VEGUETA, Número 4, 1999 (75-100)
La industria
La cueva de El Tendal
(San Andrés y Sauces,
isla de La Palma)
"Área de I'rehi~toria. Departarrrento de Ciencias Históricas. Univerr
Las Palrrzas de Gran Cnizaria.
**Área de Prehist«riu. Depur.lurrierilo de Prehistoria, Antropología e 1
Antixua. Uriiuersidad de La Lapiza.
idad de
lis toria
Resumen. En este artículo se analizan
las industrias malacológicas recupcradas
en la cueva de El Tendal. Sc realiza
un estudio diacrónico sobre las pautas
de selección de las distintas especies,
los recursos tecnológicos empleados para
su transformación y su funcionalidad.
Asimismo, se efectúa un análisis especial
de este tipo de evidencias, que contribuye
a esclarecer la organización f~mcional
de las distintas áreas del yacimiento.
Palabras clave: Prehistoria de La Palma,
industria malacológica, tecnología,
ornamento personal
Abstract: In this paper we analyze
the malacological industries from El Tendal
Cave. We develop a diachronical
study on the selection rules of the different
species, the technological systems
employed and their function. \Ve also do
a spatial analysis of these types of evidence,
wliidi rriay elucidate the functional
distribution of the different areas of
the site.
Ke y ~.verc?sL: i.l P.?!rr.r: Prel . ist~q,m alacological
industry, tecluiology, personal
adornment.
El Tendal es la cueva principal de un
importante conjunto arqueológico -el poblado
de San Juan-, iihicado en el barranco
que le da nombre, en el municipio palmero
de San Andrés y Sauces. Es un gran
ñhrign de 56 m.. de anche y cna pruf1s.didad
máxima de 11 m., cuyo eje mayor se
articula en tres niveles que descienden escalonadamente
de oeste a cstc, y que denominamos
área A, área B y área C.
Desde 1981 se ha venido realizando una
serie de campafias de yrusyección y excavación
arqueológicas, encuadradas en el
proyecto <<EBl arranco de Can Juan),, quc ha
proporcionado unos resultados de gran valor
cualitativo y cuantitativo, los cuales han
servido para avanzar mucho en el reconocimiento
de la prehistoria de esta comarca
en particular y de la isla en general (Martín
Rodríguez, 1987, 1992 y 1993; Martín
Rodríguez y Navarro Mederos, 1984 y
1988; Navarro Mederos, 1998; Navarro Mederos
y Martín Rodríguez, 1983, 1984 y
1987; Navarro Mederos et alii, 1990; Pais
Fais, 1993 y 1996; Rando et alii, 1997; Rodríguez
Rodríguez, i993a, 1YY3b, 1993c y
1998; Rodríguez Santana, 1993 y 1997). De
manera tal que, quince años después de
que salió a la luz la primera noticia breve
sobre su existencia, es ya LUI yacimiento
señero en la literatura sobre la prehistoria
canaria, pionero en el desarrollo de algunas
parcelas de la disciplina arqueológica
en el Archipiélago.
El yacimiento estuvo ocupado durante
todo nuestro Período Antiguo, qiie aharca
las Fases cerámicas 1, 11 y 111. Cronológicamente
esto representa ~ i nes pacio temporal
que emp i~z aa finales del 1 milcnio a.c. y
acaba entre los siglos IX-X de la Era (Navarro
y Martín, 1987; Martín, 1992; Navarro,
1998).
El estudio de los artefactos fabricados
sobre materias duras de origen animal
(hunm, dic~tc, cücri~o j; concha) es -üna
parcela más en el marco de dicho proyecto.
En este artículo damos un avance sobre
los resultados, aunque, por razones de espacio,
aquí nos circunscribircmos sólo a las
manufacturas sobre concha.
La industria inalacüliígica de El Tendal
se caracteriza por una relativa uniformidad
en cuanto a las especies elegidas como sopulir,
yur ia siriiylicidaci de ias técnicas
empleadas en su fabricación; y probablemente
también por una funcionalidad restringida
a ámbitos muy concretos. Nuestro
objetivo en este trabajo es analizar la evolución
de esta industria a lo largo dc las
distintas etapas en que esta cueva estuvo
habitada, reconstruyendo las pautas de selección
de las distintas especies empleadas
como soportes, los procedimientos técnicos
puestos en obra para su modificación y, en
la medida de lo posible, los distintos usos
para los que fueron concebidos.
Para realizar riuestro estudio hemos
confeccionado una ficha en la que, además
de los datos de inventario de cada pieza,
con las naturales referencias a su contexto,
La industria malacológica de La cueon de El Tendal (San Andrés y Sauces, isla de La Palma) 77
se han contemplado cuatro apartados diferentes
que pueden ilustrar los intereses que
han guiado este trabajo.
El primero hace referencia al estado de
conservación de la pieza, distinguiéndose
si está completa o fragmentada y si ha sufrido
alteraciones mecánicas, químicas o
térmicas.
El segundo concierne a la determinación
específica de la concha que sirve como
soporte, biometría y una estimación del es-
Lado en que se encontraba en el moinento
de su recolección para ser transformada en
artefacto.
-3 ci tercer apartado se ocupa ciei prvcesv
de fabricación del objeto, especificándose
el resultado obtenido (orificio, ranura, bisel),
las huellas de fabricación detectadas
(estrías, picado, pulimento, orificios, etc.) y
las técnicas que las produjeron (percusión,
abrasión, taladro, etc.). También se consignan
los accidentes de fabricación.
El cuarto apartado alude a la función
que cumplió la pieza, aplicando el análisis
traceológico.
En último lugar, nos ocupamos de algunos
aspectos sobre la distribución espacial
de estos artefactos que arrojan luz
sobre el comportamiento de los grupos
humanos que habitaron este enclave
arqueológico.
1. EL ESTADO DE CONSERVACI~N
Los criterios para evaluar el estado de
conservación del conjunto malacológico
de El Tendal han sido varios. El primero,
que contabiliza el nivel de fragmentación
de las pie7a~; miiestra qiie los elementos
incompletos por fractura son bastante numerosos:
el 56,5% de las conchas del género
Patella con desgaste perimetral están
incompletas; a su vez, el 41,6O/0 de los pequeños
gasterópodos y el 63,3% de los bivalvos
han sufrido roturas durante o después
de su fabricación. Muchos de ellos
debieron de romperse con el uso, algunos
pueden corresponder a accidea:ei dürai--
te el proceso de elaboración, mientras que
otros se deben a las alteraciones postdeposicionales.
En ningún caso se ha observado la existencia
de superficies de fractura frescas,
que hubieran apuntado hacia las tareas de
excavación o los proccsos dc traslado y
posterior manipulación en el laboratorio
como agentes causantes de las alteraciones.
La acción del fuego e5 otra varidbie d
considerar en este apartado. En este caso,
el porcentaje de piezas con alteraciones térmicas
asciende al 43,5% en el caso de las
Patellas con desgaste perimetral, el 120h de
los gasterópodos y el 21,6% del resto dc las
conchas.
Por último, en algunos ejemplares se ha
observado alteraciones de la superficie, debidas
a algún tipo de acción química, que
han modificado el color y la textura originales
del nácar del molusco. Estas alteraciones
han sido detectadas exclusivamente
en los pequeños gasterópodos (sobre todo
Cn!!mhdln), donde alcanzan iin pnrcenta!~
del 17,S0/0. En el yacimiento no es rara la
existencia de concreciones, precipitaciones
de carbonatos y otras evidencias de actividad
química, como testimonio de la abundante
presencia de la materia orgánica, así
como de filtraciunes de agua. El lieclio de
que sólo se hayan detectado en los caracolillo~
marinos resulta bastante curioso, y
sólo se nos ocurre que quiza se deba a que
el menor espesor de su concha la torne más
vulnerable ante este tipo de acciones químicas.
2. CLASIFICACIÓN DE LOS
SOPUKl'bS
El material analizado ha sido dividido
en siete grupos, que a su vez quedan englobados
en dos categorías diferentes. La
primera comprende todos aquellos soportes
que han sufrido algún tipo de transfnrmación
artificial intencional, mientras que
la segunda acoge a los soportes en los que
P- ~ h ~ n w - r ni nn A i A n o A o ocq +v=nc fnvm=-
l." .,L ""OLL" L.,. ...".L."L. ....
ción.
80 Amelia C. Rodr(guez Rodr@ez / Junn Fmicisco Nnvmro Me~ieros
nado (37,9)%. En el grupo G sólo tenemos
una porción de concha de Cymatiltm (Tritoniscus)
cf: Iabiosum.
Buena parte de las grandes lapas con el
borde y el lado dorsal pulido (A), deb' leron
ser recolectadas vivas con una finalidad
alimentaria y, luego, se aprovechó el caparazón
como utensilio. La mayoría de los
psterópodos del grupo B debieron de ser
seleccionados, asimismo, cuando estaban
vivos o cuando albergaban wi cangrejo, en
los pequeños charcos que crea la bajamar,
pero en este caso sin intención bromatológica
alguna.
Per c! corikrario, :a ii-üneiisa mayoría
-probablemente la totalidad- de las restantes
conchas (grupos C a G) fueron recolectadas
una ves muerto el animal, por tanto
no son desechos o subproductos de la
alimentación, sino que se buscaron ex profeso
para ser transformadas y usadas. Su
obtención no puede entenderse como una
práctica de marisqueo en sentido estricto,
sino de recoieccion de materias primas. No
obstante, las dos actividades podían combinarse
en el curso de un mismo desplazamiento
a la costa, porque ambas se tienen
que realizar en el mismo litoral y preferiblemente
durante la bajamar. En consecuencia,
lo más lógico es pensar que se hacía
simultáneamente, aunque hay épocas y
puntos costeros más propicios para lo uno
o para lo otro, porque no siempre ambos
productos se ubican justamente en los mismos
contextos.
Por ejemplo, dadas las características de
la costa próxima, el marisco estaría adherido
a los pequeños verileso en los escasos
bajíos y en los grandes cantos de los pedregales
mesolitorales, como el que hay en
la propia desembocadiira del barranco de
San Juan.
En cambio, la mayor parte de las conchas
captadas como materia prima, una
vez muerto el animal, han sufrido un proceso
más o menos largo de tracción por
efecfn do! deaje. E= c! cürso del rílisinü,
unas permanecieron enteras, mientras que
otras se rompieron y cada uno de los fragmentos,
a su vez, se fueron puliendo. Lucgo,
al ser arrastradas hacia la orilla, l-ian
quedado depositadas y/o trabadas en los
intersticios de los charcos intermareales y,
sobre todo, entre los canlos de la playa,
donde serían recolectados al bajar la marea.
Después, atendiendo a las posibilidades
de cada yie~ds, e transformaría de una
manera u otra para su aprovechamiento; o
incluso a veces se usaba directamente porque
lo permitía su peculiar forma u orificio
natural (grupo G).
En la industria malacológica, dentro de
ios grupos C a F, una de las lormas de yresentación
del soporte más comunes son
unos caracteríslicos discos u óvalos, a que
quedan reducidas muchas conchas, o fragmentos
de ellas, después de sufrir el proceso
descrito. Suelen ser bastante simétricos
por efectos del rozamiento natural; por
el mismo motivo tienen las superficies tersas,
fuertemente pulidas, y son de Ilamativo
color blanco o de otras tonos.
A la vista del material procedente de éste
y otros muchos yacimientos de La Palma,
así como de otras islas, hemos llegado
a la conclusión de que la mayor parte de
estos discos son la parte central (zona de
callo y del ápice) de las conchas de Patella,
a las que la abrasión del mar ha desgastado
las costillas o irreyiilaridader de I-i c2r2
dorsal y ha eliminado los estrechos bordes.
Son también comunes los fragmentos
de la valva siiperior de Spaizdylt~sq, ue tienen
la cualidad de presentar llamativos colores
rojo y blanco. Raras veces aparece la
concha cr?rr.pleta, perq::c !G c~m.¿;ens que
sólo sea un trozo y lo más frec~iente s que
sea de charnela, por lo general con forma
asimétrica.
Además de los anteriores, buena parte
de los pequeños gasterópodos (grupo B)
pudieron también recolectarse más fácilmente
en los charcos someros que q~iedan
con la bajamar, donde son habituales las
aglulitcriiciones cie diminutos cangrejos ermitaños,
alojados en caracoles marinos de
las mismas especies y tallas que luego encontramos
en los yacimientos arqueológicos,
sobre todo de Coluinb~lla rusticn. No
dudamos que aprovechasen esas oportunidades
de coger de golpe y con poco esfuerzo
una buena porción de estas conchas
tan llamativas, más difíciles de localizar
por el procedimiento habitual, lo que explicaría
cl quc sean tan numerosas en los
yacimientos.
De todas maneras, si hacemos un recorrido
por éstas y las restantes evidencias de
industria malacológica de La Palma, vemos
que los soportes empleados no son un reíieju
exaciv de iw que ~~wr~iidi~i~epiuieied e
encontrarse en las playas, sino que hay una
selección clara y parece inferirse que algunas
conchas fueron más apreciadas que
otras por su rareza, cualidadcs estéticas o,
por qué no, simbólicas.
En esta línea, es interesante recordar
una vez más el hallazgo de la Cueva de la
Higuera (Martín, 1980). En la parte más recóndita
se halló una vasija de la fase IVb,
muy cercana o contemporánea de la conquista,
que contenía un enorme lote de colgantes
cn conchas enteras (sobre todo de
Spondylus) y dientes de cetáceo. Sus grandes
dimensiones y peso sobrcpasan en mucho
lo común, y son inapropiados para que
alguien los porte de manera habitual como
ornamentos o amuletos, por lo que debieron
tener un significado y una función singulares.
La propia manera en que fueron
ocultados, puede ilustrar sobre el valor que
merecían estos objetos para quien allí los
depositó y que nunca pudo o quiso recuprarlni.
4. TECNOLOG~A
Los recursos técnicos ~itilizadosp or los
benahoaritas en la confección de los objetos
de naturaleza malacológica son bastante
simples. En la mayoría de los casos se
respeta y aprovecha la morfología original
de la concha en el momento de su recolección.
Eii ocasiones esa morfo!ogk :r,o rcc
ponde necesariamente a la que tendría el
caparazón de cada especie cuando cumplía
su función protectora en vida del animal,
sino que, como acabamos de señalar, también
se recogieron restos de conchas con
una fisonomía muy alterada por la incidencia
de la erosión marina, lo qiip puede
dificultar en algíín caso la determinación
precisa de la especie.
Así, los pequeños gasterópodos se recolectaron
citando estaban completos, o a
lo sumo presentando un orificio creado por
prcdadorcs marinos o la propia erosión.
Esta oquedad también podía aprovecharse,
directamente o agrandándola ligeramente,
yai-a usarla de !a ii-kma mai-era que !os
creadas de manera artificial. Tambitn un
grupo de artefactos (A) se realizaron sobre
lapas que cunservabari aún su moifología
original, para destinarla a una función específica.
Pero otras se recogían con un cierto grado
de transformación natural, después de
muerto el molusco, como se ha descrito
más arriba, poseyendo una morfoíogia discoide
u ovalada, apropiada para otro LISO.
El resto de las especies del lote analizado
fueron escogidas después de sufrir ~ upir oceso
de abrasión natural que alteró su fisonomía
de manera atractiva, lo que motivó
su selección por parte de los habitantes
de la cueva.
Hechas estas precisiones introductorias,
podemos pasar a enumerar las técnicas detectadas
en el conjunto bajo anilisis. Para
clasificar hemos recurrido a la descripción
de la acción técnica en sí, y a explicar las
posibles variantes de aplicación de la fuerza.
Así. la cinemática del trabajo piiede ser
longitudinal, transversal o piintiial, mientras
que la aplicación de la fuerza puede
ser por perciisión directa lanzada, es decir,
por impacto de útil de trabajo sobre la materia
trabajada; por percusión indirecta,
cuando se interpone un útil pasivo entre la
materia trabajada y el percutor; o por presión,
es decir, cuando el útil de trabajo
--r-,-nri\ A" " n n h " C , A. m . 3 n n v . 3 no,rn=- yC""'L""' U' '""""", "'. ."" '.. ". Y" ""'
nente con la materia trabajada.
La industria malacológica de Ln crlevn de El Tetidnl (San Andrés y Sauces, isla de La Palma) 8 1
OUnversdad de a s Fanas d? Gran Canara i t o e c a Unuestsri Memm Dgta le Caniris 20815
La industria malacológica de La C I ~ C dBr~ E l Tendiil (San Andrés y Sauces, isla de La Palma) 83
terial arqueológico, hemos realizado también
réplicas experimentales de las técnicas
que parecían haberse puesto en obra, con
el fin de adecuar los datos a la realidad específica
de las conchas que aparecen en El
Tendal. También sc ha analizado un número
de conchas marinas con perforaciones
naturales, a fin de poder discriminar entre
lus uriliciüs creados por fracturas accidentales,
por predadores marinos y por los seres
humanos.
Pasando ya a analizar la casuíslica de El
Tendal, habría que diferenciar entre los pequeños
gasterópodos marinos, por una
parte, y ias concnas ae otros moiuscos pur
otra.
Cuando se trata de pequeños caracolillos,
como las Colunibellas o las Littorinns, la
delgadez de la pared de la concha ayuda a
mitigar el contratiempo de su dureza. En
ella suele aparecer un (mico orificio, situado
en la última vuelta de la espira.
Experimentalmente hemos realizado la
perforación de varias maneras: La presión
directa exige el concurso de un útil muy resistente,
y la aplicación de mucha fuerza,
con el colisiguiente riesgo de fracturar toda
la pieza, por lo que su empleo debió ser
muy restringido. Esta técnica tiene, además,
el inconveniente de que es difícil lograr
precisión en el golpe. La percusión indirecta
puede solventar este problema, para
ello hemos colocado un útil lítico
puntiagudo contra el lugar que se quiere
perforar, y luego se le golpea con suavidad
por SU extremo contrario. Esta acción reúne
la fuerza y la precisión.
Gtra fc?rmz de practicar -m orificio ~s
ejerciendo una presión de tipo rotativo, a
modo de taladro. Éste es el caso de las conchas
dc parcdes m5s gruesas, así como el
de bastantes gasterópodos. Generalmente,
el inicio del trabajo es la parte más delicada,
pues exige aplicar a la vez fuerza y prccisión,
para situar la perforación en la zona
deseada. Se puede comenzar directamente
con ia presión, ya sca dirucia u iüii
el movimiento rotativo incorporado, pero
también es muy sencillo aplicar una percusión
indirecta, que cree un ligero piqueteado
que permita un buen agarre a la parte
activa del útil para proseguir su labor.
También se puede recurrir a la abrasión superficial
de aquella parte de la superficie
destinada a ser perforada con el mismo fin
de impedir que la punta del perforador se
dcslicc dcl punto deseado. Además, con la
abrasión se contribuye a adelgazar ligeramente
la pared de la concha. Es decir, la
perforación puede combinar acciones directas
e indirectas, rotatorias y abrasivas,
por presión y por percusión sobre un misr~
iuu ljeiu.
En el caso de los caracolillos marinos la
perforación siempre se ejecuta actuando
sobre la superficie externa de la conclia,
mientras que en otras especies también
puede realizarse sobre la cara interna, o
partiendo desde ambos lados. En el primer
caso, la sección del orificio es generalmente
cónica, mientras que en el segundo es bicónica
o de tendencia cilíndrica.
Dejando aparte las superficies alteradas,
se han detectado los siguientes estigmas
técnicos:
- haces de estrías poco profundas indicando
una acción abrasiva.
-pequeñas cupulillas que coiifor~iian
una superficie piqueteada y son producto
de una acción de percusión (directa o indirecta).
- fracturas y microfracturas de delineación
sinuosa que parten desde el orificio,
como resultado de Luis acción de percusión
o de presión directa.
- estrías profundas. de orientación paralela
al orificio, indicando una acción rotatoria.
Cuestión aparte es la dirección que adquiere
el movimiento rotatorio, que puede
ser unidireccional, girando siempre en un
mismo sentido, o bidireccional o de vaivén.
Este pormenor es muy difícil de detectar en
la materia calvárea de la concha. Sin ein-
1v_-.a.-.. ~t ;ua, veces 3: 3e piicdc nf-r ccinr en !os
instrumentos que realizaron la perforación.
La industria malacológica de La cuevn de El Telidal (San Andrés y Sauces, isla de La Palnia) 85
acanaladura o ranura, en la que se observan
estrías profundas de dirección longitudinal,
lo que indica la dirección del instrumento
agudo que la creó. Sobre las estrías
longitudinales se observan otras
transversales más superficiales que indican
una acción transversal de abrasión con otro
instrumento romo. No se puede determinar
la dirección. Puede que estos estigmas
sean el resultado dc un intcnto de pcrforación
por serrado y abrasión, que crea orificios
alargados (D'Errico et alii, 1993), pero
dado que no contamos con otros ejemplares
que presenten esta técnica no podemos
confirmarlo rotundamente.
Por último, no puede afirmarse que
exista una evolución de las estrategias de
fabricación de los objetos, ya que todas están
presentes desde el principio de la ocupación
de El Teiidal. Sin embargo, su incidencia
variará dentro del conjunto en función
de la preponderancia que cada especie
vaya adqiiiri~ndn a ln largo de la seciiencia.
5. FUNCIONALIDAD
Como se ha comprobado en los apartados
anteriores, no hay una gran variedad
de artefactos malacológicos ni existen muchas
técnicas asociadas a su fabricación. Según
estos antecedentes, tampoco debería-
-,.o n....-..-.. - 3 . -
.B ,"O "& !m Zx-i'."~'. "h"""J" "" "';A""^'"
empleados de muy diversas formas.
Los análisis funcionalcs sobre moluscos
son muy escasos y ello es debido a múltiples
causas. En primer lugar, se ha considerado
que el aspecto de la pieza sugiere
ciarameni-e cuái fue su Íunción, por io que
no sería necesario realizar contrastaciones
posteriores. Las comparacioncs ctnográficas,
los textos etnohistóricos y algún
hallazgo arqueológico excepcional han
contribiiido a clarificar el panorama funcional
de cstos elementos, aunque también
ha servido para que la mayoría de los investigadores
no se planteen otras alternativas.
L,a aplicación de análisis traceológicos,
que pudiera haber contribuido mucho
en este campo es realmente pobre
(Mansur-Franchomme, 1987; Taborin,
1993). Ello se debe a la alta incidencia de
alteraciones postdeposicionales y la dificultad
para discriminar entre estigmas tecnológicos
y funcionales. Además, la exigüidad
de las colecciones arqueológicas de
artefactos malacológicos no anima a los
traceólogos a realizar un amplio esfuerzo
experimental que luego tendrá escasa rcntabilidad
en su aplicación práctica.
La industria malacológica se ha dividido
tradicionalmente en dos grandes categorías
funcionales. Por una parte los objetos
considerados como «de adorno)), consistentes
en la mayor parte dc los casos en
conchas enteras o fragmentadas con orificios
artificiales o más raramente naturales,
que sirven para suspenderlas de la vestimenta
o de la propia anatomía humana. Tal
sería el caso de los objetos clasificados aquí
como grupos B, C, D y C. Por otra parte,
las piwas cnn ntras fiinrinn~s, g ~ n ~ r a l -
mente domésticas, ya sea como contenedores
o como útiles activos, lo que podría
asociarse a nuestro grupo A. Pasemos pues
a analizar estos dos grandes grupos por separado.
Los pequeños gasterópodos perforados
(grupo B) responden en efecto a la función
de colgante, normalmente lo que solemos
d crLGF ixucrc .cctr dc cG!!ur, ~up>".,mO- h,,,
YUL "" "" J
que descartar que alguno pudiera estar cosido
a la vestimenta, a pesar de que no haya
evidencias arqueológicas en ese sentido.
Muchos de los orificios en los que no se ha
advertido alteraciones, presentan un desgaste
debido ai rozamiento de ia cuerda de
la que pendía el gasterópodo (62%). Este
dcsgaste suele tencr un dcsarrollo diferencial
que alarga el orificio en la zona de mayor
contacto con la cuerda. En ~ r nes caso
porcentaje (3,840) también se han detectado
estrías perpendiculares al mismo que deben
interpretarse en este mismo sentido.
Las conchas con perforaciones situadas
en la periferia también podrían interpretarse
como colgantes. En algunas es posi86
Amelia C. Rodriqiiez Rodri;quez /Juan Francisco Navarro Meduos
ble observar también desgaste y estrías
perpendiculares, pero en este caso el orificio
no está deformado, pues la pared de las
especies identificadas en los grupos C y D
es más gruesa por lo que una alteración de
estas características sería altamente improbable.
En el estrato V del área C se recuperó
una pieza excepcional por la conservación
de las huellas tecnológicas y de uso, así como
por las posibilidades de interpretación
que encierra. Se trata de un fragmento rodado
de Spondylus donde pueden apreciarse
dos perforaciones completadas (Lám.
111). Una, al acercarse demasiado al borde
de la pieza quedó abierta, mientras que la
otra está fracturada en un momento indeterminado
(durante su fabricación o su
uso). Además, hay otro orificio inacabado.
Este objeto acabó siip~ndi6ndosep or tina
cuerda que se enrolló en la entalladura formada
entre una de las perforaciones fractii~-.&
s 11 iinn AP lnc berdes n z t ~ r & r de 11 J -- --U
concha. En la cara interna, junto al tercer
esbozo de perforación se aprecian también
signos de piqueteado como los descritos cn
el apartado de tecnología. Pero lo más espectacular
de la pieza es la presencia en la
zona de la entalladura, tanto en la cara externa
como en la interna, de una páliiia diferencial
que indica dónde estuvo la cuercid,
d5í CUIILU de I LUI IKIUJ ~ Je s i r í d s p a r d i e -
las formadas por el rozamiento de ese
cordel.
Las conchas con orificio central quizá
p~idierone star cosidas a la vestimenta, como
en im caso documentado arqueológicamentc
cn Gran Canaria. En ei Museo ¿anario
se conserva una diadema de cuero
que apareció atada a la frente de una momia
del Barranco de Guayadeque, a la que
eslán cosidos discos de Conlis con una única
perforación central. La unión se realizó
mediante una tira de cuero en la que se
practicaba un nudo que se colocaba en la
parte externa de la concha y actuaba de tope
para que ésta no cayera, mientras que se
cosía por el otro extremo a la diadema.
Todas estas piezas han sido interpretadas
tradicionalmente como elementos de
adorno, aunque también se ha considerado
la posibilidad de que tuvieran u11 significado
más complejo que el simplemente estético.
Ésta es una cuestión apasionante pero
difícil de desentrañar. La pieza de
Syondylus descrita más arriba podría sugerir
que su portador le concedía una importancia
superior a la de un simple aderezo.
Aunque las siicesivas fracturas alteraron la
armonía del colgante, el artesano persistió
en su intención de crear un orificio. La insistencia
en portar esta concha, enrollándole
un cordel a falta de otra manera quizá
más segura de llevarla, indica que al
menos podría tratarse de un amuleto con
valor para su dueño, aunque no podamos
asegurar que también lo tuviera para el
resto de la comunidad.
La función de las lapas con desgase perimetral
(A y a) es más difícil de precisar.
En Tenorife hay grandes !.?pc.n, n c! h r -
de transformado o no, que sirvieron como
contenedores. Tal es el caso de las dos
cnormcs lapas que se conservan en el Museo
Municipal del Puerto de la Cruz, que
fueron halladas conteniendo un gran número
de cuenlas de curiclin en su interior.
Sin elnbargo en La Palma no tenemos constancia
de esta circunstancia, aunque no debemos
destacaria, sobre rodo para ias de
mayor diámetro, como por ejemplo una Pntella
de 71 mm. de diámetro procedente del
área C de El Tendal.
En primer lugar, habría que dilucidar si
el desgaste que ocupa el borde de estas lapas
obedece a una acción técnica intencional
o es el resultado del empleo del molusco
en algún tipo de acción funcional.
En el primer caso, se trataría de una
abrasión intencional del borde para eliminar
sus irregularidades, dejando una superficie
lisa y roma. Esta abrasión puede
afectar el mismo bisel y a parte de la superficie
externa de la lapa. El objetivo de
esta acción técnica puede ser múltiple. Una
de las interpretaciones más habituales paLa
industria malacológica de La c14evn de El Tendal (San Andrts y Sauces, isla de La Palma) 87
ra este tipo de objetos proviene de la observación
etnográfica, pues los pastores
paimeros solían utilizar layds engastadas
en una ramita delgada como cucharas. Pero
también podría tratarse de una abrasión
intencional del filo para destinarlo a realizar
algún tipo de trabajo.
El análisis de los restos cerámicos de
muchos yacimientos palmeros ha documentado
el uso ocasional de bordes de lapas
sin transformar para realizar impresiones,
sobre todo durante la fase cerámica
IVa. Pero también se ha constatado etnográficamente
que las alfareras tradicionales
de las islas empleaban el borde de lapas
para desbastar y regularizar las paredes de
la pieza.
En otros contextos, como la Patagonia,
las valvas de mejillones fueron usadas por
las poblaciones autóctonas como cuchillos
y también como raspadores para trabajar la
piel (Mansur-Franchomme, 1984) y no seriz
desc~bellac!e~l pmsar que los benahoaritas
también hubieran descubierto la utilidad
de las lapas en esta última función.
Con el fin de verificar si el trahajn de la
arcilla o del cuero pueden provocar estigmas
similares a los detectados en nuestras
piezas arqueológicas se realizaron sendas
experimentacioncs.
En el caso del uso de una lapa para de-
C W ~ L püi ii-dio dc irnprcsi~ncr, re rociirrió
a la colaboración de los artesanos de
<<EAl lfar,), los cuales nos cedieron una de
las lapas que utilizaban corrientemcntc para
ese menester. La acción que se realizaba
era una presión transversal sin arrastre. El
anaiisis ae esta pieza reveiú que el desgaste
producido es mínimo y, lo que es más
importante, se sitúa de forma diferencial en
el segmento del borde que incidía con más
frecuencia en la arcilla.
El uso de las lapas para acondicionar
las paredes de los recipientes cerámicos, no
debe descartarse. De hecho, ya se ha comentado
que algunos de los ejemplares
analizados portaban estrías perpendiculares
al borde que indicaban su empleo en un
movimiento transversal, de raspado. Pero
siempre existe una cinemática longitudinal
previa, de carácter tecnológico, para regularizar
ese filo útil.
Por otra parte, se empleó una lapa para
descarnar y alisar una piel de cerdo. El
borde del molusco había sido ligeramente
abrasionado previamente, con el fin de que
sus irreguiaridddes no rasgaran el cucro.
Para ello se realizó un movimiento longitudinal
sobre una piedra ligeramente abrasiva,
que dejó estrías paralelas al filo. A
continuación se empleó la patella transversalmente,
arrancando los restos de sebo
que permanecían en el peiiejo primero y iirnitándose
a suavizar la piel más adelante.
Este trabajo creó estrías transversales en el
bisel y un ligerísimo redondeamiento del
filo, que no puede compararse con las piezas
de origen arqueológico. Hay que destacar
que también en este caso el desgaste
se concentra en un segmento del molusco,
pues siempre se tendía a emplearlo por el
mismo lado.
Por lo tanto, la regularidad de los estigmas
detectados en las conchas de El Tendal
sugiere que éstos provienen de una acción
técnica previa al uso de las mismas,
precisamente para acondicionarlas para el
fin previsto. Todo ello si aceptamos la premisa
previa de que los fragmentos de Pato!!
n con derpste nh~dprpn a1 mismo origen
tecnológico que las completas. Este fin
no ha podido ser determinado de manera
directa y debemos acogernos a las conjeturas.
6 . LA DISTRIBUCI~ND E LOS
HALLAZGOS
La distribución de los artefactos malacul6gicos
en El Tendal es bastante hctcrogénea,
y puede ilustrar sobre la variabilidad
funcional de las distintas áreas del yacimiento
e, incluso, de lus sucesivos
sectores o tramos de una misma área. Las
observaciones que a continuación esbozaremos
se ven reforzadas sin tenemos en
cuenta el comportamiento de las eviden-
OUnversdad de a s Fanai d? Gran Canara i t o e c a Unuestsri a e m m Dgta le Caniris 20815
88 Amel~a C. Rodr(yucz Rodu@m / luan Franczsco .Vavaruo Mederos
I l . . . .... l . . . , . . . l - . ..: .1 . : . r U-...--.....-., l J r I ". /nnC,.,.,lA /L ,f,.lnh,-,
,Lb'> LWMU I L LML L I J 2LÓMCl l L l L / < I I M l l i Y C I L 1 M I M C ,M LCICCM, . i i , " V , " , 'M~ , ...," i",M.L. L,M Y",,".
Cridu pul-ismu rs urin pieza, lu letru reprrseiita su Grupo)
cias tecno1óp;icas sobre las otras sustancias
duras de origen animal y, evidentemente,
de la totalidad del registro.
Este análisis debe contemplar la rcpartición
de los hallazgos desde el punto de
xrista horizontal y vertical. No está de más
recordar que las dos áreas excavadas de El
lendal proporcionan información complementaria
debido a las distintas características
de la intervencih llevada a cabo en
ellas. En el área B se cxcavú sierripre eri extensión
un área de unos 24 m', de manera
que en ella podemos estudiar la repartición
espacial a lo largo de toda la secuencia de
ocupación del yacimiento.
En e1 5rea C se comenzó interviniendo
sobre 6 m', pero a medida que se profund
i ~ a b ase hizo necesario restringir el área
de trabajo, debido al riesgo de derrumbe
de los perfiles, de manera que a partir del
estrato IX quedó reducida a 3 m', y a partir
del estratu XVIII a sólo inedio metro
~uaclrado apruxiiiiadaineii~e. Es evidente
que aquí son imposibles las reconstruccioLa
industria malacológica de La cueva de El Pridal (San Andrés y Sauces, isla de La Palma) 89
(cada piarisnzo es una pieza; la letra wpresenta SU Grupo)
nes espaciales, pero la mayor complejidad mienzan a aparecer en el estrato 111 (tránde
la estratigrafía ofrece una excelente lec- sito entre ]as fases cerámicas 11 y 111) y autiira
vertical y, en todo caso, complementa mentan progresivamente en los estratos
los datos del área B. superiores. Por el contrario, en los estratos
Desde el punto de vista de la evolución
diacrónica, llama poderosamente VI, V y IV (fases cerámicas 1 y TT) no hay in- la atención
la marcada -ausencia en el dustria malacológica, con la única cxccp-
-
área B- de de adorno en las eta- ción de un fragmento de concha rodado
pas más antiguas del yacimiento. El Cua- con pulimento natural pero sin ningun tidro
5 demucstra cómo en el área B co- po de transformación (E de nuestra clasifi90
Amelza C Rodrígu~z Rodríguez / Jiran Francisco Nnvarro Mederos
L d u d u b h ~ d~ ~ ~ d l d ~ udle úLa~ ~i u~eau a d e Tendal (San Andrés y Sauccs, isla dc La Palma) 91
cación) que apareció en el subestrato IVa,
con cerámica de la sub-fase IIb.
En el área C (Cuadro 6) vuelve a repetirse
el proceso, aunque con ciertos matices
que permiten iníerir un comportainienro
funcional diferenciado entre ambos espacios.
Los objetos que analizamos empiezan
ya en la Fase cerámica 1, pero sólo de manera
testimonial y además se trata de dos
fragmentos de concha rodados con pulimento
natural y sin transformación (grupos
E y F), en los estratos XXVTIT y XXVII.
Hay que esperar al estrato XV )inicios de
la sub-fase IIIa) para encontrar el primer
ejemplo de concha realmente trabajada; y
desde aquí hasta el estrato VI11 se produce
un aumento notable y se mantiene bastante
estable hasta el 11, coincidiendo justamente
con el desarrollo de la subfase IIIb.
Por último, hay un nuevo incremento en el
estrato 1 (IIIc y IIId).
La evolución de los taxones cn el área
C (Cuadro 7) también merece un pequeño
comentario. En el tracto superior de la secucncia,
sincrónicamente asociado con la
fase cerámica 111, no sólo hay una mayor
proporción de evidencias, sino que tambiín
aumenta la diversidad de espccics.
Por ejemplo, los fragmentos de concha de
Spondylus tienen una presencia circunscriid
d UII ~ e g u ~ t xc~üi iüi ~ ~ edtet :a estratig~ufía,
que empieza cuando lo hace la propia
fase 111. A su vez, las conchas de Colunlbeiia
hacen su entrada en el registro ü id v r L
que la subfase IIIb, y es también durante el
desarrollo de la misma cuando surgen
adornos sobre Paateiia, Liftorina, Miiraria,
Cyniatiunz, Pima y Cyprea.
Todo ello demuestra que la producción
de objetos para el ornamento personal aumentó
con el tiempo, y son los estratos más
recientes los que presentan una mayor cantidad
de conchas trabajadas. Así, los estratos
1 y 11 (fase IIIa) del área B concentran el
75% de estas piezas recuperadas en este
área, mientras que en el área C, los estratos
Ia al TX (subfases cerámicas IIId a IIIb)
reúnen el 87.5% del total.
Sin embargo, cuando volvemos nuestra
dteiiciúu d ldb ldpas con desgaste perimetral
(grupo A), la situación aparece claram-
ente invertida. De esta manera, en el área D, ias iapas con bisel irdbdjddu de IUS estratos
Va al VI (fase cerámica 1) alcanzan
un 72% del total. El promedio de hallazgos
ciescienae ae manera iiamativa a partir ciei
estrato IV y se mantiene estable durante el
resto de las unidades sedimentarias que,
por otra parte, tienen un espesor superior.
En el área C las evidencias de este grupo
son prácticamente testimoniales y no es
posible constatar la evolución observada
en la otra parte del yacimiento. Así y todo,
si tenemos en cuenta que la superficie excavada
no es equivalente en todos los niveles,
sino que se acorta mucho a medida
que descendendemos en la estratigrafíal,
podría aceptarse al menos como un hecho
curioso el incremento en los estratos XIV y
XV (inicios de la sub-fase cerámica IIIa).
La distribución horizontal de las piezas
estudiadas es heterogénea en ciertos aspectos.
Comparando las dos zonas excavadas,
es significativo que en el área B se contabilicen
escasos elementos de adorno,
micntras que son muy numerosas las Pntellas
con desgaste perimetral; mientras que
en el área C sucede ostensiblemente a la in-
---e-- E 4- A.C ---- A:?. --l...- :-.-..-...t--n:m . v r ~ o c i . L.QILI U~LCLL~LCLU CYVIU IIII~VLLUILLIU SI
tenemos en cuenta que el volumen de sedimento
excavado en ambas áreas es muy
U i s p r y, d id "ea, son disiiiiias cüridiciones
de uso de cada una de las partes de
la cueva.
Evicicntemente, ia js aciiviciaciejs a q11e
se destinaban los elementos del grupo A
tuvieron una incidencia muy superior en el
area B. Por ei contrario, ias circunstancias
que motivan la pérdida de objetos ornamentales
eran más habituales en el área C.
En ambas zonas se llevaron a cabo en
paralelo o simultáneamente la diversa gama
de actividades domésticas. No obstante,
las apreciaciones anteriores podrían ser
el resultado de sutiles diferencias funcionales
de un área respecto a la otra.
El área C es la parte de la cueva donde
siempre hubo una mayor velocidad y volumen
de sedimentación. Es la zona donde
el recinto tiene más profundidad (11 m) y
altura, con buenas condiciones de abrigahilidad
en los tramos interiores, lo que los
convertía en los más adecuados para pernoctar,
sobre todo en verano. No obstante,
la excavación también reveló la exisleri~id
de hogares y una intensa actividad de cocina,
pero menos pruebas de prácticas tecnológicas.
El área B lia sido interpretada como una
zona polifuncional y con baja velocidad de
sedimentación. Siguiendo el eje menor de
la misma, desde el fondo hasta la boca (8
metros lineales en la zona excavada), encontramos
primero un espacio acotado por
mamparas y la propia pared rocosa del
fondo de la cueva, que abarca desde las
cuadrículas ... /O0 hasta la mitad de ... /2. Las
mamparas que creaban esta habitación no
existían durante los estratos VI y V, sino
que comenzaron a partir del IV y continuaron
hasta el 1. Los sucesivos alineamientos
de hoyos para postes indican que
se renovaba de vez en cuando, e incluso es
probable que no tuviese un carácter permanente.
Parece haber cumplido funciones
diversas, como descanso de algunos habitantes,
almacenamiento, incluso algunas
actividades.. pero en ningiín caso se hizo
fuego en el interior.
Luego le sigue una zona intermedia
(desde la mitad de ... /2 hasta aproximadamente
.../4 ), donde se han localizado varios
hogares, un locus de talla, huellas de actividad
alfarera, ctc., !G demücstrs v e
en ella se han desarrollado buena parte de
las labores domésticas, incluyendo la producción
de equipamiento. El tramo externo
es una franja que discurre a lo largo de
la boca de la cueva, bajo la visera, abarcando
grosso modo las cuadrículas ... /5 y
... /6. Sirvió básicamente como zona de tránsito
y donde los pobladores en ocasiones
arrimaron un pequeño talud de piedras,
cascajo y tierra, a modo de parapeto, que
contribuía a retener el sedimento y mantener
las condiciones de horizontalidad del
mismo.
Las piezas del grupo A estuvieron particularmente
sometidas a procesos de desplazamiento
postdeposicionales. De hecho,
el mayor índice de alteraciones térmicas de
todas las conchas analizadas, pudiera estar
relacionado hasta cierto punto con la posibilidad
de que participaran en las acciones
culinarias. El hecho de que sea habitual hallarlas
entre las cenizas, señala también que
muchas fueron arrojadas al fuego al quedar
inservibles, de manera que ese acto las desplazaría
del lugar en que cumplían su función.
Al mismo tiempo, en este yacimiento
y en otros de la isla hemos constatado el
hábito de repartir las cenizas del hogar por
el entorno, lo cual contribuía a dispersar
algo el material que estuviera mezclado
con ellas. Por tanto, la distribución espacial
de estas piezas está condicionada no sólo
por el uso que se les diera y el Iiigar en qite
se realizó dicha práctica, sino también por
estos factores postdeposicionales.
En Ins estratos Va y Vb, anteriores a la
mampara, las lapas con bordes pulidos tienen
una distribución muy homogénea a lo
largo de todo el espacio excavado*. Por el
contrario, desde que surgió el obstáculo de
la mampara y a medida que se intensificah2
!a &&i& fGnciGxad! c! csi;~ciu,~ s :oj
objetos van tendiendo a la agrupación: durante
el estrato IV en los tramos interior y
medio, mientras que en los estratos 111 al 1
tienden a concentrarse en el tramo intermedio.
En ambos casos la ubicación de este
matei-id ruiricicie bastante con ei área ae
mayor dispersión de evidencias que pueden
relacionarse de manera más directa
con actividades de cocina y tecnológicas,
incluyendo residuos de la producción cerámica.
Respecto a los objetos de adorno, a pesar
de su relativa escasez en esta área, se
constata una distribución uniforme a partir
de su aparición en el estrato IV, y que la
mayoría (85%) se encontraban en el tramo
La industria rnalacoldgica de Lu cueun dr El Tendal (San Andrés y Sauces, isla de La Pal~ria) 93
interior de la cueva, tras la mampara, y el
resto en el tramo intermedio, pero siempre
a una distancia de ella no superior a 1 m.
Ello contribuye a interpretar la función de
dicho espacio.
7. CONCLUSIONES
Este trabajo ha servido para constatar
cúi~iu, a pesa1 de la ayaieiiie sililylicidad
del conjunto analizado, el estudio de las
conchas con evidencias de transformación
antrópica proporciona interesante información
de diversa índole.
De una parte se ha demostrado que el
gusto por el ornamento personal se incrementó
claramente en una fase avanzada de
la prehistoria auarita (fase cerdmica 111), en
la que puede observarse ~ uaiu mento continuo
de estos objetos, así como una progresiva
diversificación de los soportes seleccionados
para este fin. Este proceso, que
ahora constatamos en la secuencia de El
Tendal, tiene una correspondencia en otros
yacimientos de la isla, donde la industria
malacológica parece ser particularmente
abundante en niveles de ocupación propios
de la fase cerámica 111 y también de la IV.
Al mismo tiempo, resulta evidente que
los procedimientos técnicos implementados
fueron siempre los mismos, siendo su
objetivo mayoritario la consecución de orificios
para la suspensión de estos elementos,
o la abrasión de los bordes irregulares
de las lapas para facilitar su empleo. Todo
ello demuestra iin nivel de eficacia difícilmente
mejorable con las materias primas
de que disponía esta población.
& Iná!ifis de l1 di.trih~riófi pspacial
de las distintas evidencias el que ha
proporcionado los datos más interesantes
para la intcrprctación global dc cstc yaci
miento palmero. Así vuelve a confirmarse
que el área B de El Tendal era una zona -
NOTAS
1. Hasta el VI11 son 6 mZ, del IX al XV 3 m2, y
del XVIII al XXXII entre 1 y '/, m2.
más abierta y expuesta, donde se desarrollaban
múltiples actividades domésticas y
artesanales, con las que debe relacionarse
la abundancia de elementos de nuestro
grupo A. Además, también en la reparticion
de los artefactos de este grupo a lo largo
de la secuencia puede observarse unas
pautas diferentes. Mientras que en los estratos
más antiguos, cuando no existía una
individualización explícita de un sector del
espacio, las lapas con desgaste perimetral
se reparten de manera más o menos miforme
por toda la superficie útil, pero desde
e! m m x x t ~cx q ~ sce h abi!itarm mamparas
para delimitar un recinto en la parte
del fondo del abrigo, estas Patellas pasaron
a asociarse predominantemente al sector
externo al mismo.
En el área C, por el contrario, la presencia
de elementos del grupo A es casi
anecdótica, multiplicándose sin embargo la
del resto de los grupos más asociados al ornamento
personal. Ello apoya hipótesis anteriormente
emitidas sobre el empleo de
este espacio más abrigado como lugar de
descanso y cocina, pero con escasas evidencias
de actividades artesanales.
Nos queda señalar, por último, la posibilidad
de que una parte de los elementos
que aquí se analizan tengan, además de
una funcion utiiitaria o de adorno, u17 significado
más profundo que pueda escapar
a nuestras posibilidades de análisis. En La
Palma son varios los elementos culturales
en los que despunta el sentido estético y
simbólico o cognoscitivo de la cultura (o
culturas) benahorita/s y, por tanto, no es
osado presuponer que una parte de los objetos
manufacturados cn concha respondan
a inquietudes más trascendentes que el
simple ornamento personal.
2. 2 piezas en ... /O, 8 en ... / 1 , 8 en ... /2, 7 en ... /3,
9 en ... /4, 8 en ... /S y 6 en ... /6.
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(VD-11 SUP
3
(CM 1)
5
(R.TI4 I-N) P
O 2 cm.
Cueva del Tendal
Grupo C (1,3,4,5, y 6). Grupo G (2).
(3 y 4 rotas tras haber estado en uso)
Figura 1.
La industria malacológica de La cueva de El Tendal (San Andrés y Sauces, isla de La Palma) 97
O 2 cm.
Cueva del Tendal
Grupo D
1 y 2 abandonadas a medio perforar.
3 y 4 accidentes durante la perforación.