VECUETA, Número 6, 2001-2002 217
EL VALOR CULTURAL EN LOS DIAGN~STICOSD E
CALIDAD PARA LA CONSERVACIÓN: EL EJEMPLO DE
LA VEGA DE GUATIZA-MALA (LANZAROTE)
OUnversdad de a s Fanas d? Gran Canara i t o e c a Unuestsri Memmi Dgta le Caniris 20815
Resumen: En cstc trabajo se presenta
la nietodologia diseñada para emitir el
diagnostico de calidad cultural del territorio
de las Vegas de Guatiza y Mala, en
Lanzarote. Se discute la dificultad de
asignar \.alni- espacial n clcmcntos cult~i
rales puntuales y la necesidad de incorporar
nuevos parámetros en las categorías
de diagnóstico establecidas.
Palabras clave: valor cultural, di+-
nostico ambiental, unidades de paisaje,
Giiatira, Mala, T an7arote
Sumary: A riietliudulugy t« delelmine
the cultural value of tlie territorv is
-y-#A'",'- -.. L A :- tk,iZj ", +h +l.,, Y, , ""U U' f y L L LL<'L' 6"' "" "'
ample of the Guatiza-Mala fertilc plain,
in Lanzarote. The difficulty of assignins
spatial values to localized ciiltiiral rlerneiits
aiid tlie rieed of including additional
parameters in the designed
methodology are discussed.
Key-words: cultural value, e n v i r a -
mental diagnosis, landscape units, Guati7<
1, Mala, 1,anarote
Una reflexión sobre el valor cultural de
un territorio, y su incorporación en los
diagncísticos ambientales, requiere previamente
fijar algunas coordenadas para indicar
la posición en la que nos situamos
pues, sin duda, se trata de una temática
que permite multiples enfoques. Por eiio, y
sin ánimo de ser exhaustivos, señalaremos
algunas de las claves que explican nuestro
interés por incorporar algunos aspectos del
patrimonio cultural en los sistemas de valoración
de la potencialidad ambiental de
un territorio, cuestión que tradicionalmente
ha estado ausente en este tipo de diagnósticos
territoriales.
Curiosamente, la preocupación por conservar
los valores naturales y culturales ha
nacido de principios similares, vinculada a
un sistema de valoración social que siente,
en un momento dado, el temor a perderlos.
Si bien es cierto que las estrategias desarrolladas
en cada caso han seguido trayectorias
separadas, tanto en el tiempo como
entre los colectivos sociales y disciplinas
desde los que han surgido esas iniciativas
de conservación; sin embargo, coinciden a
la hora de abordar ambos tipos de valores
utilizando el concepto de patrimonio.
El origen etimológico de este término se
relaciona con lo "antiguo", pues hace referencia
a la propiedad de los bienes recibidos
de los antepasados -o acumulados
con el paso del tiempo- que, al trasladarse
a los conceptos de patrimonio natural o
cultural, también se amplia desde lo privado
a lo público, convirtiéndose así en colrctivo.
Surge con ello la difícil pregunta de
"Patrimonio ¿de quién?" (Limón, 1999), así
como la complejidad que toda gestión colectiva
de un recurso comporta
En los inicios se produce una separación
neta entre los términos de natural y
cultural, considerándose el primero como
antagónico del seg~indo-r ecordemos esa
visión decimonónica de una naturdlua a la
r1ü e habici qüc d ~ ~ c s t i c xG siri.p!erwnte
por el origen etimológico de la palabra
(del latín cldtura, que significa cultivo) y de
SU contrario, lo "inc~dto", es decir, no cultivado
y, por tanto, salvaje. La evolución
experimentada por estos conceptos a lo largo
Jrl siglri XX ha ido difuii-iinando esas
fronteras coriceptuales, sobre todo cuando
se produce la rrcnperación cultural de la
naiurdie~d, iricurpur¿iriduid d id ~diegulia
de patrimonio. Nn olvidrmos que el hecho
de asignarle un valor patrinioriieil al medio
natural representa ya, en sí mismo, una
consideración cultural.
Por lo que respecta al concepto de patriinonio
cultural, éste ha experimentado
una notable evolución que, en palabras de
Agudo y Fernánde~ (1999: 8), se sintetiza
en lo siguiente:
"Desde que cn 1954 c c f i r n ~ ae n la Ha y i el
Cotwetzio pnvn la Pvotección de los Bietzrc Ciilllirules
~ i CiO SO de coizJiicto nrirzndo, doizde rzos
n p n r w ~~ J pYritt z~rnU PZ t ~ lc oncepto dc bicnec
~ u l t i ~ r a l e(su iliiqiie C L J I I L L d~efit iicióu alíiz
n~nrcndnp or 10 uiejn t r ~ d j ~ i 6 1id^1 los U ~ ~ O Y P S
hisfórico artísficos), Iiasta 10 C~iiíz~rriciúdne PLIOUnversdad
de a s Fanai d? Gran Canara i t o e c a Unuestsri Memm Dgta le Caniris 20815
El valor cultural de los diagnósticos de calidad para la conservación ... 219
vi's rZr 1989 y sus Rccornendaciones sobve la salvaguarda
de la cidtura tvadicional y populav,
hay todo tin can~ino que nos Iiri llcvado dcsdr
las sirigularidades de dehwnirlados biciles a 10
coizsidcvacióiz dc la cultura c o m u17 bici1 a prot
e ~ eu11 s í mismo".
A todo ello hay que añadir el hito que
representa la Convención, propiciada por
la UNESCO, de 1972 sobre "Protección del
Patrimonio Mundial Cultural y Natural",
donde la responsabilidad de la salvaguarda
de estos bienes se plantea a escala planetaria
y nace el concepto de "patrimonio
de la hiimanidad".
Así pues, de un concepto restringido
inicialmente a los objetos artísticos, producidos
por las clascs dominantes aunque ejecutados
por ejércitos de artesanos, se amplia
posteriormente a la elaboración de objctos
realizada cn las tareas cotidianas de
colectivos más amplios (agricultores, silvicultures,
pastores, artesanos, pescadores,
- L . \ ...-..-- 1^.. 3 . i 1- ..--:L.- 3- .-^L..:
CLC. J , a y a ~ ~ c l c l t uau31 ia i i u c i u i i uc yaui -
n~onioe tnográfico. Finalmente, el concepto
trasciende el objeto físico l o ta ngiblcy
se enriquece incorpvrdndo iu iritmgible,
es decir "loidos aqucllos cleiize~itos ql4C restd
ten representatisios de la wlciuovia e identidad
de un colectioo" (Hernanclez y Quintero,
1999: 31).
Por su parte, el concepto de patrimonio
natural tambien sigue una evoiucion que,
en cierta forma, evoca el recorrido citado
anteriormente, pues discurre desde el objeto
a la concepción integradora. Así, de la
valoración de lo espectacular -lo "bello"-
y poco alterado por el hombre, que
se aprecia en la iniciativd de proteger el
primero de los parques nacionales en 1872
(Yellowstone), se pasa a considerar lo representativo,
es decir, aquellos ecosistemas
que constituyen modelos de relación armoniosa
entre el hombre y el medio (Reservas
de la Biosfera, definidas en 1974).
De igual forma, y en el ámbito de la Unión
Europea, se comienza protegiendo especies
en 1979 (Directiva 79/409/CEE, relativa a
la Conservación de las Aves Silvestres), se
continíia con los espacios hacia 1992 (Directiva
Hábitat, 92/43/CEE) y se concluye
cn cl año 2000 con el paisaje (Convención
Europea del I'aisaje, Consejo de Europa,
Série des traités curopCens - n" 176). Concepto
este último que, definido como "111111
porte del territouio, tal coino es percibida por las
poblaciones, cuyo cauáctev resulta iIt ln accicín
de factores i~ritiiralesy /o hurnnizos y dc sils itztervelncl~~
nes("C onvención Europea del Paisaje,
2000: 3), integra la naturaleza, el individuo
y la sociedad, así como la expresión
formal de estas relaciones en el espacio. Y
es prrcisamrntr al " ~ l r v aerl ttwitorio a 1rr cafegovía
ilc paisaje'' (Martínez de Pisón, 1998:
16), cuando lo ambiental deja de ser exclusivamente
natural y necesita entender determinados
paisajes como expresión de la
cultura de un colcctivo, incorporando la
"sabiduría" (la memoria del agua, el trabajo
de la tierra, las cicatrices del bosque,
el orden de muros y bancales, etc.) que és-
L- L- . . L : l : - - J , . 1-J.- ---- -.-1--:-
LC iia uulu,nu<i y acuiiiuiauv yala IcLaclLinarse
con el medio.
En este contexto, los conceptos de patrirriuriiu
drribieiital y etriulvgico, la necesidad
de proteger la biodiversidad y la diversidad
cultural, se imbrican de tal forma
que parece complejo establecer los límites
entre uno y otro. Si ello es así en muchos
territorios, todavía resulta más evidente en
ia isia de Lanzarote, donde sociedad y naturaleza
han mantenido, hasta no hace muchos
anos, una singular y amable relación.
Ésta se ha conservado de una manera especial
en la Vega de Mala-Guatiza (Lanzarote),
objeto de este estudio, donde el "paisaje
de la cocliinilla" representa una de las
pervivencias más singulares de este tipo de
cultivo en el ámbito de la Unión Europea
j7, si atendemos a su extensión, también de
Canarias, donde hoy está prácticamente
desaparecido.
En deiiniti\/d, 1~ dntiguu, lo bellc), y, pur
ende, lo escaso convergen en el concepto
de patrimonio ambiental-cultural, y se
constituyen en tres de las claves que pueden
estructurar un sistema de valoración.
Éste, aunque con inevitable subjetividad
asumidd, permite afrontar de forma sistematica
su incorporación en los diagnósticos
ambientales utilizados en la planificación
territorial.
En este sentido, se puede afirmar que la
validrr y eficacia de la planificación territoridl
depende de la adecuación existente
entre los iisos asignados al suelo y las características
ecoantrópicas. Esta correcta
asignación sólo puede realizarse desde un
profundo conocimiento de los recursos naturales
y humanos del territorio, así como
de la potencialidad y limitaciones que de
ellos derivan, es decir desde la realización
p r e ~ i a de diagnkticos ambientales. Sin
embargo, estos diagnósticos se limitan con
frecuencia a valorar sólo la calidad natural
del medio, su belleza visual o los problemas,
tanto naturales (riesgos) como antrópicos
(impactos), y abordan dr forma muy
tangencia1 los valores culturales del espacie
vbjetu de intcricnción.
En general, el tratamiento de las manifestaciones
culturales en el planeamiento
se limita a la enumeracibn de los elementos
arquitectónicos, arqueológicos o etnográficos
que se encuentran recogidos en diferentes
catálogos y cartas de protección.
Aunque es la solución más utilizada, esta
forma de abordar el patrimonio cultural
yia~iirds ri ids L i e i i ~ i e ~ ~p~uli dL~U, ~ I ~ e~>L-J
tablece una valoración de acuerdo a la existencia
o inexistencia de protecciories legales,
dejando fuera de consideración otros
elementos excluidvs de los catálogos por
falta de actualización, inexistencia de éstos
o por no considerarlos en el sistema de valoración
utilizado.
Ello ocurre, con frecuencia, con los elementos
etnográficos que, sin embargo, expresan
de forma contundente la percepción
que el hombre tiene del espacio que explota
y de su evolución a lo largo del tiempo.
En este sentido, destaca la labor realizada
desde hace afios por algunas inslituciones
como, por ejemplo, la FEDAC (Fundación
para la Etnografía y el Desarrollo de la Artesanía
Canaria) y las corporaciones insulares
(Cabildos) de diferentes islas. La producción
que están realizando de cartas etnográficas,
inventarias e informes está, a
su vez, facilitando, no sólo la puesta en valor
de estos recursos, sino tainbién su incorporación
en la información territorial
necesaria para elaborar los diferentes planes
de ordenación.
A todo lo expuesto se une la peculiaridad
de Canarias, donde la legislación impone
determinadas normas al abordar los
valores culturales. Y así, el Decreto 35/1995
de "Contenido Ambiental de los Instrumentos
de Planeamiento", que regula los
aspectos ambientales de los planes territoriales,
grnrralw y de d~sarrnllnd, etermina
la necesidad de establecer diferentes valores
de diagnóstico, entre ellos el balar cultural,
y de realizarlos a través de unidades
homogéneas de paisaje, como marco metodológico
dentro de un enfoque sistémico,
,y-,m",.-" ' c . 3 3 -r,,-tr,..;r,.. ;,.&r,",-m,-;A.- r,- 1 - -n,.;c; "U y"""""' U"' b""""' U' "' '""U'
cación que toda propuesta de ordenación
requiere. No es suficiente, por tanto, un
simple listado de elementos, niás propio de
un catálogo, sino que requieren ser adscritos
espacialmente a cada unidad ambiental
e ii~coryoi-adosm, ás allá de la fase de inventario,
a las de diagnóstico y propuesta.
Es precisamentr desde el convenci-
I I & I ~ ~ L J de qut. es ~l txe sd~~iuI ~ C U I ~ U~ IU~JL
valores culturales rn los diagnósticos ambientales
de dunde arranca la realizacicín
de este trabajo. No obstante, debe ser considerado
tan sólo una primera aproximación,
pues el objetivo del estudio que se
presenta se centra, por el moinei-ito, sólo en
las posibilidades de valoración, tratamiento
espacial y generalización cdrtogrifica
del valor cultural. Este ejercicio entraiia, a
su vez, serios problemas por diversos motivos.
El primero de ellos, tal vez el más
importante, es el de determinar el valor
cultural intrínseco, utilizando "el objeto"
coino indicador material del valor etriológico,
muchas veces intangible. Cabe plantearse,
en este sentido, cuál reviste mayor
El valor citltural de los diagnósticos de calidad para la conservaci6n ... 221
importancia: el más antiguo, el más bello,
el más escaso, el abundante pero que suministra
m6s i n f om~a c i hcu ltural, es decir,
un paisaje, un edificio, un muro de piedra,
un fragmento de cerámica ... El segundo es
cómo adscribir a una unidad ambiental dada,
que se representa mediante un área,
unos recursos que, en la mayor parte de los
territorios, poseen carácter puntual muy
localizado, pero que el propio proceso de
integracicin metodológica de la elaboración
de un plan exige que sean valorados espacialmente.
Esta tarea ya fue abordada en el
ámbito municipal, en el marco de la Evaluación
Detallada de Impacto Ambiental
del Plan General de Ordenación Urbana de
Arucas (Pérez-Chacón ft nl, 1994). La aproximación
realizada entonces contribuyo a
poner de manifiesto las dificultades para
integrar el valor cultural en el diagn6stico
ambiental.
Por ello, hemos vuelto a retomar esta
rpflpxihn ante e1 encargo r~ali7arinp nr Ia
Fundación César Manrique al Grupo de Tnvestigación
de Geografía Física (Departamento
de Geografía) de la Universidad de
Las Palmas, y formalizado mediante un
convenio de colaboración (Convenio
01063) a través de la Fundación Universitaria
de Las Palmas. La finalidad era la de
realizar un diagnóstico de calidad para la
conservación de la Vega de Guatiza-Mala y
su entorno. Se consideró entonces que, debido
a las peculiaridades de este espacio,
donde los recursos culturales ticnm un
protagonismo incuestionable, éstos podrían
sustentar en gran medida cualquier propuesta
de conservación.
AREA DE ESTUDIO
El área de estudio comprende el espacio
conocido como Vega de Guatiza-Mala y
su entorno inmediato. Está ubicada en la
vertiente septentrional de la isla de Lanzarote,
entre los términos municipales de Teguise
y Haría. Ocupa 21.8 Km-, correspondiendo
la mayor parte de ellos a Teguise.
El relieve se caracteriza por la dominancia
de superficies llanas, desarrolladas sobre
dep6sitos aluviales y coladas Iávicas (foto
1). Los desniveles más imnortantes se localizan
sobre los relieves del Macizo Antiguo
de Famara, que constituve el Iímitc
occidental del área de estudio, y en los edi-
P. . . > . . . - - . * tlcios volcanicos de iinamaia y Las mide
retas de Guatiza, correspondientes a la Serie
Basáltica 111 (Fúster et al, 1968). Estos últimos
se disponen en el sector central del
UILU, LVI IIVI ,.,U. IUV "..U U . L L L . - U C . \ , . I UL U.
rección nordeste-suroeste.
Su clima se define como desPrtico cálido
y seco (Marzol, 1988), con temperaturas
medias en torno a los 20", y precipitaciones
que apenas superan los 130 mm. De acuerdo
con estas condiciones, combinadas con
la intensa explotación zooantrópica de la
zona, la vegetación dominante responde a
un matorral mixto degradado, de porte subarbustivo
y fisionomía abierta, donde predominan
Er<ri/ii~rbia cibtir~ifiiliri (tdbaiba
amarga), Klernin neriifolin (verode) y Lriirnnea
arliorescens (ahulaga). No obstante, en los
sectores costeros, esta vegetación comparte
el espacio con comunidades halófilopsammófilas
entre las que figuran algunas
con un alto interés botgnico.
Por lo que a los usos del suelo se refiere,
los rasgos mas destacados son el marcado
carácter agrícola de este espacio y la
pervivencia "ciinsi arqueoló,pica" (Díaz y Jimtnez,
1990) del cultivo de la cochinilla. El
primero se explica por el importante desarrollo
de los suelos correspondientes a las
clases agrológicas 111 y IV (Marcos Dicgo,
1986), que, a pesar de sus deficiencias, son
las de inayrir- dptituct que es posible encuntrar
en la isla. En lo que respecta al cultivo
de la cochinilla, si bien la superficie
destinada al mismo se ha visto drcisticamente
reducida en las últimas décadas, especialmente
en el área costera, todavía registra
una importante ocupación cn el sector
central de la Vega. Consiste este cultivo
en la cxplotaci6n de Cocciis cacti (cochinilla),
parásito que se fija y cría en las tuneras
(Opilntia ssp.), de donde será recolectado
para ser utilizado en la fabricación de
tintes naturales. Se trata de un cultivo cuyo
carácter, a lo largo de todo el proceso
(plantación de las pcncas de tuneras, infección
de las mismas por el parásito, recolección
y secado de la cochinilla), es
completamente artesanal.
La metodología utilizada para determinar
el valor cultural de la Vega de Guatiza-
Mala se inserta, como ya se ha sehalado, eii
el contexto de una investigación más amplia,
cuyo principal objetivo es determinar
la potencialidad y limitaciones que derivan
de las caractcrísticas naturales y antrópicas
de este espacio, de cara a definir su calidad
para la conservación. Para ello, y sigiiiendo
los procedimientos utilizados por la
Ciencia del Paisaje (Bolós, 1992; Rougerie y
Rproiitchachvili, 1995; Zori.neve!c!, 19-51 y
las aplicaciones dc 6sta cn la planificación
territorial (Pérez-Chacóii, 1YY5), la secuencia
mctodológica comienza con la delimitación
de unidades homogéneas, que servirán
como unidades territoriales básicas y
sistema de referencia espacial para la
elaboración de diferentes valores dc diagnóstico.
P
cii esic curiiexio, ci vaiur cuiturai es
uno de los parámetros de diagnóstico utilizados
para estimar la calidad para la conservación.
Con 61 se pretende mostrar la calidad
de los recui-sos cullurdlrs presentes
cn cada una de las unidades, expresando
así cuáles son los sectores que, por sus valores
patrimoniales, merecen ser preservados
de procesos de transformación irreversibles.
Para su elaboración se ha partido de
la información aportada por la Seccion de
Patrimonio del Cabildo Insular dc Lanzarote
(referida al patrimonio histórico-artístico
y arqueológico) y de la aportada por
expertos en la materia. De igual forma, la
valoración intrínseca de algunos elementos
etnográficos (morfología parcelaria, presencia
de muros, bancales, ga~rias..,. ) se ha
basado en observaciones de campo.
Las categorías finales de valor cultural
se han establecido teniendo en cuenta tanto
las características de la isla de Lanzarote,
corriu Id5 de la prupia vega y su entorno.
En este sentido, los elementos etnográficos
(explutdciones de sal, muros de
parcelas, bancales o gavias) se han considerado
con el mismo nivel de calidad que
los yacimientos arqueológicos y los edificios
catalogados. Pesa en esta decisión lo
expuesto en la introducción de este trabajo,
así como el hecho de qiir rstamns ante
un medio insular de rediicidas dimensiones,
duride cualcpier manifestación cultur2l
arlqiiipre el máuimo significade espacial.
Junto a ello, se ha mantenido el criterio
de que la intensa actividad humana, y
las huellas territoriales por ella generadas,
constituyen sin duda uno de los rasgos
más definitorios de este paisaje, donde se
cunstatü ün cxcc!cntc ejen;p!o reloción
armónica secular entre Id d d d p t d ~ i hd el
hombre al medio, para obtener una produccivn
agrícola, y la coiistrucción de un
paisaje bello y singular. Por todo ello, el valur
cultural de cada una de la unidades se
lid eslablecido d partir de la presencia-ausencia
de elementos patrimoniales y de su
densidad. Así, los valores asignados responden
a ias siguientes categorlas:
1) Muy bajo: unidades en las que no
OUnversdad de a s Fanas d? Gran Canara i t o e c a Unuestsri Memmi Dgta le Caniris 20815
integrar J ron5iderar, de forma conjunta y
espacd, lus recursos culturales nwncionados
hasta ahora 1 os resultados obtenidos
de la aplicaciori de estas categorías se
presentan ciiantitativamente en la tabla 1
Su representacion espacial aparece en el
mapa 1.
Muy bajo 10 22.7 333.36 15 3
-
üa~o 7 15.Y LY3.6 LJ 3
Medio 2 4.5 162.0 74
Alto 19 43.2 1176.16 53.9
Ivluy dltu 6 13.6 215.13 9 O
Los daivs resuliaiiies se ericueritran en
consonancia con la variedad y densidad de
recursos culturales presentes. Casi un 6.2%
Uei esy'~cio posee vdior cuiturai aii-o y muy
alto, lo que se traduce en una clara necesidad
de preservación de los procesos de desarrollo
o modificación. Entre las unidades
de muy alto valor cultiiral (10% de la superficie)
se encuentran aquellas en las que
se ha detectado la presencia de vestigios
arqueológicos y la unidad de las salinas. A
ellas se añaden el núcleo de Guatiza y una
uniaad aayacente (unidad U), que concentran
la totalidad de los elementos del
patrimonio arquitectónico y cuentan con
numerosos muros de piedra volcánica.
El 54% de la superficie de la vega se incluye
dentro del valor cultural alto. Coincide
con sectores donde las prácticas agrícolas
han originado una fuerte parcelacihn
del espacio, mediante muros que forman
un continuo espacial, o han permitido la
existencia de infraestructuras de gran originalidad
como las gavias. Si el patrimonio
etnográfico es menos generalizado, las unidades
se incluyen en el valor cultural medio,
categoría que se alcanza tan sólo en
dos unidades (una cabecera de barranco y
un malpaís).
Finalmente, tal como puede comprobarse
en el mapa correspondiente, aquellos
sectores que por sus especiales condiciones
topográficas o edáficas no han sido roturados,
así como los muy degradados, completan
el espacio cuyo vdvr cultural es bajo
y muy bajo. Ese es el caso de algunos conos
vulcánicos, como Las Calderetas, las
laderas y microcuencas, de fuerte pendiente,
ubicadas en el limite occidental del
área, o los arenales. Entre los lugares muy
degradados, donde cualquier registro etnográfico
ha dcsaparccido, se encuentran
las urbanizaciones costeras y las áreas de
extracción de suelos y piroclastos.
Como se desprende de las páginas anteriores,
esta vega dispone de grandes valores
culturales, entre los que se encuentran
muchos elementos etnográficos, testimonio
de la actividad que ha modelado el
paisaje, y sin duda los que contribuyen en
mayor medida a esta riqueza cultural. En
el mismo scntido sr manifiestan los hienes
arqueológicos y arquitectónicos que, aunque
menos abundantes, son determinantes
en la ele~ada calidad cultural alcanzada
por algunos sectores. En resumen, más de
la mitad de las unidades (63.7% de la suy*
n*iL;n4-\L ..L.L, y--"" u,LL,L,L, ,. .".- d\-,*L, L."., L" .U. I,LL. .U- "Ll -L" , LLa '-L1L'-L,", C, Y
muy altos, cifra extraordinariamente elevada
que deriva, precisamente, de la adecuada
intervención humana en esle paisaje.
Por otro lado, y tal como confirman los
datos numéricos, el m6todo emplrado para
vaiorar ia caiiciaa cuiturai, con ias catcgorías
seleccionadas, parece ser bastante
adecuado para el contexto de la Vega de
Guatiza-Mala. No solo porque incluye la
consideración de componentes normalmente
olvidados en este tipo de valoracicines,
sino porque facilita su tratamiento espacial
y cartográfico. No obstante, es cierto
que en este caso la generalización
cartográfica plantea menos problemas,
pues buena parte de los bienes etnográficos
226 Felicinno Tnuío / Pt~vificaciónR uiz / L u i s Hermfi~dcz/ Erririui lJéuez-Cii~icór~
no se limitan a localizaciones concretas, sino
que, con mayor o menor densidad, se
encuentran de forma generalizada estructurando
numerosas unidades de paisaje.
Sin embargo, y retornando las consideraciones
realizadas al comienzo de este artículo,
queda la incertidumbre de hasta qué
punto la utilización de los "objetos" como
indicadores del valor cultural puede considerarse
un procedimiento válido. Si bien es
cierto que resuelve una parte del problema,
su representación y valoración espacial, así
como su incorporación en los diagnósticos
ambientales, no cabe la menor duda de que
iio consigue responder, sino parcialmente,
a la consideración integrada del patrimonio
e!nológico. El método utilizado valora
solamente aquel patrimonio cultural que
puede cvncretarse en elementus materiales,
bien sean edificaciones, yacimientos arqueológicos
o intracstructuras asociadas a la
actividad agrícola que ha modelado y
transformado este paisaje. Sin embargo, sólo
permite integrar indirectamente aquello
que no sc materializa, pues resulta complejo
incorporar en el sistema de valoración
empleado cuestiones tan significativas,
para la configuración de un territorio,
como la utilización de técnicas singulares,
toponimia, tradiciones mágico-religiosas,
patrimonio de transmisión oral ... La propia
Ley 4/1999, de 15 de marzo, de Patrimonio
I Iistórico de Canarias, dice en su artículo 2:
" .... También foririan parte del patririiorziu Iiistórico
canario los bieiies iiiiiiateriales de in c u -
tuya popular ..." , destacando así la importancia
de los aspectos señalados. Por ejemplo,
la existencia de una gran riqueza
toponímica es una fuente de información
para la reconstrucción histórica de la actividad
humana, pues los topónimos están
dotados de una gran carga histórica y cultural
(Lobo Cabrera, 1997). De hecho, la explicación
a algunos fenómenos territoriales
que parecen incomprensibles en la actualidad
radica muchas veces en consideraciones
de esta índole, por lo que resulta paradójico
no coi~templarlosd esde el punto de
vista metodológico.
Pero, jcórno incluir las prácticas asociadas
al cultivo del enarenado, al que también
hemos considerado bien etnográfico, o
lo que es mas importante, cómo considerar
el conjunto de tareas asociadas al cultivo
de la cochinilla y elaboración de tintes, o
cómo hacerlo con los topónimos? Es precisamente
en esta línea en la que pensamos
seguir profundizando, pues nos parece un
interesante desafío determinar no sólo como
pueden valorarse, sino, en tanto que
geijgrafos, cUmo puede afrontarse el tratamiento
espacial de estas cuestiones.
E1 valor cultural de lus diagn6sticos de calidad para la conservación ... 227
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