic development of tourist areas, referring to the relations established by the different stakeholders
involved in the region, between the region, its tourist resources and the so-called carrying
capacity. An attempt is made to gain greater insight into the conceptual aspects and factors that
have an impact on this latter indicator as a fundamental programmed criterion for zoning the area
as a foundation for tourism in the Canary Islands. Based on a methodology of an exhaustive inventory
of all elements that could be considered as tourist resources, sustainability indicators are identified
as a starting point for developing a critical model for evaluating and interpreting the capacity
of an area for receiving tourism. Hence, the example of the Island of Lanzarote is used as an appropriate
laboratory for this purpose, highlighting the scientific debate concerning some approaches
associated with the development of regional planning as an instrument for formalising tourism.
Key words: Tourism, regional tourist resources, regional planning, carrying capacity, sustainable tourism.
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1. INTRODUCCIÓN
Las zonas costeras españolas han
experimentado un explosivo crecimiento
de la actividad turística durante las últimas
décadas. Este desarrollo ha propiciado
la modificación del status desde un
espacio económico secundario en el contexto
provincial, regional y estatal –excepto
los enclaves urbanos y portuarios-, con
ciertas singularidades medioambientales,
a un lugar prominente en el sistema del
espacio turístico nacional, con incontables
connotaciones en sus pautas de comportamiento
e identidad.
En los espacios insulares más poblados
del Archipiélago Canario, ese cambio
ha venido acompañado de una drástica
transformación del modelo territorial que
históricamente ha caracterizado a las Islas
y se ha traducido en un elemento fundamental
en la interpretación de su funcionalidad
desde la óptica del planeamiento
territorial y de la planificación sectorial y
económica, desde la percepción exterior
en relación a las relaciones socioeconómicas
y culturales preexistentes, o desde la
identificación de las actuales alarmas y
desequilibrios que protagonizan el espacio,
cada vez más disimulado por el fenómeno
de las migraciones africanas. Se selecciona
el ejemplo concreto de la isla de
Lanzarote por su particular relación con el
turismo y las implicaciones territoriales.
En este contexto, los últimos años han
coincidido con frecuentes conflictos relacionados
con el inadecuado equilibrio
entre la apropiación turística del territorio
o, de determinados aspectos que lo
constituyen, en relación con la capacidad
de carga que éstos recogen. Estos elementos,
que podemos delimitar como recursos
turísticos territoriales, son precisamente
los que sustentan la actividad
turística. Del mismo modo que, no puede
haber turismo sin turista, tampoco puede
existir turismo sin recurso territorial. Se
entiende, pues, que todo planteamiento
de esta actividad económica pasa por la
definición de estos ingredientes espaciales
cada vez más, en condiciones de singularidad
y competitividad. No hay que
olvidar que se trata de nodos de un sistema
que podemos identificar como la imagen
turística de la marca “Lanzarote”,
hasta el punto que toda alteración en términos
de mejora o de degradación de los
recursos del territorio, también altera la
calidad e identificación exterior de dicha
imagen.
Este planteamiento constituye la base
sobre la que se apoya la propuesta científica
y la justificación de estas líneas, en
este caso orientadas al análisis de los procesos
de planificación y ordenación del
territorio en relación con el turismo y, en
consecuencia, a la percepción de las
implicaciones que sobre el espacio lanzaroteño
han tenido las distintas formas de
apropiación emanadas de la turística.
Pero también se constata carencias
importantes; por un lado, en la definición
exhaustiva de los recursos del territorio
lanzaroteño con una determinada potencialidad
turística, desarrollada o no; y,
por otro, en la cualificación y cuantificación
de su capacidad de carga. De este
modo, el análisis de las distintas formas
de apropiación turística del espacio que
se han desarrollado hasta la actualidad
permitiría no sólo identificar aquellos
comportamientos y diseños de planificación
que atentan contra la referida marca,
sino que facilitaría el descubrir posibles
nuevos productos que completen su propia
competitividad geográfica en un mercado
internacional que busca, precisamente,
esa diversidad y aumenta sus
exigencias.
La imprevisión inicial en la temática
se contrapone a su importancia, tanto en
su perspectiva espacial como en su comVEGUETA
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plejidad; en ambas resulta evidente que el
condicionamiento de la investigación
deriva del escaso bagaje científico en el
Archipiélago y las expectativas de encontrar
respuestas a los múltiples interrogantes
que invadían el análisis del territorio
en las zonas costeras, urbanas y rurales.
No obstante, en el marco de una línea de
investigación sobre el espacio insular y
las estrategias territoriales derivadas de
la planificación que desarrollamos los
autores del presente artículo, esta limitación
conceptual y científica previa sirve
de estímulo para iniciar los pasos necesarios
para su realización pausada y eficaz.
Con estas premisas básicas, el objetivo
central de la investigación se dirige
desde sus inicios al descubrimiento,
desde una perspectiva geográfica, de los
procesos y fenomenologías que definen la
localización y distribución de las distintas
formas de apropiación turística del espacio,
centrados en el caso de Lanzarote. A
partir de ahí, se procuran identificar las
implicaciones del uso que hace el turismo
de los distintos elementos territoriales,
transformándolos en recursos. Esas incidencias
alcanzarían matices que van
desde los de índole medioambiental y
paisajístico, a los sociales, económicos,
culturales o políticos.
En este sentido, los procesos y formas
de explotación del territorio por parte de
la actividad turística en la isla objeto de
estudio justifican la necesidad de un estudio
detallado y sistemático en la abundancia
de fenómenos territoriales que se
han ido produciendo en relación con este
tipo de explotaciones y sus modos de
generar producción y empleo, de entrelazarse
con el conjunto de los espacios isleños,
de innovarse de acuerdo a los cánones
establecidos en el mercado internacional
y, sobre todo, sus distintas aportaciones
a la configuración del paisaje insular.
2. LA APROPIACIÓN DEL ESPACIO
INSULAR POR EL TURISMO A PARTIR
DE LAS UNIDADES TERRITORIALES
2.1. El planteamiento de las unidades
territoriales turísticas y las funciones del
medio respecto al desarrollo turístico
Durante últimos años, la Geografía
Turística española y europea ha intentado
el impulso de una línea interpretativa
sobre la integración del espacio turístico
en los recientes cánones de recualificación
o reformulación de la oferta, como
consecuencia de la aparición de nuevos
parámetros que afectan al proceso de
selección por parte de la demanda. Su
desarrollo parece alimentarse de los
intentos científicos internacionales de
prever la evolución negativa de la actividad
turística atendiendo a la existencia de
síntomas de comportamiento negativo en
los momentos actuales y en su evolución
reciente. Algunos de estos intentos, o
“modelos evolutivos” (VERA, 1997),
sugieren la posibilidad de que ciertos
espacios turísticos sean susceptibles de
responder a situaciones de estancamiento
o de crisis estructural de sus respectivos
productivos, a través de situaciones de
“mutación-reconversión” (CHADEFAUD,
1987, en VERA, 1997) o de “rejuvenecimiento”
(BUTLER, 1980, en VERA, 1997).
Esta apuesta científica tiene su justificación
para el caso de Lanzarote en el
hecho de que su representatividad dentro
de los espacios turísticos costeros, basados
en procesos clásicos de masificación o
de “producción en serie” del ocio y el
descanso, aconseja la previsión de una
reformulación del producto turístico
hacia nuevas dinámicas de explotación
que consoliden su atractivo.
Pues bien, uno de los soportes básicos
de estos argumentos lo constituye, no el co196
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nocimiento del número e identificación
de los recursos en el que se ha basado el
marketing en las últimas décadas, sino el
comportamiento integrado del territorio
que induce a la existencia en el momento
actual de los mismos. En estos términos,
parece apropiado el concepto del paisaje
como “denominación de origen turístico”
(FORONDA, 1999). Aunque el paisaje
turístico también puede ser un buen
ejemplo terminológico para definir el
resultado espacial de la convergencia de
una serie de elementos territoriales, condicionado
por un conjunto de factores
históricos, ambientales, sociales, económicos,
culturales o políticos (Figura 1).
Figura 1. Vínculos del entorno medioambiental del territorio con el turismo los recursos turísticos.
En nuestro caso, el conocimiento de
cómo se comporta la integración de
dichos elementos y su manifestación en
ámbitos diferenciados, desde el punto de
vista de su aptitud y problemática turística,
encuentra una adecuada herramienta
en la percepción del territorio a partir de
un grupo de unidades paisajístico-turísticas
de funcionamiento específico. Dichas
unidades mantienen entre si relaciones
de diversa índole en cuanto a jerarquía y
caracterización, conformando un sistema
que representamos en el espacio turístico
de Lanzarote.
Hablamos, pues, de lo que se ha dado
en llamar como unidades ambientales turísticas
(LÓPEZ, 1998), que es un mecanismo
consolidado en los estudios del paisaje
o en la ordenación del territorio. De
hecho, los criterios incidentes en su identificación
respecto a entornos colindantes
entendemos que se nutre de procedimientos
similares ejercidos en la práctica
cotidiana del planeamiento urbanístico,
como eje de referencia eficaz en la toma
de decisiones sobre el aprovechamiento
del espacio.
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La cuestión estriba en perfilar la metodología,
de modo que cumpla con los
requisitos planteados en el conocimiento
de las relaciones espaciales y las formas
de apropiación turística del territorio.
La referencia general de la configuración
ambiental de la isla se corresponde,
pues, con uno de los criterios importantes
en este proceso, dado que su estructura
geomorfológica, su disposición orográfica,
el paisaje visualizado, la presencia de
ecosistemas singulares, la cercanía al litoral,
su definición jurídica como espacio
protegido, etc., son variables con mucha
capacidad para identificar diferencias
geográficas en el desarrollo turístico.
2.2. El actual mapa de la incidencia turística
en Lanzarote. Una visión sintética
La interpretación del mapa del turismo
en la isla se inicia en la ciudad de
Arrecife un centro funcional cuyas vinculaciones
a esta temática están aún por
definirse. Y en el que la presencia de
recursos asociados al patrimonio cultural
e histórico, así como un frente litoral con
ciertas potencialidades con respecto a su
valoración paisajística y a su atractivo
como área de esparcimiento, se contrapone
a un espacio urbano funcionalmente
desequilibrado.
Sin llegar al nivel de entenderlo como
un espacio con un desarrollo no sostenible,
sí presenta serias dificultades para su
participación en el modelo turístico que
intenta consolidarse en la isla, en condiciones
de valores razonables de calidad
del territorio. Así, una desorganizada
trama urbana, una escasamente perceptible
estructuración social y económica de
las funciones propias de una ciudad percibida
por el turista, un conjunto edificado
con una discutible integración
ambiental, una notoria deficiencia de
zonas verdes, y una sangrante congestión
del tráfico, son todos ellos aspectos afines
a las capitales canarias que, sin embargo,
contradicen la adecuada aplicación de la
imagen de sostenibilidad.
Aún así, conviene advertir que Arrecife
aporta un conjunto de ingredientes que
no sólo participan de modo estelar en el
funcionamiento del espacio turístico lanzaroteño,
sino que reúne tendencias de
comportamiento y condiciones adecuadas
para apoyar el proceso de diversificación
del producto insular.
La lenta, pero progresiva, adecuación
del frente marítimo como centro de ocio y
esparcimiento dotado de cierta calidad
ambiental, el esfuerzo en el planeamiento
urbanístico por reconducir la trama urbana
hacia situaciones de desarrollo sostenible,
la rehabilitación del Arrecife Gran
Hotel y su entorno como hito referencial
de la ciudad, el potencial de la capital
para desarrollos asociados al turismo cultural
o patrimonial, etc., son algunos de
los mejores argumentos para una valoración
optimista de su integración en el
contexto insular.
La reestructuración y las nuevas
expectativas generadas por la desaparición
casi absoluta de la industria pesquera,
en la que el litoral arrecifeño fue un
referente regional; o, en su caso, el replanteamiento
del extenso suelo industrial
que previó el planeamiento urbanístico
anterior, son detalles con una indudable
plasmación en el esquema de discusión
de los nuevos productos urbanos integrables
en el modelo de turismo sostenible
de la isla.
Socialmente, Arrecife reúne las condiciones
para la producción de determinados
pautas que, directa o indirectamente,
se asocian a la actividad turística. Por
ejemplo, la “acentuación de la demanda de
uso del tiempo libre, la expansión de las oportunidades
de consumo por usuarios juveniles
y la más madura y especializada demanda de
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bienes específicos para el entretenimiento y la
cultura, ha significado consecuencias de gran
relieve en el asentamiento de las actividades
orientadas a producir estos servicios”
(FORTE, 2000), en referencia al aprovechamiento
terciario del suelo.
Los núcleos alojativos de Puerto del
Carmen, Costa Teguise y Playa Blanca
adquieren otro relevante protagonismo
en la observación del desarrollo de la sostenibilidad
turística en la isla. Su configuración
como espacios urbanos especializados
aparece asociada a frentes litorales
de indudable calidad ambiental y paisajística,
sirviéndoles de ejes estructurantes
de su funcionalidad como centros de
aprovechamiento turístico intenso. En
esta línea, distintas actuaciones han tendido,
con mayor o menor éxito, la adecuación
de las playas y paseos marítimos
como nodos neurálgicos destinados a
facilitar el contacto social con el paisaje y
el medio natural costero, sobre todo a través
del ocio y el esparcimiento.
En determinados casos, el desarrollo
de la infraestructura alojativa se ha efectuado
en condiciones de calidad arquitectónica
y asociado a entornos ambientalmente
singulares o, cuanto menos,
atractivos, por ejemplo en Playa Blanca y
Puerto del Carmen. No debiera, en este
contexto, resultar extraño que los jardines
del Hotel Meliá en Costa Teguise sean
considerados Bien de Interés Cultural; o
que en los últimos años se haya acelerado
el proceso de certificación de la calidad
de los establecimientos a través de varios
mecanismos oficiales promovidos al efecto
(“Sistema de Calidad Responsable. Biosphere
Hotels” –Asociación de Hoteles y
Apartamentos de Lanzarote-, “Sistema de
Calidad de Hoteles y Apartamentos Turísticos”
–Instituto para la Calidad Hotelera
Española-).
En otros, se ha producido una absorción
de núcleos pesqueros tradicionales
(Playa Blanca y La Tiñosa –Puerto del
Carmen-), entre cuyos resultados se
entiende interesante la plasmación de
unas relaciones entre ambos entes económicos
de cierta singularidad funcional y
sociológica. En contrapartida, estos centros
alojativos presentan comportamientos
que discuten su integración funcional
dentro de los valores deseables de calidad
del espacio urbanizado y, por tanto,
de sosteniblidad de la actividad desarrollada
en él.
El deficitario estado de la urbanización
y de las zonas comunes, la limitada
existencia de espacios libres con capacidad
estructurante de la vida social y ajenos
al frente marítimo, el aspecto de continuidad
temporal de las obras, el aspecto
inacabado del conjunto edificado en
muchos tramos de borde, la limitada
renovación de la planta alojativa y el relativo
desequilibrio en el reparto del tráfico
viario suelen ser aspectos discutidos en
los escenarios de valoración de estos centros.
El proceso cronológico de construcción
y crecimiento de los núcleos, así
como ciertos factores derivados de la
política empresarial y su contexto inmobiliario,
con frecuentes dosis de especulación
del suelo y de optimización de las
plusvalías mediante productos no estrictamente
turísticos y de discutida integración
ambiental en el conjunto, se encuentran
detrás de muchos de estos aspectos
de “insostenibilidad”.
Esta problemática constituye, uno de
los principales retos en la optimización
del espacio turístico lanzaroteño en relación
al mantenimiento e, incluso, mejora
de la situación de privilegio en el esquema
competitivo del turismo sostenible a
nivel internacional. Se comprende, pues,
que estamos ante un capítulo de evidentes
implicaciones en la política y la planificación
del territorio insular en las distinVEGUETA
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tas escalas procedimentales (estatal,
regional, insular, municipal, empresarial).
El entorno rústico de los centros urbanos
de la isla se traduce, por lo general,
en ámbitos cuya función en las relaciones
espaciales y las formas de apropiación
del territorio se consideran indefinida,
más allá del escenario paisajístico no edificado.
Y las unidades territoriales turísticas
son definidas como áreas donde su
consideración como reservas de nuevos
crecimientos alojativos ha dado paso,
como consecuencia del nuevo contexto
legal y urbanístico, a su reinterpretación
como suelos rústicos dotados de determinados
valores ambientales o patrimoniales.
Su papel como áreas de transición
desde los núcleos urbanos hacia el interior
de la isla, en lo que a la accesibilidad
se refiere, parece ser el elemento funcional
más apreciable; esta circunstancia se
refleja en el contexto de aprovechamiento
turístico sostenible. Sin llegar a valorarla
negativamente, causa cierta sorpresa, al
entender que la inmediatez a los núcleos
neurálgicos del dinamismo socioeconómico
de la isla debiera dar para funciones
de mayor calado territorial.
En el caso del entorno de Puerto del
Carmen-Tías y en el de Tahiche, esta
situación indefinida se ha visto acompañada
por un importante proceso de dispersión
edificatoria de gran incidencia
sobre el paisaje, en donde probablemente
hayan convergido los mecanismos de
atracción del dinamismo socioeconómico
de las zonas urbanas y alojativas y de las
pautas residenciales asociadas a la cercanía
del entorno ambiental cualificado,
que ya hemos visto en las grandes ciudades
del Archipiélago (GARCÍA y GINÉS,
1993; SOBRAL, 1996).
Este crecimiento estimulado en parte
por el turismo se manifiesta en un desarrollo
espontáneo, muchas veces no
amparado por licencia, de construcciones
residenciales y tipologías constructivas
de reducida integración paisajística estructurado
en una serie de núcleos secundarios
a las propias cabeceras municipales:
Los Mojones, Mácher, La Asomada,
Conil, Guíme, Tahíche. El aspecto degradado
agravado por una red difusa de
accesos no reglados acentúa la incidencia
ambiental de estos entornos intermedios
entre el litoral y la zona volcánica. No
cabe duda que su implicación en la sostenibilidad
del territorio es directa, en tanto
hace las veces de referente de confrontación
con el aprovechamiento turístico en
el contexto del modelo que estudiamos.
El paisaje rural es, pues, el referente
básico del aprovechamiento turístico de
estas unidades, en tanto que constituye el
resultado de una singular confluencia
entre un soporte geomorfológico y
ambiental obstaculizador, unos modos de
apropiación productiva del espacio y un
poblamiento histórico de marcada idiosincracia
cultural y social. Son escenarios
en los que se aprecia un interesante juego
de relaciones geográficas entre los distintos
tipos de recursos turísticos del territorio,
derivando en interpretaciones e
impresiones apreciables en los visitantes.
Por ello, se trata de entornos fundamentales
en el desarrollo espacial del turismo
desde un modelo sostenible, dado que
dichas relaciones medio-residente-turista
se desarrollan normalmente en condiciones
de respeto y valoración mutua, así
como de intercambio económico. Uno de
los ejemplos más significativos es el conjunto
de La Geria, donde la franja central
de la isla sirve de escenario a un contexto
de contrastado interés histórico-etnográfico
basado en el aprovechamiento agrícola
del suelo volcánico, con el conjunto
eruptivo de Timanfaya como telón de
fondo. Y también puede ser extensible a
los núcleos de Yaiza, Teguise, Haría,
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Tinajo y sus respectivos entornos; pero
este comportamiento no está exento de
un proceso de adaptación de la población
y los agentes locales, al margen de las
estrategias materializadas en el planeamiento
territorial.
La aparición de nuevas unidades productivas
(restauración con gastronomía
local, comercios de productos locales) o la
orientación de las tradicionales hacia el
servicio turístico (bodegas), viene acompañada
de nuevos elementos estructurantes
de la vida social y cultural, especialmente
en los núcleos cabeceras de
municipios. Así, las instalaciones museísticas,
los centros culturales, la rehabilitación
de las iglesias y la presencia de ciertas
instalaciones recreativas han venido a
modificar las pautas de comportamiento
tradicional de estas zonas, normalmente
con apreciable aceptación hacia el dinamismo
turístico. Este tipo de implantación
en territorios de poblamiento tradicional
deviene muchas veces en el
estímulo, como mecanismo óptimo en el
planteamiento de turismo sostenible, de
la rehabilitación de edificaciones singulares
para establecimientos alojativos dotados
de cierta calidad, aportando mayores
niveles de diversificación económica en
estos ámbitos; lo que se ha denominado
como estrategia artesanal (BOTE, 2001), en
tanto que la población local aparece como
agente impulsor de este fenómeno.
Por último, el frente litoral ajeno a los
centros urbanos y turísticos y los ámbitos
con menor desarrollo de las estructuras y
el poblamiento agrícola, conforman un
conjunto de unidades espaciales representativas
del paisaje de mayor interés
medioambiental de Lanzarote.
Conviene advertir que buena parte de
la isla no urbanizada presenta unos valores
de calidad paisajística destacados en
la mayoría de los planteamientos científicos
al efecto, lo que a fin de cuentas alimenta
la imagen turística lanzaroteña.
No obstante, el tratamiento pausado y
exhaustivo derivado de la aplicación de
ciertas metodologías del análisis integrado
del territorio (SÁNCHEZ, 1995) selecciona
una serie de unidades dotadas de
una excelencia ambiental, al menos en el
contexto del Archipiélago Canario.
Los conjuntos volcánicos de Timanfaya
y el de La Corona, Los Islotes del
Norte de Lanzarote, el escarpe y la playa
de Famara, el macizo de Los Ajaches, así
como la mayor parte del litoral no urbanizado,
engloban unidades territoriales que
soportan la principal referencia física y
ecológica del marco espacial de la sostenibilidad
en la isla. Su vinculación al desarrollo
turístico se encuentra en los mismos
orígenes de la actividad, junto con el
clima y las playas, constituyendo uno de
los argumentos básicos del marketing de
la isla en el mercado internacional y, por
supuesto, en la extensa aportación de ésta
al modelo sostenible del turismo en el
mundo. En este sentido, no resulta arriesgado
advertir que al tratarse de entornos
bien conservado adquieren un valor cualitativo
para la actividad turística y, por
tanto, para la economía local e insular, de
modo que el sector se convierte, a su vez,
en un elemento contribuyente de la revalorización
y conservación del entorno
natural de estas unidades (SANCHO,
1998).
Es más, la participación competitiva
de Lanzarote en las posibles tendencias
de impulso del turismo científico o de
congresos, como mecanismos de diversificación
del producto clásico, presenta
una marcada dependencia de la presencia
de estas unidades, como fuentes de alimentación
de singularidades de indiscutible
atractivo.
Este bagaje ambiental, preferentemente
geomorfológico, viene acompañado en ciertos
casos de entornos que acogen vestigios
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prehispánicos y conjuntos paleontológicos,
los cuales multiplican la cualificación
de estos espacios en el marco de la interpretación
turística, mediante la aportación
de ciertos rasgos de la configuración
insular precedente que les son propios y
le aumentan el potencial para difundir y
explotar lo autóctono.
El litoral de estas zonas ofrece, asimismo,
matices de indudable singularidad,
como escenarios del esparcimiento asociado
a entornos percibidos como naturales
(playas de Papagayo y de Los Islotes)
y de la observación del contacto marítimo
con frecuentes ecosistemas de interés
ambiental (saladares, costas bajas y malpaíses,
formaciones arenosas) y estructuras
patrimoniales (salinas).
Figura 2. Síntesis de la incidencia del turismo en las distintas unidades territoriales de Lanzarote.
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Por tanto, el desarrollo turístico sostenible
en Lanzarote se asocia una variada
gama de formas de aprovechamiento del
territorio por parte del sector que estudiamos,
lo cual subyace en unas relaciones
entre los recursos que integran las distintas
unidades, entre éstas entre si y entre
éstas y los agentes sociales que intervienen
en el turismo; de modo que la incidencia
espacial conjunta se materializa en
diferentes casuísticas y la incidencia del
concepto de sostenibilidad sobre el desarrollo
territorial del sector refleja unas
condiciones de cercanía con respecto a los
estímulos y la valoración de la demanda,
parámetro que puede indicar un desarrollo
positivo del modelo ofertado por la
isla.La morfología del territorio, la imbricación
del turismo en el soporte ambiental
de espacios como Lanzarote, la capacidad
de absorción de éstos en condiciones
de desarrollo sostenible, son aspecto
valorados en la evidencia empírica de
que buena parte de la competitividad
turística se determina por la calidad
ambiental del entorno y la singularidad
conservada de sus recursos (Martín,
2001).
3. ALGUNAS CUESTIONES SOBRE LA
VALORACIÓN DE LA CAPACIDAD
DE CARGA TURÍSTICA DEL TERRITORIO
EN LANZAROTE
El devenir de las formas de apropiación
turística del espacio lanzaroteño asociado
a la evolución del fenómeno y, en
los últimos tiempos, al contexto operativo
general de modelo de desarrollo sostenible,
ha sido paralelo a un proceso de acomodación
del territorio a sus acontecimientos
y circunstancias.
El carácter voluble y dinámico del
espacio geográfico queda testimoniado
en la comparación entre la configuración
de la isla en los años setenta y la existente
en la actualidad, donde la complejidad
del sistema territorial ha alcanzado valores
y problemáticas que, a cierta distancia,
nos recuerda a los casos de las islas de
Gran Canaria y Tenerife y a los de las
zonas mediterráneas. Este esquema comparativo
podemos definirlo de manera
común en la aparición de un nuevo
poblamiento con unos modos específicos
de relacionarse con el espacio, en algunos
casos heredados de las etapas anteriores
(zonas agrícolas, conjunto urbano-portuario
de Arrecife), y con una incidencia
global sobre las condiciones funcionales y
medioambientales de la isla. Esta transformación
devenida adquiere esa percepción
global en tanto lleva aparejada un
acompañamiento de la adecuación del
sistema viario, del nuevo perfil del sistema
de asentamiento, de una mayor variedad
de relaciones y flujos funcionales y,
en definitiva, de una nueva articulación
del territorio (LÓPEZ, 2002).
En el camino de este capítulo crucial
en la historia reciente del Archipiélago,
conviene tener en cuenta que la organización
de la actividad turística canaria es la
síntesis resultante de actuaciones que no
son el fruto de una proyección de economía
turística deseada y planificada, sino
de la improvisación que ha venido produciendo
la organización de un negocio
con altas tasas de rentabilidad en las fases
previas a la elaboración del subproducto
final (fases de construcción y de especulación
mobiliaria) de servicios destinados a
la venta turística que ha venido siendo
atractivo para la canalización de recursos
financieros ociosos procedentes de otros
sectores productivos (MORALES y CHIRIVELLA,
1995). Es decir, el dinamismo
turístico en Lanzarote ha conseguido
orientar, a distintos niveles y a través de
mecanismos diversos, las expectativas
particulares de desarrollo social y económico
en la isla, lo cual se ha traducido
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territorialmente en una nueva distribución
demográfica, en una nueva estructura
socioprofesional y en una nueva priorización
de las estrategias de uso del suelo,
entre otros aspectos, a costa de los pilares
sobre los que se soportó la organización
del espacio durante buena parte de su
historia contemporánea.
Esta importancia se ha llevado muchas
veces hasta situaciones exageradas, derivadas
de la capacidad del turismo para la
generación de cuantiosas plusvalías, que,
sin embargo, no se ha invertido parcialmente
en la integración óptima del soporte
territorial. Ello explica los desequilibrios
que se han manifestado en materia
de estructura ambiental, cultural y social,
redundando en situaciones de rechazo
hacia la misma actividad que ha dado
empleo y rentas a buena parte de la
población. Muchos son los autores que
estiman que la responsabilidad de estos
desequilibrios no está en el turismo
estrictamente, sino en una “comercialización
excesiva” (MCINTOSH et al., 2000)
que ha sido hasta hace una década ajena
a una política turística y una planificación
territorial cohesionadora de esta importante
fuerza económica.
Por tanto, y sin perjuicios de las valoraciones
posteriores, desde esta investigación
se sugiere que el turismo empieza
a ser motivo de preocupación en el
momento en que su velocidad y formas
de implantación rebasan los límites de la
capacidad de absorción del territorio; circunstancia
que es intrínseca al esquema
actual de desarrollo sostenible que anteriormente
analizamos. Mientras ello ocurre,
no deja de ser un elemento más dentro
de unas relaciones espaciales en el que
intervienen aspectos ambientales, económicos,
culturales, etc., causando un gran
interés en el análisis geográfico y urbanístico.
Lo verdaderamente difícil, es definir
esos límites de la capacidad de carga en
un escenario como el de Lanzarote, condicionado
por la drástica irreversibilidad
de las acciones sobre el suelo, por su limitada
extensión y características, y por la
fragilidad de los elementos físico-naturales
y socio-culturales que lo definen. En
principio, podemos utilizar la diversidad
de indicadores que definen la capacidad
de carga del turismo definida en las
Directrices de Ordenación General de
Canarias y de Ordenación del Turismo de
Canarias. Aunque no se acompaña de un
modelo empírico u objetivo de delimitación
“matemática” del potencial de acogida
turística del espacio en condiciones de
equilibrio, nos permite constatar el carácter
crucial de este concepto en la lectura
del territorio insular en los momentos
actuales (Figura3).
204 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X
Santiago Hernández, Carmen Ginés y César Sánchez
Territorio, recursos turísticos y capacidad de carga. Interpretación teórica...
En este sentido, ¿es correcto el nivel y
forma de crecimiento de los focos alojativos
e infraestructuras como principales
capítulos con potencialidad para generar
transformaciones?, ¿resulta idónea la
estrategia de restricción máxima de los
nuevos crecimientos adoptada por los
estamentos oficiales en relación a las inercias
positivas derivadas de la nueva actividad
alojativa en el conjunto del territorio?,
¿es esa realmente la intencionalidad
de la sociedad y la población local cuyas
expectativas se suponen el centro básico
de la ordenación del territorio como instrumento
público? Son cuestiones que
conviene tomar con mucha delicadeza,
más allá de la enfervorizada y romántica
discusión sobre el uso del territorio, con
un rígido ecologismo llevado hasta las
últimas consecuencias como trasfondo.
La cualificación profesional que sustentan
estas valoraciones no permite discutir
la prioridad de la conservación de la
estructura natural y cultural del territorio
y sus elementos representativos como
esencia fundamental de la idiosincracia
del espacio y los que viven en él.
El concepto de capacidad de carga en
relación al espacio turístico no es distinto
o propio al de la generalidad del territorio,
en tanto no se valora el uso del suelo
sino la susceptibilidad de cada entorno
espacial para albergar el mismo, atendiendo
a distintos grados y formas de
desarrollo y a la referencia de que el espacio
no sea transformado (GÓMEZ, 2002).
De este modo, la acogida del turismo aparece
como un vocablo donde intervienen
aspectos como la escala de análisis, la
difícil confluencia de distintos elementos
espaciales en un método que sugiera la
suficiente eficacia, la volubilidad de los
parámetros de valoración de las distintas
variables, la gran cantidad de éstas en el
Figura 3. Indicadores de valoración de la capacidad de carga regulados en las Directrices de
Ordenación del Turismo de Canarias.
VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 205
Santiago Hernández, Carmen Ginés y César Sánchez
Territorio, recursos turísticos y capacidad de carga. Interpretación teórica...
proceso de intervención y definición del
entorno, etc. Todo ello, en el contexto de
un ente tan dinámico como el territorio;
pero sí parece evidente que el planteamiento
de la capacidad de carga turística
en el espacio insular presenta un desarrollo
horizontal con varias etapas, en las
cuales la actividad turística es objeto de
análisis desde perspectivas distintas.
Una primera etapa se corresponde con
el proceso de diagnóstico del turismo
como elemento nuevo sobre un territorio,
valorando la adecuación de su implantación.
En este caso y atendiendo a las circunstancias
del desarrollo histórico del
turismo de masas, la explotación de los
recursos suele ser un hecho consumado;
en las zonas turísticas europeas predomina
la implantación de la actividad sin previo
análisis de la capacidad de carga del
entorno. Por ello, salvo en las escasas
zonas de nuevo desarrollo que pueden
plantearse, esta fase suela coincidir con el
análisis del impacto del turismo respecto
a la aptitud y las condiciones precedentes
del territorio. Por lo tanto, interesa la
deducción del grado de cercanía o lejanía
respecto a esa situación técnicamente
óptima.
En una segunda etapa, el concepto de
capacidad de carga en el funcionamiento
de los recursos turístico diverge en dos
planteamientos en los que se valora el
grado y forma de integración entre la
actividad y el territorio atendiendo a un
principio previamente establecido —en
nuestro caso: el marco del desarrollo sostenible—;
obviando la posibilidad de plantearlo
relacionado con la interrupción del
turismo como consecuencia de una incidencia
no deseada en el desarrollo de la
fase anterior.
• Un primer planteamiento se refiere al
concepto de integración equilibrada
del turismo en un sistema territorial
determinado; equilibrio que puede ser
compensado o asociado a disfunciones
en el espacio, y que resulta abordado
en consonancia por los instrumentos
en los que se materializan la
estrategia socioeconómica. Este tipo de
equilibrio discute la capacidad competitiva
del ámbito como destino turístico
de primer rango, dado que la actividad
es sólo un elemento más que no
tiene asociada un vuelco del dinamismo
funcional hacia su desarrollo en
volúmenes y compromiso requeridos
por una demanda masificada.
• Un segundo planteamiento en esta
segunda etapa se corresponde con el
resultado de la valoración de la capacidad
de acogida en el cual la explotación
de los recursos turísticos motiven
una asumida especialización funcional
y geoestratégica del territorio por
parte de los agentes que intervienen
en él. Un parámetro del que se valora
el grado de integración con el espacio,
y, en determinados casos (zonas donde
el turismo es un elemento socioeconómico
fundamental), llegar a reformularse
como sujeto que requiera el análisis
del territorio para que sirva de
soporte óptimo.
La tercera etapa se desarrolla en el
momento en que los recursos turísticos
constituyen el eje sobre el gravita la organización
territorial de un espacio, de
modo que el fin de esta variable se corresponde
con la aptitud del espacio para
albergar la actividad en condiciones de
desarrollo óptimo, dentro de los márgenes
competitivos del mercado. Es decir,
ya no interesa tanto el impacto de la actividad
sobre el territorio sino el de las condiciones
y características de éste sobre
aquélla. Este último escenario explica el
carácter prioritario en aspectos como la
206 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X
Santiago Hernández, Carmen Ginés y César Sánchez
Territorio, recursos turísticos y capacidad de carga. Interpretación teórica...
selección de un modelo definido de desarrollo
turístico, atendiendo a un reconocimiento
exhaustivo de los comportamientos
de la demanda; a los que, a su
vez, se entiende la necesidad de vincularles
los estudios del potencial del espacio
para productos requeridos en su evolución
y volubilidad. El resultado concluyente
es la adaptación planificada del
espacio a la explotación de los recursos
turísticos, lo que no excluye la necesaria
conservación del contexto espacial que
los justifica o la previsión de modelos que
faciliten la adaptación del desarrollo
socioeconómico a nuevas prioridades.
La aplicación de esta hipótesis en la
isla de Lanzarote conviene retrotraerla,
pues, a la valoración de la definición del
territorio insular en los momentos previos
a la explotación de los recursos turísticos,
para así valorar la incidencia de esa
nueva implantación. Ese momento precedente
podemos situarlo a mediados del
siglo XX, fase en la que empezó a larvarse
el turismo costero de masas (Fernández,
1991) que hoy conocemos en la isla.
Sobre ese escenario, los recursos turísticos
han venido explotándose en Lanzarote
de forma divergente, tanto desde el
punto de vista de la afección medioambiental
como la propia organización del
territorio, en el que juegan un papel primordial
las alteraciones en el sistema de
asentamientos y la distribución demográfica.
El impacto medioambiental del turismo
es un capítulo muy extendido en el
análisis territorial ejercido por las disciplinas
científicas afectadas. Tanto desde
un tratamiento específico como desde
una óptica generalizada a toda apropiación
humana del suelo, los últimos años
han coincidido con la aparición de diversas
metodologías de evaluación de la
incidencia de esta actividad respecto a la
capacidad de carga del contexto medioambiental
y paisajístico.
En este sentido, un criterio fundamental
es el razonamiento de que “la distribución
de los impactos está muy relacionada en
el tiempo y en el espacio de los visitantes, y
con sus comportamientos” (ANDRÉS et al.,
2000); esta circunstancia se traduce en la
propuesta de índices referenciales que
permiten una interpretación aproximada
de la relación entre el turismo y el potencial
de acogida de un área (Figura 4). No
obstante, en un espacio turístico asociado
a grandes masas no se entiende que preocupe
tanto la presencia del turista, como
el desarrollo de elementos vinculados a
dicha presencia y disfrute del destino. De
este modo, los capítulos de mayor conflictividad
tienen que ver con la construcción
de las urbanizaciones alojativas, el
funcionamiento de las mismas, la construcción
de infraestructuras y las consecuencias
espaciales en el crecimiento
demográfico y edificatorio inducido por
la actividad.
VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 207
Santiago Hernández, Carmen Ginés y César Sánchez
Territorio, recursos turísticos y capacidad de carga. Interpretación teórica...
El balance en la isla de Lanzarote confronta
la incidencia, más o menos importante,
en los entornos de afección directa
de los núcleos alojativos, que es común a
los grandes focos turísticos del Archipiélago
(MORALES y SANTANA, 1993),
frente a una generalidad del espacio insular,
donde una hipotética media no alcanzaría
el valor de impacto moderado respecto
a la situación precedente al
turismo. Bien es verdad, que en el entorno
de los núcleos urbanos y cabeceras
municipales se inventarían procesos de
degradación ambiental e incidencia paisajística,
cuanto menos apreciable. Este
balance presenta, por tanto, una clara disparidad
entre los entornos urbanizados
por la oferta alojativa y una mayoritaria
superficie insular con niveles muy limitados
de incidencia; entre procesos irreversibles
supeditados a una política de
mimetización y mejora ambiental de los
Figura 4. Modelo de gradación de la alteración en la capacidad turística de un territorio.
208 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X
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Territorio, recursos turísticos y capacidad de carga. Interpretación teórica...
conjuntos edificados, por un lado, y situaciones
locales reversibles que no arriesgan
la capacidad de acogida de esos espacios,
por otro.
En ambos casos, buena parte de los
métodos de análisis de impacto ambiental
concluyen estas interpretaciones, tanto
en su componente cualitativa como en la
aplicación de los múltiples índices matemáticos
que pretenden englobar la complejidad
funcional del territorio.
El ejercicio urbanístico y de ordenación
territorial de la década de los noventa
y principios del siglo XXI ha supuesto,
por ahora, la restricción de la incidencia
medioambiental del turismo, como mucho,
a los niveles actuales. La paralización de
nuevos crecimientos alojativos, la limitación
de las nuevas infraestructuras, la
ordenación de los espacios protegidos o
el planteamiento restringido en el uso del
suelo rústico condicionan las posibilidades
de agravamiento de esta cuestión.
Entonces, estamos ante una cuestión
que en Lanzarote presenta un matiz preferentemente
destinado a la reducción de
los valores de incidencia existente,
mediante estrategias de mimetización y
recualificación ambiental del espacio
urbanizado por el turismo, y de corrección
de los capítulos locales desarrollados
en el resto de la isla. La destacada calidad
ecológica de la orla costera permite,
incluso, en los focos alojativos, el desarrollo
de actuaciones de regeneración natural
en determinados emplazamientos elevando
algunos puntos el nivel de
integración (recuperación de hábitats
intermareales en zonas rocosas, adecuación
de entornos perimetrales que sustituyan
antiguas zonas de reposo y alimento
de aves migratorias, programas de
reducción selectiva de la contaminación
acústica y lumínica, etc.). Pese a estos
aspectos susceptibles de preocupación
por las disciplinas científicas que operan
en el espacio, desde esta investigación se
defiende la tesis que donde mayor ha
sido la incidencia de la explotación de los
recursos turísticos sobre el territorio lanzaroteño
es en su estructura socioeconómica
y funcional.
Sobre la referencia de un período relativamente
corto para la generalidad de la
historia social y económica del Archipiélago,
las formas de implantación y desarrollo
del turismo en la isla, de acuerdo
al modelo costero de masas, se ha caracterizado
por una excesiva rapidez y una
selección de emplazamientos para una
urbanización ex novo de suelos históricamente
rústicos. Todo ello se definió sobre
una explosiva imbricación en un contexto
social en el que un único núcleo urbano
de cierta relevancia se situaba en un territorio
preferentemente rural.
Este proceso, bastante común en las
zonas turísticas mediterráneas, se materializó
en una dinámica mediante la cual
“la aldea dormida en el tiempo, con estructuras
deprimidas y descapitalizadas, contempla
con asombro un crecimiento urbanístico y
una exigencia de servicios desequilibrados
para sus medios de previsión y realización”
(FERNÁNDEZ, 1989). Es decir, podemos
asimilarlo a una “imposibilidad de contener
una marea que amenazaba con anegarlo todo”
(BAYÓN, 1999).
Estos ingredientes condicionan la
valoración de la capacidad de acogida del
espacio lanzaroteño con respecto a la
integración del turismo y sus formas de
apropiación del suelo (Figura 5).
Desde el punto de vista socio-cultural,
el rápido ascenso de la llegada de turistas
hasta situarse en las cifras millonarias
actuales ha venido ocasionando “situaciones,
actitudes y comportamientos novedosos
que no tienen cabida en el orden de valores
establecidos en la sociedad tradicional”
(MAZÓN, 2001). Esta circunstancia se ha
traducido en una compleja sucesión de
VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 209
Santiago Hernández, Carmen Ginés y César Sánchez
Territorio, recursos turísticos y capacidad de carga. Interpretación teórica...
fenómenos asociados a la organización
funcional del territorio. El resultado más
llamativo es la importante alteración de
su estructura con respecto al espacio
insular de mediados de siglo XX, no sólo
por la acción directa del turismo sino
también por el efecto “dominó” que su
fuerte impulso ha generado en los restantes
capítulos geográficos.
En definitiva, ha sido importante la
incidencia directa e indirecta del turismo
sobre la capacidad de acogida del territorio
lanzaroteño en lo que se refiere a la
organización existente a mediados del
siglo XX, participando de una drástica
transformación de las pautas de desarrollo
social y económico de la isla. Los
aspectos identificativos de este fenómeno
podemos inventariarlos del siguiente
modo:
• Explosión demográfica en el conjunto
insular, multiplicándose varias veces
los habitantes respecto a los años cincuenta.
• Drástica terciarización de la estructura
productiva, concentrando el empleo y
las unidades empresariales en la hostelería
y el comercio, frente a un retroceso
importante de las actividades
agropecuarias e industriales-pesqueras.
• Reformulación del sistema de asentamientos,
por lo que se consolida la
concentración de la población en la
franja costera a través de la importante
ampliación de Arrecife, de núcleos
tradicionales afectados por el turismo
(Playa Blanca, Puerto del Carmen-La
Tiñosa, Costa Teguise) o la aparición
de nuevas entidades (Playa Honda,
Island Homes, Atlantis Sol, Puerto
Calero).
210 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X
Santiago Hernández, Carmen Ginés y César Sánchez
Territorio, recursos turísticos y capacidad de carga. Interpretación teórica...
Figura 5. Comportamiento de la capacidad de carga en el espacio turístico.
VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 211
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Territorio, recursos turísticos y capacidad de carga. Interpretación teórica...
• Intensificación del proceso de edificación
espontánea con incidencias paisajísticas
y funcionales sobre sus entornos,
reflejándose en la multiplicación
de núcleos costeros con reducido nivel
de integración arquitectónica y dotacional
(Tenezar, Caleta de Caballo,
Pedro Barba, Punta Mujeres, Charco
del Palo, Los Cocoteros, Los Ancones,
Playa Quemada) y de áreas de disperso
edificatorio de difícil tratamiento
urbanístico (entorno de Macher-Tías,
entorno de San Bartolomé, entorno de
Tahiche).
• Recualificación funcional de los núcleos,
mediante el aumento de establecimientos
comerciales y de restauración
e instalaciones museísticas y de acogida.
• Rehabilitación del patrimonio arquitectónico
y etnográfico y conservación
de los paisajes agrícolas singulares por
su función como recursos turísticos.
• Crecimiento del sistema viario y las
dotaciones públicas.
• Reformulación del frente marítimo de
Arrecife.
• Conflictos puntuales en entornos
medioambientales singulares (tráfico,
campings,..).
4. ALGUNAS CONCLUSIONES
La caracterización de las distintas unidades
turísticas del espacio insular, especialmente
el contexto legal de la ordenación
del territorio, sugiere un escenario
de potencialidad específica para cada una
de ellas en su implementación dentro del
sistema global de explotación de los
recursos de la isla. Su tipificación en comportamientos
comunes permite proponer
un mapa en este sentido, basado en el
ejercicio analítico anterior.
Entre los criterios que intervienen en
este proceso, se advierte que el método
matemático, muy utilizado en otras experiencias
científicas no presenta una jerarquía
fundamental con la que poder desgranar
índices identificadores de la
situación territorial a partir de intervalos
más o menos ambiciosos en la inclusión
de fenomenologías del funcionamiento
turístico y geográfico. Esta propuesta
considera necesario un acopio masivo de
variables y resultados que abarquen la
complejidad del dinamismo territorial,
así como de fórmulas de eficacia garantizada
que relacionan dicha variedad. Pero
la generalización de este elenco mediante
propuestas al alcance de cada ejercicio de
interpretación no inspira la suficiente
confianza sobre la eficacia de sus resultados.
Esta hipótesis defiende, pues, que
todo el espacio lanzaroteño tiene una
potencialidad turística general, siendo los
diferentes tipos de actividades derivadas
de la existencia de una serie de recursos
los que definen los contrastes en la idoneidad
de la unidad territorial para cada
de ellas. Es decir, que Famara no sea un
ámbito propicio para el desarrollo de actividades
turísticas urbanas, no quiere
decir en absoluto que no tenga interés
turístico en base a otras potencialidades.
Por tanto, se entiende que son tres los
principales aspectos condicionantes que
marcan la idoneidad de cada unidad
espacial de la isla para las distintas actividades
de este sector: el tipo de recursos
territoriales predominantes, el desarrollo
turístico precedente y el marco urbanístico
de la ordenación territorial vigente.
Los recursos territoriales predominantes
definen la propia idiosincracia del
funcionamiento turísticos allí donde ejercer
su área de influencia. Se encuentren o
no en explotación, toda optimización de
la capacidad de acogida en condiciones
212 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X
Santiago Hernández, Carmen Ginés y César Sánchez
Territorio, recursos turísticos y capacidad de carga. Interpretación teórica...
de equilibrio pasa por percibir y atender
la jerarquía que imponen sobre el conjunto
de elementos espaciales, sin obviar en
ningún momento la generalidad del producto
insular dominante (el litoral). Este
hecho no desacredita a aquellos recursos
singulares cuyos emplazamientos o rangos
son de carácter más puntual, pero
que cumplen una función complementaria
imprescindible en los conceptos de
calidad de la oferta turística.
El desarrollo turístico precedente
aporta la experiencia del funcionamiento
de la actividad en los ámbitos respectivos,
siempre que la actividad se haya
efectuado en condiciones de viabilidad
funcional que no alteren los principios
generales en el conjunto del espacio turístico,
en nuestro caso, de desarrollo sostenible.
De este modo, la dotación de
infraestructuras, la imbricación de los
lugares en la marca turística, la adaptación
de la población local al turismo, son
aspectos importantes en la valoración del
potencial de las unidades territoriales.
Por último, el marco urbanístico de la
ordenación territorial vigente resulta fundamental
en la percepción del tipo de
acogida, en tanto de él emanan los tipos
de aprovechamientos turísticos del suelo
susceptibles de desarrollarse y en qué
condiciones. Constituye un capítulo escasamente
tenido en cuenta en las distintas
experiencias de diagnóstico del espacio
turístico, y, sin embargo, representa un
factor condicionante que puede restrictivo
con ciertas actividades que mediante
otros criterios se consideran de adecuado
desarrollo. Conviene, en este sentido, no
olvidar que como planificación del espacio
se le asume un principio de participación
de la población local en su diseño y
selección estratégica.
La convergencia de estos factores
tiene como resultado en Lanzarote la
existencia de casi una decena de supuestas
tipologías de acogida del territorio en
relación a la explotación de los recursos
turísticos. Una primera se corresponde
con los centros alojativos. Su definición
como espacios urbanos cruciales que sirven
de base al disfrute directo del turista
de los atractivos de la isla, les confiere un
marco potencial que pasa por una adecuación
de la trama edificada con vistas a
la optimización del confort y la recreación.
De este modo, la optimización del
servicio alojativo, en la que se incluye la
constante modernización y renovación de
la oferta como condición sine qua non del
propio funcionamiento del mismo, es el
punto de partida para el mantenimiento
de los altos niveles de calidad del producto
insular, aunque no para su diversificación.
La estabilidad requiere la adecuación
de los servicios básicos propios de la vida
urbana a la que los turistas están acostumbrados:
el transporte, la urbanización,
el espacio público, el tratamiento de
residuos, la reducción de la incidencia del
tráfico, etc; no obstante, siguen presentando
ciertas deficiencias en las unidades
territoriales afectadas; este es un aspecto
común a las zonas masificadas del país
(GARCÍA, 2000; DONAIRE y MUNDET,
2002). La reciente culminación del proyecto
de Renovación Urbana de Puerto
del Carmen, dentro del Plan de Calidad
Turística de los municipios de la Mancomunidad
del Sur de la isla (Tías-Yaiza) es
un buen ejemplo de ello.
La diversificación se produce en el
momento en que el descanso y la recreación
los soportan aprovechamientos
dotados de singularidad y capacidad
enriquecedora de la experiencia del visitante.
En estos casos, buena parte de las
experiencias en otros centros alojativos
foráneos pasan por la aparición de zonas
de esparcimiento complementarias a la
playa, en los que aparecen ingredientes
VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 213
Santiago Hernández, Carmen Ginés y César Sánchez
Territorio, recursos turísticos y capacidad de carga. Interpretación teórica...
que imbrican la idiosincrasia sociocultural
y ambiental de las zonas de destino
con el uso recreativo. Los parques y zonas
verdes cualificados, las instalaciones
recreativo-acuáticas, las escuelas náuticodeportivas,
los centros de interpretación
del ecosistema litoral, la reserva y muestrario
de zonas de interés ecológico, geomorfológico
o patrimonial, las instalaciones
de intercambio sociocultural entre la
población local y el turista, etc., son algunos
ítems dirigidos en esta línea susceptible
de adecuarse en los espacios no edificados
de la urbanización turística.
Arrecife representa una única unidad
territorial soportada sobre la existencia
de un espacio urbano con funciones y
dinamismos propios de jerarquía capitalina
en la isla. Está dotado de un frente costero
con singularidades paisajísticas,
ambientales, patrimoniales y socioculturales;
su trama urbana presenta, sin
embargo, importantes obstáculos para la
optimización de la función turística del
espacio (desintegración paisajística del
conjunto edificado de borde, irregular y
congestionado sistema viario, falta de
una clara estructuración del uso recreativo
excepto en la franja litoral, etc.). A
pesar de ello, se trata de un territorio con
una serie de capítulos que sugieren un
potencial de acogida incuestionable para
ciertos capítulos de la diversificación y
recualificación del espacio turístico insular.
El entorno histórico y paisajístico de
San Ginés y el recorrido de la línea costera
forman el corazón mismo de este
potencial, en tanto que concentran buena
parte de la idiosincrasia social, histórica,
económica y etnográfica que identifica la
isla de Lanzarote. Su adecuación para el
disfrute recreativo, el contacto público
con la vida y el patrimonio local y el
ambiente marítimo tradicional del Charco
de San Ginés aportarían interesantes
inputs al ejercicio clásico del turismo costero
con base en los centros alojativos. No
obstante, el crecimiento de la actividad de
cruceros en el puerto arrecifeño deviene
en otros elementos complementarios de
potencialidad. La adecuación de su entorno
inmediato para la acogida y primera
recepción de los atractivos insulares,
unido a la adecuación cultural-recreativo
del conjunto portuario y a la rehabilitación
del patrimonio pesquero y salinero
de las inmediaciones dota a la ciudad de
un capítulo singular respecto al desarrollo
turístico. La rehabilitación del Arrecife
Gran Hotel y el Paseo Marítimo se
entroncaría en esta dinámica.
El litoral urbano sorprende coexistiendo
con el cúmulo y la densidad de aprovechamientos
propio de una ciudad y el
desarrollo de un ecosistema propio de los
arrecifes, de los que proviene el topónimo,
y a los que le añade vestigios de interés
arqueológico submarino y paleontológico.
En este sentido, la capacidad de
acogida turística para instalaciones abiertas
asociadas a estos recursos específicos
otorga dosis de singularidad al disfrute
del visitante. Además, la propia funcionalidad
urbana sugiere la viabilidad de
ciertas actividades turísticas propias de
estos entornos, tales como congresos o
turismo comercial, que puestas en relación
con el patrimonio medioambiental y
sociocultural de la isla o de la misma ciudad
añadiría un capítulo interesante al
dinamismo turístico lanzaroteño.
Los entornos inmediatos a los centros
alojativos y Arrecife conforman un tercer
tipo de acogida. Representan ámbitos a
los que se asociaron expectativas de crecimiento
del conjunto edificado y que el
contexto urbanístico ha venido minimizando.
Estos espacios configuran amplias
cuencas paisajísticas dotadas de cierta
calidad ambiental, aunque la presencia
de elementos singulares preexistentes no
214 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X
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Territorio, recursos turísticos y capacidad de carga. Interpretación teórica...
es muy común. Este hecho le otorga un
potencial de acogida para usos turísticos
integrados directamente en la propia funcionalidad
urbana de las unidades anteriormente
referidas. En esta cuestión
entran a forma parte las instalaciones de
ocio y de recreación que requieran una
superficie de suelo mayor a la disponible
en los espacios anteriores, tanto más
cuando se trata de uno de los capítulos de
mayor proliferación en la nueva complejidad
de la demanda; evidentemente
imbricado en un escenario de calidad y
singularidad del producto y de integración
paisajística y ambiental que no interfiera
las pautas generales de desarrollo
sostenible.
Así, los campos de golf, por ejemplo,
representan un capítulo conflictivo que
no deja de causar cierta sorpresa por la
estricta falta de argumento sobre su incidencia
y la aportación importante que
produce en la rehabilitación ambiental y
los registros recreativos que produce;
precisamente, existe una apreciable discusión
sobre el desarrollo del nuevo
campo del golf de Tías, junto a Puerto del
Carmen. Otra cuestión distinta es la exagerada
proliferación de expectativas en
relación a la garantía de su viabilidad en
la relación a la demanda real y a la selección
de emplazamientos que genera desequilibrios
apreciables con respecto a las
preexistencias.
Otro capítulo interesante en la valoración
del potencial de estas zonas se refiere
a las posibilidades estratégicas en el
desarrollo de intervenciones de borde a
los centros alojativos y el conjunto urbano
arrecifeño, que cualificarían esas áreas
mediante espacios públicos singulares,
instalaciones recreativas y de esparcimiento,
infraestructuras o equipamiento
de rango insular vinculados al turismo,
etc.
Los frentes litorales ajenos a la urbanización
de primer rango suelen venir
acompañados de unas condiciones de elevada
calidad medioambiental por la existencia
de conjuntos geomorfológicos, ecológicos,
patrimoniales y paisajísticos
singulares, en los que el devenir del desarrollo
turístico los ha liberado de la
apropiación urbanizadora masiva con
anterioridad a las estrategias públicas de
protección. En algunos de ellos, sí existieron
planes al respecto de los que sólo surgieron
pequeños núcleos de urbanización
irregular que aparecen relativamente aislados
en el sistema de asentamientos. En
la actualidad, constituyen espacios de
indudable valor estratégico en los procesos
de diversificación o, en su caso, consolidación
de las actividades de disfrute
turístico, estrechamente asociadas al desarrollo
de la marca sostenible de la isla.
La acogida del disfrute de dichos valores
territoriales en condiciones de densidad
controlada representa un apartado
interesante del que pueden extraerse funciones
locales derivadas del muestrario,
tipo museístico, de los mismos, el descanso
asociado a entornos con reducida presencia
de personas, la observación submarina,
el deporte litoral no asociado a
infraestructuras (surfing, windsurfing,...),
la participación recreativa en los procesos
de gestión y promoción del litoral, pequeños
usos terciarios singulares asociados
núcleos poblacionales preexistentes, etc.
La próxima inauguración de un Centro
de Interpretación de Cetáceos en Puerto
Calero representa, sin duda, una apuesta
enmarcada dentro de este tipo de potencialidades
del litoral lanzaroteño.
Un quinto tipo de acogida aparece
ejemplificado en los núcleos cabecera de
los municipios y determinados asentamientos
de segundo rango que, por su
emplazamiento o participación en el
devenir turístico, presentan un elenco de
VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 215
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Territorio, recursos turísticos y capacidad de carga. Interpretación teórica...
potencialidades cruciales en el soporte de
la diversificación complementaria al producto
litoral de Lanzarote. Son espacios
que, por su evolución histórica y los acontecimientos
socioeconómicos acaecidos,
se encuentran dotados de recursos derivados
del patrimonio arquitectónico,
etnográfico y socio-cultural. Al mismo
tiempo, son asentamientos que tradicionalmente
han cumplido funciones de
cohesión de entornos agropecuarios en
escenarios paisajísticos de apreciables
calidad ambiental. Estas circunstancias
alimentan en ellos las posibilidades de
desarrollo de actividades de exposición
del patrimonio histórico y el devenir
socioeconómico a través de instalaciones
especializadas y atractivas, así como de
una oferta alojativa asociada al medio
rural destinada a intervalos específicos de
la demanda.
No obstante, entendemos que los
principales retos de estas unidades son la
vinculación de la población turística con
la local a través de procesos de intercambio
cultural con capacidad enriquecedora
de la experiencia del visitante y, al mismo
tiempo, generadora de dinamismos locales.
Acontecimientos socioculturales,
artísticos, usos terciarios singulares, itinerarios
gastronómicos o manufactureros,
intercambio etnográfico son aspectos que
van más allá de la mera compra-venta del
lugar de paso en un recorrido turístico
estándar predominante en la actividad
turística de estas zonas.
Otro tipo de unidad turística está vinculada
a los entornos paisajísticos en los
que las actividades agropecuarias han
venido modelando la configuración del
territorio, dotándolos de una singular
plástica en el que intervienen singularidades
etnográficas con elementos de interés
medioambiental no exentos de elevada
calidad. Como tal, constituye quizás el
conjunto de potencialidades de aprovechamiento
turístico menos desarrollado y
de mayor capacidad de crecimiento dentro
de las pautas actualmente existentes.
La participación de los agentes científicos
en el proceso de conocimiento exhaustivos
de los distintos capítulos del desarrollo
histórico y prehispánico juegan un
papel imprescindible en la conformación
de redes de actividades y pequeñas instalaciones
turísticas asociadas a la explotación
del patrimonio etnográfico y arqueológico.
De este modo, se satisface uno de
los capítulos más prolíficos en el enriquecimiento
de la selección de atractivos por
parte de la demanda en los principales
países emisores, en relación a la aprehensión
de la cultura local y formas alternativas
de apropiación del territorio a las de
los lugares de origen.
Asociado a este grupo, el extenso conjunto
de La Geria conforma en sí mismo
una tipología de unidad territorial atendiendo
a la magnificencia y características
formativas del paisaje agrícola tradicional.
En un escenario de marcado cariz
volcánico, en el que el suelo en el propio
manto piroclástico o de coladas de malpaíses
asociada a los procesos eruptivos
cuaternarios e históricos, se representa
una capacidad de acogida de escaso
parangón en el mercado internacional
que, sin embargo, se encuentra aún por
optimizar en cuanto a la diversidad de
productos enriquecedores de la experiencia
en el turista.
En cualquier caso, el muestrario de las
estructuras productivas singulares, centradas
en la producción del vino, no presenta
visos de caducidad en el dibujo de
la imagen lanzaroteño. No obstante, el
mismo aprovechamiento de los recursos
etnográficos se vincula a un escenario
territorial susceptible de diversificarse
mediante productos asociados a la participación
recreativa del turista en la gestión
del espacio o las relaciones socioculturales
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Territorio, recursos turísticos y capacidad de carga. Interpretación teórica...
activas con la población local a modo de
intercambio de realidades geográficas.
Por último, las zonas de mayor interés
medioambiental presentan una capacidad
de acogida cuyo papel resulta crucial
en la plasmación del modelo turístico sostenible
en el territorio de Lanzarote. Son
espacios dotados de abundantes recursos
geomorfológicos, ecológicos, paisajísticos,
paleontológicos y patrimoniales que
manifiestan la esencia más originaria de
la naturaleza insular; cuestión cada vez
más demandada por el mercado turístico.
El carácter restrictivo del planeamiento
urbanístico en estas áreas deja, sin embargo,
un interesante margen de maniobra
para actividades potenciales asociadas al
muestrario de esos valores territoriales,
bien a través de aprovechamientos asociados
a emplazamientos específicos
como productos asociados a contacto
activo con los distintos escenarios (senderismo,
recorridos temáticos, etc.). Se trata,
sin duda, de uno de los campos que
requieren una mayor participación de los
agentes científicos, de gestión ambiental
pública del territorio y los avances tecnológicos
en la información, en orden a
maximizar el aprovechamiento de estos
recursos turísticos con la garantía de su
integridad; circunstancia ayudada por el
hecho de ser contextos espaciales seleccionados
por grupos de demanda de
escaso volumen de personas, alto nivel
cultural y con una conciencia consolidada
de la conservación de los valores del territorio.
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