VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 41
BIBLID 1133-598X (2006) p. 41-62
LAS FUNCIONES CONSERVADORA, CULTURAL,
EDUCATIVA Y DE OCIO DE LOS ARCHIVOS
ENRIQUE PÉREZ HERRERO
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
Departamento de CC. HH.
eperez@dch.ulpgc.es
Fecha de recepción: junio de 2006
Resumen
Estas líneas pretenden demostrar el cambio radical que ha sufrido el concepto de archivo. En la
actualidad no se concibe el archivo únicamente como un centro de custodia de documentos merecedores
de ser conservados. Además de esta primigenia finalidad, el archivo ha ido adquiriendo
con el transcurso del tiempo otras funciones como son la cultural, la educativa y, por qué no, también
la del ocio. Estos centros han pasado de ser meros contenedores de documentos a laboratorios
de historia; de ser puntos de consulta de escasos lectores, a puntos de lectura empleados por usuarios
de muy diversa índole; de ser lugares de pura investigación, a lugares de estudio, de cultura y
de ocio. Antaño los archivos eran centros estáticos, cerrados, aislados unos de otros, carentes de
interés por atraer a nuevos usuarios. Al presente, tanto han cambiado que es difícil equiparar ambas
etapas, pues todo archivo que se precie de serlo ha de ser dinámico, abierto, relacionados entre sí,
preocupado en atraer nuevos investigadores y usuarios, mecanizado con las más modernas herramientas
que agilicen la búsqueda de información y beneficiarios de un marketing de captación de
nuevos usuarios y de evaluación de resultados.
Palabras clave: archivo, accesibilidad, educación, usuarios de los archivos, exposición documental.
Abstract
This article intends to demonstrate the radical change suffered by the concept of archives.
Archives are no longer conceived only as a centre for conserving worthy documents. Apart from
this original purpose, archives have taken on other functions over the years, like a cultural, educational
and, perhaps, a leisure function. These centres have changed from being a mere container of
documents, into history laboratories; from being a consultation centre for a few readers, to become
reading points used by users of all kinds; from being sites of pure research, to become places for
study, culture and leisure. Archives used to be closed, isolated and static places, with no interest in
attracting new users. Things have now changed so much that it is difficult to compare these two
stages, as any archive worthy of the name must be dynamic, open and concerned about attracting
new researchers and users, equipped with the latest tools to facilitate the search for information and
beneficiaries of a marketing strategy to bring in new users and evaluate results.
Key words: archive, accessibility, education, archive users, documentary exhibition.
42 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X
Enrique Pérez Herrero
Las funciones conservadora, cultural, educativa y de ocio de los archivos
1. TRADICIÓN Y MODERNIDAD
Muchas cosas han cambiando en poco
tiempo, y estos vertiginosos cambios han
afectado también al mundo de los archivos
y de los documentos. Uno de los más
atractivos cambios o evolución a los nuevos
tiempos ha sido la conversión de los
archivos, entendidos antaño como simples
depósitos de documentos, de laboratorios
de historia cerrados, conceptuados
como centros de poco interés social y cultural,
en, precisamente, todo lo contrario.
La mayoría de los ciudadanos conserva
aún la idea decimonónica de lo que es un
archivo. Su maridaje con locales llenos de
documentos, interesantes, eso sí, pero que
nadie reclama por ser obsoletos o por pensar
que la memoria de los pueblos no se contienen
en los archivos, sino en los libros de
historia que se custodian en las bibliotecas,
es una creencia bastante extendida. ¿Pero de
dónde se han obtenido las ideas y los conceptos
que la imprenta ha plasmado en las
hojas de los libros, revistas y otras series
de publicaciones? Nadie lo sabe, entre
otras de las razones, porque no se lo han
planteado siquiera. Y esto nos lleva a la
reflexión de que la población, en general,
no conoce estas instituciones, y que confunden
los archivos con las bibliotecas. Es
verdad que una gran mayoría asocia los
archivos con instituciones de acceso complicado,
restringido, o solo aptos para un
determinado usuario, el sesudo y aburrido
especialista y cronista de su localidad.
Hay que insistir, por lo tanto, en intentar
cercenar esta nefasta idea, y proyectar los
archivos más allá de la élite de los profesionales
de la investigación y de la docencia.
2.1. Los archivos como centros de conservación
de la memoria escrita (tradición)
El Hombre se distingue del resto de los
seres vivos por una característica unívoca,
como es la necesidad de comunicarse,
comunicación que ha alcanzado un desarrollo
muy complejo y estructurado.
Dicha comunicación se realiza mediante
la proyección hacia su interlocutor a través
de un canal o soporte que contiene un
código muy definido repleto de significados.
Este código no es inherente al género
humano, sino que se alcanza mediante
un aprendizaje previo.
Esta comunicación se puede dar de dos
maneras básicas: documento oral (fugaz
y no repetible) y documento escrito (conservable
y repetible). El documento oral
desaparece nada más emitirse, lo que
hace que su conservación, salvo en el
recuerdo, no sea posible. El documento
escrito, por el contrario, permanece físicamente
en el tiempo y en el espacio, por lo
que, al ser tangible, puede ser conservado,
contemplado, transportado y repetible
según necesidad y voluntad. El oral
carece de fuerza probatoria y testimonial.
El escrito posee valor probatorio y testimonial,
y se le puede atribuir claramente
un productor conocido y concreto. Éste
último es el documento de archivo.
El documento escrito, que nace como
herramienta de una actividad administrativa
fundamentalmente, se ha de conservar
(aunque no todos) de forma perfecta y organizada
en unos centros específicos, que se
denominan archivos. Los archivos, por lo
tanto, son centros de custodia, organización,
servicio y difusión de la memoria
escrita. Este material es sobre el que trabaja
el especialista en archivos, el archivero.
Éste se preocupa por su conservación,
clasificación orgánica, descripción, difusión
y servicio del material archivístico.
En resumen, los archivos son instituciones
que conservan, al margen de cualquier
otra actividad, nuestra memoria
escrita, también llamada patrimonio documental.
Aquí cabría la observación de
conservar para utilizar.
VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 43
Enrique Pérez Herrero
Las funciones conservadora, cultural, educativa y de ocio de los archivos
2.2. Los archivos como centros de difusión
cultural (modernidad)
De las cotidianas tareas archivísticas,
como son la conservación, la descripción
y la difusión, solamente las dos primeras
han atraído la atención de la Administración
pública, atención más bien reclamada
e impuesta, en la mayoría de los casos,
por la preocupación insistente de los
archiveros, que nacida del interés espontáneo
de las administraciones. Y es verdad,
España ya, afortunadamente, cuenta
con una infraestructura archivística moderna
y abundante, toda ella encaminada a la
conservación perfecta y permanente de
nuestra memoria escrita. Se ha incrementado
considerablemente la política de
construcción de edificios de nueva planta,
en el mejor de los casos, o de la reestructuración
de inmuebles nobles y emblemáticos
(edificios, por otra parte, que
nadie deseaba para oficinas, hospitales,
escuelas, etc.), pues se consideraba, hasta
hace bastante pocos años, que éstos eran
los edificios más idóneos para guardar
antigüedades sacrosantas que nadie se
atrevía a tocar, difundir, sacar a la calle y
ofrecerlas al gran público.
En cuanto a la descripción de los fondos
documentales de los archivos, cabe
decir que ha sido y seguirá siendo tarea
silenciosa y constante. Pero este silencio
hay que erradicarlo, pues ¿para qué queremos
acometer tareas sin posibilidades
de su uso? Esta situación también ha
cambiado sustancialmente en los últimos
años, y ya se reclama la digitalización y la
informatización por parte de usuarios y
administraciones. Pero esta situación no
se puede considerar ni sincera ni productiva,
pues en muchos casos son productos
políticos para justificar una actuación de
difusión que no va más allá de la presentación
a los medios de los resultados que
se pretenden alcanzar.
Difusión, sí. ¿Pero cómo? Si volvemos
de nuevo la vista hacia atrás, veremos que
esta difusión que hoy se reclama se lograba
tímidamente a través de los distintos
libros publicados, guías y catálogos, destinados
únicamente a un público muy poco
numeroso, constituido por eruditos, curiosos
y cronistas. La función difusora que
hoy se defiende, quedaba constreñida y
supeditada a unos métodos ineficaces, que
no llegaba al público general. Y en esta
lucha se ha avanzado al presente, si no de
forma plena, sí lo suficiente como para
haber creado en los archivos y salas de
investigación unos nuevos usuarios.
Y si la situación ha cambiado, ha sido
gracias a la nueva ordenación jurídica,
movida por ese sentir popular que ansía
cultura y sabiduría y el empleo de los
archivos como instrumentos culturales.
La Constitución Española determina que
una de las obligaciones fundamentales es
promover el progreso de la cultura. Y
corresponde a todos los poderes públicos
la conservación, el enriquecimiento y
promoción del patrimonio histórico de
los pueblos, y determina en su artículo 44:
1. Los poderes públicos promoverán y
tutelarán el acceso a la cultura, a la
que todos tienen derecho.
2. Los poderes públicos promoverán la
ciencia y la investigación científica y
técnica en beneficio del interés general.
Estos principios fundamentales se
plasmaron en las diferentes normativas
que rigen nuestro Patrimonio Documental,
tanto a nivel nacional como a nivel
comunitario. Así en el preámbulo de la
Ley 16/1985, de Patrimonio Histórico
Español, leemos que:
Los medios de protección solamente
cobran sentido si, al final, nos llevan a que
un número mayor de ciudadanos pueda
acceder a los documentos que son herencia
44 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X
Enrique Pérez Herrero
Las funciones conservadora, cultural, educativa y de ocio de los archivos
de la capacidad colectiva de un pueblo. En
los Ayuntamientos democráticos estos
bienes deben estar al servicio de la colectividad
en el convencimiento de que con esa
difusión se facilita el acceso a la cultura y
que ésta, en definitiva, es el camino seguro
hacia la libertad de los pueblos.
No muy distanciado se encuentra el
preámbulo de la Ley 3/1990, de Patrimonio
Documental y Archivos de Canarias,
que con otras palabras viene a defender
lo mismo: “los archivos contienen los testimonios
de las actividades de las instituciones
y de las personas de nuestra comunidad.
Son la memoria de las mismas y
como tal deben estar al servicio de los ciudadanos,
tanto en el ámbito de la gestión
administrativa, como en el de la investigación
histórica y la actividad cultural”.
Esta Ley, amén de todo lo dicho, se
propone “la custodia, conservación,
inventario, protección y difusión del
Patrimonio Documental de Canarias, a
través del Sistema Canario de Archivos”.
En su articulado, incide sobre lo
mismo cuando define el concepto de
archivo, entre otros aspectos. Y particularmente
determina que “El Gobierno de
Canarias y los Cabildos Insulares favorecerán
el conocimiento y la difusión del Patrimonio
Documental Canario” (art. 23.1).
Y por último, y antes de abandonar la
legislación y sin deseos de ahondar más
en ella, lo que sería posible, habremos de
traer a colación el reciente Decreto 160/2006,
de 8 de noviembre, por el que se aprueba
el Reglamento del Sistema de gestión documental
y organización de los archivos
dependientes de la Administración Pública
de la Comunidad Autónoma de Canarias.
En dicho Decreto se hace patente nuevamente
estos conceptos. Así leemos en
su art. 4.f, cuando define el concepto de
fondo documental, que éstos “han de dar
servicio a los ciudadanos por medio de la
custodia e información de sus derechos e
intereses, a la adecuada gestión de las instituciones
y al fomento de la investigación”.
En resumen, estos recordatorios son
más que ejemplares para comprender que
en la actualidad los archivos no sólo tienen
la obligación de conservar, sino también
el cometido de comunicar, difundir
y divulgar la cultura. Así pues, se convierten
en centros de proyección cultural
y social, por lo que a sus quehaceres tradicionales
se le suma otra responsabilidad:
las actividades culturales múltiples.
Pero craso error sería pensar que las
líneas precedentes narran una situación
excesivamente actual. Tengamos presente
que el Decreto de 24 de julio de 1947,
sobre Ordenación de los Archivos y
Bibliotecas y del Tesoro histórico-documental
y bibliográfico, ya incide en estas
cuestiones y plantea esta diatriba entre lo
tradicional y lo moderno, por cuanto dice
en su preámbulo que “al antiguo carácter
que tuvieron en su origen los Archivos y
Bibliotecas de depósitos o museos de
nuestra historia y de nuestra cultura (...)
sucedió el concepto de considerarlos
como Centros de cultura abiertos al estudio
y a la investigación... y a la divulgación
y la cultura”.
Este preámbulo, riquísimo en iniciativas,
no silencia que “en el campo sin límites
de la cultura no debe reducirse el Estado
solamente a ordenar las funciones de
los archivos en relación con la investigación
y los estudios superiores; debe atender
con especial cuidado, además, a la
divulgación de la cultura (...)”.
Indudablemente, los foros profesionales
sobre archivos tampoco podían estar
ajenos a esta nueva situación. Baste recordar
que el Consejo Internacional de
Archivos dedicó dos Mesas Redondas
(1954 y 1974) a este particular, tituladas
respectivamente Los archivos y la enseñanza
y Los archivos y las relaciones públicas.
VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 45
Enrique Pérez Herrero
Las funciones conservadora, cultural, educativa y de ocio de los archivos
Un reto profesional nuevo se vislumbra.
Ya no satisface al archivero el organizar
los fondos que tiene a su custodia. Pretende,
además, diseñar una política a nivel
de centro para atraerse a los sectores de la
población poco interesados en los archivos,
por no decir desconocedores de los
mismos; captar al público del ocio, al estudiante,
a los miembros de asociaciones
profesionales, culturales, etc. La diversidad
del público obliga, es evidente, a la
aplicación de técnicas diferentes, como
visitas guiadas a escolares, exposiciones
documentales, ciclos de conferencias, cursos
formativos, etc.
Es decir, se ha de considerar necesaria
e importante la actividad cultural de los
archivos, sin menosprecio de su actividad
de organización y descripción documentales,
tarea primigenia, pero no la única,
actividad que desterrará la creencia errónea
del archivo como ente estático y sin
ningún dinamismo. Así, el Congreso de
la Unión Europea, en su Resolución de 6
de mayo de 2003 sobre los archivos en los
Estados miembros, entre otros muchos
puntos, subraya la importancia de los
archivos para la comprensión de la historia
y la cultura de Europa.
Como colofón, cabe decir ya sin ningún
tipo de reparo, que los archivos son centros
de cultura abiertos a todos los ciudadanos,
puntos de interés social, centros
multiusos, donde la ciencia convive tolerante
con la educación (visitas guiadas,
cursos) y el solaz (exposiciones, talleres).
Por otra parte, el empleo de las nuevas
tecnologías viene a facilitar esta difusión
a través de las autopistas de la información,
y los sistemas de multimedia abren
nuevos cauces para el desarrollo de las
actividades divulgativas y educadoras.
3. LOS USUARIOS EXTERNOS DE
LOS ARCHIVOS
Se deduce de todo lo anterior que cabe
distinguir en los usuarios de los archivos
varios niveles o personalidades, dependiendo
de la finalidad que les lleva a utilizar
estos centros. Desde la mitad del siglo
pasado podemos denotar, a través de las
estadísticas de sala, que los tipos de usuarios
se han enriquecido. Son los llamados
nuevos usuarios. Los investigadores profesionales
empiezan a compartir el silencio
de las salas de consulta con otros tipos
46 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X
Enrique Pérez Herrero
Las funciones conservadora, cultural, educativa y de ocio de los archivos
de lectores, como son los aficionados, los
estudiantes (universitarios y no universitarios)
y los ciudadanos en general. Por
tanto, podemos clasificar al usuario externo
de los archivos en cuatro categorías
bien diferenciadas, y cada una reclama
un tratamiento diferente, pues diferentes
son sus conocimientos y demandas.
3.1. Los investigadores
El investigador profesional suele ser el
público habitual que conoce todo el
entramado de las fuentes históricas, la
manera de tratarlas y la forma de proceder
a su búsqueda. Suele reclamar poco la
colaboración de los archiveros, dado que
conoce los entresijos de los instrumentos
de descripción y las fuentes documentales
que le pueden ser de utilidad para
cumplir con su investigación. El término
de investigador profesional no es un
nivel de titulación, sino más bien un
grado alcanzado por la obtención de una
licenciatura, y cuya inquietud les lleva a
navegar por el pretérito para obtener un
reconocimiento de postgrado, como una
tesis doctoral, o simplemente trabajos de
investigación de una época o de una actividad
concretas. No es raro encontrar en
este grupo de usuarios a profesores universitarios
que desarrollan una línea de
investigación clara y personal.
3.2. Los aficionados
El término de aficionado no lleva una
carga peyorativa en su significado, simplemente
que no son ni historiadores
especializados ni estudiantes que buscan
una preparación intelectual. Se trata de
personas de disposición dispar que
invierten su tiempo en la búsqueda de
datos personales, como estudios genealógicos
y temas de historia local, movidos
por ese afán o curiosidad de comprender
de dónde vienen y en qué ámbito se han
desarrollado sus ancestros, desarrollo
que va muy unido a la historia local de su
ciudad, pueblo o villa. En muchos casos
estas investigaciones iniciales les conduce
a desarrollar verdaderos estudios completos
y bien estructurados, por lo que se
convierten, sin quererlo, en historiadores
sin título. Sus búsquedas suelen ser muy
concretas y tropiezan, hasta que se van
acostumbrando a la mecánica de los instrumentos
de descripción y a los principios
de la Archivística, como el principio
de procedencia, con escollos que les conduce
a una desorientación de la que sólo
el archivero les puede salvar. Son, por lo
tanto, usuarios que hay que atender concienzudamente
y con paciencia, pues en
caso contrario su desesperación y decepción
sería tal que optarían por abandonar
todo intento.
Esta reflexión nos lleva a la conclusión
de que hay que tratar al usuario como a
un cliente para evitar que, si no está satisfecho,
abandone el centro. Es decir, de la
actitud pasiva del archivero frente al
usuario, se ha pasado a una posición activa
para así satisfacer la demanda del
“cliente”, logro que viene a ser unos de
los principales objetivos de todo archivero
en los tiempos presentes.
3.3. Los estudiantes
Los estudiantes forman un grupo de
usuarios que, si bien hoy día son muy frecuentes
y nada extraños verlos enfrascados
en la lecturas de los documentos, sí lo
fueron en épocas pasadas. Pueden ser de
enseñanza primaria (los menos, que utilizan
el archivo como si de un museo se
tratase), secundaria (cada vez más, acompañados
por sus profesores y aleccionados
por el archivero en una visita didáctica
por las dependencias y servicios del
archivo) y los universitarios (los más, que
VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 47
Enrique Pérez Herrero
Las funciones conservadora, cultural, educativa y de ocio de los archivos
van a cumplir trabajos de clase animados
por sus profesores, bien de historia, bien
de paleografía, etc.).
Para estos últimos usuarios, los estudiantes
universitarios, la iniciativa parte
de las universidades que los avalan, por
lo que suelen, aunque no en todos los
casos, según la experiencia habida, acudir
con ciertos conocimientos en la mecánica
de la utilización de estos centros, de sus
instrumentos de descripción, de la personalidad
de los fondos, de la organización
del archivo y de sus servicios, de los
medios que ofrecen y de las tipologías
documentales, aunque sin llegar a ser
auténticos paleógrafos, diplomatistas,
investigadores, etc. Algunos se convertirán
en investigadores profesionales,
otros, en cambio, abandonarán todo contacto
con el archivo y las fuentes históricas,
una vez presentados los trabajos de
clase y aprobada la asignatura.
3.4. Los ciudadanos
Y, por último, no hay que olvidar a los
ciudadanos en general, que acuden a los
archivos movidos por un interés personal
siempre en relación con la Administración.
Sus búsquedas no son científicas ni
históricas, sino más bien de interés personal
para resolver una situación administrativa,
como pago de impuestos, certificaciones
de actividades y un largísimo
etc. que no hace al caso. Por tratarse se
documentos recientes en la mayoría de
los casos, la accesibilidad está supeditada
a la legislación vigente, a la cautela de la
información y al derecho a la intimidad
personal y familiar. Más que pretender
un acceso directo a la documentación,
reclaman una accesibilidad indirecta, es
decir, a través de la solicitud de certificados
o fotocopias compulsadas supeditadas
a las tasas propias de la Administración.
4. LOS USUARIOS INTERNOS DE LOS
ARCHIVOS
Se entiende por tales a los productores
de la documentación transferida (Administración
Pública) o depositada en los
archivos por empresas, instituciones privadas,
familias poseedoras de archivos
patrimoniales, particulares, etc. Dichos
productores transferentes y donatarios
pueden en todo momento hacer uso de
los fondos de su titularidad para acometer
una actividad administrativa (el caso
de la Administración Pública) o la
demostración de un derecho o beneficio
adquirido (el resto).
Los usuarios internos pueden acceder
a la información que pretenden de dos
maneras, ambas legalmente reconocidas:
bien a través de un acceso directo (préstamo
temporal del documento en cuestión),
bien a través de una certificación o un
duplicado del mismo (fotocopia).
Caso muy particular es el usuario
interno al que hemos denominado Administración
Pública, por lo que debemos
dedicarle mayor atención. Por un lado,
significar que el archivo es el destinatario
último de la documentación que producen
en sus tareas administrativas la
Administración Publica del Estado, las
Comunidades Autónomas y la Administración
Local (entiéndase: ayuntamientos,
diputaciones y cabildos, principalmente).
Estos usuarios siguen manteniendo el uso
de la documentación transferida, dado
que dicha documentación es susceptible
de ser empleada como antecedentes o
prueba en cualquier momento en que el
acto administrativo lo requiera. En estos
casos, el archivo se ha de considerar
como un instrumento de recuperación de
la información o de la documentación
que custodia (a efectos de la gestión
administrativa) y como una extensión
espacial de sus unidades administrativas,
48 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X
Enrique Pérez Herrero
Las funciones conservadora, cultural, educativa y de ocio de los archivos
dado que transfieren al archivo la documentación
de poco uso o de valor administrativo
cumplido por fin de la gestión
y por edad de los documentos. Pero nos
estamos metiendo en el campo de las tres
edades de los archivos y de los documentos,
del flujo documental, de las transferencias,
etc., que no ha lugar al presente.
5. MARKETING DE ARCHIVOS O
CAPTACIÓN DE USUARIOS
Una vez vistos los objetivos y los
usuarios, como mojones de arranque para
alcanzar un fin, hay que pensar en cómo
podemos lograr la función cultural de los
archivos con éxito y sin desmayar en el
intento, a pesar de los muchos obstáculos
que se puedan levantar en contra. Es lo
que se llama estrategia de captación de
clientes o marketing.
Si partimos del hecho del deseo de
proyectar una nueva y buena imagen del
archivo con respecto a la sociedad en
general, compuesta por la suma de los
usuarios tradicionales y los nuevos usuarios,
está claro que se deberá cambiar en
mucho la estrategia de captación y de los
servicios que todo archivo moderno
puede ofrecer a la demanda que se presenta
en la actualidad. Dicha mecánica
tiene, por lo tanto, varias vertientes claramente
diferenciadas y estrategias múltiples,
determinadas por el fin a alcanzar.
Hay que suscitar un interés por los
archivos, tanto dirigido a quienes lo utilizan
como hacia aquellos que no lo utilizan
o, simplemente, desconocen su existencia.
La tarea no es fácil ni rápida, pues
acabar con la opinión negativa que desde
antaño ha recalado en la opinión de la
gente en cuanto a los archivos se refiere,
no es tarea simple. Para ello, lo primero
en lo que se tiene que trabajar es en conocer,
identificar y valorar los intereses que
se puedan suscitar en los destinatarios de
esta novedosa actividad archivística:
comprender sus gustos, sus necesidades,
reclamar su atención e interés; en definitiva,
demostrar que los archivos no sólo
son centros de investigación de unos
pocos, sino también enclaves dinámicos y
multidisciplinares, y cuyo uso va desde el
erudito hasta el niño, desde el historiador
científico hasta el ciudadano de a pie.
Unos lo utilizarán para sus estudios,
otros acudirán al archivo como divertimento
y solaz y otros, simplemente, por
curiosidad ante la nueva posibilidad que
se le brinda de conocer la memoria escrita,
la historia de su ciudad, y que los
museos no son los únicos que les hablan
de tiempos pasados.
Se ha dicho que los documentos de
archivo no son estéticamente atractivos,
como las piezas de un museo. Dicha opinión
no es tan exacta. Al igual que en un
museo se eligen piezas representativas,
bellas, atractivas para reclamar a sus visitantes,
igual puede y debe ocurrir en los
archivos. ¿Acaso no es interesante un plano
antiguo de la ciudad del visitante? ¿No es
atractivo un documento que le hable de
un hecho social de hace varios siglos? La
labor del archivero está, indudablemente,
en la buena elección de las piezas a exponer
para atraer el interés y erradicar el
aburrimiento de ver una secuencia de
documentos estáticos, aburridos más que
atractivos.
Pero para lograr con éxito esta actividad,
hay que estudiar de antemano los
diferentes tipos de usuarios e intuir lo
que piensan encontrar antes de penetrar
por la puerta de ingreso del archivo.
Cada tipo de usuario tiene una intranquilidad,
una curiosidad diferente, un porqué
en su decisión de acudir a los archivos.
Y a cada uno de ellos hay que ofrecerle
lo que busca. Pero no sólo hay que diseñar
estrategias, sino también, a posteriori,
analizar los resultados alcanzados para
VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 49
Enrique Pérez Herrero
Las funciones conservadora, cultural, educativa y de ocio de los archivos
modificar, de darse el caso, la estrategia
implantada. Por tanto, se trata de una
actividad que se desarrolla en el tiempo,
estructurando poco a poco, según las
encuestas de valoración de los resultados
logrados. ¿Ha sido positiva la estrategia
adoptada? ¿Los visitantes frecuentan las
exposiciones, según éstas van renovándose?
De tratarse de ciclos de conferencias,
por salirnos de las exposiciones, ¿volvemos
a ver las mismas caras junto con
otras nuevas?
Ya es una realidad ver cada vez más
esta preocupación en la bibliografía
actual sobre archivos. Es un hecho que se
ha decantado como uno de los objetivos
de todo archivo, aunque sus resultados
aún no hayan alcanzado los niveles pretendidos.
Los archivos nacionales pueden
tener mejores expectativas, pues conservan
documentos de gran belleza, con signos
de validación raros, firmas de monarcas
por todos conocidos, etc. Pero
también es verdad que en archivos de
menor alcance, como los provinciales o
municipales, hay otra serie de elementos
atractivos, como fotografías antiguas que
rememoran rincones urbanos esfumados,
planos de edificios destruidos, costumbres
desaparecidas o a punto de desaparecer.
Estas cuestiones interesan al visitante
local, incluso más que las
miniaturas, los documentos en pergaminos,
etc., que nada o muy poco les dice,
pues no se ven reflejados en ellos.
Los indicadores de marketing serán
los que nos hablen de los niveles alcanzados,
de los éxitos o de los fracasos. Son
una buena herramienta para mantener,
mejorar o cambiar radicalmente el producto.
Nos estamos refiriendo a encuestas
a rellenar por el usuario, encuestas
que deben ser sencillas de responder,
rápidas en su cumplimiento y anónimas.
También es conveniente sondear al
encuestado sobre posibles proyectos o
cuestiones relacionadas con la imagen
social del archivo. Así, entre todos, podemos
contribuir a mejorar la imagen y a
hacer más atractiva cualquier actividad
cultural.
El indicador más obvio es el que nos
refleja el número de asistentes a las actividades.
Su utilización es definitiva para
decidir el fomento o la anulación de
determinadas actividades. Actividades
con elevado número de asistentes, deberán
permanecer. Actividades con escaso
número de participantes, o bien se han de
anular de cualquier política cultural, o
modificar si se llega a la conclusión de
que el error está en los planteamientos y
no en la actividad misma.
En un principio, el indicador numérico
puede ser algo decepcionante para el
archivero (de ser negativo), pero la mejora
de las actividades puede ser suficiente
para ver un incremento sustancial, lo que
nos habla no de un desinterés por parte
del público, sino de una equivocada
estrategia a la hora de ofertar la actividad
o actividades.
Por último, no hay que olvidar, por
operativo y clarividente, valorar el
impacto en la prensa local. Téngase en
cuenta, que los periodistas y los medios
de comunicación buscan noticias que
interesen a sus lectores, siendo, por desgracia,
las culturales las que menos líneas
suelen ocupar en los diarios y en las noticias
televisivas. Estratagema para llamar
la atención a los medios de comunicación
suele ser la de contar con la presencia de
autoridades de cualquier tipo, bien sean
políticas, culturales o, simplemente, de
reconocido prestigio. Sólo el hecho de
que aparezca una actividad cultural desarrollada
en un archivo en los medios de
comunicación se puede considerar como
un éxito. Cierto es que esta estratagema
ha de venir acompañada de una calidad en
la actividad para que luego, por sí misma,
50 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X
Enrique Pérez Herrero
Las funciones conservadora, cultural, educativa y de ocio de los archivos
se mantenga en candelero y atraiga a los
potenciales visitantes o participantes.
Sólo las circunstancias excepcionales
logran un fuerte impacto en los medios
de comunicación, como son las nuevas
instalaciones, la construcción de archivos
de nueva planta o la reforma de los existentes,
las incorporaciones de fondos
extraordinarios, etc. De todo ello se deduce
que los archivos no despierta el interés
del gran público.
6. LOS SERVICIOS EDUCATIVOS Y
CULTURALES DEL ARCHIVO
Planteadas en líneas precedentes el
porqué y el para qué, queda por hablar
del cómo. Es decir, cómo se materializa la
hasta ahora utópica pretensión de llevar a
cabo la labor cultural y educativa, en
otras palabras, la función social de los
archivos.
6.1. El archivo como centro de información
El archivo es un centro de información,
la cual será más o menos extensa
según el tipo de archivo de que se trate.
Lo que es indudable es que se puede y
debe considerar como el centro de información
de la localidad de residencia (un
archivo municipal) o como el epicentro
de información del ámbito geográfico que
alcance a través de los fondos documentales
que custodia y organiza (un archivo
histórico provincial). Como centro de
información y, por tanto, lugar de cultura
y del saber, es punto donde se desarrolla
la historial local, provincial, regional,
nacional o comunitaria, dado que es
depositario natural de la memoria escrita
de su ámbito de alcance.
Un archivo no es algo muerto, sin vida
propia, estático y estanco, sino todo lo
contrario. Es un centro de información
vivo, no sólo por atesorar parte del acervo
cultural, sino porque, además, dirige y
facilita sabiduría a las administraciones
que lo requieran, a los investigadores de
nuestro pasado que lo precisen y a los
ciudadanos que lo necesiten para defensa
de sus intereses y derechos.
Como centro de información ha de
contar con las herramientas necesarias
para el buen desarrollo de esta actividad,
no sólo a nivel de la descripción (inventarios,
índices), sino también a nivel de la
comunicación (informática, transporte de
expedientes en el caso de préstamos, etc.)
6.2. El archivo como centro de educación
Por otro lado, es un centro de educación
sin ningún tipo de cortapisas por
edad, por preparación académica, por
profesión, etc. Es un centro de educación
universal, abierto a todo aquel que
demande este socorro. El archivo debe
incentivar la búsqueda de conocimientos
por parte de sus usuarios. La educación
no es un privilegio de una determinada
clase social, sino que está abierta a cualquier
tipo de receptor. Y tanto es así, que
en la Constitución Española se asevera
que todos tienen el derecho a la educación
(art. 27.1), que los poderes públicos
garantizarán el derecho de todos a la educación
mediante una programación general
de la enseñanza, con participación
efectiva de todos los sectores afectados
(un archivo puede ser un centro afectado)
y la creación de centros docentes (art.
27.5), y que los poderes públicos promoverán
y tutelarán el acceso a la cultura (y
la cultura está en los archivos sin menosprecio
de otros centros culturales) a la
que todos tienen derecho (art. 44.1).
El propósito de esta peculiaridad no es
otro que mostrar las fuentes primarias
como herramientas didácticas de la historia
o la geografía; estimular el sentido crítico
ante documentos diferentes que evocan
VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 51
Enrique Pérez Herrero
Las funciones conservadora, cultural, educativa y de ocio de los archivos
un mismo acontecimiento; avivar una
curiosidad y un interés por los documentos
y los archivos; y fomentar el respeto
por el patrimonio documental y la memoria
escrita.
La UNESCO afirma que la Educación
ha de ser continua a lo largo de la vida, y
en este concepto podemos situar perfectamente
a los archivos para el desarrollo
educativo. La educación comienza en la
escuela, pero continúa en el archivo.
Conocer qué es un archivo, saber para
qué sirve, cómo funciona y qué servicios
puede ofertar para la educación y la
investigación son supuestos que el alumno
puede recibir en la escuela, conocimientos
que más tarde podrá aplicar más
pragmáticamente en niveles superiores
de educación, como, por ejemplo, los universitarios.
Esta relación entre archivo y educación
se ha de encauzar a través de la
correspondencia profesional entre el
archivero y el docente. Esta conexión que,
en un principio parece lógica y positiva, e
incluso ya aceptada, no está legalmente
establecida. Brilla por su ausencia en las
leyes nacionales y comunitarias referidas
al Patrimonio Documental. Se apunta, eso
sí, que el Estado garantizará el acceso a
los ciudadanos a todos los archivos, pero
no se indica cómo se ha de materializar
en la vertiente que nos ocupa, y ni siquiera
se anima a ello. Quizá esta falta ancestral
de unión entre educación y archivo y
la inexistencia heredada de unos programas
de formación al respecto sean la
causa que ha fornecido el desconocimiento
de la función social y educadora de los
archivos. Al archivero, pues, le corresponde
esta actividad, amén de alertar a
las administraciones correspondientes la
importancia del archivo como centro de
información, educación y ocio.
La labor del archivero se ve ahora
ampliada con otras funciones que se suman
a la de simple custodio y organizador de
los fondos documentales a él encomendados.
La labor de archiveros y educadores
sólo será efectiva si canalizan conjuntamente
este fin, si entre ambos trazan programas
educativos; los primeros se encargarán
de la elección del material
archivístico con el que trabajar; los segundos
desarrollarán un programa o tema a
exponer en las aulas y a ampliar en los
archivos.
Hoy la educación se acepta como una
función primordial de los archivos, y
éstos se constituyen en centros educadores
por excelencia. Pero hay que acotar o
definir mejor sus parámetros diciendo
que se trata de una educación no reglada
o formal. No son centros educativos definidos
por un sistema de enseñanza reglada,
bien es verdad, pero también hay que
admitir, por otra parte, que les es inherente
el papel de educar a la sociedad. Es
decir, que se establece una perfecta relación
entre enseñanza reglada y no reglada,
pues se complementan a la perfección.
Desde no hace mucho tiempo, se viene
comprobando que una educación exclusivamente
formal o reglada no satisface la
expectativas docente, sino que ésta se
debe complementar con otros tipos de
actividades culturales, como lo son los
usos de las bibliotecas, de los archivos y
de los museos, que podemos considerar
como extensiones de las aulas, extensiones
que cada vez van adquiriendo mayor
protagonismo.
En España esta actividad, que se está
vendiendo como novedosa, productiva y
democrática, en otros países ya presenta
cierta raigambre. La iniciativa de incorporar
los archivos en la educación partió de
Francia, cuando en 1950 se formó el Service
Éducatif, cuyo cometido era organizar y
armonizar de forma conjunta las actividades
de los docentes con las que pudieran ofrece,
para los mimos fines, los profesionales
52 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X
Enrique Pérez Herrero
Las funciones conservadora, cultural, educativa y de ocio de los archivos
de la Archivística. ¿Por qué no hablar de
matrimonio entre Pedagogía y Archivística?
La experiencia francesa, aunque cercana
geográficamente, tardó en descubrirse
en nuestro país. Los programas
franceses incorporan a la educación formal
las posibilidades que los archivos
podían ofrecer, como el conocimiento y
estudio de las fuentes primarias de la
información (el documento), el uso de las
exposiciones documentales como prolongación
a la docencia impartida en las
aulas, los cursos para historiadores noveles,
los debates, el respeto hacia el patrimonio
documental de los pueblos, el
esmero en su conservación y uso, etc.
Fructífera fue, sin duda, esta nueva experiencia
que se ofrecía, por cuanto en 1954,
esta cuestión fue elegida como tema de
debate en el Primer Congreso Internacional
de Archivos.
Los alemanes sí se fijaron en los modelos
franceses y los implantaron de forma
experimental, aunque, como en España,
todavía no se han asentado unas bases lo
suficientemente fuertes como para recabar
la ayuda, el consejo y la obligatoriedad
de esta fructífera actividad por parte
de las administraciones. En casi todos los
países, la conjugación de los educadores
con los archiveros se realiza mediante
unos contactos aislados y personales,
pues se carece de canales institucionales
para llevarlos a buen puerto.
Gran Bretaña, aunque hay ciertos
intentos sobre lo mismo a finales del siglo
XIX, hasta el año 1971 no se planteó la
importancia del archivero y de los archivos
como elementos educativos.
Venezuela también intentó este maridaje
sin fruto alguno. El Reglamento Provisional
del Archivo Nacional de Venezuela
anuncia que es necesario acercar a
los alumnos a los archivos. La iniciativa
fue buena, pero no se llegó a materializar
por aquel entonces, quizá debido a frágiles
planteamientos o a la incredulidad de
acercar la escuela a unos centros de solera
únicamente reservados a la investigación
científica, o a la desgana de los archiveros
tradicionalistas a descender a
niveles populares.
En contra, podemos citar a los archivos
de la Unión Soviética y países socialistas,
que siempre, con mayor o menor
fortuna, consideraron a los archivos como
focos de educación y adiestramiento.
7. LOS SERVICIOS PEDAGÓGICOS
DE ARCHIVOS
De todo ello se deduce que es importante
por práctico la creación de servicios
pedagógicos que diseñen y encaucen esta
actividad, con iniciativa y recursos propios.
Colaboradores de estos servicios
serán los archiveros y los docentes, quienes
aportarán experiencias y facilitarán
los trabajos. Esta función tiene que ser
asumida regladamente por un servicio
pedagógico, ya que responsabilizar a
archiveros y profesores en esta actividad
sería inoperativo. Su sede podría ser un
archivo, es decir, que cada archivo cuente
con este tipo de servicio como un elemento
más de su estructura funcional. Pero lo
más adecuado, pensamos, sería que dicho
servicio fuese estructuralmente ajeno al
archivo, residiese en el seno de la propia
administración general, y sirviese al unísono
a todos los archivos de la red de su
competencia o a su ámbito jurisdiccional.
De ser así, se obtendría una plataforma
de mayor ambición y, sobre todo, una
homogeneización en los planteamientos
y en las actividades a cumplir (itinerarios,
visitas guiadas, material pedagógico,
confección de videos, de charlas, conferencias,
etc.).
Un buen servicio pedagógico ha de
contar con un presupuesto propio y adecuado,
un personal profesional (docentes,
VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 53
Enrique Pérez Herrero
Las funciones conservadora, cultural, educativa y de ocio de los archivos
sociólogos, historiadores, archiveros y
otros), un fin (objetivo) y un método
(plan de actuación y captación de destinatarios)
claramente definidos y perseguidos.
No le será ajeno un marketing
para saber vender el producto y la posibilidad
de construir cuantos elementos de
difusión pueda concebir (trípticos, carteles,
propaganda de actividades ofertadas
o posibles, etc.). Sólo así se podrá obtener
un resultado positivo, atrayente, equilibrado,
unívoco, ajustado a las necesidades
de la Sociedad y de los alumnos. De
contarse con un servicio pedagógico central,
la planificación única sería muy
aprovechada y los recursos compartidos.
Pretender un servicio por centro es desaconsejable
por la multiplicidad de
esfuerzos, la disparidad de criterios y el
empleo, quizá, de recursos ineficaces por
insuficientes y repartidos.
Al servicio pedagógico le corresponde
el análisis de las necesidades, la planificación
y materialización de la acción, la
valoración de la personalidad de los diferentes
usuarios del mismo y el balance de
las cotas alcanzadas. El resultado del análisis
facilita una información riquísima
para modificar, de ser necesario, los comportamientos
del servicio y para acoplarlos
a las nuevas necesidades que se
pudieran presentar.
El resultado que se obtendría por la
implantación de un servicio pedagógico,
obviamente se podría resumir en los
siguientes puntos: educación, acercamiento
del archivo a estudiantes y público
en general, descubrimiento de la profesión
de archivero (visitas guiadas,
exposiciones documentales,...), formación
en la gestión de archivos (cursos sobre
Archivística), conocimiento de la memoria
histórica escrita y sus diversos modos
de manifestarse (tipos de escritura, de
soportes, de instrumentos de escribir, de
los diferentes signos de validación, etc.),
compresión y valoración del pasado, desarrollo
de un espíritu crítico ante la información
(análisis histórico), importancia
de los archivos, necesidad de los documentos,
respeto al Patrimonio Documental,
transformación del archivo en un centro
cultural más (al igual que las
bibliotecas, los museos y las salas de
exposición), nueva fórmula de enseñar
Historia (por manejar fuentes primigenias),
etc.
Además de todo lo dicho, dentro de
las actividades docentes de los archivos,
dependientes o no de un servicio pedagógico,
cabe citar las visitas dirigidas a escolares,
la maleta didáctica, las exposiciones,
los ciclos de conferencias, coloquios,
congresos y debates, cursos sobre Archivística,
publicaciones de los instrumento
de descripción (guía, inventario, catálogo),
edición de fuentes, etc.
Los alumnos pueden conocer el archivo
por dos procedimientos. Llevar a los
alumnos al archivo (visitas guiadas) o llevar
el archivo a los centros docentes
(videos, películas, exposiciones itinerantes).
De las dos posibilidades mencionadas,
consideramos mucho más eficiente y
lúdica la primera de ellas. Es decir, llevar
a los educandos al archivos encabezados
por su preceptor y recibidos y atendidos
por el archivero del centro visitado.
7.1. Las visitas dirigidas
Las visitas dirigidas consisten en un
recorrido de los escolares u otro tipo de
visitantes por los diferentes circuitos del
archivo, al tiempo que se les ilustra con
una explicación sobre los objetivos, los
medios y métodos de trabajo del centro.
Cualquier estratagema para hacer inolvidable
la visita y hacer permanente el
recuerdo de la misma, se puede conceptuar
como un ardid positivo, por ocurrente
54 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X
Enrique Pérez Herrero
Las funciones conservadora, cultural, educativa y de ocio de los archivos
que éste sea: juegos, puzzles, representación
de personajes históricos convertidos
en guías de la visita, etc.
El uso de los archivos es una consecuencia
de los planteamientos pedagógicos
modernos, que defienden una didáctica
más experimental que pasiva, y que
prefieren más el conocimiento del entorno
como catapulta al aprendizaje de lo
universal que una enseñanza descendente,
es decir, todo lo contrario, de lo general
a lo particular.
Las visitas guiadas han de lograr que
el archivo se convierta en un lugar de
enseñanza práctica y activa, dentro del
cual el escolar se mueva con soltura y
cierta libertad, con lo que perder el miedo
a establecimientos de esta personalidad,
que siempre dan una imagen de seriedad
(que no hay que destruir, ciertamente) y
lugares donde casi todo está prohibido.
En un segundo momento, dirigidos por
su profesor, la mecánica de la visita ha de
reservar algún momento para que el
alumno se plantee la búsqueda a determinadas
interrogantes expuestas en el aula.
Lógico es que toda visita ha de contar con
una estrategia para atraer al visitante,
estrategia que se ha de preparar de antemano
entre el profesor y el archivero o,
mejor aún, por el servicio pedagógico.
La visita no ha de ser ni una excursión
ni un aula, sino una puesta en práctica de
lo aprendido en asignaturas afines. Lo
que se pretende es la imbricación de una
teoría fría con una práctica cálida. Según
el nivel educativo, así será el método de
la visita y la profundidad de las interrogantes.
Se puede relacionar un tema
determinado expuesto en el aula con los
documentos que sobre lo mismo custodie
el archivo, todo, eso sí, supeditado a una
programación preliminar.
Hay que significar que la visita al
archivo siempre será posterior a una serie
de explicaciones y de trabajos de clase,
que abran la mente del escolar para percibir
con mayor fruto lo que luego pueda
descubrir en el archivo.
Tras las explicaciones y los coloquios,
siempre es atractivo ver documentos significativos
por su contenido y por su presencia,
los diferentes tipos de escritura y
su evolución en el tiempo y sellos de validación.
Hay que imbuir al escolar que los
archivos y los documentos no son aburridos,
sino todo lo contrario, pero tampoco
hay que caer en lo puramente anecdótico
y falaz. Además, recorrer las dependencias
del archivo es muy ilustrativo para
hacer comprender al visitante la labor
que se acomete diariamente en estos centros:
el método de consulta en sala de los
documentos, la estructura organizativa
de los fondos, los depósitos con estantería
móvil, las medidas de seguridad, la
forma de restaurar los documentos por
reintegración o laminación, diferentes
tipos de documentos (escritos, fotografías,
planos, dibujos, discos, fichas perforadas,
etc.), los diferentes soportes documentales
que se encuentren en el archivo
(papiro, pergamino, pizarra, papel, tela),
los instrumentos de descripción para la
localización de la información, las unidades
archivísticas (legajo, carpeta, libro,
planero), el empleo de cajas específicas
para guardar los documentos (cartón de
pH-neutro), el sistema de acceso a los
documentos y sus códigos de localización
(signaturas, número currens), el uso de las
nuevas tecnologías (informatización,
microfilmación y digitalización), el orden
y limpieza de las dependencias, etc. Todo
ello, además de asombrar sin duda, por
no esperado, facilitará la labor de erradicar
la opinión de que un archivo es un
lugar tétrico, oscuro, desordenado y casi
abandonado.
Toda visita ha de dejar un rescoldo de
recuerdo, pues si bien el visitante entra
con las manos vacías, cuando salga del
VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 55
Enrique Pérez Herrero
Las funciones conservadora, cultural, educativa y de ocio de los archivos
centro es conveniente que porte algo físico
a conservar y usar. Un folleto explicativo
de las funciones del archivo, un
pequeño vocabulario específico de la profesión,
láminas de documentos relevantes,
abecedarios paleográficos, etc., siempre
son algo que puede conservar,
consultar, comentar y enseñar a sus amigos
y familiares. De otra manera, la visita
caería en el olvido irremisiblemente.
7.2. La maleta pedagógica
Herramienta del servicio pedagógico
es la denominada maleta pedagógica.
Consiste en una carpeta, más o menos
vistosa y llamativa, con reproducciones
cronológicamente ordenadas de documentos
elegidos de antemano y acompañados
de sus correspondientes transcripciones
(de ser paleográficamente inaccesible
al estudiante), como, por ejemplo, documentos
sobre la constitución de la ciudad,
sobre algún evento histórico familiar, cartas
con firmas de personajes políticos y
culturales famosos de la localidad o de la
historia general, copias de fotografías
antiguas, que suelen llamar mucho la
atención, etc. No hay que olvidar, no obstante,
incorporar textos explicativos que
hablen de la historia del archivo, de su
significado, de los objetivos que persigue,
de la personalidad de los fondos documentales
que conserva, etc.
Cada texto histórico reproducido ha
de ir presentado por una introducción
que lo sitúe en el tiempo, en la época y en
el tema que trata. Esta explicación será
una entrada a la unidad didáctica definida
por el profesor en el aula. Tampoco
hay que desdeñar todo aquello que
pudiera facilitar la comprensión del texto,
como topónimos antiguos y su correlación
moderna, palabras no actuales y su
significado presente, explicación sucinta
de la ortografía, dado que lo primero que
llama la atención del estudiante son las
supuestas faltas ortográficas que cree
encontrar en los documentos anteriores a
la fijación de la norma ortográfica española.
Estas maletas podrán ser luego utilizadas
posteriormente en clase para entresacar
debidamente conclusiones y análisis
históricos a través de los documentos que
lo componen. La orientación y dirección
del profesor serán muy importantes para
dirigir a los alumnos en estos primeros
escarceos por las fuentes históricas, preferiblemente,
como queda dicho, relativas a
su localidad, y para que comprendan
cómo se conoce y confecciona la historia.
Este sistema de enseñar documentos,
dirigido al escolar fundamentalmente, sin
llegar a poderse considerar como una
exposición de documentos, permite bien
un simulacro de la misma y originar
debates y trabajos prácticos en el aula.
7.3. Introducción del archivo en las aulas
Apuntábamos más arriba que había
dos formas de acercar el archivo al alumno.
La primera queda expuesta con las
visitas dirigidas. La segunda consiste en
llevar el archivo a los centros docentes
(videos, películas, exposiciones itinerantes,
paneles portátiles con reproducciones
de documentos, etc.). En efecto, cuando
los escolares no pueden visitar el archivo,
éste debe acercarse a ellos; es decir, penetrar
en el aula mediante proyección de
películas, videos, diapositivas y, en la
actualidad, mediante el empleo de los sistemas
de multimedia. Es una buena fórmula,
pero puede crear una situación de
acomodo que evite la visita real. Es más
sencillo desplazar estos tipos de herramientas
a un centro docente, que movilizar
a los alumnos en las llamadas visitas
extraescolares.
56 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X
Enrique Pérez Herrero
Las funciones conservadora, cultural, educativa y de ocio de los archivos
No obstante, es una posibilidad para
enseñar indirectamente todo lo dicho
anteriormente a través de imágenes móviles
(películas y videos didácticos) o fijas
(diapositivas, microfilmes de documentos,
imágenes en cd-rom, cartelería, etc.).
7.4. Las exposiciones
Otra herramienta didáctica y divulgativa
es la exposición documental. Esta
solución, afortunadamente, está muy en
boga, aunque aún subyace el prejuicio de
que los documentos no son tan atractivos
como las piezas de los museos (arqueológicos,
pinacotecas, de bellas artes). Así lo
podemos constatar en las estadísticas que
se suelen confeccionar en estos centros
culturales y pedagógicos. La letra, me
refiero a las exposiciones de documentos
escritos, ni con sangre entra. Pretender
que un documento sea más atractivo o
igual que una escultura o un cuadro, seria
mucho pretender. La única solución para
atraer al espectador es mentalizar a la
gente que lo importante e interesante no
ha de ser forzosamente bello. Por contra,
la habilidad del archivero, en estos casos,
reside en saber hacer atrayente la exposición
de documentos, pero no sólo de cara
al investigador asiduo a los archivos, sino
también de cara a la población en general.
El reto está echado.
Montar una exposición no es tarea
fácil. Es necesaria una programación para
determinar qué es lo que se desea lograr.
Para ello, es preciso contar con expertos
en montajes que planifiquen la división
de los espacios, la diacronía de la exposición,
la combinación de la luz con los
objetos, los rótulos indicadores de la circulación
ordenada a través de la exposición,
las medidas de seguridad ambiental,
las vitrinas adecuadas desde el punto
de vista estético y de la seguridad de las
piezas, el aspecto didáctico de la muestra,
la elección de los documentos a emplear
para lograr un abanico de interés lo más
extenso posible (que no sólo atraiga a
puntuales visitantes), etc. Una vez más, la
tarea interdisciplinar surge, como elemento
necesario, constituida por montadores,
archiveros, restauradores, pedagogos,
sociólogos, etc.
La manera de presentar las piezas
hará que éstas adquieran un empaque
que en solitario quizá no alcancen, salvo
para estudiosos e investigadores. La
manipulación de los documentos, su
agrupación o aislamiento, su número, el
resalte de unos sobre otros, y otros extremos,
indicaran la importancia que se les
quiera otorgar y así atraer el interés del
visitante pasivo. Todo ello, de forma
subliminal, creará un ambiente propicio
para la comunicación silenciosa, sin que
el espectador se dé cuenta de ello y se
sienta manipulado o dirigido.
Según la intención del centro, las
exposiciones pueden tipificarse con arreglo
al objetivo final que se pretende alcanzar
y a la disponibilidad de medios y
espacios con que cuente. Pueden ser permanentes
(la exposición no se clausura,
aunque los documentos se vayan cambiando,
pues la constante exposición de
los documentos perjudican su estado de
conservación), temporales (si después de
un cierto tiempo se desmontan y desaparecen),
itinerantes (si van cambiando de
ubicación geográfica para así facilitar su
visionado a un mayor elenco de visitantes),
generales (si no tratan un tema específico),
antológica (si se trata de documentos
escogidos por ser dignos de ser destacados
pero concordantes entre sí), misceláneas
(si muestran documentos inconexos
y sin relación alguna), monográficas (si
trata de un asunto o tema en particular: un
acontecimiento histórico, preferentemente
VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 57
Enrique Pérez Herrero
Las funciones conservadora, cultural, educativa y de ocio de los archivos
local, sigilografía, paleografía, etc.) y facsimilares
(cuando no se muestran originales,
sino reproducciones).
Otro planteamiento a tenerse muy en
cuenta es la elección de los documentos a
exponer. Sea cual sea, siempre se han de
considerar ciertos detalles para que la
exposición sea atractiva y sugerente. La
presencia de documentos antiguos es
importante, por el sentido misterioso y
sentimental que todo lo antiguo despierta
en las gentes, aunque no los entiendan.
No obstante, lo deseable es que la gente
se pueda identificar con los documentos,
y para ello se hace imprescindibles que
los puedan leer con mayor o menor dificultad.
Siempre cabe la solución de la
transcripción completa o parcial y del
resumen.
Fundamental es conocer el entorno
social para ofrecer lo que presumiblemente
se desea. Montar una exposición
estrictamente de carácter paleográfico,
sólo visitada y comprendida por los eruditos,
conducirá a un estrepitoso fracaso
que puede desmoralizar al archivero en
la continuidad de la actividad.
La elección del tema puede estar supeditada
a múltiples variables. Los temas
imperecederos suelen garantizar el interés
del visitante por ser atrayentes y costumbristas:
la vida cotidiana, el folclore
(creencias, costumbres, artesanía, tradición...),
los cambios producidos en la ciudad
a lo largo del tiempo (planos y fotografías),
la emigración, eventos sociales
(festividades religiosas, civiles, populares),
etc. En este aspecto juega un papel
muy interesante la habilidad del archivero
en conjugar la oportunidad y la actualidad
con documentos textuales o gráficos
que conserve el archivo. Hay muchos
temas de plena actualidad que se pueden
rastrear en siglos o años pasados. Es
como un magacín histórico, que suele ser
muy atractivo para cuantos visitan la
exposición.
En resumen, los documentos seleccionados
han de ser atractivos, tanto por sus
caracteres externos (soportes raros,
miniaturas, tumbo, mapas coloristas,
nuevos soportes) como por su contenido
o información; han de ser evocadores
(formas de vida, actividades, edificios,
barrios desaparecidos, etc.); que ilustren
sobre el tema elegido; que sean sugerentes
(es decir, que susciten la emoción); y
que, en general, no conviertan la exposición
en algo aburrido, tedioso y que cause
cansancio y ganas de marcharse. El
empleo del ingenio, la habilidad y el uso
de artificios para evitar la monotonía
siempre serán de gran utilidad y éxito
(montajes audiovisuales, multimedia,
hipermedia, música de fondo, sucesión
de diapositivas en un punto muerto de la
sala de exposición).
En el montaje de una exposición se
tendrá muy en cuenta determinados aspectos.
Cada objeto deberá ir acompañado
de una leyenda o rótulo, claro y conciso,
que lo identifique individualmente. A
nivel global, también las diferentes partes
de la exposición se señalizarán mediante
letreros destacados de gran formato para
que el visitante sepa en todo momento en
qué nivel se encuentra. Los textos de estas
leyendas, individuales o colectivos, huirán
de toda erudición, por lo que se empleará
un vocabulario sencillo que sea comprensible
para cualquier tipo de visitante.
Al visitante se le proveerá de un
esquema del circuito de la exposición y
de folletos, guías y catálogos de las piezas
para que pueda conducirse cómodamente
entre vitrinas y documentos de la manera
más didáctica posible.
En el montaje se deberá recurrir a cuantas
medidas de protección sean posibles.
Las vitrinas tendrán el diseño oportuno
58 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X
Enrique Pérez Herrero
Las funciones conservadora, cultural, educativa y de ocio de los archivos
para garantizar la buena conservación del
material expuesto, y siempre protegidos
por cristales irrompible y filtrante de los
rayos ultravioletas; sus dimensiones y
altura del suelo será la óptima para facilitar
la observación de su contenido; carecerán
de luz interior, que aumenta la temperatura
interna del contenedor; los
documentos no se amontonarán producto
de un horror al vacío; es preferible
colocarlos sobre cartulina de color que
realce su imagen; y se adoptarán cuantas
medidas de conservación y medioambientales
se precisen.
A nivel general, el control de la humedad,
temperatura y luz es importante. La
humedad será la idónea, que podrá
variar dependiendo de los soportes documentales.
De tratarse de documentos en
papel, lo recomendable es mantener una
humedad constante entre 55% y 60% de
humedad relativa. La luz será vigilada
puntualmente, pues una luz natural que
incida directamente sobre la pieza es perniciosa,
dado que se trata de un blanqueador
que puede reducir la resolución
de las tintas y del papel. La luz natural
será tamizada y en ningún caso incidirá
directamente en las piezas de la muestra.
La luz artificial es más recomendable,
siempre y en cuanto no sobrepase los ± 80
lux a nivel de la pieza. Una luz inadecuada
puede entorpecer la visualización de
las piezas, por lo que se tienen que tener
muy en cuenta los reflejos en los cristales
y que no deslumbre al ojo del espectador.
Lo habitual es que cada archivo presente
sus propios documentos. Pero, de
ser necesario, cabe la posibilidad de
poder exponer documentos de otros centros
para completar, por ejemplo, una
exposición monográfica sobre un tema
determinado. En este caso, la legislación
vigente sobre el Patrimonio Documental,
tanto la nacional como las autonómicas,
contemplan este hecho y lo permiten
siempre y cuanto se cumplen una serie de
requisitos y formalidades.
De tratarse de documentos de titularidad
estatal, es imprescindible solicitar al
Ministerio de Cultura, por escrito, el preceptivo
permiso del préstamo temporal.
En dicho escrito ha de figurar el nombre
de la exposición, el comisario responsable
de la misma, la valoración económica del
documento y las fechas extremas de la
muestra. Dicha solicitud de préstamo se
autorizará mediante orden ministerial, en
cuyo tenor, de ser autorizado, se exigirá
al solicitante la contratación de un seguro,
la duplicación del documento solicitado, la
donación de dos ejemplares del catálogo
de la muestra y el compromiso, por escrito,
en el acta de recepción, de todos estas
condiciones. El préstamo nunca superará
el plazo de seis meses. De ser necesario, el
plazo se podrá ampliar mediante nueva
solicitud y nueva orden ministerial.
En el caso de las comunidades autonómicas,
el mencionado permiso será otorgado
por dichas administraciones. En el caso
de Canarias, la Ley 3/1990, de Patrimonio
Documental y Archivos de Canarias, determina
que la salida temporal habrá de ser
autorizada por el Gobierno de Canarias o,
de tratarse de documentos de titularidad
estatal, cuyo permiso corresponde al citado
Ministerio, el préstamo autorizado se
comunicará al Gobierno de Canarias:
Artículo 34: La salida de su sede,
incluso temporal, de los documentos a
que se refieren los artículos 2 y 3 (los
documentos que conforman el patrimonio
documental canario) de esta Ley, conservados
en los archivos de uso público,
habrá de ser autorizada por el Gobierno
de Canarias o, en su caso, por el respectivo
Cabildo Insular.
Artículo 35: la salida temporal de su
sede de documentos conservados en
VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 59
Enrique Pérez Herrero
Las funciones conservadora, cultural, educativa y de ocio de los archivos
archivos de titularidad estatal, que se
encuentren en el Archipiélago Canario, se
comunicará al Gobierno de Canarias.
7.5. Los cursos, coloquios, congresos y
debates
Éstas actividades de difusión y de función
educativa se pueden complementar
con otros tipos de actividades: cursos
(sobre tratamiento archivístico dirigido a
los funcionarios; cursos sobre paleografía,
archivística y diplomática dirigidos a
estudiantes universitarios y post-graduados...),
coloquios, congresos y debates
(sobre temas históricos de interés general
o monográficos sobre una determinada
época, etc.), publicaciones (guías de fuentes,
edición de textos representativos, instrumentos
de descripción, edición de una
revista periódica) y cuantas otras soluciones
se juzguen convenientes. En todos los
casos, es importante y fundamental que a
estas actividades se les dé suficiente publicidad
en los medios de comunicación, es
decir, que no quede entre el centro organizador
y los participantes.
8. LOS ARCHIVOS Y EL OCIO
Hasta este momento se han venido
analizando los cometidos del archivo
desde un punto de vista de conservación
y de cultura. Pero no se debe evitar, para
dar una imagen completa de los archivos
en la sociedad contemporánea, la reflexión
relativa al papel que pueden jugar
los archivos en los momentos de ocio de
los ciudadanos no investigadores. Téngase
en cuenta que el ocio no sólo debe estar
vinculado con el aspecto vacacional de
puro descanso y diversión, sino también
con la recreación del alma ante sensaciones
agradables originadas por apreciaciones
espirituales y, si se quisiera exagerar,
hasta contemplativas.
El concepto del ocio ha cambiando sustancialmente
a lo largo de los tiempos y de
las culturas. En los siglos medios, el ocio o
tiempo libre estaba reservado únicamente
a las clases dominantes, que no necesitaban
trabajar sin desmayo para lograr una
estabilidad que consistía, en la mayoría
de los casos, en asegurar el sustento y el
desahogo diario de la persona y de la
familia. Este estado se alcanza cuando se
han cumplido todas las obligaciones que
conducen al hombre al trabajo y a la preocupación;
es decir, cuando ha cumplido
con su profesión, familia, relaciones
sociales, descanso físico y sueño, higiene
y alimentación. Sólo cuando se tienen
resueltas todas estas situaciones, es cuando
el ocio entra en juego. El archivo no
causa en el individuo ocioso diversión
(en el ánimo) ni descanso (del cuerpo),
pero sí recreación (del espíritu). Y hacia
este último resultado es a donde el archivo
del ocio debe dirigir su punto de mira.
En este estadio, el archivo no se preocupa
de los fines preservacionista, de la
investigación y de la educación, sino de
uno nuevo y diferente, como es atender al
público del tiempo libre, al público que
busca llenar su ocio con nuevas y desconocidas
experiencias. Este público persigue
alimentar el espíritu, participar de la
memoria colectiva de la que forma parte
y activar la reflexión ante una excitación
neuronal, incluso la fantasía, ante un
documento antiguo que se supone ha
sido manipulado, leído y guardado por
un personaje histórico de antaño.
Esta función se logra enseñando algo
(que puede ser material, como un documento
o un sello pendente, o inmaterial,
como una conferencia o una lectura) y
dejando que el ocioso se impacte ante lo
que ve o lo que oye, obtenga sensaciones
personales, propias, no dirigidas, inocentes.
Estas sensaciones libres ocupan el
tiempo desocupado del ocioso, le gratifi60
VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X
Enrique Pérez Herrero
Las funciones conservadora, cultural, educativa y de ocio de los archivos
can. Normal es que cada persona obtenga
resultados diferentes ante el mismo objeto,
no como ocurre en las muestras dirigidas
en las que todos los visitantes llegan
a idénticas conclusiones, pues están conducidos
por iguales parámetros e intenciones
del baquiano que les atiende.
Las exposiciones, las conferencias, y
menos los cursos y las jornadas, entre
otras actividades, pueden ocupar el tiempo
del ocioso que desea conocer y descubrir
nuevas experiencias, al margen de la
carga cultural y educativa que puedan
aportar. Los museos sí llenan el tiempo
libre, saben satisfacer los momentos desocupados
que toda persona puede disfrutar.
Tienen una larga trayectoria al respecto.
En cambio, los archivos no parecen
que deban responsabilizarse en ocupar
estos momentos de asueto de las personas,
aunque pueden. Están descubriendo
poco a poco una nueva andadura y una
novedosa función social, cuyo camino es
aún largo por incipiente.
Las exposiciones, los facsímiles de
documentos, los árboles genealógicos, los
mapas y planos, las fotografías antiguas,
etc. cada vez llaman más la atención de
un público que, sin ser investigador ni
historiador ni archivero, se recrea ante su
contemplación. Los archivos deben cuidar
con especial exquisitez esta función
de ocio, que cada vez más se está demandando
por la Sociedad.
BIBLIOGRAFÍA
Action culturelle dans les archives, en L.
Actes du Congrès de Nice, París,
Archives Nationales, Direction des
Archives de France, 1983.
ALBERCH, R. ; BOADAS, J. : La función
cultural de los archivos. Ikerlanak III,
Gobierno Vasco, Departamento de
Cultura, 1991, 94 pp.
Archives and Education. Conference Proceedings
1982-1983. En Journal of the Society
of Archivists, 1984.
BALCELLS, J: “El tiempo libre en su triple
dimensión: descanso, diversión y
desarrollo de la personalidad”, en
Revista Miscellanea Barcinonensia, nº 25,
1976.
BEHR, J.H.: “Archives and School Education:
Possibilities, Problems, limits”,
en UNESCO Bulletin for Libraries,
XXVIII, nº 3 (1974), pp. 131-138.
BEHR, J.H: Los archivos y la educación escolar:
posibilidades, problemas, límites.
Archivos Hoy. Teoría y Práctica
Archivística 2, nº 4. México, 1981, pp.
19-29.
BELOHLAVEK, M.: Cooperación del archivo
con la escuela. Archivini Casopis.
Praga, 1982.
BRICEÑO PEROZO, M.: Función cultural y
docente de los archivos históricos. Caracas.
CANELA, M.: “Posibilidades didácticas
de un archivo”, Historia 16, nº 137,
septiembre 1987, pp. 109-110.
CASTELLO, J.: “Archivos y Archivística
en los libros de texto y en los programas
de educación”, Revista Archivo
General de la Nación, nº 8, 1979.
COOK, M.: Archives in Education,
Archives Administration A Manual
for Intermediate and smaller organizations
and for local government.
Folkestone, 1977.
COOK, M.: “Teaching wilting with
archives”, en International Journal of
Archives, nº 1. 1980.
CRUCES BLANCO, E.: “Los archivos y
los programas pedagógicos”, en Boletín
de ANABAD, XLI (1991), nº 2, pp. 33-50.
CRUZ MUNDET, J.R.: Manual de Archivística.
Fundación Germán Sánchez
Ruipérez. Biblioteca del Libro. Madrid:
ediciones Pirámides, S.A., 1994, pp.
357-375.
VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 61
Enrique Pérez Herrero
Las funciones conservadora, cultural, educativa y de ocio de los archivos
CUÑE, B., y otros: “Organización del servicio
educativo en el archivo histórico
comarcal de Cervera (La Segarra)”,
Lligall, Revista catalana de archivística,
nº 4, 1991,pp. 169-174.
DUMAZEDIER, JOFFRE et al.: Ocio y
sociedades de clases. Barcelona, España:
Fontanella, 1971.
FRANZ, E.: “Archives and educations”,
en RAMP study with guidelines. General
Information Programme and UNISIST.
París, United Nations Educational,
Scientific and Cultural
Organization, 1986.
GAUTIER-DESVAUX, E.: “Les besoins
culturels”, en Actes du Congrès de Nice,
1982 : l´actions culturelle dans les
archives. París : Archives Nationales,
1983, pp. 11-21.
GAUTIER-DESVAUX, E.: “Les actions culturelles
aux archives”, en Gazette des
Archives, París, 1988, nº 141, pp. 218-236.
HEREDIA HERRERA, A.: Archivística
general. Teoría y práctica. Sevilla, Diputación
Provincial de Sevilla, 1988.
HEREDIA HERRERA, A.: “La difusión
del patrimonio documental y el ejercicio
del derecho la información”, en
Boletín de ANABAD, XLIX (1999), nº 3-
4, pp. 349-357
ITURRATE, G.: “Aproximació teórica a la
tipología de l´usuari d´arxius”, en Lligal,
revista catalana d´arxivística, 1993,
nº 7, pp. 77-96.
IZQUIERDO PEÑA, R.: “Algunas notas
sobre la organización y montaje de
exposiciones”, en Boletín de ANABAD,
XXXVIII (1988), nº 4, pp. 517-520.
JANNE, HENRI et al.: La civilización del
ocio. Madrid, España: Ediciones Guadarrama,
1968.
LEWIS, M.: “Marketing y publicitat per
arxivers”, en Lligall, revista catalana
d´arxivística, nº 7, 1993, pp. 65-76.
MUT Y CALAFELL, A.: “Exposición miscelánea
en el Archivo del Reino de
Mallorca”, en Boletín de ANABAD,
XXXI (1981), nº 2, pp. 273-276.
PAYNE, H.W.L.: “Educación y Archivos”,
en Actas del Congreso Internacional
de Archivos, IX, Londres, 1980.
PÉREZ HERRERO, E.: “La importancia
de los documentos y la necesidad de
la conservación del Patrimonio Documental
Canario”, en VI Jornadas de
Estudio sobre Lanzarote y Fuerteventura
(26-30 de septiembre de 1994). Servicio
de Publicaciones del Excmo. Cabildo
Insular de Lanzarote y Excmo.
Cabildo Insular de Fuerteventura.
Arrecife, 1995.
PÉREZ HERRERO, E., RUIZ BENÍTEZ
DE LUGO, M.C.: “El archivo como
centro de información”, en Actas del I
Simposio de Biblioteconomía y Documentación
de Canarias (Las Palmas de Gran
Canaria, de 16 a 17 de febrero de
1995). Universidad de Las Palmas de
Gran Canaria, 1996, pp. 55-64.
PÉREZ HERRERO, E.: El Archivo y el
archivero. Sus técnicas y su utilidad para
la defensa del Patrimonio Documental
Canario. Gobierno de Canarias : Dirección
General de Cultura. Santa Cruz
de Tenerife, 1997.
PÉREZ HERRERO, E.: “Los filtros de
accesibilidad a los documentos públicos”,
Vegueta, nº 6, 2002, anuario de la
Facultad de Geografía e Historia de la
Universidad de Las Palmas de G.C.,
Las Palmas de Gran Canaria, 2002.
PÉREZ SANTOS, E. y otros: “Tiempo real
y estimado en la visita a una exposición”,
En Boletín de ANABAD, XLIII
(1993), nº 3-4, pp. 209-216.
RAVINA MARTÍN, M.: “Las Actividades
culturales y educativas de los archivos
españoles. Realidades y perspectivas”,
62 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X
Enrique Pérez Herrero
Las funciones conservadora, cultural, educativa y de ocio de los archivos
en Boletín de ANABAD, vol. XXXII, nº
4 (oct-dic., 1982), pp. 419-430.
ROIG, E.; GABANCO, P.: “El suport
pedagógic per les escoles i professors”,
Diari de Barcelona, suplement
Pati, I-II, dimecres, 5 de novembre de
1991.
RUA-FIGUEROA, I.; PÉREZ HERRERO, E.:
“La difución cultural en los archivos
canarios. ¿Realidad o deseo?”, en
Actas del I Congreso de Archivos de
Canarias, La Oliva (Fuerteventura),
2006, Arnroart Ediciones, pp. 167-186.
SEPÚLVEDA AMOR, M.: “El papel de difusión
en el desarrollo de las instituciones
de archivos”, en IV Reunión Nacional
de Archiveros Administrativos e Históricos,
Estatales y Municipales. Guanajuato,
1980.
SMITH, W.: “Archivos y cultura: un ensayo”,
en La administración moderna de
archivos y la gestión de documentos. El
prontuario RAMP, París, UNESCO,
1989, pp. 401-413.
TORREBLANCA, A.: “Análisis de los
nuevos usuarios”, en II Congreso de
Archivos de Castilla y León. El archivo:
una nueva gestión para unos nuevos
objetivos, 9-12 de marzo de 1994.