VEGUETA, Número 4, 1999 (103-116)
Habermas y Fo~cault:
Modernidad,
Posmodernidad y
teoría de la Historia
*Universidad de Las Palmas dc Gran Canaria
OUnversdad de a s Fanas d? Gran Canara i t o e c a Unuestsri Memmi Dgta le Caniris 20815
E n el presente artículo nos hemos propuesto
comparar el pensamiento de
Michel Foucault, con uno de los más importantes
defensores actuales del proyecto
Modernista: Jürgen Habermas.
Consideramos que Habermas y Foucault
son los dos grandes lilósofos con mayor
infliiencia en las Ciencias Humanas y
Sociales del último cuarto del siglo XX. Cada
uno «representa» un proyecto de comprensión
de la sociedad, que difícilmente
pueden ser conciliables y uno y otro ayudan
a dar distintas repuestas al sentido de
!ñ Histori~c ii !os alGurt.5 del ano 2000.
Intentaremos contrastar las teorías de
estos dos autores así como sus respectivas
pwsiciunes con respecto al proyecto de la
modernidad, dada las repercusiones que
ello tiene en la búsqueda del por qué de la
Historia. Creemos importante profundizar
en este último punto, por ser un tema que
marca enormes diferencias entre estos dos
autores y que, en la actualidad, ha suscitado
un profundo y fructífcro debate en el
seno de la Teoría de la Historia.
Por otra parte, no hemos de pasar por
alto que la modernidad ha constituido
nuestra forma de ser y de pensar. Se ha
convertido en una ideología que hoy forma
parte de todas las sociedades occidentales
(y de algunas no occidentales) y este debate,
por tanto, puede ayudarnos personalmente
a una reflexión y postura crítica con
respecto a la línea que ha llevado nuestra
sociedad hasta el momento presente.
En esta reflexión, expondremos dos visiones
totalmente opuestas con respecto a
este tema y que se corresponden con las tesis
mantenidas por estos dos autores. Las
dos posiciones a las que nos rcfcrimos son
la modernidad y la posmodernidad.
Hemos de aclarar, que no pretendemos
cn cstc trabajo llegar a una exposición
completa del pensamiento habermasiano y
foucaultiano sino exponer sólo unas bases
L - L . . Z - . - 2 - - - c - - -
L ~ U L L uC r~ C~ ~ L dUu~i ü ~ qeu~e L L U ~p u~ri i id~l ,
partiendo de los problemas ya anteriormente
planteados, profundizar en los temas
que Habermas y Foucault tienen en
común, y la actitud crítica que han mantenido
uno respecto a otro.
Como hemos dicho, esta confrontación
teórica se encuadra en el más amplio debate
modernidad versus posmodernidad.
Augusto Klappenbach distingue en este
pannrama tres líneas de desarrollo teórico:
los neoconservadores; los reconstructoresreformistas;
y deconstructores o posmodernosl.
En los dos primeros grupos encontramos
un diagnóstico similar de la situación
de cambio cultural, pero las salidas
ííiie se &Yrigei.L,
Para los conservadores como Daniel
Bell, el individuo en la sociedad actual se
encuentra inmerso en las contradicciones
cultilrales del capitalismo, en el que sc han
conformado tres lógicas antinómicas: hedonismo,
eficacia e igualdad; la única salida
que Be11 estima posible es el recurso a
la tradición desechada, la única que puede
dar al individuo la seguridad existencia1 de
la quc ahora carece.
Habermas se encontraría en el segundo
grupo citado, el de los reconstructores-reformadores,
y coincide con Be11 en considerar
que estamos ante una sociedad defectuosa
que debemos reformar. La razón moderna,
cuando seguimos el análisis weberiano, se
ha escindido en tres esferas autónomas, la
ciencia, la moral y el arte, que funcionan según
tres lógicas distintas, la cognitivo-instrumental,
la moral-práctica y la estético-expresiva.
Pero para Habermas, el criterio unificador
que nos haga superar esta situación
no ~ I I P h~ aPlla rse pn elempntor exteriores a
la vida humana, sino que procederá de nuestro
análisis de la esencia de la racionalidad
dada en la praxis humana.
Foucault se sihiaría en el tercero de los
grupos, los deconstructores o posmodernos2.
A pesar de sus diferencias, estos autores
mantienen mas tesis comunes frente al
mundo posmoderno: la escición del discursu
cri id JUC~~&acIiUud i cn una serie de diferentes
juegos del lenguaje es irrevocable,
no hay que proponer estrategias para su su-
104 Juan Mmiurl Santona Pércs / Antonia M." PCrez Rodrí@m
OUnvprsdad de a s Fanai d? Gran Canara i L o e c a Unuestsri Memmi Dgta le Caniris 20815
Habermas y Foucault: Modernidad, Posmodernidad y teoría de la Historia 1 05
peración, sino que sólo cabe acostumbrarse
a iin mundo sin fundamentaciones, la muerte
de Dios -garante de racionalidad cn el
perplejo mundo moderno- se ha producido
finalmente, pero ahora, en estos pensadores
no encontraremos las resonancias trágicas
que para Nietzsche tuvo esta seguridad.
Lo que nos interesa ahora es tratar de
señalar las consecuencias que planteamientos
tan diferentes tienen para el status
qiie pret~ndemnsp ara la Historia. Ésta no
tiene el mismo significado en un mundo en
que las estrategias discursivas son múltiples
y heterónomas, que si, por el contrario,
confiamos en un horizonte común para
una sociedad humana integral. La historia
de la ciencia llevada a cabo por
Foucault se radicaliza en una crítica de la
racionalidad, que desdeña todo desarrollo
en ciencia social por Iralarse al mismo
tiempo de una ampliación del ámbito del
dominio. Para Foucault la ciencia moderna
se ha convertido en el sustrato ideológico
que legitima el stnflr 9110 en el capitalismo
avanzado. Mientras para Habermas cabe la
posibilidad de una ciencia aeconstructiva>)
y emancipadora, para Foucault, sólo es posible
la acción deslegitimadora del historiador
del pensamiento.
Muy a gvosso modo, hemos ya adelantado
que Habermas defiende las propuestas
de la modernidad como vjlidas para la sociedad
actual. Piensa quc a pesar dc los
problemas lógicos y de las contradicciones
internas que existen en el proyecto moderno
no hemos de abandonarlo como causa
perdida, sino aprender de sus errores,, v
tratar de apropiarnos de él ofreciéndole
una salida. Ante la interpretación posmoderna
de la historioyrafía trata de mantener
un proyecto de modernidad anclado en
los ideales ilustrados 3.
La postura habermasiana en lo que a la
filosofía de la historia se refiere ha variado
desde sus primeras formulaciones hasta
obras más recicntcs. Habermas somete a la
filosofía de la historia a una profunda crítica,
pero esto no significa que la haga desaparecer,
antes bien, nos plantea la necesidad
de su radicalización. La filosofía de
la historia ha pretendido un desarrollo
prospectivo, por e1 que la propia teoría
desde sí misma, trata de autofundamentarse,
de proponer los principios que la legitiman
y fundan los fines de la historia.
Para Habermas esto no es concebible, no
porque renuncie a la capacidad de establecer
fines, sino porque no cree que estos surjan
desde la teoría ? Con esto, quiere recuperar
los planteamientos de los primeros
escritos de Marx, traicionados en algún
modo por el marxismo más ortodoxo, que
quiso ver en la teoría la afirmación de los
fines, pero estos, para Marx, no dependían
dc las necesidades teóricas sino de las
prácticas, si entendemos (<práctica» corno
acción encaminada a la emancipación s.
IIabermas no quiere renunciar al proyecto
moderno, pero rechaza sus efectos
perversos. Algo similar, encontramos en
Foucault, quien no se pronuncia cuntra lus
ideales emancipatorios, sino contra las tecnologías
de dominio que pone en funcionamiento
h.
Muchos autores han pretendido ver en
lo que se llamó posmodernidad, el último
peldaño de la modernidad, una más de sus
caras. Matei Calinescu, en sil ensayo sobre
los desarrollos de la estética moderna sostiene
que «el posmodernismo es una cara
del modernismo. Revela algunas sorprendentes
semejanzas con el modernismo (cuyo
nombre continúa llevando en sí mismo),
(...); la modernidad sobrevive, al menos como
el nombre de una semejanza familiar
cultural en la que, para bien o para mal, seguimos
reconociéndonos^^ '. Esto no nos
debe hacer pensar que podemos forzar las
posturas habermasiana y foucaultiana, por
ejemplo, hasta el extremo de señalarnos
ciertos parecidos de familia. Es innegable
la separación, c incluso confrontación, entre
estos desarrollos teóricos, pero nos encontramos
ante uno de los debates más
fructíferos y más ricos en la teoría de los ú1-
timos tiempos.
1 06 / i u n Mnnuel Saritana Pérez /Antonia M." Pérez Rodr&iiez
Foucault (se considera a sí mismo como
un historiador del pensamiento) es relativista
y, en consecuencia, está contra el proyecto
ilustrado, por tanto, habría que incluirlo
dentro del posmodernismo, aunque presenta
grandes diferencias con otros autores más
representativos de esta filosofía como Lyotard
o Vattimo. La Historia que hace Foucault
no es una Historia social de las instituciones
ni una Historia de la Ciencia, IU siquiera,
a pesar de las semejanzas externas,
se trata de monografías sobre Historia de las
mentalidades, estos estudios se aproximan
más bien a una Historia de la razón
La posición de Foucault es de total rechazo
hacia la ideología de la Modernidad,
considera insalvable el proyecto modernista.
Los criterios de «razón científica» y el
concepto de «objetividad), son considerados
por éste como tina mera sustitución de
las imágenes religiosas y metafísicas del
mundo antiguo por otra «retórica de la verdad\\,
F GWXL!n~u cree en 11.. pcsibi!idad de
ningún principio absoluto, ningún criterio
que tenga una fundamentación firme y definitiva,
y por tanto, tampoco ve positivo el
establecimiento de normas universales de
ningún tipo. Cada forma cultural de la civilización
occidental ha tenido su sislema
de interpretación, sus técnicas, SUS métodos,
sus formas propias de sospechar que
el lenguaje yuieie decir digo Uisiintu de io
que dice, y entrever que hay lenguajes
aparte del mismo lenguaje '. Cualquier intento,
como el habermasiano, de fundamenlar
las teorías en principios universales
es rechazado por Foucault, no sólo por faiaz,
sino por *terrorífico».
Para entender mejor la teoría de Foucault
lo hemos encuadrado dentro de la corriente
de pensadores posmodernos, pero
hemos de aclarar antes, que Foucault siempre
se negó a ser ((encasillado,) dentro de
cualquier tipo de escuelas, corrientes e
ideologías, por las limitaciones que éstas le
acarrearían posteriormente: «No creo que
sea necesario saber exactamente lo que soy
En la vida y en el trabajo lo más interesante
es convertirse en algo que no se era al
principio. Si se supiera al empezar un libro
lo que se iba a decir en el final, jcree usted
que se tendría el valor para escribir? ... El
juego merece la pena en la medida en que
no se sabe cómo va a terminarv.
En este sentido, Paul Veyne considera a
Foucault como el historiador completo, el
final de la historia; añade que es ~ u i ode los
mayores historiadores de nuestra época,
pero también podría ser el autor de In revolución
científica que perseguían todos
los historiadores lo.
Se ha dicho que el proyecto mod~rno
surgió en el siglo XVIII con los filósofos de
la Ilustración. Las ideas promovidas por
estos, fiiernn enriquecidas y consolidadas
durante los siglos siguientes, pero hemos
de tener en cuenta que la influencia de la
emergencia de la racionalidad científica
surgida a partir del siglo XVII fue sin lugar
a dudas, un factor indisociable en la conse
c.cc ión de tales ideris.
En este siglo se logran avances científicos
insospechados. Los pensadores de la
Il~islracións e llenan de optimismo y esperanza
ante los logros de la Razón Científica,
dando la espalda al oscurantismo místico, y
a las supersticiones que éste traía consigo.
Así que emprendieron la demolición del entramado
en el que se basaba la anterior cosmovisión.
Kant fue quien más claramente
definió los ideales de la Ilustración, quien
mejor formuló la tesis del sujeto, así como
las tesis de la universalidad del conocimiento,
de la acción, de la física y de la moral.
El pensamiento de Kant resulta paradigmático
de este pensamiento. Kant fue un
escritor consciente de que, los intentos de la
centuria por elaborar la historia, no se basaron
únicamente en aspectos filosóficos, sino
también sobre temas centrados en la vida
cotidiana y la historia la estudia para desarrollar
una filosofía moral, intenta poner
orden en la historia, extrayéndole un sentido
y haribndola prnfefizas La hictnrii. para
Kant, sería la forma general y, necesaria de
realizarse la esencia del ser humano ".
Habermas y Foucault: Modernidad, Posmodernidad v teoría de la Historia 107
A partir de entonces estaba claro: la razón
aseguraría el progreso, conduciría hacia
el bien-estar social, disiparía las tinieblas,
acabaría pa~datinamente con los misterios
de la naturaleza, liberaría a los individuos
de las falsas creencias que permiten subyugarlos,
y destruiría por fin la posibilidad
misma de arbitrariedad, creando una sociedad
de seres humanos libres y felices.
Es obvio el fracaso de tales expectativas,
y éste ha sido reconocido tanto por los
partidarios de la demolición del proyecto
moderno como por los partidarios de su renovzciSn.
El mundo contemporáneo no es la imagen
de ese bienestar deseado y programado,
los efectos perversos de la forma de racionalidad
que ha imperado en Occidente
han sido suficientemente constatados por
la Escuela de Frankfurt y por K. O. Apel,
dos de las grandes influencias en el pensamiento
habermasiano. Ahora ocupa todo el
ámbito humano ia ruúri subjeiivá qüc es
aquella que busca los medios para alcanzar
fines establecidos, y esto es así toda vez
que ha desaparecido la razón objetiva, que
era aquella que establecía los fines humanamente
deseables. Así la primera se convierte
en razón instrumental, la Ilustración
vuelve al mito 12. En este sentido, Alain
Touraiiie considera que Horkhcimcr anuncia
ya a Foucault 1 3 .
Es obvio que ningún pensador contemporáneo
se sustrae a esta crítica del desastre,
son las salidas las que resultan diferentes.
La propuesta superadora de Foucault
es individualista y estética: la vida
humana como la realización de una obra
de arte, donde la labor de la historia es deslegitimar
los impedimentos que los individuos
encuenlrai-i en su desarrollo. Habcrmas
en su intento por salvar el proyecto de
la socialdemocracia, sin caer en la metafísica,
nos propondrá la teoría de la comiinicación
como explicación de la emergencia
vcciu! u prt ir de los indivici~ios14 .
La propuesta ética kantiana es fuertemente
formalista. En esta dirección se articula
la crítica hegeliana referida a los problemas
que se pueden derivar de semejante
abstracción de contenido. Lo que se esiá
cuestionando es la utilidad de una ética
que en la búsqueda de una universalización
de los juicios morales sacrificó los intereses
tradicionales de la teoría ética; en
los escritos kantianos ya no se encuentran
definiciones sustanciales de «lo bueno» o
«lo justo», sino que se desarrolla algo así
como una técnica de evaluación para los
enunciados de contenido moral.
La metodología kantiana situada en la
filosofía tradicional de la conciencia (donde
en última instancia la evaluación es un
procedimiento subjetivo, en el que el individuo
se interroga a sí mismo sobre el valor
moral de su actuación en sociedad) se
convierte en solipsismo metodológico, carente
de una fundamentacián que le otorgue
cierto valor intersubjetivo.
La ética habermasiana (que podríamos
s i k a r cn Ir: i,-.terrecci& de trlAi&*~- filosóficas
tales como la hermenéutica continental,
el desarrollo del análisis lingüístico
en la filosofía angloamericana -cn la forma
en que sc configura en la línea del segundo
Wittgenstein y los trabajos de Cearle- y
la corriente historicista alemana) supera el
solipsismo moral kantiano en la lürrna de
una ética discursiva.
- En Habermas se mantiene ei ~uriiia~isiiw
Kantiano, puesto que la racionalidad dialógica
no establece fines en el sentido que lo
hacen las eticas materiales, sino que el fin es
el <.consenso» alcanzado por una «cornurudad
ideal),. La postura foucaltiana es muy
distinta pero podemos insishr en io que
Foucault considerá vital en sus trabajos, un
escepticismo sistemático frente a todos los
universales antropológicos. Para el pensador
francés no existe una única forma de ser
humano, se niega el universal «humano»
mediante el trabajo del historiador que pone
de relieve la contingencia de las distintas
objetivaciones del ser humano mediante
unas prácticas y unas tecnologías del yo. Esto
al mismo tiempo destruye la posibilidad
OUnuersdad de a s Fanai d? Gran Canara i t o e c a Unuestsri Memm Dgta le Caniris 20815
108 Junn Manitel Silntnnn Pérez / Antonin M " PC're: Rodr(pez
de una Historia, sólo es posible hacer historias
parciales. Frente a la profunda historicidad
de estos planteamientos, la postura
universalista haber-masiana desemboca en
una teoría de la evolución de la sociedad 15,
si bien quiere librarse de toda implicación
de conformación de la especie a través de
una hipostatización de los comportamientos
individuales, mediante la realidad de la comunicación
humana.
Pero el problema entre ambos planteamientos
vuelve a ser si esta comunicación
dirigida hacia la emancipación es posible,
si podemos hablar con Habermas de ((condiciones
ideales de comunicación,), o si por
el contrario, el poder vertebra todos los
discursos humanos. Pero está claro que
ninguno de estos planteamientos es pesimista,
en el caso de Habermas esto es claro,
en e1 de Foucault siempre queda la labor
de desenmascarar la contigencia histórica
de una forma de ser humano.
En !S c~nfer cnc iap r~rs,-.iadu con motivo
de la concesión del premio Adorno
1980, Habermas critica a la nueva vanguardia
de artistas que se declasaii posrriudernos
bajo la consigna de ((el presente del
pasado». Analizando el significado del término
modernidad, intenla derriustrar cómo,
desde su punto de vista, la posmodernidad
es en el fondo una antimodernidad
y cjii-LOr sia pdidLld i~idica,u na corriente
conservadora y negadora de lo moderno.
Ilabermas analiza como el concepto
moderno se ha empleado en la historia desde
el siglo V (para delimitar la nueva época
cristiana con respecto al pasado romano)
a la actualidad. El concepto de modernidad,
dirá, expresa la consciencia de una
época con respecto a los cambios surgidos
en su seno en relación con el pasado. Pero
señala también la relación de continuidad
que esta nueva época que surge sigue manteniendo
con su pasado.
Habermas piensa que esta relación de
continuidad con el pasado se olvidó con la
radicalidad del espíritu romántico del siglo
XIX. Éste se encegó en su contraposición
abstracta con la tradición y perdió de vista
su relación con la antigüedad y con el conjunto
de la historia. Igualmente Foucault
pone el acento en la discontinuidad como
seña de dispersión temporal que los liistoriadores
tienen el deber de suprimir de la
historia Ih.
Cuando Foucault indaga en la constitución
de las ciencias sociales, sobre todo a
partir del XIX, relaciona los desarrollos
teóricos en cuestión con las instituciones de
vigilancia en el mundo moderno. En ambas
organizaciones encuentra como elementos
es~ncialw lar dualidaler siijeto-nhjnt~ de
la filosofía moderna, sobre todo en su formulación
kantiana.
En Habermas ciencia y técnica se han
constituido como ideologías legitimadoras
del actual orden, pero esto no significa, para
él, que ambas no tengan ninguna vinculación
con un proyecto humanamente deseable
17. En la sociedad tradicional la legitiniaciji-
I del clúrriiruu se encontraba anciacia
en el «mundo institucional,, (mundo de las
interacciones humanas guiadas por reglas)
que él diferencia de la órbita de las acciones
encaminadas a fines. La ideología sólo se da
en la sociedad moderna capitalista, cuando
el conflicto de clases no permite asegurar la
permanencia del sistema y de su legitimidad
con el único apoyo de la tradición, pero
tambien sigue formando parte de ese
mundo institucional, como órbita diferenciada
de las acciones encaminadas a fines.
En el capitalismo avanzado la ciencia y la
tecnología funcionan como ideología, pero
esta nueva ideología ha cambiado respecto
a la anterior: los criterios de justificación los
disocia de la organización de la convivencia,
esto es, de la regulación normativa de las intcracciones,
y en ese sentido los despolitiza;
y en lugar de eso los vincula a las funciones
del sistema de acción racional con respecto
a fines 18. ES esto lo que vuelve a esta nueva
forma de ideología la apariencia de incuestinnahle,
pu.esto q-.e p.rece -3Yn-i' n 7 r 9 ~ ~o0n ti! -'u- "'
desarrollo de las fuerzas productivas. Llegamos
así al cuestionamiento de las definiHabermas
y Foucault: Modernidad, Posmodernidad v teoría de la Historia 109
ciones clásicas de las relaciones entre las
fuerzas productivas y las relaciones de producción.
En el panorama actual las exigencias
del desarrollo y dc la investigación
científica legitiman el ejercicio del dominio
sobre la naturaleza y subre las pei-soiias. En
Foucault encontramos la negación de la hocencia
política de las fuerzas productivas.
La ciencia soclal se ha desarrollado como un
aparato más del poder, como una especialización
en el ejercicio del dominio. Con esto
fijó el marco filosófico de ciertas formas innovadoras
de hacer historia, al tiempo que
descentralizó radicalmente el concepto de
poder, haciéndolo omnipresente y permeable,
al concebirlo como relaciones de fuerza
distribuidas de manera asirnétrica en toda la
sociedad, corno constelaciones dispcrsas de
relaciones desiguales ". Mientras, la postura
habermasiana es menos radical, defiende
que es posible una nueva ciencia social
siempre que sea crítica.
Um idea qiie esfi presente Pn toda la
obra de Fouca~i11 es la inseparable unión
saber-poder, es decir, «la verdad no está
fuera dcl poder ni sin poder* *O.
Esta verdad viene caracterizada históricamente
por cinco rasgos, tales son:
- está centrada sobre la forma del discurso
científico y sobre las instituciones
que lo producen;
- esid suu~riidaa üi-ia cüm:a~:c i ~ i c i t ~
ción económica y política;
- es objeto de una inmensa difusión y
consumo;
- es producida y transmitida bajo el
control dominante de grandes aparatos políticos
y económicos;
- y es el envite de todo un debate político
y de todo un enfrentamiento social l'.
El saber, que quedaba limitado a una
serie de interpretaciones en el siglo XVI,
empieza a dejar de lado esos comentarios
infinitos sujetos al juego de similitudes para
entrar de lleno en una enumeración perfecta
que somete a análisis cualquier comparación
bajo el objetivo, no tanto de relacionar
como de discernir 22.
Es de esta forma como la verdad se impone
a través de una percepción evidente
y definitiva que se avala en un lenguaje
transparente y neutro.
El paso del empirismo al racionalismo
implica, sin duda, un cambio en la concepción
del saber sujeta al poder. Siguiendo a
Descartes 23 observamos como el único conucirriieiilu
verdadero que puede darsc cs
aquél en el que se da una actuación pura y
atenta de la inteligencia.
La distinción entre códigu eliiborado y
código restringido que estableciera Bernstein
y su interrelación con la división entre
trabajo intelectual y trabajo manuai que expuso
Marx, se encaminan a una racionalidad
que hace distinguir a diferentes clases
sociales bajo una base que intenta legitimarse
como científica no sólo en su posesión
de saber, sino sobre todo en su posesión
de poder.
Foucault es perfectamente consciente
de que este sistema de saber que ha desarrollado
nuestra sociedad es realmente
complejo, máxime si tenemos en cuenta
que dispone de unas estructuras de poder
muy sofisticadas 24.
Es este híbrido saber-poder el que va a
constituir la creación de las Ciencias Humanas,
a través de un saber de vigilancia,
de examen que controla, mediante la nor-
-u, u !es inciividlies diirante toda sii PX~Stencia
25.
Después de la obra de Foucault no es
posible scguir manteniendo los ((objetos intclectunles>>
como «objetos naturales» de
los que sólo cambiarían las modalidades
kiistóiicas de exis:rn&. La lacurz, !a rr.edicina,
el Estado no son categorías pensables
en el modo de lo universal y de las que
cada época particularizaría el contenido.
Detrás de la permanencia engañosa de
nuestro vocabulario, debemos reconocer
no los objetos, sino las objetivaciones que
construyen una figura original
Así los individuos son controlados, no
ímicamente por los poderes judiciales, sino
también por otro conjunto de poderes late-
Ohversdad de a s Fanai d? Gran Canara i t o e c a Unuestsri aemmi Dgta le Caniris 20815
110 Juan Manuel Santane Pérez / Antonin M." Pérez Rodríguez
rales que contribuyen, a la par de los primeros,
a mantener el orden vigente, a reaccionar
contra todo aquello calificado de
peligroso en tanto y en cuanto puede poner
en cuestión o resquebrajar el sistema
social. Bajo esta óptica cualquier loco es un
disidente político 27. No tenemos que ir
muy lejos para constatar la certeza de esta
afirmación, basta con echar u11 vistazo al
surgimiento de estas disciplinas para corroborar
su función de orden social. Por
ello, cualquier propuesta que plantee los
problemas de la necesidad de una transformación
del planeta son desconsiderados'",
ae este modo, toda duda o negación
de dicho orden son calificadas de locura,
aberración y fanatismo.
No es de extrañar, pues, que Foucault
insista en comparar la tarea de inctituciones
presuntamente neutrales con las desarrolladas
por la policía 29. Ni tampoco nos
coge desprevenidos su extrapolación tanto
a los hospitales, como a las escuelas, los
ejércitos, la misma fábrica y, por supuesto,
a la prisión, tal como se ha venido desarrollando
en investigaciones historiográficas
desde la década de los setenta.
Parece obvio, pues, que tanto los sujetos
de conocimiento como las relaciones de
verdad se forman en un contexto caracterizado
por unas condiciones políticas y económicas
que les dan s~ntirln
<.Foucault no se deja impresionar -dice
Habermas- por la referencia a la evidente
ausencia de coacción que caracteriza a la argumentación
convincente con que se imponen
las pretensiones de verdad y en generd!
us pr&er.si=ncu & ~ü!idez;?>", el nrqüeólogo
del saber indaga en esos discursos
científicos para mostrar las estructuras que
posibilitan la werdadn. Comu esas estructuras
no son susceptibles de ser verdaderas
o falsas, Foucault realiza en la década de los
setenta una nueva tarea, la investigación
genealógica, que, a partir de la voluntad de
verdad que rige en el discurso, persigue la
genesis de las condiciones de validez. Para
Habermas el problema de esta historiografía,
que «procede en términos eruditos y
positivistas,,, es el concepto nietzscheano y
asociológico de poder en que Foucault basa
todos sus desarrollos. En su genealogía
«poder» es sólo un sinónimo de una «pura
actividad estructuralista». Cuando Habermas
se pregunta por qué en Foucault la teoría
de la ciencia y la crítica de la razón dan
paso a una teoría del poder, achaca este encauzamiento
al interés de Foucault por el
paso de la época clásica a la modernidad.
Esta voluntad de saber se convierte para
Foucault en la clave de la conexión entre saber
y poder, «las ciencias humanas ocupan
el terreno alumbrado por la aporética autotematización
del sujeto cognoscente. Erigen
con sus exorbitantes pretensiones nunca
cumplidas la fachada de iui saber universalmente
válido tras la que se oculta la facticidad
de la pura voluntad de autoavasallamiento
mediante el saber), 31
La arqueología como método que nos
propone Faiicaiilt tratará cie deccrihir e! deminio
del saber, describir las contradicciones
intrínsecas al discurso. Si partimos de
que el disc~usoe s una práctica que mantiene
diferentes formas de encadenamiento,
sucesión, etc.; la arqueología será la encargada
de establecer fisuras, definiendo, a su
vez, formas nuevas, específicas de articulación.
La historia como arqueología nos invita
2 recerrcr hiSkGriCi pu1-
que lo que interesa es dejar al desnudo las
prácticas discursivas en la medida en que
den lugar a un saber, y en la medida en que
ese saber toma, o no llega a hacerlo, el estatuto
y el papel de ciencia, lo que supone LUI
cambio cit. planteamiento frente a ias convencionales
historias de las ideas 32.
El autor no es partidario de definir el
método que nos propone como anti-ciencia,
ni de situar su objetivo en la descripción
de la ciencia. Y ello es así porque si
bien es verdad que la arqueología recorre
el eje prácticas discursivas-saber-ciencia,
podemos encontrar saberes independientes
de las ciencias; pero todo saber tiene una
práctica discursiva definida.
IIabermas v Foucault: Modernidad, Posmodernidad y teoría de la Historia 111
La arqueología se convierte, pues, en
una de las líneas de ataque para el análisis
de las actuaciones verbales que pretende
mantener al discurso en sus asperezas múltiples
describiendo los diferentes espacios
de disensión que presenta y suprimiendo
«el tema de una contradicción uniformemente
perdida y recobrada, resuelta y
siempre renaciente, en el elemento indiferente
del lagos), 33.
Foucault señalará como preocupación
fundamental de su análisis arqueológico,
describir la aparición y el funcionamiento
del discurso en su .<sistema de institucionalizaciónx
".
Ahora bien, el poder para Foiicaiilt no
se identifica con un individuo en particular
que lo ejerza o posea, sino que se convierte
en iina maqiiinaria de la qiie nadie
es titular 35. Herencia de la antropología de
Lévi-Strauss, para Foucault la revolución
estructuralista (discurso negativo sobre el
sujeto) es la disolución del s~ijetoA. ludió a
las prácticas de la historia estructural y seij2&,
2 n ~ n n A c i t nd e !3 CUU! YiaCUiS e + r - "r -"--
traer todas sus consecuencias teóricas 3h.
Será dentro de este entramado donde la
figura dcl Panopticon cobra sentido: Recordemos
que el elemento que introduce y
que caracteriza al panóptico no es la pe- . . ~cini~&ic a=; ; p ~ r j ~ iyiüae vigile a 10s demás,
sino que se trata de un artificio mucho
mis complcjo que oculta el inspector a
los ojos dc los presos, en el ejemplo de la
prisión; ya que no es un individuo el que
impone el respeto o establece el control, sii10
yUc es ;iiiip:cmcnk Uiia yicsciicin, u
mejor aún, la posibilidad de que pueda
existir esa presencia.
Foucault coincide en esto con Blanchot
al denunciar toda perscinología lingüística
y situar los ernplazamicntos de sujeto en el
espesor de un murmuiio anónimo
La vigilancia no consistirá, por lo tanto,
en el ejercicio que le corresponde a los
guardianes, sino que se va a identificar con
la condición humana misma. Al quererse
convertir ésta en obediente en la medida
que es conforme a las reglas, o en productiva,
útil, dará lugar a multitud de formas
posibles dc observación, encuesta, exyerimentación
de las que ninguna ciencia auténtica
podrá prescindir
La verdad es pues inseparable de un
procedimiento cpr la ~ s f a h l ~ c!oe ,c ual hace
que Foucault compare la <(investigación
inquisitorial* que trata en Vigilar y Castig
a c on el <.examen discipliiiario~m~o delo
de las Ciencias Humanas.
La dimensión crítica de la historia filo- 36fic~d e !as ciericias . , riü es en i-iiiig~iiri dsu
tina critica de la ciencia jY, sino que, por el
contrario, es una crítica de lo negativo de
la razón.
La verdad existe. Esta es una afirmación
de Foucault ante la conslilución de saberes
que llegue a inestabilizar aquellas objetividades
a las que ya hemos hecho referencia
(locura, poder, sexualidad). De ahí que pretenda
hacer la historia de las relaciones que
unen el pensamiento y la verdad, es decir,
la historia del pensamiento en tanto pensamiento
de la verdad "'. Ello lo hará no intentando
responder a las leyes de verificación
que rigen la historia en sí, es decir, no
reduciéndose a lo que ocurrió, al proceso,
a las transformaciones. Uno de los objetivos
que se plantea PS e1 T ~ P mnqtrñr que
muchas de las cosas que forman parte de
su paisaje y que la gente piensa que son
~inivcrsalcs,n o son sino el resultado de algunos
cambios históricos muy precisos.
Todos sus análisis van en contra de la idea
do necesic?uder c.niierou!cs cn !u cxis:cn&i
l-iumana. Muestra la arbitrariedad de las
instituciones, cuál es el espacio de libertad
que todavía podemos disfrtiiai; y qué cambios
pueden todavía realizarse ". Toda historia
es arqueológica por naturaleza y no
por eiección: expiicar y hacer expiicita la
historia consistc en percibirla primero en
su conjunto, en relacionar los supuestos
objetos natiirales con las prácticas de fecha
concreta y rara que los objetivan y en explicar
esas prácticas, no a partir de un motor
único, sino desde todas las prácticas
próximas en las que se asientan 42.
De este modo, la Historia tendría una
función deslegitimadora, aquí radica la importancia
de contextualizar la historia del
pensamiento en una historia de estructuras
sociales porque el pensamiento también es
social.
La fecundidad que en este sentido tienen
los dcsarrollos foucaultianos no la podemos
encontrar en los planteamientos habermasianos,
al menos no en los más generales,
porque si Foucault habla de «lo
que es», el pensador alemán se encuentra
en la formulación de 40 que debe ser.. La
teoría crítica, sin embargo, quiere ser empírica
y científicai p r n sin rmiinriar a siis
intereses teóricos y prácticos. En este intento
Habermas aboga por una ciencia socia!
inter&scip!inari2 que receja &versos
desarrollos de la teoría social de este siglo,
aunque el trabajo de Habermas se centra
fundamentalmente en la sociología. A nosotros
nos cabe, al menos, defender lo
apropiado de este enmarque pluridisciplinar.
Junto con la teoría de sistemas o la Filosofía
analítica del lenguaje, Habermas incluye
los avances de la hermenéutica filosófica
como fundamentales en la tarea
investigadora en las ciencias sociales 43,
aunque no sin provocar revuelo entre los
pensadores más significativos de la filosofía
hermenéutica. Gadamer responde a
Habermas que la hermenéutica no es asunto
de la metodología, sino que es en Lodo
caso un arte. Este autor explica su teoría en
el contexto de la tradición alemana de las
ciencias del espíritu, achacando a Habermas
y a Apel que no se den cuenta de que
la rcflexión sobre la praxis no es técnica 44.
Habermas, como heredero de la tradición
ilustrada, sostiene una teoría universalista.
Piensa que es posible hallar unas
normas, a modo de leyes generales, que expresen
una voluntad general. Su ética, por
tanto, la podemos definir como normativa
y, en consecuencia, se desprende una teoría
de la historia cercana a Kant en el sentido
que la evolución de las sociedades debe
estar guiada por esos principios universales.
Pero se refiere a principios que no
derivan de la teoría a la manera kantiana,
sino de las necesidades prácticas de una
sociedad, del interés humano por la emancipación
y de las condiciones objetivas en
que se encuentra.
Habermas en su teoría de acción comunicativa
distingue entre acción orientada al
éxito y acción orientada al entendimiento,
así como dos situaciones de éstas, una social
y otra no social.
Propugna. además. la acción orientada
al entendimiento en situación social en la
que se halla su teoría de la acción comunicativa.
Para 61,. Fiiera de ella no PS posible
hablar de ética. En la acción comunicativa,
los sujetos no tralan de interaccionar busci.
ndo i-xpnner SLE in!ereses, rinn !izt!!ar un
entendimiento. Para ello, exponen sus intereses,
los discuten y llegan a través del
diálogo a un acuerdo 45.
La acción que Foucault formula, dentro
de esta clasificación realizada por Habermas,
vendría a ser una acción orientada a1
éxito en situación social. Foucault comparte
la teoría del significado como tiso, mantenida
por Wittgenstein y Austin que conciben
los actos del habla como juegos estratégicos
de accion y reacción, que son en
definitiva juegos de poder, ya que, para él
hablar, es también ejercer un poder.
Habermas critica este tipo de acción es-
Lratégica diciendo que en ella los sujelos se
instrumentalizan recíprocamente y orientan
su acción segíin las expectativas del comportamiento
de los otros, utilizándolos como
medios para lograr fines propios. Es ma
acción fundamentada en intereses egoístas y
bajo la visión de Habermas, no ética.
Foucault se ha manifestado siempre
contrario a las posiciones universalizadoras
dc la ética de Habermas. La ética filosófica
que propone Foucault es una estética
de la existencia, sería la tarea de «producirse
a sí mismo)) 4h renunciando a la
guía de la religión, de la ciencia, la ley o las
Habermas y Foucault: Modernidad, Posmodernidad y teoría de la Historia 113
afirmaciones universales formales presentadas
por los filósofos, y renunciando también
a ese empeño que ellas fomentan de
realizar una verdad profunda del yo. Foucault
asume que no existe ningún principio
absoluto, ningún criterio que tenga una
fmdamentación firme y definitiva; los seres
humanos no pueden ampararse en nada
que no provenga de sus propias producciones.
Por tanto todos los supuestos y
las «retóricas de verdad,, son puramente
históricas y contingentes y es preciso deconstruirlas
a todas y cada una dc ellas, y
revelarlas para así debilitar los efectos de
poder producidos por éstas 47.
Foucault trata de corporizar un estilo
de acción que nos permita ver, mediante
una prueba de límites que hay diferencias
significativas en las clases de sociedad que
podemos tener y modos de ser humanos a
los que conviene oponerse y otros a los que
conviene fortalecer.
Habermas dirá acerca de esto que Foucault
«hace afirmaciones teóricas normativas
injustificadas, y toma posiciones políticas
no sustanciadas> no siendo consciente
de su enfoque general. Considera una
tradición hacer juicios normativos -ya que
en cierto modo hace una propuesta ética
para e1 presente- y a la vez propugnar el
abandono de toda autoridad, ley, o principio
dc cualquier índole.
La metaética de Habermas es cognitivista
ya que cree en la validez racional de
la ética fundamentada en un método coherente
y lógico de la mejor propuesta moral.
También podríamos clasificarla como no
naturalista, pues no cree que las teorías del
significado ético se puedan reducir al lenguaje
natural.
Foucault, con una metaética no cognitiva,
niega la posibilidad de fundamentar la
ética. No cree, por tanto, en la posibilidad
de ningún principio trascendente que nos
permita decir que algo es fibueno. y debe
guiar nuestra conducta. Se trata de una decisión
plenamente nuestra y no existe ninguna
forma de asegurar que esa opción sea
mejor que otra recurriendo a ningún criterio
externo que no sea las opciones simplemente
humanas. La ausencia de fundamentos
Últimos no sufre excepciones ni siquiera
con un fundamento tan descentrado
de la validez con respecto a la verdad como
el supuesto trascendental del lenguaje
de Habermas. Y es precisamente esta ausencia,
la que nos brinda la posibilidad de
decidir por nosotros mismos.
Cuando no cxistc ningún meta-nivel al
que remitirse para legitimizar las decisiones
y el poder que se ejerce, éstas terminan
mostrándose como lo que son: pura conveniencia
humana. A partir de entonces es
posible debilitar todas las manifestaciones
dcl podcr.
Habermas declara que esta comparación
que hace Foucault de su (crítica del poder»
con PI «análisis d~ la vprdadn es iinñ cnntradicción,
ya que la crítica al poder queda
privada de los parámetros normativos que
debería pedirle al análisis de la verdad.
Desde el punto de vista de Habermas, toda
intervención crítica es portadora de un contenido
normativo, inclusive, claro está, las
intervenciones críticas de Foucault '$, que,
según Rainer Rochlitz, en el fondo no son
sólo normativas, sino incluso universalistas
ya que proponen ciertos principios como
son la autonomía de la persona y la oposición
al sufrimiento injusto.
Este autor critica a Foucault por pretender
difundir una ética basada en un modelo
griego, elitista, opresor y sexista; no
dudando reivindicar las exigencias de una
cultura aristocrática, de un arte de vivir, en
vez de una universalidad de derechos. Dirá
que al exagerar el aspecto negativo de la
idea de universalidad de la que el cristianismo
es portador, minimizd el carácter elitista
del modelo griego. También cree que
Foucault cayó en un error al equiparar poder
y moral, no dándole ninguna autonomía
a esta última. De este modo, no pudo
apreciar «la ambigüedad moderna,) es dccir,
el hecho de que ella hace posible a la
vez las estructuras de poder.
114 Juan Mnnuel Snntann Pérez / Antonia M." Pérez liodrQuez
La teoría foucaultiana se desarrolla a
partir de un elemento común que es la preg~
uitap or el sujeto "',a partir de ella cstc
autor desemboca en un escepticismo sistemático
frente a todos los universales antropológicos,
incluido el universalismo ético
basado en competencias comunicativas
habermasiano. Para Foucault, el único progreso
experimentado desde lus u i i~i u sd e la
modernidad es el progreso de la dominación
, su proyeclo es el de deconstruir toda
la ciericia histórica moderna con fines
deslegitiinadores. Según Fontana, Foucault
ha sido considerado como un deconstructor
de ia nistoria io que califica, con poca
profundidad, de paradojas de una terminología
ambigua que sirve para todo Habermas,
coincidiendo con Foucault en el
papel legitimador del statu quo que ha desempeñado
la ciencia histórica, quiere, no
obstante, la reconstrucción de las ciencias
sociales occidentales; con la teoría de la acción
comunicativa, recurre a una nueva
forma de teoría social superadora de la primera
teoría crítica, que pretende obtener
un cambio real de la sociedad, a través de
la confluencia de diversas tendencias del
pensamiento actual 52.
Para Habermas la historiografía se ha
de mover necesariamente en un sistema
narrativo de referencia, así que su interés
no está en desarrollar una historiografía
universal, que también Foucault desdeña,
NOTAS
1 KLAPPENBAA.C: HE t,i c ~y posmodernidad. Universidad
de Alcalá de Henares, Alcalá de Henares,
1991.
2 Aquí se incluyen un conjunto de pensadores
heterogéneos, desde Foucault, Lyotard o Lipnvetsky,
hasta il pensievo debole de Vattimo,
que se ha constituido en una forma de ver el
mundo, sobre todo sus relaciones sociales
frente a los metarrelatos de la historia. VATIMO,
G.: Filosofía, política, religión. Nobel, Oviedo,
1996.
sino que presenta un concepto alternativo,
la teoría de la evolución, que ~dcscansas obre
supuestos de estructuras universales de
conciencia y niveles de aprendizaje ordenados
segím la lógica del desarrollo» 53. Por
su parte, Foucault cree que la labor de la
Historia es enseñarnos que somos libres,
que podemos criticar y cambiar la evidencia
de una verdad, ya que esta ha sido
construida en un momento histórico determinado
y, por ello, debemos relativizarla.
El relativismo es también un logro del
pensamiento moderno, el debate ahora es
entre ~ uriel ativisrno radical que disuelve la
noción de humanidad o si es posible un
nuevo planteamiento para el viejo concepto
judeo-cristiano. Si el mundo no puede
comprenderse en su totalidad, entonces el
desarrollo histórico carece de sentido universal.
Las mismas personas están fragmentadas
y descentradas y son incapaces
de proyectar su futuro Deja de interesar
el futuro y, en consecuencia, la <<historia
profétican justificada por los metarrelatos
es abandonada, pero sin embargo, las exageraciones
de este pensamiento llevan al
triunfo del presentismo, el relativismo total
y la pasividad política, que paradójicamente
puede desembocar en un esencialismo
cultural. La fragmentación posmoderna
de la sociedad encaja perfectamente con
el funcionamiento del m~rcadnl i h r ~e n el
capitalismo avanzado.
3 MORALEMS OYAA,. : «Historia y postmodernidad,,.
En MORALMESO YAA,. (Ed.):L a Historia
en el 91. Ayer, Madrid, 1992, y. 36.
4 HABERMJA.: ST,e orín y praxis. Estudios dc filosofía
socinl. Tecnoc, Madrid, 1990. Este carácter
tclcológico que atribuye al materialismo
histórico es la principal crítica que le formula
en HABERMJA.: SLa, r e cons t r~~c~idóerli rnuturialismo
histórrco. Taiiriiq; Madrid, 1986, F 43
En este sentido coincide con HARRISM,. : El
niatrrinlisrno ~ u l t u r a lA. lianza, Madrid, 1982.
Habermas y Foucault: Modernidad, Posmodernidad y teoría de la Historia 115
5 MACCARTHTY.: , La teoría crítica de Jürgen Habermas.
Tecnos, Madrid, 1987, pp. 158-159.
Sobre este planteamiento marxiano de Habermas,
resulta destacada la apreciación de
HELLERA,, : Crítica de la ilustración. Peiiínsula,
" ....- 1 -A- uarcriviia, 1984; &! ris~rí i!ra ukxa de Mnrx
como ciencia y como filosofía, Habermas se
sustrae a los peligros de ambos extremos. Su
-r o--rn- -n ctr-i-ir-r -ir-ín- -d-.o- 1 ..m.. .. a.t~-r-i-n l i~mhnie tíirirn P S ~~ -..--- ---- .
tal vez el mejor ejemplo de la solidez y viabilidad
de esta actitud sin que tenga relevancia
alguna que estemos de acuerdo o no
con todas sus proposiciones teoréticas» (p.
289).
6 En este sentido entre las dos posturas podemos
situar el artículo de HOBSBAWEM.J.,: «The
revival of narrative: some cornments». Past &
Pres~nt.N 86, Oxford, febrero 1980, pp. 3-8;
combatiendo desde el materialismo histórico
las tesis donde narración es igual a explicación
como en STONEL, .: reviva1 of narrativen.
Past t3 Present. N" 85, Oxford, noviembre
1979, pp. 3-24.
7 CALINESCMU.,: Cinco caras de la modermdad.
Tecnos, Madrid, 199 1, y. 301.
8 VÁZQUEGZA RCIAF,: Fo~~caulLtd. Historia como
crítica de la razón. Montesinos, Barcelona,
1995, p. 22.
9 FOUCAULMT.,: Nittzche, Freud, Marx, Anagrama,
Barcelona, 1981, p. 25.
10 VEYNEP, .: Cómo se cscribc la historia. Foiuault
revoluc~ona la historia, Alianza Universidad,
Madrid, 1984, p. 200. Dice que qmsitivistas,
nominalistas.. pluralistas y enemieos de las
palabras acabadas en ismo, lo somos todos:
él es el primero que lo es todo. Es el primer
historiador totalmente positivista».
11 SACRISTÁLNU ZÓN, M.: [Concepto kantiano
de la historian. En VV.AA: Hacia una nu~na
historia. Madrid, 1985, pp. 85-108. Estos aspectos
han sido desarrollados en SANLANA
PÉKEZJ, .M.: «La teoría de la Historia de la
Ilustracióri. Su incidencia en Canarias».
Atiuario. Veguetn, N". i, Universidad de Las
Palmas de Gran Canaria, 1992, pp. 85-95.
12 HORKIIEIMMBR. ,y ADORNOT,. W.: Dialéctica
del iiurnil7ismo Editorid1 Sur, Bueiius A i ~ e s ,
1970; y HORKHEIMMER.:, Crítica de la razón
insfrumerifnl. Editorial Sur, Buenos Aires,
1973.
13 TUUIIAINAE.,: Crítica dr lu nzoderndad. Temas
de Hoy, Madrid, 1993, p. 200.
14 HABERMAJ.S: ,T eoría de la acción comunicativa,
2 vols. Taurus, Madrid, 1987.
15 HABERMASJ,. : Conciencia moral y acción comunicatizla.
Península, Barcelona, 1991. En esta
obra Habermas elogia el intento de Kohlberg --.. ,ALn--,-,...,..l,l.-...u . ..-m ,., te&n de !as cerr.-o+on-
Y-'-"
cias morales en la línea piagetiana, una teoría
que sería al mismo tiempo, evolutiva y
universalis ta. En es te sentido discrepamos
de Habermas y creemos que lo mismo que
puede concebirse una teoría de la sociedad
puede también concebirse otra de la historia
como ha señalado AROSTEGUI, J.: La iiivestigación
histórica: Teoría y método. Critica, Barcelona,
1995, p. 158.
16 FOUCAULMT.,: dlistória e descontinuidaden.
En NIZAD A SILVAM, .B.: Teoria da história.
Cultrix, Sao Paulo, 1976, p. 57.
17 HABERMAJS.: , Ciencia y técnico como .ideología)).
Tecnos, Madrid, 1992.
18 lbidem, p. 98.
19 HERNÁNDESZH N~~OIEC.: ALO, S r:urnirios de h
Historiiz. Cuestiones de historiografía y método.
Síntesis, Madrid, 1995, p. 175.
20 FOUCAULMT,. : Un diáluyu sobre el puder,
Alianza Materiales, Madrid, 1988, p. 143.
21 Ibidem, pp. 143,144.
22 FOUCAULTM, .: Las palabras y las cosas, Siglo
XXI, Madrid, 1989, pp. 61, 62.
23 DESCARTERS.:, Discurso del método. Espasa-
Calpe, Madrid, 1991.
24 FOIJCAIJLT, M.: Tecnologías del yo, Paidós, Barcelona,
1990, p. 117.
25 FOUCAUML.~: ,L a zlerdad y lus formus juríditus,
Gedisa, México, 1984, p. 100.
26 CHARTIERR.,: El iizuildo COMO represriitación.
Historia culturnl: entre prijciica y representación,
Gedisa, Barcelona, 1992, p. 42.
27 FOUCAULMT.,: Historia de la locura en la épocn
clásica. Fondo de Cultura Económica, Mtxico,
1Y85.
28 NEGRIA, .. <[Lasc onsecuencias del <<find e la
Historia»),. El Mundo, 11-IX-1990, p. 4.
29 FOUC.~ULTiv, í.: Un diáiogo sobre ei poder, op.
cit., p. 88. O en FOL-CAULMT.,: Ln zvrdcrd y las
formas jurídicas, op. cit., p. 98.
30 IIABERMASJ,. . Cl discumo Jlosóficu de la modernidud.
Taurus, Madrid, 1990, py. 296-297.
31 Ibidern, p. 313.
32 ROBLESO ICTEGAA.:, .Una historia sin sujctu.
Consideraciones sobre el método arqueológico
de Michel Foucault*. En RJEZU MART~-
116 Juan Manuel Sniitann Pérez / Antonio M." Pérez Rocir(girez
NEZ, J. y ROBLEES GEAA, . (EDTS.): Historia y
pensamiento político. Identidad y perspectivas de
la historia de las ideas políticas. Universidad de
Granada, Granada, 1993, p. 206.
33 FO~CAULTM, .: La nrqueoíogín del saber, Siglo
XXI, México, 1988, p. 262.
34 SACQUILLOG ONZÁLEZJ,. : Micilei Foucnuit:
Llna filosofíri de la acción, Centro de Estudios
Constitucionales, Madrid, 1989, p. 244.
35 FOC'CAULMT,. : «El ojo del Poder),. Entrevista
en BENTHAM, J.: El Panóptlco, La Piqueta,
Madrid, 1989, p. 19. O en MARSHALJL.,D .:
«Foucualt and Educationx, en Australian
Iournal of Education, vol. 33, número 2, 1989,
pp. 99-113; pp. 104,105.
36 Bmxüd-W~i7vÉi v i~miG~.,: Las escueias históricus.
Akal, Madrid, 1992, p. 223.
37 DELEIIZEG, .: Foucault, Paidós Studio, Barcelona,
1987, p. 33.
38 BLANCHOTM, .: Michel Foucnult fnl y como yo
lo imagino, Pre-textos, Valencia, 1988, pp.
39,40
39 ~IACHADRO.;, arqueología y epistemología,);
en V.V.A.A.; Miclzel Foucnuit, filósofo,
Gedisa, Barcelona. 1990, p. 15.
40 GABILONDAO,,: El discurso en acción. Foucault
y una ontología del presente, Antl-iropos, Barcelona,
1990, p. 182.
41 FOUCAGLTM, .: Tect~ologías del yo. Paidús,
Barcelona, 1990, p. 144. Foucault sugiere
que para poder estudiar las discontinuidades
históricas tenemos que 'individualizar'
los discursos, es decir, liemos de tener
claro el sistema lingüístico al que perteneccn
y idcr,fi&d de! q-ac los jesarrolla.
42 VEYNEp,: Cómo se escribe la Izistorin. Foucnult
remlur-inna la historiir op. cit , p. 237.
43 HABERMAJ.S: ,C oilciencia moro/ y acción comiiizicativa.
op. cit., pp. 31 y SS Para él la hermenéutica
no rompe todavía con la racionalidad
interna a la historia y su continuidad,
tal como la modernidad la presentaba; en
FERRERU,. : «La concepción postmoderna de
la historicidadn. En GONZÁLEWZ,. J.: Acción e
Historio. El objeto de la Historia y la trorín de ln
arrió,, Universidade da CoruÍía, La Coruña,
1996, p. 185.
44 GADAMEHR., C.: Verdad y nzétodo. Vol. 1, Sígueme,
Salamanca, 1993, p. 646.
45 HABERMAJ.S: ,T eoría dc la acción comunimtioa.
op.cit., vol. 11.
46 CARROLL, D.: Pnraesthetics: Foucault, Lyotard,
Deuridn. Routledge, Londres, 1987, pp. 53-79.
47 Sobre este tema y las relaciones de la teoría
marxiana con el deconstructivismo foucaultiano
lo encontrarnos desarrollado en RYAN,
M.: Marxism and decoi~structionA. critica1 art
i culaf ioi~,T he Johns Hopkins University
Press, Baitimore, l%Y.
48 HABERMAJ.S: ,E l discurso filosó~ico de la inodemidnd.
Taurus, Madrid, 1990, pp. 285 y SS.
49 LANCAIU,l'. : Acatares del hombre. El pensamiento
de Mzchel Foucatrlt. Universidad de
Deusto, Bilbao, 1996, p. 79.
50 FERNÁKDEAZG ISD, .. De s p u h de Fuuuul t . Éticn
y política eiJ los confines de la modernidad.
Universidad de Las Palmas de Gran Canariai
T.as Palmar de Grm Canaria, 1993, p 41
51 FONTAKAJ.:, La historia desplle's riel fin dr la
historia. Crítica, Barcelona, 1992, p. 89.
52 GUIDDENAS,: cciRazón sin revoliición? La
Tkrorie des Kon~inunikativeii Haizdelns de Habermas,,.
BERNSTEIRN.J,. (Ed.):H abermns y ln
inoderi~idad.C itedra, Madrid, 1988, pp. 153-
192; pp. 177-1788.
53 HABERMAS, J.: La recoizstri~cción del n~aterialismo
histórico. op. cit., p. 185.
5 1 LARRAINJ . :, &íodermdad, razó~ze idetltidad eii
Anzéuica 1.ntinn. Editorial Andrés Bello, Santiago
de Chile, 1996, p. 244. En este mismo
sentido se dirige la crílica de Rurty d los
pensadores postmodernistas, en los que la
incapacidad para pensar en un mosotros,,
IPS l l ~ v a ñ !a apa-Ia p!ifica er. RI?.TY, R.:
<<Habermasy ~jotard-sobrela posmodernidad,,.
En BERNSTEIRN.J, . (Ed.): Hnbermas y la
rnoderriidad. op. cit., pp. 253-276.