VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 77

BIBLID 1133-598X (2006) p. 77-106

AGRICULTURA Y EXPLOTACIÓN RURAL:

LOS CONTRATOS AGRARIOS EN LA PALMA

ENTRE 1600 Y 1625

PEDRO C. QUINTANA ANDRÉS

IES Lomo Apolinario

Fecha de recepción: junio de 2006

Resumen

La propiedad y la explotación de la tierra en Canarias durante el Antiguo Régimen son factores

fundamentales para comprender la evolución histórica de su formación social. Las relaciones de

producción, de acumulación de la propiedad agraria y la distribución de las rentas son algunos de

los parámetros sobre los que descansa el sistema socioeconómico regional. Los contratos agrarios

registrados en La Palma –arrendamientos, medianerías- se muestran como valiosas referencias para

conocer los procesos de deforestación, de avance de la agricultura, de las transformaciones en la

producción agraria, en la concentración de la propiedad o en la movilidad de la mano de obra campesina.

Los acuerdos contractuales para la explotación de la tierra reflejan, en gran medida, la progresión

de los procesos de profundización en el mundo agrario del sistema de complementariedad

económica regional, de los efectos de las fluctuaciones del mercado exterior, sobre todo en referencia

a la producción de vinos, o las tendencias del consumo en Canarias.

Palabras clave: Arrendamiento, medianería, renta, explotación agraria, cereal, vino, parcela.

Abstract

Property and the use of land in the Canary Islands under the previous regime are fundamental

factors for understanding the historical evolution of their social formation. The relations of the factors

of production, the accumulation of agricultural property and the distribution of wealth are some of

the parameters on which the regional socio-economic system rests. The agrarian contracts on record

in La Palma - leases, tenancy farming- are valuable references for discovering the processes of deforestation,

the advance of agriculture, the transformation in ownership of agricultural lands, the concentration

of ownership and the mobility of rural labour. The contractual agreements for working

the land show, to a large extent, the progression of the processes of development of the agrarian

world of the regional system of complementary economic advantages, the effects of the fluctuations

in the overseas market, especially with regard to the production of wines and the consumer trends

in the Canary Islands.

Key words: Lease, tenancy farming, agricultural holdings, cereals, wine, plot.

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Agricultura y explotación rural: los contratos agrarios en La Palma entre 1600 y 1625

1. INTRODUCCIÓN

La investigación de los procesos históricos

generados durante la Edad Moderna

ha permitido corroborar la gran tarea

a realizar para profundizar en muchos

aspectos hasta el momento soslayados o

admitidos sin efectuarse las mínimas

argumentaciones documentales o teóricas

capaces de dar cierta solidez a un

variado número de aseveraciones. En la

actualidad se efectúan nuevos replanteamientos

teóricos en base a la propia evolución

ideológica de los historiadores y

de sus procesos de análisis del pasado

cuyos resultados están suscitando nuevas

lecturas de las fuentes y de la bibliografía

ad hoc al uso. Las recientes conmemoraciones

de los aniversarios de la presencia

en España de la casa de Austria, de la

muerte de Carlos II o de la discreta y políticamente

incorrecta celebración de los

tres siglos del advenimiento de los Borbones

son algunos elementos de reflexión

sobre las polémicas, conflictos, tiranteces,

relecturas o transformaciones ideológicas

surgidas en las últimas décadas en el seno

de la modernidad y de los historiadores.

Quizá el siglo XVII se muestra como el

más problemático, posiblemente por asumirse

como una mera transición entre

grandes períodos de esplendor y decadencia

de ciertas naciones europeas, al

contrario de la opinión generalizada

entre los estudiosos en la actualidad al

considerarlo como la etapa de formación

de una sustancial parte de los fundamentos

del poder, de las ideológicas de gestión

del estado y de las tendencias geopolíticas

actuales.

En Canarias los estudios sobre el seiscientos

se han incrementado geométricamente

desde la última década, lo cual ha

favorecido el progresivo acercamiento a

la realidad de una centuria relegada en la

historiografía a un segundo plano al estar

mediatizada por la influencia de los prejuicios

y tópicos esgrimidos desde inicios

de la anterior centuria por la mayoría de

los investigadores nacionales. En cambio,

pese a las cuantiosas aportaciones son

escasos los debates de los investigadores

sobre puntos básicos como la ideología, la

economía o la política del período, lo cual

permitiría avanzar aún más en una visión

a la realidad histórica más próxima al

concretarse y dilucidarse aspectos que

sólo pueden zanjarse en un diálogo en

común. La citada centuria fue una etapa

de especial relevancia para la formación

social regional con un amplio desarrollo

de las fuerzas productivas, el incremento

en la división interna del trabajo, la intensificación

en la explotación del territorio,

la multiplicación de la circulación de

capitales, por la clara tendencia alcista de

sus efectivos demográficos o el asentamiento

definitivo del modelo mercantilista

en amplios estratos del tejido productivo

regional, pese a mantenerse formas de

relación y explotación heredadas de otros

en regresión.

Los citados factores tuvieron una escala

de intensidad mayor mientras las zonas de

referencia se caracterizaran por su hegemonía

regional o insular, al contrario de

lo acontecido en las áreas periféricas, pues

éstas quedaban diluidas en favor de procesos

socioeconómicos de carácter primario

(trueque, subsistencia), necesarios para el

sostenimiento de las primeras. El fin de

los beneficios generados al Archipiélago

por el ciclo azucarero desde mediados del

quinientos supuso la búsqueda de alternativas

capaces no sólo de volver a facilitar

la entrada de sumas de capitales con

montantes parecidos a los anteriores sino,

incluso, aumentarlas mediante la extensión

de las áreas de producción y la

implicación de una notable parte de la

población en la aportación de su fuerza

de trabajo a bajo coste. La producción

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Agricultura y explotación rural: los contratos agrarios en La Palma entre 1600 y 1625

vitivinícola fue la opción de mayor viabilidad

para conseguir recuperar los ingresos

de capitales diluidos tras el fin de la

etapa azucarera, aunque la nueva situación

implicó una transformación en el

modelo de relación jerárquica establecido

en el seno de las comarcas insulares y

entre las propias islas, es decir, ahora

frente al predominio de oligarquías como

la de Gran Canaria se empiezan a imponer

las asentadas en Tenerife o La Palma.

La reestructuración de la complementariedad

regional implicó una nueva articulación

de las relaciones económicas

entre los diversos territorios, mecanismo

cuya construcción se efectuó de manera

progresiva desde el último tercio del quinientos

hasta las primeras décadas de la

siguiente centuria. El modelo suponía un

proceso de jerarquización donde las áreas

centrales volcadas en la producción vitivinícola

pudieran retirar tierras de labor,

gran parte hasta ese momento baldías o

destinadas al cultivo de productos de primera

necesidad, para plantar viña y, a su

vez, asegurar el suministro a su población

gracias a la intensificación de la

explotación cerealera o ganadera inducida

en otras áreas del Archipiélago. La

dependencia del desarrollo económico

regional de la demanda exterior fue notable

y cada vez más creciente, pero también

la del propio sistema económico del

Archipiélago entre sus diversas áreas

sobre el que descansaba las propias relaciones

socioeconómicas de Canarias.

Fuerteventura y Lanzarote se convirtieron

en los graneros de la región al abastecer

con sus cereales las islas de Tenerife y

La Palma a cambio de dejar en ellas una

sustancial parte de las ganancias obtenidas

por este intercambio. La necesidad de

adquirir en las zonas de recepción de los

granos productos de primera necesidad

(madera, vino) o suntuarios, se unió a que

una notable fracción de los capitales

generados por los intercambios quedaban

en manos de los grandes propietarios

absentistas —caso del los señores de Fuerteventura—

o de entidades emplazadas

en otras islas, como el Cabildo Catedral a

través de la recaudación de las rentas

eclesiásticas. Ambas islas, a las que se

pueden añadir otras como El Hierro o la

Gomera, además de numerosas comarcas

de las realengas, vieron dilapidado un

considerable porcentaje del capital originado

por su agricultura y ganadería, además

de agotar con rapidez su ecología,

sus fuerzas productivas y destruir una

sustancial parte de los medios de producción,

especialmente en la etapa del setecientos.

La complementariedad fue contraproducente

y negativa a largo plazo

para la mayoría de las áreas periféricas al

registrarse en ellas procesos de dependencia

y descapitalización cada vez más

agudizados. Al unísono, a medida que se

adentra la modernidad y se multiplican

las recesiones estas áreas periféricas experimentan

crecientes procesos de carácter

catastróficos para su población y economía

cuyo resultado más evidente son los

procesos de despoblación.

El Siglo de Oro de la economía canaria

se ha convertido en una referencia para la

modernidad en la región, pese a continuar

muchos de sus aspectos básicos abocetados,

necesitándose afianzar ciertos

elementos para determinar cada una de

las grandes tendencias en las estructuras

socioeconómicas e ideológicas insulares y

regionales.

2. REGIÓN Y REALIDAD INSULAR

El siglo XVII fue un período propicio

para los habitantes y economía palmera,

lo cual le permitió a la isla ocupar un

puesto de predominio dentro de la jerarquía

regional y desempeñar un destacado

papel entre las zonas de intercambio

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Agricultura y explotación rural: los contratos agrarios en La Palma entre 1600 y 1625

comercial del Atlántico central. La postconquista

de La Palma supuso el arribo

de una población de variado origen geográfico

atraída por los repartos de tierras

y aguas o por la posibilidad de prosperar

mediante la explotación en arrendamiento

o mediante su empleo como fuerza

asalariada en las nuevas explotaciones.

Como en el resto de las islas de realengo,

los repartos de mayor extensión se hicieron

a favor de los sectores sociales preponderantes

y a los grupos financieros de

la conquista —actuación ilustrada en la

data concedida en 1505 a mosén Juan

Cabrero en los Llanos de San Miguel,

con la fracción correspondiente de las

aguas de la Caldera; las tierras otorgadas

a don Pedro Fernández de Lugo en Barlovento

en 1524; o en la reserva de la

hacienda denominada de los Príncipes, en

la zona de Los Sauces, efectuada a su

favor por el Adelantado— quedando relegada

gran parte de la tropa o de los colonos

beneficiados por la repartición a

pequeñas parcelas que apenas permitieron

la mera subsistencia (SERRA, 1978).

En todo caso, las inversiones de mayor

cuantía para la puesta en cultivo y explotación

de los terrenos se efectuaron por

colonos de origen extranjero, como los

Monteverde o los Vandala, destinándose

parte del capital a la construcción y

adquisición de ingenios azucareros en

Tazacorte y Argual, al que se añadieron

los de San Andrés y Sauces cuyo funcionamiento

se mantuvo aún después del

período moderno. En la segunda mitad

del quinientos el desarrollo agrícola de la

isla, básicamente la producción se ceñía a

los cereales, el azúcar y la viña, propició

un notable aumento de la población, tal

como se observa en la multiplicación de

lugares de hábitat, en la demanda por

algunos núcleos cabeza de comarca de

diversas funciones como las escribanías

—en 1540 fueron creadas dos en la villa de

San Andrés y Sauces—, la segregación de

alcaldes reales, en la fundación de pósitos

o en la construcción de ermitas —San

Sebastián, San Telmo, Santa Catalina,

Nuestra Señora de la Concepción, San

Blas—, localizadas preferentemente en los

barrios periféricos de Santa Cruz. La fundación

de estas entidades se vio favorecida

por el incremento de habitantes y la

circulación de capitales propiciados por

el creciente tráfico marítimo, el dinamismo

agrario o los procesos de elitización

(LORENZO, 1987 y 1997).

En La Palma, desde el último tercio

del quinientos, el sector agrario experimentó

una clara transformación al destinarse

una sustancial fracción de los terrenos

aún incultos en las cercanías de los

pagos y los dedicados a otros productos

de bajo rendimiento económico a plantar

viñas, especialmente en las zonas comprendidas

entre los 0 y los 400 metros de

altitud, centralizándose una sustancial

parte de las parcelas vitivinícolas en el

espacio situado entre Las Lomadas de los

Sauces y el territorio comprendido al sur

del lugar de Mazo, así como en el término

de Los Llanos. En este amplio espacio

comenzaron a predominar los cultivos de

viñas gracias a la calidad de sus suelos y

a las buenas condiciones climáticas, propiciatorias

del arraigo de este tipo de producción

y la bondad de los caldos. Junto

a los terrenos de parras, se unieron los

destinados a huertas y las parcelas dedicadas

a la explotación de los árboles frutales,

los productos de primera necesidad

enviados al abastecimiento del mercado

local, así como las tierras de secano de

menor calidad situadas en pagos como

Mirca, Arenas Blancas, El Sabinal o Martín

Luis, explotaciones donde predominaba

el cultivo del trigo y la cebada. El azúcar,

como se ha citado, mantuvo una

notable capacidad productiva centralizada

en los tres ingenios de Argual-Tazacorte

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Agricultura y explotación rural: los contratos agrarios en La Palma entre 1600 y 1625

y en el de San Andrés, destinándose su

producción al abastecimiento del mercado

local y regional (MILLARES, 1977). En

Garafía, Puntagorda, Tijarafe, Tehuya,

Todoque o Las Norias el cereal fue la base

de la economía local, sobre todo el trigo y

la cebada, aunque también se registran en

esos lugares algunas explotaciones de

parras o árboles frutales, además de una

importante presencia de la silvicultura y

de la ganadería, básicamente de oveja,

cabra y cerdo, cuyo mercado principal era

la capital insular.

A ambas áreas se unieron otras como

las zonas de cumbre donde el predominio

del pastoreo fue absoluto o aquellas

emplazadas en el interior y en los arrabales

de los núcleos de población más

poblados en las que se registran las parcelas

destinadas al cultivo intensivo de productos

hortícolas, caso de las huertas,

además de localizarse la presencia de este

último tipo de parcelas en pagos con tierras

de alta capacidad productividad y

rentabilidad gracias a la abundancia de

agua, como sucede en Los Sauces, Los

Llanos o Puntallana. Los cultivos y ganadería

de subsistencia fueron habituales en

cada uno de dichos términos, con una

incidencia diferente según el papel desempeñados

por éstas dentro de la jerarquía

productiva insular, aunque siempre

orientados al abastecimiento y reproducción

de una amplia mano de obra

barata de origen campesino, necesaria

para el desarrollo de las estrategias económicas

del grupo de poder. Esta fuerza

de trabajo fue utilizada para las sucesivas

ampliaciones e intensificaciones agrícolas,

siendo fluctuante el número de integrantes

pues su volumen aumentaba en

los períodos recesivos registrados cíclicamente

en la isla y disminuía en las fases

positivas.

Los rendimientos económicos de las

tierras de cereales por fanegada fueron

menores a los generados por las parcelas

destinadas al cultivo de la viña, aunque

las rentabilidades de las primeras debieron

sostener un alto porcentaje del abastecimiento

de la población que, posiblemente,

a mediados de la centuria debía

cubrir el 60% del consumo total de cereales.

La compra de trigo y cebada en Lanzarote,

en menor medida en Fuerteventura

cuyo mercado principal era Tenerife,

fue una práctica habitual de intercambio

entre ambas islas, a los que se añadían

productos como sal, ganado, elaborados

lácteos, piedra de cal o derivados del

cuero, manteniéndose este tráfico de

bienes de primera necesidad a cambio de

vino o madera hasta bien entrado el siglo

XIX. Las estimaciones efectuadas por las

autoridades palmeras en el ochocientos,

pese a las obligadas modificaciones realizadas

en el agro palmero con la caída en

la exportación vitivinícolas, incidían en la

obligación de importar el 25% de los productos

de primera necesidad consumidos

por la población (EXPÓSITO-QUINTANA,

1995).

A partir de la segunda parte del quinientos

en La Palma el reordenamiento

del espacio productivo agrario coadyuvó

a una mejora de los rendimientos achacable

a la creciente contratación de una

mano de obra no cualificada campesina,

cuyo volumen aumentó gracias a la emigración

o por superar un mayor número

de individuos la edad pupilar, así como a

la importante diversificación y especialización

de una parte de dicha mano de

obra. En todo caso, campesinos, jornaleros

o braceros foráneos o palmeros, además

de la masa de esclavos existentes,

condujo a una clara movilidad de la fuerza

de trabajo entre las diversas zonas

agrícolas en función de la demanda, las

fases económicas o de los ciclos productivos.

El grupo del poder insular, con unas

claras relaciones comerciales o de sangre

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con los sectores extranjeros, fue durante

la etapa analizada el principal interesado

en incrementar los desembolsos por la

intensificación de los cultivos, la mejora

de los rendimientos o la puesta en explotación

de nuevas áreas agrícolas arrebatadas

a las zonas de monte, fenómeno de

especial relevancia durante buena parte

del seiscientos. Al unísono, la inversión

abarcó en la mayoría de los casos la mejora

de las explotaciones mediante el

acondicionamiento de las parcelas, la

construcción de viviendas, acequias y

tanques, o la introducción o renovación

de los cultivos. El capital desembolsado

por los hacendados y medianos propietarios

provino de la propia comercialización

de los productos, de los beneficios

derivados del remate de rentas eclesiásticas

o municipales o a través de la solicitud

de préstamos consignativos a instituciones

religiosas o financieras. Un

elemento de peso dentro de la positiva

tendencia de la economía insular fue la

presencia de un considerable número de

pequeñas parcelas propiedad de los sectores

propietarios cedidas a campesinos

en enfiteusis o a censo reservativo, con la

intención no tanto de obtener un renta

por su tenencia —en la mayoría de los

casos ésta era de un ave o unos cientos de

maravedís al año— como de concentrar

alrededor de sus propiedades agrícolas

una mano de obra suficiente para su adecuada

explotación. Una sustancial parte

de las tierras entregadas al campesinado

se enclavaban en las zonas de monte,

dehesas o terrenos de propios de la isla

que fueron adquiridos o usurpados por

los sectores del poder integrados en el

Ayuntamiento insular, grandes beneficiados

con sus parentelas del proceso de

dinamización económica.

El grupo de poder insular logró mantener

e incrementar sus rentas gracias a

esta evolución, a la multiplicación de la

mano de obra y a la exportación de los

vinos hacia América y Europa, pero también

a la estratégica posición de La Palma

en las vías de intercambio con América

que permitieron un creciente comercio de

redistribución de las importaciones y del

contrabando de productos extranjeros. El

control de la múltiples rentas devengadas,

el sometimiento de un mayor número

de campesinos a sus dictados o la captación

de bienes de forma indirecta

(censos consignativos, enfiteusis, aparcería

perpetua) fueron otros elementos de

especial relevancia para entender la procedencia

y diversificación de una sustancial

parte de sus ingresos. La movilidad y

alza de la masa de capitales existente en

la isla tuvo su efecto positivo general

sobre la evolución demográfica del vecindario,

lo cual benefició los intereses de los

poderosos porque los crecientes niveles

de población permitieron el aumento de

los desplazamientos hacia las zonas de

interés agrícola, la contratación de la fuerza

laboral con un salario menor o disminuir

la dependencia de la esclavitud

como mano de obra al ser demasiado costosa

su compra, enseñanza y mantenimiento.

Las parejas jóvenes fueron las

más dinámicas en los desplazamientos,

obligadas por la imposibilidad de sostenerse

con las escasas tierras heredadas de

sus padres, deseosos de formar en las

áreas de demanda y reparto de tierras

familias neolocales con capacidad de

prosperar mediante la explotación de sus

parcelas y las tomadas a renta. El citado

flujo de población durante el seiscientos

tuvo una doble dirección: las zonas rurales

situadas en torno a las áreas vitivinícolas

y cerealeras más productivas; y

hacia Santa Cruz de La Palma, asentándose

una amplia fracción de los emigrantes

en los barrios periféricos —Jorós, San

Telmo, San Sebastián, La Encarnación, El

Planto— donde desempeñaron labores

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artesanales de escasa rentabilidad —caleros,

tejeros, calceteros—, de asalariados

—mozos de cuerda, personal doméstico—

o se emplearon en la explotación de los

terrenos urbanos emplazados en los alrededores

de la ciudad (Caldereta, Buenavista,

Mirca, Calcina), movilidad de sentido

contrario a la registrada por esas

fechas en islas como Gran Canaria

(QUINTANA, 1997). El citado proceso de

distribución de la población, independientemente

de la secular emigración

propiciada en cada período recesivo, permitió

dirigir una parte de la mano de

obra emplazada en los espacios agrarios

surgidos desde la conquista, donde existía

en esta época una relevante concentración

de habitantes, hacia los terrenos

donde el grupo de poder tenía intereses

preferenciales de explotación. Los cambios

facilitaron una clara disminución de

la presión social de los sectores más pauperizados

de la población —ahora reducida

a determinadas áreas marginales

situadas en las zonas de las sierras, al

norte de la isla, los barrios de la capital,

aunque aquí reducida en parte por la

asistencia a los desposeídos mediante la

fundación del hospital de Dolores y

diversos pósitos con capital privado o

público— sobre los bienes productivos,

siendo uno de los resultados más claros la

ausencia de una conflictividad sonora en

la isla durante el período estudiado, aunque

sí de prolongados altercados entre las

instituciones locales, situación contraria

de lo acontecido en la siguiente centuria

(VIERA, 1978).

El incremento en los rendimientos

agrarios fue propiciado por todos los factores

mencionados con anterioridad pero

también por una creciente demanda

externa, si se refiere al vino o la producción

sedera, y a la interna, especialmente

de cereales o derivados ganaderos, por

una mano de obra volcada en cubrir los

cupos de exportación y al progresivo consumo

de bienes de primera necesidad por

el grupo de poder. La población creció de

forma notable en el período analizado, en

1585, primer recuento aproximativo realizado

para la isla, el número de habitantes

totales se situaba en 5.850, es decir, el

15,1% del total del volumen de efectivos

del Archipiélago, donde Santa Cruz concentraba

el 51,1% del total insular con

2.995 habitantes (MACÍAS, 1988). El mencionado

porcentaje ratificaba una distribución

de la población en la isla donde la

capital no sólo era el núcleo más dinámico

desde el punto de vista comercial, sino

que su hinterland agrícola fue uno de los

de mayor rentabilidad en el período, quedando

términos como el Valle de Aridane

o de San Andrés y Sauces en un segundo

plano frente al proceso centralizado en la

capital, pese a los dantescas jornadas

vividas en 1553. Las favorables condiciones

económicas de la isla estuvieron presente

en la narración efectuada en 1590

por Torriani, el cual se hacía eco no sólo

del abigarrado origen geográfico de su

población y de su privilegiada posición

en el comercio, sino también de tener un

puerto con capacidad de enviar en un año

hacia las Indias 4.000 pipas de vino. El

ingeniero cremonés cifraba el número de

vecinos de la capital en 800 vecinos, es

decir, en unos 4.000 habitantes, lo que

supondría un incremento sobre el anterior

recuento de un 33,5% (TORRIANI,

1978; 242). En dicha anualidad los vecinos

residentes en el resto de los núcleos de

hábitat en La Palma aumentaron hasta

representar el 54,1% del total insular, al

elevarse sus efectivos hasta los 4.700

habitantes, concentrándose el 31,0% en

las zonas de cultivos cerealeros y en las

áreas de explotación maderera -Aguatavar,

Puntagorda, Los Llanos y Garafía- y

el 27,2% en las relacionadas con la explotación

de viña asociada a productos de

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Agricultura y explotación rural: los contratos agrarios en La Palma entre 1600 y 1625

consumo interno o de abastecimiento

regional, tal como sucedía en San Andrés,

Los Sauces y Puntallana (MARCO, 1943).

En 1629 el obispo Cámara y Murga

visitó La Palma en donde contabilizó un

total de 1.000 vecinos en los lugares

donde se efectuó el recuento, es decir,

unos 5.000 habitantes, siendo quizá el

aspecto más notable del censo el número

de vecinos recogidos en el término de la

capital al limitarse a sólo 3.000 moradores,

volumen inferior al registrado a principios

de la centuria, aunque si se añadían

los 1.000 habitantes del término de

Mazo, incluidos en las dos recopilaciones

anteriores dentro del vecindario capitalino,

se observa una estabilización de los

vecinos de la ciudad en ese período de

tiempo (CÁMARA, 1634). Los censos y

padrones, pese a las conocidas críticas

sobre la fiabilidad de los datos aportados

y las notables carencias en sus sistematizaciones,

indican unas tendencias generales

en la isla para el primer tercio del seiscientos

en las que la población crece en

las zonas rurales y en las periferias urbanas,

mientras disminuye en Santa Cruz

de La Palma en favor de los pagos cercanos

o de las áreas volcadas en la producción

vitivinícola como las Breñas o Mazo.

Por ejemplo, el análisis de los bautizos

en la capital muestra una caída de los

concurrentes a la pila a partir de la tercera

década del seiscientos, no tanto por

una reducción de la población como por

un notable crecimiento de los términos

cercanos a la ciudad, lugares donde se

asienta de forma progresiva una sustancial

parte de los sectores más humildes

urbanos y foráneos para emplearse en las

explotaciones agrarias, ganaderas o en la

silvicultura (LOBO-QUINTANA, 1997).

Al unísono, la capital experimenta profundas

reestructuraciones interiores con

el desplazamiento de una notable fracción

de su población hacia el exterior o

con una nueva reubicación interna de los

distintos grupos sociales, generándose

una acelerada urbanización de los espacios

libres o destinados a la producción

agrícola, una progresiva subida de precios

de los inmuebles urbanos en las

zonas centrales o un destacado incremento

de la construcción de edificios religiosos,

civiles o propiedad de los miembros

del grupo de poder. Santa Cruz

comienza en esta época un proceso de terciarización

donde determinadas áreas

experimentan una clara elitización (calles

Real o Trasera), algunas son el lugar de

hábitat específico de artesanos y personal

doméstico (Santo Domingo, San Francisco)

y en otras se localizan asalariados o

gente de la mar (San Telmo, San Sebastián,

La Marina), siguiendo pautas internas

parecidas en el tiempo y los resultados

a las analizadas para otras ciudades

del Archipiélago (QUINTANA, 1997b).

3. LA ECONOMÍA PALMERA EN LOS

INICIOS DEL SEISCIENTOS

La isla, como el resto de la región,

experimentó a lo largo del seiscientos un

significativo auge en su productividad y

una tendencia positiva en su economía,

pese a las cíclicas sequías, plagas, enfermedades

o recesiones en las exportaciones

de sus productos padecidas en esa

fase. Entre las recesiones de mayor repercusión

en el primer tercio del seiscientos

se encuentran la plaga de langosta del

año 1608, las sequías y excesos de lluvias

de la segunda década de la centuria, los

continuados avisos de ataques piráticos,

especialmente de holandeses o berberiscos,

la competencia de otros vinos procedentes

de áreas peninsulares o los crecientes

gravámenes situados sobre los

caldos canarios en el mercado inglés o

americano, cuyo resultado fue una progresiva

caída de los beneficios, siendo

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Agricultura y explotación rural: los contratos agrarios en La Palma entre 1600 y 1625

éste uno de los problema de mayor relevancia

para la isla. Los citados factores se

observan en parte en la evolución de las

recaudaciones de las rentas eclesiásticas

obtenidas en algunas de las demarcaciones

más destacadas de La Palma para los

menudos, el vino y los cereales —trigo y

cebada— durante el período 1600/1625.

Fuente: Archivo del Cabildo Catedral de Canarias: Libros de rentas y menudos.

Nota: Elaboración propia.

Evolución de las rentas eclesiásticas en La Palma entre 1600-1625 (en maravedís y fanegas)

El estudio de la evolución de las rentas

eclesiásticas en la Diócesis durante la

modernidad es uno de los elementos claves

para el acercamiento de una manera

coherente y veraz al análisis de la historia

regional, tanto para la contrastación de

las hipótesis planteadas como por la ponderación

de determinadas vías de interpretación

sobre aspectos tan notables

como la distribución de la riqueza o la

extensión en determinados períodos de

ciertos cultivos. En las últimas décadas el

uso de este tipo de fuentes históricas se

ha ido intensificando en paralelo a las críticas

sobre los datos aportados por su

parcialidad, manifiestos errores, ocultaciones

o alteraciones causadas por la entidad

recaudadora o por los propios contribuyentes

(MACÍAS, 1993 y 1986). En todo

caso, la información aportada por las rentas

AÑOS MENUDOS PARRALES

Santa Cruz Santa Cruz Breña Mazo Puntallana Trigo Cebada

1600 256.174 773.542 463.540 393.776 479.454

1601 214.188 522.783 297.515 281.625 307.875

1602 219.250 399.842 193.959 229.750 232.500

1603 240.124 608.146 221.032 314.812,5 357.500

1604 216.413 809.155 309.238 424..197 424.224

1605 251.288 430.000 195.000 269.166 251.000

1606 252.463 265.000 135.000 173.250 163.750

1607 230.325 295.500 185.000 200.250 203.000

1608 203.381 489.502 269.500 228.000 224.750

1609 190.475 747.575 438.575 493.600 495.525

1610 202.592 565.667 356.000 288.713 469.630

1611 202.225 409.225 237.500 150.834 255.375

1612 240.475 800.950 362.278 458.636 498.027 2.831,10 798,4

1613 252.532 287.500 217.300 150.000 230.000 2.332,9 631,5

1614 245.975 333.334 243.500 256.250 275.667 2.393,2 1.090

1615 249.613 435.100 166.000 185.000 347.500 3.045,4 924,8

1616 2.249,5 1.024,4

1617 2.651,2 1.318,1

1618 2.497,5 1.112,9

1619 2.200,8 896,11

1620 2.091,5 891,9

1621 236.842 402.500 141.696 167.500 162.384 2.269,3 816,4

1622 241.724 361.667 161.250 160.334 202.500 2.215,2 831

1623 212.500 265.344 113.664 117.114 163.200 2.287,3 908,8

1624 222.612 Total renta: 590.448 2.474,10 797,8

1625 139.500 203.334 152.000 120.000 100.000 3.275,9 1.522,2

86 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X

Pedro C. Quintana Andrés

Agricultura y explotación rural: los contratos agrarios en La Palma entre 1600 y 1625

son algunos de los pocos referentes válidos

para una aproximación a la posible

evolución económica de La Palma durante

el período estudiado, aunque, como se

puede comprobar, a lo largo de algunas

fases no se cuentan con registros o éstos,

debido a que son secundarios, caso de las

percepciones recibidas por los prebendados

catedralicios, se ha optado por reservarlas

para un posterior estudio tras pormenorizarlos

y contrastarlos.

La renta de menudos de Santa Cruz

de La Palma sufrió un proceso de estancamiento

durante las dos primeras décadas

de la centuria para retroceder en los

últimos años a cotas de recaudación en

torno al 40%, claramente inferiores a las

de inicio del seiscientos. Las cíclicas crisis

agrarias y la recesión principiada a partir

de 1625 en el Archipiélago, cuya culminación

se produjo en 1627/1628, debieron

influir en las tendencias experimentadas

por la citada renta, así como las propias

fluctuaciones de los productos integrados

en su recaudación pues a veces unos

constaban en ella para determinados

años, tal como sucedía con el ganado,

mientras en otras anualidades se recaudaban

de forma individual.

Evolución de la renta de menudos en Santa Cruz de La Palma (1600-1625)

La renta de parrales en los cuatro

lugares seleccionados también experimentan

alteraciones durante el primer

cuarto de la centuria, ocasionados por

épocas de sequías, como la citada de 1608,

pero, especialmente, por la notable fragilidad

del comercio exterior, tanto por la

multiplicación de la piratería como por

los intentos de recorte de las toneladas de

registro navegadas desde las islas, cuyo

ejemplo fueron las imposiciones determinadas

por la real cédula de 27 de julio de

1612, los incrementos de los gravámenes

y las limitaciones en el número de puertos

americanos con los que se podía

comercial (PERAZA, 1977). Las evidentes

VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 87

Pedro C. Quintana Andrés

Agricultura y explotación rural: los contratos agrarios en La Palma entre 1600 y 1625

oscilaciones incidirían directamente en

las relaciones de producción, en los flujos

poblacionales y en la modificación del

papel desarrollado por cada uno de los

lugares en la jerarquía insular, dando

como resultado que en los períodos de

auge económico se generara un incremento

de la extensión de la tierra de cultivo

de viña o cereales.

Evolución de la renta decimal de parrales (1600-1625)

La positiva tendencia durante las etapas

de crecimiento queda reflejada en el

desarrollo alcanzado por las rentas recaudadas

en Mazo y Puntallana en comparación

a las zonas tradicionales de explotación,

pues en ambas jurisdicciones será

donde se asiente parte de la mano de obra

emigrada desde otras áreas insulares y

arribada a la isla. En ellas el proceso de

deforestación y rozas por debajo de la

cota de los 500 metros fue considerable en

esta fase, destinándose casi todas las tierras

al cultivo de viñas, árboles frutales y,

en las zonas menos propicias, al cereal

aunque cada uno de ellos con producciones

ajustadas a las temporalidades productivas

y a la calidad de los suelos. En el

valor de las recaudaciones influyen factores

tan importantes como los precios de

referencia del vino en cada uno de los

puertos de destino, la propia competencia

productiva entre las islas, la evolución

del consumo interno, el uso dado a los

excedentes o las alternativas comerciales

barajadas por los sectores preponderantes.

88 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X

Pedro C. Quintana Andrés

Agricultura y explotación rural: los contratos agrarios en La Palma entre 1600 y 1625

Una realidad diferente representa las

rentas frumentarias con una clara estabilización

en la producción de trigo y ciertos

altibajos en la de cebada, cereal cultivado

en las tierras de secano de calidad

inferior y en las rozadas por primera vez,

junto al centeno, para con posterioridad

destinarlas al cultivo de la viña o del

trigo. La producción frumentaria insular

era consumida en su totalidad por el

vecindario, aunque la capacidad para

abastecer a la isla sólo representaba una

media anual por habitante de unas cuatro

fanegadas de trigo y de menos de una y

media de cebada, es decir unos 200 kilos

del primero y unos 40 de la segunda, sí se

toman como referencia los datos poblacionales

de inicios de la centuria, independientemente

de las mermas de

molienda, los consumos realizados por

los foráneos y los abastecimientos a barcos

en tránsito. El ligero incremento de la

producción cerealera en algunas fases en

contraste con los rendimientos de la vid,

indicaría el encauzamiento de una parte

de las inversiones y mano de obra hacia

este tipo de cultivos y a la reducción, ante

la falta de salida de los caldos isleños, de

la superficie vinícola en las áreas de

reciente explotación, además de existir un

interés por los medianos y grandes propietarios

en participar en el abastecimiento

del mercado insular gracias a los notables

beneficios alcanzados al tener

asegurado los consumos productivos de

antemano, en la mayoría de los casos a

precios altos. En general, las rentas eclesiásticas

en La Palma presentan tendencias

donde las recaudaciones se encuentran

sometidas a evidentes altibajos a

causa de factores internos y, sobre todo,

externos cuyo resultado es la fluctuación

de producciones fundamentales para la

evolución de la economía local, caso de

los parrales. En varios años los aumentos

de las rentas de cereales coinciden con

una caída de los ingresos vitivinícolas, lo

que supone, como se ha manifestado con

anterioridad, una intensificación y extensión

de las parcelas destinadas a este cultivo

por parte de los sectores propietarios

para compensar sus pérdidas de renta

Evolución de la renta decimal de trigo y cebada en La Palma (1600-1625)

VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 89

Pedro C. Quintana Andrés

Agricultura y explotación rural: los contratos agrarios en La Palma entre 1600 y 1625

aunque nunca rompiendo, en algunos

casos por las propias condiciones físicas,

los equilibrios productivos.

El valor de la renta eclesiástica recaudada

en La Palma para años como 1612 y

1624 explicita una realidad que no parece

estar de acuerdo con el potencial económico

generado en el momento de la

comercialización de cada uno de los productos.

Es decir, el valor de los cereales

responde al capital obtenido con la venta

de este producto en el mercado local a los

precios corrientes en ese período temporal

en base a la oferta y la demanda aunque,

teóricamente, regulados a una tasa

máxima de 864 maravedís la fanega. El

resto de las rentas se dan a remate en función

de previsiones de futuras cosechas y

ganancias, además de estar sometidas a

diversos fraudes, entregas dirigidas, etc.

Todo ello supone para los citados año que

el total de recaudación se elevara a

6.247.701 y 3.145.421 maravedís respectivamente

—a los cereales se le aplicaron los

precios corrientes de venta en la isla en

dichos años— en los que los porcentajes

respondieron a situaciones económicas

divergentes, pues en el primero la tendencia

en la producción vitícola es al alza

mientras en la segunda anualidad se

registra una clara ralentización del mercado.

En la primera cantidad la renta de

menudos representa el 7,9% de lo recaudado,

para en 1624 llegar hasta el 15,4%;

la contribución de parrales supuso para

1612 el 54,7%, mientras que doce años

después se reducía al 18,7%; el 32,6% de

la recaudación correspondió en el primero

de los años a la comercialización del

trigo para alcanzar en 1624 el 56,6%; y,

finalmente, la cebada supuso el 4,5% y el

9,1% respectivamente. Si bien para la economía

palmera la vid fue un elemento

fundamental hasta fines de la modernidad

y los cereales se convirtieron en

explotaciones complementarias aunque

no prioritarias ante la posibilidad de

abastecimiento desde otras islas, sobre

todo desde mediados del seiscientos, no

parece plasmarse parecidas circunstancias

en las rentas eclesiásticas según los

períodos de recaudación y las circunstancias

particulares registradas en cada fase

temporal.

4. LOS CONTRATOS AGRARIOS EN

LA PALMA ENTRE 1600-1625

En el Antiguo Régimen la estructura

económica giraba en torno de la tierra

como centro de una dinámica socioeconómica

donde no sólo cumplía un papel de

básico medio de producción, sino que

alrededor de ella surgieron formas de

explotación, propiedad, apropiación y

concentración cuyo resultado en el seno

de cada comunidad dieron lugar a diversas

estrategias de distribución, apropiación

y a conflictos entre los propietarios y

los desposeídos. Una muestra de esta realidad

se encuentran en las fórmulas contractuales

establecidas en el seno de cada

sociedad para la explotación agraria,

pues a través de ellas se pueden observar

los cambios generados en la tenencia de

las explotaciones, en los procesos de profundización

del sistema imperante, en las

tipologías productivas, en la redistribución

o en los avances de las áreas de cultivo.

En Canarias el estudio de los contratos

agrarios tiene aportaciones de gran

interés iniciadas en fechas tempranas

(PERAZA,1988; CAMACHO, 1966) a las

que se van sumando algunos análisis parciales

(QUINTANA 1992 y 1999), que

muestran unas características parecidas

en sus aspectos contractuales, aunque no

en los períodos y las formas de aplicación,

respecto a otras investigadas en

otras regiones de la Península (IRLES,

1991; LEMEUNIER, 1990; VASSBERG,

1986).

90 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X

Pedro C. Quintana Andrés

Agricultura y explotación rural: los contratos agrarios en La Palma entre 1600 y 1625

La presente investigación es un estudio

de los contratos agrarios inscritos en

La Palma en el primer cuarto del seiscientos

tomando como fuente histórica los

registros de los protocolos notariales de

la isla aunque éstos, en general, presentan

notables vacíos de información a causa de

la desaparición, el extravío, la mutilación,

el deterioro o la desclasificación de una

considerable parte de sus fondos. En la

actualidad una porción esencial de la

información notarial, además de otras de

diferentes categorías, registradas antaño

en la isla ha desaparecido quedando

lamentables vacíos informativos de evidente

influencia en las conclusiones como

las del presente estudio. El volumen de

contratos agrarios, básicamente arrendamientos

y acuerdos de medianerías, localizados

en La Palma durante el período

comprendido entre 1600/1625 supone un

total de 143 acuerdos, es decir, 5,5 de promedio

por año pese a que de ocho anualidades,

a causa del estado o ausencia de

las fuentes, no se posee dato alguno y casi

la totalidad de los años con registros presentan

considerables lagunas. En dicha

contabilidad entran los acuerdos establecidos

de arrendamiento y medianería de

terrenos ubicados en áreas urbanas y

rurales, aunque no los arrendamientos de

viviendas o donde ésta sea el bien predominante

dentro de la propiedad, así como

los contratos de explotación de las décimas

de los ingenios de Argual y Tazacorte

—gran parte perdidos— que por sus problemática

jurídica y conflictiva quedan

obviado en este estudio. La cantidad de

contratos es, pese a las carencias, significativa

si se compara con la media de los

registrados en Gran Canaria durante el

siglo XVII, pues en esta última isla los

promedios de arrendamientos de parcelas,

tanto urbanas como rurales, representan

11 al año, mientras si se ciñen sólo al

primer cuarto de la centuria se situaban

en 10,7 (QUINTANA, 1999), pese a contar

con una población superior en un 35% a

la palmera y, sobre todo, conservar para

esa época un conjunto de protocolos

notariales más completo.

VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 91

Pedro C. Quintana Andrés

Agricultura y explotación rural: los contratos agrarios en La Palma entre 1600 y 1625

En general, las cifras recogidas en las

fuentes históricas deben representar

aproximadamente un 30-35% de todos los

contratos registrados ante el escribano

durante ese período, sin contar los efectuados

oralmente, además de un elevado

número de renovaciones de uno y otro

caso que no figuran en la relación. Los

resultados demuestran un elevado dinamismo

en la realización de los acuerdos

desde etapas anteriores a la estudiada,

manteniéndose una tendencia positiva

durante gran parte de la fase, al contrario

de lo sucedido en Gran Canaria donde se

registra un proceso de incremento en los

contratos, sobre todo en la zonas rurales,

a partir del segundo tercio del seiscientos,

en consonancia a la creciente deforestación

de las áreas de medianías. En La

Palma se debe diferenciar entre los acuerdos

de arrendamiento y los de medianerías,

pues los primeros implicaban la entrega

de parcelas de labor a cambio de una

renta, donde el arrendatario debía cuidar

las tierras y entregar la cantidad en maravedís

o grano prefijada, mientras en la

medianería el obligado a lo largo del período

del acuerdo se comprometía a mejorar

la propiedad, efectuar determinados

tipos de cultivo o ampliar las zonas de

explotación. De los 143 registros localizados

el 38,4% son medianerías y el 61,6%

arrendamientos, correspondiendo 19,3%

de los últimos a cultivos de viñas; el

Los contratos agrarios en La Palma (1600-1625)

Fuente: Protocolos Notariales. Nota: Elaboración propia.

AÑOS ARRENDAMIENTOS MEDIANERÍAS

MEDIAS

ANUALES DE

LOS CONTRATOS

RENTA MEDIAS

MARAVEDÍS CEREAL

1600 8 3 4,4 3.180 43,9

1601

1602

1603 1 9 30,0

1604 2 4 3,2 14.000 11,0

1605 1 5 4,6 15,0

1606 4 8 4,5 20,2

1607 5 5 2,6 10.680 20,0

1608 9 8 4,1 6.411 11,4

1609 9 5 5,7 1.944 19,7

1610 1 2 2,3 960

1611 8 4 3,1 3.639

1612 9 4 3,7 5.371 18,5

1613 11 4 4,1 9.552 24,6

1614 3 9 3.700 13,0

1615 1 6 29,5

1616

1617

1618 1 3

1619 5 5 10.800 12,0

1620 4 6 2.304 37,3

1621 1 5 5.760

1622

1623

1624

1625 6 2 4,2 7.200 13,6

TOTAL 88 55

92 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X

Pedro C. Quintana Andrés

Agricultura y explotación rural: los contratos agrarios en La Palma entre 1600 y 1625

71,5% a la explotación de cereales; y el

7,9% a plantaciones donde se registra el

cultivo de viña-cereales o huertas con

viñas. Los acuerdos de medianerías están

guiados básicamente a la explotación de

la vid, pues ésta representa el 60% de las

parcelas entregadas; el cereal, sobre todo

el cultivo de cebada, alcanza el 32,7%; y la

explotación de cereales con vides o árboles

frutales llega al 7,2% del total de los

contratos.

Número de contratos de explotación de tierras en La Palma (1600-1625)

Las labores a realizar por los medianeros

quedaban prefijada en los acuerdos,

así como si alguna de ellas serían remuneradas

o no, tal como sucedía con la

plantación de los margullones o vástagos

de vides, obligación recogida para el

51,5% de las parcelas entregadas en las

zonas de viñas. Ejemplo de ello es la suerte

de tierra tomada en 1613 por Manuel

Remón en la zona de la Punta de Tijarafe

por tiempo de cuatro años donde se obligaba

a plantar 1.200 margullones, cada

uno a cambio de 4 maravedís; en las dos

fanegadas y media de tierra entregadas a

medias por Juan Vendaval Aguiar a

Pedro Gómez, vecino de Breña Baja, además

de una casa de alojamiento y algunos

árboles frutales por el tiempo de tres

años, comprometiéndose Pedro a plantar

150 vástagos de vid al año; o en el acuerdo

efectuado por Pedro Hernández Vega

a favor de Antonio González en 1600

donde se especificaba que el segundo

recibía por tres años unas tierras en Breña

Baja para que plantara en ella 200 margullones

al año a cambio de entregarle el

propietario por su labor seis fanegas de

centeno y media bota de vino por el día

de San Martín, corriendo a cargo de González

el acarreteo (1). En algunos casos los

propietarios optaron por distribuir las

épocas y labores de siembra de los vástagos,

ilustrándose en el contrato entre

Pedro de Brito, escribano de la isla, con

Antonio Álvarez y Domingo Hernández

por el cual en una viña de Mazo tomada

VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 93

Pedro C. Quintana Andrés

Agricultura y explotación rural: los contratos agrarios en La Palma entre 1600 y 1625

a medianería debían plantar el primer

año 500 margullones, con la compensación

de un barril de vino y dos fanegas de

centeno, y en los tres años siguientes

hasta el final del acuerdo 1.000 varas de

vid por anualidad duplicándose la paga

prometida (2).

En las áreas de cereales la situación

fue parecida a la citada pues se establecieron

por los propietarios las tipologías de

los cultivos, las formas de entrega o, en la

mayoría de los casos, se acompañaron de

otras obligaciones para el medianero como

la explotación de diversas cabezas de

ganado. En 1611 el regidor Gaspar de Olivares

daba a partido a Juan Fernández

Gómez dos cercados, un término de ganado,

dos casas y un tanque junto al barranco

de Los Guanches, en Las Tabladas, por

nueve años con la obligación de cuidar

seis cerdas y de añadir Juan otras tres, más

ocho vacas y dos asnos, siendo todo ello a

medias y marcado por el medianero, quedando

fuera el resto del ganado existente

allí. En 1610 Lorenzo Pérez recibía en Tigalate

doce fanegadas de tierra, una casa y

un granero por tiempo de cuatro años,

además de un elevado número de cabezas

de ganado conformado por ovejas,

cabras, cerdos y vacas; Bartolomé Martín

Peña entregaba en 1612 por cinco años a

Antonio Rodríguez veinte fanegadas en la

Rehoya de Breña Baja donde debía sembrar

un tercio de trigo y el resto de cebada

y centeno, dándole Bartolomé la simiente,

además de explotar siete cerdas parideras,

once lechones, tres vacas y seis colmenas;

o el capitán Miguel Pérez daba a Sebastián

Francisco unas tierras con sus casas y

tres almudes de viña por tres años en El

Paso donde obligaba al medianero a plantar

cebada y centeno, dándole el miliciano

la simiente, a lo que añadía cuatro vacas

de vientre, seis puercas y varias colmenas,

con la condición de si alguna muriera me a

de dar el cuerpo con la marca (3).

La medianería fue la fórmula contractual

más utilizada para cambiar la producción

de ciertas parcelas, la puesta en

cultivo de los terrenos tomados a eriales y

zonas de monte o el acondicionamiento

de las tierras de labor, sobre todo si éstas

se destinaban o eran de viña, localizándose

la mayoría de ellas en los pagos de

Mirca, Buenavista, Mazo y Puntallana,

hacia donde se expandía con cierta rapidez

el cultivo de cereales pero, de forma

especial, el de la vid. Así, en 1608 Gaspar

Feo tomaba a partido a medias un total de

seis fanegadas de monte en las Cabezadas

de Buenavista por tiempo de un año,

las cuales pueda quemallas, dándole el propietario

la simiente y 960 maravedís por

acondicionar cada fanegada; el capitán

Pablo de Brito realizaba la misma operación

en 1610 con Pedro González y

Domingo Martín, a los que cedía por un

año cuatro fanegadas de tierra localizadas

en El Barbuzano (Mirca), con la obligación

de rozarlas a cambio de la citada

cantidad de 960 maravedís por fanegada;

o las cuatro fanegadas de monte otorgadas

en 1609 por una anualidad por Bartolomé

Martín Peña a Francisco Díaz con la

condición de la limpieza de la totalidad

de la propiedad en el mes de mayo, por lo

que recibiría de ayuda 1.056 maravedís

por fanegada, adelantándole a cuenta tres

fanegas de centeno. En algunos acuerdos

de acondicionamientos de tierra los propietarios

prefirieron usar el arrendamiento

o combinaciones entre ambas fórmulas

contractuales como medio de explotar

parcelas, las cuales pudieron rozarse con

anterioridad y aún continuar asilvestradas

pero ya generando ciertos beneficios,

poder controlar el usufructo en momentos

de alta demanda o asegurar unos

mínimos ingresos de unos terrenos

donde aún se dudaba de su producción.

Quizá fueran éstas algunas de las razones

sopesadas por Gabriel de Sosa cuando

94 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X

Pedro C. Quintana Andrés

Agricultura y explotación rural: los contratos agrarios en La Palma entre 1600 y 1625

arrendó en septiembre de 1611 a Domingo

Pérez seis fanegadas de tierra en Las

Lomadas de San Andrés por cuatro años,

con la condición de desmontar tres, entregando

las dos primeras por una renta de

10 celemines de trigo anuales, otra por

1.152 maravedís y la cuarta a partido a

media, además de darle a Domingo dos

fanegas de trigo para sembrar; o las cinco

fanegadas cedidas por Baltasar Hernández

Gallo a Juan Fernández Barbosa en el

Barranco de Juan Mayor por un año, siendo

una de las fanegadas de roza reciente,

por un total de 3.456 maravedís. Algunos

propietarios incidieron no sólo en las

labores a realizar por los medianeros sino

también en querer controlar estas tareas,

especialmente a la hora de la recogida de

las cosechas para comprobar las posibles

mermas o evitar los fraudes, tal como

pretendía hacer el capitán Pablo de Brito

y Lugo, apoderado de su hermano Diego,

gobernador de las armas de Lanzarote, el

cual entregó en 1625 a partido a medias a

Pedro Francisco una viña, con una casa,

un tanque y diversos cascos para vino en

la Montaña la Breña, por tiempo de tres

años y obligación de plantar 500 margullones,

así como la orden expresa de avisar

con tres días de antelación al comienzo

de la vendimia por si quería estar el

arrendador presente en ella.

En cambio, son escasos los contratos

de medianería para la explotación de

terrenos en plena explotación, cercanos a

los lugares tradicionales de cultivo o de

tierras de elevada cotización en el mercado,

pues sus propietarios optaban por los

arrendamientos al asegurarles una renta

fija que podía ser modificada a lo largo de

cada contrato en función de la coyuntura

económica en cada momento. Pese a ello,

se encuentra algunos ejemplos como la

medianería acordada en 1608 entre Galdo

Botazo, propietario de una huerta de

árboles frutales y tierras en Buenavista,

con Baltasar Méndez por tres años con la

obligación de compartir la producción

(4).

El arrendamiento fue el contrato más

habitual en las fuentes consultadas con

especial incidencia en la explotación de

las tierras de cereal, pues casi cuadruplicó

a las tierras destinadas al cultivo de

viña, estando la mayoría de las parcelas

acondicionadas para la producción y en

áreas tradicionales de abastecimiento al

mercado interno. Las explotaciones dedicadas

a la vid devengaron rentas en dinero,

mientras las de cereal lo hicieron de

forma habitual en especies (5), cuyo pago

se haría en función de la tipología cultivada,

obligándose al arrendatario en varios

acuerdos a transportar la cantidad prefijada

a determinados puertos cercanos a la

zona de producción —Talavera, Galguitos,

Tinicena— o al propio de Santa Cruz de

La Palma, tal como se determinó en el

arriendo efectuado entre el regidor don

Diego Vélez de Ontanilla y Melchor

Rodríguez de unas tierras en Las Lomadas

y Los Gallegos con sus casas y cuevas

de habitación por nueve años y 45 fanegadas

de trigo puestas en el puerto principal

de la capital. Los promedios de las

recaudaciones anuales en cereales explicitadas

en el cuadro adjunto se han efectuado

sin pretensión de establecer una generalización

sistemática de éstas, pues en la

mayoría de las ocasiones no se conoce el

volumen de las tierras arrendadas, por lo

que sólo se intentan establecer una aproximación

a los promedios de las percepciones

recibidas por los arrendadores en

cada período. Los acuerdos sólo permiten

vislumbrar aproximaciones de rentabilidad

para los propietarios con tierras

situadas en las áreas más alejadas de los

principales centro de población, siendo

rentas de una a dos fanegas de trigo o

centeno por fanegada de tierra plantada

al año en zonas como Las Lomadas, las

VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 95

Pedro C. Quintana Andrés

Agricultura y explotación rural: los contratos agrarios en La Palma entre 1600 y 1625

tierras altas de las Breñas, Tijarafe o

Tehuya, mientras en las parcelas de

mayor rentabilidad cercanas a la ciudad

el volumen de cereales recaudados por

fanegada oscilaba entre las 15-16 fanegas

de trigo, tal como sucedía con tierras

emplazadas en los lugares de Velhoco o

Buenavista, ilustrándose en las arrendadas

por un año en 1613 en esa localidad

por Juan Vendaval Aguiar. En cambio, de

las viñas apenas si se pueden obtener

promedios de rentas por fanegada de cultivo,

salvo en la zona de La Galga donde

las tierras de buena calidad suponen

9.600 maravedíes de ganancia por año a

favor del propietario, quedando reducida

sólo en unos 2.800-3.000 maravedís las

emplazadas en áreas de menor calidad,

aunque las cifras no representan productividades

finales o rentabilidades de la

parcela sino estimaciones parciales de

percepciones de renta de los arrendadores.

La cercanía de las tierras dedicadas a

la viña o al cereal a las zonas de mayor

demanda generaban arrendamientos

temporalmente más cortos aunque más

notables en la cuantía de la recaudación

devengada a favor de sus propietarios,

pues el abastecimiento a mercados de

consumo más dinámico, la reducción de

los gastos de traslados y el crónico déficit

de productos de primera necesidad fueron

factores determinantes de este proceso

de círculos concéntricos en la variable

rentabilidad/ingresos aplicados a los

arrendamientos de tierras de viña y/o

cereal en La Palma.

Los arrendamientos de viñas se singularizaron

por el número de condiciones

impuestas a los arrendatarios, por la fijación

de los días de entrega de las rentas y

por los elementos adjuntos a la tierra que

se entregaban para su mejora. En el primer

caso se encuentra el citado contrato

entre Tomé Fernández, mercader, y los

hermanos Fernández de Abreu de una

suerte de viña en Velhoco por tiempo de

un año y una renta de 7.200 maravedís,

con la obligación de los arrendatarios de

plantar 300 margullones a 3 maravedís

cada uno; en la segunda variable estaba la

viña tomada por Gaspar Hernández,

herrero, en Amargavinos por tres años,

debiendo abonar la paga el día de San

Martín; mientras el tercer supuesto se

ilustra con una suerte de parral localizada

en Mazo dada por Pedro Rivero a Juan

Rodríguez por tres años y 14.000 maravedís

anuales, a la que se unía una casa

terrera, una lonja y nueve pipas para

vino.

En las tierras dedicadas al cereal se

registra una situación parecida a las especificadas

para las viñas, incidiendo más

las cláusulas impuestas en aspectos de

mantenimientos generales y en la mejora

de las tierras durante el período del contrato,

especificándose el cereal/es al cultivar

aunque no las condiciones de cultivo.

En 1615 el capitán Alonso de Castro

arrendaba a Simón Hernández Prieto,

unas tierras en Puntagorda por seis años

con la obligación de dejar la mitad en barbecho

durante el período de contrato,

cuya renta anual se elevaba a 20 fanegas

de trigo de tipo tremes y a nueve y medio

de palmero embarcado a fines de agosto

en el puerto de la citada localidad; el capitán

Melchor de Monteverde imponía a

sus arrendatarios, Manuel y Pedro Hernández,

la obligación de hacer paredones,

estercolar y regar las tierras arrendadas

en Salvatierra (Garafía) por nueve años y

66 fanegadas de trigo puestas en el puerto

de Santa Cruz de La Palma; Gaspar

González Salvago, criador de Tehuya,

daba al licenciado Tomás Vendaval Cervellón

un total de 21 fanegadas de tierra

de las que 16 eran de sembradura mientras

el resto debían ser rozadas, el contrato

se prolongaba por cuatro años y una

renta anual de 8.604 maravedís, aportando

96 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X

Pedro C. Quintana Andrés

Agricultura y explotación rural: los contratos agrarios en La Palma entre 1600 y 1625

González las bestias asnales necesarias; o

Isabel de Almeida, viuda de Gonzalo

Pérez, acordaba con Sebastián Carballo

entregarle a renta durante cuatro anualidades

unas tierras de pansembrar en Los

Llanos a cambio de una renta de diez

fanegas de centeno y una de cebada los

dos primeros años y doce de trigo a partir

de los dos siguientes, con la condición

de que estos dos años años no abey de senbrar

toda la dicha suerte sino la myta y la otra

myta a holgar, y la que holgares primer año

abey de senbrar el segundo y los dos últimos

desde el arrendamiento la abeys de senbrar

toda (6). Una excepción a reseñar fue una

huerta situada en el barrio de San Telmo

de la capital palmera propiedad del licenciado

Fernando de la Cueva, la cual

arrendó por cinco años y 2.880 maravedís

anuales a Bartolomé González, conformándose

el inmueble por la citada explotación

y tierras de sequero donde el

arrendatario estaba obligado a plantar

cuatro morales y seis higueras en dicho

espacio de tiempo.

La presencia entre los propietarios de

un elevado número de comerciantes y

grandes hacendados relacionados con el

comercio exportador de vino, motor de la

economía insular, y con el abastecimiento

de cereales a una población en pleno crecimiento

demográfico y alto nivel de consumo,

debieron ser factores decisivos

para entender la necesidad de incrementar

los rendimientos de las tierras y los

cuidados demandados en la mayoría de

las cláusulas de los contratos registrados.

A ello se añadieron inversiones efectuadas

por los dueños para mejorar la tierra,

ampliarla y fabricar las infraestructura,

tal como hizo en 1605 Juan Vendaval

Bellido cuando contrató a Marcos Hernández

para construir una casa de piedra

y barro de unos 85,5 metros cuadrados en

su viña de Buenavista por un total de

60.000 maravedís, elevada inversión al

suponer el precio habitual en esa época

de una casa de dos pisos en un barrio de

la ciudad; en 1600 el citado Vendaval

invirtió otros 21.600 maravedís en la compra

de madera de tea para construir un

tanque en su hacienda de Belmaco; o en

dicho año, Diego Hernández contrataba a

Antonio de Sequero, oficial de pedrero,

para hacerle en la Breña una casa de 65

metros cuadrados de superficie en una

suerte de viña localizada en el lugar.

La destrucción de una sustancial parte

de los registros notariales en La Palma

apenas si permiten evaluar la tendencia

de las rentas percibidas por los arrendadores,

aunque se aprecia a lo largo de este

período para los cultivos de cereales, a los

únicos que se ha logrado realizar una

aproximación, una estabilización en las

percepciones, tal como se ha estudiado en

otras áreas del Archipiélago (QUINTANA,

1999). En general, se comprueba la

existencia de una estabilización en las

rentas durante los tres primeros quinquenios

del período analizado, mientras

entre 1615/1625 se mantienen o aumentan

hasta un tres por ciento. Ilustrativo

para la primera fase son unas tierras de

pansembrar administradas por Salvador

Rodríguez arrendadas en 1600 y 1605 por

idéntica cantidad, quince fanegas de

trigo; mientras en el segundo se encuentran

unas tierras localizadas en Salvatierra

propiedad del regidor Melchor de

Monteverde arrendadas en 1611 y 1620

por períodos de nueve años por una renta

para el primero de 66 fanegas y para el

segundo acuerdo de 68, es decir, un 3%

de incremento (7). Las razones de la estabilización

debieron responder a las propias

coyunturas experimentadas por la

economía insular durante el primer cuarto

de la centuria, los problemas registrados

en las exportaciones, la competencia

de otras áreas insulares o foráneas en el

comercio vitivinícola, el masivo arribo de

VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 97

Pedro C. Quintana Andrés

Agricultura y explotación rural: los contratos agrarios en La Palma entre 1600 y 1625

cereales desde el exterior o la posible falta

de mano de obra cualificada para la

explotación de las parcelas a causa de la

creciente expansión de los cultivos, por lo

que era preferible mantener en explotación

las tierras aunque la renta obtenida

de ellas no fuera máxima.

Si bien hubo una estabilidad en el

valor de los arriendos, la situación no

parece corresponder con las cuantías de

las producciones pues, como se ha visto

con anterioridad, éstas experimentaron

notables oscilaciones a lo largo de este

período por factores de índole interno y

externo, manteniéndose la producción de

los cereales con una ligera tendencia

alcista en su ciclo al ser un producto consumido

por un mercado local influido

por destacadas oscilaciones internas, la

mayoría relacionadas con las coyunturas

relacionadas con la meteorología, aunque

sin graves alteraciones aparentes generadas

por los procesos sociopolíticos exógenos.

En todo caso, no todos los terrenos

explotados en La Palma durante esta fase

tuvieron tendencias positivas en su productividad

y en la generación de rentas,

pues en varios de los registrados se observan

caídas en el valor de sus arrendamientos

al estar afectados por los agentes

erosivos, posibles caídas de sus rendimientos

agrarios, excesos de expectativas

de sus propietarios o por falta de inversiones,

tal como sucedió en 1619 con unas

tierras junto al barranco de La Cueva

(Garafía) propiedad del capitán Simón

García, donde fundaron sus abuelos una

capellanía, pero por aber benido a menos, los

señores obispos pasados dieron por acabada la

dicha capellanía, dándolas en arrendamiento

por nueve años a Domingo Hernández

por un total de cinco fanegas de

trigo transportados hasta el puerto de la

capital insular.

Media anual de los contratos de tierras registrados en La Palma (1600-1625)

98 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X

Pedro C. Quintana Andrés

Agricultura y explotación rural: los contratos agrarios en La Palma entre 1600 y 1625

En el 50% de las rentas entregadas en

dinero el arrendatario adelantó una parte

o la totalidad de la cantidad establecida

por el período del contrato, siendo

muchos de los tomadores del bien grandes

o medianos propietarios y mercaderes

relacionados con el comercio del vino

que deseaban sumar a la producción

obtenida de sus tierras la conseguida con

las arrendadas, explotadas luego por

algunos de sus asalariados o medianeros

particulares, o eran mercaderes sin propiedades

agrarias que durante su estancia

en la isla acudían a este tipo de acuerdos

con la intención de conseguir mejorar

sus ingresos. El capitán Alonso de Castro

Vinatea, relacionado con la exportación

de caldos de la isla y propietario de tierras

dedicadas a este producto, arrendada

regularmente parcelas cercanas a las

suyas, como fue el caso de una suerte de

viña situada en los Galguitos en 1614 por

tiempo de nueve años y 5.000 maravedís

anuales de renta, abonados en su totalidad

al propietario el día de la ratificación

de la escritura; el regidor Blas Simón de

Silva fue uno de los más dinámicos en la

realización de este tipo de contratos,

como el rubricado en 1613 para la explotación

de una parcela de viña en la Breña;

o la suerte de parral tomada en 1609 por

Francisco de Laredo, mercader, por un

año y 2.016 maravedís de renta. Así, no es

extraño que los sectores del poder insular

y los mercaderes fueran arrendatarios o

medianeros en un 15% de todos los contratos

registrados, mientras su faceta

como arrendadores se elevaba al 36,6%,

sobresaliendo entre todos ellos los cargos

de regidores y los comerciantes, que aún

en este período mantenían vigente el

espíritu comercial de sus antepasados,

aunque ya en cierto declive ante la creciente

amortización de bienes, elitización

social, ostentación y la clara tendencia

rentista de gran parte del grupo de poder.

A dichos grupos se unieron otros

miembros destacados de los sectores

socioeconómicos urbanos como los artesanos,

los tenderos, los marineros o las

entidades pías, además de los propios

agricultores, invirtiendo todos parte de

sus fondos de capitales en la toma en

arrendamiento de tierras, habitualmente

de viñas cercanas a la ciudad, como una

posible vía de ingreso extraordinaria a

añadir a otras —remate de rentas eclesiástica,

el préstamo a interés— capaz, en función

de la coyuntura, de crear un proceso

inicial de acumulación de capitales en

cada uno de los participantes que les permitiera

acceder a una posición socioeconómica

más elevada. Entre los arrendadores

sobresale la Cofradía del Santísimo

Sacramento de Mazo propietaria de una

viña en el lugar dada en 1611 a Lucas

Bravo por tres años y una renta de 5.500

maravedís anuales; o las tierras de secano

en Tehuya arrendadas en 1625 por el

Ayuntamiento de la isla a Francisco Guillén

por tiempo de ocho años y renta de 6

fanegas de centeno. Entre los sectores

populares los arrendatarios más destacados

fueron Martín de Mérida, tundidor,

que tomó una viña por cuatro años en

Breña Baja con la obligación de dar al

propietario una anualidad de 1.920 maravedís;

Pedro Rodríguez, zapatero, arrendatario

de un parral en Las Lomadas,

donde se comprometía a plantar 400 margullones

y a pagar a su propietario todos

los años 15.360 maravedís; Beatriz Lorenzo,

tendera en Santa Cruz, que en 1611

tomó por un año tierras de pansembrar y

viñas en Breña Baja por 5.000 maravedís;

o el presbítero Vicente Rodríguez, cura

de Breña Alta, el cual en 1611 arrendó por

tres años una suerte de viña en Buenavista,

junto a la ermita de la Concepción, con

la condición de pagar cada año 2.750

maravedís.

VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 99

Pedro C. Quintana Andrés

Agricultura y explotación rural: los contratos agrarios en La Palma entre 1600 y 1625

Un factor de evidente importancia fue

la temporalidad de los contratos de

explotación efectuados, pues su estudio

permite analizar la evolución los procesos

y tendencias del mercado. En la relación

del cuadro adjunto se hace una síntesis

de todos los contratos que responden

a los datos obtenidos de las fuentes, aunque

se encuentran determinados por su

parcialidad al faltar en varios años las

referencias a acuerdos y en otros ser escaso

su número. El análisis de los promedios

obtenidos indica, como sucede en

otras comarcas (IRLES, 1991; VASSBERG,

1986; QUINTANA, 1999), que en las etapas

de recesión económica —como los

años 1608/1609 o el último quinquenio

analizado— la temporalidad del contrato

es prolongada por los propietarios como

forma de sostener sus ingresos y asegurar

la explotación de la tierra, mientras en la

fases positivas las anualidades se acortan,

el número de contratos se multiplica y las

obligaciones de tareas a realizar en la tierra

por arrendatarios o medianeros se ven

claramente incrementadas. Los acuerdos

sobre la temporalidad no son iguales para

los arrendamientos y la medianería,

como tampoco lo fueron en función del

tipo de cultivos realizados en las parcelas.

De esta manera, la temporalidad promedio

de los arrendamientos de viñas se

situó en 3,7 años, los de tierras de cereales

en 4,9 y los de las parcelas dedicadas al

cultivo de ambos elementos a 2,8, aunque

las últimas se encontraban determinadas

por su cercanía a los puntos de demanda

más dinámicos.

Los propietarios de las tierras dedicadas

al cultivo de la vid optaron por contratos

de menor duración, no sólo por

futuras rentabilidades, en parte inexistentes

ante la estabilidad del mercado, sino

como medio de asegurar una mano de

obra cualificada que no sólo entregó las

rentas preestablecidas, sino que también

mejoró de forma considerable las explotaciones

a través de la plantación de cepas,

de rozas de terrenos o mediante obras de

infraestructuras. En cambio las tierras

cerealeras de secano se concedieron a través

de contratos de larga duración para

consolidar los propietarios el abastecimiento

de sus viviendas, aumentar sus

rentas mediante la venta de la producción

en el mercado urbano, ser tan o más rentable

el cereal que la explotación de la vid

por las condiciones ya apuntadas o

encontrarse la mayoría de las tierras

apartadas de los lugares de residencia de

los propietarios, ante lo cual preferían

prolongar los contratos no sólo por evitar

la búsqueda de agricultores capaces, sino

también por las propias coyunturas económicas

que apartaban a muchos labradores

de asumir riesgos al no poder

devolver en los momentos de recesión las

cantidades prometidas. Excepciones a los

promedios apuntados son el arrendamiento

efectuado en 1611 por Sebastián

Pérez de una viña en Breña Baja por tiempo

de diez años y precio total, abonado en

la ratificación del acuerdo, de 10.368

maravedís; el otorgado por doña Águeda

de Monteverde, vecina de Santa Cruz, a

favor de Juan Fernández, de Los Sauces,

en el citado año, de unas tierras en Los

Catalanes (Barlovento) por nueve años

renovables por otros tanto al término del

primer contrato, por treinta fanegas de

trigo anuales y con la obligación de las

reparar y trate bien sin que vengan a menos ;

o el contrato rubricado entre Mateos González

Manos de Oro y el capitán Juan

Vélez de Ontanilla mediante el cual el

primero cedía unas tierras de pansembrar

en El Paso, cercanas a la Montaña de

Tamarahoya, por 2.400 maravedís anuales

por el tiempo que no biniere a esta ysla (8).

La temporalidad de los acuerdos de

medianería tuvieron unas condiciones

diferentes a los anteriores, al utilizarse en

100 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X

Pedro C. Quintana Andrés

Agricultura y explotación rural: los contratos agrarios en La Palma entre 1600 y 1625

gran parte las contrataciones para la

puesta en producción de las tierras tomadas

a las zonas de erial y monte o para el

acondicionamiento de las rozas con la

plantación de cereales o de margullos

para la producción, explotándose con

posterioridad la explotación de forma

directa por el dueño de la parcela o a través

de arrendamientos. El promedio de

los contratos de medianería para las tierras

destinadas o plantadas de parrales es

parecido al de los arrendamientos, 3,8

años, sobresaliendo los situados entre

uno y dos años para las parcelas de

reciente creación, mientras que en aquéllas

donde era necesario plantar cepas de

viñas los acuerdos se prolongaban por

encima de los tres años. Los contratos

temporales establecidos por períodos

superiores a los cinco años se encuentran

condicionados al ser sus propietarias viudas,

como Inés Viera y Catalina Rodríguez

que cedían sus tierras por nueve y

siete años respectivamente; la labor a desarrollar

en la tierra suponía inversiones a

largo plazo; o ésta era una parcela tomada

a la zona de monte. En cambio, los

contratos de medianería donde la propiedad

es una terreno destinado a la explotación

cerealera tienen una media en torno

a los 3,9 años, manteniendo los propietarios

unos condicionantes parecidos a los

dueños de viñas para el uso de este tipo

de acuerdo, sobre todo si se observaba la

evolución de la demanda interna, favorecida

en los períodos de expansión económica.

Las tierras de cereal dadas a partido

a medias debieron tener unos rendimientos

iniciales de baja rentabilidad, no tanto

por el volumen de producción como por

la tipología de los primeros cultivos —centeno

y/o cebada— que ofrecían escasa

renta en el mercado local, así como la

necesidad de ayudar los propietarios a

los medianeros con simientes, aperos o

dinero.

Los usos y localización de las tierras son

otros aspectos a tener en cuenta dentro

del estudio de este tipo de contratos, al

facilitar la explicación de la estructura

productiva insular, de la cual se ha aportado

algunos elementos con anterioridad,

la distribución de las tierras de labor y

entender los procesos de amortización y

acumulación de este tipo de bienes por el

grupo de poder, interesado en poseer tierras

de viña, con la intención de participar

en el comercio exterior, y de cereales

para controlar el mercado interno, tan

notable para sus ingresos en algunos

períodos como sucedió en las primeras

décadas del seiscientos. En general, algunos

miembros de este grupo de poder

consiguieron crecientes patrimonios gracias

a los procesos de amortización, aunque

no se conformaron sólo con el control

de la producción, sino que acapararon un

alto porcentaje de los medios de transportes,

especialmente el marítimo, determinaron

a través del control de las instituciones

parte de los flujos comerciales e,

incluso, en isla como Lanzarote fueron

propietarios o arrendadores de tierras de

cereales, además de mercaderes de productos

de primera necesidad intercambiados

entre las islas orientales y La

Palma (EXPÓSITO–QUINTANA, 1995).

VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 101

Pedro C. Quintana Andrés

Agricultura y explotación rural: los contratos agrarios en La Palma entre 1600 y 1625

La situación de las tierras ratifica un

proceso de distribución de los cultivos

parecido, a grandes rasgos, con los sostenidos

hasta la actualidad por la estructura

agraria de la isla, aunque se observa

aún escasa incidencia de las explotaciones

en zonas donde se produciría una

mayor antropización en centurias posteriores

(Los Sauces, Barlovento, Fuencaliente,

El Paso, los terrenos situados al sur

de Tehuya o las áreas comprendidas

entre Barlovento y Garafía, comenzadas a

explotar a finales del quinientos). La proliferación

de arriendos y medianerías de

parcelas destinadas al cultivo de la viña

se localizaron entre Puntallana y Mazo,

especialmente en el término de las Breñas

donde la proporción de la primera respecto

al cereal es notable. En dicho pago

las explotaciones dedicadas al cultivo de

las cereales con o sin vides se encuentran

localizadas en las tierras próximas a los

límites con el monte y la zona de costa de

los pagos de Tigalate, La Sabina, Belmaco

o Las Tricias. En la capital insular la producción

era variada, pues a las hortalizas

y frutas recogidas en las huertas urbanas,

se añadían los cereales obtenidos en las

áreas de secano como La Caldereta,

Mirca, la Dehesa o Las Nieves, mientras

los cultivos de viñas o de éstas con cereales

se localizaban en Velhoco, Barranco

del Río o la zona lindante con Buenavista,

con mejores condiciones edafológicas y

de humedad. Desde Puntallana hasta

Tehuya predominan las tierras dedicadas

al cultivo de cereales, con escasas explotaciones

en las que se registren parrales,

además de especificarse en los contratos

la presencia de numerosas cabezas de

ganado. Las zonas donde existían menos

recursos acuíferos, caso de Tehuya, Salvatierra,

Los Pedregales o Aguatavar, las

tierras cerealeras fueron una constante en

el paisaje, sobre todo las destinadas al

cultivo de la cebada, mientras en los espacios

húmedos —Los Tablados, Cueva del

Agua—, las explotaciones fueron mixtas.

Localización de las tierras arrendadas y dadas a medianería en La Palma (1600-1625)

Fuente: Protocolos Notariales. Nota: Elaboración propia.

102 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X

Pedro C. Quintana Andrés

Agricultura y explotación rural: los contratos agrarios en La Palma entre 1600 y 1625

En todo caso los registros permiten

observar, pese a la parcialidad de los

datos elegidos y la destrucción de una

amplia fracción de la información, un

complejo proceso de complementariedad

de los abastecimientos internos en la isla

donde la estructuración de la producción,

si bien se encuentra mediatizada por las

propias condiciones ecológicas del territorio,

no por ello deja de estar influenciada

en los ritmos, intensidad y formas de

explotación por las exigencias establecidas

por el mercado y los flujos económicos.

El equilibrio entre la producción

interna y las posibilidades de abastecimiento

exterior fue un proceso de notable

repercusión en la isla, en donde los sectores

agrarios en sus diversos niveles de

concentración de la propiedad se encontraron

imbricados a lo largo de seiscientos

en mantener una balanza de intercambios

favorable. A su vez, una sustancial

fracción de los flujos monetarios correspondieron

al capital obtenido con el abastecimiento

de productos de primera necesidad

a la población y la comercialización

de una parte de sus excedentes vitivinícolas

en otras áreas de la región, especialmente

en Lanzarote hasta mediados del

setecientos y en Gran Canaria durante

toda la modernidad.

5. CONCLUSIONES

Los contratos agrarios en La Palma

respondieron a una realidad económica

insular de considerable dinamismo, siendo

una muestra de la división interna del

trabajo y de la evolución de las relaciones

contractuales, así como del progresivo

afianzamiento de un sistema y estructura

productiva regional diferenciado del

modelo inicialmente impuesto. La relación

de acuerdos agrarios de explotación

no sólo indica unas tendencias en los cultivos

de determinado productos, sino

también de los propios flujos de capitales,

las formas de inversión, la posible producción

y las rentabilidades de aplicar

determinado tipo de contrato, según las

peculiaridades de la propiedad. El volumen

de contratos localizados es sólo un

Porcentaje y distribución de las parcelas entregadas en arriendo y medianería en La Palma (1600-1625)

VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 103

Pedro C. Quintana Andrés

Agricultura y explotación rural: los contratos agrarios en La Palma entre 1600 y 1625

reflejo de los que debieron efectuarse,

aunque a través de esta muestra se observa

una clara tendencia de los propietarios

de dar las tierras de cereal y ganados a

renta, mientras las de parrales preferían

explotarlas directamente o mediante la

contratación de asalariados. Los arrendamientos

de las parcelas destinadas al cultivo

de trigo y/o cebada suponen un alto

porcentaje de los acuerdos, siendo

muchas de ellas parcelas en plena producción

desde hacía décadas, con escasos

ejemplos de obligaciones para acondicionar

tierras tomadas a montes y eriales.

Las destinadas a la producción vitivinícola

tienen unas características diferentes a

las anteriores, ya que un elevado número

de los terrenos entregados a medianería

y, en menor medida, en arrendamiento,

son tierras baldías, sus propietarios desean

cambiar el tipo de cultivo o mejorar la

producción, utilizándose el primer tipo

de contratos al generarse un mayor interés

en el medianero, no sólo por compartir

la producción sino por el aliciente de

recibir dinero extra para ayudar a construir

las infraestructuras o para plantar

los margullones.

El abastecimiento a la población de

productos de primera necesidad fue un

medio generador de abundantes rentas

para el grupo de poder al ser su demanda

una constante asegurada, ante la incapacidad

del agro insular de sostener las crecientes

tendencias de los cultivos de

exportación y conseguir incrementar los

demandados por el mercado local. En

cambio, la producción de vino suponía

amplios ingresos en función de la coyuntura

del mercado internacional, la posibilidad

de eludir los controles sobre los permisos

de navegación o de la situación

política. Incluso, las propias rentabilidades

medias obtenidas por los arriendos

demuestran que las tierras de cereal

generaban porcentajes de ganancia por

unidad de explotación superiores en un

30% a las de viña a causa de la extensión

de las parcelas, aunque no por fanegada

plantada. Las parcelas destinadas al cereal

aportaban unos 2.000 maravedís por

fanegada y las de parra se situaban entre

unos 10.000 para las tierras de mayor productividad

hasta los 2.400, pese a que las

inversiones en infraestructuras, mano de

obra y mantenimiento eran más elevada

en las segundas aunque, en general, los

datos no permiten observar unas tendencias

claras y concretas en el balance entre

inversión-rentabilidad por fanegada.

NOTAS

1 Archivo Histórico Insular de La Palma. Protocolos

Notariales. Escribanos: Tomás González

y Pedro Hernández. Fechas: 11-1613,

14-11-1612 y 5-6-1600.

2 A.H.I.L.P. Protocolos Notariales. Escribano:

Tomás González. Fecha: 21-2-1608.

3 A.I.H.L.P. Protocolos Notariales. Escribano:

Simón Echaide. Fecha: 4-11-1608. Folio 202

vuelto. En 1607 Antón de la Rosa entregaba

a José Pérez un terreno de viña en el Barranco

de los Suárez (Breña Baja) por dos años

donde entraba una azada, un corcho de abejas

y un molino de gofio.

4 A.I.H.L.P. Protocolos Notariales. Escribano:

Bartolomé González Herrera. Fecha: 28-10-

1608. También reducida es la presencia de

otros contratos de medianería que no entran

en la relación adjunta, al no efectuarse entre

un propietario de tierra y un medianero,

sino que el primero es un inversor que toma

a un tercero tierra para el cultivo. Ilustrativo

es el contrato entre Francisco de Rebolledo,

espartero, y Andrés González cuando el primero

entregó a medias seis fanegas de trigo

para sembrar en unas tierras emplazadas en

el pago de Mirca propiedad de Juan de

Santa Cruz Cervellón.

5 Una de las excepciones se registra en el

arrendamiento celebrado en 1619 entre Gaspar

Álvarez y Andrés González de unas tierras

104 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X

Pedro C. Quintana Andrés

Agricultura y explotación rural: los contratos agrarios en La Palma entre 1600 y 1625

de pansembrar en Buenavista por tiempo de

tres años y 3.120 maravedís de renta abonada

de una vez a la hora de la firma de escritura,

véase A.I.H.L.P. Protocolos Notariales.

Escribano: Simón Echaide. Fecha: 29-7-1619.

6 A.I.H.L.P. Protocolos Notariales. Escribano:

Tomás González. Fecha: 9-1608. Folios

rotos. En dicho año Alfonso Gómez cedía su

tierra por cuatro años a Amaro Hernández

por el precio de 9 fanegas de trigo la primera

cosecha y 8 las siguientes.

7 A.I.H.L.P. Protocolos Notariales. Escribanos:

Bartolomé González Herrera, Simón

Echaide y Pedro Hernández. Fechas: 7-1-

1600, 27-10-1605, 7-11-1611 y 2-9-1620.

8 A.I.H.L.P. Protocolos Notariales. Escribanos:

Tomás González y Simón Echaide.

Fechas: 21-4-1611, 1-4-1611 y 5-6-1614.

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