VEGUETA, Número 3,1997-1998, (279-289) 279

El impacto

de las obras públicas

con fines turísticos:

El caso de las Islas Canarias

"Profesor Titular de Universidad de Geografía Humana

Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

280 ]os6 Ángd Hernández Luis

1.- Introducción

Las infraestructuras de transporte son los

elementos básicos en la ordenación del

territorio. En efecto, el carácter primordial

de las redes viarias -y también de los aeropuertos-,

en relación con el modelo territorial

en el que se integran, adquiere en las

Islas Canarias una especial significación v,

como tal, todos los planes (parciales, de

desarrollo, etc.), están en mayor o menor

medida incentivados por la accesibilidad

territorial que dichas infraestructuras le

proporcionan a cada espacio. Por tanto, el

conr~ptnc lavr rs la accesibilidad., siendo su

déficit un factor limitativo en la supuesta

consolidación de los distintos espacios

sociales y económicos. Por contra, la óptima

accesibilidad está provocando en Canarias

desastres incontrolados a nivel urbanístico

cn las incipientes áreas turísticas, debido

precisamente a la fragilidad de esos planes.

Así entendido, las redes de transporte

son des:rüctorüs t a r , t~Y cl medie Yn-n''r o! c p o

transcurren como de todo aquel espacio -o

hinterland- que es capaz de modificar a través

de los flujos que generan. No obstante,

no somos partidarios de una postura tan

radical, sino de aquella que regule enérgicaiiiente

el territorio con anterioridad o dc

forma paralela-, a la construcción de dichas

infraestructuras. Para ello contamos, entre

oiiab iit.iidmirntas, cüri !m T>!anes !nxt!~rc-,

de Ordenación Territorial (P.I.O.T.), pero su

provisionalidad y, sobre todo, vulnerabilidad,

están dejando mucl-io que desear.

Mientras tanto, los empresarios turísticos,

ayuntamientos v autoridades cabildicias

reciaman acsdobiamientos de carreierds

(Sur de Gran Canaria), además de ampliaciones

de aeropuertos (Sur de Tenerife). En

estas circunstancias, el control sobre el territorio

es una auténtica utopía.

En este trabajo, lejos de hacer una muy

difícil cuantificación económica de las

inversiones y beneficios que generan las

infraestructuras para el transporte en

Canarias -muy voluniinosas sin duda-,

ponemos de manificsto una idea muy

extendida en las Islas, sobre todo en las que

el turismo es incipiente, como en la isla de

La Palma, y es que "el turismo no lo queremos,

pero lo necesitamos". Y es que efectivamente,

la economía canaria depende en

un 70 por ciento de la actividad turística y

las cifras del paro obrero rondan el 20 por

ciento, uno de los más altos del país. Ante

este panorama es difícil la alternativa, ¿pero

debe ser todo esto necesariamente a expensas

del medio natural que es el que en definitiva

le proporciona el valor turístico a las

Islas?. Intentaremos responder en el trabajo

a esta cuestión tan compleja.

2.- El impacto inducido por la obra pública

La necesidad del hombre de desplazarse -ya

sea por turismo, actividad comercial, etc.-,

se ha materializado siempre en la construcción

de infraestriictura de transporte como

soporte para la realización de dicho desplazamiento.

Estas infraestructuras (principalmente

c-iminns - carreteras - aiitopistas, vías

de ferrocarril, puertos, aeropuertos, etc.),

han contado con un enorme poder de transformacibn

sobre el territorio en el que se circiinscriben.

De esta manera, podemos argumentar

que existen al iiienos dos tipos de

mncroimpactos: 1.- el inducido directamente

por la infraestructura en sí (principalmente

el impacto visual y físico); y 2.- el que

s ~ p c s t x x c f i t ca fecta a! hinfor lnd de h m a

no tan palpable a primera vista, es decir, de

modo i~zdirecto (economía, impactos

ambientales sobrc cl urbanismo de ciertos

núcleos dcbido a una mejora de la accesibilidad,

población, etc.).

Así pues, Li cünstrücción o m+ra U? la

infraestructura para el transporte tiene múltiples

efectos sobre el territorio, siendo, por

lo general, positivos. Aliora bien, el iinyacto

físico de la propia obra y la falta de control

que pueda generar el tráfico de mercancías

y personas, deja en tela de juicio el desarrollo

sostenible del territorio. Con esto queremos

decir que los problemas que no afectan

directamente al impacto de ia carretera no

deben ser ni mucho menos imputable a ella,

i-an Canaria 'j- '-Y5

CAUTELA

ertrven'ura/j Municipios turisticos (dic. 1995:

o 1000-4999 cama5 O 5000-19999 canas ficticias db02 0000-49999 camas 'O 50000 y más

-- Red viaria turística primaria

------ Red viaria turística secundaria - Aeropuertos

Infraestructura Turística del Gobierno de Canarias Elaboracijn propia - Puertos de uso turtstico preferente

turísticos y actuaciones en red viaria y aeropuertos con fiies turísliws eri Canarias

282 losé Anael Hernández Luis

sino a la falta de gestión planificadora para

controlar dicha avalancha. De ahí que la

construcción o mejora significativa de grandes

obras de infraestructura de transporte,

debieran ir acompañadas de impactos

ambientales más allá de los que tradicionalmente

implican a estas obras con el equilibrio

medio ambiental, esto es, desde la

mediana de una autopista por ejemplo,

hasta la zona de servidumbre. Y es que el

impacto secundario puede ser tan importante

-o más-, que el mero impacto físico de

la obra en el medio natural.

Pues bien, podemos argumentar que el

impacto o choque inducido por la obra

pública es producto del cambio de las

estructuras preexistentes por otras. Éstas

las integran desde el equilibrio geomorfológico,

faunístico, botánico, etc., del territorio

por el que transcurre o se asienta la infraestructura

(aspectos físicos fundamentalmente),

hasta las notorias variaciones en la economía!

de la población en cuanto a su

dinámica y estructura (por ejemplo migraciones

y edad respectivamente), política de

silelo, gcncración de residuos sólidos, etc.

(para mayor información véase MACHADO

CARRILLO, A., 1990). Por tanto, las

obras púhlicas -y particularmente las destinadas

al transporte-, cuentan con una trascendencia

de incalculable valor sobre el

territnrin Fqte ramhin de valnr, en innilmprables

ocasiones -y ante la falta de planificación-,

traspasa los umbrales deseados y

acaba siendo contraproducerite para el

territorio que supuestamente le era propicio.

finC anarias, en las ú!timas dPcidis,

gran parte de las grandes obras de infraestructura

para el transporte se han construido

con fines turísticos como primer justificante,

pues no en vano algo más de un 70

por ciento del V.A.B. de las Islas lo genera

la actividad terciaria, en gran parte incentivada

por el turismo y que a su vez arrastra

al sector secundario, especialmente al subsector

cie ia construcciún, iridusirid eiécir-ica,

etc. (BBV, 1995).

Partiendo de la base de que un porcentaje

abrumador de los turistas que acceden

a las Islas lo hacen a través de los aeropuertos,

por motivos obvios de lejanía con respecto

al gran espacio emisor de este turismo

que se localiza a una media de 3.500 -

4.000 kilómetros en el centro de Europa -y

también por la insularidad-, gran parte de

las inversiones se han canalizado hacia la

mejora y reacondicionamiento de estas

infraestructuras (ampliación de pistas, nuevas

terminales de viajeros, ayudas a la

navegación, etc.). De otra parte, el turista

cuando llega a la infraestructura aeroportuaria

(puntual en el territorio), hace uso

inmediatamente de la red viaria, pues en

Canarias no existe el ferrocarril. De ahí que

las invcrsiones en aeropuertos y carreteras

hayan sido de las más cuantiosas que se

han realizado cn las Islas cn los últimos

tiempos, y que según el Plan Director de

Infrnestri~ctttrns de Canarias, van a seguir

por el mismo derrotero, a pesar de que

dicho Plan reconoce que la red viaria "ya

satura la geografía insular, no siendo recomendable

responder simplistamente a la

demanda automovilística mediante la construcción

masiva de autopistas, que impactan

enormemente el territorio y el medio

ambiente" (P.D.I., 1996).

Y es que en efecto, dada la gran cantidad

de espacio que ocupan las carreteras en

Canarias en la actualidad -y que superan

los 190 kilómetros lineales por cada 100 km2

(TRIJJTT.T.0 y ROMÁN, 19951, lo que la convierte

en la Comunidad Autónoma del

Estado español con mayor índice de carreteras-,

!i inversiSn en infraestri-~ct~trvai aria

resulta tremendamente problemática en

algunas islas que cuentan con un 40 por

ciento -o m&, de su territorig protegido

bajo diversas formas (HERNÁNDEZ LUIS,

J. Á., 1993). La confrontación está servida,

pues el modelo turístico de Canarias a

pesar de que se quiera indicar lo contrario-,

utiliza como uno de los indicadores de la

cvuiuriúii erüii61i-~iida e :a> idas :a t.iiiida

de turistas en cada mes, viéndose con bueEl

impacto de las obras públicas con fines turísticos: El caso de las Islas Canarias 283

nos ojos el ascenso del turismo, mientras la

rentabilidad por turista desciende

(HERNÁNDEZ LUTS, J. Á., 1995 a). La consecuencia

inmediata de este turismo de

masas de bajos ingresos que crece en cantidad

pero no cn calidad, cs una mayor prcsión

sobre la infraestructura y los servicios,

con una rentabilidad marginal a nivel

macroeconómico, por tanto, muy dudosa.

Todo esto, como decimos, es demandante

de infraestructuras y servicios que

desbordan a las instituciones locales, insulares

y autonómicas, pues la política de las

prinieras se centra en una excesiva calificación

de suelo de uso turístico con un claro

fin impositivo, hecho que ha propiciado la

aparición de urbanizaciones y trazados de

viales inacabados (ESPACIOS NATURALES,

S. A., 1994). En cualquier caso, las

infraestructuras de transporte con fines

turísticos -fundamentalmente carreteras y

aeropuertos-, impactan el medio al menos

dos veces. esto es. en la fase de obras (polvareda,

ruido característico, etc.); y en la

fase de explotación (contaminación visual y

acústica, polución, incrcmcnto dc la actividad

o tráfico en su entorno, etc.).

De esta manera, la población cercana a

estas infraestructuras -ya sea autóctona o

foránea-, sufre las consecuencias de un

modelo que parece primar el constante

incremente de I m turistas que nm visitan y

no el desarrollo sostenible de ese espacio. Y

de esto existen innumerables casos en

Canarias motivados, por ejemplo, ante las

molestias que causa en la fase de obras la

polvareda y contaminación acústica en las

" ~ m ~ !doi a e~r ~~n ~i ~~~ v~t a~c ~ ..... T T ^ i i i tnn; c t 3 c r -u--u J ----r Au-"l

además de los propios de la fase de explotación

(ruidos, polución, segregación de la

población debido a la barrera natural quc

introducen, por ejemplo, las autopistas). En

cualquier caso, este es el impacto inmediato,

pero detrás de ello existe, entre otros

problcmas, una pérdida de suelo con un

enorme potencial agrícola, que además se

confronta directamente con ia escasez de

agua en dicha actividad y en favor del

turismo, como es el caso del Valle de la

Orvtava y Arguineguín (Tenerife y Gran

Canaria respectivamente), relocalización de

la población en el territorio (GUITIAN

AYNETO, C. y NADAL PERDOMO, I.,

19831, etc.

En definitiva, todos estos hechos son

impulsados en mayor o menor medida por

la potencialidad de acceso de los espacios

receptores del turismo. videntem mente

dicha accesibilidad está en manos de la calidad

de las infraestructuras de transporte

(básicamente carreteras y aeropuertos en

Canarias, aunque en la isla de La Gomera

tiene una gran importancia el puerto capitalino).

Así entendido, las progresivas

mejoras en las infraestructuras de transporte

es la excusa del Plan Director de

Injraestructuvas de Canarias sobre la que se

canaliza la demanda turística desde un

punto de vista cuantitativo y no cualitativo.

Particularmente creemos, con GORMAN,

que en los medios insulares el crecimiento

sin perspectivas de techo cs un arma que a

medio plazo se vuelve contra dichos

mcdios, pies sil fragilidad cs constatahlc

Valga el simple ejemplo de la riqueza del

agua potable, que en las islas se circunscribe

a ellas mismas, mientras que en los

medios continentales se puede canalizar

desde espacios muy lejanos (GORMAN, M.

L., 1991).

3.- El impacto del sistema aeroportuario

con fines turísticos en Canarias

Canarias presenta una red aeroportuaria

relativamente densa debido sin duda a la

necesidad que t ~ d a c!a s !c!ac tienen en

cuanto a la posesión de una infraestructura

de este tipo. En la actualidad, todas las islas

cucntan con aeropuerto, si bien el de La

Gomera todavía no ha entrado en servicio.

Aderiiás, la isla de Tenerife posee dos aeropuertos,

el segundo de ellos -en el sur- de la

Isla e inaugurado en 1978-, con un claro justificante

turístico ya que el primero se

encontraba a casi ochenta kiiómeiros de ei

por ese entonces incipiente espacio turístico

284 ]osé Ángel Herndndez Luis

del sur, aunque luego su construcción se

halla enmascarado con n~otivosd e tipo climático.

Si bien es verdad que con la construcción

de los primeros aeródromos en Gran

Canaria y Tenerife en 1930 se perseguían

unos objetivos eminentemente sociales, a

los que le siguen otros en las restantes islas

en los años 40 y 50 -además del Hierro en

1972 y La Gomera en los próximos semestres-

(AENA, 1996), en el fondo el carácter

turístico era un hecho palpable. En efecto, a

partir sobre todo de comienzos de los años

sesenta en que se generaliza el motor a

reacción, permitiendo así un enorme acercamiento

de las Islas al continente europeo,

además del abaratamiento por asiento que

se produce como consecuencia de la introducción

de aeronaves de mayor capacidad

y la proliferación de los denominados

paquetes de manos de los tour operators, el

turismo en el Archipiélago comienza un

significativo auge.

En cualquier caso, los sistemas aeroportuarios

canarios, han venido demandando

iina serie de invcrsioncs en constante

aumento y de forma casi sistemática, sobre

todo a partir del segundo lustro de los años

ochenta qiie r s riiandn tiene lugar iin a17a

extraordinaria del número de turistas entrados

como podernos vbservar en el cuadro 1

y ~ I I nP n wn imimpiitahl~n~i miirhn mpnns 2

la demanda de transporte aéreo interinsular

-o con la Península-, por parte de los autóctonos.

En este sentido, hay que argumentar

que en Canarias entraron en 1995 casi 20

de & les ""O 3,70"3C 4 Y"' "Y"'""

millones se movieron entre las Islas y el

continente, el resto (16 millones) corresponden

a turistas, de ahí que las continuas

inversiones en el sistema aeroportuario -y

que seguirán siendo muy cuantiosas en los

prijxiinos ailos (nueva terminal en Tenerife

Norte y Lanzarote, segunda pista en

Tenerife Sur, sucesivas ampliaciones en

caiies de rociadura y estacionamiento de

aeronaves, bloques técnicos, aparcamientos

de vehículos, etc.1-, sean imputables exclusivamente

al alto uso que realizan los turistas

de estas infraestructuras en comparación

con los autóctonos.

En cualquier caso, la infraestructura

aeroportuaria, dcbido al carácter del transporte

que genera, es puntual en el territorio

y, como tal, también plantea impactos puntuales,

si bien se podría argumentar que

incluso el problema de los residuos sólidos

que producen los turistas es debido también

a los aeropuertos, pues gracias a su

existencia los turistas acceden a las Islas.

No es cuestión tampoco de tornar una

postura tan radical, sino de analizar los

impactos más inmediatos como puede ser

la ingente cantidad de suelo que alcanzan

estas infraestructuras. De la misma manera,

las ampliaciones causan evidentes molestias

en las entidades de población próximas

a los aeropuertos, como por ejemplo las

inducidas por el movimiento de tierras

(fundamentalmente polvareda y desvíos y

cortes del tráfico terrestre de la vía que

transcurre paralela a dicha infraestructura)

o, dcbido también, al notorio incremento de

aeronaves -tanto en la llegada como en la

salida-, y que producen una contaminación

aciística considerable y qiie no solamente

afecta a la población autóctona, sino también

a la furánea dada la proximidad de

e ~ t iair~ha ni7arinn~st i i r í<t i ra~a dirhas

infraestructuras (Caleta Fuste en

Fuerteventura; Los Cancajos en La Palma; o

Puerto del Carmen en Lanzarote).

Como ejemplo más llamativo, podemos

citar las algo más de 76 mil aerunaves

rritradas xr c=liA 3. nn o! aornniiortn An l2 J u-AA--" .A' r-u-- --

isla de Gran Canaria en 1995 (una media de

208 movimientos diarios, aunque existen

días punta de 310 movimientos, según

comunicación personal de D. Simeón

Pardo, Jefe del Departamento de Ingeniería

del aeropuerto). Este hecho afecta muy

negativamente a las entidades poblacionales

cercanas, en su mayor parte autóctonos,

como es ei caso de Gjos cie Ciirza, La

Marfea, etc., y en las que el valor del suelo

286 José Ángel Hertznndez Luis

es evidentemente inferior a otros espacios

más alejados de la ruidosa infraestructura.

Quizá rnás grave aún -por la imagen que se

proporciona en el exterior-, es la proximidad

de las urbanizaciones turísticas a los

aeropuertos y, sobre todo, por su cabecera

sur, dado que las aeronaves despegan en

más del 90 por ciento de las ocasiones hacia

el norte, con lo que la contaminación acústica,

favorecida por el viento dominante de

componente Nordeste, ha alcanzado en

algunas de las citadas entidades de

Fuerteventura y Lanzarote, niveles considerables.

4.- El impacto de la red viaria con fines

turísticos en Canarias

Es evidente que la construcción o mejora de

las vías terrestres impacta el territorio, al

menos física, social y económicamente

(véase SECRETARIA GENERAL DE

MEDIO AMBIENTE, 1991). En las Islas

Canarias, sin alternativas terrestres a la

carretera -como por ejemplo el ferrocarril-,

se ha registrado en los últimos años un

enorme crecimiento de las infraestructuras

de transporte de gran capacidad (autopistas

y autovías), además del parque móvil.

Como ejemplo, cabe decir, que el parque

automovilístico canario -en relación al total

del Estado-, pasa de un -2.5 por ciento de

vehículos por 1000 habitantes en 1982, a iin

11.6 por ciento diez años más tarde. En esta

evolución, que en cifras absolutas supone e1

cambio de 289 a 495 vehículos por 1000

habitantes, supone un desfase de algo más

de 50 vehículos por 1000 habitantes favurdble

al Archipiblago

Este dato, en principio atípico si partimos

de la base de que la Comunidad

Autónoma Canaria es de las que cuenta con

menor renta per capita del Estado español,

está sin duda condicionado por el fenómeno

turístico y la gran oferta de vehículos en

alquiler (unos 60.000 en toda Canarias),

cuya vida media no sobrepasa los 3 - 4 años

(com.unicuci6n p n r s ~ r , ~d!e E.A lür~so

Lamberti de la Asuciación de Importadores

y Vendedores de Automóviles de

Canarias). Estos 60.000 vehículos suponen

algo más de un 7 por ciento del parque de

vehículos del Archipiélago, pero su movilidad

-dada la escasa vida media-, se estima

que triplica a la de los residentes en las

Islas. De aquí se deduce que en las carreteras

interurbanas de Canarias, aproximadamente

un 20 por ciento del tráfico lo están

generando los vehículos de alquiler. De

todas maneras a este porcentaje hay que

aííadirle el tráfico de los autóctonos que se

trasladan a dichas urbanizaciones a trabajar,

repartir mercaderías, etc., y que tanto

ellos como estas mercancías no se pueden

ubicar en estas urbanizaciones debido al

considerable coste del precio del suelo.

El resultado es un mvdelu que tiene

como soporte evidentemente la red viaria y

que en el entorno de las urbani7aciones

turísticas e infraestructuras aeroportuarias

-y entre ambas-, se gencra un tráfico difícil

de canalizar por las carr~terasr omarez!ec

de principios de siglo. Además, coino el

turismo de masas se asienta por lo general

en el sotavento dc las Islas (espacio éste

que contaba con escaso valor en el pasado,

por lo que desde un principio se invirtió

menos dinero por kilómetro construido que

en las carreteras del barlovento, con la consiguiente

mayor proporción de alineacionec

mrvas y t r?im~co ctro~hos),c ! icü~oíidicionamiento

de las antiguas carreteras se

convirtió en una cuestión francamente

imposible.

Todo esto indujo a la realización de nuevas

obras de infraestructura paralelas a las

untipas, üür.qür ahora como vias idpicids

que paulatinamente se irán convirtiendo en

autopistas. Estas vías, más próximas a la

costa y sin aprovechar por tanto ningún

tramo de la carretera antigua, son perfectamente

apreciables en las fotografías de los

satélites para dar una mera idea del impacto

tan solo visual que estas infraestructuras

causan en el territorio (las fases sucesivas

de ruiisirucción pueden consuitarse en

HERNÁNDEZ LUIS, J. A, 1995 b).

El impacto de las obras públicas con fines turísticos El caso de las Islas Canarias 287

Y es que estas autopistas, aparte de la

gran porrión de espacio que necesitan

(zona de servidumbre, arcenes, calzada de

dos carriles en cada sentido y mediana),

t2mhií.n nw~ s i t a nd ~ t ramdns ~speciales

debido a las altas velocidades que en ellas

se desarrollan, hecho que implica un mayor

mmrimientn de tierras (desmontes y t~rraplenes),

radios más amplios de las alineacionec

curvas, etc. Existen otros problemas

c ~ n s t a t a dq~uce ciiisa~ei stas grmdes infraestructuras,

y del que sólo destacamos los

principales: ruidos, polución, aumento en la

inertaYi!idad de t.!udes [camlim en !a

morfología del relieve), destrucción de suelos

potencialmente agrícolas o ganaderos,

dcpdmihn dc !as co-~xiduds ~egctdcv,

alteraciones demográficas y del habitat,

incremento del riesgo de atropello de ani-

.-..1,." -L"

LIL(IICJ, C L C .

Aparte de ello, también habría que

hacer mención al impacto que produce

sobre el territorio -no estrictamente la infraestructura

viaria-, sino algunos vehículos

de alquiler para los turistas, como son los

tipo jeep-snfnris que, una vez que salen de

las carreteras y pistas, y se adentran en

parajes de alta belleza natural -a veces bajo

diversas lormas de protección- y, por Lanto,

de frágil equilibrio ecológico, rompen dicho

equilibrio facilitando la erosión y la destrucciúri

de la flvrd que, partic~ilariiienlee n

los espacios enarenados, tarda mucho en

recuperarse debido al escaso régimen de

pr-ecipilaciünes. De esla manera, pel-dura,

por mucho tiempo, el impacto visual que

potencialmente dejan tras de sí los casi 700

veliículvs de este Liyü en régimen de alquiler

censados en Canarias a finales de 1995.

No obstante, hay que decir que esta actividad

ya ha sido regulada recientemente

por Ley ante los notorios destrozos producidos,

entre otros parajes, en Las Cañadas

(Parque Nacional del Teide, Tenerife), y en

los arenales del interior de la isla de

Fuerteventura, si bien aún persiste la clandestinidad,

pues en teoría no tiene sentido

el que el turista alquile uno de estos vehículos

-con un mayor coste diario-, si al final

va a hacer uso de él como un utilitario normal.

En suma, las actuaciones en infraestructura

viaria en Canarias en las últimas décadas

se han destinado a potenciar los corredores

entre los aeropuertos y las

iirhani7acinnes tiirístiras. El mn d ~ l oti irístico

canario, que como decimos prima la cantidad

de las entradas en lugar de la calidad,

mwstra 1 . n ~e ncrme presibn snhre el sistema

viario -además del aeroportuario-, en

cierta medida lógico mientras se siga potenciando

l2 !!egi& de En -m.arrnr rnntinoonto , ' -- ------o---- --

turístico como un factor determinante de la

evolución positiva de esta actividad.

5.- Conclusiones

Ya hemos reiterado que la construcción o -,,.-"- A,, 1-e -L..-- -.<Ll:n-,- A,, /.,,*"A&,,"-* ., , A L \ ;,,L " UL .'..7 \ , L , LU< 7 y"""'u" U' """"'U" Y

aeropuertos son, por lo general, beneficiosas

para el hinterland en el que se circunscriben,

al menos desde un punto de vista

social y econámico, puesto que la accesibilidad

es mejorada. Ahora hien, el problema

surge en la inexistencia de control que va a

llevar consigo esa mejora de la accesibilidad

ante la falta de una planificación no

vulnerable. Y es que hasta ahora, los espacios

turísticos canarios han deniostrado

que, salvo condicionantes de tipo económico,

conio es el caso de Las Paln-ias de Gran

Canaria y el Puerto de La Cruz (Tenerife),

con un suelo urbanizahle muy costoso

(ÁLVAREZ ALONSO, A., 1981), la expansión

ha sido inusitada y, sobre todo, muy

masificada para de esta manera obtener un

mayor beneficio por espacio edificado y 110

por turista.

En definitiva, es el eterno dilema entre

cantidad y calidad. Así, sin inclinarnos por

un retroceso del turismo, sí que seria óptimo

que éste se estancase definitivamente y

aumentasen los gastos producidos por turista,

de tal manera qne el beneficio -dentro de

niveles macroeconómicos-, fuese claro para

las Islas. En la actualidad, dicha rentabilidad

es muy dudosa, pues si partimos de la

288 losé Ángel Hemíndez Luis

base de que muchas de las costosísimas

mejoras de infraestructuras y servicios están

propiciadas por el turismo en alza -y no por

los autóctonos-, la rentabilidad queda en

tela de j~i i~ioA.d emáq; la whr~qatiiraciónd e

infraestructuras viarias de un espacio insular,

termina por dañar -por mucho Estudio

! l p b n p r t n Amhietttnl qiue r~a!ic~e-,! ~ a i s a -

je, el cual es uno de los tantos recursos turísticos

con que cuentan las Islas, sobre todo

f i f i e y~f t i p d~e t ~ r i fmf in i lo CP inton-

7-- --

tan potenciar -como el rural, de congresos,

deportivo, etc.-, y que sin lugar a dudas

dojan ~ a - ~ r rn\-rc tn on Archiniól=rrn

a-"'- u. r---eque

el denominado turismo de masas que es

el que, en definitiva, demanda más infraes-

&....-&...mp ., On...,;An"

L , U C L U 1 < 1 3 Y .1<, I L C l . l i l .

Como decimos, el modelo turístico

canario actual recibe con optimismo el

-"e---- A,. ..- 111 --.. ":-..Le A-1 L....;"-,.

'.JCCIIJ\, C I C u,, .l - ' 1 1 y111 < I C I I I C , ULI L L l l I.711111

con respecto al mismo mes del año anterior,

mientras se detecta una disminución del

gasto medio diario por turista entre 1988 y

1992 de un 3.8 por ciento anual en pesetas

constantes (NAVARRO IBÁÑEZ, M. y

BECERRA DOM~NGUEZ, M., 1995). Esto

nos indica que la rentabilidad marginal del

turismo es descendente, y el incremento del

ingreso que genera un tiirista adicional

puede llegar a ser inferior que el aumento

que ese mismo turista genera en los costes a

través de una mayor demanda de recursos,

póngase por ejemplo la remodelación de

aeropuertos e infraestructura viaria. hasta

la red de alcantarillados, mantenimiento de

parques y recogida de residuos sólidos, etc.

Q11i7á esta bajada en la rentabilidad por

turista esté relacionada con el descenso de

la calidad ambiental. Ya el propio Plan de

Arrthn M~dinf l rnht~ntnnl vn rnnnvin< 2rpi -

menta que "si se evita la degradación

ambiental, el turismo selecto -o de alta

recta-, hiicc--rS estos p~ip~lgs('F' $Pj_CTQ$

NATURALES, S. A , 1994). Por tanto, el

turismo de masas para Canarias no puede

ser r . 5 ~c u n t r a p r u d t i c e n t e , t a n t o e n la

actualidad (continuas demandas de infraestructuras

y servicios), como en el futuro

(Yq y ~ d a c i b xd e! rcc~rs:: ambicntu!). Lr.

este-sentido, no hay que olvidar que para

impacto ambiental es nueve veces inferior

y, a su vez, sólo necesita algo nimos de la

mitad de espacio acondicionado que un

turista de masas (M1 TC, IYYU). La alternativa

es clara, pero falta decisión en la planificación

y la incentivacióii hacia las infraest

r u c t u r a ~ hoteleras y de servicios de

calidad Ésta sería la unica vía sostenible

del turismo en Canarias, la otra, la del turismo

de masas, e$ un modelo agotado que

cada vez está raptando un turismo de peor

calidad.

El impacto de las obras públicas con fines turísticos: El caso de las Islas Canarias 2-89

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