VEGUETA, Número 4, 1999 (33-56) 33
Considevaciones en
torno a 10s sistemas
productivos de las
sociedades prehistóricas
canarias: los modelos de
Tenerife y Gran Canaria
J. VELASCOV ÁZQUEZ*
C.M. IIERNÁNDEZG ÓMEZ*"
V. ALBERTOB ARROSO**
*Departamento de Ciencias Históricas. Universidad de Llrs Palrrias de Gran
Canaria.
"*D~par tainnl tod e I'whistoria, Antropología c Historia Aiztiyua. Llnioersidad
de La Laguna.
34 /. Velnsca Vbzqzrez / C. M. Hernrín~iez Gornez / V Allirrto Borroso
Resumen. En el presente trabajo se
analizan diversos aspectos de los sistemas
pruciuciivos aborígenes de Terieriíe
y Gran Canaria y su incidencia en la
organización socioeconómica de ambas
formaciones.
Palabras clave: Prehistoria, Tenerife,
Gran Canaria, producción, redistribución
y diferencias sociales.
Abstract: In this paper we aim to
analyse somc aspccts about aborigine
productive systems of Tenerife and Gran
Canaria and their incidence in the socioeconomic
organisation of these communities.
Keywords: Prehistory, Tenerife, Gran
Canaria, production, redistribution and
social differences.
Cuando se analiza la extensa producción
bibliográfica generada sobre las saciedades
prehistóricas del archipiélago canario,
ya se trate de aspectos parciales o de
síntesis generales, se echa en falla una visión
globalizadora de lo que en un reciente
trabajo de P.V. Castro et al. (1996) se ha
convenido en llamar las prácticas sociales1.
Al contrario, de forma inevitable, se llega
a la conclusión de que hemos efectuado
un análisis fragmentario de la totalidad social,
aunque ésta sea el objetivo final dc la
investigación prehistórica. Verdaderamente.
se ha acabado compartimentando la realidad
en segmentos que, en los casos más
extremos, son abordados como instancias
autónomas, o bien, reconociendo entre
ellos cierta articulación funcionalista, de caráctcr
sistémico. De tal suerte que en las distintas
o p r a c i n n ~ ds e r~cnnrtriiccirính istrírica,
las "parcelas" de población, hábitat,
economía, "cultura material", mundo funerario,
ctc. sc han considerado como objetos
de conocimiento en sí mismos o como
factores que se agregan para constituir un
L-:!J- -- -1 l a - --t--: ---- -. l:-:L--
LTJIUU CII TI quc la> LCLCICLULLCD y LUD L L L L U L C ~
entre las partes no siempre están claros,
frente a su auténtica condición de base empírica
capaz de prupurciunar la recoristrucción
de la realidad investigada, a partir de
la adecuada aplicación de los procedimienios
lógicos de análisis.
Estimamos que este tenómeno, del que
los autores del presente trabajo no somos
ajenos, merece una profunda reflexión autocrítica,
encaminada a superar sus limitaciones
y a encontrar las vías teórico-metodológicas
más apropiadas para lograr la
deseada reconstrucción globalizadora del
" s i s f ~made relacion~sg e~z~ral eys f imdanzentales
de la estructwa y cailsalidad social, eiztetzdido
conzo tofalidild" (L.F. Bate, 1998: 57).
El hecho que venimos describiendo es
común a las diferentes posiciones teóricas
desde las que se han desarrollado los procesos
de investigación en la Arqueología
del Archipiélago, desde las primeras reconstrucciones
científicas, que se abordaron
a partir de estrategias predominantemente
evolucionistas y difusionistas, particularmente
interesadas por el problema de
los orígenes del yoblamiento hun~ano de
las islas, hasta las más recientes interpretaciones
derivadas de posturas estructuralistas,
ecologistas-culturales, o desde la dennminada
arqiienlri~ía antrcipolRgica (1.1.
",
Jiménez, 1990) etc. Estas últimas mucho
más preocupadas por reconstruir las sociedadcs
aharígcncs desde su evidente carácter
de "Culturas insulares", sometidas a un
proccso de desarrollo esencialmente interno,
pn el qi ip han int~rpsar lo1 0q problemas
dc adaptación, los mecanismos de evolución
interna y la organización social y económica
de las estrntcgias de reprodiiccicín
de los grupos humanos, analizadas fundamentalmente
desde la perspectiva de unas
activi&&s pridiictivrc cgnr id~r - . . i lc~g -
mo subsistenciales.
El destacado peso del historicismo cultural
y la búsqueda de los orígenes del poblamiento
dc las islas mediante el recurso
a los paralelismos extrainsulares han cons-
C L . . ! J - LA-< A--:-: - 1 -L--d-- -1 A- L l l U l U U L C I C l U l C ~ U C C L D I V V> CII '~UUIUUl c1 c3-
tudio y la interpretación de los bienes muebles
del Patrimonio Prehistórico canario.
Duranle mucho lieniyo, prácticamente
hasta avanzada la década de los ochenta
Consideraciones en torno a los sistemas productivos de las sociedades prehistóricas canarias 35
del presente siglo, los instrumentos o medios
de trabajo han sido desvinculados del
proceso productivo global y junto a otros
elementos con valores connotativos claramente
«ideológicos» (objetos de adorno
personal, ídolos, pintaderas, etc.) han engrosado
la categoría dc "Cultura Material".
Su estudio se ha efectuado desde una perspectiva
esencialmcnte tipológica, encaminado
a la precisión de las secuencias cronoculturales
y a contextualizar en un inarco
geohistórico más amplio las diversas
culturas insulares.
Ha sido asimismo determinante el carácter
otorgado a estos materiales como
formas manifiestas de "Culturas diferenciadas"
en e! sen!idn Phico del cnncepto,
de tal manera que los contextos arqueológicos,
entendidos como asociaciones espe-
& a s de muteril!es corcretos, han sido Lrterpretados
como el reflejo de las diferentes
etnias protagonistas de la Prehistoria de
las islas.
En esta cualidad imputada al registro
ergológico se ha sustentado la idea de
"arribada", como fórmula que se argumenta
para explicar no sólo el poblarniento
del Archipiélago, sino también las causas
del cainbio liislórico. La representación
de s~~perposicioneos sustituciones entre
etnias colonizadoras se ha complementado
curi el yla~~tearriierildoe olra siluacióri Leórica,
caracterizada por la coexistencia insular
de poblaciones con diferente grado
de desarrollo cultural, que llegan a disputarse
los territorios preferenciales, incluso,
habiéndose defendido la idea de su mantenimiento
como emias independientes, a
pesar de que entre ellas se hayan descrito
relaciones de distinta naturaleza (1. Schwidetzky,
1963, C. Martín, 1986, A. Santana,
1992).
Resulta evidente entonces, como ha tratado
de señalarse, que el objeto de la investigación
prehistórica en el Archipiélago
es la reconstrucción de los componentes y
las causas de las conductas sociales de las
poblaciones que aquí habitaron, independientemente
dc la óptica analítico-teórica
escogida para lograr tal fin.
Parece existir un consenso tácito entre
los investigadores que desarrollan su labor
en Canarias al opinar que uno de los elcmentos
que configurarían buena parte de
las manifestaciones culturales dc estos grupos
humanos es lo que, genéricamente, ha
recibido la denominación de "Economía".
Lejos ya de planteamientos deterministas,
resulta obvio que la economía no existe con
independencia de los demás componentes
sociales, y los unos inleractúan con los
otros de manera permanente. En palabras
de L.G. Lumbreras (1981: 24) «todos estos aspectos
ligados dialécticamente irnos a otros, estbti
irril~rirodns 'dp origrn' cnii lo nrtiz~irlad n -
cial búsica de supervivencia que consiste en la
producción de los bienes para la alimentación,
o! nhrigo y !&S !nr MCIS&~IS de r?!n cxied!n&
esta actividad social básica esfá pues presente
en todos los actos e instituciones sociales y,
consecuentemcrite, interviene en ellos, constituyendo
la base de la exisferrcia social".
No obstante, y en más de una ocasión,
esta "Economía" ha sido valorada desde
unas perspectivas ciertamente particulares,
tanto si se hace referencia la Prehistoria de
Gran Canaria como a la de Terlerife. En alg
í í caso, tal aproximación ha tenido como
fin último y exclusivo la valoración de
aq~~el laasc lividades cuyo vbjelu Tue el
abasto de productos alimenticios básicos a
la población (C. Hernández y B. Galván,
1997), reduciendo el concepto de economía
a la explicación del funcionamiento primario
de los sistemas productivos. De este
modo, se han estimado, con mayor o menor
intensidad, algunos de los procesos de
trabajo, o los productos así logrados, soslayando
en tal análisis los instrumentos de
producción o la propia organización social
del trabajo. Por otro lado, se aúnan bajo
unos mismos preceptos valorativos actividades
productivas y depredadoras que, a
todas luces, no contribuirán de la misma
manera al mantenimiento social de estas
poblaciones. Es cierto, por otro lado, que
los estudios arqueológicos no han venido a
aportar, sino hasta fechas relativamente recientes,
las evidencias sobre las que poder
evaluar, bajo criterios cuantificables, algunos
de los aspectos antes estimados (J. País,
1996; C. Machado, 1994; C.G. Rodríguez,
1997; C. Hernández y B. Galván, 1997; V.
Alberto, 1996; 1998; E. González y M. Arnay,
1992; J. Velasco, 1997a; 199%; J. Velasco
y E. Martín, 1998; etc.).
En ocasiones, estas "valoraciones económicas"
han terminado por reducir tales
comportamientos a una interacción unidireccional
territorio-grupo, explicando la
complejidad de unas normas culturales a
partir tan sólo de una concepción darwinizni
& !os prnCg-os -&ptativocZ (endelier,
1989; E, Martín, 1993). De este modo,
se ha terminado reduciendo a las formaciGnes
s9cil!es "" g ~ egC ynlMIiI.Qte?YldMidni gc_ nmo
tecnología instrumental de la relación hombre/
medio para optimizar la adaptación, permitiendo
el d ~ s a r ~ o l l ode u n a 'nrqucología'
posibilista que encontró en el anilisis del 'espacio'
su mejor instrumento" (F. Nocete,
1990). No estimamos, por ello, que sea del
todo acertado seguir manteniendo unas
posturas en las que el examen de los modelos
de producción se limite en exclusividad
a la valoración de la tecnología y a los
cambios biológicos y energéticos entre los
grupos tiui~ianus y el enlüriio rialural que
los rodea.
De igual forma, las materias de "economía"
y "sociedad" han sido objeto de trdtamientos
netamente diferenciados, dando
la impresión de corresponder a esferas diferentes
de la realidad sujeta a examen.
Unas explicaciones que, además, parten
del precepto aceptado de que en la organización
social de estos colectivos residen
muchos de los parámetros que contribuirían
a la explicación de la "articulación global"
del proceso productivo (C.M. Hernández
y B. Galván, 1997).
Desde luego, tal división respondió, en
su momento, a una necesidad práctica auspiciada
por una visión a su vez fraccionada
de los componentes fundamentales de
estos grupos humanos, a pesar de que como
señala M. Godelier "(. . .) existen dos
principios metodológicos que tanto el funcionalismo,
como el estructuralismo, como el marxismo
reconocen como condiciones necesarias
para el estudio cientíj5co de los hechos sociales.
El primer principio estipda que es necesario
analizar las relaciones no una por una, por separado,
sino considerándolas en sus relaciones
recíprocas, como totalidades que firniarz sistemas.
El segundo determina que estos sistemas
deben analizarse eii su lógica interna antes de
malizar su xénesis y evoli~ció~Ez.n cierto modo,
estos dos principios oponen el pensamiento
cientljrico moderno tarito al evolucionisr~~coon zo
nl I?irtoririsrnn y nl d i J f i r i o r i i i n dcl sigln pnsudo
(. ..Yr (1976: 312-313).
La reconstrucción de los modelos socia-
!es de !os aborigencs cimuries se ha sustentado
de forma prioritaria no en la información
arqueológica, sino en la que se
dcriva dcl estudio dc las crónicas dc la
Conquista y primeras historias insulares,
aún a pesar de las limitaciones que estos
documentos presentan de cara a obtener
una imagen dinámica de los procesos implícitos
(J. Velasco y E. Martín, 1998) y de
la que todos los investigadores que trabajamos
en el Archipiélago somos plenamente
conscientes.
Los inodelos sociales, definidos sobre
conceptos propios de la antropología evolucionista
norteamericana (jefatua centrai
i~dda-G ran Candria-, redistribulivds -Lmzarote
y El Hierro-, tribus segementarias -
Tenerife y La Palma-, organizaciones
duales -La Gomera y Fuerteventiira-), haciendo
particular hincapié sobre todo en
aquellos rasgos superestructurales, han llegado
incluso a plantear contradicciones
con la reconstrucción de las prácticas económicas.
De acuerdo a cuanto se viene cxponiendo
parece claro que debemos aceptar
la existencia de notables dificultades prácticas
a la hora de reconstruir de una manera
articulada el proceso productivo glo-
36 1. Velasco Vizq~rez/ C. M. Hernández Gónze: / V. Alberto Bnrroso
b Un o r i d i i <lo La: Pimi: do Grcn Z i n i r a B b o o c i Un :r:tira 4<m>r83 3818tiI io Cinir8i: :O185
Consideraciones en torno a los sistemas productivos de las sociedades prehistóricas canarias 37
bal, incurriéndose en contradicciones y ello
a pesar de que en la última década el avance
de la Arqueología Canaria ha sido, sin
lugar a dudas, bastante significativo. No
sólo han mejorado de forma considerable
las técnicas de excavación, sino que, además,
un nutrido grupo de investigadores
ha abierto, a través de la espccialización
profesional, nuevas vías de análisis de los
registros recuperados en aquéllas, propiciando
de este modo, un destacado avance
en la interprctación dc los mismos. A pesar
de lo cual, la superación de las limitaciones
planteadas en los párrafos precedentes no
resulta una tarea sencilla y merece el concurso
de todos los profesionales en un
friictífwn debate al que s~ prptende contribuir
con este trabajo.
En la actualidad, y como referíamos
n r o r. r i amo n t ~ A - - . . - a - .. - , nncihlp rlicnrinpr rle ni le- r------ --- r ----- -- -----
vos elementos de juicio que favorezcan el
planteamiento de reflexiones, como las que
quieren ser expuestas desde estas páginas.
Ello es especialmente evidente si aceptamos
que es analíticamente posible y lógicamente
válido abstraer de la sociedad cl
sistema de formas que integran la cultura,
si bien lo que sucede es que un sistema de
formas no puede ser explicado sin advertir
su contradictoria unidad "con el sictenia de
contenidos a que las formas correspondeiz"
(L.F. Bate, 1997: 70).
1. MODELOS DE PRODUCCI~NE N
LA PREHISTORIA DE TENERIFE Y
GRAN CANARIA. ELEMENTOS PARA
UNA DISCUSIÓN.
Lo que se ha deriomiriadu genéricamente
como "economía", o, en otros términos,
los procesos de producción no pueden
considerarse tan sólo a partir de la estimación
de uno o varios procesos de
trabajo3, sino también mediante la valoración
de las relaciones que mantienen los integrantes
de estas comunidades cntre sí, de
los vínculos establecidos entre productores
y no productores4, así como de los elcmentos
que configiuan el control de los medios
de producción y de los productos obtenidos
en el desarrollo de tales actividades
(rendimiento social del trabajo). Pero a la
hora de estimar todos estos aspectos, no
podemos limitarnos a la valoración de la
producción sensu stricto, sino que pensamos
que necesariamente se han de incluir
en este análisis la unidad dc procesos económicos
básicos de cualquier sociedad, o lo
que es lo mismo: producción, distribución,
cambio y consumoT, teniendo especialmente
presente en este examen la organización
social de la producción, esto es, la naturaleza
del conjunto de relaciones sociales
que conforman y definen las unidades básicas
de producción de cada colectivo (L.F.
Bate, 1997)h.
Es lógico entender por ello que las relaciones
sociales de producción, o en otros
t&minrir, 11 irdenación ;J nir-~ñ!izaci6n
del proceso productivo en estas comunidades
prehistóricas se conforman esencialmente
sobre la base de las relaciones de
propiedad de los diferentes agentes que intervienen
en el proceso de producción7. Un
hccho cspccialmcntc cvidcnte si aceptamos
que las formas de propiedad, como norma,
se combinan, con las formas específicas de
organización del proceso de trabajo y de
distribución de los productos así obtenidos.
En este sentido, podría ser interesante
el planteamiento de una discusión en
torno al concepto de propiedad que hace
L.F. Bate (1997), en el que mantiene la necesidad
de disliiiguir entre furrrias ubjetivas
y subjetivas de la misma: "la prirn~ra se
rpfj~rea la capacidad de disposición", mientras
que la forma subjetiva "alude a la concepción
superestructirral, al reflejo de la misma en In
conciencia social", con independencia de
qne las formas objetivas puedan corresponder
a las subjetivas.
La propiedad, en aquellas sociedades
cuya reconstrucción se asienta casi exclusivamente
en los estudios de naturaleza arqueológica,
constituye un parámetro de difícil
determinación, dada la complejidad de
los diversos fenómenos que interactúan en
38 1. Velasco Vbzquez / C M. Hrrnríndez Gómc / V All~rrto Bnrroso
su establecimiento. Afortunadamente disponemos,
para el caso de Tenerife y Gran
Canaria, de la información que a este respecto
pueden aportar las fuentes etnohistóricas,
a pesar de lo controvertido que
puede llegar a ser su interpretación.
Espinosa (1980: 35) es meridianamente
claro en este sentido cuando refiere para
Tenerife que "el rey cuya era la tierra, daba y
repartía a cada cual según su calidad o servicios,
y en este término que a cada cual señalaba,
hacía el tal su habitación". A pesar del carácter
netamente jerárquico de dicho proceso,
según puede inferirse del texto
transcrito, normalmente este régimen dc
redistribución de la "propiedad" se ha interpretado
como un mecanismo adaptativo
orientado a garantizar la subsistencia básica
de los grupos humanos beneficiarios de
dichn proceso; si bien dentrn de iin organigrama
caracterizado por la ordenación
desigual de la sociedad (R. González y A.
Tejera, 19908).
La valoración de las relaciones de propiedad
en el caso de Gran Canaria presenta
igualmente, al menos desde nuestro
punto de vista, algunos elementos de necesaria
discusión. A este respecto Gómez
Scudero señalará que "las tierrns eran concejiles,
que eran suias wzientras duraba el fruto,
cada aso se repurtían" (Morales Padrón,
1993: 436), una valoración a la que López
Ulloa añade nuevas consideraciones: "hera
gente muy trabajadora, todos los bienes eran
comunes en quanto a la distribución y alimen
to natural. Al señor reconocían la superioridad
y obediencia y siempre se le daua lo nzejor"
(Morales Padrón, 1993: 315).
Los investigadores que han hecho referencia
al control sobre los medios de producción'
en la sociedad prehistórica de
Gran Canaria coinciden al señalar que sería
la nobleza, encabezada por la figura del
"guannrteme" quien controlaría plenamente
su administración, a modo de "representantes"
de la comunidad (R. González y A.
Tejera, 1990; J.J. Jiménez, 1990). Mientras, el
grupo "dependiente" no es más que el poseedor
de unos derechos de uso sobre las
propiedades redistribuidas periódicamente.
En relación con ello, y en ~mo tsé rminos
equiparables en algún sentido a los argumentados
para Tenerife, se ha señalado que
de este modo "se gmantiza a cnda uno de sus
miembros el acceso a la tierra y, por tanto, la
supervivencia, proporcionando además a las generaciones
posteriores la misma garantía" (R.
González y A. Tejera, 1990: 116).
Sin embargo, la realidad socioeconómica
observable en las poblaciones prehistóricas
de Tenerife y Gran Canaria, parece
mostrar mayor grado de complejidad, permitiendo
una intcrpretación parcialmente
diferenciada a la recogida en párrafos precedentes.
En ese sentido, cabe destacar como,
en primer lugar, el control y la adrninistración
del grupo dirigente de los derechos
snhre e1 territorio reglamenta
socialmente la desigualdad en el acceso a
los medios de producción básicos para el
desarrollo de los procesos productivosl~'.
Ello, y en segundo lugar, no hace más que
reforzar la diferenciación en la capacidad
de acumular y reproducir el producto social
del trabajo. Estas limitaciones, reconocidas
y sancionadas por toda la comunidad",
constituyen uno de los elementos claves
que justifican, y a la vez aseguran, la
existencia de unas relaciones sociales de
dependencia, si bien con un grado dispar
de intensidad en los dos territorios estimados.
Los sectores dominantes de ambas sociedades,
por tanto, ejercen una evidente
preeminencia en la utilización y acceso a
los recursos naturales (objeto de trabajo) y
a los instrumentos de producción que capacitan
su transformación, lo que les facultará
simultáneamente el dominio y el
control efectivo de la totalidad del proceso
productivo12. En este sentido resulta posible
plantear entonces que el acceso de los
sectores dependientes a los recursos que
ascgurcn su subsistencia (más allá de los
meramente alimenticios) no está garantizado
por su simple pertenencia a la comunidad,
sino por el mantenimiento de unas relaciones
sociales dc dependencia con los
grupos que detentan el control directo de
los medios de producción. Resulta posible
afirmar, por tanto, como ya han sugerido
otros autores (A. Tejera y R. González,
1987; C. Hernández y B. Galván, 1997; J.
Velasco y E Martín, 1998) que estos vínculos
de dependencia se desarrollan y consolidan
a través de la propia estructura de
producción, especialmente a partir de la
apropiación social del producto. De esta
forma si la mayor parte de dichas mecesidades
subsistencia les^ pudieran quedar
cubiertas dentro del ámbito de las «comunidades
locales», fuera de éstas el elemento
que dominaría la totalidad del proceso
de producción sería la redi~tribución'~.
En vista a lo expuesto hasta el momento,
resulta posible plantear que el probado
control de los medios de producción por
parte de un sector mkoriterio dc !a p~blzción
propiciaría la organización de un sistema
rcdistribuido que haga posible el acceso
de la población a aquellos recursos de
los que depende su desarrollo. Unos aspectos,
que como trataremos de exponer,
resultan observables tanto para 1;i Prehistoria
de Gran Canaria como para la de Tenerife,
sin con ello querer sugerir una afiniüaa
piena en ei marco y aesarroiio de ias
relaciones sociales de producción observables
en ambos territorios. Lo que sí resulta
evidente en este sentido es que si bien es
cierto que podría interpretarse que el fin
último del proceso redistributivo sería q a -
rantizar la reprodi~cción de La sociedad» (R.
González y A. Tejera, 1990: 121), de igual
modo podría plantearse que tal comportamiento
estaría orientado a mantener bajo el
amparo de un mismo sector social, la desigualdad
en el dominio y la gestión de
aquellos elementos que permiten su desarrollo.
Evidentemente, el control de los medios
de producción por parte del grupo dirigente
convierte a éste en el sector social
fundamental del sistema de redistribución
de estas sociedades. Perpetuar bajo el amparo
de un mismo colectivo la gestiónJ4d e
los componentes básicos del proceso productivo
comporta la continuidad y reproducción
del dominio político. Este fenómeno
no será posible sino a través de los canales
de redistribución, a los que ya
hacíamos mención, que asegurarán unas
relaciones de desigualdad entre los miembros
de la comunidad.
Difícilmente, y en vista a los planteamientos
expuestos, puede seguir manteniéndose
la valoración de los procesos productivos
de las sociedades prehistóricas de
Tenerife y Gran Canaria a partir únicamente
de la estimación de los procedimientos
técnicos seguidos para la obtención
de los productos que garanticen la
subsistencia de estos grupos. En relación
con ello, resulta también evidente que los
procesos productivos de las sociedades
pr&isttSricns 3 !'S c;ue ?.",ni .?!ydimns ne
pueden seguir definiéndose bajo el concepto
de ((economías de subsistencia>, o
«economías de autosubsistcncia~>D. c scr
así quedaría enmascarado el hecho de que
la actividad productiva no se limita a la ob-
Lei-ición de bienes de subsistencia, sino que
también es la encargada de obtener un «excedente~
d estinado al desarrollo y consoli-
&ciUri de ids prupids esiluciu~ds sucidics,
ocultándose, de igual modo, las numerosas
formas de cambio e intercambio que son
consustanciales a este f~mcionamiento (M.
Godelier, 1977a)I5.
Una prueba evidente de tal circunstancia
io constituye ia existencia en iencrifc y
Gran Canaria, según manifiestan las noticias
etnohistóricasIh, de una parte de la población
que no participa directamente en la
producción de los bienes alimenticios básicos
(artesanos, «especialistas~, etc.). Su
existencia requeriría, por tanto, que los
«productores directos)) transfirieran parte
del rendimiento de su trabajo para el mantenimiento
de aquellos, lo que, en unos
modelos de organización social como los
aquí contemplados, no puede entenderse
Consideraciones en torno a los sistemas productivos de las sociedades prel-iistóricas canarias 39
OUnuwsdad de a s Fanas d? (,ran Canara i t o e c a Unuestsri a e m m Dgta le Caniris 20815
40 \. Velnsco Vnzqitez / C. M. Hernlíndez Gómez / V. Alberto Bnrroso
sin la existencia de un sistema jerarquizado
de toma de decisiones en cuanto a la
propia ordenación global del modelo productivo.
Es por estas razones que cl proccso redistributivox7e,
n todas las manifestaciones
en las que éste se presente, constituye un
elemento fundamental para reconocer y reconstruir
los procedimientos productivos
que caracterizaron a las sociedades prehistóricas
de Tenerife y Gran Canaria.
2. LOS SISTEMAS DE INTERCAMBIO
EN GRAN CANARIA: UN MODELO
DE DESIGUALDAD.
Los sistemas de intercambio, precisamente
entendidos cnmn una forma de redistribución,
pueden aportar elementos
certeros a partir de los cuales enjuiciar las
valoraciones hechas en páginas precedentes.
Se trata de un recurso informativo al
que se ha prestado escasa atención en la
histwicgrafi7i canariA18, espccia!mc;-,tc u
consecuencia de las dificultades que aparentemente
entraña su valoración a partir
dc cvidcncias arqueológicas en estos contextos
insulares. A pesar de que este tema
es descrito repetidamente en algunas de las
fuentes escritas, tampoco ha sido abordado
en la investigación reciente desde esta
perspectiva, quizá a consecuencia de la vaguedad
I... I-L -C..-V ~ L3 L- ~püUL~ dl&ulld> út. t . ~ i d b1 10-
ticias.
A pesar de ello, no deja de resultar cierto
que el análisis de los sistemas de intercambio
en cualquier sociedad prehistórica,
como es el caso, puede proporcionar una
evidencia tangible de aquellos elementos
básicos que caracterizarían los vínculos intergrupales,
colaborando así en la reconstrucción
de la naturaleza de las propias relaciones
sociales establecidas en el marco
del proceso productivo.
La valoración para la prehistoria de
Gran Canaria de algunos de los comportamientos
sociales asociados a los procesos
de intercambio permite dilucidar muchas
de las cuestiones antes referidas, especialmente
aqucllas concernientes a la ordenación
jerárquica del proceso productivo.
Dcsde luego que resultaría del todo absurdo,
si nos atenemos a lo expuesto en páginas
precedentes, que pudiera hablarse en
este caso de modelos de intercambio igiialitarios.
De la misma mancra resultaría ilógico
tratar de explicar éstos interpretándolos
únicamente como unas prácticas culturales
«adaptativas» orientadas a la
compensación de las disimetrías en el rendimiento
productor del territorio grancanario,
con el fin último de garantizar la
siihsist~nciad e! g l ~ h d~e! !a pb!xiSn
La apropiación desigual del rendimiento
del trabajo productivo por parte de un
scctor de la población, calificado gci-iéricamente
como «nobleza», convierte a éstos
en elementos claves para explicar los sistemas
dc intercambio observables en la
prehistoria de Gran CanariaIy. Tal circunstancia
parece probarse a partir del estudio
.y. .v.- 1a iu~aci;ii u-1. r 1ic-i i ~ ~ i f ü i i i i ~ei i~nivÚhi~s~ tó rica
y arqueológica conocida hasta el momento.
Antonio Sedeño (Morales Padrón, 1993:
370) ofrece la descripción más completa al
respecto, señalando lo siguiente: «obseraarorl
rntrv sí estos jentiles Canarios buena lzorden
i adnzirable disposición de ;youierno en su
república. Tenían tracto y contracto de todas
ias cosas para su menester, tanto en ganados
como sellada, pieles para sus ropas i otras
cosas nesesarias, trocando unas por otras)). En
estas líneas se ofrece el panorama de un
sistema ordenado de intercambio que abarca
todos los elementos básicos para la supervivencia
del grupo, especialmente en lo
que a los productos alimenticios se refiere.
Estas particulares transacciones debían estar,
al menos en cierta mcdida, sometidas a
algún tipo de regulación ya que según indican
las mismas fuentes etnohistóricas los
productos objeto de intercambio ((tenían peso
para unos y ~nedidas para otras» (Morales
Padrón. 1993: 370).
Resulta evidente que para que se dieran
este tipo de transacciones necesariamente
Consideraciones en torno a los sistemas productivos de las sociedades prelustóricas canarias 41
debían existir ciertas disimetrías espaciales
en el patrón de producción global. José de
Sosa (1YY4: L83j recoge como «contrataban
de unos lugares a otros conmutando frutos de
la tierra que eran trigo, sebada, habas y ganado
por nu tener moneda (...) QniMri abunüuw
cia de higueras y otras frutas que passaban para
qlrando no las azlian (...) Estas cosas trocaban
unas por otras sin faltar de SIL peso y
medida.
El intercambio se convierte así en un
modo de integración económica. Supliéndose
las deficiencias zonales de los sistemas
productivos -mediante este particular
«comercio»- se garantiza su propia estabilidad.
En el mismo sentido podría suponerse
la articulación de una cierta especialización,
o diversificación territorial, en las
pautas seguidas para la explotación del territorio.
fenómeno que también cabría ser
interpretado como una estrategia de plena
optimización económica (J. Velasco et al.,
1997). 1.a información arqueológica, a la
que se hará referencia posteriormente, contribuirá
a precisar algunos de los aspeclos
aquí valorados.
En otro orden de cosas, ha de señalarse
que este tipo de intercambios no tiene porque
conllevar la existencia de una uniformidad
en las transacciones. Aceptando que
el grupo dirigente de esta sociedad posee
la capacidad de apropiación sobre una parte
significativa de los rendimientos económicos,
puede suponerse que será este mismo
sector dc la población cl quc posea una
mayor disponibilidad para captar y acumular
los productos destinados al intercambio
(o sobre los mecanismos empleados
para este propó~i to)L~a~ p. ropia organización
jerárquica del acopio y la
redislribución del <<excedente»p ropiciaría
que fueran estos nobles los que dispusieran
qué productos eran los intercambiados, bajo
qué condiciones y en qué cantidades, si
bien plantear muchos más aspectos en este
sentido podría llevar a cuestionamientos
ciertamente especula tivos.
Sin embargo, sí resultaría sugestivo, al
menos desde nuestro punto de vista, plantear
una serie de aspectos que necesariamente
han de ser puestos de manifiesto. La
normalización de los sistemas de intercambio,
como así se desprende de la información
documentai, comportara ia existencia
de un pl~sproduc toc~on~s tante a fin
de que éste pudiera ser objeto de las referidas
transacciones. Evidentemente, no todos
los rendimientos del trabajo estarían
destinados, con el mismo grado de intensidad,
a los intercambios, sino que variarían
seguramente atendiendo a motivaciones
diversas, bien de carácter local o global.
Pero, del mismo modo, esta «producción
excedentarian llevará implícita, como hemos
señalado, su transferencia de unos
segmentos de población a otros, incluso su
movilidad entre grupos sociales, manifestándose
así iui consumo dcsiyual. donde
un grupo adquiere o emplea sistemáticamente
menos de lo que produce o contribuye
a prodiicir. Si estas valoraciones se
encuentran asociadas a una ordenación socioeconómica
netamente jerárquica, donde
se constatan evidentes diferencias en el
control sobre los medios de producción y
sobre el rendimiento social del trabajo, no
resulta del todo descabellado pensar que
los sistemas de intercambio estarían también
determinados por este mismo régimen
de desigualdadz2.
El proceso de redistribución, en todas
las manifestaciones en que se presenta,
constituye un clcmcnto fundamcntal cn cl
entramado político, económico y social de
la Prehistoria de Gran Canaria (J. Velasco y
E. Martín, 1998). Permitirá la continuidad
y la estabilidad de un conjunto particular
de relaciones sociales de producción, configurando
unos vínculos de dependencia
entre el sector de la población detentador
de los medios de producción y aquel que
se limita a sil explotación directa. El control
ejercido sobre las condiciones últimas de
reproducción del sistema económico (medios
de producción, apropiación del producto,
la redistribución del mismo y su
consurr,~)c onstituye el elemento valedor
de la compleja organización sociopolítica
observada, al menos, en la fase inmediatamente
anterior a la conquista hispana. Por
esta razón resulta de especial interés la
evaluación de datos arqueológicos que
puedan aportar nuevos puntos de vista sobre
las estimaciones vertidas en páginas
precedentes.
La analítica paleodietética proporciona
el marco idóneo para la valoración de todos
estos aspectos, especialmente si aleridemos
a una serie de razones fundamentales.
En primer lugar, esta parcela de la in-
S:" m,..-- . cilriOcac;;il curlirci con id ventaja de incidir
directamente sobre los protagonistas directos
de los modelos de comportamiento a
los que se alude, lo que conlleva la evaluación
de estos procesos desde una óptica
biológica y cultural. En segundo lugar, facilitará
la caracterización de un conj~uito
poblacional amplio, permitiendo observar
así tanto la normalización de unas pautas
de conducta, como su propia diversificación
dentro del contexto insular (J. Velasco
et al., 1997).
Los análisis paleodietéticos llevados a
cabo ponen de manifiesto como el conjunto
de la población prehispánica de Gran
Canaria presentaría una dieta que dependerá
muy estrechamente de los prodiictos
obtenidos mediante los trabajos agrícolas
(E. González y M. Arnay, 1992; J. Velasco ct
al., 1997)23. Este comportamiento es observable
en el conjunto de la población, prácticamente
con independencia del lugar de
procedencia del muestre0 (E. González y
M. Arnay, 1992: 1. Velasco, 1997*9 Ello podría
ser interpretado, a todas luces, como
un consumo generalizado de cereales, base
fundamental de la siibsistencia, con cierta
independencia del área geográfica ocupada
por los distintos grupos humanos. La existencia
de sensibles desemejanzas en el potencial
rendimiento agrícola del territorio
grancanario da pie a suponer que en esta
uparcntc homogeiieidad su'vsisienciai cieban
estar interviniendo, simultáneamente,
otros factores. Es probable que pueda atribuirse
tal responsabilidad a las redes de redistribución
(entre ellas el intercambio),
convirtiéndose éstas en los cauces a través
de los cuales se garantizan los componentes
alimenticios básicos a buena parte de la
población, sin que ello implique un reparto
equitativo ni proporcional a las necesidades
de cada sujetoz5.
Pero, además, los análisis de elementos
traza permiten seguir profundizando en
estas consideraciones. Así, estos estudios
han permitido observar la diversificación
territorial de estrategias económicas tendentes
a «equilibrar» los sistemas agrícolas
de producción. De este modo, los datos
ofrecidos por los oligoelementos estarían
reflejando una explotación intensiva del territorio,
que lleva a estos grupos a mantener
una economía estable a partir de un régimen
agrícola plenamente consolidado, el
ciial será complementado con aquellas cstrategias
económicas más acordes y mAs favorables
a los intereses del grupo. Así en el
territorio litoral la posibilidad de un acceso
privilegiado a las fuentes proteínicas
que ofrece el medio marino brinda claramente
esta oportunidad a las gentes que
aquí se asientan. En las zonas más lejanas
a la costa queda más limitada esta eventualidad,
por lo que parece optarse por ampliar
la gama d~ recursos exp!ckad~)s a 5.z
cer un aprovechamiento más intensivo de
éstos, especialmente la ganadería, siempre
y cuando las condiciones medioambientales
y poblacionales así lo permitan (J. Velasco
et al., 19972h)E. ste "óptimo" aprovechxnierit~
d c !m rec~ircus,e n el iriarcu cie
un modelo agrícola desarrollado, va a colaborar
con la propia estabilidad de la infraeslructura
ecu~iómicab asica y, as¡, en el
mantenimiento de los elementos fundamentales
que definen las relaciones sociales
de produccián observadas para estos
grupos yreliistóricos.
Es posible constatar entonces, evidentes
aiíereiicias regionales en el acceso y consumo
de ciertos bienes subsistenciales en el
conjunto de Gran Canaria. Este hecho
muestra una marcada acomodación de estos
individuos, y sus sistemas culturales, a
las particularidades de cada entorno y a los
recursos que éste ofrece. Igualmente constituye
un testimonio directo de ciertas diferencias
en las pautas de explotación del
territorio y en las estrategias económicas
puestas en marcha para lograr su máximo
rendimiento.
Pero qiiizñ PI aspwtn más qignifirativn
en este sentido, tratando de ir más allá de
un planteamiento adaptacionista básico, es
q i ~ p12 orden2ci6fi d ~ c i g i ~ a ! zctiii&dpg
económicas con las características de las
observadas para Gran Canaria, difícilmente
pL.rde darse en s c c i e ~ u ~eens l as "1.0 01
Y"- -*
acceso y el control de los medios de producción
iio se regule basándose en pará-
--L.-,- A- A,...: -..- 1 2 - A CAL. --,.-..:--- l l l C L l U J C1C UCJltjUCIlCICICI. L J L C I I I C L L I I IIJII IU
propiciará el mantenimiento y la estabilidad
de unas relaciones sociales de dependencia
entre el seclor social productor y el
detentador del control efectivo del proceso
productivo.
En esta línea argumental, los sistemas
de intercambio en Gran Canaria, sustentados
en un régimen de desigualdad, favorecerán
la persistencia de los aspectos antes
estimados. Harán posible la articulación
global del proceso productivo y de su diversificación
en el territorio, el sostenimiento
de la vinculación subsistencia1 de la
población hacia los productos obtenidos
mediante la actividad agrícola y, especialmente,
del mantenimiento de unas relaciones
sociales cimentadas en la depcndenciaZ7.
No obstante, quedan aún muchos interrogante~
p or resolver en relación con los
planteamientos hechos previamente. Desconocemos,
por el momento, el grado de
movilidad de los productos, dónde, cómo
y quién llevaba a cabo tales transacciones,
etc. Un aspecto especialmenle interesante
sería reconocer de qué forma se transfieren
tales bienes entre las diferentes demarcaciones
territoriales, o si realmente es posible
hablar de lo que, en alguna ocasión, se
ha denominado como <<permeabilidadd e
las fronteras». Evidentemente algunas de
estas cuestiones pueden quedar resueltas
con el progresivo incremento de las investigaciones
arqueológicas sistemáticas en
Gran Canaria, tal como ya han benido a
significar algunos trabajos (B. Galván y C.
Ilernández, 1992-1993).
3. MÁS ALLÁ DE LA AUTARQU~A:
EL MODELO PRODUCTIVO DE
TENERIFE.
Para la isla de Tenerife e! número y la
calidad de las referencias etnohistóricas
alusivas a la organización social de los
mii=nrhoc c"n"n cinniCir3tixr3m.o.n-.to.- monnroc A-.-- "&.'
en relación con las de Gran Canaria. A pesar
de ello no dejan de resultar reveladoras ,.- -1 ",.&:A,. -..,.-....,.+m A-.,A- -,.*-" -6-: LII C I J L I L L I U " y. "yCLcaLU ULaUC ca1113 Yu6'-
nas textos tan conocidos como el siguiente
pasaje de la obra de Espinosa:
"llabía entre ellos, hidalgos, escuderos y aillanos
y cada cual era tenido s eg~ínla calidad
de su persona. Los hidalgos se llamaban Achirneirwy,
los esclrderus Cichiyiritzo, y lus .uillunos
Achicaxna. El rey se llamaba Menccy, y de
aquí los hidalgos, como descendientes de reyes
se llamaban Achitneizcey, porque Quebehi era
como decir alteza. Tenían los naturales para sí
que Dios los había creado del agua y de la tierra,
tantos hombre como mujeres, y dándoles
ganados para su sustento, y después crió más
hombres, y como no les dio ganado, pidiéiidocelos
a Dios les dijo: Servi (di a esotros y daros
han de comer; y de allí vinieron los villanos que
sirven y se llaman Achicaxna". (Espinosa,
1594(1Y8U): 42).
Si leemos las crónicas en detalle parece
claro que en la organización del proceso de
producción juega wi papel determinante
las formas de propiedad, la organización
social del trabajo y la distribución de los
productos.
Barajemos como ejemplo el texto anterior
o el caso más explícito que se recoge
en la cita de Alonso de Falencia (Morales
Padrón, 1993: 474): "Toda lu población, diz~i-
Consideraciones en torno a los sistemas productivos de las sociedades prelustóricas canarias 43
b Un o r i d i i <lo La: Pimi: do Grcn Z i n i r a B b o o c i Un :r:tira 4<m>r83 3818tiI io Cinir8i: :O185
44 T. Velasco Vdzqltez / C. .M. Hernandez Gómez / V. Alkrto B111.roso
dida en nueve bandos obedecv a nueve reyes,
entre los cuales se desenvueloe una falca nobleza,
que se aprovecha a fondo del trabajo dp
la plebe más desdichada, y que tiene por misió~z
estimular los diversos partidos y agrupar en
partes al populacho dividido i...No) e.s permitido
a la plebe comer carne cuando tiene
hambre, sino en los días de fiesta, y con permiso
de los anzos. Conjorme a estas ordenanzas, el
ganado aumenta cada día, y, a causu de la extensión
y aburidnncia de los pastos, engorda y
ordeñado, produce gran cantidad de leche, tnrribién
para los pudientes, porque los demás no
pzledtvz satisfrrcer e s t ~ne cesidad, aunque estén
al cuidado de los rebazos."
Siguiendo el texto de Espinosa se ha
plantea-o qine este sistema de distrihi.~riíin
de los medios de producción constituye
una fórmula adaytativa que garantiza la
subsistencia de todos los miembros de la
comunidad, asumiendo las diferencias entre
ellos en función de su posición en el organigrama
jerárquico que se establece, de
forma que el mencey aparece como una figura
protectora encargada de la redistribución
de los bienes.
Sin embargo, esta interpretación no encaja
tanto con la visión que proporciona el
elocuente texto de Alonso de Palencia, que
parece mostrar una mayor complejidad. En
este sentido, cabe destacar el control del ,.,h'*,," UA:".-:,,,&' h, b " L C AU," 'l",Y, "AC,..".,",h'"",, "",h., """ 01 +o_ L. "
rritorio y sobre los medios de producción
y sobre el producto, institucionalizando la
dejiguñldad socia! en e! acccso u todo d!~,
lo que no hace más que reforzar la diferenciación
en la capacidad de acumular y
reproducir el ~r o d u c t os ocial del trabajo,
consolidando unas relaciones sociales de
dependencia. Son las relaciones sociales de
prociucción las que originan y iegiiimari ids
diferencias y no las variaciones en las características
de los ecosistemas.
Verdaderamente, los textos de los cronistas
juegan en la reconstrucción del modelo
social un papel clave, pues resultan
mucho más explícitos al respecto que los
datos estrictamente arqueológicos, salvo el
caso aislado y puntual de interpretar la
momificación como signo de diferenciación
social sin mayor repercusión en el estudio
genérico de la sociedad aborigen. Ahora
bien, el carácter de los textos disponibles
para este caso hacen más perentorio el recurso
a los datos arqueológicos para la reconstrucción
del sistema social.
Es indudable que la "arqueología de las
prácticas sociales" ha de ser factible, pero
requiere contar con las adecuadas hipótesis
de trabajo y con una conveniente valoración
de la base cmpírica y sus relaciones
con el objeto de conocimiento. En el primer
caso, la construcción de las hipótesis de
partida, los datos ofrecidos por los cronistas
constifiiy~n'In a herramienta de primera
magnitud. En el segundo podríamos
plantear algunas consideraciones en torno
a lo que ha sido la unidad de análisis.
Por lo que se refiere al marco de estudio,
conviene superar el cstrecho límite de
la unidad habitacional, cuya definición
precisa reclama en la actualidad una buena
dosis de reflexiónz8, en cualquier caso
ésta sólo ha proporcionado información sobre
las prácticas doméslicas. En su lugar
habría que abordar el estudio del contexto
territorial donde se materializan las prácticas
encaminadas a la reproducción biológica
y socio-económica de las comunidades.
Luego, de acuerdo con este postulado,
la reconstrucción de la formación social pan*
,.,,n,."*..:*,..fi,+* ..*.. ,-**&*--ln.. 1- ; 0 1 +
,,'A L , " L " O U L ~ U . ' L L L , L " Y"' '""""'y."' "' '0"'
como globalidad, entendida como marco
donde se materializan las relaciones sociales
de producción. Estas comunidades se
articulan en un proceso productivo cuya
concreción tendrá un carácter local, comar-
4,uii ercuiridrcd e irisui~r,s egíui ius L -
sos. Las evidencias arqueológicas directas
impiden sostener la idea de grupos huinanos
qne se desarrollan aislados con economías
autárquicas.
A la luz de los datos disponibles parece
evidente la existencia de una serie de actividades
cuyo desarrollo se expresa a esConsideraciones
en torno a los sistemas productivos de las sociedades prehistóricas canarias 45
cala esencialmente local. Nos referimos a
actividades recolectoras, al aprovechamiento
de los recursos marinos, al aprovisionamiento
de rocas de grano grueso, a la
captura de animales silvestres, etc. Todas
ellas parecen resolverse de manera independiente
por cada una de las comunidades,
lo que no implica la inexistencia de
una normativa socialmente convenida que
regule la explotación del medio natural, a
fin de garantizar el mantenimiento del sistema,
en el que los medios de producción
son controlados por el grupo dominante.
En cualquier caso, como se trata de actividades
productivas no pueden ser consideradas
al margen del resto de los elementos
que integran el proceso productivo
global, sino que se trata de engranajes necesarios
para el funcionamiento, estabilidad
y perpetuación de un mismo sistema,
contribuyendo así a la consolidación del
modelo productor y consiguientemente a
la reproducción de la sociedad.
El carácter local que revisten estas actividades
se pone claramente de manifiesto
en las sutiles diferencias que se advierten
entre diferentes unidades domésticas (MC.
Del Arco, 1987; B. Galván et al. 1991, 1996a
y b, 1998; CM. Hernández et al. 1996; MC.
Jiménez, 1994) y que hallan su más fácil y
evidente explicación en cómo se organizan
los territorios de intervención inmediata de
estas comunidades, y no en que el medio
tenga un carácter determinante en la organización
del proceso productivo. Por tanto.
hablar de actividades que se realizan a escala
local no significa plantear el desarrollo
de estrategias de adaptación a las condiciones
del entorno en que se ubican los
asentamientos, organizadas desde éstos de
manera ai'ithnma, como si siipusiera la
apropiación libre de los recursos que ofer-
La el medio. Sino, por el contrario, como el
resultado de unas actividades productivas
que se reconocen en el modelo ecónornico
a escala insular y se organizan y desarrollan
a escala local, debiendo observar las
normativas en cuanto a la relación entre los
medios de producción y los grupos sociales.
Las características del medio ejercerán
una influencia en las evidencias materiales
que ponen de manifiesto las actividades recolectoras
llevadas a cabo por las comunidades
locales, pero no influyen de forma
determinante ni en el desarrollo de la misma,
ni en su papel en el proceso productivo
globaPy.
Ahora bien, no todo el modelo productor
de los aborígenes de Tenerife se resilelve
analizando la realidad arqueológica a
escala local, puesto que existen actividades
productivas de enorme peso económico y
social cuya organización excede el ámbito
meramente doméstico y, por tanto, su materialización
arqueológica necesariamcntc
ha de ser más amplia que el espacio considerado
como hábitat del grupo que se estudie.
Para alguna de éstas los datos arqueológicos
son meridianamente claros, a pesar
de que no se contempla en las noticias que
aportan los cronistas, nos referimos a la
producción y disiribución de instriimentns
obsidiánicos.
Los datos que deben barajarse para
mantener este aserto son: Por un lado, la
existencia de Centros de Prodiicción restringidos
a jmbitos muy concretos del territorio
insular (El Tabonal de Los Giianches-
Icod de los Vinos- y Mña. Blanca -
Las Cariadas-). Por otro, la comprobación
mediante análisis de elementos traza de la
presencia de obsidiana procedente de estos
Centros de Producción en imbitos domésticos
y funerarios emplazados en zonas
muy diversas de la geografía insular, como
reflejo de un "sistema de distribución" sunr-
a.t~.~-r .r-it-n.r-i;-.il- q.i- !- &arca a t0-Q e! territnrio
insular, y que es el responsable de generar
una imagen arqueológica significativamente
homogénea entre las diferentes
unidades domesticas (C. Hernández y B.
Galván, 1997).
La homogeneidad que caracteriza n los
registros obsidiánicos de hábitats de me46
J. Velasco Viízquez/ C. M. Hrrnflndez Gomez / V. Alberto Barroso
dianía y costa no permite hablar de una circulación
horizontal de los vidrios volcánicos,
transferidos de comunidad en comunidad,
o mediante el acceso directo y libre
a las fuentes de aprovisionamiento por
parte de los distintos grupos, pues ambos
modelos implicarían necesariamente la
participación del factor distancia, como se
ha demostrado en poblaciones continentales,
materializándose entonces situaciones
desiguales y favorables para aquellas comunidades
cuyos territorios de explotación
se dispusieran cercanos a las principales
coladas obsidiánicas (C. Perles, 1990; 0.
William Thorpe, 1995, etc.). Es decir, en el
registro deberían intervenir los mismos
mecanismos reguladores que se reconocen
para otras actividades de recolección, caso
del marisqueo que revela sistemáticamente
una aportación dietética más significativa
en los hábitats costeros frente a su menor
presencia en las mediadas y su casi total
ausencia en los conjuntos estacionales
de la alta montaña.
Sin embargo, casi todas las evidencias
de naturaleza arqueológica apuntan hacia
Las Cañadas como un muy probable foco
difusor de la misma, es decir, este territorio
habitualmente considerado como espacio
comunal, jugaría un papel clave en la
articulación general y el funcionamiento
dinámico del modelo productivo. teniendo
lugar en él una serie de intercambios entre
los que se encontraría muy probablemente
el de la obsidiana. La concentración allí de
hallazgos de grandes lascas, bloques y núcleos
interpretables como "formas de difusión
riel nhjetn de trahajn", p d r í a ser indicativa
de su papel redistribuidor, función
que cuenta igualmente con diversas referencias
etnohistóricas recogidas en las crónicas
y relatos de la Conquista (CM. Hernández
y B. Galván, 1997).
A iin- ncnarii-liv3riAn 13hnr-l rorinnnrii- " """ "r"'""-"'A"A. ".,A"A "A'"
ble en estos Centros de Producción, habría
que sumar el hecho de que la restringida
distribución de las coladas obsidiánicas favorece
asimismo la cspecialización territorial,
cuya evidencia manifiesta es la concentración
de las actividades productivas
ligadas a los primeros estadios de explotación
de la materia prima en torno a las
grandes canteras-taller, lo que supone que
en este caso, la redistribución y/o el intercambio
adquieran, además, la función de
elementos correctores de las "deficiencias
zonales de los sistemas prodi~ctivos"
La idea de pastores transhumantes que
se aprovisionan de la obsidiana necesitada
por su grupo familiar, en el transcurso de
los desplazamientos verticales que se suceden
en busca de pastos no se sostiene en el
ámbito de estas grandes canteras-taller, en
las que no es posible identificar tales campos
de pastoreo, ni el desarrollo de otras
actividades que no sean esencialmente las
relacionadas con la explotación de la obsidiana30.
En el caso de la ganadería, considerada
de forma unánime como la principal actividad
de subsistencia de la formación social
guanche, también sc pueden plantear
algunas consideraciones a cerca de su función
en el modelo productor, así como su
incidencia en las relaciones sociales de producción,
aspectos que pueden rastrearse
directamente en las crónicas de La Conquista.
En ellas se ponen de manifiesto las relaciones
de propiedad que afectan al objeto
de trabajo, es decir, tierras y animales,
que se vinculan a un grupo social dirigente:
los memeyes y achirrzenceyes, unidos por
estrechos lazos de parentesco; frente a un
conjunto poblacional mayoritario excluido
de tal ctindicicín, Ins a(-iiic-nwiius. Existe a<¡-
mismo un cuarto grupo mencionado, los
Cichiqiritzos, del que no queda clara su posición
en el entramado de relaciones sociales,
pero que en cualquier caso aparecen diferenciados
de los villanos y, por tanto, discrierz2des
de! r o ~ t e r n r n n i n t s r i n l l , r--r---AIdentificar
la plasmación material de tal
panorama social en el registro arqueológico
no resulta fácil y éste deber ser el hecho
quc explique la evidente contradicción entre
las interpretaciones de los textos de los
cronistas y las emanadas de la constrastación
material de la presencia de animales
domésticos en las unidades habitacionales,
funerarias y otros emplazamientos como
los pastoriles.
El estudio zooarqueológico permite
profundizar básicamente en la orientación
de la explotación animal, que se dirige
principalmente hacia la obtención de recursos
lácteos como base de los fundamentos
dietéticos de esta población y, en
menor medida, al consumo de la producción
cárnica, lo que se completaría en último
término con su aprovechamiento integral
como materia prima para el dcsarrollo
de diversas actividades artesanales que se
llevan a cabo en el entorno local.
A partir de los registros osteológicos se
p d e c nnorpr h i ~ nró mc es el aprovecliamiento
de la cabaña ganadera, pero no se
lee con facilidad en la documentación arqueológica
cómo se produce el acceso social
al producto. La leche y sus derivados,
dado que son los elementos principales del
aprovechamiento animal y en [unción de
su necesidad cotidiana debía u priari circular
directamente en el grupo. Evidentemente,
la producción lechera tendría un carácter
excedentario que llevaría aparejado
una apropiación jerárquica del producto
por parte del grupo domiiiantc.
En cuanto al consumo cárnico, igualmente
de difícil lectura arqueológica como
expresión de la desigualdad social, qucda
nuevamente mejor documentado en las referencias
etnohistóricas. En ellas se insiste
en el acceso privilegiado del sector dominante
y parece quedar establecido que el
grupo dependiente sólo consume carne en
determinadas épocas al año, cuincideiiles
con la celebración de importantes eventos
sociales en los que tiene lugar la distribución
de tan estimado alimento. En este caso,
sería factible concebir en tales celebraciones
el desarrollo de los citados procesos,
con un componente claro de ratificación
del sistema, mediante la cohesión social y
el refuerzo de los lazos de parentesco y de
dependencia, que sin duda, juegan un papel
determinante en las relaciones sociales
de produc~ión~«h~a:c ían rrrfrr año i..m.z)fchas
juntas generales; y al rey que a la sazón
era y reinaba, les hacía el plato y el gasto de las
reses, gofio y leche y manteca, que era fodo lo
que darse podía". (Espinosa, 1594 (1980):381
La figura del Mencey, máxima expresión
de un grupo social dominante, detenta el
control del proceso productivo, a partir de
la propiedad de los medios de producción
y de los bienes generados en dicho procesn,
a la ve7 que determina el acceso general
a tales bienes, protagonizando la redistribución,
con lo que quedaría reglamentadi.
vocia!mente !u desigu~ldrde n el arcese
a los medios de producción.
La materialización de las relaciones so-
- 1 - l - .-. . ,. .--! L . - - l e " ---- c, -1
~ l d l e bCL C ~ L U U U C C L U L iIu, ycl a u n l n u t c b l l r CI
ámbito de organización local, manifestándose
a escala comarcal o de Menccyato,
asimismo la frecuencia periódica que rigen
tales reuniones, parece ahondar en la relevancia
que adquieren los procesos de redistribución,
no tanto para cubrir las necesidades
de subsistencia sino en la configuración
social del grupo, de lo que se colige
que el carácter especial de las mismas no
ha de interpretarse como LUI acontecimiento
extraordinario, sino como clave en la reproducción
del modelo social.
En dicho texto se destaca cómo son precisamente
los productos de las actividades
consideradas fundamentales en la base
económica de la formación social guanche,
agricultura y ganadería, los que intervienen
en la redistribución, es decir, justamente
aquéllos cuya organización hemos
defendido que superan la comunidad local
y se estructuran a escala comarcal e insular.
No obstante, y centrándonos en el tema
de la ganadería, parece lógico pensar que
al margen de estas "fiestas especiales", estuviera
regulada la posibilidad de que en
determinados momentos se permitiera el
Consideraciones en torno a los sistemas productivos de las sociedades prehistóricas canarias 47
,
G Umersdad ce a s Pamis di. Grin :mara B b o e c a U n w n t a r a amma m t a le Cinir~as m 5
48 1. Vdnsco Vflzqirez / C. M. Hcrnrí~idez Górizcz / V. Alberto Barroso
sacrificio de ciertas reses en el seno de las
comunidades locales.
De cualquier manera, los estudios zooarqueológicos
efectuados en algunos yacimientos
habitacionales de Tenerife ponen
de relieve que, independiente de las formas
sociales de acceso al producto explicitadas
en los párrafos anteriores, en los lugares
de habitación se produce el tratamiento
carnicero definitivo para su
transformación en alimento (V. Alberto,
1996), habiéndose identificado todas las fases
del procesado animal; así como reconocido
algunos de los inskumentos líticos
de producción que han participado en tal
actividad a partir de las huellas de uso coiiservadas
en sus filos activos (B. Galviín et
al., 1996).
Un segundo tema esencial a la hora de
anali7ar la actividad ganadera se refiere a
la ordenación y regulación del territorio de
explotación en relación con el uso del agua
y los pastos que requieren los rebaños. M.
Godelier (1989: 109), cuando efectúa su definición
de "Estructura Económica", proporciona
una de las claves que permite introducirnos
en este aspecto: "las foriiias de
propiedad de u n territorio son una P R Y ~es encinl
de lo que riosofros llnmnmos ln rstrlichlrn
económica de una sociedad, puesto que constituye
la condición legul, si no lrgítiriia a ojos de
tnlJ"ncu d-, .o- .n r.7-r-ocun- g- lnc .v o r i ~ v c n c11 .n. .ln.-s m~ d i n dr e
producción. Lasforrnas de propiedad sierupre se
conlbinatz con las formas especpcas de orpni-
7 n ~ ; l A; 0~1 pr cpcg !nhnyn! Y do d i ~ ~ r i ~ l L L c ~ ~ ! L -..-.v.. ".b.
los productos vesultantes de tal proceso; esta
combinación forma la estructura econóntica dr
una sociedad, su modo dc producción, su sistema
econóinico".
El modelo de pastoreo preliispánico en
T ..--..: C C :..-L- ~ciicliic icquicic yaia S ü iuii~iui~aiiilc;iiru
la puesta en marcha de unos mecanismos
reguladores de las variables condicionantes
del rriar~trrui~iierid~eu ld cdLmi~ag anddaa.
Este hecho es particularmente importante
si se tienen en cuenta los siguientes factores:
1. Se trata de una ganadería que se desarrolla
en im marco insular y, por
tanto, territorialmente limitado.
2. El medio insular se caracteriza por
una notable biodixrersidnd, cuyos
ecosistemas tienen un reparto espacial
heterogéneo, y que a grandes rasgos
ha permitido definir en términos
geográficos los "pisos bioclimáticos"
y en términos hist6ricos los "pisos de
explotación".
3. Los datos disponibles permiten afirmar
la existencia de una cabaña ganadera
de importantes proporcion
e ~ ~ ~ .
4. Tanto las crónicas como las evidencias
arqueológicas parecen reflejar la
existencia de un territorio insular con
una relativa presión demográfica.
La expresión de estos factores en el ámhito
rnmarral dehe tradiirirse en la existencia
de unas normas socialmente convenidas
y aceptadas, según las cuales quedaría
dekrminadn el acceso de los rehanos a
las distintas áreas de pastizal, todas básicas
porque completan las necesidades alimenticias
del ganado y mejoran el reiidimiento
productivo del mismo. Cada Menceyato
debía tener establecido las áreas de pasto y
el rtgimen de ~ i s od e las mismas, organizando
el momento de aprovechamiento
para cada coinunidad, las reglas preceptivas
para compartir el nxstn v P I ~gi.la Fr- J --
tas normas son imprescindibles para garantizar
la estabilidad del modelo social.
L2 ins!itllcinria!iz~Ci~IdI e es!e nrnrecn r------
económico debe recaer en un órgano que
tome las decisiones y vele por el cumplimiento
de las normas, función que cn última
instancia debe estar por encima de la
comunidad local y obviamente vinculada
- 1 - - - L - " A - - : - - - L -
ai xzcrvi uviiiiiiaiirc.
Superando el Menceyato como marco
de análisis pudieran considerarse sistemas
de ~rlacioness ocioeconómicas, que tienen
LUI ámbito insular y demuestran la aiitoconsciencia
de pertenecer a un mismo griipo
étnico. En este sentido debían jugar un
papel de primer orden Las Cañadas.
Consideraciones eii torno a los si-mas pruductivus de las sociedades prelustóricas canarias 49
El acceso a la alta montaña se ha planteado
como una necesidad insoslayable para
cubrir la exigencia alimenticia de los rebaños
de los distintos puntos dc la isla en
el período estival, interpretándose, en consecuencia,
como un gran campo de pastoreo
de verano. No obstante, la idea de "necesidad"
de acceso a Las Cañadas puedc
ser malizada, sobre todo para aquellas poblaciones
asentadas en las zonas más fértiles
de la isla (L. Diego Ciiscoy 1968).
Ciertamente no puede afirmarse que
año tras año, todos los pastores de las distintas
comiinidad~sd e la isla tiivieran q i i ~
instalarse en Las Cañadas para alimentar a
sus reses. Pero también es cierta la existencia
de una significativa concentración de
restos arqueológicos en este sector curnbrero
de Tenerife que indican una importante
y reciirr~nfep resencia h ~ uma n ae n este
espacio.
Al margen de explicaciones deterministas,
el indudable valor sociocconómico de
Las Cañadas podría alcanzar interpretaciones
complementarias, donde la interacción
social desempeñara un papel dominante.
Teniendo en cuenta que es en este ámbito
donde más claramente entran en contacto
las com~inidades de distintas partes
de la isla, necesariamente se ha de produ-
cir aquí la confirmación expresa de perte-
NOTAS
1 Este equipo de investigación entiende por tales
prácticas a las múltiples relaciones establecidas
entre las tres categorías que integran
:as roiidiriuiies ubjeiiva~d e id vi& bucid:, Iub
agentes sociales (liombres y mujeres) y las
condiciones materiales. Para los mencionados
investigadores "Los prcicticrzs socides p~irifen
pertenecer a tres esferas: p ? ~ ~ f f t encIo,t ~ómicny POIiticn.
LO prinlern ynranfizn lo generncrón, mnlitcnimiento
y formnción de hombres y iiiujerrs, la scgunda
la producción de las condiciories rnaterinles
pnra la vida soc~al y, In tercern, la crención de cnte<?
orínc sociales que trascienden la condicióii sexual.
Así pues coiistituyeri el uriiverso rnurco de
In definición socinl, orientándose a la reprodiicczón
nencia a la etnia, claramente reflejada al
compartir un mismo espacio en el que se
renuexran jr refuerzan las relaciones entre
las distintas com~u-iidadesf,a voreciendo el
establecimiento de pactos, alianzas, etc. o
ratificando los exislentes. Se celebrarían
asimismo una serie de intercambios que
debían incluir medios de producción, productos
alimenticios, objetos de trabajo, etc
y que serían plenamente necesarios para la
consolidación del inodelo productor, no ya
a escala comarcal sino ins~ilar'~.
En vista a lo expuesto en páginas precedentes,
resuila posibie piaritear como en
Tenerife y Gran Canaria las rclacioncs de
desigualdad son fundamentales en la estructuración
de los sistemas sociales de
ambos territorios, aunque su manifestación
fenornénica ponga de relieve s~~stancialrs
diferencias. Evidentemente, no sc persigue
ofrecer una imagen homogénea de las realidades
insulares analizadas, ni aplicar en
todas las islas unos mismos criterios interpretativos
a la hora de reconstruir sus respectivas
organizaciones socioecon6micas.
Los aspectos tratados no pretenden ser
más que elementos en los que basar una
disc~isiónq ue tenga como fin último el conocimiento
global y cada vez más exhaustivo
de estas sociedades prehistóricas.
dcl grupo en el iimbrul de 10 vida, de las coiidlciorirs
ninteriales y de ln vidu sociul." (P. V. Castro
el al., 1996: 35 y 36).
2 Ü I i~1 d ~ 4 ure hiivarrierite reciente que podría
eninarcarse en esta línea es el de A. Santana
Santana (1992). Con ello, obviamente, no trata
de propugnarse la decvinculación dc cs
tas sociedades del entorno iiatural en el que
desarrollaron su existencia, sino como defiende
B. Martíri (1993: 10): alir nprmirnni:ió~i
nl estudio de 111s ciiltiirns prciiistóricas del archipiélago
debe ir nconipalluda de un e~.haustivoC Oiiociniiento
de lns esyecificiduúcs iiiofísiciis del
i i ~ ~ diinos l h r » , si bien lejos de entender tales
como el elemento central de cualquier argu50
J. Velnsco Vhzquez / C. M. IIemíndez Góiii~z/ V . Allierto Barroso
mentación que explique unos comportamientos
sociales tan complejos como los observados
entre los grupos prehispánicos canarios.
3 "Relación de los hombres entre sí dentro de sus
rt.luciones nfafcriaies con un medio ambiente determinado,
etc., a partir de una tecnología deternii?
znda" (M. Godelier, 1976).
4 Caso de existir tal distinción.
5 En la valoración de tales parámeiros hacemos
nuestra la definición que para dichos
conceptos efectúa L.F. Bate (1997: 58 y 60):
"producciólz: es el cistenza orgánico de los diversos
procesos de trabajo concretos a traués de
los cunles irna sociedad genera las di?~ersnS clnlrzs
necesidades que permiten su ~nniziei~iiniento
y rrprod~icciór(~.. .), distriliucián:form de apropiarinn
de los productos por los agentes dr ¡a
producción f...); intercambio: es un proceso de
redistribución que perrriite a los mierribros de Ir?
sociedad la obt~nción (le los bienes con velor~s
de uso espec-co ueiperidos pnra el consliino
f...); consunzo: es la negación de la producción
debida a la realizizción de sus oalores de uso, cori
lo cual se ~ r r i r r ain riec-esidad de tiileun producción".
6 Evidentemente no se puede confundir tal
propuesta con "el ecorloiriicistno que rebaja todas
las relaciones sociales a/ rarigo de epiyeirónienos
que ncompniian a las relaciones econótnicas,
reducidas éstas a su vez n un conjunto de técnzcas
de adaptación al entorno natural y biológico"
(M. Godelier, 1989).
7 "llamamos propiedad a un conjunto de reglas
- L - L 1-. J.I^ ..... ;..^-. " 1 ^^^^^^ ., ^^..'.,^l " 1
L'"i','<LI'<i YL'C U C L C , 11111114ri C L MLLLD", i t L " I I I > " , , Li
uso y la trai~sfereizcia y ¡a trailsmisióii de ctlalyuier
realidad social que pueda ser objelo de discusión"
(M. Godelier, 1989: 100). Como señala
M. Bloch (1977: 242) "in propzednd es representada
por la ideología como una relnción eritre
la gentr y las cosas, pero que en t'rimios inate-
Y I I Z ~ P SS P trntn d~ una relarión social i . ) DP niodo
que cualquier relación de propiedad o de derechos
es una declaración acerca de lo que el propidizrio
purdr trrzcrrlc u1 rio proyirtutio rri rl crrso
de qwestos derechos sean i~lfyingidos".
8 A pesar del reconocimiento de dicha ordei
i a c i í i r i jerárquica se ha plaritrado que en Tenerife,
a diferencia de lo que sucedería en
Gran Canaria. «no mrece existir wla nobleza
donzinante duena de ios medios de produccióii y
de coerción política,) (R. González y A. Tejera,
1990: 79).
9 Se hace referencia, en este caso, a la tierra, si
bien las estimaciones al respecto deben extenderse
al conjunto de las medios de producción.
10 Una cuestión que resulta cspccialmentc evidente
en lu que respecta a sociedades que
basan su modelo económica en la agricultura,
pero que es igualmente aplicable a los
grupos pastoriles, como ya se han encargado
de seíialar varios autores (A. Bourgeot,
1979; M. Gast, 1979). De eqte modo, la desigualdad
en la utilización de los recursos,
(motivada por este reparto jerárquico de la
propiedad) asegura la reproducción del modelo
económico y la reproducción de las reminos,
el espacio de producción corresponde
al territorio de reyroducción plíti&, la
que llevará implícito e1 mantenimiento de
unas relaciones de producción dominadas
por LIII sector de la población y, por ello, claramente
desiguales. Por esta razón pensamos
que tales disimetrías en el control de los
medios dc producción lleva implícito un car
i c~lar ainenle coercilivo.
11 <<Asle fior recoriocínri irr supcrroriclizd y obedlericio,
y siempre se le doirn lo mejor» recoge López
Ulloa (Morales Padrón, 1993: 315) para
Gran Canaria, mientras que A. Espinosa
(1980: 35) señala para Tenerife que *porque eti
algunas cosas se sqetan y llegaban a la razón:
como es tener superior y conocev unsnllnje (...) en
hacer leyes y sujetarse s ellas». En este sentido
cabe señalar coino el grupo no detentador de
los medios de producción «acepta», por así
J..-:- 1- -..:-L---:- A- .."L.." ..-l-":--.." A- 2-
UCCL., A', C A 1 3 L C I I L l a U C C J L a J I C l a L l V L L c J UC U=-
sigualdad, siempre y cuando éstas se concibari
como un servicio prestado por parle del
sector dominante de estas sociedades, a q o
poder parece que desde ese momento es tan legítimo
para los dominador: como sil propio deber dc
servir ellos a quienes les siroem (M. Godelier,
1989: 188).
12 El control de las condiciones últimas de reproducción
social (auspiciado, adcnxís, a
yai ti1 de utius iiiecanisiiiu~ cuinu la mdugamia
de linaje, etc.) viene a justificar su potestad
en el control sobre los medios de produccifiri,
en la apcopiació~i del reidimiento
del proceso productivo y, además, en la preeminencia
sobre los canales de redistribucióii.
13 Mecanismos redistributivos, a los que se
continuará haciendo referencia, que constiConsideraciones
en torno a los sistemas productivos de las sociedades prehistóricas canarias 5 1
tuyen en sí mismos un elemento claramente
coercitivo, enmascarado bajo la apariencia
de donador universal frente a la de apropiador
universal: «los años de poco fruto no tomaban
diesnios para guardar, antes para repartir
M los pobzs, i i.!!cs C I I I M ~ Id!~ !Y g m h d n n Gnc
antes» (Morales Padrón, 1993: 373).
14 Evidentemente, tal gestión no debe confundirse
con una "supervisión" total del proceso
productivo por parte del sector dirigente.
Cabría plantear en este sentido el ejercicio
de una gestión "directa/indirectar' de tal potestad
en estrecha relación con los planteamientos
relativos a la propiedad objetiva y
subjetiva de los medios de producción. Estos
comportamientus podrían ~riniiileslarse
entonces de formas diversas, no siendo preceptivo
un elemento de control físico permanente,
puesto que la asunción del papel
desempeñado en el modelo social ya constituye
de por sí un factor de coerción lo suficientemente
eficaz para garantizar la vgencia
de las relaciones de desigualdad. Estas
acabarán convirtitndose en "una ventaja para
el desarrollo de la zlida social y conduce prácflcameiile
a hncer que los tit ter eses de 117 COI^-
nidad se identifiquen realmente e iifcológican~ente
con los d~ algi~nosi ndividuos" (M.G odelier,
1Y77a: 136).
15 F. Engels (1970: 218-219) en su obra *El origen
de lafaniilia, la propiedad priondn y el estnclo=,
ya señalaría que «en pl ciesnrrnlln dr la
producción, la f u m a del trabajo del hombre /lega
a ser apta para suministrur un producto mucho
más cuantioso de lo qzle exige el susteizto de
los prodiíctorcs. Y este grado de desarrollo es en
lo esencinl el niamo donde naren la diaisión del
trabajo y el cainbio entre individuos».
i b Higunas pruebas arqueoivgicas parecer1 venir
a confirmar tal extremo de forma inequívoca
como se ha propuesto, por ejemplo,
-3"- y"-" e! --=*.e-yn r-lo- Tono--r-if-o- i,C -. U ~ r n-6- n JdT ~R ~
Galván, 1997).
17 Evidentemente un proceso redistributivo
que mostrari una naturaleza de marcado carácter
desigual.
18 Incluso algunos autores han llegado a negar
su existencia. No obstante, L. Diego Cuscoy,
en el prólogo dc la obra de i-. lJérez Saavedra
(1989), ya efectuaría una acertada crítica
a este respecto.
19 "Lu subsistericia de los no productores está asegurada
mediante lii srparación de i~ria ;inrle del
excedente suministrada por los productores i.. .i
hacefalta no sólo que la subsistencia de la prlmera
esté asgurada por el trabajo adicional de
la segundrr, lu yue uLzLrrt< rrl d caso de todos los
no productores, sino que es izecesario, adeniás,
que la primera esté en una poslcióii que le prrmifn
imponer sus cnndicion~<n la ~pgirnday determinar,
ella misma, la cnrltidud de excedente dr
la que sr apropia" (E. Terray 1977: 109).
20 Lo que no significa que sean ellos, directamente,
los encargados de materializar estos
intercambios.
21 Según sefiala L.F. Bate (1998: 115) , supone
«la prorluccíon slctenuit~ca de piusprouuccion o
plustrabajon.
22 Explicaría, por ejemplo, que las transacciones
se encontrasen perfectamente reguladas
(((estas cosas trocabai~ u m s por otras sin faltlir
peso ni medidan), según revelan las fuentes etnohistAriras
23 Valoraciones que además han podido ser corroboradas
por otras vías de análisis (E.
González y M. Arnay., 1992).
24 Se trata de unas conclusiunes conlrastadas
mediante procedimientos estadísticos (análisis
de varianza) entre las muestras obtenidas
en una veintena de conjuntos sepulcrales.
25 Evidentemente cuando se hace alusión al
proceso de redistribución, no debe ser entendido
&te tan súlo carno la ~sign~xcióyneriódica
de alimentos básicos a los diferentes
grupos. Las redes de redistribución creemos - .
han de valorarse como un sistema complejo
que abarca la totalidad del proceso pruduckivo,
es decir, desde el reparto de los medios
de producción (objetos e instrumentos de
trabajo) hasta el rendimiento social de la
producción.
26 No se puede cunfiuidir Lales planLeanuen~os
cuii la rnisieiicin de íiiüde!üs r iüi~&i~icdoi~-
versificados en el territorio, sino tan sólo de
las variables espaciales que muestra un misnm
r r i ~ d r l r ir lr prridiiccióii a fin de yarantizar
su estabilidad y, con ello, las relaciones
de producción que lo sustentan. Por ello, la
existencia de varios «modos de producción),
en Gran Canaria constituye un supuesto difícilmente
sostenible, más aún si se tienen
presenles, en el rnoinento de plantear tal posibilidad,
los elementos que definen tal categoría
(J.L. Izquieta, 1990).
27 De1 mismo modo, esta circulación de bienes
ha de ser valorada cuino un clcmciito sobre
el que fomentar las asociaciones intergrupales,
quizá ya no directanlente vinculadas con
52 1. Velasco Vázquez /C. M. Hernández Gómez / V. Alberto Barroso
un régimen de parentesco directo. De ser
cierta tal posibilidad, vendría entonces a reiterarse,
desde este punto de vista, muchos
de los planteamientos defendidos en páginas
precedentes. Es posible que pueda ponerse
en relación con este aspecto la significación
que adquieren durante el proceso de
conquista los intercambios entre canarios y
los europeos que arriban a sus costas, que
además del dcupio de productos foráneos,
parece servir como elemento sobre el que
sustentar alianzas. Esta valoración podría
deducirse de la referencia de López Ulloa
(Morales Padrón, 1993: 279) en la que describe
el pacto entre aborígenes y portugueses
durante la Conquista: «los canarios en señal
de agradecimiellto y no conociendo malisra
como personns sensillas les dieron refresco de
carne, leche y queso y pescadon.
28 La unidad doméstica debe entenderse como
la unidad núnima social, integrada por individuos
entre los que existen nexos parentales
directos, es decir, estaríd cumpuesta
por el grupo patrilocal extenso. Pese a que
han donunado las excavaciones de unidades
domésticas, siempre se ha partid^ de estudios
parciales, con un problema de base que
consiste en considerar el recinto natural o
constructivo como el único espacio en el que
se producen las actividades domésticas de
carácter cotidiano (la práctica alimenticia y
determinadas actividades artesanales), constituyendo
urid visiíin presentista de la conducta
cotidiana de los aborígenes que lia impedido
reparar en la importancia de otros
~qpacinqn neunr, dnnde tonr l r ian l-i-iom-'= r nimerosas
actividades, mucl-ias veces de carácter
colectivo o comunitario. Este hecho
tiene su importancia a la hora de valorar las
posibilidades interpretativas del registro ergológico
estudiado, lo que se manifiesta de
forma muy clara, entre otras, en la composición
de ios restos fáunicos o en las industrias
líticas de rocas de grano grueso.
29 Un ejemplo claro lo constituye el aprovechonucnlo
de las rocas de grano grueso,
puesto que la naturaleza del registro variará
en función de los ámbitos de captación de
la materia prima, lo que depende de la ubicación
de la Unidad Doméstica. Así en el
Conjunto Arqueológico de Las Arenas (Buenavista
del Norte), existe un registro diverso
integrado por cantos de barranco y playa
e incluso bloques de coladas, mostrando la
diversidad del entorno inmediato, frente al
registro localizado en la Cueva de Nifa (Santiago
del Teide), donde dominan los materiales
detríticos de barranco; sin embargo el
peso de esta actividad recolectora en ambos
conjuntus, y la composición de los instrumentos
líticos de producción resulta muy similar
(B. Galván et al. 1996a y b). Un esquema
semejante podría aplicarse al aprovechamiento
alimenticio de los recursos animales
y vegetales que devienen de la recolección,
marisqueo, pesca y caza, donde la composición
de los registros varía dt. unos asentamientos
a otros, aunque como tal actividad
se reconoce en toda ia isla, independientemente
de la iihicari6n de !nr grripoc h ~ m r -
nos que la desarrollan. Otra cuestión bien
distinta supone analizar la repercusih dietética
que comportan estos recursos, considerados
complementarios, puesto que evidentemente
variará en función de los parámetros
cualidad-cantidad de las especies
que participan en dicho aprovechamiento
alimenticio, lo que en cualquier caso vendría
determinado la organi&ción de tales act
i v i d a d ~cr~. !as dis:i:kvs árnbitüs tciiiiüiidles.
30 Las prospecciones efectuadas en este ámbito
documentan los asentamientos humanos
al exterior de la gran colada obsidiánica de
El Tabonal de Los Guanclies; un comportamiento
algo diferente se detecta en Mña.
Blanca, no sólo por su menor potencial productivo,
sino asimismo por la localización
de abrigos y cabafias en las inmediaciones
Uc 10s gruzdes ta!!ei-cs.
31 A partir de esta organización de los grupos
sociales podría inferirse la existencia de diferentes
formas y relacioiies de propiedad,
más complejas que la asociación bipolar entre
sectores propietarios y no propietarios.
Cabría preguntarse incluso si estos vínculos
parentales funcionarían en sí mismos como
relaciones sociales de producción. En opinión
de M. Godelier (197%:27): "No basta con
que m a institución - las relaciones de parentesco,
por qpmplo- asuma ~nriasftincionesp ara que
desempetk un pupd durninunte en el seno de una
sociedad ( ..) es necesario ndemlís, que estas relacioir
es de paren t e s c o f i ~ n c ~ o nro~mno relac~ones
de producción, regulen los derechos respectiuos
de los orirpos u de los ~ n d i i ~ i d u nsns hw Inr condiciones
de la producción y sobre los productos
de su trabajo".
Consideraciones en torno a los sistemas productivos de las sociedades prehistóricas canarias 53
33 No debe olvidarse, además, que el número rantizar el mantenimiento y reproducción de
de reses poseídas constituye la expresión ex- la cabaña en momentos críticos.
terna de la categuríd sucia1 del propietario, 34 Por ejemplo, Las Caiiadas constitiiiría un
pudiendo darse un deseo de acumulación de marco idóneo para renovar la carga genétianimales
muy superior al precisado para sa- ca de las manadas, evitando la degeneración
tisfacer las necesidades productivas P inclu- biológica que ocasionaría un compurtamienso
del que se considera apropiado para ga- to endogámico en los rebaños.
54 J. Velasco Vhzqi~ez/ C. M. Hernández Góinrz / V Alberto Bnrroso
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