VEGUETA, Número 5, 2000 47

MUJER Y PODER EN

LA GRAN CANARIA

n n v T T T r n X N TTP A

1- l\CIi13P Al\ 1LA

Resumen: En el presente texto se reflexiona

sobre el verdadero estatiis de las

i n d í g ~ n a sd e la isla de G r a n Canaria y

sus relaciones con las instancias del poder

en la sociedad aborigen de los siglos

previos a la conquista europea. Para ello

se recurre a los datos emanados de las

fuentes etnohistóricas y, en menor medida,

a las dportacivnes de la investigación

arqueológica. Se intenta demostrar la

precariedad de los arguincntos que abogan

por la existencia de una sociedad

matriarcal donde las mujeres tendrían

un destacado papel. También se sugiere

la probabilidad de que los sistemas de

-.-, ,--.-, .-" L...:l:".. T. A'. L '....-- -:- -- " ' ~ U . L ' L U L . < , . l I U L I I I I I L < I Y UL I I C I L I 1 I I L I 1111

fucron estrictamente iguales en las distintas

clases sociales.

Palabras clave: Gran Canaria,

Prehispánico, Matriarcado, matrilinealidad,

Organización Social, Poder.

Abstract: In the present paper, thc

true status of indigenous women from

Gran Canaria island is questioned. Tt is also

UiscusseU rhe nature oi their reiationships

with the power institutions of

the aboriginal society during the previous

centuries tu the European conquest.

Ethnohistoric documents as well as archaeological

research are the msin sources

«f this study. It is tried to show the

weakness of the arguments upholding

the existence of a matriarchal society in

which women had d prurninent role. It is

also suggested the probability of that

every social class had not strictly similar

family organisatioii or heredity laws.

Key-words: Gran Canaria, Prehispanic,

Matriarchy, hhtrilineality, Social Organisation,

I'ower.

FI tema que ocupó durante el año de

1996 al Aula de la Mujer', las reldciuiies eritre

las mujeres y el poder, tiene un difícil

tratamiento para cualquier época prehistórica.

Sin embargo, en las islas Canarias en

general, y en Gran Canaria en particular, la

feliz existencia de las fuentes etnohistóricas

permite enriquecer la perspectiva que brinda

el análisis arqueológico. La invitación

que me cursó en aquella ocasión El Aula

para impartir una conferencia sobre este

asyeclo, me lid servido pdra estudiar el estado

de una cuestión que siempre me ha

interesado. Si bien existen otros eminentes

colegas que han incidido con profundidad

en alguno de los aspectos que aquí se van

a exponer, este trabajo será planteado por

una mujer que va a investigar sobre otras.'

En estas líneas intentaré desgranar algunos

datos que ayuden a comprender cuáles

fueron esas relaciones de las mujeres grancanarias

con el "poder", o más concretamente,

con las instituciunes que lo detentaban

o representaban.

Según Elman Service (SERVICE, 1984),

en todos lo grupos humanos existen relaciones

reales o potenciales basadas en las

diferencias de poder. Así, todas las familias

tienen contactos de dominación-subdinación

internos basados fundamentalmentc

cn las diferencias de edad y sexo. En las

cnnexinnes int~rfamiliarerq iie se dan en e!

seno de las bandas y tribus (sociedades

segmentarias), la ideología impele hacia la

igualdad en las relaciones sociales, de 1110-

do que no existe jerarquía por encima del

plano de las familias individuales. Ei-i las

sociedades de jefatura los cargos, que antes

se obtenían por carisma personal, ahora

se despersonalizan e institucionalizan,

de f=r=a v e != S dtos cstcit~fiY C untcu vc

adquirían, se adscriben a partir de ese momento

a una determinada persona dc forma

hereditaria.

En el título de cstc trabajo se especifica

que el ámbito de este análisis se restringe

d l¿l Gldll Cdlld~idp le~libpd~li~¿dd 3.II LdYUría

de los datos conocidos tratan de la situación

de la mujer4 en un espacio de tien~-

po que afecta al periodo de contacto entre

canarios y europeos, que cs el quc describen

las fuentes etnohistóricas. El pretender

extrapolar esa información para toda la

época prehistórica podría ser tentador, si

no fuera porque precisamente hay discrepancias

entre diversos investigadores acerca

dc la evolución diacrónica de las estrucMujer

y poder en la Gran Canaria I'rehispánica 49

turas sociopolíticas de esta isla en ese periodo.

Las contrastaciones arqueológicas

tienen todavía un escaso protagonismo en

la elaboración de los distintos modelos, sobre

todo por la escasez de intervenciones

recientes, llevadas a cabo con una metodología

que permita inferir datos de esta índole,

incluso de aquellos tan obvios como

las dataciones croiiológicas. Por ello, la

mayoría de los autores' se apoya preferentemente

en las fuentes escritas incliiso

para los intentos de aclarar esa posible

cvolución dincrónica.

Las esferas de poder (dominio, imperio,

facultad y jurisdicción que uno tiene para

mandar o ejecutar una cosa) pueden ser de

variada natiiralr7a: mtá rl poder político,

el económico, el religioso ... En cada ámbito

la mujer puede tener un papel diferente,

aunque es muy difícil delimitarlo pues

están interrelacionados.

Para comprender la situación de las

ni.i+i.es ci-Ll a csfrüc:üris;o civpo!i~ca grar,

canaria durante la epoca de contacto con

los curopcos, debemos conocer cómo era

esd estructurd, dl III~IIUS a grandes rasgos.

Así, la mayoría de los autores coincide cn

señalar que en la isla de Gran Canaria existía

una organización dualista: dos territorios

políticos aparentemente independientes:

Telde y Gáldar, con una estructura sociai

simiiar. Para una mayoria responac a

un modelo intermedio entre la jefatura y la

organizacióii preestatal, o como una forma

potencial de estadoh. En cada uno de los

dos territorios gobernaba un jefe: el guanarteme,

que detentaba el poder político.

Tambitn existía un jefe religioso: el taycán,

pariente próximo del primero. Se diferrnciaban

dos clases sociales, el trabajo estaba

organizado y existían obreros especializados.

Se pagaban diezmos y sólo los individuos

de la clase superior, a la que los europeos

autores de las fuentes etiiohistóricas

consideraban como nobles, controlaban los

medios de producci6n (en este caso principalmente

del ganado y las tierras de cultivo).

Los individuos varones de esa clase

superior eran guerreros, aunque no puede

hablarse de la existencia de un ejército organizado

o remunerado-

Este esbom parece indicar la exiskiicia

de una sociedad patriarcal en la que la mujcr

tcnia un papcl insigniticante, limitandose

a ser cónyuge y procreadora si era noble,

y uniendo a estas dos características la

de fuerza de trabajo en la de los "villanos"

o "trasquilados" (si nos atenemos a la terminología

empleada por los documentos

etnohistóricos). Las fuentes docuinentales

relatan los hechos desde una -p erspectiva

etno y androcentrista, por lo que las canarias

merecen una escasa atención a los diversos

relatores. Sin embargo, es posible

rastrear su participación en el ámbito político,

social, económico y religioso.

Para intentar explic& la posición de las

mujeres en los órganos decisorios de la isla

vamos a comenzar relatando una historia

la dc Andamana o Atidcimana:

h i el teirnino de Gnldni donde iva lo incior

de la ~sla, habrá iina doncella, n qurcn por sus

buenas partes todus r e i p e t u l ~ a ~Y~ .t eiuú e11 sus

palabras tarzta fuerza, que rnoik a lo que ella

qlrerlá a los naticrales, y así el1 sus pendencias

luego ella los compoizía y ponía cii paz. Pero al

cabo di, all;unos aiio, como liis canarios eran

rneinigos i p c Ins mujeres ie entrenirtiesen eii HEROL-;

osi mrot~ilcs,c orr~ir-lerarrdoq ue crn }ioquedad

suya ripaciguar sus debates y yeudencias a iristn!!

s!ny p?cuas!&? de 1!72!7 ivui,n-v , r!n sp ciivnr,.~i?

de l~acer lo que la dorridla Atidanraria les ve?.-

sundia, y no delabaii de pvosegulr eli sus pnsioucs.

Atidatnma, como entcndió el poco irsprto

que le ibair Lrrrierudo, y que se 1 ~ dsa lla poco por

sus ruegos, silltióse por afrentada de haber sin

pitán de las cuizdrilli~s que se decía Gumidafe

...p or parcc~rle más valiente y dr más discrc7-

cid11 qrie lo:: demás. E1 nrpifn'ir Gzmi d ~ f Lt't í v ~ l u

cn b i m a suerte; y, efet-tuándose PI cizsammto,

i i imron X U ~ rIn a todos los dc~rnlisc npi fnms ,n los

L-ualrs. sujrld y puso loda 1 ~ 1is la b~ijos u dorriirtio

y rriaiido. (ABREU GALINDO, 1977: 171).

Del matrirnr)nir~d e Aridmiana y Guinidafe

pretendía descender la dinastía de los

guanarteines de Telde y Gáldar.

La conjugación de este mito con otros

datos etnohistóricos ha servido como base

d una gran cantidad de interpretaciones sobre

el papel real que las mujeres tenían en

relación con el poder político. Así, Celso

Martín de Cuzmjn (MARTÍN DE

GUZMÁN, 1982) señaló la profunda matriz

matriarcalista, de estirpe agrícola, que

unía en la mujer los principios de jerarquía

y territorialidad. Este autor resallaba la estrecha

relación que existía entre las sociedades

agrículas y la organizacih matriarcal,

aunque reconocía que en el caso canario

había componentes patriarcales en la

clase nobiliaria. Según él, en un sistema

inatriarcal en decadencia pueden coexistir

los dos principios de filiación, que pueden

dar lugar a un cuadro complicadv de parentescos

y relaciones de dependencia y jerarquía.

Marvin Harris (HARRIS, 1996:

521) recuerda que ya casi ningún antropólogo

considera que alguna vez lidya existide

a!!pna cnciudd verrldor~monto m,-

triarcdl. La idea de que los matriarcados

existieron alguna vez surge frecuentemente

de la confusión cntrc matrilincalidad y

matriarcado. Sin embargo la matrilinealidad

no significa que las mujeres se conviertan

en dominantes de los varones. Como

máximo, la matrilinealidad proporciona

un mayor grado de igualdad política

,.-Le- l,.-

cltur IVJ JCAU~.

Varios investigadoresHv en a Atidamana

como la personificación de una heroína mílica

lenieniiia que aporta um forma superior

de cultura: el paso de una sociedad tribal,

de tipo segmentario, a una jefatura

uniiicaaa y ccntraiizada. Esta historia podría

ser el mito legitimador de una dinastía

patrilineal y una sociedad patriarcal si

no fuera por un dato fundamental: la forma

de sucesión de esa herencia del poder,

que en este caso es por vía matrilineal. Es

decir, la mujer es la quc transmite el derecho

a ejercer el poder, el poder reside en

ella, pero será un hombre el que lo ejerza.

José Juan Jiménez (JIMÉNEZ GONZALEZ,

1999: 269) propone, basándose en las

fuentes escritas, que existen mitos que relatan

el paso de una sociedad patrilineal

segmentaria, a una matrilineal, legitimadora

de la nueva jerarquía:

"...un grupo dp mando segm~ntario patvili-

?leal primigenio (identificado en el mito de Alguín

Ai-guín) hubíu sido rreniplazado por otro

matrilineal que se reclamaba descendiente de Atid

ama~z aE. stc trasunto mítico coi?stituye la adaptación

a las nueans circunstai~clasp roduct~vasy

rrproducfií~ase, ngendrnndo irna redistvibirción

de los poderes que anulaba la capacidad de los linajes

independicntes de cada distrito ..."

De ser esto cierto, el caso de Gran Lanaria

sería excepcional, pues como apunta

Carlos ~ u n z á i e z - ~ a g n e(rG ONZÁLEZWAGNER,

1993: 49) "desde una p ~ r ~ p r t i i i a

temporal resulta claro que las sociedades matrilineales

/zar1 sido incapaces de adaptarse a los

sistemas tknico-económicos, competitivos y explofadorrs,

y hmi dado pnso a las sociedades pat~

ilineales".

gfi FLi o-:-:,& -..,,I.l,--- ..,.":A,. -- 1- y L l . L ",E, c! ..,L.lL. ..U , L . L U L L L L 1"

apuntado por Marvin Harris: no hay que

confundir matrilinealidad con matriarcado,

es decir, con ejercicio efectivo del poder. Según

Elman Service (SERVICE, 1984), las jefaturas

han podido perpetuarse gracias a la

tendencia del pueblo a creer que el carActer

de un hombre se transmile a sus hijos,

y en particular a su primogénito. Así, la hel

r~i c i dd ti rbidiub PUL p ~ i ~ ~ w g e ~ ~dei bi ue r d

ser una característica casi universal de las

sociedades de jefatura. Pero él mismo aclara

que existen unas pocas sociedades de jefatura

matrilineales con la herencia y la sucesión

transmitiéndose al hijo de la hermana,

y en concreto, normalmente, al hijo

primogénito de la hermana. La Iínra no importa

demasiado, puesto que el rangu por

edad relativa es el que da al linaje su carhcter

distintivo básico.

Celso Martín de Guzmán admite que al

frente de cada grupo puede aparecer un dirigente

varón -especialmente entretenido

en las artes de la guerra- y que puede ser

el primoghito del linaje (en Gran Canaria

"el guanarteme", el hijo del rey). Pero, paMujer

y poder en la Gran Canaria Prchispdnica 51

ra este autor la auténtica filiación de legitimación

hereditaria será siempre femenina,

rnatrilirieal. Los varones maiiteiidrán "e1

rango", por medio de su pericia en las armas,

o en los iiegocios públicos. Sin enibargo,

cl "liderazgo" de la comunidad estará

siempre en manos de la mujer, depositaria

de las garantías de los principios de

liliiirióri, reforzando la adhesión a las tradiciones,

y a las costumbres sancionadas

por tal jerarquía (MART~ND E GUZMÁN,

1982). No obstante, dejando apartr ld figura

mítica de Atidamana, las giiayarininas

que aparecen en los textos etnohist6ricos

parecen ser nias instrumentos en manos ae

los hombres que verdaderos líderes de la

comunidad. Bien es verdad que la princesa

Arminda, única heredcm legítima del último

guanarteme reconocidu pur h l o s los

canarios era una niña en los moinentos que

describen las diversas crónicas.

Pero, volvamos a lo que parece aceptar

todo el iiiundo: la sucesión matrilineal. El

citado autor ha sugerido tres posibles mecanismos

de transmisión de la herencia del

cargo de guanarteme basbndose en las confusas

informaciones de las crónicas (MART

~ NDE LUZMÁN 1980):

1- Como hermano mayor de la reina o

"(;uayarmina" (avunculado)

2- Conio esposo de la Cuayarmiiia

?- Cninn hijo d r lo (:iiayarniina.

Cuaiido muere Guayasu Sernidán E1

Bueno, conocido d ~pío r $11 intervención en

el episodio legeridario de Dirgci rlc Silva,

éste deja una niña, Arniinda, dc sdlo 8 años.

El poder lo asume enturices el hermano del

~ m & o ~ i (n v~ nqt w A~n m T ~ O Vt n w~> h ~ i n<>T t)2 -, Y.,LLL.,IL \-. -. ,--.h.- < ---..

nesor Semidin, por tanto tío o prinw de la

niña, por lo que el cronista llama "derecho

dc iiiinediaci6n". Ya :;c liLi corneiitado que

uno dc 10s casos inis normales de sucesión

matrili~ie~iel,s q u 6 l ciciiide el poder pasa

del tío que lo cictenta en nombre dt. su liermana,

al sobrino, hijo dc esa hermana, que

es quien lo hereda por transnlisión uterina.

Ei poder reiigjom también io ostenta un tío

dr Armindii. Así, Ldpez de Ulloa atirma

que cuando Tencsor Semidán, el sobrino o

hermano del guanarteme que gobierna en

nombre de Arminda, es captiirado por los

castellanos, ocupa el cargo de faycán Guanache

Semidán, hermano de la mujer de

Guayasu Semidán y por tanto av~inc~ilado

de Arminda. Aquí habría que aclarar que

los faycanes, además de sus funciones religiosas,

tambien las tuvicron guerrcrac, y3

que desempeñaron un destacado papel en

la lucha de resistencia.

Las luenles europeas tratan los aspectos

de sucesióii genealógica de los guanartemes

desde una perspectiva etnocéntrica

que ia hace aparecer como patriiineai. Se

conocen los nombres de los guanartemes y

faycanes, pero mucho menos el de sus madres,

esposas e hijas. Sin embargo, cuando

se narra el episodio de rendición de la isla

puede apreciarse claramente cómo es la

mujer la titular y transmisora del poder.

'Ibnesor Seniidán, el bautizado don Fernando

Guanartcmc por los castellanos, que

lo reconocían como el último guaiiarteme,

no era Lenido como tal por los canarios,

qur sólo lo consideraban como "tutor" de

>u sobririd o prima. Eso explica que su captura

y conversih no significara el ceqe dc

hostilidades aunque fuera enviado cuino

mediador para obtener la sumisión de los

resistentes. Se lo iinpidió cl guanartemc de

Telde. Benteiuí o Bentago, quien pretendía

tener derechos sobre toda la isla ya quc a

su herencia de Telde unía la de Gáldar mcdiante

un intento de concertar matrimonio

con la hija de Guayasu Semidán el Bueno,

la guayarniina Arniinda.

I'rw:i.z,imciitc, tra.; lo iíltiina victoria dc

los cdnarios en la guwra, en la batalla de

Ajhdiir (Arjoda), los insumisos ofrecen a

Don Fernando Cumarteinc h,iccrle "rey de

la isla'' nieciiaiite el casamiento con la misma

Ariniiidii, SU prima o sobrina. Esto indic'i

il~rarnciitcq uc no cra considerado como

rey 0 guanarteme en todos los episodios

anteriores.

CuLiridou ¡ úiiiiiiu jt.Ít. ~csisiciiirü, eiiiejuí

o Bcntago, se suicida despeñándose por

el risco sagrado de Tirma' la guerra concluye

con la entrega solemne que se hace

d r Arminda a los vencedores castellanos,

veamos aquí una descripción de Cedeño

(MORALES PADR~N1,9 78: 364):

Los cnnnvios sniierorz de Tirnjnna acompn-

Mnnn'o n sn señom. Trnrínriln en irizas nndns seriladrz

e n ornbros de yuutro kidulxos: de c ~ i ~ l l rousbias;

traía zlestido un zarnarrón que la cubria toda,

echo de gamuza, i la cabeza traia tocada o

aderczada a iuso de las espatiolas ... Veriiall junto

a las andns un poro haria atrlís n los lados los dos

tios faycnnes, i delarite i atnfs rnuclios de los lridalgos

17ue traían caoellos lar<yos

Esta descripción indica quién ostentaba

la preeminencia entre los aborígenes: una

nilid de 8 U 10 anos en esos momentos. Le

siguen en un segundo plano sus tíos los

faycanes de Telde y Gáldar, a pesar de ser

en aquellos momentos los caudillos militares

que sobrevivían.

Así pues el sistema hereditario es matrilineal,

al menos entre la clase dirigente,

pero también se observa que son los hombres

los que deciden. Las siguientes líneas

son fundamentales para explicar la dificultad

que encuentro en asimilar el comportamiento

de la clase nobiliaria al de los villanos

o trasquilados. En realidad, la stiresión

matrilineal de la sociedad canaria se

ha establecido teniendo como modelo a la

familia drl giinníirtem~e (n de l a gctayarmina),

pero ... ¿puede aplicarse igualmente al

resto?. En mi opinión hay algunos detalles

que deben incitar a la precaución. Por

ejemplo, si se aceptan los relatos sobre la

hospitalidad de lecho al guanarteme, v que

,. . ,,"., , - I - . < - L::- 2,. --Le- ..-: ---- --- -- .TI I I L I C I L I LII5UII 8 t hJ I I C 1 C c - > L O i L1111L111C3 r 1 0 Ir-

' conocido como bastardo del rey mientras

que su madre se convertía en noble"', esto

riu parece coricilidrse con la idea de que es

la mujer la que transmite la filiación. Otro

tanto debe aplicarse a la institucionali-

7acinn del derecho del guanarteme o de un

noble designado por este a pasar la primera

noche con la doncella recién casada:

E si quedaba preliada del ca~lallero, el hijo

que riacía era caz1ailero; e 4i no, lns,fijos dt, u inad

o er an cornui~es.E paiu iwr si q u ~ d a h ap wrinda,

t l esposo no llegava a ella fastu saberlo por

1-irrto, por 71íí de In pirr~qación"

T,a existencia de reglas de filiación o de

pautas de uniones conyugales diferentes

para la familia dirigente no es algo inusual,

pues en general a ésla se le permite una

mayor pndngamia" A este respecto hay

que aclarar que, si bien parecen existir

unas leyes exogámicas estrictas en el contesto

de las uniones matrimoniales de los

canarios, que serían imprescindibles si consideramos

el reducido ámbito geográfico y

-,.Ll--:---l 2- 1 - :..1- 1-- í LA- ..-c1-:-.-

~ U C ~ I C I C I I I I L C I Iu c ICI L J L L ~ , in> ~ u r i i i rir~ii rjaii

claramente la existencia de una endogamia

de linaje, que favorece los matrimonios entre

primos. Con ello, 10s hombres del clan

siguen asegurándose el ejercicio del poder,

aun cuando aparentemente, sean las mujeres

las que lo transmiten.

Otra cuestión que necesitaría aclaración

atañe al binomio matrilinealidad / matrilocalidad.

En la mayoría de las obras antropológicas

consultadas parece colegirse que

matrilinealidad y matrilocalidad son consustanciales,

mientras que entre los autores

que tratan el caso canario, con la excepción

de Celso Martín de Guzmán que así lo asume,

no parece estar claro. Marvin Harris

(HARRIS, 1996: 278-280) postula, de una

manera quizá demasiado reduccionista,

que cuando la guerra, la caza o el comercio

dejan de ser actividades de unos días

para convertirse en expediciones a larga

distancia que pueden durar varios meses,

la matrilocalidad es más ventajosa que la

patrilorñlidad. Si ncs ñtenemor a !ns re!-itos

míticos, parece que la sociedad canaria

era más belicosa en los tiempos anteriores

a la unificación, ciunquc tambifn las fuei-ites

etnohistóricas aluden a frecuentes pendencias

relacionadas furidamt.ntalmerite

con el ganado. De tvdas lurriias, es dilícil

imaginar que estas refriegas pudieran exigir

unas ausencias tan largas como para

justiíicar una opción ae residencia matriiocal.

El autor canario anteriormente citado

Mujer y poder en la Gran Canaria Prehispánica 53

relaciona matriarcado, matrilocalidad y

horticultura, pero el antropólogo norteamericano

reciierda qiir ha dc rcchaxarse la

idea de la asociación entre horticultura y la

matrilocalidad y matrilinealidad, puesto

que existe el mismo porcentaje de grupos

horticultores y patrilocales. En resumen,

creo que sólo una contrastación arqueológica,

por otra parte extremadamcntc complicada

pero posible,', podrá resolver la

cuestión de la resideiicialidad de los canarios,

la cual, ademds, r i o teridríd por que

imitar fielmente la de la clase dirigente.

Si queda establecida la importancia de

la mujer como transmisora dei poder, no

puede decirse lo mismo sobre si intervenía

de alguna manera efectiva en los órganos

decisorios de la sociedad canaria. La historia

de Andamana deja entrever la existencia

de mujeres juiciosas e influyentes pero

supeditadas siempre a la sombra de un varón

(¿hombre de paja?). Sin embargo no

hay muchos eiemplos de esa influencia en

las fuentes. Los órganos consultivos, como

el Sabor, están constituidos por hombres; el

jefe político y el religioso son hombres;

¿dónde están pues, las canarias con poder

decisorio o con atribuciones consultivas rcconocidas?.

En ocasiones se ha hecho resaltar la mediación

de alguna de ellas en episodios de

1- cGEqUicst~ar,? . ~d e l./Iar& T2zipu~-/a

antigua esclava en Lanzarote, y pariente o

criada del Cuanarteme de Gáldar en el episodio

de Diego de Silva. TambiCn se recuerda

cl consejo que dió la mujer canaria

a Juan Rejón para que estableciera su camp

d ~ ~ l e ~elni üL i dt.srmbücñdüia de1 Güiíiiguada

" Pero se nos antoja un poco exagerado

el acudir a estos lances como evidencia

de la existencia de consejeras.

Un ejemplo mucho más evidente lo

constituye el episodio de los ochenta cristianos

que iban a ser quemados":

El ... guaizartetne de Elde, y su genttT, ... tenían

ocherifa cristintzos da los qntP Iiabíarz j~r.r~o

y cautivado por ia isia..:~, juritaridose a consejo

los doce gayrt7s y elfaycag coti el Dornmas, acordaron

por cornlín cotzsc~itimierito de todos quemarlos,

y q u t (udu Z L I I L I ~ n f r t y s tsju p r i s i ~ n e r ~

paro este efecto, porque la gente se ocupaba, p les

era inzpedinzcnto e1 piardarlos; . .

Y, estnr~do los cristianos nnzarrados y hecha

una gran hogura. queriendo poner en efecto su

determinnrldn, salid n gran p r i ~ w ,d nndo m c ~ s ,

narios ctl gran reputación y zwwacióri de santidnd,

la cual cra covio rnadre de las rnngcradac;

y Ésta era rri~ldre dc un hidalgo gayre, que teizía

allí 1111 cristiano parn qiirrnnrli~. Dijo a su hijo

q u e~11 uiriguria rriarieia hiciese dafio en los cristiavios,

que le:: aendrzíz ii~ucliom al por ello; que

asi se lo aziisl2ba de parta de Acorán, (que era

Dios). Los cmzarios eran rnuy amigos y recatados

de ~ u a r d a rla religión y obedecer a los ministros

dc ella; y asíoida la religiosn, sir hijo dedio

el gayre, tamb~Énd esataron los dernás ....yl es

dieron la libertad. (ABREU GALINDO, 1977:

204-205).

Esto nos lleva al ámbito donde más claramente

tienen un papel importante las

mujeres de Canaria: ei reiigioso.

Ya se ha explicado que la primacía en la

jerarquía religiosa la ostenta el faycán. De

él dice Abreu (ABlihU GALINDU, 1978:

149): "que era dignidad grande, seguizda persona

despzrci's del rey o p a n a r t e m e , el cual delerrriiriabn

sus diferencias y debates y adiriinistraha

las r-eremonias y ritos tricantes a su religi6n"

y que éste es pariente próximo del

guanarteme, generalmente su hermano.

Pur lo Ldnlu su cargo tariibién lo liereda por

vía matrilineal, siendo un ejemplo más de

la endogamia de linaje.

El faycán es el oficiante supremo de una

serie de ceremonias propiciatorias, pero

existen otros oficiantes, en este caso inujeres:

Eizirc la? mujeres cariiuias había muchas corno

religiosas, que z~iz.ían con recogimiento y se

rnnntenian y sustentaban d í ~lo que los nobles les

dnbnri. ciryns cnsns y niorndns teiiian grnrides

prrniiri~wcias. .. llarnábanlas niagadas. Cuando

faltaban los tmporalrs, iban m procesión, con

mras rri la.; manos, y las rnlzgadas cori uasoi de

iesiie y manteca y ramos ae paima. iban a estas

rnoritnfias, y allídrrraniaban la tnnizteca y Ieclie,

y hacían danzas y bailes y cantnhnn cndpcha? P ~ I

toriio dc u n pei?asco; y de a/~í ibalaz la nzar y daban

con las varas en la mar, en el a p a , dando

todos jirrrtos: ~ r n ap r i g rita.(ABREU G A L I N -

DO, 1977: 156-157).

Este tipo de ceremonias deben encuadrarse

dentro de los ritos de fertilidad

agraria o agropecuaria. La mujer tiene el

poder de la fecundidad, por lo que su participación

es indispensable. Aquí habría

que hacer mención a los ritos similares

practicados en el Norte de África, entre las

diversas comunidades bereberes. Jean Scrvier

(SEKVIEK. 1985: 89) explica que todos

los ritos que llevan a cabo las mujeres bereberes

no tienen más que un mismo fin: la

fecundidad. Esto viene de la noción de que

el bien por excelencia es la abundancia, y

que toda la fuerza benéfica del mundo no

hace sino manifcstarsc bajo aspectos diversos,

interdependientes los unos de los

otros. La fecundidad de las mujeres ocasiona

la ÍciiiÍid;id dc los c~iiiipvs y id dci

ganado, y está condicionada por cada una

de ellas.

Francisco Pérez Saavedra no considera

que las harimaguadas fueran sacerdotisas,

ya que su participación en los cultos no era

su fin originario, puesto que su estatus era

transitorio, prematrimonial: "salían para

casarse". Estas miichachas púbcres sc preparaban

para casarse y según este autor están

integradas en una institución catalogable

entre los ritos de paso, en su modalidad

de ritos de pubertad (PEREZ SAAVEDRA,

1989: 86). Tambih m 01 K o r t ~d e Africa

sun las jovencitas las componentes principales,

ciiando no las únicas, de las procesiones

de rogativas por las lluvias.

Sin embargo, sí que existía al menos

una canaria religiosa y maestra rcputdda o

madre de las maguadas: nuestra protagonista

del episodio de la quema de los

ochenta cristianos. Esta mujer es calificada

por Abrcu como iiiinislrci de 1'1 religih, y

para P6rc.z Snavcdrn :.!!A c:i' pudrin cn!i

ficarse como sacerdotisa por su estatus duradero

y permanente y su reputación sagrada.

Añade además que no necesitó de la

virginidad para alcanzar ese prestigio religioso.

Según este mismo autor, ella fue madre

dc un Cuanarteme: Ventagahe de Telde;

de dos faycanes: el T~ierto de Telde y

Armide Iacocón de Gáldar; y de la esposa

de Egonaiga "el Bueno". Se trata pues de

una "matriarca insular" con poder decisorio.

hos quedaría tralar cuál es el papel de

Id rnujer en un espacio más d«méstic»: el

de sus actividades cotidianas. ¿Era la mujer

una obrera independiente, o por el contrario

estaba supeditada al varón, además

de al noble si era trasquilada?

Pdrece que en este ámbitu la mujer estaba

más equiparada al hombre. Son muchas

las referencias a la existencia de obreros

especializados en albañilería, alfarería,

tejidos, peletería, etc., obreros remunerados

que, además, eran mujeres en su mayor

varte. También se comenta su participación

en otras tareas productivas como la agricultura

o la pesca. Concretamente, en esta

última, sc alaha incl~isos u destreza natatoria

y se aclara que si estaba embarazada recibía

no sólo su parte sino tambiCn la del

fiituro bebé.

No sabemos si estas circunstancias daban

mas libertad a la mujer canaria que a

! ,,,,,, c A...,, ;,,S,, ,L ,,,,,, :,A A,,, y L L L L . . L L L , . L , , , o ,!,,U, ,,,,,,,u,,, dc ti

po jefatura o estatales. Pero no debemos caer

en el error de pensar que existía una

igualdad entre los scxus, que sólo eshrí'i

matizada por la divisi611 del trabajo. Aparte

de aq~iellasp ertenecientes a la casta dominante,

ias mujeres canarias eran consideradas

elementos de segunda categoría,

bocas que inanteiiel; sin tcncr en rueiila su

contrib~icicín a las labores productivas:

Hrrbiii oii cZstii idi7 irilii/ios !ioinhm, y WLIh

s m i s t ~ l u j tws.,. . Y zli~wioL -O~WJ1 bm 1 ~ m1 -

~l?l!lL'll!/t ~1~114 1' ¡OS l l l ~ 1 J l ~ ~ l l / f l l¡?lS ~ l~ll ~l ~l ~~f~l ~ l l 7 1 1

... L I ~ C J ~ ~ ~ T IyC /JI ~; LI ~ O I O I I u11 ~,>lrrlutoI /M w ~mrtw

W I I lodas 10s \i~vrbros~ U dLo 1~7/1 1'1111~1111m1t~~ c k

sc.11, cwi iiii ~ I I I Ci w iwi c i i ioi p r i i n c r ~p~~ - i ( l s

(ABREU GALINL)O, 1977: 169).

Claude Meillassoux (METLLASSOUX,

1987) comenta que la divisi611 del Lrabajo

por sexos se reforzó a partir del Neditico

debido al desarrollo y consolidaci6ri de

una ideología sexista, ensalzadora de la

agresividad masculina, quc utilizaba la

guerra como forma de dominar a las mujeres.

En Gran Canaria parece que mujeres

y niños quedan excluidos de los conflictos,

que son principalmente dirigidos a la obtención

de ganado. Desde una perspectiva

social, la guerra se convirtió en el medio

por el que los hombres adultos afianzaron

su superioridad sobre todas las categorías

sociales: las mujeres, los viejos y los jóvenes.

Y en perspectiva demográfica, la subordinación

de las mujeres significó al cabo

una extensión del infanticidio preferencial

femenino que, al regular a medio plazo

el crecimiento de los grupos de población,

incidía positivamente en la escasez de las

mismas, que eran buscadas fuera del pro-

$o griupo Para Marvin Harris (HARRIS,,

1996), el infanticidio femenino es la consccuencia

extrema de la subordinación de las

mujeres a los varones.

No tenemos pruebas arqueológicas deterriiiriarites

del infanticidio femenino, aunque

se ha sugerido la existencia del infanticidio

en sentido lato. En el poblado de

Cendro, se encontraron vasijas contenien-

UA-" -L1 . n..n,-,, A-,., ..4',,,,, II-.V", 1,- n.,r-i o- h 3 C;An ;ni A L - d.-., -A.

terpretado como la consecuencia de esa

Los medios bioantropológicos

tradicionales no pueden diferenciar el sexo

de los individuos jóvenes, por lo que habrá

que esperar a la aplicación de técnicas más

sokisticadas, como la determinacion de

ADN para averiguarlo.

En esle último párrafo recurrimos a las

fuentes arqueológicas para recabar más información

sobre las mujeres. En las primeras

líneas de este artículo se aludía a la escasez

de los datos de esta índole y la dificultad

de su interpretación, pero también

se acertaba que en los últimos tiempos están

publicándose trabajos sumamente útiles.

Un ejemplo de los mismos es la línea

de investigación en bioantropología que se

ha centrado en el análisis de la dieta y el

estado nutricional de las poblaciones

reh históricas de varias de las islas de nuestro

Archipiélago". Para el caso de Gran Canaria

contamos con los trabajos de Javier

Veiasco Vázquez (VELASCO VÁZQUEZ,

1998; VELASCO VÁZQUEZ ET ALII,

1997a), aunque las conclusiones emanadas

de los mismos tienen un carácter general,

ya que en la mayoría de los casos analizados

rlo se disponía de dataciones absolutas

que permitieran realizar un análisis diacrónico

de esta cuestión. Este autor ha establecido

que no se observan diferencias

nutricionales o dietéticas entre la población

masculina y femenina de cada clase social.

Sin embargo, ha constatado la existencia de

una dieta más rica en proteinas y con menor

incidencia de factores de estrés nutricional

entre los individuos de cualquier sexo

inhumados en el túmulo de La Cuan-

&. Este monl-mento firmerarin alherga,

supuestailiente, a los miembros de la clase

dirigente de esa zona de Gáldar. Frente a

este dato, el resto de la población canaria

analizada evidencia un tipo de alimentación

más vegetariano, de tipo ceredlista,

con las consiguientes deficiencias y patologías

asociadas18.

Y, ya que hablamos de estudios bioan-

1 ..-..-lL-:--- 1- -..:-L---:- -- r7--- c- ---- :-

LIVYUIU~ ILVDl,a CnlDLcLLua CI I ulal l L a i i a l i a

de gran cantidad de necrópolis, con enterramiento~

múltiples podría permitir de-

~t'iitrdíiarC. UAe s la jerarquía real existente'"

y si esta varió a lo largo del tiempo. Sin

embargo, en las antiguas excavaciones no

se reiacionaba cada caciáver con su ubicación,

por lo que, si se realizaban determinaciones

dc sexo y edad a postcriori, la información

en este sentido era nula. Con el

tiempo, la actitud de los investigadores ha

cambiado, aunque todavía se han publicado

pocos trabajos. Los ejemplos de los Túmulos

de Caserones y Lomo Granadoc"" me

van a servir para introducir el tema, aunque

nuevamente no existe el elemento de

sincronía con los datos etnohistóricos. En

Mujer y poder en la Gran Canaria Prehispánica 55

OUnversdad de a s Fanas d? (,ran Canara i t o e c a Unuestsri Memmi D g t a le Caniris 20815

56

sendos monumentos funerarios de La Aldea

de San Nicolás se inl-iuman varios cadáveres

de diferente sexo y edad, con una

distribución e iiiterrelacih que se repite.

En el torreón principal o central hay un individuo

masculino, en las cistas periféricas

o asociadas, mujeres o individuos jóvenes

cuyo sexo n o s e puede determinar. ¡Extraña

manera de rendir homenaje a las supuestas

matriarcasi.

Como conclusión a estas páginas creo

que ha quedado demostrado que la mujer,

a pesar de vivir en una supuesta sociedad

matriarcal u, si se prefiere, matrilineal,

donde debería tener preeminencia y ser

honrada, cs considcrada de menor valía

NOTAS

1 El presente artículo desarrolla una confrrriicid

quc irripdrrí en ei marco dei íi Seminario

hlujer y Cultura del Aula de la Mujer de la

UT PGC en 1996 Como tal, estaba destinado

a aparece1 en una obla que reunía lodas las

contribuciones del beminario. leniendo en

cuenta que todavía no hay visos de que dicha

publicación salga a ia luz, y que todd

obra "envejece" he decidido aprovechar la

revista de nuestra Facultad para dar a conocer

las reflexiones que suscitaron en mi hace

cuarro años ias reiaciones ae ias inaigenas

grancanarias con el poder, que era el tema al

que se consagrd aquel año cl Aula.

2 En este sentido, ha sido curioso comprobar

que, hasta el momento, han sido principalmente

hombres los que han tratado este tema,

ya sea de manera directa (como por

eleniplo Francisco Pérer Saavedra (Prncr SA-

4VEDRA, 1989) Ceiso Martín de Guzmjn

(MARIINUL GLAVIA1N98,0 , 1982) o indirecta

(como José Juan Jiménez Gonzáles (JIMFNF~

LONZÁI.LL19, 92) y en su tesis doctoral recientemente

publicada (JIMLNLL GOYLALEZ,

1999), AnLuiiio Tejei-a Gdspr y Rdfdel Gonzálcz

Antón (TEJEIy~ GAO NZÁI .1~9~87, ),e tc.).

3 E5 decir, para los momentos epigonaies del

il~wrriolli de est- qocied~d aborigen, cuando

ya existen contactos con los curopcos, al

Amcliiz C. Rodr(qinr2z liodr(yrnrz

qur el hoinbre aunque desempeña múltiples

labores productivas para la comunidad.

Son los hombres los que controlan las

funciones productoras y reproductoras femeninas,

dirigiendo su trabajo y organizando

sus matrimonios, decidierido si tienen

que morir y a quién ennoblecer. Puede

que sea cierta la afirmacicín de que la matrilinealidad

proporciona un estatus más

córriodo al géneru femenino, obligando al

menos a la sociedad patriarcal a cnmascarar

y suavizar alguna de sus prerrogativas,

pero la posición de la mujer, sea cual sea su

estatus, está subordinada a la de los hombres

de la clase dirigente.

menos desde los albores del siglo XIV. (Antonio

iejera Gaspar y Eduardo Amar Vallejo

(GASPAyR A ZNAR1,9 851987).

En este artículo, el calificativo de "canaria"

se referir5 exclusivnmcntc a las mujeres procedentes

de Gran Canaria, la Canaria prehispánica.

Por ejemplo Tos6 Juan Jiménez González (Irx

i t ~ e zG ONZALE1Z99, 2, 1999) o Celso Martín

de Guzmán ( M ~ R Tn FI G~ L J~MÁ1N98,6 ).

Así lo designa J. J. Jiménez González UIMÉ-

KEZ LONZAI.EZIY,Y L : M), mientras que C.

Martín de Gu7mán ('VIARTIT1UE GUZM~U,

1986) describe este momento epigonal coino

la expresión dc importantes contradicciones

y constantes estructurales que se debaten

por ensayar un iiiodel« ~ n e ~ cdl ae sociedad

señorial (pre-capitalista) y monarqiiía iniiilar

(guanartemato, con un intento frustrado

de ;~o~urncialisld~eio e stado).

Para ahondar más en estos aspectos puede

consultarse la bibliogratía citada. J. J. Jiménez

(JIMENEZ GONZALE1Z98, 5-87, 1992, 1999)

aporta una opinión diferente, ya que sugiere

la existencia de esclavos como una tercera

clase social .

F. pérez Saavedra (PERLZS 44LJEDRA, 1989)

lif;rml qiio a!g::ncs <.:;t<. ?.lato c.,cic.rro

un mito etiológico en que una heroína pro-

OUnversdad de a s Fanas d? Gran Canara i t o e c a Unuestsri Memmi Dgta le Caniris 20815

Mujer y poder en la Gran Canaria Prehispánica 57

picia el paso a una jefatura unificada y centrali~

ada.

9 F. Pí.rrr Saavrdra, op. cit., lo considera un

sacrificio ritual

10 Esta circunstancia aparece en la obra de varios

autores, como la recopilación dc F. Mordles

PadrUn (MORAI.EPS. ~~uRÓ19N7,8 : 377).

11 A. Bernáldez en (MORALE S A LI IR^^ 1978:

515-516).

12 El propio Cedeflo, en la misrrid pdgirid de ld

cita anterior, explica que el guanarteme podía

casarse con su prima hermana o con la

viuda de su hermano (levirato), mientras

que los señores y los demás con primas segundas

y terceras. En otros contcxtos, como

el Egipto faraónico o las jefaturas hawaianas,

se admitía el matrimonio entre hermanos

para la casta dirigente.

13 No debemos olvidar el extraordinario debarrollo

que tienen en la actualidad los estudios

gcnéticos sobrc las poblaciones prehistóricas.

En este sentido, cabe recordar la

gran abundancia de necr6polis susceptibles

de ser estudiadas que hay en Gran Canaria,

de las que El Lurno de Mdspaloiiias sería el

ejem$o m5s sangrnntp por PI ahandono rn

quc sc cncucntran en la actualidad los restos

humanos que albergaba.

14 Pérez Saavedra, op. cit. Pero existen otras

fuentes en las que cl pcrsonajc que aconseja es

un anciano que está mariscando en la playa.

15 Despurs de la redacción original de este artículo

he tenido ia fortuna de consultar la tesis

doctoral, lodavía ingdita de Joi-ge Onrubia

Pintado (ONRUBIAPl N1.4~0, 1998). En

e!!+ o! a ~ t t pee~n o e n te!- do ,i r-i i-r-i n- l-a -~ r ~ r d a -

dera identiddd de Abreu Galindo, así como

la exactitud de alguno de los relatos que narra.

Lno de esos episodios es el que aquí nos

ocupa. Onrubia aduce que la intervención

de la madre del gayre en la salvación de los

cristianos sólo aparece reseñada en la obra

de Abreu, mientras que ci rciato mas íiabie

al respecto, que es la probanza de hidalguía

de Luisa de Retancor, sólo atribuye el méritu

al gayre, hijo del guancirtemc de Telde y

padre de doña Luisa. Con ello, uno de los

pocos ejemplos de influericia fenienirid en

asuntos de importancia también quedaría en

entredicho.

16 ( CU~NCSAAN A~I IeItA d,i ],1 996)

17 Iniciadas por ejemplo con Emilio González

Reimers (GONZÁLERLE IMERS1, 988) y continuadas

por todo un equipo dc investigadores:

(Go~z nUi REIMERyS ARNADYE LA ROS&

(1992-93),V t~ascoV Á ~ Q I J F~~t .a lii, 1997a)

18 J. Veldscu \'áqurz, up. cit, destaca la sscase7

de estrés nutricional en la población

grancanaria, lo que atribuye al régimen económico

rcdistrihutiv~p>n ,pio <Iru na rbtructura

estatal, que permite paliar las deficiencias

coyunturales del sistema. Esta situación

contrasta con la alta incidencia de este estrés

entre la población de la isla de El Hierro,

cuya estructura social, dc tipo segmentdriu,

110 está organizada para cubrir este tipo

de eventualidades. Los datos referentes

a la isla de El Hierro, que debemos a este

mismo autor y sus colaboradores (VELASCO

VÁZQLI.~ et alii, 1997b) ofrecen asimismo

una información relevante para el tema que

nos ocupa. En efecto, entre los bimbaches sí

que parecen existir diferencias dietéticas y

nutricionales entre los diferentes sexos,

siendo el femeriiriu el que presenta más situaciones

de estrés nutricional y una dieta

menos rica en proteinas. Así pues, en este

caso de sociedad segmentaria, las diferencias

debidas al sexo de los individuos aparecen

má5 marcada5 cjur rn Id wcieddd PIUtoestatal

grancanaria

19 'lbdo ello si admitimos que el mundo funerarin

@cf ipl r ~ f l ~rj nl l ~a ~striictiiras ocial de

las poblaciones vivas. En este caso dcbo

aclarar que acepto esta premisa inicial para

poder seguir con mi análiiis, y todo ello

siendo consciente de las críticas que se han

realizado en torno a este tema para otros

contextos históricos y prehistóricos, de lo5

que quizá eí caso más conocicio sea ia variedad

de enfoques que ha tenido el tema de

los enterramientos megalíticos.

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