VEGUETA. Número 3.1997-1998. (9-28)
La sociedad prehistórica
de Gran Canaria:
desigualdad,
apropiación y
redistribución
ji Eepai~iaimeiiiod e Ciencias 1 Iisiúiicds.
Área de Prehistoria.
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
1 O Inuier Velasco Vázquez / Ernesto Martín Rodrí~uez
E s mas que probable que el conocimien
to de las pautas de organización social
y política de los canarios sea uno de los elementos
que mejor pueden ayudar a explicar
y caracterizar iin mo d ~ l nci iltiirñl tan
singular como el observado en Gran
Canaria, al menos, durante parte de su
C ~ C I I ~ I I pCr~eh~ i stórica. sin duda, 71 nnr
J r--
poner un ejemplo evidente, ha de contribuir
de forma activa a la definición de su
? . br7x Cccn=m:cn y ~ i ~ b c . i s t ~ . r y~ac iq!x, e
entendemos que al igual que la trama social
no es posible entenderla desprovista de la
infraestructura que la sustenta, las realidades
no estrictamente economicas participarán
de forma activa en la configuración y
ai-liculaci6n de un particulai- modelo de
producción. De este modo, y empleando
una terminología materialista, "las superestructuras
aparecen, pues, conlo las condicione5
políticas e ideológicas para ttna reproducción
regular de estas relaciones de prodimióri" ( J .
Izquieta, 1990). Pero el entramado socioeconómico
de estos grupos también ha de ser
observado a la hora de valorar e interpretar,
entre otros aspectos, la organización
territorial del hábitat, la significación de los
espacios de almacenamiento, e, incluso, en
el momento de afrontar el estudio de los
repertorios tecnológicos (entendiendo éstos
como parte integrante de los medios de
producción).
Las fuentes de información empleadas
mediatizan de forma evidente el alcance de
las consideraciones que se pretenden exponer
a continuación'. A diferencia de lo que
ocurre en otros contextos (F. Nocete, 1984;
1989; etc.) la Arqueología juega, en este
caso, un papel bastante más secundario de
lo que sería deseable en el reconocimiento
de las normas sociales que rigieron la existencia
de este grupo humano. Serán las
fuentes etnohistóricas las que proporcionen
el mayor cúmulo informativo a este respecto,
con todos los condicionantes que ello
lleva implícito. Desde luego no se trata de,
simplemente, pasar a describir e interpretar
unos datos históricos olvidando por completo
los procesos que pudieron conducir a
ellos (E. Martín, 1992), sino tan sólo de un
ejercicio de reflexión en torno a algunos
fenómenos que puedan conducir a la discu- - .
sión de aquellos vectores que favorezcan la
reconstrucción del pasadv prehisthico de
Gran Canaria. No pretendemos, por ello,
h a r ~ iri na d~finicióna ntropnlrígica prerisñ - -.- . - -
- -
del modo de organización socio-político
presente en la fase epigonal de la prehistori.
de !2 k!2, !&nr ést2 q ~ 2ede 1~6sy a ha
sido afrontada por algunos investigadores
(C. Martín, 1986; R. Gonzále7 y A. Tejera,
1990; J. Jiménez, 1990). Presenta mayor interés,
o al menos así lo entendemos, la observación
y determinación de algunos de los
parámetros básicos que guían las relaciones
sociales de producción en esta sociedad.
Todos los autores que en uno momento
LI ~ 7 ~ ~Li1ai7i heclio referencia a la oi-ganización
social presente en la Prehistoria de
Gran Canaria, han llamado la atención
sobre su componente eminentemente jerárquico.
En otras palabras, una ordenación en
la que no parecen estar generalizadas las
relaciones de igualdad entre los distintos
sectores sociales que la componen. Son
muchas diversas las referencias escritas
que pueden ser llamadas a colación de este
tema, manifestando todas ellas gran homogeneidad
en los criterios que definen este
extremo.
López de Ulloa (Morales Padrón, 1993:
313), entre otros, manifiesta claramente
tales deseinejanzas seiialando que "iiaíiia
entre los Canarias distinciu'n de nobles y uillanos".
Este antagonismo va a tener su reflejo
en una serie de exteriorizaciones evidentes
que alcanzarán un sinfín de aspectos de la
vida cotidiana de estas comunidades.
Abreu Galindo (1977: 149) describe que
"había en eqta rsla d~ canaria gpnte riobk r&o
caballeros ktdalgos, los rualt>s se diferenciaban y
conocían de los demás en el cabello y barba",
mientras que "el villano cortadas barbas y
rnu~llo" (Morales Padrón, 1993: 432). Tales
desemejanzas se hacían extensibles de igual
forma a la indumentaria de unos y otros, de
La sociedad prehistórica de Gran Canaria: desigualdad, apropiación y redistribución 11
modo que "los pleueios andaban descalqos de
pie y pierna í...)i con u n zamarrón de pieles sin
costura por los hombros, los brazos de fuera"
(Morales Padrón, 1993: 370). Las diferenciaciones
entre ambos sectores de la sociedad
se propagaban incluso a los momentos de
máxima beligerancia, ya que "el noble tenía
por afrerita matar a nadie, sino fuesse eri la guerra
al enemigo, i aun mtonces si podía lo escusaba
suluo que el primero lo deribízbu i los villanos
lo mnfaban"2 (Morales Padrón, 1993:
367).
Si bien tales elementos pueden resultar
aparentemente anecdóticos, no pueden ser
contempladas de similar forma las descripciones
que se refieren a la existencia de distinciones
que podríamos calificar de índole
jurídico-administrativo. Es posible coristatar,
por ejemplo, gracias a Antonio Sedeño,
que "hada dos generos de jueces, un noble pura
los nobles de cauello largo, y otros uillano para
[...roto] que eran castigados de día i los primeros
d~ nnrh~" fMorñlpc. Padrón, 1993. 374) La
separación de ambos sectores a ojos de la
justicia no hace más que reafirmar la idea
de una plena generalización de las diferencias
sociales en todas las esferas de la vida
de la comunidad. No es demasiado arriesgado
afirmar, por tanto, la existencia de
una institucionalización de las desigualdades.
Lac. &scr;..r;anr,?s c-trc n&[cs ., ,,;11n*.n,-
J ""'""""
se proyectan incluso más allá de su existencia.
El mundo de la muerte representa, por
así decir, la pcrpctuación dc la condición
social del individuo y de las prerrogativas
que lleva implícita. Este aspecto se traduci-
-:- L - - L - -,. -1 A L - L ..-m--- :- ---e m- 1- 1111 L L l l l L l l Z l l L L L l L l l I U L I C I "LICI CI,,LL\, C I I 1"
elección del lugar donde este es celebrado:
"la gente noble no se enterraua ron la uillniia,
sino que cada especies destas tenia su lugar
señalado; el noble se enterrana con la insinias de
tal, y el uillano también3" (Morales Padrón,
1993: 316). De esta rnalzcra el hecho biológico de
la nruerte cortlleva igiialrriente unos corriportamientos
y tinas actitudes sociales semejantes, o
al menos asirriiiabies, a las desarroiiadus en uida,
prolongándose más allá de la misma'.
Sin embargo el elemento fundamental
para conocer la articulación de la sociedad
prehistórica de Gran Canaria vendrá definido
por su base económica y, más aún, a
partir del reconocimiento de quién detentará
el control real de los medios de producción.
A este respecto Gómez Escudero señala
que "las tierrus erun cunccjiles, que eran
cirios mienfras duraba el fruto, cada año se
repartían" (Morales Padrón, 1993: 436); una
valoración a la que López Ulloa añade nuevas
observaciones: "hera gente muy trabajadora,
todos los bienes heran comunes en
guanto a la distribución y alimento
natural. Al señor reconocían la superioridad y
obediencia, y siernpre se le dauu lo mejor"
(Morales Padrón, 1993: 315).
Los investigadores que han hecho alguna
referencia a quién gozaba del control de
las tierras coinciden en señalar que sería la
nobleza, encabezada por la figura del guanarteme,
quien controlaría plenamente su
adminirtraciSn, a m d o de "reprecent-intes"
de la comunidad (R. González y A.
Tejera, 1990; J. Jiménez, 1990). Mientras, el
grupo dependiente no es más que el poseedor
de unos derechos de uso sobre los
terrenos redistribuidos periódicamente. En
relación a ello se plantea como hipótesis
que el carácter conzunitario de la propiedad
responde a la necesidad de ofrecer a todos
l,,- t--:1: le- ---*.---n "..L:-:--
IVJ blUy"L> 1 U ' l l l l l l l l L , , I"0 lCCUI~"., J U L I L I L I I -
tes para su mantenimiento. En otros términos,
"garantiza a cada uno de sus miembros el
acceso a la tierra y, por tanfo, la superviueizcia,
proporcionando además a las generaciones posteriores
la misnza garantía. En sentido estricto,
1-.. ,I"..."l.^.. ^ . . . . " A l .. .. :L. . . : - - .-l.. .. -1
L t I i i U T I T C I I t I J C J C r l l llllCD tJ L U I I I I 4 I I l I I I I l U 3 3 U U I K Cl
suelo no sUlo pertenecen al conjunto de los
miembros aivos, sino a la totalidad de la cornilnidad,
erileridiei~do &tu como el conjunto de
los antepasados muertos y sus descendientes
vivos o por nacer. Por todo ello resulta que los
miembros v i 7 m son simples soportes de /a
reproduccióri y, en cierto modo, no ejercen más
que u n derecho de conserz~ación de los
recursos" (R. González y A. 'l'ejera, 1990:
116).
12 Javier Velasco Vázquez $1 Ernesto Martín Rodrípez
Sin embargo, y desde nuestro particular
punto de vista, la realidad socioeconómica
de Gran Canaria parece mostrar una mayor
complejidad, permitiendo una lectura hasta
cierto punto difcrcnte a la expuesta con
anterioridad. En primer lugar, el control y
la administración del grupo dirigente de los
derechos sobre el suelo reglamenta socialmente
la desigualdad en el acceso a los
medios de producción. Ello no hace más
que reforzar la diferenciación en la capacidad
de acumular y reproducir la producción
agrícola y, obviamente, la ganadera.
Estas limitaciones, reconocidas y sancionadas
por toda la sociedad, constituyen el elemento
clave que justifica, y a la vez asegura,
la existencia de unas relaciones sociales
de dependencia (R. Botte, 1979).
De esta manera la subsistencia del
grupo que denominamos genéricamente
como "zdlanos" no está asegurada por su
pertenencia a la comunidad, sino por el
r n ~ n f o ~ i m i o dnot ~i?n ,s re! icinnec d e
dependencia con el grupo detentador del
control de los medios de producción.
Dcsdc cstc punto de vista, la subsistencia
misma de este sector social queda comprometida'.
Este hecho propiciaría que si bien
la mayor parte dc las ncccsidades quedaran
cubiertas probablcmcnte dentro del
ámbito familiar, fuera de éste el elemento
e..- A--:-- 1- ------ YUC i- -" 1- ..,.A:"&":L.. U V l l L l l l L l ,a L L V I I V I I I I L L CJ ICL I C U l i > L I I " U
ción? Por ello, el carácter comunitario' de la
tierra como medio dc producción no pucdc
interpretarse como un mecanismo encaminado
a asegurar la base alimenticia del
grupo bajo unos ciertos parámetros de
igualdad. Serdri ids reidciuiies sucidles de
producción las que, en última instancia,
permitirán la regeneración y consolidación
del modelo productor existente, y así, el
mantenimitnto dcl grupo. Los sectores
dominantes, por tanto, ejercen una clara
preeminencia en la utilización y acceso a
los recursos naturales y a los instrumentos
que capacitan su transformación, lo que les
facultará el dominio de todo el proceso de
producciónH.
Desde luego que resulta evidente que el
concepto de "economía de subsistencia" o
"autosubsistencia" difícilmente puede llegar
a caracterizar la organización económica
de estos grupos humanos. De ser así
quedaría enmascarado el hecho de que la
actividad productiva no se limita a la
obtención de bienes de subsistencia, sino
que también es la encargada de lograr un
"excedente" destinado al desarrollo y consolidación
de las propias estructuras sociales,
ocultándose, de igual manera, la existencia
de numerosas formas de cambio e
intercambio que acompañan a este funcionamiento
(M. Godelier, 1977).
A la hora de tratar estos aspectus para la
Prehistoria de Gran Canaria se ha hecho
especial alusión a la tierra como el elemento
fundamental de entre todos los que conforman
los medios de prndiicción (qiiiPn
detentaría su propiedad o administración,
su distribución, etc). Sin embargo no se ha
igG-.te2nció!n a! 2ui-i-a , _ a_i í__ n _ _a_ np_ c_ n_ .r_
del consenso general a la hora de atribuir a
ésta un papel determinante en el normal
desarrollo de la producci611 y, por tanto, en
el sustento de esta formación social. Resulta
lógico pensar que este acceso desigual a los
terrenos de cultivo al que hemos hecho
referencia ha de hacerse extensible de igual
forma al aprovisionamiento y redistribu-
AA, ,,t:c:,:,i A, Lr, cstc scxti&, ^. LL"LC W L L.L.L.U. L C L L,
Sedeno (Morales Padrón, 1993: 376) proporciona
una noticia de sumo interés en la que
indica que "en las tierras que plantaban de
riego recojían el agua e11 albercas i la repartían
con buen orden". En unos términos similares
se piüiiuiiria jüsé de Süsd (1994. 362) cuai-ido
afirma que "de esta suerte aprovechaban el
agua en toda la isla eilcamináizdola artificiosamente
de unas vegas en otras hasta nzuy lejus.
En muchas partes tenían albercoizes o hoyos en
la tierra pendientes en donde de parte de noche
la serraban o quni7do por tWar fresca y harta la
tierra no la avian menester".
Podría resultar absurdo entonces suponer
un acceso igualitario a los recursos
hídricos, más aún constituyendo éstos un
La sociedad prehistórica de Gran Canaria: desigualdad, apropiación y redistribucióii
principio fundamental en el control del
ciclo agrícolay. Como parece desprenderse
de las citas transcritas, este elemento vital
habría que integrarlo, de igual modo, entre
los bienes sujetos a una administración y
una redistribución fundamentalmente jerárquica.
Al igual que ya se ha expresado para
otros ámbitos (M. Harris, 1983; C.
González, 1996) la agricultura de irrigación
se erige como un modelo sumamente centralizado,
ya que existe la necesidad de
coordinar los esfuerzos en la construcción y
mantenimiento de esta infraestructura
hídrica, implicando. de igual forma. una
gran inversión de fuerza de trabajolo.
Requiere, por tanto, un fenómeno de integración
de esfuerzos económicos y sociales
que permitirá ejercer un control exhaustivo
del rendimiento productor del territorio
puesto en explotación. La administración
del acuífero por parte del sector dominante
implica el refuerzo de la relacih de dependenci.
do! gmpr) p r ~ d ~ c thearci a "!!es,
especialmente si se da por cierto que "lo
mis que rillti71ahan ern de regadío" (J. de Sosa,
1994: 302).
La cabaña ganadera puede entenderse
en unos términos similares a los descritos
previamente, esto es, formando parte indisociable
de los medios de producción administrados
-y controlados- directamente por
e! sectvr don-iiriarite. Ei-i este llii51-1iü ~ei-~iidü,
la propiedad del ganado parece cumplir
una doble vertiente económica y social,
considerándose reflejo del presligiv socid
de sus poseedores. Son diversos los pasajes
de las fuentes etnohistóricas en lcs que se
hare ieTeieitcin direcid d ids disputas iriierpersonales
o intergrupales en relación al
ganado, su posesión y la de los pastos destinados
a su sustento (por ejemplo, Abreu
Galindo, 1977: 173"). Llama poderosamcntc
la atención cómo en una sociedad a la que
se ha conferido uii caracter fundamentalmente
agrícola, la cabaña de animales
domtsticos sea el elemento de prod~cción'~
al que se atribuye una mayor significación
social". Es un hecho que, sin duda, recuerda
a numerosas sociedades berberófonas en
las que aún a pesar de estar sustentadas en
economías mixtas o fundamentalmente
agrícolas, la posesión ganado es el elemento
que sirve como marcador de distinción
social (M. Gast, 1979).
Las fuentes de información a las quc
hemos hecho mención hasta el momento
permiten dcfcnder este control ejercido
sobre los medios que garantizan la reproducción
del sistema productivo por parte
de la esfera social dominante. Sin embargo,
debemos preguntarnos si este mismo fenómeno
ha de hacerse pxtm~ihlp también a
los recursos objeto de depredación: recolección
vegetal, pesca, marisqueo, etc. Para
considerar este aspecto ha dc partirse dcl
hecho de que en la vertebración de la economía
prehistórica de Gran Canaria, este
tipo de actividades desempeñan un papel
fundamental en la propia consolidación y
sustenimiento del modelo productor (J.
V C ~ Y C1G90,7 ; C.C. Rodrigüez, 1337). A :a!
efecto, considerando a esta particular
"nobleza" como detentadora del pleno
dominio de los medios de producción, esta
posesión ha de proyectarse a cualquier actividad
económica, independientemente de
si ésta es prod~irloraci prrcladora. Dicho de
otro modo, lian de tratar de perpetuarse las
condiciones de reproducción del sistema
d r i i i ~ ud e uiius irihrge~iesU eiiniUos por ia
estabilidad, lo que necesariamente implica
un acceso desigual a todos aquellos elementos
que permiten y soportan unas particulares
relaciones sociales de producción"
(M. Godrlier, 1977; J.P. Digard, 1979).
Una sociedad jerárquica
Como ha tratado de exponerse hasta el
momento, desde el punto de vista socioeconómico
esta población prehistórica se
encontraba dividida en dos 4ector~sf undamentales.
De un lado, aquellos que pertcnc
clan al grupo que ostentaba el control de los
medios de producción (ganado, tierra,
agua, etc.) a traves de su pertenencia a una
colectividad que les garanti~ae sta potestad.
14 Jauter Vrlasco Vazquez / t riiesto Marth Rodvígurz
Por otro, el resto de la población que quedaba
excluida del dominio directo de los
medios de producción y que mantenía una
relación de dependencia con respecto a los
primrrns.
Uno de los aspectos más característicos
de estas relaciones sociales de producción
es la desvinculación del sector dominante
del ejercicio directo de la producción. Esta
práctica queda institucionalizada, como es
czhido, mpdi.nte nGrm&z?.QSn 0cnorí- --r---
fica que de no cumplirse inhabilita la posibilidad
de formar parte del grupo dirigente.
Gtru de !es principies en !es qüe se a~,icrit~
esta desigualdad es la existencia de una
fuerte endogamia de linaje, mecanismo por
-1 m. -1 ;---A<- -1 "1 --..&..-l A- l,."
C I LUI*. ac 1111f I L C L I L L CI L I C C Z i 3 V LLI C V I L L I V I U C IVJ
medios de producción a aquellos que no
fueran descendientes de familias "nobles".
A ~ - - r l : - - 1 - 1-.. L L-- ---- :L-- --.l.<--
~ICILLLICIICLV n ina i u c i i ~ c ac a c i i L a a yvui ial i
plantearse ciertas observaciones en relación
a estas últimas cuestiones.
Las referencias etnoliistóricas señaladas
hasta el momento manifiestan con claridad,
y en unos términos equivalentes, la desigualdad
existente entre lus dus sectures
referidos. Sin embargo, la información recogida
en estos documentos puede llevar a
pensar que se Li-aia de unos grupos svciales
en cierta medida permeables y que permiten
una relativa movilidad de la condición
de nuble a ld villdria y viceversa.
Atendiendo a las noticias proporcionadas
por Abreu Galindo (1977: 149-150) este
hecho parece probdrse, de rriudu que cualquier
noble podía perder este status ya que:
"la manera que tenían en hacer los nobles e
hidalgos era que, desde cierta edad que tenían
determinada, criaban o dejaban criar el cabello
largo; y cuando tenían edad y fuerza para poder
ejercitar 10s armas y cosns de la guerra y sifiir
los trabajos de él, ibase al faycag y decíale: yo
soy Fulano, hijo de Fulano noble; y que él lo
quería tambzén ser. El faycag convocaba los
nobles y a los demás del pzleblo donde el mozo
nacía y habitaba, y, pcrjtmíizdolos por Acoráiz,
que era su Dios, dijesen si habían z k t o a fulano
cntrar en corral a orde6ar cabras, o matar
cabras, o guisar carne", o lo habían visto hurtnr
en tiempo de paz (...) p ~ r q uP ~S ~ r~nsSn s imp ~ d í -
nn ser nobles. Y si decían que no el faycag les
cortaba el cabello redondo por debajo de las orep
s y le dnhn uno zinrn llnmndn mngnde, con que
peleaban, que era cierta arma, y quedaba hecho
noble, sentándolo entre los noble^"'^.
El primer elemento que llama la atención
en la descripción del franciscano es la
necesidad de mostrar, mediante líneas
pxent?.!ec, !y pnrtenenci~ 3 !a dnrigminada
nobleza. Es decir, no cualquier individuo
podía ser sometido a sanción social para su
i~c!~s ih:c:r . cstc cstamcnta sin= ciu c, r7!
contrario, tal condición vendría conferida
necesariamente por ascendencia directa.
La pai.:icipoci& de! jíiii& es:c
to supondría una plena legitimización religiosa
del proceso de institucionalización dc
.-.- -..:-L- >--L..- 3 - 1 . - I . - L - - 2. 1 . -
U11 SUJVLU U C l l l l U U C l CUlCCLlVU UC 1Ub
"nobles". No significa que el poder sea
otorgado directamente por la divinidad,
sino tan sólo que la religión sanciona y
autoriza la concentración del poder en un
sector específico del grupo.
Por otro lado, la categoría de noble no
sólo impide la participación activa en los
sistemas de producción, sino también en los
trabajos de iiiaiiiyuldciun y trdrisfurnidción
de los recursos alimenticios. Estas prohibiciones
van a estar centradas, según se recoge
en el textu transcrito, en las relaciones de
la nobleza con la cabaña ganadera, lo cual
constituye un hecho lógico ya que la posesi611
de tsta es el elemento económico básico
de distinción social y la que conferirá el
status al individuo.
Las Crónicas de la Conquista proporcionan
nueva información en relación a los
aspectos a los que hemos aludido hasta el
momento. Gómez Escudero recoge que "si
alguna (mujer) quería salirse fuera Iiauía de ser
para casar, i el Rey o quien FI mandase, a un
pariente o noble, la hauín de conocer primero
(...) i al día siguiente se la cntrcgaba él a el
tzouio i ellos la recoiíocíaiz por padrino i los hijos
eran tenido en más que los otros de otro niatrimonio
a modo de izohlcs. Qunndo el Rey Izacía
La socicdcid prchistórica de Gran Canaria: desigualdad, apropiación y redistribución 15
viaic alpiza parte, en los lugares donde se aloxaba
el due~iod el hospedaxe le ofrecía la mujer o
su hija (...) los hijos que aquéllas paricsscn toda
su vida de allí en adelante eran nobles"
(Morales Padrón, 1993: 436). Sin embargo la
matización del padre de Sosa (1994: 306)
resulta realmente significativa: "estos aunque
fuessen de la gente común y trasquilada que
eran lo m& abatidos de la isla y que tenían oficios
viles, de ni en adelante eran tenidos como de
mediana espheua, en la reputación de todos los
canarios".
En relación a estos textos podemos cuestionarnos
si realmente puede hablarse con
propiedad de la existencia de prácticas exogámicas
que permitieran lo movilidad
social o tan sólo de mecanismos orientados
a consolidar el modelo económico-social
establecido, incrementando por esta vía las
relaciones de dependencia de unos individuos
en relación a los otros.
Es un liecho contrastable a través de las
f~entose tnchisthricas cums e:? ! S s u ~ i e d ~ d
prehistbrica de Gran Canaria el linaje del
grupo dirigente es transmitido por vía
rnatrilinccii". En csta cvcntualidad coinciden
la mayor parte de los investigadores
que han hecho referencia a este tema (C.
Martín, 1984; R. González y A. Tejera, 1990;
J.J. Jiménez, 1990; etc.). Incluso A. Tejera
(1993: 157-158) afirma que "el sistema político
dt los cCiii,ii.ios de Gii*ii CaiiÜi.iü, el
mito de origen perpetua un modelo de organización
centralizada, el tnito reinertrora a una
rilujer- corrro uiriz her-oíuu que unificv u lus cunarios
y a quien todos deber1 honrarla en su
nzeinoria, así como guardar respeto y obediencia
u los que serlír~ $lis ~ir&~esures". La irasmisivn
por vía materna de la condición social
implica necesariamente que sea por este
mismo canal por el que se traspase la capacidad
de ejercer cl dominio sobre los
medios de producción. Por ello, la supuesta
exogamia a la que hacíamos referencia
antes no supone en ningún caso la pérdida
de potestad del grupo dirigente sobre los
elementos que rigen las relaciones sociales
de producción.
Bajo la apariencia de prácticas exogámicas
el sector dominante de la sociedad no
hace más que confirmar y consolidar la
autoridad física y política sobre el resto de
la comunidad. M. Gast (1979: 209) indica en
este sentido que esta aparente flexibilidad
presenta una doble vertiente: "d'une part ces
absortioiis suppléent 1i la déperdition constance
d'hommes provoquée par la guerre, d'autre part
elle évite que ne se créent sur le place des groupes
marginaux de second rang non iizscrits daizs
les relations de dépendance, qui concurrencent
et menanccs les premiers par leur accroissemenf
et leur manaue d'acces aux droits éconorniques.
C'est ce que nous appelons avec P. Bonte l'endoexogainie
(...)''19.
A trav6s de este tipn de prácticas se propicia
o se consolidan las relaciones de
dependencia intergrupales. En el mismo
sentido, el grupo productor condiciona en
mayor medida su propia subsistencia en
razón a estos lazos que le vinculan con el
cecter n= Fr3~Ucfirra La sGcicdcd. Sc c r ~ -
culan de este modo un conjunto de relaciones
sociales que, en definitiva, explican
unas pautas económicas y culturales tan
particulares como las observadas en los
momentos finales de la Prehistoria de Gran
Canaria.
Es posible confirmar así la existencia de
un sistema social jerárquico, rígido y cerrad
~Es.id ü1d~lldCiÚlbl e ell~ullildi>d IIlpdíada
y constituida bajo una serie de preceptos,
sanciones y tabúes que irihibían a un
grupo del otro. Como tratábamos de exponer
al inicio, las desigualdades quedan institucionalizadas
a partir de diferentes vías
que abarcaban múitipies aspectos de ia
vida y la muerte de estos grupos"'.
El grupo dominante
Este sector de la población constituiría la
parte superior del orden jerárquico-piramida1
documentado en la sociedad de los
canarios. En la cúspide del mismo se encontraría
la figura que, según las crónicas, recibiría
la denominación de Guanarteme2'. A
tal cargo se ha atribuido la jefatura suprema
del territorio, tanto en época de conflicto
como en los períodos de paz. Otra de sus
responsabilidades sería la de ser cabeza del
Consejo, institución ésta a la que luego
haremos referencia. El Guanarteme, según
las referencias etnohistóricas, es asimilable
a una figura socio-política que concentra en
su persona un poder político y administrativo
sobre una serie de territorios específicos:
"ysla dividida en dos partes y hera de dos
señores y reyes llamados los Guadartemes (...) el
vno tenía kz población de lugar de Gáldar y de
Gaete con otros lugares adhesentes a éstos. Y el
otro tenía lugar de Telde y el de Agiiimes con
otras estancias rnmarcanas de canarios"
(Morales Padrbn, 1993: 312). Corresponde
por tanto a una institución centralizadora
en torno a la cual se articulan un conjunto
de áreas con sus correspondientes habitantes,
si bien ha de suponerse qiie cada iina
de ellas podría disponer de una cierta autonomía".
Este fei-iómeno connota además la
e x i s t enc i ~d e u n a a n a r ~ n itr~de n-ción r--
jerárquica del territorio, de las áreas de
explotación econamica y de los recursos
producidos y depredadus.
En este sentido, cada uno de estos espacios
estarían sometidos, supuestamente, a
una división social ciniloga a la descrita
para el total dc la zona de influencia del
guanartemato o guanartematos. El dominio
L.-.:'-.:-l -..-A -4 --- -"-m
rciiirviiui yuLuu uLm LVllfVIIILCuEd ~~ O ~ EC( O
una serie de personajes de elevado status
(nobles), muy probablemcntc vinculados a
la figura del Guanarteme por lazos dc
parentesco2', los cuales dctcntaban y ejercían
el poder representando y salvaguardando
ios intereses dei 51 upu Uiiigeitie. "lri jii>-
tisia era mui rigurosa i en cada pueblo o lugar
tenían jueses. Como alcalde tenía personas que
acusaban a los aecinos de todo quanto hacían
por lcuc quc fuera cl caso i a~sirnismo en los
lugares h u í a personas para todo i...)"
(Morales Padrón, 1993: 373).
Es probable que estos personajes, o al
menos parte de ellos, conformaran una de
las instituciones de gobierno de los canarios
de cuya existencia dan fe las fuentes
etnohistóricas: el Consejo. La función principal
de éste parece ser la asesoría al
Guanarteme en términos de gobierno y
administración de la demarcación territorial
correspondiente. En él parecen integrarse
igualmente el faicán, a quien ya hicimos
referencia, así como, probablemente,
algunos ancianos distinguidos. G.E.
Zurara describe que "todo el gobierno de la
isla se hulla entre las manos de ciertos caballeros,
cuyo número no puede ser merlos de ciento,
ni pasar de doscientos. Cuando cinco o seis
de estos caballeros llegan a morir, los demás se
reúnen para proceder a la elección de aquellos
que deben ocupar las plazas vacantes y ésta
debe recaer en los hijos de los caballeros, de
modo que PI número de ciento se halle siempre
conzpl~to. Estos caballeros sor1 considerados
como pertenecienfes a la primera nobleza (la
más pura); no habiendo jamás cor~traído alianza
alguna con l a s clases inferiores" ( J .
Alvarez Delgado, 19812"). Este mismo consejo
sería, prohahl~m~nteel ,~ I I sPa ncionase
o designase el nombramiento del
Guanarteme, así como del resto de los
integrantes del grupo nobilinr. A las prerrogativas
descritas habría que añadir
otras funciones específicas entre las que
cabría destacar la l egi~l a c ión~in~te, rvención
en disputas y asuntos legales, etc., si
bien resulta realmente complicado poder
hacer demusiadus precisiones on terne 2
este tema.
Dentro de la esfera social dominante
habría que incluir al faican, cuyas potestades
parecen superar netamente la esfera
religiosa. Esta figura está presente en los
ói-gñiios de poder mrncionados con anterioridad,
adquiriendo especial autoridad
en todos ellos. Su papel como ordenador
del aparato religioso le confiere igualmente
un elevado protagonismo social y
económico. A este cargo se ha vinculado
normalmente la recolección de los diezrnos
(R. Gurizále~y A. Tejera, 1990), aunque
este fenómeno tan complejo tratará
de ser considerado luego con mayor
amplitud.
La sociedad prehistórica de Gran Canaria: desigualdad, apropiación y rcdistribución 17
El grupo productor
Este grupv representa la base de la organi-
7aci6n social y económica y está integrado
por la mayor parte de la población. En oposición
al anterior, el sector productor no
controla los medios de producción a pesar
de ejercer directamente la explotacih de
los recursos económicos. En este sentido, se
ha llegado a proponer que esta relación
económica desigual conviviría con una cierta
apropiación doméstica encaminada a
asegurar la existencia de este grupo (R.
González y A. Tejera, 1990). Sin embargo,
parece más acertado suponer que su subsistencia
estaría en mayor medida mediatizada
por las relaciones de dependencia con
respecto al grupo dominante, quien en última
instancia determina cómo y a quién se
le otorga la capacidad de explotación del
entorno.
Se trata de un sector social igualmente
caracterizado por la heterogcneidad de sus
componentes. Además de los agriciiltores y
los pastores, las fuentes ctnoliistóricas revelan
la existencia de otros oficios especializados
en el desarrolln dc determinadas tareas no
generadoras directas de alimentos. De
todas ellas, las que han merecido un mayor
niímero de referencias han sido los carniceros
y los z~rrdzigos. En relación al primero
recvge Abreu y Galindo (1977: 158) que "el
nfiriii CIP C B Y M ~ C OC ~? ? ~ L Mp w z~i! y smz, 4 , 0;"- J "'""'
pre lo insuba el hombre niás bajo q w se Iznlhba;
y era tan asqueroso, que no permitían tocase
cusrr i...) y en recompensa de esta sujeción, lc
daban lo qtle había menester". Por otro lado,
"( ... i y para el efecto teriían Berdugo diputado
cnn sa!n~io qtx arzdh a ~ C M V !vn p e sc !ca ;?mdaba,
los cuales no aaían de tocar lo quc otro
avío de comer o beber" (Morales Padrón, 1993:
223)2h.
De igual forma, se documenta la existencia
de otras actividades laborales: "los
caríarios terzíarz entre sí o/iciule~d c liucer casas
debajo y encima de la tierra, carpinteros, sogueros
que trabajaban con yerbas y con hojas dr
~/uirnu"" (L. Torrimi, 1978: 112-ii3); ."'teniiui
mujeres para hacer loca d~ qur usaban"
(Morales Padrón, 1993: 371), etc. Muchas de
estas ocupaciones pueden ser significadas
en relación a una división sexual del trabajo,
siendo éste un fenómeno que parece
manifestarse igualmente en los trabajos
agrícolas y ganaderos.
Esta aparente "especialización laboral"
lia de ser interpretada desde una doble
vertiente. En primer lugar, la división del
trabajo constituye un fenómeno propio de
economías optimizadas y cxcedcntarias
que son capaces de sustentar a personas a
las que se libera de la producción de alimentos.
Por esta razón. y siguiendo a M.
Harris (1983: 214) "10 especializnción en sí
niisrria ~zuineizta lu eficiencia de la producción,
P E TO r s to 110 podría ser ns í n n ~ ~ i i oqus e 611
rriodo búsico de producción de energía sea
capaz de ser intensificado". En segundo término
constituye una prueba evidente de
la plena consolidación de unas relaciones
sociales de produccióri coniplejas que instituv,
e n y. m ~ ~ t i e n 2o n"v tus ccctcrcs dc !a
población. Ello no será posible sin la existencia
de unos mecanismos que garanticen
el coiilrul de los medios de producción,
de la organización del trabajo y de
los canales de redistribución del excedente.
A difcrcncia de lo planteado por
J.Jiménez (1990; 19959, no creemos qiie
XL, posible afii-mai- :a t-nkkiicid de cs~iuvos
dentro del organigrama social grancanario,
más aún cuando las propias referencias
etnohistóricas así lo nidriifirstan2".
Este sector de la población al que denvminamos
productor, aunque ciertamente
L~..tL~,.-;- - r c ~ u ~ e; ini esuu curriyosición, estaría
integrado por individuos "jurídicamente
libres", si bien vinculados al grupo domiiiarite
por unas relaciones de dependencia
sustentadas en principios esencialmente
económicos. Unos lazos de
dependencia que llegan hasta el punto de
significar la garantía de su propia subsistencia,
pero que en ningún caso podría
llegar a asimilarse a un régimen esclavista.
Apropiación y redistribución: medios de
prndiicrirín y prredpnte
El control del grupo dirigente sobre el total
de los medios de producción convierte a
&tos en e! e!emento flindñ_menta! de! sistema
de redistribución de esta sociedad
prehistórica. I'erpetuar bajo el amparo de
En micnio c n k t i v n o! cnntrc! do !^S cnmponentes
básicos de la produ~ción'c~o mporta
la continuidad y reproducción del
Ucrniniu pu!iticc. Este fenbl-neno nu ser,:!
posible sino a través de los canales de redistribución
que aseguren unas relaciones
AU,'V"';6~". ."n"l", . n A-&"?. 1-0 A;,-+:**-,- -;,.,..h*-,- ",,,. U"" A"" "'"""'U" """""'U" 'i "L
componen !a comunidad.
En cuanto al reparto de tierras, proba-
L l - - - - L- -..L..--:Ll,. -1 --,.L- A- 1 - -
VLCULCLLLC ~ A L C I L D I V I Ca i ica~uu c iua cviityunentes
de la producción, se han planteado
la convivencia de dos situaciones diferentes
(A. Tejei-a y R. Güi-izálea, 1996). id yiimeia
de ellas corresponde a un reparto en el que
se atiende al linaje, independientemente del
raiigu de rioble~a u villanía, tralaiiclu de
asegurar así la subsistencia de cada uno de
los individuos que forman parte de la
población. Esta posibilidad parece mantenerse
bastante alejada de las pautas de
comportamiento expuestas anteriormente,
donde se señalaba que la pertenencia al
grupo, por si sola, no bastaba para garantizar
la supervivencia de cada uno de sus
miembros. Aún a pesar de que el "grupo
dependiente esté formado por gentes libres" (A.
Tejera y R. González, 1990: 117), las relaciones
de dependencia se encuentran tan
extendidas y consolidadas que, desde nuestro
punto de vista, resulta difícil aceptar
esta opción".
Parece ajustarse mejor a la realidad descrita
el segundo sistema propuesto por el
cual se adjudica a la nobleza e! dominio
sobre las tierras, obligando así a la clase
dependiente a trabajarlas. Las fuentes escritas,
aunque nunca explícitamente, permiten
entrever esta circunstancia. Así, por ejcnlplo,
A. Sedeño (Morales Padrón, 1993: 373)
recoge que "los bienes y haciendas i...) repartíame
cada año por cazddos", referencia ésta a
la que hay que unir otras que hacen mencihn
d i r ~ c ba " s ~ ñ n v e rd p In f i p v d ' , " S PMI I -
etc.
Aceptando esta posibilidad como la más
certera ha de sfipfierce j o i i a l mnrln qfie
esta redistribución no seguiría un patrón de
equidad entre todos los miembros del
nrrinn rliricronto ,A. nar+ir do las !ino3c do o . . . - . . . o - . . - - . r-A uparentesco,
así como atendiendo también a
otras cuestiones como alianzas, pactos, etc.,
!a cuncesi6i. de !a adrni~ivtrrición de !e?.
medios de producción en cada uno de los
territorios sería diferente. Se trataría, por
t , , c , .A, .., ,,-,.,,, A A ",A;'.c,:L..,;', 'LL'LL", 1.- L1I1 yIV'L"V LL' I L U I ~ L . I L I C L ' I " I I
estratificada. En relación a este punto surgen
algunas dudas. La primera de ellas es si
1 - L: A - 1 c7 L - - - l - - - L - --2:-
ia iiEula uri uuaiiaiLriiit. iraiiiiriiLc iruis
tribuiría la propiedad anualmente, o simplemente
sancionaría política y administraiivameníe
lus del eclius dclqúiiidüs yo¡-
determinados grupos -incluidos en el estamento
noble- sobre parcelas concretas del
esyaciv insular-". Siguiendo este mudelo
continuaría vigente un sistema redistributivo
en el que los máximos dirigentes aparecerían
no como "apropiadores universales",
sino como "donadores universales" (R.
Botte, 1979)".
Quien probablemente sí estaría sometido
a esos repartos periódicos sería el grupo
productor encargado de los trabajos de
explotación económica. Es en este último
escalón donde comienza y finaliza el sistema
redistributivo y a partir del cual se
constituyen y se mantienen vigentes las
relaciones de dependencia. En este sentido
el control del grupo dirigente sobre los
derechos de! suelo reglamenta la desigualdad
en el acceso al mismo, pero a la vez
refuerza las disimetrías en la capacidad de
acumular y reproducir los elementos básicos
de la economía de producción.
La conccsión de parcelas de territorio al
grupo dependiente implicará que éstos contraigan
la obligación de ofrecer una contraprestación.
Ésta, según apuntan todos los
datos, se materializaría mediante la apropiación
del grupo dirigente de un porcentaLa
sociedad prehistórica de Gran Canaria: desigualdad, apropiación y redistribucih 19
jc de los productos obtenidos por las actividades
económicasi'. De este modo lo recoge
Lópcz de Ulloa: "al seiTor reconocíat~ la superioridad
y obediencia, y siempre se le daua lo
niejor" (Morales Padrón, 1993: 315).
Como ya han señalado varios autores,
se trataría, por tanto de la captación del
excedente productor" por parte de aquellos
que detentan la administración dc los
medios de producción3'. Sin embargo, antes
de considerar cómo y mediante qué cauces
se llevaría a cabo tal ganancia se hace
imprcscindiblc considerar precisamente
qué debe entenderse, en este caso; pnr pwedente.
Este particular pago del que se apropia
el sector dirigente no tiene porqué
corresponder necesariamente con una cantidad
superflua desde el punto de vista productor,
es decir, con lo que realmente
podría considerarse un excedente3%n términos
absolutos. Un hecho que resulta particularmente
cierto si tenemos en cuenta
~ U Prar a vcz sc critcga e! prodüc:u U d irabajo
si existe la posibilidad de retenerlo,
bien para aumentar el tamaño de la familia,
bien para elevar el nivel de vida o slalus
social (M. Harris, 1983). En otros términos,
difícilmente puede aceptarse que se permita
al grupo produrlor decidir sobre el porcentaje
de la producción que es entregado
como "pago" al sector dominante, aún a
yesal de que eiiu pueda cvmprometer su
propia subsistencia.
Quizás el término tributo se ajuste en
mayor medida a las circunstancias que es
posible observar para Gran Canaria a través
de las referencias etnohistóricas.
Aceprancio tai posibiiiaaa, ia captacion de
ese excedente explicaría el mantenimiento y
reproducción de unas relaciones sociales de
producción basadas en la dependenciaiy.
Las propias fuentes escritas en niiigúii caso
hacen alusión a que el sector productor
entregara el sobrante de la producción a sus
señores, sino que tal obligación se recoge
bajo el término genérico de diczrnos"', razón
que también lleva a defender esta posibilidad que
planteamos.
Alonso de Palencia (Morales Padrón,
1993: 474) ofrece una descripción, que aunque
referida a Tenerife, ilustra esta dinámica
de funcionamiento a la que se hace referencia:
"los colonos dan lurgas al lento cultivo
de los campos para luego uno de los jefes enterrar
cn los graneros la mies recogida, de dorlde
luego sacarlín su alimento í...i una falsa nobleza
quc se aproveclza a fondo del trabajo de la plebe
más desdichada. No es permitido a la plebe
comer carne cuarido tirrrrri irntnhue, sino rn los
días de fiesta, y con p~rrniso de los amos (...)
Corzfovme a estas orderianzas, el ganudu mmenfn
rndn &o, y, n cnusn do !n ox to~s idny ~ h ~ w
dancin dc los pastos, engorda y, ordeñado, produce
gran cantidad de leche, también para los
ptidicntes, porque los demás no pucdcrl satisfacer
esta necesidad, aunque estén al cuidado de
los rebaíios".
En esta línea, la captación del excedente
al que normalmente sc ha hecho referencia
para la prehistoria de Gran Canaria, podría
considerai-sc, yo1 i d ~ ~ iCuU,I IW ia cvntraprestación
tributaria del grupo productor a los
individuos de la comunidad que le permite11
explvtar el territorio administrado por
ellos. Sin embargo quedan por considerar
diversos aspectos, como la cuantía de este
pago, cómo y quién lo recogía, cómo se
almacenaba y quién lo redistribuía, caso de
que así se hiciera. Si bien es cierto que
mucnos de estos interrogantes quedan, por
el momento, sin tener una respuesta precisa,
otros sí pueden ser sugeridos como
hipótesis de trabajo acordes a los planteamientos
hechos con anterioridad.
Dándose como cierto cl hecho de un
control y una redistribución jerárquica de
los medios de producción ha de suponerse
que la apropiación de la producción seguiría
unos cauces similares. Antonio Sedeño
relata que "assimismo en los lugares kauía personas
pnra todo como pnra recoger diesmos". A
pcsar de ello resulta complicado saber si,
reconociendo al Guanarteme como vértice
más elevado de esta pirámide social, éste
recibiría parte de la renta de los territorios
subsidiarios a su poder, o tan sólo percibi20
Jriuicr Velasco Vázqucz / Evncsto Martín Rodríguez
ría aquella proveniente de las áreas directamente
controladas por él. Este misma ordenación
jerárquica a la que aludimos hace
que la primera posibilidad pueda considerarse
dentro los márgenes de lo posible.
Aún a pesar de que el Guanarteme ejerciera
este derecho en SUS tierras y sobre sus ganados
es probable que el resto del sector dirigente
también tributara parte de sus rendimientos
productivos al que, en última
instancia, adrriiriistrn la propiedad global.
Normalmente se ha a tribuido al fnicrín la
potestad de recolectar los diezirios con los
q ~ "e~ ~ ~ t ~ i ?-1 yg~r i/2~p 'p'r^ d=ctor4 . Ti.1
suposición se fundamenta principalmente
en la noticia proporcionada por Antonio
Srcleño (Moralcs padrón, 1993: 373) en la
que relata que "di. los frutos que cojiniz ll~rbnn
cirrtn pirtc de fo~loesl ios qlre p n r m SU Ia de[+
riia parte, n persotim que teiiian a giiardarlns i
sustentarse dc d a s . Estos eran izoinbres que
vivuían en comunidad como religiosos (...)".
Sin enibargu esid rriisiiid ci~cuiisiaiiriñ
puede ser interpretada desde otros puntos
de vista. Una posibilidad es que el estamento
religioso administrase, al igual que el
resto de la nobleza, una parte del territorio.
En diferentes momentos de las Crónicas de
la Conquista se pone de manifiesto como
sus prerrogativas van más allá de las estrictamente
religiosas. Otra de las posibles
explicaciones a dicho fenómeno es que
parte de los rendi-mientos obtenidos
mediante las actividades econóiriicas se
entregaran directamente a estos "religiosos",
reconociéndose así su protagonisn-io
en la organización socioeconómica de esta
formación social. Siendo ellos quienes sancionan
la propia división social, las relaciones
de dependencia, etc. no sería extraño
que se les reconozca su intervención directa
en las normas de comportamiento de la
socicdad mediante la entrega de parte de la
producción. A este respecto Abreu Galindo
(1977: 156) señala que: "enfve las mujeres
canarias había rnuchus coniv religiosas, que
uivían con recogimiento y se inanfenian y s i w
tentaban de lo que los nobles le daban, cuyus
casas y moradas trnían grandcs pvcemincn-
~ i a s " ~ ~ .
Si diéramos como buena la última de las
posibilidades planteadas" habría que pasar
a conten-iplar, ineludiblemente, uno de los
aspectos fundamentales de las relaciones
sociales de producción presentes en la
I'rehistoria de Gran Canaria: la redistribución.
Redistribución: poder y dependencia
Los procesos de redistribución constituirían
uno de los elementos fundamentales en los
qiue se asentarían las r ~ l a c i n nws ociales de
producción descritas. Lamentablemente, las
fuentes informativas a este respecto son
bastante escuetas y dc complicada valoración,
más aún si aceptamos la existencia de
una redistribución con un carácter emincntemcntc
jcrhrquicoi? Uno de los rasgos fundamentales
que l-ia de cumplir una economía
capaz de sostener unos procesos de
i-edisti-iloucijí-e, s:ra:ificndvs es currcs
ponda a un modelo económico capaz de ser
intensificado (K. Polanyi et nl., 1976"), lo
cual parece pei-leclamente factible en el
caso aquí considerado. En tales circunstancias
los procesos de redistribución pueden
ser interpretado:, coiiiri iiiecanisn~os de
adaptación y optiniización orientados a
lograr la estabilidad y perpetuación de los
pautas de compuridrriitlriiu t.cuiiÚiiiicusociales
establecidas (E. Martín, 1992)4h.
Las noticias etnohistóricas ponen de
manifiesto este fendmeno indicando que
"los años de poco fruto no turriaban dicsrrios
pan7 gzmrdar, antes pava repartir en los pobres, i
ellos comaii de lo gi~ardado anos ames, i siempre
sricovrían con limosnas a u m p esto tocaba
rmís al señor de la tierra" (Morales Padrón,
1993: 373). Aunque tal referencia haga mención
a los grupos religiusos, en el mismo
texto se explícita como el "deber de socorro"
atañe fundarnentalmentc al grupo
dominante. Éste, como máximo apropiador
de las rentas de producción será también el
encargado de llevar a cabo la redistribución
de los excedentes en los momentos en los
La sociedad prehistórica de Gran Canaria: desigualdad, apropiación y redistribución 21
que las actividades económicas no bastaban
para cubrir las necesidades básicas de la
población".
Obviamente, dadas las condiciones
anteriormente seííaladas, este reparto no
guardaría un patrón de equidad sino que se
desarrollaría dc modo jerárquico, esto es,
guiado por el carácter y la naturaleza de las
propias relaciones intergrupales (parentesco,
alianzas, etc.). Este fenómeno va favorecer
la consolidación de los lazos de dependencia,
a la vez que confiere al grupo
dominante una capacidad de coerción basada
en e1 cnntrnl d~ la propia siihsist~ncia
del grupo productor". Esta redistribución
estará orientada igualmente al sostenimiento
de la división dcl trabajo, ya que parte de
la misma estará destinada a los "oficios" y
"cargos administrativos"" no partícipes
directos en la producción de alimentos. Un
fenómeno que lleva, de la misma manera, a
reforzar los vínculos existentes entre el
-....-- ..--,m --.. ..-- T. -1 r..:L..r-..:-
&L U ~ JVCIR ~YUILVy C L u & w u u u l u .
A pesar de ello la redistribución no se
va a limitar exclusivamente a los productos
obtenidos mediante la actividad ecoi-iomica.
Va a comenzar desde el mismo momento
en el que se considera el modo por el cual
se repal-Le el acceso a la prcipiediid. Se geriera
así un movi~nie~itcuu ntiriuu, y estratificado,
de aquellos elementos que van a coniigurdr
id bdse ecoriúr~iicay subsisiericiai de
este grupo. A este respecto H.W. Pearson
(1976: 382) plantea que "cuando los rnovirni~
ntnsd e h i~n r sy de prsonas En el proceso
ecoriórrrico se currulizun 1i travis de instituciones
redistrihutizm, los medios parn ln crención de
excen'cntcs parecen bastante directos y ciaros.
Corno, en esta fovma de integración, el poder
está situado en una institución central que sanciona
los movimientos físicos y de apropiaczón,
el mistno poder puede exigir tributos, efectuar
tasaciones, movilizar fiterza de trabajo, decreta?
patrones de consurno, etc.".
Los procesos de redistribución a los que
hemos hecho rcfcrcncia constituyen un procedimiento
tendente a asegurar la optimización
productiva, permitiendo un cierto
equilibrio regional en el acceso a los recursos.
Gracias a esta particular administración
y a los sistemas de almacenamiento, el
consumo de productos alimenticios no
tiene porque coincidir, en todo momento,
con las áreas de producción. De este modo
es posible articular un modelo económico
en el que son explotados nichos ecológicos
con características y rendimientos diversos.
Por ello, la redistribución haría posible la
existencia de unos hábitos alimmticios fiiridamentalmente
dependientes de la actividad
agrícola'", ya que el producto de ésta
sería e! elemento primordia! de i~tegrrici6n
económica.
R. González y A. Tejera (1990) proponen
la cxistcncia de celebraciones redistributivas
en las que el Guanarteme aportaba la
comida. Tal valoración se basa en algunas
referencias ctnohistóricas, como la recogida
en la Crónica Ovetense (Morales Padrón,
1993: 161) que dice que "tenían los dichos
G¿ii?;iai.:ei;ies i'ls'ls de i.i. eci-eaci&i y FiL?sü;ieiii.
pos, donde se juntaban hombres y mujeres a
cantar y bailar, y acabados sus cantos y bailes
orderiaburi sus büriyueks y curnidus"". Es posiblc
plantear que tales celebraciones constituyan
tan sólo una parte del proceso redistributivo,
quizás aquel de carácter más
jerárquico, y en el que está presente un
afianzamiento de las relaciones entre los
miembros ciei grupo dirigente". Sin embargo
la naturaleza de las referencias expuestas
dificulta el planteamiento de cualquier
hipótesis al respecto, complicando la articulación
de estos procedimientos con los anteriormente
descritos.
Redistribución e intercambio
Otros de los procedimientos que es posible
incluir dentro de los límites marcados por
la redistribución son los intercambios y el
"comercio" A pesar de que este tema recibe
cierta atención por parte de las fuentes
escritas no ha sido abordado más que en
contadas ocasiones en la investigación
reciente, quizás a consecuencia de la vaguedad
de algunas de estas noticias. Sin
Jaaier Velasco Vázquez / Ertlesto Martí11 Rodrípez
embargo resulta necesario seíialar que este
tipo de relaciones cobran aquí una especial
significación ya que atañen directamente a
la línea de discusión abordada en estas
páginas.
Antonio Sedeño (Morales Padrón, 1993:
370) ofrece la descripción más completa al
respecto, señalando lo siguiente: "observaron
entre sí estos jentiles Canarios buena horden
i admirable disposición de goltierno en su
reptíblica. Tenían tracto y cotztracto de todas las
cosas para su menester, tanto en ganados como
seuada, pieles para sus ropas i otms cosas ttese-
-w ..v . i .n. . -s , .t v. -n -r .n. n .d. . n. i.i. n. .n. . q . ~ o nvtrn r" E n estas líneas
se ofrece el panorama de un sistema de
intercanibio que abarca todos los elementos
básicos para la supervivencia del grupo,
especialmente en lo que a los productos alimenticios
se refiere. Estas particulares transacciones
debían estar, al menos en cierta
medida, sometidas a algún tipo de regulación
ya que según indican las mismas fuen-
LA* -'-,.L:-LL-:--- l.-- --,.A..-L-- -L:,.&- AL
C 3 C L I I V I I I J L V I I L C I 3 IVJ Y L V U U L L V J V V J C L V UL
intercambio "tenían peso para unos y medidas
para otras" (Morales Padrón, 1993: 370).
Resulta evidente que para que se dieran
este tipo de transacciones necesariamente
debía; existir ciertas disimetrías espaciales
L a ~ i l or ii la producción y depredación de
alinientos, como en la propia captación de
materias primas. José de Sosa (1994: 283)
recvge curriu "~u n i r u i n i i u rL~ir UILUJ i u ~ u r mLL
nfros conmutando frufos de la tzerra qtie eran
trigo, stbudu, hubus y garlado por no tener
rno&da (...) Tenían abundanciu de lziyurrus y
otrus frzitus que passuburi pura yuaruio no las
nz~iaiz (...) Estas cosas trocnban unas por otras
sin fnitar de su peso y medida". Al iguai que se
había señalado para la redistribución, el
intercambio se convierte así en un modo de
integración económica; supliendo, mediante
este "comercio", las deficiencias zonales
de los sistemas productivos se garantiza su
propia estabilidad. De igual modo podría
Suponerse la articulación de una cierta
especialización en los sistemas de explotación
del territorio, fenómeno éste que también
cabría ser interpretado como una
estrategia de plena optimización económica
(J. Velasco et al., 1997).
En otro orden de cosas, lia de seiialarse
que este tipo de intercambios no tiene porque
conllevar la existencia de una uniformidad
en las transacciones5'. Aceptando que
el grupo dirigente de esta sociedad posee la
capacidad de apropiación sobre una parte
significativa de los rendimientos económicos,
puede suponerse que será este mismo
sector de la población el que posea una
mayor disponibilidad de prodiictns destinados
al intercambio" (o sobre los mecanismos
empleados para este propósito). La
propia organización jerárquica de la captación
y redistribución del "excedente" propiciaría
que fueran estos nobles los que dispusieran
qué productos eran los
intercambiados, bajo qué condiciones y en
qué cantidades. Lamentablemente plantear
L*-.1. -.:,.,UU'YU'C' :Ann ..llA A- no&-.- fifi*.-;,4',,.-- I U L ' L l l l L l . , C L l l L L .AL L J L C L . , L V I L L I I C I L I L .
ciones, podría adentrarnos en el campo de
las especulaciones.
El proceso de redistribución, en todas
las manifestaciones en que éste se presente,
constituye un elemento fundamental en
el entramado político, económico y social
de la Prehistoria de Gran Canaria.
Permitirá la continuidad y la estabilidad
de uri ruiijui,io yai.ticulai. de i.e:acioilrs
sociales de producción, configurando unos
vínculos de dependencia entre el sector de
la poblaci6n clelenladur de los medios de
producción y aquel que se limita a su
explotación directa. El control ejercido
sobre iris condiciones úitimas de reprociucción
del sistema económico (medios de
producción, apropiación del producto y
redistribución del mismo) constituye el
elemento valedor de la compleja organización
sociopolítica ~bservada'~al, menos, en
la fase inmediatamente anterior a su desmembramiento
a manos de las tropas castellanas.
1.a sociedad prehistórica de Gran Canaria: desigualdad, apropiación y redistribución 23 -
NOTAS
1 L. F. BATE (1980: 20) lo manifiesta con claridad
al señalar que una explicación de esta
ridturale~di mplica "rl d r xmd l r ~d r ~ t n ud rililt~
relación entre el comcilniento de una realidad y
la realidad rnisma, ctlya observación esta mediatizndn
por el conjllnfo de dntos disponibles"
2 Una práctica que perfectdriieiite puede ser
puesta en relación al denominado tabú de la
s a n p el cual está obligado a respetar el
grupo social dirigente.
3 "A la jente más pobre i comiíri enterraban en sólo
la tierra" (MORALEPAS DRÓN1,9 93: 376).
4 "La soclednd permite que el trataniiento &le la
m i ~ e r ste~ a propie de i~ntrabajos oci~p~rl immdo a
un mlrerto o a iin grupo de rnirertos sobre los
dernús Loirtu uiru irrucrsicíii pru I L ~ r~pr[~duuidir
del sistema deseado. Asípues, no debe considerarse
la inversión social en el tratamiento de ln
niuerte como ifiza niera prestación que reconoce
tarz sólo el oalor que los muertos tcizian en vida,
porque sería une iní~ersións in ~ o n tmp ~ ~ s t ~ z r i ó n "
(V.L ULLy M. Plc.4~0,1 989).
5 Resulta especialmente significativo en este
sentido que la tierra se distribuyera anualmente
("que crun silius rrrieri trus duri~bu el
fruto"). Este hecho en sí mismo encierra un
mecanismo coercitivo que permitiría mantener
vigentes unas relaciones de dependencia
del grupo productor frente al sector dominante
de la wciedad Todos eqtoq aqpectm a
los que ahora aludimos cobran una especial
significación si atendemos a los datos bioantropológicns
que hacen rrferrncia al estado
nutricional de los componentes de este
grupo prehistórico (E. GONZÁLEyZ M.
ARNAV1,9 92). En relación a este tema Marvin
IIarris (1983: 210-211) seííala que "la propiedad
de las tierras por parte de terratenientes,
carecen de títulos de propiedad o tenencias, aurl
cuarido esto proooque su muerte por inanición".
6 De no ser así, otras explicaciones podrían
entroncarse, en mayor medida, con lo que M.
Sahllins (1984: 121) denomina forma familiar
de produccicín. En estos casos, "la soberanía de
los grupos domésticos en e1 dominio de la producción
se fundamenta sobre el hecho siguirrrte: qur
d i ~ h u sg ruycls csiún icinsiiiuidus, cyuipudus,
f l u t o r ~ z a d oy~ c apacitados para determinar y
adaptar la producción social", lo cual para nada
parece cumplirse en el grupo social analizado.
7 Siguiendo ld terrriiriologíd referida eri Ids
fuentes etnohistóricas.
8 Les permitirá, además, fomentar o potenciar
una intensificación productiva, toda vez que
los productures directos e s t h despruvistos
del libre acceso a los recursos. Es éste un
fenómeno fundamental para tratar de valorar,
como luego haremos, los procesos redistributivos.
9 Así como de la propia producción ganadera.
IU Las "lin~itaciones" tecnológicas de los aborígenes
de Gran Canaria confieren una mayor
significación al fenómeno sobre el que aquí
dluciirnos.
11 "( ... i y como sicrnpre las diferencias y debates que
Iznbía entre los canarios por la mayor parte era
sobrtl pastos, sus pastores se fueron a qiiejar cada
14no a su setior".
12 De igual forma el ganado participa de modo
significativo en buena parte de los prácticas
mágico-propiciatorias descritas por las fuentes
etnohistóricas.
13 "lu gente cumzín, que riu tenín gunrido de yue se
alimentar" (AHKEGUA LIYIIO19,7 7: 148).
14 M. HARRI(S19 93: 48) en relación a las condiciones
que deben darse para la transición de
jefatura a orgai~izacióne statal señala que se
trata mucha5 veces de una cuestión que "no
sólo estaba en funciótz de la cantidad de ter-ritorio
disponible, sino que también dependía de la calidnd
111, los sitelos y de los recursos nntirrnles y de
si lo5 grupos de refugiados podíarz riiniiterzerse
c m 1111 nioel de vida no inferior, básicarneizte, del
qire c:ipiern espernr bnlo sus leíes opresores. Si las
iíriicas salidas para una ~uccióll disidenle eran
altas montatias, desiertos, seicas tropicales u
ott.u$ há".it& i,q&vnab!rs, &tLZ tcndy;l¿p; ocos
incentivos para emigrar".
15 LVPEZU LLOA(M ORALEPSA DRÓN1, 993: 313)
recoge como a "los nobles f...) nn les Iwra p~rmitido
matar ni guizar carne, que los uillarios hemn
oblzgados [zsela matar y guizar cune".
16 Una visión coincidente en muchos puntos,
aunque aparentemente mis idealista, la proporciona
Leonardo Torriani (1978) señalando
que "su nobleza no eva hereditaria, sino que cualyuicra
por sus propios in¿riros, podía ser nobie,
dando muestras políticas y airtuosas desde Los
primeros ar7os de su infancia. En efecto aquel que
24 Javier Velasco Vázquez / Ernesto Martín Ro~frígz~ez
quería ser noble, desde niño se dejaba crecer largo
la rnelena, y rio frecueritnba horribres viles ni de
$ L W ~ Irujus; binu yur en tudus sus uctiu~irsu ~ubu
de actos nobles, de zlivtud, magnanimidad, clemencia,
generosidad y valor. De todo ello se hacía
des~i~&inforrnaciópno r el faicag, a quien tocaba
( ..Y'
A diferencia de lo recogido por L. Torriaiii
(1978). Ver nota anterior.
"Los hijos de esta mujer [se] llamaban pirnapales
que quiere decir /ierederos forsosos i si erm nobles
(...)" (MORALEPSA DRÓN1,9 93: 377).
Siguiendo a este mismo autor, ante tales
prácticas aparentemente exogámicas la posesión
de los medios de producción siguen
C-J-LLn-l-,C,,lC-l en 2- 1 - - --:---L..--
111011'13 UC 1UJ LlllClllLllUJ
"uterinos" del grupo dirigente. Los "estrauterinos",
como él mismo los denomina, no pueden
tener acceso a tales prerrogativa<, sino
que, al contrario, estrechan los l a ~ o sd e
dependencia que los vinculan a los primeros.
"Estas se explicitan mediante normas de etiqueta
y tabúes reforzndos por un característico estilo
material de oida en el que los ceremoniales y la
ostentnción, que refleja^^ nhora las diferencias en
ei consumo, desempelian roles destacados'. (C.
GONZ~LE19Z9,0 : 100).
Según Álvarez Delgado, la voz Guanarteme
derivaría de gran ~ r t r m i de, s to es, hijo de
Artemi.
Esta cierta independencia a la que aludimos
puede ser constatada, quizás, a través de
ciertos pasajes de la Conquista de Gran
Canaria recogidos por las fuentes etnohistóricas.
Relata, por ejemplo, Abreu Galindo
(Ir//: 135) como "üeternzinaron de toda ia isia
se juntasen con los guanarternes los gayres y los
fizycas y los más principales de los pueblos, y se
fuesen a pedir perdon dc todo lo hecho a D q o de
Herrc~ra (...) 1 h ctlrinrios que nini~ron por mhajzdores,
y de dónde son los siguientes: Acosayda,
de Telde: Egenenacar. de Agüirnes: Vildacane. de
Tejeda; Aridañy, de Aquerata; y Saco, de Agaete;
Achtitindac. dc Cáldar; Adc~in,d c Tarnaraseytr;
ArttnteyJac, de Arteuirgo; Ahuteyga, De Atiacar;
Girriricquian, dc Arurn".
No hay que descartar que además de la consaguineidad
se promuevan otra serie de vínculos
(alianzas, etc.) que refuercen los lazos
de dependencia cntrc los miembros del
grupo dominante. Como recoge Gómez
" i e! L]r Tr/& .&r?.lc.i !lhert[ic *'""A
"-h"
oiirenaie i de aquí huho discordias, viéndose con
mns tierrns y vasi7llos" (Morales Padrón, 1993:
441). Como se desprende del texto transcrito,
las líneas parentales iio van a ser un impedimento
tal que excluya la existencia de confrontaciones
dentro de las esferas de poder.
Por esta razón es probable que se contara con
un mayor número de dispositivos y normativas
que consolidaran la relación de "clientela"
entre los miembros de la clase detentadora
del control de los medios de producción.
En relación a ello, y como señala A. Bourgeot
(1979), la competencia intergrupal además de
un signo evidente de la existencia de un precario
equilibrio entre recursos y población,
puede ser interpretado como un elemento
que propicia las relaciones de alianza entre
l e - 1- :J-J --- -1 L:- 2 -
I C I~I L I C I I I L J I U ~ ur m c u l i i u l i i u n u c u ~ cii u i i ur
asegurar el dominio exclusivo sobre ciertas
parcelas territoriales o determinados recur-
SO$.
Este autor identifica este consejo con el denominado
Sabor. Otros autores indican que
sería ésta una institución guerrera que actuaría
en los conflictos internos (pstos, límites
territoriales, etc.) y en los momentos de agresión
exterior.
"etitrando en consuita y co~zgregacióni ..a.co)rdaron
y hicieron un estatuto que se matasen todas
las hembras que de allí adelante naciesen"
(ABREGUA LINDO1,9 77: 169).
En una línea similar pueden ser incluidos
aquí los denominados como embalsarnndores,
entre lus que "hubía hombres para lus varones, y
mujeres para /as hembras" (ABREUG ALINDO,
1977: 162).
"las mujeres tcxcn steras dc juncos nmxados y
curados para mantas y coichones; I este era ordinario
exercisio de todos los días" (MORALES
PADR~1N99, 3 : 436).
Refiere incluso el tcrmino de "esclavitud
dnmfstica", señalando asimismo que "los
esclaoos sólo tenían existencia social a través de
sus amos" (1. IIMÉKEZ. 1995: 350).
"porque en estas isias no sabían que eran
esclavas" (ABREUC ALINDO1,9 77: 155). Cn
hecho sobre el que también llamará la atención
Viera y Clavijo (1982) con posterioridad.
El control de las condiciones últimas de
reproducción social justifica sus derechos de
preeminencia sobre la apropiación y control
dc los medios dc producción, así como dc los
canales de redistribución.
"Ln rc?t?petrncin en e! i.ite?ic? de! p i p o cotttirzza,
por tanto, en la mayoría de los casos, más id1á
de la esfera de la prodimm y de la apiopiación
de los bienes de subsistencia, y no implica la pérdida
de la existencia física, sino del estati~tos ocial
de los individuos" (M.G ODELIE1R9,7 7: 132).
32 Se trata de explicar una realidad a partir de
unos términos y unos conceptos conocidos
por los autores de tales noticias.
33 De este modo también se mantendrían las
relaciones de dependencia, a la vez que no se
pone en peligro la propia integridad del sistema
de organización socio-política.
34 Un esquema que se va a repetir luego en el
proceso de redistribución de los "excedentes"
alimenticios.
35 "Se trata de un 'intercambio', con frecuencia ilusorio
y desigual, pero que aparece como semiconfioiii<
iilr, riirr Irr rnirrr~~iú rirr 111111 p r k ~ i dLi'X LCderite
la otra purte queda en las comunidades
locales y la existencia de ciertos finores" (F.
HOI TTART, 1989 60).
36 "Este pago obliga automáticamente a los arrendatarios
a incrementar su input de trabajo. A1
ai~mentaro bajar las rentas, el terrate~~ieiietjee rce
un control bastante directo sobre el input de tnrbajo
y la prodiicción" (M. HARRIS1,9 83: 211).
En este sentido, en los procesos de redistribucivn
estratificada el redistribuidor tiene la
capacidad de obligar a los que trabajan para
él a intensificar su producción, ogudizhdosc
así cl proceso de subordinación económica.
37 "La aparición de una clase cnpaz de subsistir m
tener que producir sus medios de subsistencia es
precisamente lo que caracteriza la desintegración
de las sociedades basadas en el parentesco" ( F .
HOUTAR1T9, 89: 60).
38 Sobradameiite, que sobra, según el diccionario.
39 Kesulta obvio que estos vínculos de dependencia
se desarrollan y consolidan a través
de la propia estructura de producción, especialmente
a partir de la ayruyiacióii social
del producto (A. BOUR~EO19T7,9 ).
40 "Cierta porcidri yue algunos llaniauon diezmos,
otros renta. o limosna, q i i ~S P rnhunhif pov rrrrntn
del rey en todos los Itlgare~o ndf haí~íaP S C ~ oP ~ ~
maguas en quien se repartían, y dcpositabari estos
frutos, en cuebas, y tenían pocitos para aiios faltos",
señala T. Marín de Cubas (1986). A pesar
del consenso de las fuentes en calificar de
"diezmo" tal tributo, difícilmente podremos
asegurar que tal pago corresponde a una decima
parte de la producción, toda vez que el uso
de este término en la literatura ctnohistórica
....** , . -1 A? ..L iic ."<. r ir.. u0 i ciLriiiiiiceiici'iz L r i i<icLiiriic'iJ.
41 De este modo R. González y A. Tejera (1990:
YO) indican que " s u función rcoii~íiiiic~tui n
igualmente destacada, porque era el encargado de
llezfar a cabo la recaudación del diezmo, y sic posterior
conser:iuc10n en los sflos comunales".
42 GÓMEZ ESCUDER(OM ORALEPSA DRÓN1, 993
434) recoge también que tenían "maestras
para las nifias a enseñarles caiziares i coser pieles
i hacer thnmarcos, todo a costa del sustento que
les daba el Rey".
43 Entre los bienes entregadoi a los raliginsm,
ademiís dc los productos agrícolas, estarían
los ganados, parte de los cuales eran destinados
a la celebración de prácticas propiciatorias,
como indica A. Sedeño (MORALES
PADR~1N99, 3: 373): " (...)e l ganado de los tales
diesmos i lo encerraban en i ~ coi rr~al o cercado de
pured de piedra i aiií io dejavnrz sin comer aunque
fuese tres días, i lo dejaban dar rnuchos validos i
toda la gente balaba como ellos, hasta que llovía, i
si tnrdabn el nptn, dábaides mui poco de contcr, i
zloluían n encerrarlos".
44 "( ... ) las forn~ns plivamente desarrolladas de
redistribuciótl ectratificada itnplicari la exislericia
de iuzri clase de gobernantes con poder para obligar
a otros a cumplir sus órdenes. La expresión de
este poder en el ámbito dc la producción y el
intercambio da lugar a la subordinación económica
de los trabajadores y su phdida, parcial o total,
del control sobre el acceso a los recursos naturales
y rr la teotología, y sobre e1 l u ~ a rl,it .rrrpu y durución
del trabajo" (M.H ARRIS19, 83: 201).
45 Estos autores apuntan d un hecho de gran
significacih: "ln redistrib~rción sirrge dentro de
un grupo en la medida en que la asignación de los
productos está centralizada y se realiza si,piendo
costumbres, leyes o decisiones centrales ad hoc.
En ocasiones consiste en la recaudación fkica del
producto, acompañado de redistribución; otras
veces, la 'recaudación' no es física, sino simplermnte
jurídica. corno en el caso de la loralización
física de los bienes" (K. POLANYI et al., 1976:
209). Por otro lado ha de señalarse que, difíintensificada
si existe un acceso igualitario, o
equitativo, del global de la población a los
medios de producción.
46 Por ejemplo, asegurando la subsistencia de
parte del grupo en años de escasez o nivelando
la produc&n regional.
47 Una práctica también constatada por M. Gast
(1979) para los grupo Krl-Ahuggar.
48 Un elemento coercitivo que queda enmascafrente
a la de apropiador ~ ~ n i z ~ c r scaolm, o
defiende R. Botte (1979).
La sociedad prehistórica de Gran Canaria: desigualdad, apropiación y redistribuciún 25
49 "Ponían en cada lugar justicias con salarios"
(MUI<ALPEA DKÓN1, 993: 434).
50 Un hecho éste que parece quedar probado a
partir de los estudios de dieta realizados a
los restos esqueléticos de la población prehistórica
de Gran Canaria (J. VELASCO1, 997).
51 Parece querer asimilarse, en cierta medida, a
modelos redistributivos documentados en
otros ámbitos cronológicos y culturales (M.
HARRIS1,9 83). En este mismo sentido puede
ser interpretada la noticia de Ló p e~d e Ulloa
en la que recoge que "muy de ordinario se juntauan
y conz~idauaii unos a otros" (MORALES
PADRÓN, 1993: 315). De igual forma, las fiestas
conlunitarias celebradas en el momento
7 1 ut. ia ircogida :ir la cosecha püdrion tener
esta misirid naturaleza redistributiva.
52 Quizás contribuirían también a intensificar la
producción, cnmo se ha propiiprto para otros
ejemplos de características similares (M.
Harris, 1990).
53 "Para scrz~ir coino forma de integracio'iz, el iiztercariibio
requiere tiri sistciiia de mercados creadores
de precios. IJor consixuiente, hav que distingiiir
tres tipos de intercainbio el mo7irnir1ito purarrieiile
jisico L ~ Cu vi 'ctiri~bior ic iugares' íintercaiiibio
operacional); los rnovirnieiztos e p r o p i a t i z~xd e
intcrcritnbio, a unri eqi~ivalericia fija iii~tercarnhio
1aoier Velasco Vdzqltez / Ernesto Martín RodríXirrv
acordado) o a una rquiz~ulrnciai i r y~c i a d aí inturcarribio
iiitegrador)" (K. Polanyi, 1976: 300).
54 Ellu iiu sigiiiliia que sean ellos, directamente,
los encargados de materializar estos trueques.
55 M. GO~ELIE(1R9 77 149) hace r ~ f ~ r r n cai la
Modo de Producción Asiático -calificado
luego con más precisión como Modo de
I->roducciónT ributario ( F . HOUTART19, 89)- en
los siguientes t6rminos: "ps la rxistencia conibiiinria
d e c o i i~u i~i d a d epsr iii~itiz~adso nde reiiia la
posesión comiíri del suelo y organizadas, parcialmente
todasun, sobre la base de relaciones de parentesco,
y de u n poder de esludi~q ue expresa la unidad
real o imaginuria de estas curr~urridmies,c orrtrnla el
, . ..-a J" 1"" .,""., ..,.,.* ",."*,p;"i,,c 4 , S" "*,""- M I l l M C L l i . 7 I LLM, 'UL, CCll,l",,'lC,,J C Y L l l C i M l r l 3 "'
pia directan~eiitc tic ima parte drl trabajo y de la
producción de las cornuiiidadcs que L'I domina (..J
SIL estructura cornbinn y iinificn vplnrioties de producciijri
y de o ~ n r i i z n c i ó u mcirzl propias de las
sociedades sin clases, y relacionus de producción 11
doiniiiacih niwzas que lmceri de ella iinn sociedad
dc clascs. No es la existencia de grandes trabajos
dirigidos por i r r ~p oder cerrtral lo que hará de uua
soriudad pertenezca al modo de producción asidico,
sinu íu cxisicizciu de ~<ir~rrtrri~~YirLri~cCps r r r ~LU; CCtivaniente
los medios de producción rsencialec,
cir?/o control iÁltirno esta un manos drl Estado".
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