EL OFICIO DE LOS NEVEROS EN
GRAN CANARIA EN EL SIGLO XVIII
SALVADOR MIRANDA CALDERÍN
VEGUETA, Número 7, 2003 – ISSN: 1133-598X 115
Resumen: A finales del s. XVII el Cabildo
Catedral de Canarias, con sede en
la capital de Gran Canaria, construyó en
la cumbre de la Isla dos pozos de nieve.
Allí la recogían y conservaban hasta que
era transportada en verano a la ciudad.
Las libras de nieve se vendieron en la
«nevería» ubicada en la trasera de la Catedral
desde 1694 hasta 1866. En este artículo
estudiamos el oficio de nevero en
Gran Canaria, que había sido olvidado
por completo, sus salarios, alimentación
y especialidades en el s. XVIII.
Palabras clave:
— Pozos de nieve.
— Comercio de la nieve en Canarias.
— Nevería.
— Nevero.
— Recogida y almacenamiento de
nieve en Canarias.
Abstract: At the end of XVIIIth century
the Canary Cathedral Chapter, settled
in Gran Canaria Island capital, built,
up in the mountains, two snow wells.
Workers collected the snow and filled
the wells until it was transported, in
summer time, from the top of the island
(1.949 meters) to the city. Snow pounds
were sold in the back of the Cathedral
from 1694 to 1866. In this article we
study the «neveros» job (snow workers)
in Gran Canaria, that it had been completely
forgotten nowdays, their salaries,
food and specialities in XVIIIth century.
Key-words:
— Snow well: pozo de nieve.
— Ice trading in Canary Islands.
— Ice houses: casas de la nieve.
— Ice storage in Gran Canaria: almacenamiento
de la nieve en Gran Canaria.
I. INTRODUCCIÓN
El comercio de la nieve se popularizó
en la Península Ibérica y en casi toda Europa
a finales del s. XVI y comienzos del s.
XVII. En Canarias existió un importante
desfase temporal en cuanto a su uso, pero
a finales del s. XVII comenzó a explotarse
un primer pozo de nieve en Gran Canaria,
dando lugar a una industria y a un comercio
que se extendió a las tres islas con mayor
altitud: Tenerife, La Palma y Gran Canaria.
El s. XVIII fue testigo de su esplendor,
llegándose a exportar la nieve de los
pozos de Arafo (Tenerife) a la capital de
Gran Canaria y a Santa Cruz de La Palma.
En este trabajo damos a conocer, centrándonos
en el s. XVIII, un oficio curioso
y, hoy día, completamente olvidado: el de
los trabajadores que participaban en las
operaciones de recogida en los dos pozos
de nieve del Cabildo Catedral de Canarias
—explotados desde 1694 hasta su venta en
1866— y en el de la Real Audiencia de Canarias
—en manos institucionales en el período
1702-1834—. Los dos primeros fueron
construidos por el Cabildo Catedral en
1694 y 1699, en los alrededores del Pico de
los pozos de nieve (1.949 m a. s. n. m.) —topónimo
que hace referencia a estos ingenios1—.
Los terrenos fueron donados por el
capitán Alonso Navarro en la cabecera del
barranco de La Abejerilla y en La Retamilla
(ambos lugares a 1.910 m), en los bordes
de la Caldera de Tirajana. La primera
noticia sobre el pozo de nieve de la Real
Audiencia la obtenemos en 1702 y fue excavado
en el Llano del Pozo, junto al Roque
de la Salvia, a 1.765 m de altitud. Todos
ellos se encuentran en el Paraje protegido
de Las Cumbres, en el municipio
grancanario de San Mateo.
En el oficio de «nevero» englobamos las
distintas categorías de trabajadores que iremos
analizando: el encargado de los pozos
de nieve, los pisoneros, los peones de fuera,
las mujeres que se encargaban de la alimentación
en los pozos, los arrieros que
transportaban las cargas de nieve a la Catedral
y el encargado de vender la nieve en
la nevería2.
II. EL ENTORNO GEOGRÁFICO DE
LOS POZOS DE NIEVE DE GRAN
CANARIA
El «Paisaje protegido de Las Cumbres»,
en la isla de Gran Canaria, abarca una su-
116 Salvador Miranda Calderín
perficie de 4.329 hectáreas distribuidas en
los municipios de Artenara, Gáldar, Santa
M.ª de Guía, Moya, Valleseco, Tejeda, San
Mateo y Valsequillo. Su parte más alta, que
es la que interesa en este trabajo, está dentro
de los límites municipales de San Mateo,
lindando al Sur con el «Monumento
Natural Riscos de Tirajana» y al Oeste con
el «Parque Natural del Nublo».
Fue declarado, inicialmente en 1987,
Parque Natural de Las Cumbres (Ley
12/1987, de 19 de junio, de Declaración de
Espacios Naturales de Canarias) y reclasificado
a su actual categoría de protección
en 1994 (Ley 12/1994, de 19 de diciembre,
de Espacios Naturales de Canarias). La categoría
de «Paisajes Protegidos» está definida
en el Art. 13 de la última ley citada como
«Aquellas zonas del territorio que, por sus
valores estéticos y culturales así se declaren,
para conseguir su especial protección». Poco o
nada nos aporta su definición legal, pero sí
es significativo que esta categoría ocupe la
penúltima posición en función de los valores
y bienes naturales que se pretenden
proteger por la ley. Antes están los Parques
Naturales y Rurales; las Reservas Naturales
(Integrales y Especiales) y los Monumentos
Naturales. Suelen ser grandes áreas
geográficas dedicadas a distintos fines y
que soportan una gran presión humana,
bien de la población estable o de la que
ocasionalmente acude a visitarlas. Si dentro
de sus límites estuviese comprendido
un determinado espacio que por sus características
específicas demandase una mayor
protección, así se crearía dentro de las
categorías anteriormente citadas.
Concretamente, el «Paisaje Protegido
de Las Cumbres» desempeña un papel destacado
en la captación de aguas en la Isla,
insertándose en él la mayoría de las cabeceras
de los barrancos más importantes, y
siendo repoblada forestalmente en la década
de los cincuenta del s. XX por el Cabildo
de Gran Canaria, que adquirió un buen
número de fincas y desplazó a otros lugares
a las familias que allí cultivaban la tierra
y apacentaban a sus ganados. La zona
más alta (entre 1.800 y 1.910 m de altitud)
permanece en la actualidad casi despoblada.
Sólo un par de viviendas en uso los fines
de semana y las instalaciones del E. V.
A. 21 (Estación de Vigilancia Aérea) se alzan
en los lugares conocidos como «Mesa
del Cuervo» y «La Retamilla». Más abajo se
encuentran varios pagos de San Mateo:
Cueva Grande (205 habitantes), Camaretas
(75 h) y Hoya del Gamonal (7 h). Como se
observa, es casi una zona deshabitada. Sin
embargo, los visitantes ocasionales, sobre
todo los fines de semana, son numerosos,
y las «guaguas» de turistas acuden diariamente
en visitas programadas a La Cumbre.
Una circunstancia excepcional ha contribuido
a que la zona más alta sea poco
frecuentada para las reuniones de fines de
semana en torno a los típicos asaderos: las
vallas metálicas y las torretas de vigilancia
de la Estación militar han atemorizado,
afortunadamente, a los que por allí se acercaban.
En nuestras exploraciones de 1998
tuvimos que explicar al comandante del
puesto qué estábamos investigado para
que los centinelas nos permitieran acercar
a dos o tres metros del exterior de la valla.
Antes era casi imposible acceder a los bordes
de la Caldera de Tirajana en la zona conocida
como La Retamilla, justo en el exterior
del EVA 21.
Este paraje protegido, a la altitud de
1.900 m, limita al Sur con el «Monumento
Natural Riscos de Tirajana». Desde 1987
hasta 1994, esta área de sólo 772,7 hectáreas
formaba parte del Parque Natural de
Cumbres, siendo reclasificada por la Ley
12/1994 a su actual categoría, que supone
un grado más de protección que el del
«Paisaje Protegido de Las Cumbres». Está
constituido por las paredes verticales de la
caldera de hundimiento de Tirajana, que
salvan desniveles de 800 m, y en la que se
encuentra el hito geográfico del Pico de los
Pozos de nieve, cima de Gran Canaria con
1.949 m de altitud.
El oficio de los neveros en Gran Canaria en el siglo XVIII 117
En el límite del «Paisaje Protegido de
Las Cumbres» con el «Monumento Natural
Riscos de Tirajana» se encuentran los dos
pozos del Cabildo Catedral. El pozo grande,
construido en 1694, en la cabecera del
barranco de la Abejerilla, justo detrás (al
naciente) de la zona destinada a helipuerto,
a escasos 300 m de la puerta principal
del EVA 21, en la carretera que lleva a las
emisoras de radio y a las instalaciones de
AENA. El pozo pequeño, excavado en 1699
y rehabilitado en 1999, está perfectamente
señalizado junto a la valla metálica de las
instalaciones militares, a solo 50 m al sureste
de la puerta de entrada a las mismas.
La zona se conserva casi tal como estaba en
la década de los sesenta del s. XX (en la que
se construyeron las edificaciones militares)
y ello ha posibilitado que reuniésemos los
indicios oportunos para identificar los lugares
exactos donde se habían excavado
los pozos de nieve.
El Paisaje Protegido de Las Cumbres,
dijimos antes, linda al oeste, también en su
zona más alta, en la denominada Mesa del
Cuervo, con el Parque Natural del Nublo.
Esta extensa zona de 26.307,4 hectáreas alcanzó
la categoría máxima de protección
de la Red Canaria de Espacios Protegidos
con la Ley 12/1994. La Caldera de Tejeda y
el Roque Nublo, símbolo de Gran Canaria,
son dos de sus elementos geográficos característicos,
teniendo que soportar la zona
la presión de sus entidades poblacionales
(Tejeda, con 901 h es la mayor) y de sus
muchos visitantes. En su extremo más
oriental se alza «El Morro de la Salvia»
(1.806 m) y a la vera de un pequeño barranquillo
que desemboca en Los Llanos de
la Pez y Pargana se encuentra el antiguo
pozo de nieve de la Real Audiencia de Canarias.
El lugar está señalizado con un cartel
de ICONA que dice «Monte del Pozo»
y con otro de madera con el topónimo Llano
del Pozo, a la derecha de la carretera C
I 15-10 que sube al Mirador del Pico de los
pozos de nieve.
Si ahora La Cumbre está casi deshabitada,
en el pasado también ocurría lo mismo,
pero moraban en ella algunas familias
dedicadas a la agricultura de subsistencia,
al pastoreo y a algunos oficios que fueron
desapareciendo con el tiempo (leñadores,
especialistas en la extracción de brea, carboneros,
apicultores,…etc.). Ya en 1554,
«Los Llanos de la Pez», lugar cercano a los
pozos de nieve, y utilizado con anterioridad
para extraer pez o brea de los pinos canarios,
era codiciado para sembrar cereales,
y con anterioridad, en 1547 y 1548, el
camino que daba a Los Llanos servía para
delimitar las peticiones de fanegadas de
tierra para su cultivo3. Por la climatología
extrema y por la lejanía a las poblaciones
más importantes, no creemos que fueran
lugares frecuentemente cultivados, pero
por las investigaciones del profesor Santana
sabemos que desde la década de los
años veinte del s. XVIII los cultivos de cereales
comenzaron a extenderse por distintos
lugares de las cumbres de la Isla4. Como
testigos de este uso aún se pueden contemplar
el sistema de cadenas en las
laderas del barranco de La Abejerilla, a escasos
cientos de metros del primer pozo de
nieve, y la era para trillar los cereales en el
Llano del Pozo.
En cuanto a los habitantes de La Cumbre,
las estadísticas del obispo Pedro Dávila
y Cárdenas reflejan cómo los lugares
más poblados tenían en el primer tercio del
s. XVIII un número muy bajo de vecinos:
Ayacata, 15; La Lechuza, 30; San Mateo, 61,
y otros, como Cueva Grande y La Lechucilla
permanecían deshabitados. En el censo
de Olive de 1856, la localidad de San Mateo
contaba con solo 382 almas y los que vivían
en otros emplazamientos más cercanos
a los pozos eran muy pocos: Cueva
Grande, 151 h; Camaretas, 23 h y Ayacata,
28 h. Otros caseríos, desde donde tenemos
constancia que acudían los trabajadores a
la recolección de la nieve, tenían también
una población ínfima: La Bodeguilla, 19 h;
Utiaca, 106 h; La Lechuza, 56 h y La Lechucilla,
38 h. Sin embargo, La Cumbre, a
118 Salvador Miranda Calderín
pesar de su aislamiento, fue una importante
encrucijada de los principales caminos
que unían el Norte con el Sur de la Isla.
A través del camino de La Plata, de los
senderos de «Rompeserones» (o vueltas de
Taídia), «Risco Blanco» y «Cañadón del Jierro
» se sorteaban con cierta facilidad los infranqueables
paredones de la Caldera de
Tirajana y así se unían las dos vertientes de
la Isla. No sólo era una ruta comercial, sino
también de peregrinaje de los vecinos
del Norte a Santiago de Tunte.
Hasta la campaña de reforestación de
La Cumbre llevada a cabo por el Cabildo
de Gran Canaria en la década de los cincuenta
del siglo pasado, se plantaban cereales
y «orchita» (especie de lenteja) y como
recuerdo de aquella época, apuntábamos
antes, quedan las numerosas cadenas trabajadas
en las laderas de las montañas, con
sus muros de piedra y caminos, y las eras
en las que se trillaban los granos. El vecino
de la Hoya del Gamonal, don Francisco
Mayor Falcón, de 77 años, nos recordaba,
en el verano de 2000, cómo hasta la década
de los sesenta subía regularmente a La
Cumbre a saludar a sus familiares y que
eran muchas las familias que allí vivían,
trabajando la tierra y cuidando sus animales.
La política de reforestación y el auge
del turismo en el Sur de la Isla terminaron
despoblando las cumbres. Hoy sólo algunos
pastores y fabricantes de queso, los militares
del E. V. A. 21, el personal de servicio
de AENA y de las emisoras de radio y
televisión, así como eventuales residentes
los fines de semana habitan el área donde
se encuentran los tres pozos de nieve de
Gran Canaria.
III. EL FACTOR HUMANO EN LA
RECOLECCIÓN DE LA NIEVE
La técnica con la que se recogía y conservaba
la nieve en los pozos en Gran Canaria
no difería sustancialmente de la empleada
en los pozos de la Península ibérica
durante los siglos XVII, XVIII y XIX,
pero sólo nos ocuparemos en este estudio
de los distintos trabajadores que participaban
en los encierros, en el transporte y venta
de la nieve.
Bajo las órdenes de un encargado general,
que fiscalizaba también el transporte
de la nieve a la Catedral, concurrían en los
pozos, al tiempo de la recolección, un numeroso
grupo de vecinos de los alrededores.
La población más cercana era la de San
Mateo, antes denominada La Vega Alta o
Vega de Arriba, que fue solo un pago importante
de la villa de Santa Brígida hasta
que en 1801 se constituyó como municipio
independiente. El casco urbano está a una
altitud de 850 m, por lo que el desnivel de
más de mil metros que había que salvar para
ir a los pozos, caminando o a lomo de
bestias, era y es importante. No obstante,
entre ambos puntos se encuentran pequeños
pagos diseminados en las laderas de
La Cumbre como La Bodeguilla, La Lechuza,
La Lechucilla, Hoya del Gamonal, Camaretas
y Cueva Grande, cuyos vecinos
encontraban una ocupación complementaria
a sus labores agrícolas en los fríos inviernos
en que nevaba.
San Mateo era el lugar en que el Cabildo
eclesiástico se aprovisionaba de los alimentos
y herramientas necesarias para
efectuar la recolección de nieve, y desde
donde salía el encargado con su equipo de
peones. El avituallamiento que ocasionalmente
se hiciese directamente desde la capital
de la Isla, también tenía que pasar por
esta pequeña población.
El equipo humano que elegía el encargado
solía repetirse año tras año, y en él
encontramos diferentes categorías de trabajadores:
— los arrieros
— los pisoneros o peones de dentro
— «los paleros»
— los peones de fuera
— las mujeres encargadas de preparar
la comida, y
— el encargado de ir a moler el trigo o
el millo al molino más cercano.
El oficio de los neveros en Gran Canaria en el siglo XVIII 119
Necesariamente no todas estas especialidades
de trabajadores habían de concurrir
en las recogidas año tras año, sirviendo de
muestra las mujeres que cuidaban de la cocina,
de las que no tenemos constancia de
su concurso hasta el s. XIX.
III.1. La profesionalización de los
encargados de la recogida de la
nieve
Durante los pocos años en que estuvieron
en funcionamiento los pozos de nieve
en el s. XVII fueron los propios prebendados
de la Catedral los encargados de las
operaciones de recogida de nieve. En un
intento de profesionalizar las tareas de coordinación
de las operaciones se recurrió
en 1700, sin éxito, al vecino de San Mateo,
Alonso Navarro, donante de los terrenos
donde se habían excavado los pozos. A
partir de ese año, el Cabildo Catedral nombró
a diferentes vecinos de San Mateo que
disponían de los medios humanos, animales
y materiales apropiados para realizar
estas tareas de forma profesional. El capitán
Alonso Navarro aceptó hacerse cargo
de la recolección de 1700 en ambos pozos
con un salario de 100 reales por cada pozo
que llenase5. De 1701 hasta 1733, el encargado
fue Juan Ortiz Salgado, vecino de San
Mateo, sucediéndole su hijo Mateo Ortiz
Salgado hasta 1760, con la excepción del
año 1734, en que se encargó esta labor a
Salvador Rodríguez Naranjo. De 1762 hasta
1770, el encargado fue el alférez Rodrigo
Alvarado, y a partir de 1775 y hasta
1786, José Ortiz Salgado, hijo de Mateo, y
por lo tanto, nieto de Juan Ortiz. Le sucedió
en el período 1788-1792 Miguel de la
Nuez, y finalizó el siglo José Millán, «El
Gallego», quién había realizado con anterioridad
las mismas labores en el pozo de
la Real Audiencia.
Recibían por su asistencia en las labores
de la recogida 100 reales, correspondiéndoles
60 reales por el llenado del pozo
grande y 40 reales por el pozo pequeño
(menos de lo pactado con Alonso Navarro
en 1700), siempre que ambos se colmaran
de nieve. Si comparamos esta gratificación
con el resto de salarios del ramo de la nieve
y establecemos el período medio de las
tareas de recolección en 5 días, podemos
determinar que la cantidad que recibía el
encargado por llenar ambos pozos de nieve
equivalía a 4 veces el salario que obtenían
los pisoneros —los peones especializados
en compactar la nieve dentro del pozo—,
a 6,5 veces los salarios que obtenían
los peones comunes, o a los salarios de 80
días del nevero que distribuía la nieve en
los bajos de la Sala Capitular. 100 reales
equivalían aproximadamente al coste del
transporte de 13 cargas de nieve de La
Cumbre a la nevería de la Catedral, incluyendo
el costo de las bestias y el salario de
los arrieros. Con el importe de la mayor de
las gratificaciones que recibía el encargado
se podían adquirir, en la primera mitad del
s. XVIII, una media de 50 fanegas de trigo
o 5 barriles de vino o 200 libras de pescado
salado. Establecemos, finalmente, una
equivalencia curiosa, con el importe de la
gratificación de los encargados se podían
adquirir 320 libras de nieve recién bajadas
de La Cumbre.
Si solo se llenaba el pozo grande, el encargado
recibía el equivalente a 2,4 veces el
salario de los pisoneros o casi 4 veces el salario
que obtenían, en el promedio de los 5
días antes señalados, los peones comunes.
Por lo tanto, el trabajo de coordinación y la
responsabilidad del encargado de los pozos
únicamente estaban bien remunerados
cuando tenían la suerte o el buen oficio de
llenar ambos pozos de nieve. En caso contrario,
no guardaba una proporción adecuada
con el resto de los salarios del ramo
de la nieve.
La gratificación del encargado permaneció
invariable durante los tres primeros
cuartos del s. XVIII pero, como consecuencia
del cambio de la moneda de la Real
Pragmática de 1775, los reales corrientes
cambiaron su equivalencia de 48 a 34 ma-
120 Salvador Miranda Calderín
ravedíes, ajustándose las cantidades que
percibían por su oficio:
«Por acuerdo de 14 de Octubre de 1775
en vista del informe de Contaduría de 13 del
mismo y vando publicado en asumpto de
monedas por el Excmo Sr. Comandante general
y reducion de la que corria de Von de
estas Islas a la corriente Von de Castilla en
la cual han de salir despachadas las libranzas
a razon de 34mrs el real y 15rrs el peso
».
RS Von de Castilla6.
Para seguir recibiendo los mismos maravedíes
que antes, los encargados deberían
haber percibido 141 reales y 6 mrs. de la
nueva moneda. Sin embargo, comenzaron
a recibir 150 de los nuevos reales, por lo
que los salarios por su asistencia se elevaron
en un 6,25%. Esta nueva cantidad la
obtuvo Ortiz en 1778 y 1782: 6 pesos por
llenar el pozo grande y 4 por el pozo chico.
A partir de 1783, la documentación analizada
no nos permite especificar los salarios
que continuaron recibiendo los encargados,
pero experimentarían un notable incremento,
ya que en 1799 José Millán
percibió nada menos que 30 pesos (450 de
los nuevos reales) de gratificación por su
asistencia en la recogida del mes de enero
de ese año, lo que significa triplicar las cantidades
que solía recibir Joseph Ortiz Salgado
diecisiete años antes.
Los encargados de los pozos no realizaban
esta tarea en exclusiva, sino que la simultaneaban
con otras ocupaciones, entre
la que destacamos la de cillero o cogedor
de la cilla de La Vega Alta.
III.2. Los pisoneros y los peones de fuera
Entre los peones que subían a La Cumbre
para colaborar en la recogida de la nieve
y percibir unos salarios extras en los inviernos
existían dos categorías diferenciadas:
los peones de dentro y los de fuera.
Los denominados peones de fuera se limitaban
a recoger la nieve en los alrededores
de los pozos y amontonarla junto al
brocal. Era un trabajo burdo que no requería
especialización alguna, pero que
exigía un importante número de manos
que participasen en un corto espacio de
tiempo, porque la nieve solía derretirse
con rapidez.
La segunda categoría era la de los peones
de dentro o pisoneros que sí requerían
de cierta especialización y oficio, ya que de
ellos dependía el que la nieve fuese bien
compactada y durase sin derretirse dentro
del pozo hasta el verano siguiente. Era un
grupo más selecto de obreros que solía repetir
su trabajo año tras año y que, lógicamente,
recibían un salario superior. Uno de
ellos, alternándose en las diferentes recogidas,
desempeñaba las funciones de «palero
», que consistía en distribuir con una pala
la nieve en el interior del pozo. Hemos
encontrado recibos del pago de palas de
hierro y de madera, por lo que de ambos
tipos debieron de usarse en el exterior e interior
de los pozos de nieve.
La primera recogida donde se especifican
los salarios y el número de obreros que
participaron en las tareas de recolección
fue la del 18 de enero de 1700, realizada
por el capitán Alonso Navarro. Duró 5 días
y en cada uno de ellos participaron nada
menos que entre 59 y 67 peones de fuera
diariamente, y entre 12 y 14 pisoneros. Sin
contar los arrieros, en ese año convivieron
en «las casillas» junto al pozo grande un
contingente de 70 a 80 personas que, indudablemente,
exigiría una buena intendencia
y disciplina. Los salarios de los peones
eran de 3 reales y 1 cuarto diario; y los de
los pisoneros se elevaban a 5 reales. Este
incremento del 60% fomentaba que muchos
peones se esforzaran en especializarse
en uno o dos años, y así dar el apetecido
salto cualitativo en el oficio.
Los salarios permanecieron invariables
los primeros setenta y cinco años del s.
XVIII, modificándose por primera vez en
1776 por el cambio monetario. El período
transcurrido con el mismo jornal nos da
El oficio de los neveros en Gran Canaria en el siglo XVIII 121
una idea clara de que en estos tres primeros
cuartos del siglo no hubo inflación en
la isla de Canaria.
En 1776, por la conversión de la moneda,
los salarios se incrementaron a 7 1/2 reales
diarios para los pisoneros, y a 4 reales
y 24 maravedíes los jornales de los peones
de fuera. Los maravedíes que cada uno de
ellos comienza a recibir significan un incremento
del 6,25% para los primeros
(igual incremento que el de los encargados)
y del 6,67% para los segundos. A finales
del siglo, los pisoneros seguían cobrando 4
reales de plata diario (7 1/2 reales corrientes)
y los peones de fuera 2 1/2 reales de plata
(4 reales corrientes y 24 maravedíes, ó
160 mrs en total). A comienzos del s. XIX
(1801) hubo importantes reivindicaciones
laborales que supusieron subir los salarios
en 1803 a 4 1/2 y 3 reales de plata para cada
una de las categorías de peones analizada,
significando en porcentajes un incremento
importante del 12,5 y del 20% para
cada categoría de trabajadores7.
En el cuadro I se refleja cómo la recogida
mas multitudinaria fue la de 1700 —la
realizada por el capitán Alonso Navarro—
con unos costos tan elevados que le impidieron
continuar en su nuevo oficio: entre
71 y 81 obreros trabajaron en los pozos en
ese año, indicador claro de que Navarro no
conocía el oficio, ya que se duplican las cifras
medias de peones empleados en las tareas
de recolección. En el invierno de 1727,
también concurrió un elevado número de
peones: 64 los dos primeros días de la recogida.
No obstante, la media de peones de
fuera que concurrían a estas operaciones
en el s. XVIII la hemos fijado en 26 diarios,
y la de los pisoneros en 10 diarios.
No son cifras importantes si las comparamos
con las recogidas de nieve en los pozos
peninsulares, pero hemos de tener en
cuenta el entorno en que se desarrollaban,
en la casi desierta cumbre de la Isla. Como
ejemplos de recolecciones masivas en el territorio
nacional tenemos la que se realizó
en las sierras de Alicante en 1762, en la que
122 Salvador Miranda Calderín
Torales y pisones utilizados para compactar la nieve.
concurrieron 1.000 hombres y 700 bestias
durante cuatro días y medio8, y la media de
200 personas diarias que participaron en
enero de 1776 en «La Cava de don Miguel
»9, ambas citadas por Cruz Orozco
(1996). El impresionante pozo de nieve antes
citado, construido a finales del s. XVIII
en la Sierra de Mariola (Alicante) tenía una
capacidad de 1.700 m3 de almacenamiento
de nieve, más de tres veces la de ambos pozos
de Gran Canaria juntos.
En este cuadro también se detallan los
obreros que asistieron a los pozos en cada
uno de los días que duró la recogida. En
cuanto a la duración de las operaciones de
recolección, la media aritmética obtenida
es de 4,65 días, siendo 4 días la cifra que
más veces se repite en el período analizado
(9 veces duraron las tareas 4 días), seguida
de la de 5 días en 6 ocasiones. Como
valores más alejados tenemos solo el
día en que se recogió nieve en 1767 y los
11 días que se invirtieron en las operaciones
de 1782.
El número de peones de fuera que colaboraban
en recoger la nieve en los alrededores
de los pozos, y en acercarla a ellos,
varía notablemente de año en año. Como
valores extremos están lo 67 peones empleados
por Alonso Navarro en 1700 y solo
los 14 utilizados en la segunda recogida
de 1778. La media estimada es de 26 peones
empleados en cada uno de los días de
la recolección. Finalmente, la cifra de especialistas
es sensiblemente menor y más estable:
unos 10 pisoneros concurrían diariamente
a colocar la nieve dentro del pozo.
En la columna de promedio establecemos
la media anual de trabajadores que
concurrieron en las operaciones de recolección
de la nieve, suponiendo en el cómputo
global del período analizado 36,5 trabajadores/
día.
Como resumen, podemos afirmar que
en el s. XVIII se llenaban los dos pozos de
nieve del Cabildo Catedral en 5 días, empleando
26 peones de fuera y 10 pisoneros.
Estos mismos pisoneros eran los que
cortaban la nieve en torales en el verano
para transportarla a la ciudad, y los que, si
era necesario, volvían a compactarla con
los pisones en los torales de madera10.
El oficio de los neveros en Gran Canaria en el siglo XVIII 123
En algunos de estos años no solo disponemos
del número de peones de fuera y
de pisoneros, sino también de sus nombres,
y en algunos casos, de su lugar de procedencia.
Así, en 1727, los once pisoneros que
intervinieron fueron:
Pisoneros 1727:
1 Juan Socorro
2 José Socorro
3. Salvador el Prieto
4. José Ojeda
5. Sebastián Gil
6. Alonso de Vega
7. José Ortiz
8. Francisco Melián
9. José Martel
10. Juan López, y
11. Domingo Marrero
Estas relaciones personalizadas no figuran
en todos los años, pero permiten
hacernos una idea de las familias que habitaban
en las cercanías de los pozos, en
124 Salvador Miranda Calderín
1700 Entre 12 y 14 diarios Entre 59 y 67 diarios 76 5 días
1716 Entre 9 y 10 diarios Media de 32 diarios 41,5 5 días
1717 Entre 10 y 11 diarios Media de 30 diarios 40,5 5 días
1726 Entre 9 y 10 diarios Media de 39 diarios 48,5 3 días
1727 11 diarios 53, 54, 29, 27, 26 y 26 diarios 47 6 días
1730 11 diarios 14, 16, 16, 17 y 17 diarios 27 5 días
1732 12, 13, 13, 13, y 13 diarios Media de 24 diarios 37 5 días
1733 12, 14, 13, y 13 diarios 21, 21, 20 y 17 diarios 30 4 días
1734 11 diarios 27, 28, 18, 19 y 19 diarios 33 6-5 días
1735 6, 13, 12 y 14 diarios 12, 40, 31 y 29 diarios 39 4 días
1737 11, 11, 8, 11, 11 y 13 diarios 27, 28, 6, 18, 19 y 19 diarios 30 6 días
1739 12, 11, 11, 13 y 12 diarios 26, 29, 28, 19 y 14 diarios 35 5 días
1742 13, 14, 13 y 13 diarios 27, 27, 28 y 23 diarios 39,5 4 días
1750 8, 13, 13 y 13 diarios 17, 34, 32 y 32 diarios 40,5 4 días
1751 9, 9, 9 y 8 diarios 15, 18, 19 y 18 diarios 25,2 4 días
1752 14, 11, 14 y 13 diarios 29, 23, 28 y 29 diarios 40,2 4 días
1753 9, 8, 9 y 9 diarios 15, 18, 15 y 18 diarios 25,2 4 días
1754 11, 11 y 10 diarios 27, 17 y 18 diarios 15,7 3 días
1757 13, 12, 12 y 11 diarios 33, 20, 21 y 22 diarios 36 4 días
1760 7, 10, 9, 10, 11 y 10 diarios 18, 18, 20, 21, 18 y 19 diarios 28,5 6 días
1762 10 diarios Media de 21 diarios 31 4 días
1765 20 diarios Media de 44 diarios 64 3 días
1767 10 diarios 19 diarios 29 1 días
1769 9 diarios 14, 21, 24, 24, 24, 24, y 24 31 7 días
1770 10 diarios 26, 27 y 27 diarios 37 3 días
1775 10 diarios Media de 20 diarios 30 7 días
1776 12, 13 y 11 diarios 26, 27 y 28 diarios 39 3 días
1778 14, 14, 14, 11, 11, 11 y 11 diarios 28, 25, 28, 23, 21, 18 y 20 35,6 7 días
1778* 11 diarios (2.ª recogida) 14 y 14 diarios 25 2 días
1782 14, 15, 14, 14, 15, 15, 15, 15, 15 22, 23, 26, 29, 28, 29, 16, 25 39 11 días
– – 10 y 14 diarios 24 y 24 diarios -- días
Fuente: ACC. Elaboración propia.
Cuadro I: Número de peones que intervinieron y duración de las operaciones en cada
una de las recogidas de nieve de los dos pozos del Cabildo Catedral en el siglo XVIII
Año Pisoneros Peones de fuera Promedio Duración
La Cumbre de Canaria, y cómo, una vez
lograda la categoría de «pisoneros», repetían
su trabajo año tras año. Señalamos
a continuación, como ejemplo, la relación
nominal en el primer año de cada década,
destacando que en algunas de ellas se
señala al pisonero que hacía de «palero
»11:
El oficio de los neveros en Gran Canaria en el siglo XVIII 125
Relación de pisoneros de 1730: Relación de pisoneros de 1742
— Francisco Melián — Manuel Suárez
— Matías Rodríguez — Juan Navarro
— Esteban Viera — Félix Peñate
— José Martell —Antonio Rodríguez
— Mateo Ortiz — Juan Socorro
— José Ortiz — Cristóbal Gil
— Domingo Marrero — Joseph Gil
— Juan Tejera — Joseph Martel
— Manuel del Hoyo, y — Francisco Manue
— Juan Ramírez — Diego Pérez
— Juan Viera, Palero — Antonio Rodríguez, palero
— Juan Ortiz
— Joaquín Ortiz
Relación de Pisoneros de 1750: Relación de pisoneros de 1760:
— Juan López — Sebastián Socorro
— Salvador Socorro — Francisco Rodríguez de Vega
— Joseph Pérez — Juan Cruz
— Cristóbal Gil — Matheo Rodríguez
— Joseph Gil — Francisco Rodríguez Magas
— Joseph Abrantes — Joseph Gil
— Francisco Rodríguez — Joseph Abrantes, palero
— Joseph Ojeda
— Luis Martel
— Joseph Martel
— Bartolomé Álvarez
— Francisco Navarro
— Francisco Melián
Relación de pisoneros de 1770: Relación de pisoneros de 1782:
— Joseph Rodríguez Magas — Francisco Rodríguez de Vega
— Joseph Peñate — Joseph Ortiz Rodríguez
— Joseph Monzón — Matheo Ortiz
— Sebastián Gil — Felipe García
— Joseph Barreda — Joseph Ramírez
— Francisco Gil — Sebastián de Vega
— Miguel Rodríguez — Miguel Rodríguez
— Alonso Rodríguez — Juan Melián
— Bartolomé Cabrera — Antonio Rodríguez
— Matheo Ojeda — Juan Martel
— Francisco Rodríguez
— Cristóbal Gil
— Joseph Rodríguez
— Bernardo Peñate
Fuente: ACC. Legajos de la nieve. Elaboración propia.
Cuadro II: Pisoneros que intervinieron en la recogida de la nieve de los
dos pozos del Cabildo Catedral en algunos años del s. XVIII
En las nueve recogidas documentadas
desde 1727 hasta 1750 (ambas inclusive)
sólo 13 pisoneros no repiten su concurrencia
a los pozos más de un año. El resto asiste
a varias de ellas, destacando:
— Francisco Melián, que participa en
ocho ocasiones
— José Martell, en siete
— Juan Ramírez, en seis, y
— Joseph Pérez, en cinco.
De 1750 a 1782 se realizaron trece encierros
de nieve (también ambos inclusive),
celebrándose dos en 1782. Hay más diversidad
de pisoneros, ya que asisten 28 trabajadores
solo una vez. Entre los que participan
en varias recolecciones matizamos
a los siguientes:
— Francisco Rodríguez que participa
en nueve ocasiones
— Joseph Rodríguez Magas, en seis
— Miguel Rodríguez, en otras seis, y
— Joseph Abrantes, en cinco.
Algunos de los nombres de los pisoneros
nos son familiares como los de Matheo
y Joseph Ortiz que, posteriormente, accederían
a la categoría de encargados de los
pozos. Otros nombres indican el lugar del
que procedían: Salvador de la Bodeguilla,
pequeño barrio de San Mateo, y Joseph Navarro
de Ayacata, pago de Tejeda. Muchos
de los apellidos son aún frecuentes en la
zona como los Martel y Gil; mientras otros
han casi desaparecido. Finalmente, alguno
de los nombres nos revelan la condición social
del trabajador: Antonio Moreno era esclavo,
así como el peón Domingo el de la
Bodeguilla —pago de San Mateo escondido
entre las montañas— que participó en la
recogida de 1751, dejándonos constancia
de una realidad ampliamente extendida en
el s. XVIII.
La mayoría de los pisoneros se estrenaban
en las recogidas como peones de fuera
y, dependiendo de su habilidad, en un par
de recolecciones podían acceder a los mayores
salarios de los especialistas. Las listas
nominativas de los peones de fuera
también se conservan en los Legajos de la
nieve del Cabildo Catedral, destacando
que algunos de ellos procedían de los pagos
de Camaretas, Cueva Grande e incluso
de Utiaca (en la actual carretera que une
San Mateo y Teror).
Desde las primeras recogidas, el Cabildo
Catedral se preocupó de que los obreros
fuesen competentes y que apisonasen
convenientemente la nieve, no deseando
que fuesen muchachos, sino hombres fuertes
y curtidos:
y se le encarga mucho a dicho Capitán
Navarro que las personas que fueren a sacar
la nieve sean de toda satisfacción ... Y
así mismo se le encarga que los peones que
hubieren de entrar a apisonar la nieve cuando
se recoge sean hombres de razón, fuertes,
y no muchachos12.
A principios del s. XVIII, al nombrar a
Juan Ortiz Salgado como encargado de la
recolección, el Cabildo Catedral le recuerda
que solamente desea dentro de los pozos
a hombres mozos de cuidado, en quién
se pudiera confiar para apisonar y apretar
bien la nieve.
...se acordó por todo el Cabildo nemine
discrepante que por este presente año de
1701, recoja Juan Ortiz la nieve en el pozo
nuevo que está desocupado, debajo de las
condiciones de la obligación con que esta
obligado, previniendo primero todo lo necesario
antes del recogimiento, como son sarmientos,
paja, pan, gofio, vino, aguardiente
y pescado; y con calidad, que ha de asistir
personalmente al encierro de la nieve, la
cual ha de hacer apisonar muy bien, y cuidar
de que se haga esto con todo cuidado para
que conforme se fuere echando la nieve en
el pozo, haga se apisone muy bien extendiéndola
de forma que quede bien apretada,
porque en ello consiste su conservación, para
lo cual pondrá en el pozo dentro hombres
mozos de cuidado de quien se pueda confiar,
que la podrán apisonar y apretar a toda satisfacción,
y el dicho Juan Ortiz y su com-
126 Salvador Miranda Calderín
pañero Alonso Rodríguez estarán con el Sr.
Canónigo Juan Bandama y guardar la orden
que dicho Sr. les diere sobre el recogimiento
y si convendrá que el pozo grande
se rehincha y en qué conformidad13.
La alimentación del contingente humano
que concurría a las operaciones de recolección
de nieve era por cuenta del patrón
(Cabildo Catedral o Real Audiencia de
Canarias), afanándose el encargado de los
prebendados de la Catedral para que su comida
fuese más abundante y de más calidad
que la competencia, para así captar a
los mejores especialistas de la nieve. El
consumo diario de alimentos por cada trabajador
de los pozos de la nieve del Cabildo
Catedral en el s. XVIII, y las calorías que
proporcionaban, los hemos calculado, ponderando
la información analizada, en:
— 0,53 libras de pescado (244 g), aproximadamente
117 kcal.
— 0,033 fanegas de trigo (2 kg): la harina
de trigo aporta 360 kcal /100 g, lo
que haría un total de 7.200 kcal. Este
cálculo desproporcionado de calorías
diarias, que excede de las necesarias
para un trabajador, nos da a
entender que también las bestias se
alimentaron con trigo, por lo que el
promedio de 2 kg por persona no debe
ser considerado válido.
— 0,00875 fanegas de millo (550 g): cada
100 g de harina de millo aporta
358 kcal, lo que haría un total de
1.969 kcal.
— 1,2 litros de vino: cada 0,1 litro de vino
tinto aporta 66 kcal, lo que hace
un total de 792 kcal.
— TOTAL: 10.078 kcal /día.
Suponiendo que la actividad de los
obreros de los pozos de nieve se incluyese
en la categoría de «actividad excepcionalmente
intensa» (Tabla de las necesidades
energéticas diarias del adulto sano según la
actividad física. Informe FAO-OMS nº
522.1978), para un peso medio de 75 kg por
trabajador, obtendríamos unas necesidades
calóricas de 4.650 kcal (62 kcal/kg/día x 75
= 4.650 kcal), muy inferiores a las 10.078
determinadas. Como el consumo del trigo
es el que sale desproporcionado en la aproximación
antes realizada, invirtamos los
cálculos y veamos el trigo necesario para
completar la dieta de pescado, gofio y vino.
La ingesta de estos últimos productos
proporciona 2.878 kcal, por lo que harían
falta para completar la dieta 1.772 kcal adicionales,
que las produce un consumo de
sólo 500 g de pan. Entre esta cantidad ideal
y los 2.000 g que obtenemos de los cálculos
va, indudablemente, un abismo, debiendo
estar el consumo real de trigo por
trabajador /día entre ambas cifras, aunque
no podamos precisarla con la documentación
analizada por la contingencia de la alimentación
de las bestias.
Esta dieta era claramente hipercalórica,
con un exceso de harina de trigo y unas
cantidades importantes de alcohol, pero
hacían soportables las inclemencias del
tiempo en las casillas anexas a los pozos de
nieve.
IV. LOS ARRIEROS QUE
TRANSPORTABAN LAS CARGAS
DE NIEVE
El propio encargado de los pozos de
nieve era el responsable del transporte de
las cargas de nieve desde La Cumbre hasta
el barrio de Vegueta o a la villa mariana
de Teror. Disponía para ello de arrieros y
bestias que en aproximadamente 6 horas
cubrían el largo trecho entre los pozos y la
desembocadura del Guiniguada.
La unidad del transporte era «la carga»,
que la hemos fijado en 160 libras de nieve
(casi 74 kg), dividida en dos torales que se
bajaban en cada uno de los dos compartimentos
de los serones, bien abrigados con
mantas y paja. Los arrieros eran contratados
directamente por el encargado, quién
recibía 7 reales y medio por el transporte
de cada carga. Al principio del s. XVIII el
precio del transporte se fijó en 8 reales, re-
El oficio de los neveros en Gran Canaria en el siglo XVIII 127
bajándose prontamente a 7 reales, hasta
que se pactó el precio intermedio de 7 reales
y medios. A este precio se transportaron
las cargas hasta 1775. A partir de ese año,
y como consecuencia del cambio de la moneda,
las cargas se pagaron a 11 reales y
medio, experimentado una pequeña subida
real.
No consta en la documentación analizada
cuánto cobraba el arriero ni el desglose
entre su salario y la contribución de
las bestias, pero, al menos, el arriero debería
recibir por su trabajo el salario equivalente
de los peones de fuera (3 reales y un
cuarto) o de los pisoneros (5 reales), ya que
entre bajar a la capital y subir a San Mateo
agotaban una jornada de trabajo.
La distancia entre los pozos y la Catedral
no es excesiva, pero el desnivel de
1.910 m que hay que salvar sí hacía duro y
agotador el transporte, máxime cuando
una vez en la ciudad debían regresar a San
Mateo.
V. EL NEVERO DE LA CATEDRAL
Las cargas de nieve transportadas a lomos
de caballo desde los pozos a la Catedral
se entregaban, en los cuartos debajo de
la Sala Capitular, al nevero, quién se encargaba
de distribuirlas por libras (460 g)
entre los prebendados y de vender las restantes
al público en general.
El primer repartidor regular de la nieve
del Cabildo Catedral de Canarias fue Cristóbal
Ramos, vecino de la ciudad de Las
Palmas, que asistió a la distribución de
1698, y que en cabildo del 10 de marzo de
1700 solicitó con éxito el que se le encargara
la misma tarea en ese verano. Su horario
era desde las once de la mañana hasta
la una del mediodía, y por la tarde, desde
las cinco hasta las nueve y media. Como
instrucción especial tenía que si observaba
que quedaba poca nieve la reservase para
los prebendados. Su salario ascendía a 12
cuartos diarios (1 real de plata y dos cuartos),
en los que entraba el costo de la luz
(velas). Su tarea era controlada por Antonio
Montesdeoca, Mayordomo de Fábrica
de la Catderal, quién le recogía el dinero
cada segundo día y se ocupaba de que los
torales pesasen a su llegada 80 libras, recibiendo
por su supervisión una libra de nieve
diaria14.
Como no sólo se vendía la nieve sino
también el agua fría, en junio de 1700 se le
encarga al licenciado Montesdeoca la compra
de una garrafa con su cubo y vasos de
vidrios. La venta de agua fría, fruto de la
nieve que se derretía en la nevería, ocasionó
grandes problemas de control al ramo
de la nieve del Cabildo Catedral. En la mayoría
de las veces, el propio nevero se quedaba
con esa pequeña recaudación, ya que
era más costoso su fiscalización que los importes
que podía distraer de las arcas catedralicias.
En el s. XVIII se llegó a construir
una «poseta» dentro de la nevería donde se
almacenaba el agua derretida en un intento
de controlar su volumen.
Ramos vendió la nieve hasta el 23 de
octubre de 1705, recibiendo por su salario
en ese último año, 203 reales y 2 cuartos,
según acuerdo del cabildo del 30 de julio
de 1708.
Sin embargo, el encargado del reparto
de la nieve entre los Sres. capitulares del
Cabildo Catedral de Canarias y de la venta
sobrante al público durante gran parte
de la primera mitad del s. XVIII fue el sepulturero
y perrero de la Catedral Joseph
Texera. Tenemos noticias de él por primera
vez en 1706, cuando sustituye por enfermedad
a Cristóbal Ramos por acuerdo
del cabildo celebrado el 28 de mayo de ese
año, recibiendo un jornal de un real de plata
diario (un 16,6% menos que su predecesor)
15. La liquidación de sus primeros emolumentos
se acordó el 21 de enero de 1707,
y en 1708, mediante libranza del Cabildo
de 30 de junio, se le pagaron sus salarios
del reparto de 170716.
Ejerció ambos oficios ininterrumpidamente
desde 1707 hasta 1746, año en que le
sucedió su ayudante de sepulturero. En
128 Salvador Miranda Calderín
1750 el nevero que vendía la nieve en la
Catedral era ya otro, Pedro Ramos el Cojo,
que fue despedido en 1777.
El salario del nevero durante el s. XVIII
fue un real de plata por cada día que invertía
en el reparto o en la venta de la nieve.
Un real de plata equivalía en Canarias
a 1,25 reales corrientes o a 60 maravedíes.
Al precio de 3 cuartos (18 maravedíes) la libra
de nieve, el salario del nevero consumía
tan sólo el importe de poco más de 3
libras. Salario tan exiguo nos confirma que
la jornada completa no la dedicaba a tal
menester sino que la compartía con su actividad
principal de sepulturero, por la que
recibía su jornal básico. No hemos observado
en ningún momento que se incentivase
la venta que hacía el nevero con un
sistema de primas o comisiones, reduciéndose
al salario fijo señalado.
Siendo teniente de sepulturero ya ejercía
de nevero y a la muerte del sepulturero
titular —Cristóbal Ramos— solicitó y
obtuvo ese apreciado cargo. Simultaneaba
también el oficio de «perrero» de la Catedral,
figurando así expresamente en acta
de cabildo del 25 de febrero de 1738:
Joseph Texera, Perrero
A Cabildo para resolver con informe de
la Contaduría el memorial de Joseph Texera
en que suplica se liquide la cuenta de su trabajo
en la venta de la nieve desde el año pasado
de 1733 hasta el de 1737 y se le libre
el resto que se le debiere.
El período de tiempo en que vendía la
nieve comenzaba, generalmente, en el mes
de mayo o junio de cada año, siendo la fecha
de terminación más dispar. Hemos encontrado
temporadas que finalizaban en el
mes de diciembre y otras en el mes de febrero,
incluso marzo del siguiente año.
El oficio de los neveros en Gran Canaria en el siglo XVIII 129
Cuadrante del nevero con las libras de nieve vendidas diariamente en la nevería de la Catedral.
Legajos de la nieve del s. XVIII. Archivo Catedral de Canarias.
130 Salvador Miranda Calderín
Recreación de los arrieros cargando los torales de nieve en los serones de los caballos
(14 de diciembre 2002). Pozo pequeño del Cabildo Catedral de Canarias (1699),
en la finca de La Retamilla.
Pozo de nieve pequeño del Cabildo Catedral (1699). Rehabilitado en 1999.
Al fondo el Pico de los pozos de la nieve, cima de Gran Canaria con 1.949 m.
Frecuentemente, el horario de la venta de
la nieve se prorrogaba por la noche hasta
las once y media.
En los años en que Pedro Ramón el Cojo
vendió la nieve, el período de venta se
extendió desde el 24 de mayo hasta el 26 de
diciembre de 1769, con una salvedad importante:
su salario seguía siendo un real
de plata diaria, pero a partir del 30 de noviembre
bajaba a medio real, consecuencia
directa de la menor demanda en los meses
fríos. Al año siguiente, Pedro Ramón vendió
la nieve en una temporada mas prolongada,
desde el 18 de mayo de 1770 hasta
el 23 de marzo de 177117.
En mayo de 1746 Joseph Texera es sustituido
por otro nevero que se acomodó a
una nueva fórmula de remuneración: en
vez del tradicional real de plata diario de
salario, se le entregaba libre el importe de
la mitad de la nieve que recibiese de La
Cumbre, siendo por su cuenta las mermas
y la distribución de la otra mitad. Este nuevo
sistema de remuneración pretendía controlar
las grandes pérdidas que experimentaba
la nieve en la nevería, pasando a
ser por cuenta del nevero que, a cambio,
recibía el 50% de la recaudación del total
de la nieve que se bajaba de los pozos —si
se transportaban 120 cargas, el nevero se
comprometía a distribuir entre los prebendados
y vender al público 60 cargas. Así se
podía quedar con la recaudación de las
otras 60 cargas—. A pesar de que esta nueva
fórmula podía suponer grandes ingresos
para el nevero, en realidad las mermas
hicieron que perdieran dinero, por lo que
pronto hubo de ser eliminada.
No nos consta el nombre del primer nevero
que aceptó estas condiciones por la
brevedad de su cargo —tan solo 9 días—
eligiéndose un nuevo nevero con el salario
de 30 reales corrientes al mes: el ayudante
del sepulturero Texera. En 1747 ya es Pedro
Ramos el vendedor de la nieve, que continúa
con el salario de un real de plata diario18.
Pedro Ramón el Cojo, Pedro Ramos o
Pedro Ramos el Cojo es como se le denomina
en la diversa documentación manejada
y desempeñó este oficio en dos ocasiones:
en el período 1747-1762 y, posteriormente,
entre 1763 y 1775. Su principal
problema fue el alto porcentaje de nieve
que se derretía en la nevería de la Catedral
(hasta un 75% de la nieve traída de los pozos)
y las sospechas de que se quedaba con
la recaudación del agua fría derretida.
Entre ambos períodos desempeñó el
oficio de nevero Joseph Ortega, quién también
estuvo bajo sospechas por fraude en la
venta de la nieve y obtuvo en su gestión un
porcentaje de mermas en la nieve considerablemente
alto.
En las dos últimas décadas del siglo
apenas podemos identificar a los neveros
que cada año vendían la nieve (Joseph Gómez,
Tomás Henríquez, Bartolomé García,…),
pero en todo caso, por expreso deseo
del Cabildo Catedral, no podían ser
mujeres ni Pedro Ramos el Cojo.
VI. LA MUJER EN EL OFICIO DE
NEVERO
Durante todo el s. XVIII la regla general
fue que la mujer no participó en el oficio
de nevero. Ni recogiendo, ni transportando,
ni vendiendo la nieve. En algunos
acuerdos del Cabildo Catedral figura expresamente
que los neveros (refiriéndose a
quienes vendían la nieve en la nevería) no
podían ser mujeres. En las relaciones nominativas
de los trabajadores que acudían
a las operaciones de recolección en ese siglo
no figura el nombre de mujer alguna.
La excepción a la regla en el Setecientos la
constituye la fiscalización del transporte de
la nieve en el verano de 1734 por Ana López,
viuda del encargado de los pozos y
transportista, Juan Ortiz Salgado. Su marido
había recogido la nieve el invierno anterior,
falleciendo en 1733, por lo que solicitó
al Cabildo que le dejase transportar las
109 cargas depositadas en los pozos. Como
excepción, los prebendados se lo autoriza-
El oficio de los neveros en Gran Canaria en el siglo XVIII 131
ron, por lo que le libraron el importe de las
cargas bajadas a la Catedral a su precio de
7 1/2 reales cada una.
Para ver participar a la mujer en las labores
de recolección de nieve hay que esperar
hasta 1801, en la que contribuye preparando
la comida y moliendo los cereales.
Su salario era de 3 reales de plata diarios
—equivalente al jornal de los peones de
fuera— y su número medio lo podemos fijar
en 3 mujeres durante cada día que duró
la recogida en las instalaciones de La
Cumbre.
VII. RESUMEN Y CONCLUSIONES
En la lista de los oficios tradicionales
del s. XVIII en las montañas del interior de
Gran Canaria hay que incluir el de los neveros.
Por este nombre se conocía al encargado
de los pozos, a los trabajadores que
acudían esporádicamente a los pozos de
nieve de La Cumbre a participar en las tareas
de recolección y compactación de la
nieve, así como a los arrieros que bajaban
las cargas a la Catedral, y al encargado de
venderla en la nevería.
Aunque el número de trabajadores que
acudían a dichas tareas es insignificante en
relación con pozos de nieve de otras regiones
españolas en el mismo siglo, si lo comparamos
con los mínimos habitantes de La
Cumbre y de los pagos de San Mateo y Tejeda
desde donde acudían, es relativamente
alto. No es de extrañar que todas las manos
desocupadas en los dispersos caseríos ubicados
por encima de San Mateo acudiesen
a las operaciones de recolección de nieve.
Los encargados de los pozos se fueron
profesionalizando a medida que avanzaba
el siglo. La familia Ortiz Salgado (padre,
hijo y nieto) prácticamente monopolizó este
oficio en el s. XVIII. Recibían un salario
de 60 reales si llenaban el pozo grande y de
40 reales si hacían lo propio con el pozo
pequeño. Simultaneaban este oficio con el
de cillero de La Vega Alta.
Los verdaderos especialistas de la nieve
eran «los pisoneros», que se encargaban de
la compactación y en distribuir las cargas
de nieve por filas en el interior de los pozos,
debidamente separadas por paja, y
que recibían un salario un 60% superior al
resto de los trabajadores. El trabajo de los
peones de fuera sólo consistía en amontonar
la nieve cerca de los pozos y los más
avispados, en un par de años, se convertían
en pisoneros. El promedio de trabajadores
en las operaciones de recolección en
los dos pozos del Cabildo Catedral celebradas
en el s. XVIII fue de 10 pisoneros y
26 peones de fuera en cada día que duraron
las tareas.
Los arrieros transportaban las cargas de
nieve a la ciudad bajo la supervisión del
propio encargado de los pozos. El costo
que pagaban los prebendados por cada carga
de nieve de 160 libras era de 7 1/2 reales.
El nevero que vendía la nieve en la nevería
localizada debajo de la Sala Capitular
(fachada oriental de la Catedral) recibía
un salario de un real de plata diario, debiendo
cumplir un horario de mañana y de
tarde/noche, hasta las nueve y media e, incluso,
hasta las once de la noche. Su oficio
principal, durante la mayor parte del siglo,
era el de sepulturero y perrero de la Catedral.
Hay que esperar al s. XIX para ver a la
mujer colaborar en tareas de intendencia
en los pozos de la nieve, figurando expresamente
en varios acuerdos del Cabildo del
S. XVIII que los neveros no podían ser mujeres.
Monte Lentiscal, diecinueve de febrero
de 2003.
132 Salvador Miranda Calderín
1 MIRANDA CALDERÍN, S. (1998): La Cumbre
de Gran Canaria. Estudio histórico, geográfico
y toponímico. Las Palmas de Gran
Canaria.
2 MIRANDA CALDERÍN, S. (2002): Tesis doctoral
inédita «La explotación de la nieve en
Canarias». Departamento de Ciencias Históricas.
U. L. P. G. C.
3 Peticiones de tierra de Melchor Gómez, Pedro
Cazalla y Pedro Jiménez identificadas
con los números 181, 254 y 261 del Libro de
Repartimientos de Gran Canaria. Estudio,
transcripción y notas de Manuela Ronquillo
y Eduardo Aznar Vallejo. Las Palmas de
Gran Canaria, 1998.
4 SANTANA SANTANA, A. (2001): Evolución
del paisaje de Gran Canaria (siglos XV- XIX).
Las Palmas de Gran Canaria.
5 Archivo del Cabildo Catedral de Canarias,
en adelante: ACC. Acta de Cabildo del 9 de
noviembre 1699.
6 ACC. Libranzas 1761-1798, f. 41.
7 ACC. Legajos de la nieve, S. XVIII.
8 MALLOL FERRÁNDIZ, J. (1990): Alicante y
el Comercio de la nieve en la Edad Moderna.
Universidad de Alicante.
9 FERRÉ, J y CEBRIÁN, J. A. (1993): «La explotación
comercial de las cavas de nieve en
la Sierra de Mariola, ss. XVIII y XIX», Alba,
Ontinente.
10 El término toral servía para identificar el
molde de madera, así como el bloque de nieve
resultante que se transportaba en cada
uno de los huecos de los serones de las bestias.
En Gran Canaria los torales de nieve pesaban
80 libras (unos 37 kg).
11 En el texto de la tesis doctoral que hemos
defendido figuran las relaciones nominativas
de muchos más años, y en los Archivos
del Cabildo Catedral, incluso, las relaciones
de los peones de fuera.
12 ACC. Acta de Cabildo del 9 de noviembre
1699.
13 ACC. Acta de Cabildo del 25 de enero 1701.
14 ACC. Acta de Cabildo del 10 de marzo 1700.
15 ACC. Acta de Cabildo del 28 de mayo 1706.
16 ACC. Libranzas 1697-1732, f. 119.
17 ACC. Hacimientos Generales 1758-1782, ff.
131 y 131v, respectivamente.
18 ACC. Legajo de la nieve, 1747.
El oficio de los neveros en Gran Canaria en el siglo XVIII 133
NOTAS