VEGUET.4. Número 6. 2001-2002 41
LAS CATÁSTROFES NATURALES Y EL DESARROLLO
URBANO: EL ALUVIÓN DE 1713 Y SU REPERCUSI~N
EN LAS PALMAS
54 Pedro C. Quintana Andrés
Resumen: Las Palmas fue una ciudad
sacudida periódicamente por una
serie de catástrofes naturales quc gene
raron gran incrrtidumhrr, elevados gastos
económicos e, incluso, muertes en el
seno de una sustancial parte de su población.
La mayoría de estos episodios
estuvieron relacionados con las rcitcradas
avenidas del barranco Guiniguada,
ciivo caiice dividía a la urbe rn dos partes,
siendo la registrada en 1713 una de
las principales por la dimensión del desastre
y la demostracion de la prolrerbial
incapacidad de las autoridades para
afrontar el problema, el cual no tuvo una
sü:ciri6ii yaiiia: liasiñ 105 ii-iiciüs de: siglv
XIX.
Palabras claves: catástrofes naturales,
avenidas, barranco, desastre
Abstract: Las Palmas was a city periodically
shaken by a wries of natural
cathastrophcs that gcnerated great un
certainty, high economical expen5es and
deads in thr bossom of a great part of
popuiation Mo5t oí these episocies were
related with the reneated ilood ot the
Guiniguada ravime, which rilrerbanks
diridcd thc city in two purts and being
that recorded in 1713 one of the most important
due to the dimensions of the disaster
and demonstration of the proverbial
incompetence of the authorities to
face the problem, wich did not havr a
parhl solution until tlw beginning of
XIX century.
Keys-words: riatural cathastrophes,
flood, ravime, disaster.
Las caiamiciacies generadas por ias condiciones
meteorológicas, los movimientos
telúricos o los ciclos períodos de recesión a
causa dr las alternancia de sequías y excesu
de precipitdciones fueron laclores iiaturales
que afectaron de forma cotidiana a la
población durante el Antiguo Régimen.
Las peculiaridades de la producción agraria
e industrial, la falta de las mínimas niedidas
higiénico-sanitarias o las carencias
de unas básicas infraestructuras urbanas o
en la vivienda coadyuvaron a incrementar
los desasties. Las situaciones descritas se
vieron incrementadas en sus efectos destructivos
por otra serie de acontecimientos
como fueron las guerras, las dificultades en
las comunicaciones o la lejanía a zonas de
auxilio, impidiendo el urgente socorro a los
damnificados.
Los episodios de catástrofes se multiplicaron
durante todo el Antiguo Régimen
donde a los terremotos registrados en 1 isboa
-1755- y lo5 generados en Aniérica
-Panamá, Méjico-, se sumaron la rigurosidad
del clima, como la pequeña era glacial
registrada en Europa entre los siglos
XVI-XVIII (TONT, 1988), o las múltiples
a~alanchasy desbordamientos de ríos en
Ce~itroeuropdC. driarias, pese su posición
geográfica privilegiada y la benignidad dr
sil clima subtropical, no qued6 exenta de
ese tipo de incidencias y a las cíclicas crisis
agrarias a las que estuvieron sometidos
Inc hshitantoc r-l-o l.-l c.- i clsc h;ict-a. l-n.c u nrimpros
albores del siglo XX, de especial gravedad
fueron las de Fiiertevrntiirn y Lan7arotc
( ROLD~ ~DNE LGADO 1967), se sumaron
numerosos episodios de diversa
índole y repercusión: terremotos, como el
acontecido en El Hierro cn 1793 (DARLZS,
1988; BETHENCOURT 1982); los dantescos
episodios de vulcanismo de notable virudos
de actil idad más destructiva fueron en
1646 y 1677 que anegaron en Fuencaliente
la cuiiocida «Fueiik Santa-, Teneiife
-coi1 la iiotable y desgraciada destrucción
de la villa y puerto de Garachico (ACOS-
-.
Ir\, 1994; CiSrRAiu'tSCü, 1 9 7 - o Lanzarote,
con la erupción de l'imanfaya entre
1730-1736, que implicó la desaparición de
numerosos núcleos de población y tierras
de labor (ROMERO, 1991; IIERNÁNDGZ,
1991); los aluvionrs catastrófic»s que arrasaron
viviendas cn la citada Garachico en
1645 (CIOKANESCU, 1977), Canta Cruz de
La Palma de 1783 (LORENZO, 1987) o, incluso,
la destrucción del convento e imagen
de Nuestra Seiiora de Candelaria en 1826
Las catistrofes naturales y el desarrollo urbano: el aluvión de 1713 y su repercusión ... 55
(RODRIGUEZ, 1913); las múltiples plagas
que azotaron los campos (langosta, alhorra,
cuervos, ratas); etc.
Todos ellos supusieron un notable impacto
sobre la población por su incidencia
demográfica -con repercusión de gran
relevancia durante los períodos carcnciales-,
religiosa, al impulsar múltiples celebraciones
y rogativas realizadas para propiciar
la intervención o dar las gracias a la
divinidad, u espncjalrs, tal romo sucede en
diversos momentos en ciudades, pueblos y
amplias áreas de las islds (BETHENCClUXT,
1988; LGRCNZG, ?%7!, sien&
uno de los prii-icipales actos referenciales
más destacado los referidos episodios de
vulcanismo registrados eri Ldrizdrole entre
1730 y 1736.
EL BARRANCO GUINIGUADA Y SU
INCIDENCIA EN LAS PALMAS
DURANTE EL SIGLO XVII
Las Palmas fue una urbe fundada en
torno al curso del barranco Guiniguada, el
cual se erigió como el límite de demarcación
y, a partir de la segunda mitad del siglo
XVl, como navaja occaniana socioeconómico
entre los barrios históricos de la
ciudad: Vegueta y Triana. El cauce estaba la
más de las veces seco por las estacionales
restricciones piuviométricas y ias captaciones
de aguas realizadas en las partes medias
y bajas de su trazado para el riego de
las huertas y cercados de los pagos de La
Angostura, Lleleguinas o las parcelas situadas
en las ireas de cultivo de la propia ciudad.
Este adquiría un aspecto arrieiiazacior
y peligroso ante las periódicas avenidas
con las que sorprendía a los vecinos de Las
Palmas y, sobre todo, a los emplazados en
las zonas urbanas adyacentes a su cauce
(calles como las dc la Herrería, la Pelota,
Carnicería o el área del sector denominado
del Terrero), muchas situadas a un nivel inf
~ r i oarl alcanzado por la corriente de agua.
Las reiteradas avenidas catastrbficas se
sucedían influidas, muchas veces, por el
creciente proceso de deforestación de las
áreas de medianías y la profunda erosión
de terrenos generada en la isla desde mediados
del siglo XVl, la mayoría de las veces
aspectos tan transccndentcs como el de
la propia masa de lluvia caída. En todo caso,
las fuertes arroyadas, acrecentadas por
las tributaciones realizadas por otros cauces
de menor fuste sumados al barranco
principal, se convertían a su paso por la
ciudad en avenidas de carácter catastrófico,
pues en su litoral desembocaba el
barranco Guiniguada.
T.6~i c am~ntlor ,s reiterados aluviones y
los días con abundantes registros pluviométricos
tuvieron especial repercusión en
Las Paln-ias quc, como ciudad con unas infraestructura~
internas precarias y un espacio
urbano constrefiido por las limitacioncs
impucstns por las murallas al norte
y sur, las colinas circundantes en el oeste,
el mar en el este y los terrenos o huertas de
cii:iivu de nbaj;eciiiiirri:v, 1-,o pu& hacer
frente a estas situaciones de emergencia
por la propia precariedad de parte dc su
población, la incapacidad de sus dirigenles
en la búsqueda de soluciones adecuadas, la
limitación de los fondos del '4yuntamiento
y la falta de una política de prevención, la
cual ~ 6 1c~om) enzará a vislumbrarse de forma
efectiva a final del setecientos,
bstos aluviones catastroficos se registraban
con cierta frecuencia en la isla y la
ciudad, arrastrando habitualmente la masa
de agua a su paso el único puente que
comunicaba a los dos principales barrios
conformadores de la urbe palmense. De esta
manera, en 1~)dsñ ob de 1610, 1611, 1613,
1615, 1688 o, en especial, el de 1694 las
avenidas arrasaron con un elevado número
de viviendas y parcelas de labor',
además de destruir el citado puente, reedificado
tras cada nuevo desastre en madera,
aunque a fines de esa centuria, intentando
que fuera más resistente su estructura,
se combinó ésta y la piedra, aunque
el desembolso realizado en la adquisición
de piedras fue limitado al no poder hacer
frente a más gastos el Ayuntamiento en ese
momento.
Las fuertes precipitaciones provocaban
un gran temor entre la población por los
cuantiosos daños ocasionados a la agricultura
y las propiedades, no siendo extraño
el pavor reflejado en diciembre de 1611 por
el escribano de Telde Francisco de Cubas,
cuando se admiraba de las cuantiosas lluvias
caídas sobre la isla el día 15 del citado
mes, recordando que ( a y bino el barranco
(de Telde) de una agua que llobío de bendaba1
que tanta manera que pasó por ensima
d r la p ñ a qiir está ah~xo»' También
los efectos de las lluvias de 1611 en Las Palmas
fueron muy perjudiciales para sus vecinos
que dcbicron contribuir para construir
el citado puente de madera, llamado
vulgarmente '.de palo>>'q, ue ya había sido
reparado por el mcs dc agosto de aqucl
año. Al unísono, se produjo en dicho aluvión
la inundación de las calles y viviendas
sitüadñs eii 105 ii-~Ai-geiieU~ d ~i iui c . ,C CI ~ I
especial virulencia y ruina de las casas
emplazadas cn cl scctor llamado de la
Herrería.
Idéntica situación se vuelve a general
en 1613' y, con mavor gravedad, en
septiembre de 1615. En esta ocasión la
abundante agua circulante por el cauce del
Guiniguada no sólo arrasó con el puente,
sino que se ciesborcib anegando con gran
violencia las vías más cercanas del barrio
de Vegueta. Las calles de la Pelota, Carnicería
y, en especial, la Herrería fueron
inundadas y varias edificios emplazados
allí se vicron arruinados parcial o totalmente.
Uno de los principales propietarios
perjudicados fue el Cabildo Catedral, ya
que siete de sus viviendas administradas
por mandas pías o de las cuales era propietario
se vieron afectadas. Así, en la calle
de la Herrería se derrumbó una casa alta,
donde vivía doña Luisa Ramírez, perdiéndose
a partir de esas fechas no sólo la edificación
sino también el rédito perpetuo de
2.500 marnvedís pagados anualmente al
Comunal Grande. 4 ella, se unieron otras
cuatro viviendas dc una sola planta cmplazadas
junto al puente -habían sido
compradas a censo perpetuo por el mercader
Berbier, la liberta Isabel de Fuentes,
Francisco IIeriiández, oficial de l~errero,y
el canónigo Suárez Ponce- que quedaron
con graves problemas en sus estructuras o
derruidas por el violento embate del agua.
Una vez más, el Ayuntamiento de la isla,
además de las limosnas otorgadas por el
Cabildo Ca teciral, ciehií, aportar una sustancial
parte de sus reducidos fondos para
remozar el puente y también las vías cercams
u1 ~ ~ Z T ~ E C aCd,e mis de refurzar !as
defensas laterales de los márgenes contra
nuevos crecidas catastróficas. Finalmente,
el precedente inmediato a la crecida de
1713 fue la registrada en 1694, cuando los
vecinos de las zonas de la Herrería y el barriv
de San Justo y Pastor se vieron
sorprendidos dentro de sus viviendds por
una atronadnra arroyada del barranco que
durante varias horas inundo las calles de
ambas zonas y obligó a desalojar numerosas
viviendas en el segundo barrio citado.
Las propias murallas que se había realizado
a partir de los anos ochenta en el barranco
quedaron destruida, debiendo el
Cabildo contralar a albaiiiles pdrd bu
remozamiento y reforzamirntoi.
EL ALUVIÓN DE 1713 Y SU IMPACTO
EN LA CIUDAD
El ano de 1713 dio comienzo en las islas
con mal augurio, no sólo por los acontecimientos
negativos atcnazadores de la
corona sino también por la difícil situación
por la que pasaban una importante fracción
de su población tras la etapa recesiva
de 1701-1703, período que dejó indeleble
huella en islas como Fuerteventura y
Lanzarote ademiís de afectar severamente
en todas las islas a los grupos con menos
recursos. A estas circiiiistancias se unió una
nueva catástrofe como fue rl llamadn
((diluvio de 1713,), el cual incidió con distinta
aunque notable intensidad en cada
Las catástrofes naturales y el desarrollo urbano: el aluvión de 1713 y su repercusión ... 57
una de las islas de la región. En Fuerteventura
las lluvias ocasionaron un considerable
deterioro de los principales caminos
de comunicación entre sus núcleos de
población más importantes, convocando el
Cabildu a iodos los vecinos para que, junto
al regidor de su distrito, se dedicaran a
componerlos y rehabilitarlos al tráfico hasta
fiel tiempo oportuno de arreglarlos
totalniente), (ROLDAN-DELGADO, 1967;
206).
En Tenerife sus efectos fueron, aparentemente,
tan o más debastadores pues,
según Viera y Clavilo, la precipitaciones
arreciaron tan abundantes durante toda la
noche del 24 de enero, momento de comien70
del temporal, que el convento de
los franciscanos laguneros se inundó escapando
los religiosos «con la majestad
sacramentada y la insigne imagen del Cantísimo
Cristo», para tomar refugio en las
casas de los condes del Valle de Sdla~arE. stc
parccc h2hc.r sidu c! incidc.fitt. m8s r o ! e
vante, siendo socorridos los frailes por los
citados condes y por el propio Ayuntamiento
tinerfeno, el cual les concedió una
primera ayuda cifrada en 1.000 escudos
(VIERA, 1982; 315).
La misma interisidad t~ivieruri lds precipitaciones
recogid'is en Gran Cariarid,
siendo especialmente afectada la ciudad de
Las Palmas y ias áreas cosieras Uei riorie de
la isla. En la segunda se registró la especial
virulencia ocasionada por los barrancos de
Anzo y Garzas que incidieron sobre los núcleos
de población de Gáldar y Guía donde,
además de algunas viviendas derruidas,
se vieron seriamente perjudicadas aigunas
huertas y cercados de gran
prod~lctividadL. a lluvia arruinó gran parte
de la cosecha de millo y cereales de ese
año en la comarca noroeste de Grari Cdnaria,
además de ocasionar un impacto negativo
en la mayoría de las economías
particulares de sus vecinos. De esta manerd,
don Juan del Saz y Tejada, secretario y
alg~iacil mayor de la Inqiiisiciíin, rrcordaba
en el tardío año de 1743, como en la citada
fecha «con el dilubio de aquas que paresió
en esta isla el año pasado de mil1 septesientos
y trese, se inundó de forma dicho
zercado (la parcela era la conocida por el
nombre de ..La Grama),, sita en el barranco
de Gáldar de la que se pagaba anualmente
un total de 3.024 maravedís de renta perpetua
a la Coirddía del Saritísimo Sacramento
del lugar), que quedó hecho barranco,
y todo tí un pedregdi, de forma que
para que fructificase fue preciso cercarlo,
limpiarlo de piedras y sorribarlo y costó
800 reales,)".
La misma repercusión catastrófica se registró
rn Moya donde, al arrastre d~ tierra
y pérdida de la cvseclia, se sumó la ruina
del templo parroquial, bendecido en 1673,
rindiéndose uno de los testeros además de
caerse las campanas al suelo (CABRERA
VELEZ, 1993). Parecidas circunstancias se
registran en Las Palmas, tiñendo de pesadumbre
unos inicios del siglo XVIII, como
co h.. citsdc ccn anterierid~c!, n.?dz ha!agüefios
para los habitantes de la ciuddd
donde, a la dantesca crisis con la que se inició
el siglo, le sucedió u11 período dc inccr
tidumbre económica y de estancamiento
demográfico, si se compara el crecimiento
de la (ir-he ron las ái-ras 1-111-alec5e rcanas a
ella ti con otras ciudades de cierla jerarquía
dentro de la región. Parte de la población
cdr~ipesiri~qui e i r~iúicioi i~i~r~it~.~dii)iíedI IUtrido
los efectivos urbanos disminuyó en su
flujo hacia 1'1 urbe y Gsta no fue capu, como
hasta ese momento tampoco lo había
podido reali~ard, e aurneritar su vecinddriu
s6lo a base de sci crecimiento vegetativo,
además cie ver como aigunos miembros de
grupos urbanos -especialmente I-iortelanos
y labradores- se desplazaban hacia
pagos de población cercanos de incipiente
auge ecori6inicu (Marzagdri, Fondillo, Dragonal,
Ollería, Atalaya).
La jornada de enero de 1713 fue muy
significativa pues durante muchos años se
convertirá en un referente para describir
un día aciago en la vida de la ciudad. Tal
cvmv acvnteció en las avenidas precederiLas
catástrofes naturales y el desarrollo urbano: el aluvion de 1713 y su repercusión ... SY
tes, las partes bajas de los barrios cercanos
al barranco se inundaron derrumbándose
varias viviendas pero, en esta ocasión, la
fuerza de la precipitación fue tal que arruinó
otros edificios alejados de las tradicionales
zonas de incidencia. El propio Cabildo
Catedral, en acción de gracias por no registrarse
mayores problemas, instituyó el
25 de enero de 1715 una misa perpetua de
primera clase, pucs creían que el 26 de enero
de dicho año la desgracia se abatiría sobre
la ciudad pues en dicho día .<se expcrim
~ n t óPI mainr rnnflictc~d e esta ciudad,.
llevándose el barranco el puente y arruinándose
gran parte del pueblo y las innundacioncs
con cl orror de no axTer raiado
la claridad del día más de la siete de la
mañana por el re lo^))^.
El convento dc San Bcrnardino de Sena,
orden de Santa Clara, fue una de las instituciones
más afectadas en su estructura y
eiüriüii-ch. Eesde antes de 1712 e! irtuilasterio
sostenía pleito con los poseedores del
vínculo del arcediano Domingo de 12lbiturría
Orbea y Salazar pur cuestión de una
vivienda alta y sobradada adyacente al
convento por que desde allí, «presindiendo
del rexistro que con ellas tenía la clausura
y demás ynterioridades de los ejersisios
rreligiososo, siendo materia tan prohibida
quanto digna de especialisimo remedio»,
se observaba el interior del monasterio. El
temporal no sólo ocasionó destrozos en el
convcnto sino que la casa se perdió con el
fuerte temporal y «demolieron los muros
que dibidían el dicho monasterio y habían
quedado totalmente unidas sin ningún resguardo
la clausura>;.
La situación de desamparo de las nionjas
ante las indiscretas miradas exteriores,
la necesidad de ampliar el monasterio por
el número de profesas y la obligación del
propietario de vender, <(por ser uriu de los
cassos eseptuados en que el dueño estaba
obligado,,, incidieron en que las monjas pidieran
el reconocimiento del perjuicio de la
destrucci0n de la vivienda y su derecho a
adqiiirirln. 1.a polbmica Ilegí, hasta la Real
Audiencia, mandando el regente a un maestro
de obras para evaluarla situación, el
cual dio informe de estar las paredes caídas
y el paso franco hacia el monasterio e,
incluso, hacia la casa del deán Jos6 Benito
de Loreto. El 7 de octubre el Tribunal dispuso
la venta obligada de la casa a un precio
regulado por peritos nombrados a tal
efecto. Finalmente, el 24 de octubre se valoró
la vivienda en 860.688 maravedís -
656.448 la albanilería, según los oficiales
Juan Hernándcz y Martín Díaz de Ortega,
y 204.240 la obra de carpintería, 23.7% del
total, por Tuan de ~ a r r i o sy Lucas Pérez,
carpinteros- pagando el monasterio 576.-
000 maravedís de su tasación ron PI principal
de tres tributos y el resto en dinero
cfcctivoH.
Otra institución perjudicada por la avenida
y fuertes lluvias fue el convento de
San Francisco de Las Palmas. En mayo de
1713 e! sargcEto U L U ~ C,L ,Tu,L,-L:-LcL- L" LE un"ln"/fii n Y
L7aldés, sil síndico, manifestaba que la capilla
de la Virgen de la Soledad, a la entrada
de la porlería del convento, .con el yasado
dilubio que la divina magestad tue
servido enbiarnos en el mes de henero próximo
pasado, se bino a plomo y siendo presisa
obligazión de reedificarla,,. La falta de
fondos en el convento obligó a la entrega y
cionacion postmorten ae la capiiia y de su
patronato al canónigo don Marcos Sánchez
de Orellana -lo tomaban en su nombre el
cura del Sagrario Jose de Medina y Betancurt
y doiia Ana Sánchez de Orellana, hermana
del prebendado- para que éstos la
volvieran a construir a cambio de cederle
su titularidad. La capilla tenía 16 varas de
largo y se cubriría para su mejor aco1-idicionamiento
con vigas de tea. A la vez, el
citado don José de Medina disponía que todos
los materiales necesarios para la obra
de reconstrucci6n de la capilla se tomaran,
como mejor vía para abaratar gastos y comenLar
con r a p i d e~la fabrica, de unas casas
desplomadas por el temporal en lina
hacienda enclavada en el pago de Tafira
perteneciente al citado canónigo".
A dicha entidad se añadieron otras de
menor rango aunque de gran reconocimiento
por los vecinos de la ciudad, caso
de la ermita de San Sebastián, cuyo techo
y paredes, ante lo tempestuoso de la jornada,
nu pudieron resistir el volumen de
lluvia caída. El 15 de mayo de 1713 Lorenzo
Tejera, capellán real y mayordomo de la
ermita, pedía al Cabildo Catedral una limosna
para ayudar a reconstruir el edificio,
concediéndosele 14.300 maravedís "l.
De igual manera, el coronel Francisco
de Matos debió enajenar una casa terrera
e11 la calle de la Carnicería a Simón Hpriiández,
aunque la transacción fuera un
nefasto negocio para su mayorazgo pues
sólo pudo hacer el traspaso por una rcnta
anual de 1.440 maravedís -de ellos 1.152
para pagar un tributo perpetuo a favor del
convento de Santo Domingo- ante la minusvaloración
de la vivienda, siéndole inútil
al mayorazgo «por averla arruinado el
p3J"& q.Gr la nagrs:a<:
fuese enviado en los días 26 y 27,)'.
Además de las instituciones, fueron
mucl-ius los pdriiculares afectados por las
fuertes lluvias, empobreciéndose unos a
causa de no tener más propiedades que las
clt~strc!/,dclabp or el dliivión ii otros fueron
perjudicacius con la disrninuciím de sus
rentas. Estos últimos son recogidos en múliipies
ejempios Uiseminacios por ias fuentes
consultadas. Así, los herederos de Bartolomé
Bendito y María de la O acordaban
prolongar el arrendamiento de una casa alta
sobradada, situada en la calle de la
Carrera del barrio de Triana, al comerciante
Diego O'Shdndl~dn pvr un tiempo de dieciocho
años -dos períodos de nueve
años-, además de mantener los otros nueve
años en que le fueron entregadas por
una primera escritura subscrita el 18 de
enero de 1709. La renta anual sería de
24.000 iiiaravedís, la cual quedaría íntegra
para gastos en la reedificación del edificio,
ya que con las lluvias se arruinó con tanto
perjuicio ((que no podremos reedificar ni
con quatro mil1 reales, y hallándonos ynposivilitados
a hazerlo, y a riesgo evidente de
no acudirles a reedificar de perderlas),, no
dudaban en prolongar el arrendamiento
hasta terminado el período y las obras por
parte del mercader".
La imposibilidad de reconstruir su hacienda
fue también uno de los principales
factores que influyeron sobre dona Taciiita
de Figueroa, viuda de don Carlos Descor,
a la hora de enajenar una huerta de árboles
frutales con dos horas y media de agua
situada en el barranco de Las Palmas que,
<<pocr ausa de haverse llevado el barranco
por PI mes de henern de este año mucha
parte de dicha gucrta y reselarme no se lleve
más, como ir creciendo los réditos de dicho
tributo,,, deseaba enajenar para disfrutar
tranquilamente de sus rentas. La venta
se hacía a favor de Bartolomé Cabrera
Bctnncurt por un total de 106.968 maravedís
de los que 48.756, 45,5%, se destinaban
a pagar los corridos y abonar el principal
de un censo siiuiidü süLie Li prupiccidil d
favor de los herederos de Blas García de
Vergara".
Diferente situación era la alegada para
el traspaso de sus bienes por María González,
viuda, que vendía al canónigo Juan
Lordelo de Tobar un trozo de sitio junto a
las casas del adquiriente por 7.200 marav
e d í~t,o mados para reparar la casa de su
nabitación, en parte calda por las lluvias,
((y no tener otro medio con que poderla redificarn".
Los intentos de rebajar las rentas de
arriendos de bienes afectados por la lluvias
o la posterior avenida del barranco fueron
elevados en este período, con diversas formas
de abordar el problema por parte de
los propietarios. En abril de 1713 Domingo
Marrero suplicaba al Cabildo Catedral se le
minorara el pago de la renta devengada a
favor de la institución eclesiástica por una
huerta y dos casas situadas en el barranco
Guiniguada. Marrero alegaba haber sufrido
la desdicha de dos inundaciones qiir casi
le habían arruinado la hacienda, pues en
1694, «que ubo la gran abenida que se IleLas
catástrofes naturdles y el desarrollo urbano: el a l u ~ i hd e 1713 y sil repercusicin ... 61
vó el puente, le serscnó mucha parte de la
tierra, de manera que a costa de mucho trabaxo
se podía pagar tan crecido tributo
15.000 maravedís y 30 gallinas anuales- y
aora, en el diluvio presente, no sólo se llevó
el barranco mucha parte de la tierra, sino
se rrobó de la agua del cielo lo mexor
de dicha tierra y, asímesmo, se caieron las
casas, que la que esti contigua al barranco,
aunque se rredifique, no puede ser a\ itable
por el rriesgo en que está y se nesesita mudar
las dichas casas y fabricarlas en la yarte
superior de dicha guerta y hacer muchos
r r epros de s~>rc.<q;u, e son mili co.;tosos
por el rrcsguardo de dicho barranco>,. Pedía
la rebaja del tributo, ya que hacía treinta
años s6lo se pagaba por la tierra 10.000
maravedís y 20 gallinas y él había elevado
con su esluerzo dicha contribución, pues
las pérdidas habían sido cuantiosas e imposible
de asumir por su economía, pero el
Cabildo Catedral sólo accedió a renovarle
por otras ire5 vicicis su poscsiuii L i úliima
era la de su mujer, María del Carmeny
establecer la renta en 12.500 maravedís y
30 gallinas anuales, además de obligarse a
Domingo a reedificar y tener reparadas las
viviendas".
Idéntica petición hacía Kosa María Farías
al mayordomo de la manda pía del
racionero Alonso Guillfn dc Talavera, ya
que su casa terrera, situada en la calle mayor
del barrio de Triana, la había adquirido
en 1700 por 6.240 maravedís de renta
perpetua anual pero, tras las lluvias de
1713, se cayó la vivienda quedando ella
desamparada por tener a su marido en
América. Rogaba un nuevo aprecio de la
propiedad pues las paredes se encontraban
rajadas, la madera sin poderse usar y estar,
en general, la edificación para scr demolida.
Los apreciadores, Juan Hernández, maestro
albañil, y Juan de Barrios, maestro
carpintero, tasaron la vivienda y materiales
en 70.416 maravedís -de ellos 8.448,
I1,Y'%, sírlri la nhra dr madera- lo que permiti6
rebajar la renta anual a sólo 2.346 maravedí~'".
Caso diferente fue el plasmado en la
transacción del escribarlo público José Cabrera
Betancurt cn su compra al convento
de Santo Domingo de Las Palmas de unas
casas altas sobr'idadas enclavadas en la calle
Guillén de Ayala del barrio de Vegueta.
La vivienda fue traspasada en diversas
ocasiones a personas que la dejaron «detereorar
de calidad que quedaron del todo
ynabitables,>, siguiendo el convento ejecución
contra los dueños de la casa, a los que
se le quitó para rematarlas, aunque nadie
las quería adquirir, más aún, (<que con el
dil~ihin qiir qe esprrimrntn rstr prrsrntr
año haverse detereorado del todo,,. Por
tanto, aprovecliando su rebaja gracias a los
estragos hechos por las prccipitacioncs dc
1713, Cabrera las consiguió en un precio
global de 109.632 maravedís a cuyo rGdito
perpetuo sc dcbía sumar otros 4.800 anuales
a favor de la capellanía de Hernán Moro.
Días despues, el citado comprador, juniü
ii s u mujc~i,c ui-~üid-e Gsoi-io, e :hija prdía
al licenciado Matías Cabrera kárez,
mayordomo de la capellanía de Hernando
García del Castillo, la entrega a censo de
un total de 95.748 maravedís cuyo destino
wría la reedificación de la citada propiedad".
La magnitud de la catástrofe, unida a la
recesión generalizada registrada en la región,
fue uno dc los factores basicos de un
poder otorgado a don Juan Antonio González,
vecino de la Corte, por los escribanos
dc la ciudad Alejandro de Mcdina, Lucas
de Betancurt Cabrera, Esteban I'erdomo
Castellano, José Rodríguez Ferrer y José
Cabrera Betancurt- con el deseo de que
González conlpareciera ante Felipe \' y le
pidiera la suspensión de la cantidad otorgada
para el indulto ofrecido por los escribanos
ante la visita que cada diez anos se
solía mandar desdc la Corte con la intcnción
de supervisar los oficios, «en atensión
a la mucha pobrcssa con que nos hallamos,
v ov con mavores motibos en fuersa del
orroroso cxtrago quc hiso en esta dicha ysla
el diluvio particular que sobrebino en el
62 Pedro C. Quit2tnm Andrk
mes próximo pasado en los días veinte y
seis y veinte y siete, de más de las continuadas
llubias que hubo los días antc-
~edentesn'~.
Incluso, en fechas posteriores a estas torrenciales
lluvias, sus estragos seguían
siendo paradigmáticos para muchos wcinos
que se vieron afectados en menor o
mayor grado con la virulencia de la tormenta.
A la hora de elaborar su testamento,
20 de mayo de 1716, el deán Jos6 I3riiito
de Loreto evocaba los cuantiosos desembolsos
r e d l i~d d~ebn su hacienda de
T2fir2 p2rZ pa!i2r 1 . r12in2 ucas iunu~nan v r "L
el agua, donde se vio obligado a reedificar
sus casas y bodegas desde los cimientos, al
arruinarsc totalmente, además de hdcrr las
obras necesarias para proteger de forma
adecuada la ermita que allí tenía construida
y d granero, e11 düiide ~ L ~ LUIUM pdred
de mampostería para resistir otra posible
catástrofe. En la casa de su vivienda de Las
T'aimas ios gastos ocasionatios por ias iiuvias
se limitaron a la construcción de una
cocina caída'".
EL AYUNTAMIENTO DE GRAN
CANARIA Y SUS INTENTOS DE
SOLUCI ~ND EL PROBLEMA
Las avenidas catastróficas del barranco
G~ i l l i g ~ d dbed V U ~ ~ ~ ~ I dL IreI pI e tir a iv iargo
setecientos sin alcanzar a vislumbrarse
una soluciím adecuada al problema por
parte de las autoridades, multiplicándose
los gastos en el arreglo o total reconstrucción
del puente, el periódico remozamiento
de las ciefensds laterales de íos paseos
adyricentes al curso de agua y la ruina de
viviendas cercanas al cauce. La falta de
fondos en el arca del Ayuntamiento, la
recesión económica ocasionada en la isla y
los diversos deseinbolsos realizados en
obras de refvrma y mejoramiento en los
abastecimientos de Las Palmas, impidieron
dar solución adecuada a los problemas
generados por las cíclicas crecidas del barranco
divisor de la ciudad. Esta situación
de desamparo y precariedad ante los dictados
de la naturaleza quedó patente en el
informe evacuado por el Ayuntamiento a la
corte en un pliego de demandas de ayuda
para las reformas a emprender en la ciudad
a fines del siglo XVIII. Los regidores decidieron
enviar una misiva al monarca cn
1794 para obtener los fondos precisos para
ejecutar algunas obras públicas en los barrios
de la ciudad, sacando, si era posible,
los caudales necesarios para costearlas del
fondo de propios de la isla.
El informe es realizado por el regidor
-T -c - i-d. - n -r -n -R .- n m- . ~ r nIr r ~ h 2 l l n cn nr lln m a n A a - U - - - - - - A -A . A A. - A . - -.
to del Cabildo registrado el 7 de febrero de
1794, donde daba cuenta de todas las obras
y reparaciones necesarias para remozar las
murallas de Las Palmas, los castillos, los
muros del paseo de recreo construido en
San José, caminos de salida hacia los núcleos
rurales y el puente de comunicación
entre los barrios de la capital.
CUILrc spcciu 'ii prubierrid de ids avenidas
del barranco, las inundaciones y las
reiteradas destrucciones del puente se señalaba
que los estribos sustentantes de esta
construcci6n estaban .<mui descarnados
y maltratados, en peligro de batirse dicho
puente en qualquiera avenida y que del
mismo modo están sus paredes de apollo y
todas las que defienden los referidos varrios
por un costado y otro del varranco
que divide esta poblasión en dos partes, la
qual en diferentes puestos, como son por el
frente de las quatro esquinas y bocacalles
de Triana y Carnesería, se hallan sin muralla
ni reparo que contenga las aguas de dicho
furioso torrente, ymposibilitando el
paseo de la marina que acava de hacerse a
mucha costa». Un informe mandado a realizar
por el alcalde mayor interino, licenciado
Fernández de Ocampo, a los maestros
de albañilería Agustín Pvlartín, Vicente Falcón
y Manuel del Carmen y a los maestros
de carpintería Francisco Cabra1 y José de
Santa Ana,. evacuado rl I í l dr fpbrprn,. f i i r
determinante sobre este aspecto. Se decía
que los soportes del puente estaban muy
Las cat6strofcs naturales y cl dcsarrollo urbano: el aluvión de 1713 y su repercusión ... 63
deteriorados y destrozados <<porla s escavaciones
que cavan el torrente del expresado
barranco en tiempo de ibierno, pues
viniendo, como viene, regularmente mui
crecido por las aguas que recoge desde la
cumbre, suele traer o trata rodar piedras
mui crecidas, troncos de árboles y otras cosas
de igual gravedad que, tropezando con
los pies que sostienen dicho puente, los hacen
estremecer y lo han dexado en un estado
de avatimientm. Tras reconocer la estructura
y comprobar su estado, los peritos
acurisejaban gastar el dinero suficiente par
l hacer tres estrihns de cantería asentada
y sujeta con planchas de hicrro, en forma
triangular, oponiendo el filo al propio cauce
del barranco, ymra que despida por los
ojos sin que le ofendan las piedras grandes,
ni vtrds cosas que traigan en los fuertes
alubiones),. Del mismo modo, para evitar
la reiterada excavación al pie de los estribos
ocasionada por el agua turbulenta se
debía empiear una notdbie ccmiiUdU UC d ~ -
gamasa en asegurar los cimientos. El costo
de esta obra era tasado en 280.500 maravedis.
Con ello se evitaría la destrucción de
la construcción, la de inundaciones en la
ciudad y que el puente, una ve7 destruido,
sirviera de obstáculo propicio para que las
aguas se desbordara. En otro presupuesto
aparte se evaluaba las obras a realizar cn
las murallas situadas en cada extremo del
barranco, todas bastante deterioradas, la
mayoría abiertas en numerosos tramos, especialmente
las emplazadas en el lado del
barrio de Triana, exponiendo a las vecindades
situadas a ambos márgenes a grave
peligro <<aq ue dicho torrente las inunde y
arrase, como sucedió por el mes de marzo
del año próximo pasado, que se llebó una
hasera de cassas al mar, inutilisando el
tráncito del nuevo paceo que por aquel
parage se acavaba de hacer con mucho
costo».
Los albañiles advertían del elevado pelimn
qiie viponía la falta de defensas a la -0
altura de las principales calles de la urbe,
expuesta, por su cercanías al mar y al barranco,
a peligrosas inundaciones e n es -
pecial las de la Herrería, Carnicería y La
Pelota- <<dde onde, viniendo mui crecido,
no es difícil pueda extenderse el torrente,
entrando por una de las prinsipales calles,
qual es la de la Pelota, en cuio caso, se dexa
conciderar el riesgo y peligro de su vecindario>>
L.a única manera de eludir este
problema era prolongar las murallas de
contención por la parte situada en el barrio
de Triana en el tramo comprendido entre el
puente y el mar, donde podían haber un total
de 180 varas de largo, permitiendo así
rondiicir el harranrn r>nr e1 centro dr sil
cauce y construir una nueva calle entre la
ermita de Nuestra Señora de los Remedios
y el barranco, saliendo en Iínca rccta desdc
el puente hasta el paseo de la marina. 'Sodas
las obras a realizar permitirían la seguridad
de la población y comcnzar la fAbrica
de la proyectada posada contigua al
puente. La cantidad estimada para la se-
&uiiÚ;i üb1;i sc iilbaba Ti1 U n i o t d de
1.422.900 maravedís"'.
A este informe inicial se adjuntó cl de
los citados carpinteros, en t l advertían de
que el puente estaba en peligro de <<abatirse,
siempre que sobrevenga alguna fuerte
Ilubia)>e, n especial por la cantidad de piedras
y troncos arrastrados desde la zonas
de cumbres y medianías, además de incrementarse
el caudal del Luiniguada a unos
pocos kilómetros cauce arriba de la ciudad
con la incorporación de los barrancos secundarios
de la Higuera, Utiaca y Los
Chorros. Aconsejaban, como los maestros
albañiles, sc hiciera un puente cimentado
en argamasa, ((haciéndose de cantería en
figura triangular», de un ancho superior a
las tres varas y media que tenía hasta entonces,
<<porques iendo el único tráncito
que ha¡ de un barrio para otro, apenas cave
e1 concurso de la gente quando pasan
procesiones de Semana Santa o hay alguna
festividad clásica sin exponerse a peli,
g ,. ros». acordando que la obra se elevaría a
las sumas indicadas, siendo un desembolso
menor si se comparaba con el efectuado
30 años antes en el mandado a construir
a José de Santa Ana en 528.000 maravedisZ1.
Pero la construcción no llegó a realizarse
ante la crónica falta de fondos del
Ayuntamiento de Gran Canaria, los inmensos
gastos generados por las obras de
conducción de agua potable a las diversas
fuentes de la ciudad, el empedrado de las
calles, la imposibilidad de contribuciones
por parte del Cabildo Catedral, ni~merosas
antaño, por estar cunstruy6ridose la Catedral
o las demandas de ayiidns económicas
real i~adasp or parte de la Corona.
Las reformas urbanas de finales del siglo
XVIII emprendidas por los corregidores
de la isla fueron sólo meros remedos en la
b ú s q ~ ~ e ddae una solución del problema.
Las inversiones y mejoras en la ciudad
efectuadas por los corregidores Cabada,
Cano o Eguiluz fueron muy significativas
en la estructura urbana y de abastecimiento
de Las Palmas pero de escaso relieve
en la solución de uno de los principales
problemas como era el ocasionado por las
crecidas d ~ hln rrnncn L'iiinig~inda.S cílc> a
partir de 1814 se llevó a cabo la construcción
de un puente de sillería capaz dc soportar
los embates d r las tiirhiil~ntasa giias
de arroyada, aunque no tuvo tanta efrctividad
en amortiguar el impacto de Lis crecidas
sobrr la i~r h rF.1 p i ~ r n ft i~i c~o ncliiido
en diciembre de 1815 siendo en su totalidad
costeado por el obispo de la di6cesis
-un total de 7 650 0110 niaravedís-, Manuel
Verdugo Alhiturría (DENIZ, 1804). El
trazo y robus t e~d e Id vbra le permitieron
c- n-. nn. r- tar S -. A e! ~ -S.L .E Qde !ec z f i ~vs de !aC, ,'.\renidas
hasta su destrucción por la piqueta
del progreso a comienzos de los años 70
del siglo XX, en las reformas cinprcndidas
en la ciudad con el nuevo plan de carreteras.
Las obras del puente concluidas en 1815
no evitaron la repetición de nuevos episodios
de pánico ante las crecidas del barranco,
alguna de ellas de gran rndgiiitud
como las registradas a lo largo de la centiiria
decimuní)nica, siendo una de las más
destacadas la registrada en 1886, la cual
dr r ad t ~ d lda fachada del mercado del pescado
de Vegueta (VERNAU, 1982).
CONCLUSIONES
Las catástrofes naturales que afectaron
a la ciudad de Las Palmas estuvieron liniitadas
casi siempre a los cambios generados
en los procesos meteorológicos. La alternancia
de prolongadas sequías o de etapas
de pertinaces precipitaciones fueron una
constante en el Antiguo Régimen que agravaron
sus coiisecucncias sobre los vecinos
de la urbe y de sus hienrs inmiirhlrs a raiisa
de la falta de previsión, la estructura de
la ciudad, la carencia de un plan urbanístico
o la cr6nica falta de recursos para
afrontar las mínimas obras de acondicionamiento.
T.as soluciones a las a\,enidas del barrancn
Guinigiiada no así de los efectos
causddos directamente por las precipitar
i n n ~ se, r >n rnnnrid-s p ~e!i ~1 .11goa i ~ n q ~ ~ e
nu fueron psible de realizar en una 6poca,
desde finales del siglo XVII y comienzos
de la siguiente centuria, donde la recesión
económica no sólo empobreció las arcas
de la máxima entidad insular sino que
s.. exten&:'>(: las ccvnom$ns pl,rticU!urcs &
la mayoría de las instituciones localizadas
en la ciudad y a las de sus propios habitantes.
[.as catástrofeq natiiralrs y e1 desarrollo urbano: el aliivión de 1713 y sil reperciisión ... 65
OUnversdad de a s Fanas d? (,ran Canara i t o e c a Unuestsri Memmi Dgta le Caniris 20815
NOTAS
1 Arcfiivo Histórico Provincial de Las Palmas.
Protocolos Notariales. TLegajo: 1.430. Fecha:
1695. El chantre Melchor Borges del Manzano
recordaba en su testamento, fechado en
1695, que por culpa de la avenida de 1694 se
habían arruinado una casa dc dos piso y otra
terrera compradas a su sobrino, don Diego
Borges, situadas junto al puente. Desp~~ésde
la arroyada 1x0 habían quedado de ellas ni el
solar.
2 A.H.P.L.P. Protocolos Notariales. Legajo:
2.599.
3 A.H.l'.L.I'. l'rotocolos Notariales. Legajo:
987. Fecha: 20-7-1611. El Cabildo de la isla
acordaba con Pedru día^, cdrpinterv, a que
este cortara toda la madera necesaria para
hacer la fibrica necesaria para reconstruir el
puente. La cantidad seria: 12 palos de barbuzano
de 28 pies de largo por 1 de aiicliu;
12 jabarcones de 10 pies de largo y medio de
ancho; 26 tozas para tablones de 12 pies por
1,s: y ted.as !as maderas para barandillas,
pasamanos y listones. El 15 de agosto la madera
contratada estaría puesta en el lugar de
Moya, desde donde se cargaría en carretas
de bueyes hasta la ciudad.
4 En ese ano el Cabildo de Gran Canaria concertaba
con Luis Báez, maestro del oficio de
cantería, la realización del puente de piedra
con las mismas caracteristicas físicas que el
arrasado por el barranco. T.o armaría encima
de :üs ri~ii;cniris dcj üiii;guu, e: cua: kih
cuatro arcos, con la obligacih de ponerle
cintas de cantería y terraplenes conformados
cmn tierra y cal. T,a longi t~~ddel puente salvaría
el espacio situado entre la casa de Roque
Díaz, en el barrio de Vegueta, y la placeta
de la ermita de Nuestra Señora de los
Remedios. El Cabildo le daría las cimbres de
madera y Ráe7 se comprometía a entregar la
obra Lerininada en octubre de 1613. E! precio
del puente fue evaluado en 274.560 maravedí~,
adelantándose para la cantería
72.000, véase A.H.P.L.P. Protocolos Notariales.
Legajo. 946. Fecha. 7-3-1613.
5 En 1688 se adjudicó a Nicolás Hernández
Correa, oficial de albañil, el a d e ~ e ~dec 1~0 s
estribos de! pente, hastante det~riorñdos
dcsdc la última avenida, al rematar Cste el
valor de cada tdpia en 816 maravedís. Las
condiciones del contrato eran las de empe-
7ar el 26 de julio; poner los oficiales necesarios;
abrir los cimientos todo lo profundo
que se pudiera, siendo reconocida esta parte
de la obra por el maestro mayor Luis Bácz
Marichal; pondría Hernández los ripio3
de una vara de ancho, tres tapias de alto y
dos palmos y medici de grueso; traería a su
cosla 30 canlos para ajustar la sillería debajo
de puente, con un largo y grueso cada una
de tres palmos y medio, pagándosele a 96
maravedís el canto. En 1694, serán los maestros
albañiles Cristóbal Báez y Cristóbal
Iiamos los encargados de aderezar la citada
inurdll'i del barranco, «que se cayú con las
avenidas». Las condiciones eran las de comenzar
cl 23 dc junio la obra; construir el
lienzo destruido desde los cimientos con
piedra y cal, el grosor de los cimientos sería
de una vara, hasta las tres tapias de alto, y
de allí arriba de dos y medio palmos; cada
tapia se ~agaria a 430 maravedis, ~réase
A.H.P.L.P. Protocolos Notariales. Legajos:
1.44 1 y 1.444. Fechas: 23-7-1688 y 20-6-1694.
h A.H.P.T..P. Protocolos Notariales. T.egajo:
1.629. rolios. 19-35. Fecha: 1743.
7 Archivo Cabildo Catedral de la Diócesis de
Canarias. Actas del Cabildo. Tomo XXVIII.
8 De la cantidad otorgada a censo, el vendedor
toniab,~ 192.000 niarabedis para abonar
parte de la dote de doña Catalina de San
Iüan E-\ an5ciiata, =u hija. E: 3 dnz nüi-ie~nb~c
fray Rliguel de Mesa. secretario de la provincia
de San Diego de Alcalá, para justifi-
L-al- la L-lllllprd ~ f ~ l ~ l l lpaocr le~l l ~ l ~ l l l a ~ l ~ l - i ~ l ,
decía que la vivienda era ,.para acabar de
abrir la calle que está comensada, para que
quede el convento ayslado y sin arrimo a casa
ni huertas de personas seglares)), vease
A.H.PT..P Protocolos Notariales. Legajo
1.476. Fecha: 28-11-1713.
9 A.H.P.L.P. Protocolos Notariales. Legajos:
1.516 y 1.523. Fecha: 24-5-1713. Las propiedades
de Orellana habían sufrido los embates
de las avenidas del b a ~ ~ a lG~ ucioni guada
en 1694, cuando el agua derruyó su casa de
vivienda donde hacía poco había construido
un xniuro p r v2!or de 96.nOO m.2ravdis. A 12
capilla de La LTirgen dc la Soledad Ic dejaba
varios candelabros de plata, diwrsas contribuciones
en cera y la dotacihn de la procesión
del Viernes Santo con un total de 2.112
maravedís anuales, véase A.H.P.L.P. Sección:
Convrntos. 20-6 Fecha: 16-10-1701.
10 A.C.C.D.C. Actas del Cabildo. Tomo XX\'III.
11 A.H.I'.L.I'. I'rotocolos Notariales. Legajo:
1.323. Fecha: 17-2-1713.
12 Los herederos eran Francisco de Torres y
María de la Encarnación, marido y mujer,
doña Adriana Laniy y Antonio Rodríguez,
curador de dos hijos menores, vcasc
A.H.P.L.P. Protocolos Notariales. Legajo:
1.479. Fecha: 21-2-1713.
13 La huerta traspasada la había comprado
Descor al propio Bartolomé Cabrera Betanx
r t e! 16 de fehrerc de 1702, ~ . é ~ c e
A.H.P.L.P. Protocolos Notariales. Legajo:
1.516. Fechd: 15-3-1713.
14 A.H.P.L.P. Protocolos Notariales. Legajo:
1.516. Fecha: 16-2-1713.
15 A.H.P.L.P. Protocolos Notariales. Legajo:
1.516. Fecha: 1-4-1713.
I h A.H.P.1 ..P. Protocolos Notariales. Legalo:
1.530. Fecha: 22-5-1713.
17 Hipotecaba un cercado situado en la porta-
A * -,... A,- l - A..A-A -;,- -.. ...-A:,. A L A,, ":,, L7L>L L L L .CL L . L . L , C , L & ..LL<O .,LL L L L L U . < , LLL', L L L L A <
go; una harienda de viña con casas y ocho
días y noches de agua en el Alcaraván de
Telde; casas altas sobradadas en dicha localidad;
más una suerte de tierra en el Lomo
de Bristol, todo por más de 672.000 maravedí~,
véase A.H.P.T..P. Protocolos Notariales.
Legajo: 1.479. Fechas: 24-4-1713 y
18-5-1713.
18 A.H.P.L.P. Protocolos hotariales. Legajo:
1.479. Fecha: 21-2-1713.
19 A.C.C.D.C. Tomo 1 de Tcstnmcntos.
20 Archivo Histórico Nacional. Consejos Suprimidos.
T egajo: 1.532. Expediente 13.
21 Los carpinteros, para abaratar la obra, decían
que se utilizaran las maderas del anterior
p'wnte. d.den&, se ccxprar ía~4. 2 tczaci de
madera a 1.530 maravedís cada una; 15.937,5
se invertirían en su corte; 1.912,5 en el transporte;
se comprarían 16 vigas dobles de 13
varas dc largo a 48.960 cada una; n ellas se
sumaban otras 42 vigas de 7 varas por un total
de 67.320 maravedís, mas clavos y otras
maderas que elevaban el gasto tina1 de carpintería
a 474.535 niaravedís, véase A.H.N.
Consejos Suprimidos. Legajo: 1.532. Expe-
A:,.-&- 19
L t L L i L L L Ld.
Las catástrofes naturales v el desarrollo urbano: el aluvión de 1713 v su ieriercusión ... 67
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