Anuario de la Facultad de Geografía e Historia

ISSN: 1133-598X

8

Las Palmas de Gran Canaria

2004

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ISSN: 1133-598X Depósito Legal: GC xxx-2004

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ANUARIO DE LA FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA

Número 8

Las Palmas de Gran Canaria 2004

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LA DEFENSA DE CANARIAS CONTRA

ASALTOS AEROTRANSPORTADOS EN 1943

JUAN JOSÉ DÍAZ BENÍTEZ

Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

Departamento de Ciencias Históricas

jjdiaz@dch.ulpgc.es

VEGUETA 8 (2004), ISSN: 1133-598X 93

BIBLID 1133-598X (2004) p. 93-108

Resumen: La tradicional indefensión

naval de Canarias se vio agravada

durante la II Guerra Mundial, cuando la

ambiciosa política exterior española la

expuso a un ataque aliado, al cual se intentó

responder aprovechando de la mejor

manera posible los escasos recursos

disponibles. El plan de defensa contra

ataques aerotransportados, redactado a

finales de 1943, formó parte de este infructuoso

esfuerzo, en un momento en

el que ya no se cernía ninguna amenaza

sobre el archipiélago. Pese al interés mostrado

en esta nueva táctica, la frustrante

realidad de unas fuerzas armadas mal

equipadas y afectadas por un grave atraso

tecnológico impidió que fuera llevado

a la práctica, reforzando así la conciencia

de la vulnerabilidad de las islas.

Palabras clave: Canarias, II Guerra

Mundial, defensa, ataques aerotransportados.

Abstract: Throughout History, the

Canaries have been undefended against

naval aggressions, because of the lack of

enough defensive forces. This situation

was really serious at World War II, when

the foreign policy of the Spanish Government

put them at the pike of an Allied

seizure. The Spanish Command

tried to make the best use of the ill

equipped garrison, studying the best way

to resist an aggression, such as the planning

on defensive measures against airborne

assaults at the end of 1943. However,

the interest in the new tactics developed

through the war could not offset

itself the need of modern weapons

and equipment, reinforcing only the feeling

of defenceless.

Key Words: Canary Islands, World

War II, defence, airborne assaults.

Los estudios sobre España en la II

Guerra Mundial han girado en torno a la

polémica cuestión de la no beligerancia,

interpretada por varios historiadores como

una muestra de la habilidad de Franco

para mantener al país fuera de la guerra

(SUÁREZ FERNÁNDEZ, 1997: 190-192).

Sin embargo, cada vez han sido más los

que la han considerado como una pre-beligerancia,

en el sentido de aprovechar las

victorias del Eje para llevar a cabo una

ambiciosa política de expansión colonial

en África (MORALES LEZCANO, 1995:

241-273). El hecho de que no se realizara

se debió a la reticencia de Hitler de acceder

a las reivindicaciones territoriales españolas

y las peticiones de ayuda económica

y militar, la presión de los Aliados y

la propia situación de la nación, no sólo

desde el punto de vista de los equilibrios

internos que sostenían a la dictadura, sino

también de su agotamiento económico

tras la guerra civil y su debilidad militar,

cuestión en la que se inserta la indefensión

de Canarias, cada vez más patente

en los documentos que van siendo accesibles

en los archivos militares.

1. LOS DESATINOS DE LA POLÍTICA

EXTERIOR

Este tipo de fuentes, vedadas durante

muchos años a la investigación, son también

las que recientemente han realizado

interesantes aportaciones que han reforzado

la tesis de la pre-beligerancia. Por

un lado, en cuanto a los planes de rearme

para un conflicto a largo plazo contra

Francia y Gran Bretaña, al lado del Eje,

como es el caso del anteproyecto naval de

junio de 1938, en plena guerra civil (DÍAZ,

2003: 271-289), o los diseñados en 1939

para crear unas fuerzas armadas acordes

con las ambiciones expansionistas en un

plazo de diez años (ROS, 2002: 44-49). Por

el otro, tampoco faltan los estudios sobre

los preparativos para una inminente beligerancia,

ya sean ofensivos contra el Sur

de Francia (ROS, 2002: 50-51), el Marruecos

francés (NERÍN y BOSCH, 2001: 73-

108) y Gibraltar (ROS, 2001: 299-313), o

defensivos, en previsión de las correspondientes

represalias aliadas en la frontera

pirenaica y Baleares (ROS, 2002: 50-55).

Francia y Gran Bretaña no eran completamente

ajenas a las intenciones del gobier-

94 VEGUETA 8 (2004), ISSN: 1133-598X

Juan José Díaz Benítez

La defensa de Canarias contra asaltos aerotransportados en 1943

no español, pues la primera se mostró especialmente

preocupada por el Noroeste

de África, pensando en tomar Ifni y Río

de Oro si España entraba en la guerra

(CATALÁ, 1995: I, 319), mientras que la

segunda fue muy sensible a las consecuencias

que tendría la pérdida o inutilización

de Gibraltar. Esta posibilidad tomó

visos de hacerse realidad en la primavera

de 1940, ante las arrolladoras victorias

alemanas, por lo que Londres empezó

a estudiar seriamente la ocupación

preventiva de Azores, Canarias y las islas

de Cabo Verde, con preferencia por las islas

portuguesas al no disponer de suficientes

medios para rechazar un contraataque

aéreo alemán sobre las españolas

(PASCUAL, 1984: 89-91). Sin embargo,

una vez que contó con los necesarios se

centró en ellas, contra las cuales preparó

una expedición que estuvo a punto zarpar

en 1941, durante las derrotas británicas

en los Balcanes y el Norte de África y

tras la invasión alemana de la URSS

(SMYTH, 1986: 217-241).

De momento no hay evidencias que

demuestren o, al menos, indiquen que

Madrid disponía de información tan detallada

de los preparativos británicos contra

Canarias como los que tenía Londres

sobre las medidas defensivas adoptadas

allí. En cualquier caso, a nadie se le escapaba

que el archipiélago sería uno de los

objetivos de la respuesta aliada en caso de

guerra y, de hecho, la Armada lo daba

por perdido a finales de 19401. Precisamente

desde aquel mismo año se había

emprendido una serie de acciones destinadas

a reforzar su defensa, como la

adopción de las plantillas aprobadas en

abril, la movilización parcial ordenada en

julio (DÍAZ, 2000: 349-364) o la colaboración

con Alemania para intentar resolver

la carencia de material moderno (DÍAZ,

2002: 147-164), sin olvidar los refuerzos

recibidos a lo largo de 1941 y 19422, especialmente

en Fuerteventura y Lanzarote

(DÍAZ, 2004), todo lo cual hizo que la

guarnición, que no llegaba a los 6000

hombres, según la reorganización del

Ejército de Tierra en septiembre de 19393

aumentara hasta unos 40·000 en 19444.

Sin embargo, ya no había planes para

ocupar el archipiélago cuando su guarnición

alcanzó su máximo número. De hecho,

durante 1942 habían sido relegados

por los preparativos para invadir las colonias

francesas en el Norte de África y la

posibilidad de instalarse pacíficamente

en las islas, concretada en la operación

Adroit. El temor a una invasión alemana

de la Península Ibérica, como reacción a

los desembarcos aliados en el Magreb,

aconsejó que se prosiguiera su estudio,

pero cada vez parecía más improbable su

realización, conforme el Eje era derrotado

tanto en la URSS como en el Mediterráneo,

donde fue expulsado de África y se consiguió

la retirada de Italia, tras la cual se

canceló definitivamente los preparativos

para la ocupación de Canarias, ya fuera

contando con la colaboración de su guarnición

o sin ella.

Paradójicamente fue en el otoño de

1943 cuando arreciaron los incidentes entre

los aviones aliados y la defensa antiaérea

española en el archipiélago. En un

principio, los vuelos de reconocimiento

marítimo no tenían por qué terminar violando

el espacio aéreo español, pero lo

cierto era que, según las fuentes españolas,

este hecho se producía frecuentemente.

Ya fuera por errores de cálculo a la hora

de determinar la distancia de 3 millas

desde la costa que no se podía sobrevolar,

o por el excesivo celo de ambos en sus respectivas

misiones, en más de una ocasión

estos incidentes estuvieron a punto de

terminar en tragedia. La tensión entre los

aviadores aliados, principalmente nortea-

VEGUETA 8 (2004), ISSN: 1133-598X 95

Juan José Díaz Benítez

La defensa de Canarias contra asaltos aerotransportados en 1943

mericanos, y la guarnición española alcanzó

su punto álgido con la intervención

de los vetustos cazas de la base aérea de

Gando, sobre todo el 1 de noviembre de

ese mismo año, cuando el vuelo de patrulla

acabó en un violento combate aéreo

(DÍAZ, 2001-2002: 115-126).

No obstante, estas incursiones no representaron

una amenaza de invasión

desde el punto de vista de las fuerzas militares

que guarnecían el archipiélago. El

problema de la defensa consistía en que

todavía a esas alturas no se contaba con

los medios adecuados, tanto en calidad

como en cantidad, para asegurar la defensa.

La situación se hacía cada vez más

difícil ante el desarrollo técnico del cual

había quedado marginada España y la

presencia de bases aliadas en Marruecos.

Por ello, durante el verano de 1943 se procedió

a reconsiderar el sistema defensivo

del archipiélago, diseñado contra una

operación anfibia británica que habría de

partir de bases muy lejanas, para afrontar

un posible ataque desde la vecina costa

africana, en el cual se esperaba la intervención

de paracaidistas y fuerzas aerotransportadas.

2. CONTRA EL AZUL DEL CIELO

En caso de guerra, el buen tiempo podría

venir acompañado de un asalto aerotransportado,

contra el que no se había

preparado ninguna defensa en el archipiélago

y cuya realización por el Ejército

español era impensable en aquel momento,

dado su atraso técnico y penuria, patente

no sólo en el desgaste y obsolescencia

del material, sino también en los frustrados

intentos de paliarla mediante nuevas

adquisiciones procedentes del III

Reich y el desarrollo de diseños nacionales

a partir del reciclaje de armamento extranjero,

como los prototipos de carros de

combate del comandante Verdeja (CARDONA,

2003: 117-119). Algunos intentaron

ocultar esta impotencia dando más

importancia a la moral que al material,

como ocurrió con la defensa de la caballería

montada a caballo y la reticencia de

este arma a abandonarla a favor del carro

de combate (LOSADA, 1990: 50-66). No

obstante, tampoco faltaron otros que, a

pesar de la precariedad en la que se veían

inmersos y la limitada percepción de la II

Guerra Mundial, no dejaron de fascinarse

ante las nuevas técnicas militares (RODRÍ-

GUEZ, 1943: 48-52):

No siendo nocturnamente no es posible

la sorpresa de la existencia de tropas paracaidistas

en un lugar cualquiera de la retaguardia

enemiga desde que éstas son

arrojadas del avión. El enemigo no ha de

tardar en reaccionar; pero para reunir,

transportar y concentrar en la zona afectada

tropas propias en número suficiente

tarda un tiempo variable con las comunicaciones

y medios existentes en aquel momento,

que se ha de aprovechar mediante

golpes de mano sucesivos para atacar las

líneas de comunicaciones, que siembren el

pánico y terror a espaldas del enemigo en

un caso, o para conquistar el espacio que

haya de necesitar el grueso de las tropas

posteriormente desembarcadas en otro.

Independientemente de las opiniones

e inquietudes personales que los intelectuales

de la milicia volcaran en las publicaciones

de la época, el seguimiento de

las innovaciones técnicas y tecnológicas

era una cuestión que preocupaba al propio

Estado Mayor del Ejército y a la que

intentó dar respuesta en la medida de sus

modestas posibilidades. De este modo redactó

unas bases para la defensa de los

aeródromos contra paracaidistas e infantería

aerotransportada, en las que se distinguía

entre defensa local, es decir, la del

terreno que ocupaba, y general, corres-

96 VEGUETA 8 (2004), ISSN: 1133-598X

Juan José Díaz Benítez

La defensa de Canarias contra asaltos aerotransportados en 1943

pondiente a la del territorio o área en la

que se encontraba. La primera recaía en

los respectivos mandos del Ejército del

Aire, mientras que la segunda era responsabilidad

del Ejército de Tierra, al igual

que la vigilancia y defensa de los aeródromos

no guarnecidos por el primero. A

todo ello se añadía una serie de consideraciones,

tales como la intervención de

los cazas, que explicitaban el modo en el

que debían colaborar los capitanes generales

y los jefes de las regiones aéreas para

organizar dicha defensa5.

En Canarias, la capitanía general

transmitió estas bases a la zona aérea6,

iniciándose así un proceso que en noviembre

de 1943 dio lugar a un plan de

defensa contra tropas aerotransportadas7.

Partía del análisis de los datos disponibles

sobre la realización de este tipo de

operaciones desde el comienzo de la II

Guerra Mundial hasta la fecha, de lo cual

deducían que, exceptuando los archipiélagos

que estaban fuera del alcance de los

aviones de transporte, todos los desembarcos

navales de esa guerra habían sido

precedidos o auxiliados por desembarcos

aéreos, a veces de gran envergadura, lo

cual no era del todo cierto, ya que las desafortunadas

acciones aliadas contra Dieppe

y Tobruk no habían contado con ellos,

mientras que los realizados durante la

operación Torch sólo incluyeron uno contra

el aeródromo de Tafaroui (JONES,

1974: 130-132). Tampoco se hacía referencia

al intento contra Dakar a finales de

1940, ni a la toma de Madagascar por los

británicos en 1942 ni mucho menos a los

llevados a cabo hasta entonces en el Pacífico

por japoneses y Aliados.

El estudio parecía reducirse a Noruega

y el Mediterráneo, en el cual se destacaba

los desembarcos aeronavales que

podían resultar de algún interés para Canarias.

En el primero se indicaba los 600

kilómetros que separaban las bases alemanas

y Oslo, inferior a los 2000 que había

entre las aliadas y Argelia, aunque en

este caso se creía que no había sido una

acción a viva fuerza, cuando lo cierto era

que los paracaidistas fueron recibidos a

tiros por los cazas y la artillería francesa.

También se mencionaba los realizados

más recientemente en el Mediterráneo

por ambos beligerantes a una distancia de

100 a 300 kilómetros de sus bases, así como

el de Creta, donde el peso del ataque

se había confiado a los paracaidistas y las

fuerzas aerotransportadas, aunque paradójicamente,

estas últimas no consistieron

en una división de ese tipo, sino en

una de montaña (BEEVOR, 2003: 89).

A partir de las noticias recibidas sobre

las citadas operaciones se llegó a la conclusión

de que los desembarcos aéreos

eran realizables si el objetivo estaba a menos

de 800 kilómetros de las bases de partida

e incluso podían contar con el apoyo

de cazas de gran radio de acción. También

cabía la posibilidad de que fueran realizados

con masas de desembarcos superiores

a una división y los planeadores

eran capaces de aterrizar en terreno ondulado,

para lo cual no necesitaban demasiado

espacio. En cambio, uno de los

principales obstáculos para el atacante

consistía en la concentración de fuego antiaéreo

contra los aviones de transporte,

ya fuera en vuelo o al aterrizar. De igual

modo, al no poder cubrir zonas muy amplias

con artillería antiaérea era preciso

disponer de reservas muy móviles para

acabar con las fuerzas desembarcadas antes

de que tuvieran tiempo de organizarse.

Finalmente, ningún desembarco aéreo

se hacía sin contar con el dominio local

del aire.

VEGUETA 8 (2004), ISSN: 1133-598X 97

Juan José Díaz Benítez

La defensa de Canarias contra asaltos aerotransportados en 1943

3. LA VULNERABILIDAD DE LAS ISLAS

El archipiélago estaba a menos de 600

kilómetros de las bases aéreas y navales

del Marruecos francés, por lo que se esperaba

un asalto aerotransportado en caso

de guerra con los Aliados. En tal circunstancia

habría que ser consciente también

de que la comunicaciones entre la Península

y Canarias serían interceptadas desde

dichas bases, por lo que esta última quedaría

aislada. Considerando la importancia

estratégica de cada isla según sus

puertos y aeródromos8, se llegó a la conclusión

de que las principales eran las de

Gran Canaria, Tenerife, Fuerteventura y

Lanzarote, en orden de importancia decreciente.

El resto no tenía aeródromos ni

reunía condiciones para el aterrizaje de

efectivos importantes. No obstante, dos

años después se estudió la posibilidad de

instalar un campo de aviación en La Palma9,

concretamente en Los Llanos de las

Cuevas e incluso al terminar la década se

planteó la posibilidad de hacer uno en La

Graciosa10.

98 VEGUETA 8 (2004), ISSN: 1133-598X

Juan José Díaz Benítez

La defensa de Canarias contra asaltos aerotransportados en 1943

“Plan de defensa contra desembarcos de tropas aerotransportadas”. Estado Mayor de la Capitanía

General de Canarias, noviembre de 1943.

Fuente: ARMC, legajo 16-A, sin inventariar. Elaboración propia.

Cuadro 1. Principales objetivos de un asalto aerotransportado en 1943

La localización de las principales zonas

de aterrizaje de planeadores era bastante

preocupante en algunos casos. En

Tenerife, los Llanos de La Laguna estaban

en el área del aeródromo de Los Rodeos,

mientras que los de Ucanca y Maja daban

acceso al control de las comunicaciones

centrales de la isla. Las zonas de Juan

Grande y Arinaga eran aptas para la

construcción de amplios campos de aviación

sin demasiado trabajo. En cambio, los

Llanos del Charco y Tuineje en Fuerteventura

estaban demasiado alejados de

Puerto de Cabras, la capital insular. La

posibilidad de que el desembarco aéreo

se combinase con otro naval aumentaba

las dificultades, como ocurría en Gran Canaria,

concretamente en la zona comprendida

entre Gando, Juan Grande, Arinaga

y Carrizal, desde la cual se podía acceder

al Puerto de la Luz, situado a menos de 50

kilómetros. Por su parte, las tropas aerotransportadas

que aterrizaran en La Laguna

podrían dirigirse fácilmente a la retaguardia

de las defensas costeras de Santa

Cruz de Tenerife.

En cuanto a las otras dos islas, no eran

importantes en si mismas, pero sí como

escalones para atacar las dos capitales provinciales.

Esta posibilidad, unida a la escasez

de aviones y las escasas probabilidades

de recibirlos en caso de guerra, había

llevado al capitán general a pedir que se

estudiase su inutilización11. El jefe de la

ZACAO descartó el uso de explosivos,

pues los gastos y los trabajos necesarios

serían excesivos, además de exponerse al

riesgo de las explosiones fallidas. Tampoco

consideraba factible la excavación de

zanjas, ya que el campo quedaría inutilizado

desde ese momento, independientemente

de que en el futuro hubiera o no un

conflicto. La solución que le parecía más

adecuada era sembrar las pistas con obstáculos

formados por montones de piedras,

con una altura de 0’75 a 1 metro, diseminados

y sin formar calles. Para ello

bastaba con transportar las piedras hasta

los límites de las pistas de aterrizaje, pero

el Ejército del Aire no tenía suficientes

hombres ni camiones12, lo cual se hizo

patente en la lentitud con la que avanzaban

los trabajos13.

No obstante, a principios de ese año se

había ordenado la inutilización mediante

zanjas del campo eventual de Juan Grande.

En cualquier caso, ni éste ni el que existía

en El Médano estaban guarnecidos ni

contaban con instalaciones ni infraestructuras

de ningún tipo, a no ser que se considerasen

como tales el balizado con cal

de este último14 o el alojamiento para 50

soldados en el otro15. En los aeródromos

mejoraba un poco la situación, pues los

de Tefía16 y Arrecife17 contaban con un

centenar de hombres cada uno, aunque

ninguno disponía de hangares para los

aviones, depósito de combustibles, polvorín,

torre de mando, estación meteorológica

ni refugios. El de Los Rodeos, con

155 hombres, sí contaba con estación meteorológica

y polvorín, estando en construcción

el hangar para los aviones y el

depósito de combustibles18. Gando, cuyo

personal se contaba por centenares, era el

más importante, disponiendo prácticamente

de todas instalaciones previstas, a

excepción de los refugios y la torre de

mando19.

No eran precisamente las joyas de la corona,

pero había que evitar que cayesen

en manos del enemigo. Su defensa se organizó

en un frente aéreo, estrechamente

conectado con el marítimo, no sólo porque

los desembarcos aéreos y navales podrían

ir contra el mismo objetivo, como

sucedía en Gando, sino también al servir

uno para la captura de otro, pues tal era

el caso de Los Rodeos, desde donde se

podía sorprender a las defensas del Puerto

de Santa Cruz de Tenerife. La posibilidad

de que el ataque se produjera por

mar y aire a la vez creaba una dualidad

de misiones que no era aconsejable, por lo

que se decidió dividir a cada isla en sectores

que20, junto con los marítimos, dependerían

de los respectivos mandos insulares.

El más importante era el del área

en la que se encontraba el aeródromo,

mientras que los demás agruparían las

VEGUETA 8 (2004), ISSN: 1133-598X 99

Juan José Díaz Benítez

La defensa de Canarias contra asaltos aerotransportados en 1943

Cuadro 2. Sectores del frente aéreo de Canarias

“Plan de defensa contra desembarcos de tropas aerotransportadas”. Estado Mayor de la Capitanía

General de Canarias, noviembre de 1943. Fuente: ARMC, legajo 16-A, s/i. Elaboración propia.

zonas aptas para el aterrizaje de planeadores.

Si alguno de ellos era vulnerable a

los dos tipos de desembarcos sería clasificado

según el más peligroso.

En los sectores marítimos se fijaba primero

la fuerza que había de guarnecer cada

uno de ellos, variando luego su extensión

según la fortaleza del terreno. En

cambio, en los aéreos primero se determinaba

el área a defender y después el tamaño

de su guarnición, según su importancia

táctica. Sin embargo, para estos últimos

se siguió la misma clasificación que

se había empleado para los primeros, es

decir, de resistencia, vigilancia o pasivos,

según su vulnerabilidad. Los sectores en

los que estaban los aeródromos eran de

resistencia, mientras que los aptos para el

aterrizaje de planeadores eran considerados

de vigilancia. Inicialmente, los sectores

del frente marítimo sólo delimitaban

zonas costeras, pero a partir de 1943 se les

confirió una mayor profundidad, abarcando

toda la isla y quedando divididos

en subsectores. En el caso de Gran Canaria,

el sector aéreo de Gando coincidía

con un sector de costa en el que todos los

subsectores eran de resistencia21.

La misión general del frente aéreo

consistía en impedir los desembarcos aéreos

y aniquilar a las fuerzas que hubieran

conseguido aterrizar, así como vigilar

las acciones de los grupos de paracaidistas

aislados. Dentro de cada isla, la más

importante era conservar los respectivos

aeródromos, incluido el campo eventual

de Juan Grande, seguida por impedir el

aterrizaje de planeadores en los sectores

aptos para ello y destruyendo en ambos a

aquellas tropas que hubieran desembarcado.

Si no era posible acabar con ellas rápidamente,

habría que evitar su progresión

hacia los objetivos vitales, es decir,

Santa Cruz de Tenerife desde Los Rodeos,

Las Palmas desde Gando y Puerto de

Cabras y Gran Tarajal desde Tefía y Tuineje.

El resto de las islas se consideraba

un frente pasivo.

4. NUEVAS TÁCTICAS PARA LA DEFENSA

INSULAR

A la luz de los datos disponibles sobre

las operaciones de este tipo realizadas

por los beligerantes, se redactó el posible

procedimiento de ataque que habría de

afrontar una isla. Primero se elegía la zona

que permitiera apoderarse de un aeródromo

o establecer una cabeza de desembarco

para atacar de revés las defensas

costeras. Después se neutralizaba con

bombardeos aéreos los órganos de fuego

y comunicaciones de dicha zona. Acto seguido

se lanzaba a los paracaidistas, los

cuales debían apoderarse de los puntos

que dominaban el terreno y permitir así

la llegada de planeadores. En estos últimos

vendría la infantería aerotransportada,

cuyas misiones serían cortar las comunicaciones

para impedir el movimiento

de las reservas enemigas, actuar contra

los órganos de fuego que intentasen neutralizar

la zona y tomar el aeródromo o

atacar las defensas costeras.

Es difícil precisar con qué detalle conocían

las operaciones que habían tomado

como referencia, aunque a partir del

ejemplo de Creta (BEEVOR, 2003: 89-91)

es posible afirmar que este procedimiento

teórico no se ajustaba exactamente a lo

que había ocurrido. Las fuerzas aerotransportadas,

en realidad una división

de montaña, no iban en planeadores sino

en trimotores de transporte y, en menor

medida, en dos pequeñas flotillas, cuya

llegada se produciría cuando hubieran sido

tomados los tres aeródromos de la isla.

Esta misión correspondía exclusivamente

a los paracaidistas, los cuales serían

también los encargados de vencer a las

reservas aliadas, después de llegar a tierra

en planeadores o saltando desde los

100 VEGUETA 8 (2004), ISSN: 1133-598X

Juan José Díaz Benítez

La defensa de Canarias contra asaltos aerotransportados en 1943

trimotores de transporte, sin que la opción

de uno u otro medio supusiera una

secuenciación de acciones.

Lo más interesante para la guarnición

del archipiélago eran las tácticas defensivas

ante una operación de este tipo. Empezando

por la artillería antiaérea, había

que resolver el dilema de disparar a los

bombarderos o los aviones de transporte.

Si se abría fuego contra los primeros se

delatarían las posiciones de las defensas

antiaéreas, lo cual permitiría a los bombarderos

enemigos neutralizarlas. Por

ello se recomendaba esperar a que llegasen

los transportes, objetivo principal a

batir, a menos que se dispusiese de suficientes

baterías antiaéreas para que unas

hicieran estos tiros de detención y otras

de contrabatería. Este silencio también se

había aplicado a las defensas costeras, ya

que conscientes de su debilidad frente a

acorazados, cruceros de batalla y cruceros

pesados, se había ordenado que no

abrieran fuego durante el bombardeo inicial,

sino que esperasen a que los objetivos

estuviesen a su alcance22.

Pese a ello, era de esperar que algunos

grupos de paracaidistas consiguieran tomar

tierra sin matarse en el empeño. Ante

tal contingencia se guarnecería los puntos

dominantes del terreno, nudos de comunicaciones

centrales y puestos de

mando con pequeñas fuerzas de infantería,

no superiores a una compañía, cuya

misión sería evitar los golpes de mano

que pudieran intentar los paracaidistas.

En las cotas aisladas habría de colocarse

las armas automáticas en la cresta, sacrificando

así su fuego rasante, para reducir

el perímetro defensivo. Sus posiciones no

estarían muy fortificadas y tampoco se

creía que fuera imprescindible que estas

guarniciones se prestaran apoyos recíprocos

de fuego, ya que podrían estar demasiado

alejadas para ello y requerirían una

fuerza mucho mayor que la atacante para

atender las múltiples direcciones de ataque.

Estas guarniciones podrían rechazar

los ataques de los paracaidistas, pero no

acabar con ellos ni con los planeadores

que consiguieran aterrizar, misión que

correspondía a reservas muy móviles y

artillería de campaña. Las primeras deberían

acudir rápidamente a las zonas en las

que hubiera aterrizado el grueso de las

fuerzas enemigas, aprovechando su desorganización

inicial para destruirlas. Posiblemente,

los planeadores podrían traer

elementos mecanizados muy ligeros y, en

cualquier caso, numerosas armas automáticas,

lo cual aconsejaba reforzar a las

reservas con carros de combate. Por su

parte, la artillería de campaña de fuego

rápido y pequeño calibre debería proporcionar

una concentración de fuego lo suficientemente

densa como para neutralizar

las pistas y zonas de aterrizaje, impidiendo

la llegada de más aeronaves.

Volviendo al ejemplo de Creta, los

errores de los contendientes indican que

este procedimiento ilustraba mejor lo que

se debería haber hecho que lo que ocurrió

realmente. La artillería antiaérea, bien camuflada

en los sectores de los aeródromos

de Rézimno e Iraklion, escapó al bombardeo

previo y consiguió infligir graves

bajas a los aviones alemanes. En cambio,

en el de Máleme fue localizada y neutralizada

por la aviación, lo cual no impidió

que los regimientos de paracaidistas alemanes,

lanzados en su mayor parte durante

el primer día, fueran masacrados

antes de que pudieran llegar al suelo y organizarse.

El asalto aerotransportado había

fracasado al no tomar ninguno de los

tres aeródromos y perder sus regimientos

de paracaidistas en el intento.

Los supervivientes sólo esperaban ser

barridos por el contraataque de las reservas

que, en el caso de Máleme, no tuvo

lugar. El comandante en jefe de las fuerzas

VEGUETA 8 (2004), ISSN: 1133-598X 101

Juan José Díaz Benítez

La defensa de Canarias contra asaltos aerotransportados en 1943

aliadas en la isla había interpretado mal

la información proporcionada por los servicios

de inteligencia, creyendo que el

ataque principal vendría por mar. Por

consiguiente, las reservas no intervinieron,

ante lo cual la guarnición del aeródromo,

que desconocía la difícil situación

de los atacantes, terminó retirándose, tras

un débil contraataque rechazado por los

paracaidistas. A partir de entonces, los

transportes alemanes fueron depositando

en el aeródromo a la división de montaña,

sin que el fuego de los escasos y anticuados

cañones de campaña pudiera detenerlos.

Cuando por fin contraatacó la

reserva resultó ser demasiado débil para

reducir a los alemanes, que a partir de ese

momento ya habían decidido la batalla a

su favor (BEEVOR, 2003: 112-182).

Es posible que el Estado Mayor de la

Capitanía General de Canarias fuera

consciente de estos errores, pero en cualquier

caso no esperaba que se repitieran

en un ataque contra el archipiélago. Tal

ofensiva no estaría protagonizada por los

alemanes sino por fuerzas norteamericanas

y británicas, aunque sus acciones hasta

la fecha planteaban serias dudas sobre su

eficacia. Durante la operación Torch no

pudieron llegar a su objetivo, el aeródromo

de Tafaroui, siendo castigados por los

cazas y la artillería antiaérea francesa

(HOWE, 1957: 192-214). Peor suerte corrió

el equipo de combate regimental lanzado

sobre Sicilia, diezmado en el aire por el

fuego antiaéreo aliado (GARLAND y Mc

GAW SMITH, 1965: 175-184). En cambio,

en Salerno se lanzó a 2.100 paracaidistas

con éxito, dentro de la propia cabeza de

playa (BLUMENSON, 1969: 118-132).

Ya fuera por prudencia o porque la

propaganda de los beligerantes maquillaba

sus errores mejor de lo que cabía esperar,

el mando español en Canarias preparó

sobre el papel las defensas adecuadas

para la peor de las situaciones que podía

esperar ante un ataque de este tipo bien

organizado. Cada sector aéreo contaría con

una agrupación de fuerzas de infantería,

en la que habría unidades de fusiles, armas

de acompañamiento y carros, artillería

antiaérea y de campaña e ingenieros,

estos últimos tanto para las transmisiones

como para el transporte motorizado. Lamentablemente,

no se tomó nota de dos

aspectos, técnicamente fuera de su alcance,

pero que en el caso de Creta habían sido

cruciales. Por un lado, la detección

temprana del enemigo gracias al radar,

inexistente en España. Por el otro, la carencia

de medios de comunicación adecuados,

sin los cuales no se podía transmitir

rápidamente la información y las

órdenes que coordinasen a las fuerzas defensivas.

5. UNIDADES PREVISTAS PARA LA

DEFENSA

La defensa de los sectores aéreos se

proyectó isla por isla. En Tenerife un batallón

de fusiles y una compañía de ametralladoras

antiaéreas deberían proteger

los puntos sensibles del aeródromo de

Los Rodeos. Si el enemigo conseguía

abrirse paso intervendrían las reservas,

constituidas por otro batallón de fusiles,

una sección de transporte motorizado y

otra compañía antiaérea, los tres en La

Laguna, además de dos compañías situadas

en Guamasa, una de las cuales sería

de carros de combate y la otra de motoristas23

fuerzas con las que se esperaba impedir

su progresión hacia la capital insular.

Dos grupos de campaña neutralizarían

las pistas y zonas de aterrizaje, mientras

la destrucción de los aviones quedaba

encomendada a otro de artillería antiaérea.

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La defensa de Canarias contra asaltos aerotransportados en 1943

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Juan José Díaz Benítez

La defensa de Canarias contra asaltos aerotransportados en 1943

Cuadro 3. Defensa de Tenerife contra asaltos aerotransportados en 1943

“Plan de defensa contra desembarcos de tropas aerotransportadas”. Estado Mayor de la

Capitanía General de Canarias, noviembre de 1943.

Fuente: ARMC, legajo 16-A, sin inventariar. Elaboración propia.

En el otro sector tinerfeño no habría

puntos sensibles que defender, pero sí un

batallón de fusiles entre Vilaflor e Izaña

para vigilar la carretera central, así como

una compañía antiaérea para hacer lo

mismo en los Llanos de Guaza, Ucanca y

Maja, aptos para el aterrizaje de planeadores.

La reserva local quedaría formada

por un batallón de fusiles en Granadilla,

con su correspondiente sección de transporte

y otra compañía antiaérea para su

protección, además de una de carros en

San Miguel. Al igual que en el otro sector,

se dispondría de un grupo de artillería

antiaérea para destruir los aviones de

transporte, en este caso desplegado entre

San Miguel y Vilaflor, así como otro de

campaña para neutralizar la zona de los

Llanos de Guaza.

La defensa de Gran Canaria no requería

menos medios. Sólo para la defensa de

los puntos sensibles del sector del aeródromo

de Gando se había previsto dos

batallones de fusiles con sus correspondientes

compañías antiaéreas, emplazados

en el área de Gando y los Llanos de

Agüimes. La reserva local, que habría de

cerrar la progresión hacia Las Palmas apoyándose

en la transversal al Norte de Telde24,

contaría con otro batallón de fusiles

en Ingenio, protegido por otra compañía

antiaérea y con una sección de transporte,

así como dos compañías de carros y otra

de motoristas distribuidas entre ese pueblo

y Agüimes. Dos grupos de campaña y

otro antiaéreo en el área de Gando realizarían

idénticas misiones a los de Tenerife.

En el sector de Juan Grande habría

más reservas para actuar contra las fuerzas

aerotransportadas e impedir que se

unieran a las que lo hicieran por mar. En

el de Telde-San Mateo, un batallón de fusiles

vigilaría la carretera central, desplegándose

entre los dos pueblos y Valsequillo,

disponiendo además de una reserva

local en Telde, formada por una compañía

de carros.

104 VEGUETA 8 (2004), ISSN: 1133-598X

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La defensa de Canarias contra asaltos aerotransportados en 1943

Cuadro 4. Defensa de Gran Canaria contra asaltos aerotransportados en 1943

“Plan de defensa contra desembarcos de tropas aerotransportadas”. Estado Mayor de la Capitanía

General de Canarias, noviembre de 1943.

Fuente: ARMC, legajo 16-A, sin inventariar. Elaboración propia.

La isla de Fuerteventura, más extensa

y con terreno apropiado para el aterrizaje

de planeadores pero de menor importancia,

dispondría de menos fuerzas. La protección

de los puntos sensibles en el sector

del aeródromo quedaría encomendada

a un batallón de fusiles y la correspondiente

compañía antiaérea en el área de

Tefía, donde también habría un grupo de

campaña y otro antiaéreo25. La reserva

local correría a cargo de un batallón de

fusiles en dicho pueblo, con el fin de cerrar

cualquier progresión hacia Puerto de

Cabras. En los otros dos sectores habría

que evitar que las fuerzas desembarcadas

en Tuineje o La Oliva intentasen unirse a

las que lo hicieran en Tefía o a las que llegasen

por mar. Para vigilar las zonas de

aterrizaje y la carretera central habría un

batallón de fusiles en La Oliva y otro en

Tuineje, mientras que las reservas, sin

transporte motorizado, permanecerían en

las zonas de La Oliva-Tindaya y Tuineje-

La Antigua, coincidiendo con el despliegue

de las dos compañías antiaéreas correspondientes

a cada sector. También

contaría cada una con un grupo de campaña

y otro antiaéreo, en La Oliva y en El

Charco.

Cuadro 5. Defensa de Fuerteventura contra asaltos aerotransportados en 1943

“Plan de defensa contra desembarcos de tropas aerotransportadas”. Estado Mayor de la Capitanía

General de Canarias, noviembre de 1943.

Fuente: BRMC, legajo 16-A, sin inventariar. Elaboración propia.

VEGUETA 8 (2004), ISSN: 1133-598X 105

Juan José Díaz Benítez

La defensa de Canarias contra asaltos aerotransportados en 1943

A diferencia de las demás islas, la defensa

de los puntos sensibles del aeródromo

de Arrecife no contaría con dos puntos

fuertes, sino sólo con uno, a cargo de

un batallón de fusiles. La reserva local del

sector dispondría de otros dos batallones

entre Tías y Güime26, con su correspondiente

sección de transporte, así como un

grupo de campaña y otro antiaéreo en el

área de Tías. Para la vigilancia de las zonas

de aterrizaje y la carretera central habría

otro batallón de fusiles, acuartelado

en Teguise y con destacamentos en San

Bartolomé y Yaiza, además de otros a lo

largo de dicha carretera. Al igual que en

el resto de las islas, en los sectores con

costa los elementos de defensa previstos

eran los asignados a repeler un ataque

por mar. En cambio, los puntos fuertes

que, en Tenerife y Gran Canaria, estaban

guarnecidos por el Ejército del Aire27, no

contaban en las dos islas más orientales

con fuerzas suficientes más que para su

vigilancia, por lo que se hacía preciso su

refuerzo por el Ejército de Tierra o que el

del Aire incrementara las suyas allí.

Cuadro 6. Defensa de Lanzarote contra asaltos aerotransportados en 1943

“Plan de defensa contra desembarcos de tropas aerotransportadas”. Estado Mayor de la Capitanía

General de Canarias, noviembre de 1943.

Fuente: ARMC, legajo 16-A, sin inventariar. Elaboración propia.

No ha quedado constancia de que el

despliegue previsto fuera llevado a la

práctica, ni de que existieran las fuerzas

necesarias para ello. De hecho, las disponibles

en aquel momento no eran suficientes

para su aplicación ni para defender

las costas. Lo único que se podía hacer

era defender las áreas de los cuatro

aeródromos principales, destinando a cada

una un batallón de la reserva general

de cada isla. Otra opción consistía en el

envío de artillería de campaña, antiaérea

y carros, además de completar al 50% los

batallones de infantería necesarios y de

que el Ejército del Aire trajese más cazas

al archipiélago y completase la red de

acecho. Pero las fuerzas armadas de la

época no andaban precisamente sobradas

de medios, sino que ni siquiera contaban

con los que figuraban en plantilla, por lo

que otra de las soluciones propuestas

aconsejaba trasladar casi toda la guarnición

de Fuerteventura y Lanzarote a las

dos islas principales, lo cual no solucionaría

la carencia de artillería antiaérea, unidades

mecanizadas, obstáculos pasivos y

elementos de radio de campaña.

No obstante, es posible que fuera tenido

en cuenta en la reorganización del

Ejército de Tierra a finales de ese mismo

año, en cuyas nuevas plantillas se incluía

un batallón independiente de carros de

combate28. En cualquier caso, el plan analizado,

lejos de anclarse en la tradición, sí

106 VEGUETA 8 (2004), ISSN: 1133-598X

Juan José Díaz Benítez

La defensa de Canarias contra asaltos aerotransportados en 1943

mostraba un evidente interés por las nuevas

técnicas militares, aunque la obsoleta

tecnología del Ejército español de aquella

época las situaba muy lejos de su alcance,

como era el caso del radar, el cual ni siquiera

fue mencionado en dicho plan.

Como resultado de todo ello se reforzaba

la convicción de la indefensión del archipiélago,

problema crónico a lo largo de su

historia que había vuelto a resurgir ante

el temor de un ataque aliado, sin que, una

vez más, se dispusiera de los medios adecuados

para responder a la amenaza.

NOTAS

1 Archivo General de la Administración

(AGA), Marina, Secretaría del Ministro, comunicación

de operaciones núm. 459 de la

3ª Sección del Estado Mayor de la Armada

para el almirante jefe del Estado Mayor de

la Armada (AJEMA), 8 de noviembre de

1940.

2 Archivo Regional Militar de Canarias

(ARMC), caja 204, escrito del jefe del Estado

Mayor del Ejército (JEME) al capitán general

de Canarias, 4 de octubre de 1941.

3 Archivo General Militar de Ávila (AGMA),

Subsecretaría del Ministerio del Ejército, caja

23.009, Plantillas provisionales para los Cuerpos

y Unidades del Ejército, septiembre de

1939.

4 AGMA, Subsecretaría del Ministerio del

Ejército, caja 23.010, contingente presente en

filas según los datos facilitados por la 1ª Sección

del Estado Mayor del Ejército, 6 de octubre

de 1944.

5 Archivo Histórico del Ejército del Aire

(AHEA), expediente A-12.956, escrito del

ministro del Ejército al del Aire, 17 de mayo

de 1943, remitiéndole las “Bases para la organización

de la defensa de aeródromos

contra paracaidistas o infantería aerotransportada”,

redactadas por el Estado Mayor

del Ejército, 14 de mayo de 1943.

6 AHEA, expediente M-3.262, escrito del coronel

jefe del Estado Mayor de la Capitanía

General de Canarias al jefe de la Zona Aérea

de Canarias y África Occidental (ZACAO),

19 de junio de 1943.

7 Archivo Regional Militar de Canaria, legajo

16-A, sin inventariar. “Plan de defensa contra

desembarcos de tropas aerotransportadas”,

Estado Mayor de la Capitanía General

de Canarias, noviembre de 1943.

8 La terminología empleada en este plan no

coincide siempre con la usada por el Ejército

del Aire. Los campos eventuales que

mencionaba el primero eran denominados

por este último como aeródromos provisionales

o de socorro. De igual modo el aeródromo

situado entre los municipios de San

Bartolomé y Tías, era llamado de Arrecife

por la ZACAO, mientras que en este plan es

mencionado con el nombre de Aeródromo

de Tías.

9 AHEA, expediente A-587, escrito del coronel

jefe de la ZACAO al presidente del Cabildo

Insular de La Palma, 6 de noviembre

de 1945.

10 AHEA, expediente A-587, escrito del capitán

general de Canarias al general jefe de la

ZACAO, 10 de marzo de 1949.

11 AHEA, expediente M-3.262, escrito del capitán

general de Canarias al coronel jefe de la

ZACAO, 9 de julio de 1943.

12 AHEA, expediente M-3.262, escrito del coronel

jefe de la ZACAO al capitán general

de Canarias, 26 de julio de 1943.

13 AHEA, expediente A-581, escritos del teniente

jefe del aeródromo de Tefía al coronel

jefe de la ZACAO, 2 de agosto de 1943, y del

capitán jefe del aeródromo de Arrecife al teniente

coronel jefe del Estado Mayor de la

ZACAO, 9 de agosto de 1943.

14 AHEA, expediente A-11.938, “Aeródromo

de socorro de El Médano”, 2ª Sección del Estado

Mayor de la ZACAO, 10 de septiembre

de 1941.

15 AHEA, expediente A-11.896, “Aeródromo

provisional de Juan Grande”, 3ª Sección del

Estado Mayor del Aire, sin fecha pero correspondiente

a 1943 o después de ese año,

según se desprende de la información que

aparece en el historial.

16 AHEA, expediente A-12.078, “Aeródromo

permanente de Tefía”, 2ª Sección del Estado

Mayor de la ZACAO, marzo de 1943.

17 AHEA, expediente A-11.695, “Aeródromo

permanente de Arrecife”, 2ª Sección del Estado

Mayor de la ZACAO, marzo de 1943.

18 AHEA, expediente A-12.021, “Aeródromo

de Los Rodeos”, 2ª Sección del Estado Mayor

de la ZACAO, marzo de 1943.

19 AHEA, expediente A-11.848, “Aeródromo

de Gando”, 2ª Sección del Estado Mayor de

la ZACAO, marzo de 1943.

20 Estos sectores aéreos no tienen nada que ver

con los organizados en 1944, en cumplimiento

del decreto de 5 de noviembre de

1943: Gran Canaria, Tenerife, Ifni-Sáhara y

Guinea: AHEA, expediente A-374, escrito

del jefe del Estado Mayor de la ZACAO al

comandante mayor regional, 6 de julio de

1944.

21 AHEA, expediente M-3.262, “Orden de defensa

núm. 2”, Estado Mayor del Gobierno

Militar y Jefatura de Tropas de Gran Canaria,

20 de enero de 1943.

22 AHEA, expediente M-3.256, “Decisión del

Mando que resume otras anteriores, y órdenes

e instrucciones para la defensa del archipiélago”,

Estado Mayor de la Capitanía General

de Canarias, 10 de abril de 1941.

23 Las unidades motoristas no parecen ser infantería

transportada en camiones, como

ocurría con la reserva local en La Laguna, sino

soldados en motocicletas, de los cuales

había varios escuadrones en cada regimiento

de caballería hasta finales de 1943: VVAA

(1983): Historia de las Fuerzas Armadas, Ediciones

Palafox, Zaragoza, volumen II, pp.

83-86.

24 Posiblemente se refiere al barranco de Jinámar,

el cual constituía una línea transversal

de detención, según el plan para la defensa

de Gran Canaria en enero de 1943: AHEA,

expediente M-3.262, “Orden de defensa

núm. 2”, Estado Mayor del Gobierno Militar

y Jefatura de Tropas de Gran Canaria, 20 de

enero de 1943.

25 A diferencia de los grupos antiaéreos de las

demás islas, que contaban con tres baterías,

los de Fuerteventura sólo dispondrían de

dos.

26 En el plan es identificado como Goime.

27 En realidad, la ZACAO sólo tenía para estos

menesteres a la 4ª Bandera Independiente

de Tropas de Aviación, una unidad tipo batallón

que había desplegado sus compañías

por la mayoría de los aeródromos de la zona

aérea, de tal modo que ninguno de ellos

estaba guarnecido por un batallón sino por

una compañía, a excepción de Gando, donde

había dos: AHEA, expediente A-569, memoria

de la 4ª Bandera Independiente de

Tropas de Aviación correspondiente a 1943,

teniente coronel primer jefe de la bandera, 1

de enero de 1944.

28 Fundación Nacional Francisco Franco

(FNFF), carpeta 2, documento 148, “Organización

del Ejército. Capitanía de Canarias”,

Estado Mayor Central del Ejército, 1943.

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