Anuario de la Facultad de Geografía e Historia
ISSN: 1133-598X
8
Las Palmas de Gran Canaria
2004
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ANUARIO DE LA FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA
Número 8
Las Palmas de Gran Canaria 2004
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LA DEFENSA DE CANARIAS CONTRA
ASALTOS AEROTRANSPORTADOS EN 1943
JUAN JOSÉ DÍAZ BENÍTEZ
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
Departamento de Ciencias Históricas
jjdiaz@dch.ulpgc.es
VEGUETA 8 (2004), ISSN: 1133-598X 93
BIBLID 1133-598X (2004) p. 93-108
Resumen: La tradicional indefensión
naval de Canarias se vio agravada
durante la II Guerra Mundial, cuando la
ambiciosa política exterior española la
expuso a un ataque aliado, al cual se intentó
responder aprovechando de la mejor
manera posible los escasos recursos
disponibles. El plan de defensa contra
ataques aerotransportados, redactado a
finales de 1943, formó parte de este infructuoso
esfuerzo, en un momento en
el que ya no se cernía ninguna amenaza
sobre el archipiélago. Pese al interés mostrado
en esta nueva táctica, la frustrante
realidad de unas fuerzas armadas mal
equipadas y afectadas por un grave atraso
tecnológico impidió que fuera llevado
a la práctica, reforzando así la conciencia
de la vulnerabilidad de las islas.
Palabras clave: Canarias, II Guerra
Mundial, defensa, ataques aerotransportados.
Abstract: Throughout History, the
Canaries have been undefended against
naval aggressions, because of the lack of
enough defensive forces. This situation
was really serious at World War II, when
the foreign policy of the Spanish Government
put them at the pike of an Allied
seizure. The Spanish Command
tried to make the best use of the ill
equipped garrison, studying the best way
to resist an aggression, such as the planning
on defensive measures against airborne
assaults at the end of 1943. However,
the interest in the new tactics developed
through the war could not offset
itself the need of modern weapons
and equipment, reinforcing only the feeling
of defenceless.
Key Words: Canary Islands, World
War II, defence, airborne assaults.
Los estudios sobre España en la II
Guerra Mundial han girado en torno a la
polémica cuestión de la no beligerancia,
interpretada por varios historiadores como
una muestra de la habilidad de Franco
para mantener al país fuera de la guerra
(SUÁREZ FERNÁNDEZ, 1997: 190-192).
Sin embargo, cada vez han sido más los
que la han considerado como una pre-beligerancia,
en el sentido de aprovechar las
victorias del Eje para llevar a cabo una
ambiciosa política de expansión colonial
en África (MORALES LEZCANO, 1995:
241-273). El hecho de que no se realizara
se debió a la reticencia de Hitler de acceder
a las reivindicaciones territoriales españolas
y las peticiones de ayuda económica
y militar, la presión de los Aliados y
la propia situación de la nación, no sólo
desde el punto de vista de los equilibrios
internos que sostenían a la dictadura, sino
también de su agotamiento económico
tras la guerra civil y su debilidad militar,
cuestión en la que se inserta la indefensión
de Canarias, cada vez más patente
en los documentos que van siendo accesibles
en los archivos militares.
1. LOS DESATINOS DE LA POLÍTICA
EXTERIOR
Este tipo de fuentes, vedadas durante
muchos años a la investigación, son también
las que recientemente han realizado
interesantes aportaciones que han reforzado
la tesis de la pre-beligerancia. Por
un lado, en cuanto a los planes de rearme
para un conflicto a largo plazo contra
Francia y Gran Bretaña, al lado del Eje,
como es el caso del anteproyecto naval de
junio de 1938, en plena guerra civil (DÍAZ,
2003: 271-289), o los diseñados en 1939
para crear unas fuerzas armadas acordes
con las ambiciones expansionistas en un
plazo de diez años (ROS, 2002: 44-49). Por
el otro, tampoco faltan los estudios sobre
los preparativos para una inminente beligerancia,
ya sean ofensivos contra el Sur
de Francia (ROS, 2002: 50-51), el Marruecos
francés (NERÍN y BOSCH, 2001: 73-
108) y Gibraltar (ROS, 2001: 299-313), o
defensivos, en previsión de las correspondientes
represalias aliadas en la frontera
pirenaica y Baleares (ROS, 2002: 50-55).
Francia y Gran Bretaña no eran completamente
ajenas a las intenciones del gobier-
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Juan José Díaz Benítez
La defensa de Canarias contra asaltos aerotransportados en 1943
no español, pues la primera se mostró especialmente
preocupada por el Noroeste
de África, pensando en tomar Ifni y Río
de Oro si España entraba en la guerra
(CATALÁ, 1995: I, 319), mientras que la
segunda fue muy sensible a las consecuencias
que tendría la pérdida o inutilización
de Gibraltar. Esta posibilidad tomó
visos de hacerse realidad en la primavera
de 1940, ante las arrolladoras victorias
alemanas, por lo que Londres empezó
a estudiar seriamente la ocupación
preventiva de Azores, Canarias y las islas
de Cabo Verde, con preferencia por las islas
portuguesas al no disponer de suficientes
medios para rechazar un contraataque
aéreo alemán sobre las españolas
(PASCUAL, 1984: 89-91). Sin embargo,
una vez que contó con los necesarios se
centró en ellas, contra las cuales preparó
una expedición que estuvo a punto zarpar
en 1941, durante las derrotas británicas
en los Balcanes y el Norte de África y
tras la invasión alemana de la URSS
(SMYTH, 1986: 217-241).
De momento no hay evidencias que
demuestren o, al menos, indiquen que
Madrid disponía de información tan detallada
de los preparativos británicos contra
Canarias como los que tenía Londres
sobre las medidas defensivas adoptadas
allí. En cualquier caso, a nadie se le escapaba
que el archipiélago sería uno de los
objetivos de la respuesta aliada en caso de
guerra y, de hecho, la Armada lo daba
por perdido a finales de 19401. Precisamente
desde aquel mismo año se había
emprendido una serie de acciones destinadas
a reforzar su defensa, como la
adopción de las plantillas aprobadas en
abril, la movilización parcial ordenada en
julio (DÍAZ, 2000: 349-364) o la colaboración
con Alemania para intentar resolver
la carencia de material moderno (DÍAZ,
2002: 147-164), sin olvidar los refuerzos
recibidos a lo largo de 1941 y 19422, especialmente
en Fuerteventura y Lanzarote
(DÍAZ, 2004), todo lo cual hizo que la
guarnición, que no llegaba a los 6000
hombres, según la reorganización del
Ejército de Tierra en septiembre de 19393
aumentara hasta unos 40·000 en 19444.
Sin embargo, ya no había planes para
ocupar el archipiélago cuando su guarnición
alcanzó su máximo número. De hecho,
durante 1942 habían sido relegados
por los preparativos para invadir las colonias
francesas en el Norte de África y la
posibilidad de instalarse pacíficamente
en las islas, concretada en la operación
Adroit. El temor a una invasión alemana
de la Península Ibérica, como reacción a
los desembarcos aliados en el Magreb,
aconsejó que se prosiguiera su estudio,
pero cada vez parecía más improbable su
realización, conforme el Eje era derrotado
tanto en la URSS como en el Mediterráneo,
donde fue expulsado de África y se consiguió
la retirada de Italia, tras la cual se
canceló definitivamente los preparativos
para la ocupación de Canarias, ya fuera
contando con la colaboración de su guarnición
o sin ella.
Paradójicamente fue en el otoño de
1943 cuando arreciaron los incidentes entre
los aviones aliados y la defensa antiaérea
española en el archipiélago. En un
principio, los vuelos de reconocimiento
marítimo no tenían por qué terminar violando
el espacio aéreo español, pero lo
cierto era que, según las fuentes españolas,
este hecho se producía frecuentemente.
Ya fuera por errores de cálculo a la hora
de determinar la distancia de 3 millas
desde la costa que no se podía sobrevolar,
o por el excesivo celo de ambos en sus respectivas
misiones, en más de una ocasión
estos incidentes estuvieron a punto de
terminar en tragedia. La tensión entre los
aviadores aliados, principalmente nortea-
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Juan José Díaz Benítez
La defensa de Canarias contra asaltos aerotransportados en 1943
mericanos, y la guarnición española alcanzó
su punto álgido con la intervención
de los vetustos cazas de la base aérea de
Gando, sobre todo el 1 de noviembre de
ese mismo año, cuando el vuelo de patrulla
acabó en un violento combate aéreo
(DÍAZ, 2001-2002: 115-126).
No obstante, estas incursiones no representaron
una amenaza de invasión
desde el punto de vista de las fuerzas militares
que guarnecían el archipiélago. El
problema de la defensa consistía en que
todavía a esas alturas no se contaba con
los medios adecuados, tanto en calidad
como en cantidad, para asegurar la defensa.
La situación se hacía cada vez más
difícil ante el desarrollo técnico del cual
había quedado marginada España y la
presencia de bases aliadas en Marruecos.
Por ello, durante el verano de 1943 se procedió
a reconsiderar el sistema defensivo
del archipiélago, diseñado contra una
operación anfibia británica que habría de
partir de bases muy lejanas, para afrontar
un posible ataque desde la vecina costa
africana, en el cual se esperaba la intervención
de paracaidistas y fuerzas aerotransportadas.
2. CONTRA EL AZUL DEL CIELO
En caso de guerra, el buen tiempo podría
venir acompañado de un asalto aerotransportado,
contra el que no se había
preparado ninguna defensa en el archipiélago
y cuya realización por el Ejército
español era impensable en aquel momento,
dado su atraso técnico y penuria, patente
no sólo en el desgaste y obsolescencia
del material, sino también en los frustrados
intentos de paliarla mediante nuevas
adquisiciones procedentes del III
Reich y el desarrollo de diseños nacionales
a partir del reciclaje de armamento extranjero,
como los prototipos de carros de
combate del comandante Verdeja (CARDONA,
2003: 117-119). Algunos intentaron
ocultar esta impotencia dando más
importancia a la moral que al material,
como ocurrió con la defensa de la caballería
montada a caballo y la reticencia de
este arma a abandonarla a favor del carro
de combate (LOSADA, 1990: 50-66). No
obstante, tampoco faltaron otros que, a
pesar de la precariedad en la que se veían
inmersos y la limitada percepción de la II
Guerra Mundial, no dejaron de fascinarse
ante las nuevas técnicas militares (RODRÍ-
GUEZ, 1943: 48-52):
No siendo nocturnamente no es posible
la sorpresa de la existencia de tropas paracaidistas
en un lugar cualquiera de la retaguardia
enemiga desde que éstas son
arrojadas del avión. El enemigo no ha de
tardar en reaccionar; pero para reunir,
transportar y concentrar en la zona afectada
tropas propias en número suficiente
tarda un tiempo variable con las comunicaciones
y medios existentes en aquel momento,
que se ha de aprovechar mediante
golpes de mano sucesivos para atacar las
líneas de comunicaciones, que siembren el
pánico y terror a espaldas del enemigo en
un caso, o para conquistar el espacio que
haya de necesitar el grueso de las tropas
posteriormente desembarcadas en otro.
Independientemente de las opiniones
e inquietudes personales que los intelectuales
de la milicia volcaran en las publicaciones
de la época, el seguimiento de
las innovaciones técnicas y tecnológicas
era una cuestión que preocupaba al propio
Estado Mayor del Ejército y a la que
intentó dar respuesta en la medida de sus
modestas posibilidades. De este modo redactó
unas bases para la defensa de los
aeródromos contra paracaidistas e infantería
aerotransportada, en las que se distinguía
entre defensa local, es decir, la del
terreno que ocupaba, y general, corres-
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La defensa de Canarias contra asaltos aerotransportados en 1943
pondiente a la del territorio o área en la
que se encontraba. La primera recaía en
los respectivos mandos del Ejército del
Aire, mientras que la segunda era responsabilidad
del Ejército de Tierra, al igual
que la vigilancia y defensa de los aeródromos
no guarnecidos por el primero. A
todo ello se añadía una serie de consideraciones,
tales como la intervención de
los cazas, que explicitaban el modo en el
que debían colaborar los capitanes generales
y los jefes de las regiones aéreas para
organizar dicha defensa5.
En Canarias, la capitanía general
transmitió estas bases a la zona aérea6,
iniciándose así un proceso que en noviembre
de 1943 dio lugar a un plan de
defensa contra tropas aerotransportadas7.
Partía del análisis de los datos disponibles
sobre la realización de este tipo de
operaciones desde el comienzo de la II
Guerra Mundial hasta la fecha, de lo cual
deducían que, exceptuando los archipiélagos
que estaban fuera del alcance de los
aviones de transporte, todos los desembarcos
navales de esa guerra habían sido
precedidos o auxiliados por desembarcos
aéreos, a veces de gran envergadura, lo
cual no era del todo cierto, ya que las desafortunadas
acciones aliadas contra Dieppe
y Tobruk no habían contado con ellos,
mientras que los realizados durante la
operación Torch sólo incluyeron uno contra
el aeródromo de Tafaroui (JONES,
1974: 130-132). Tampoco se hacía referencia
al intento contra Dakar a finales de
1940, ni a la toma de Madagascar por los
británicos en 1942 ni mucho menos a los
llevados a cabo hasta entonces en el Pacífico
por japoneses y Aliados.
El estudio parecía reducirse a Noruega
y el Mediterráneo, en el cual se destacaba
los desembarcos aeronavales que
podían resultar de algún interés para Canarias.
En el primero se indicaba los 600
kilómetros que separaban las bases alemanas
y Oslo, inferior a los 2000 que había
entre las aliadas y Argelia, aunque en
este caso se creía que no había sido una
acción a viva fuerza, cuando lo cierto era
que los paracaidistas fueron recibidos a
tiros por los cazas y la artillería francesa.
También se mencionaba los realizados
más recientemente en el Mediterráneo
por ambos beligerantes a una distancia de
100 a 300 kilómetros de sus bases, así como
el de Creta, donde el peso del ataque
se había confiado a los paracaidistas y las
fuerzas aerotransportadas, aunque paradójicamente,
estas últimas no consistieron
en una división de ese tipo, sino en
una de montaña (BEEVOR, 2003: 89).
A partir de las noticias recibidas sobre
las citadas operaciones se llegó a la conclusión
de que los desembarcos aéreos
eran realizables si el objetivo estaba a menos
de 800 kilómetros de las bases de partida
e incluso podían contar con el apoyo
de cazas de gran radio de acción. También
cabía la posibilidad de que fueran realizados
con masas de desembarcos superiores
a una división y los planeadores
eran capaces de aterrizar en terreno ondulado,
para lo cual no necesitaban demasiado
espacio. En cambio, uno de los
principales obstáculos para el atacante
consistía en la concentración de fuego antiaéreo
contra los aviones de transporte,
ya fuera en vuelo o al aterrizar. De igual
modo, al no poder cubrir zonas muy amplias
con artillería antiaérea era preciso
disponer de reservas muy móviles para
acabar con las fuerzas desembarcadas antes
de que tuvieran tiempo de organizarse.
Finalmente, ningún desembarco aéreo
se hacía sin contar con el dominio local
del aire.
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Juan José Díaz Benítez
La defensa de Canarias contra asaltos aerotransportados en 1943
3. LA VULNERABILIDAD DE LAS ISLAS
El archipiélago estaba a menos de 600
kilómetros de las bases aéreas y navales
del Marruecos francés, por lo que se esperaba
un asalto aerotransportado en caso
de guerra con los Aliados. En tal circunstancia
habría que ser consciente también
de que la comunicaciones entre la Península
y Canarias serían interceptadas desde
dichas bases, por lo que esta última quedaría
aislada. Considerando la importancia
estratégica de cada isla según sus
puertos y aeródromos8, se llegó a la conclusión
de que las principales eran las de
Gran Canaria, Tenerife, Fuerteventura y
Lanzarote, en orden de importancia decreciente.
El resto no tenía aeródromos ni
reunía condiciones para el aterrizaje de
efectivos importantes. No obstante, dos
años después se estudió la posibilidad de
instalar un campo de aviación en La Palma9,
concretamente en Los Llanos de las
Cuevas e incluso al terminar la década se
planteó la posibilidad de hacer uno en La
Graciosa10.
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La defensa de Canarias contra asaltos aerotransportados en 1943
“Plan de defensa contra desembarcos de tropas aerotransportadas”. Estado Mayor de la Capitanía
General de Canarias, noviembre de 1943.
Fuente: ARMC, legajo 16-A, sin inventariar. Elaboración propia.
Cuadro 1. Principales objetivos de un asalto aerotransportado en 1943
La localización de las principales zonas
de aterrizaje de planeadores era bastante
preocupante en algunos casos. En
Tenerife, los Llanos de La Laguna estaban
en el área del aeródromo de Los Rodeos,
mientras que los de Ucanca y Maja daban
acceso al control de las comunicaciones
centrales de la isla. Las zonas de Juan
Grande y Arinaga eran aptas para la
construcción de amplios campos de aviación
sin demasiado trabajo. En cambio, los
Llanos del Charco y Tuineje en Fuerteventura
estaban demasiado alejados de
Puerto de Cabras, la capital insular. La
posibilidad de que el desembarco aéreo
se combinase con otro naval aumentaba
las dificultades, como ocurría en Gran Canaria,
concretamente en la zona comprendida
entre Gando, Juan Grande, Arinaga
y Carrizal, desde la cual se podía acceder
al Puerto de la Luz, situado a menos de 50
kilómetros. Por su parte, las tropas aerotransportadas
que aterrizaran en La Laguna
podrían dirigirse fácilmente a la retaguardia
de las defensas costeras de Santa
Cruz de Tenerife.
En cuanto a las otras dos islas, no eran
importantes en si mismas, pero sí como
escalones para atacar las dos capitales provinciales.
Esta posibilidad, unida a la escasez
de aviones y las escasas probabilidades
de recibirlos en caso de guerra, había
llevado al capitán general a pedir que se
estudiase su inutilización11. El jefe de la
ZACAO descartó el uso de explosivos,
pues los gastos y los trabajos necesarios
serían excesivos, además de exponerse al
riesgo de las explosiones fallidas. Tampoco
consideraba factible la excavación de
zanjas, ya que el campo quedaría inutilizado
desde ese momento, independientemente
de que en el futuro hubiera o no un
conflicto. La solución que le parecía más
adecuada era sembrar las pistas con obstáculos
formados por montones de piedras,
con una altura de 0’75 a 1 metro, diseminados
y sin formar calles. Para ello
bastaba con transportar las piedras hasta
los límites de las pistas de aterrizaje, pero
el Ejército del Aire no tenía suficientes
hombres ni camiones12, lo cual se hizo
patente en la lentitud con la que avanzaban
los trabajos13.
No obstante, a principios de ese año se
había ordenado la inutilización mediante
zanjas del campo eventual de Juan Grande.
En cualquier caso, ni éste ni el que existía
en El Médano estaban guarnecidos ni
contaban con instalaciones ni infraestructuras
de ningún tipo, a no ser que se considerasen
como tales el balizado con cal
de este último14 o el alojamiento para 50
soldados en el otro15. En los aeródromos
mejoraba un poco la situación, pues los
de Tefía16 y Arrecife17 contaban con un
centenar de hombres cada uno, aunque
ninguno disponía de hangares para los
aviones, depósito de combustibles, polvorín,
torre de mando, estación meteorológica
ni refugios. El de Los Rodeos, con
155 hombres, sí contaba con estación meteorológica
y polvorín, estando en construcción
el hangar para los aviones y el
depósito de combustibles18. Gando, cuyo
personal se contaba por centenares, era el
más importante, disponiendo prácticamente
de todas instalaciones previstas, a
excepción de los refugios y la torre de
mando19.
No eran precisamente las joyas de la corona,
pero había que evitar que cayesen
en manos del enemigo. Su defensa se organizó
en un frente aéreo, estrechamente
conectado con el marítimo, no sólo porque
los desembarcos aéreos y navales podrían
ir contra el mismo objetivo, como
sucedía en Gando, sino también al servir
uno para la captura de otro, pues tal era
el caso de Los Rodeos, desde donde se
podía sorprender a las defensas del Puerto
de Santa Cruz de Tenerife. La posibilidad
de que el ataque se produjera por
mar y aire a la vez creaba una dualidad
de misiones que no era aconsejable, por lo
que se decidió dividir a cada isla en sectores
que20, junto con los marítimos, dependerían
de los respectivos mandos insulares.
El más importante era el del área
en la que se encontraba el aeródromo,
mientras que los demás agruparían las
VEGUETA 8 (2004), ISSN: 1133-598X 99
Juan José Díaz Benítez
La defensa de Canarias contra asaltos aerotransportados en 1943
Cuadro 2. Sectores del frente aéreo de Canarias
“Plan de defensa contra desembarcos de tropas aerotransportadas”. Estado Mayor de la Capitanía
General de Canarias, noviembre de 1943. Fuente: ARMC, legajo 16-A, s/i. Elaboración propia.
zonas aptas para el aterrizaje de planeadores.
Si alguno de ellos era vulnerable a
los dos tipos de desembarcos sería clasificado
según el más peligroso.
En los sectores marítimos se fijaba primero
la fuerza que había de guarnecer cada
uno de ellos, variando luego su extensión
según la fortaleza del terreno. En
cambio, en los aéreos primero se determinaba
el área a defender y después el tamaño
de su guarnición, según su importancia
táctica. Sin embargo, para estos últimos
se siguió la misma clasificación que
se había empleado para los primeros, es
decir, de resistencia, vigilancia o pasivos,
según su vulnerabilidad. Los sectores en
los que estaban los aeródromos eran de
resistencia, mientras que los aptos para el
aterrizaje de planeadores eran considerados
de vigilancia. Inicialmente, los sectores
del frente marítimo sólo delimitaban
zonas costeras, pero a partir de 1943 se les
confirió una mayor profundidad, abarcando
toda la isla y quedando divididos
en subsectores. En el caso de Gran Canaria,
el sector aéreo de Gando coincidía
con un sector de costa en el que todos los
subsectores eran de resistencia21.
La misión general del frente aéreo
consistía en impedir los desembarcos aéreos
y aniquilar a las fuerzas que hubieran
conseguido aterrizar, así como vigilar
las acciones de los grupos de paracaidistas
aislados. Dentro de cada isla, la más
importante era conservar los respectivos
aeródromos, incluido el campo eventual
de Juan Grande, seguida por impedir el
aterrizaje de planeadores en los sectores
aptos para ello y destruyendo en ambos a
aquellas tropas que hubieran desembarcado.
Si no era posible acabar con ellas rápidamente,
habría que evitar su progresión
hacia los objetivos vitales, es decir,
Santa Cruz de Tenerife desde Los Rodeos,
Las Palmas desde Gando y Puerto de
Cabras y Gran Tarajal desde Tefía y Tuineje.
El resto de las islas se consideraba
un frente pasivo.
4. NUEVAS TÁCTICAS PARA LA DEFENSA
INSULAR
A la luz de los datos disponibles sobre
las operaciones de este tipo realizadas
por los beligerantes, se redactó el posible
procedimiento de ataque que habría de
afrontar una isla. Primero se elegía la zona
que permitiera apoderarse de un aeródromo
o establecer una cabeza de desembarco
para atacar de revés las defensas
costeras. Después se neutralizaba con
bombardeos aéreos los órganos de fuego
y comunicaciones de dicha zona. Acto seguido
se lanzaba a los paracaidistas, los
cuales debían apoderarse de los puntos
que dominaban el terreno y permitir así
la llegada de planeadores. En estos últimos
vendría la infantería aerotransportada,
cuyas misiones serían cortar las comunicaciones
para impedir el movimiento
de las reservas enemigas, actuar contra
los órganos de fuego que intentasen neutralizar
la zona y tomar el aeródromo o
atacar las defensas costeras.
Es difícil precisar con qué detalle conocían
las operaciones que habían tomado
como referencia, aunque a partir del
ejemplo de Creta (BEEVOR, 2003: 89-91)
es posible afirmar que este procedimiento
teórico no se ajustaba exactamente a lo
que había ocurrido. Las fuerzas aerotransportadas,
en realidad una división
de montaña, no iban en planeadores sino
en trimotores de transporte y, en menor
medida, en dos pequeñas flotillas, cuya
llegada se produciría cuando hubieran sido
tomados los tres aeródromos de la isla.
Esta misión correspondía exclusivamente
a los paracaidistas, los cuales serían
también los encargados de vencer a las
reservas aliadas, después de llegar a tierra
en planeadores o saltando desde los
100 VEGUETA 8 (2004), ISSN: 1133-598X
Juan José Díaz Benítez
La defensa de Canarias contra asaltos aerotransportados en 1943
trimotores de transporte, sin que la opción
de uno u otro medio supusiera una
secuenciación de acciones.
Lo más interesante para la guarnición
del archipiélago eran las tácticas defensivas
ante una operación de este tipo. Empezando
por la artillería antiaérea, había
que resolver el dilema de disparar a los
bombarderos o los aviones de transporte.
Si se abría fuego contra los primeros se
delatarían las posiciones de las defensas
antiaéreas, lo cual permitiría a los bombarderos
enemigos neutralizarlas. Por
ello se recomendaba esperar a que llegasen
los transportes, objetivo principal a
batir, a menos que se dispusiese de suficientes
baterías antiaéreas para que unas
hicieran estos tiros de detención y otras
de contrabatería. Este silencio también se
había aplicado a las defensas costeras, ya
que conscientes de su debilidad frente a
acorazados, cruceros de batalla y cruceros
pesados, se había ordenado que no
abrieran fuego durante el bombardeo inicial,
sino que esperasen a que los objetivos
estuviesen a su alcance22.
Pese a ello, era de esperar que algunos
grupos de paracaidistas consiguieran tomar
tierra sin matarse en el empeño. Ante
tal contingencia se guarnecería los puntos
dominantes del terreno, nudos de comunicaciones
centrales y puestos de
mando con pequeñas fuerzas de infantería,
no superiores a una compañía, cuya
misión sería evitar los golpes de mano
que pudieran intentar los paracaidistas.
En las cotas aisladas habría de colocarse
las armas automáticas en la cresta, sacrificando
así su fuego rasante, para reducir
el perímetro defensivo. Sus posiciones no
estarían muy fortificadas y tampoco se
creía que fuera imprescindible que estas
guarniciones se prestaran apoyos recíprocos
de fuego, ya que podrían estar demasiado
alejadas para ello y requerirían una
fuerza mucho mayor que la atacante para
atender las múltiples direcciones de ataque.
Estas guarniciones podrían rechazar
los ataques de los paracaidistas, pero no
acabar con ellos ni con los planeadores
que consiguieran aterrizar, misión que
correspondía a reservas muy móviles y
artillería de campaña. Las primeras deberían
acudir rápidamente a las zonas en las
que hubiera aterrizado el grueso de las
fuerzas enemigas, aprovechando su desorganización
inicial para destruirlas. Posiblemente,
los planeadores podrían traer
elementos mecanizados muy ligeros y, en
cualquier caso, numerosas armas automáticas,
lo cual aconsejaba reforzar a las
reservas con carros de combate. Por su
parte, la artillería de campaña de fuego
rápido y pequeño calibre debería proporcionar
una concentración de fuego lo suficientemente
densa como para neutralizar
las pistas y zonas de aterrizaje, impidiendo
la llegada de más aeronaves.
Volviendo al ejemplo de Creta, los
errores de los contendientes indican que
este procedimiento ilustraba mejor lo que
se debería haber hecho que lo que ocurrió
realmente. La artillería antiaérea, bien camuflada
en los sectores de los aeródromos
de Rézimno e Iraklion, escapó al bombardeo
previo y consiguió infligir graves
bajas a los aviones alemanes. En cambio,
en el de Máleme fue localizada y neutralizada
por la aviación, lo cual no impidió
que los regimientos de paracaidistas alemanes,
lanzados en su mayor parte durante
el primer día, fueran masacrados
antes de que pudieran llegar al suelo y organizarse.
El asalto aerotransportado había
fracasado al no tomar ninguno de los
tres aeródromos y perder sus regimientos
de paracaidistas en el intento.
Los supervivientes sólo esperaban ser
barridos por el contraataque de las reservas
que, en el caso de Máleme, no tuvo
lugar. El comandante en jefe de las fuerzas
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Juan José Díaz Benítez
La defensa de Canarias contra asaltos aerotransportados en 1943
aliadas en la isla había interpretado mal
la información proporcionada por los servicios
de inteligencia, creyendo que el
ataque principal vendría por mar. Por
consiguiente, las reservas no intervinieron,
ante lo cual la guarnición del aeródromo,
que desconocía la difícil situación
de los atacantes, terminó retirándose, tras
un débil contraataque rechazado por los
paracaidistas. A partir de entonces, los
transportes alemanes fueron depositando
en el aeródromo a la división de montaña,
sin que el fuego de los escasos y anticuados
cañones de campaña pudiera detenerlos.
Cuando por fin contraatacó la
reserva resultó ser demasiado débil para
reducir a los alemanes, que a partir de ese
momento ya habían decidido la batalla a
su favor (BEEVOR, 2003: 112-182).
Es posible que el Estado Mayor de la
Capitanía General de Canarias fuera
consciente de estos errores, pero en cualquier
caso no esperaba que se repitieran
en un ataque contra el archipiélago. Tal
ofensiva no estaría protagonizada por los
alemanes sino por fuerzas norteamericanas
y británicas, aunque sus acciones hasta
la fecha planteaban serias dudas sobre su
eficacia. Durante la operación Torch no
pudieron llegar a su objetivo, el aeródromo
de Tafaroui, siendo castigados por los
cazas y la artillería antiaérea francesa
(HOWE, 1957: 192-214). Peor suerte corrió
el equipo de combate regimental lanzado
sobre Sicilia, diezmado en el aire por el
fuego antiaéreo aliado (GARLAND y Mc
GAW SMITH, 1965: 175-184). En cambio,
en Salerno se lanzó a 2.100 paracaidistas
con éxito, dentro de la propia cabeza de
playa (BLUMENSON, 1969: 118-132).
Ya fuera por prudencia o porque la
propaganda de los beligerantes maquillaba
sus errores mejor de lo que cabía esperar,
el mando español en Canarias preparó
sobre el papel las defensas adecuadas
para la peor de las situaciones que podía
esperar ante un ataque de este tipo bien
organizado. Cada sector aéreo contaría con
una agrupación de fuerzas de infantería,
en la que habría unidades de fusiles, armas
de acompañamiento y carros, artillería
antiaérea y de campaña e ingenieros,
estos últimos tanto para las transmisiones
como para el transporte motorizado. Lamentablemente,
no se tomó nota de dos
aspectos, técnicamente fuera de su alcance,
pero que en el caso de Creta habían sido
cruciales. Por un lado, la detección
temprana del enemigo gracias al radar,
inexistente en España. Por el otro, la carencia
de medios de comunicación adecuados,
sin los cuales no se podía transmitir
rápidamente la información y las
órdenes que coordinasen a las fuerzas defensivas.
5. UNIDADES PREVISTAS PARA LA
DEFENSA
La defensa de los sectores aéreos se
proyectó isla por isla. En Tenerife un batallón
de fusiles y una compañía de ametralladoras
antiaéreas deberían proteger
los puntos sensibles del aeródromo de
Los Rodeos. Si el enemigo conseguía
abrirse paso intervendrían las reservas,
constituidas por otro batallón de fusiles,
una sección de transporte motorizado y
otra compañía antiaérea, los tres en La
Laguna, además de dos compañías situadas
en Guamasa, una de las cuales sería
de carros de combate y la otra de motoristas23
fuerzas con las que se esperaba impedir
su progresión hacia la capital insular.
Dos grupos de campaña neutralizarían
las pistas y zonas de aterrizaje, mientras
la destrucción de los aviones quedaba
encomendada a otro de artillería antiaérea.
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La defensa de Canarias contra asaltos aerotransportados en 1943
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La defensa de Canarias contra asaltos aerotransportados en 1943
Cuadro 3. Defensa de Tenerife contra asaltos aerotransportados en 1943
“Plan de defensa contra desembarcos de tropas aerotransportadas”. Estado Mayor de la
Capitanía General de Canarias, noviembre de 1943.
Fuente: ARMC, legajo 16-A, sin inventariar. Elaboración propia.
En el otro sector tinerfeño no habría
puntos sensibles que defender, pero sí un
batallón de fusiles entre Vilaflor e Izaña
para vigilar la carretera central, así como
una compañía antiaérea para hacer lo
mismo en los Llanos de Guaza, Ucanca y
Maja, aptos para el aterrizaje de planeadores.
La reserva local quedaría formada
por un batallón de fusiles en Granadilla,
con su correspondiente sección de transporte
y otra compañía antiaérea para su
protección, además de una de carros en
San Miguel. Al igual que en el otro sector,
se dispondría de un grupo de artillería
antiaérea para destruir los aviones de
transporte, en este caso desplegado entre
San Miguel y Vilaflor, así como otro de
campaña para neutralizar la zona de los
Llanos de Guaza.
La defensa de Gran Canaria no requería
menos medios. Sólo para la defensa de
los puntos sensibles del sector del aeródromo
de Gando se había previsto dos
batallones de fusiles con sus correspondientes
compañías antiaéreas, emplazados
en el área de Gando y los Llanos de
Agüimes. La reserva local, que habría de
cerrar la progresión hacia Las Palmas apoyándose
en la transversal al Norte de Telde24,
contaría con otro batallón de fusiles
en Ingenio, protegido por otra compañía
antiaérea y con una sección de transporte,
así como dos compañías de carros y otra
de motoristas distribuidas entre ese pueblo
y Agüimes. Dos grupos de campaña y
otro antiaéreo en el área de Gando realizarían
idénticas misiones a los de Tenerife.
En el sector de Juan Grande habría
más reservas para actuar contra las fuerzas
aerotransportadas e impedir que se
unieran a las que lo hicieran por mar. En
el de Telde-San Mateo, un batallón de fusiles
vigilaría la carretera central, desplegándose
entre los dos pueblos y Valsequillo,
disponiendo además de una reserva
local en Telde, formada por una compañía
de carros.
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La defensa de Canarias contra asaltos aerotransportados en 1943
Cuadro 4. Defensa de Gran Canaria contra asaltos aerotransportados en 1943
“Plan de defensa contra desembarcos de tropas aerotransportadas”. Estado Mayor de la Capitanía
General de Canarias, noviembre de 1943.
Fuente: ARMC, legajo 16-A, sin inventariar. Elaboración propia.
La isla de Fuerteventura, más extensa
y con terreno apropiado para el aterrizaje
de planeadores pero de menor importancia,
dispondría de menos fuerzas. La protección
de los puntos sensibles en el sector
del aeródromo quedaría encomendada
a un batallón de fusiles y la correspondiente
compañía antiaérea en el área de
Tefía, donde también habría un grupo de
campaña y otro antiaéreo25. La reserva
local correría a cargo de un batallón de
fusiles en dicho pueblo, con el fin de cerrar
cualquier progresión hacia Puerto de
Cabras. En los otros dos sectores habría
que evitar que las fuerzas desembarcadas
en Tuineje o La Oliva intentasen unirse a
las que lo hicieran en Tefía o a las que llegasen
por mar. Para vigilar las zonas de
aterrizaje y la carretera central habría un
batallón de fusiles en La Oliva y otro en
Tuineje, mientras que las reservas, sin
transporte motorizado, permanecerían en
las zonas de La Oliva-Tindaya y Tuineje-
La Antigua, coincidiendo con el despliegue
de las dos compañías antiaéreas correspondientes
a cada sector. También
contaría cada una con un grupo de campaña
y otro antiaéreo, en La Oliva y en El
Charco.
Cuadro 5. Defensa de Fuerteventura contra asaltos aerotransportados en 1943
“Plan de defensa contra desembarcos de tropas aerotransportadas”. Estado Mayor de la Capitanía
General de Canarias, noviembre de 1943.
Fuente: BRMC, legajo 16-A, sin inventariar. Elaboración propia.
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La defensa de Canarias contra asaltos aerotransportados en 1943
A diferencia de las demás islas, la defensa
de los puntos sensibles del aeródromo
de Arrecife no contaría con dos puntos
fuertes, sino sólo con uno, a cargo de
un batallón de fusiles. La reserva local del
sector dispondría de otros dos batallones
entre Tías y Güime26, con su correspondiente
sección de transporte, así como un
grupo de campaña y otro antiaéreo en el
área de Tías. Para la vigilancia de las zonas
de aterrizaje y la carretera central habría
otro batallón de fusiles, acuartelado
en Teguise y con destacamentos en San
Bartolomé y Yaiza, además de otros a lo
largo de dicha carretera. Al igual que en
el resto de las islas, en los sectores con
costa los elementos de defensa previstos
eran los asignados a repeler un ataque
por mar. En cambio, los puntos fuertes
que, en Tenerife y Gran Canaria, estaban
guarnecidos por el Ejército del Aire27, no
contaban en las dos islas más orientales
con fuerzas suficientes más que para su
vigilancia, por lo que se hacía preciso su
refuerzo por el Ejército de Tierra o que el
del Aire incrementara las suyas allí.
Cuadro 6. Defensa de Lanzarote contra asaltos aerotransportados en 1943
“Plan de defensa contra desembarcos de tropas aerotransportadas”. Estado Mayor de la Capitanía
General de Canarias, noviembre de 1943.
Fuente: ARMC, legajo 16-A, sin inventariar. Elaboración propia.
No ha quedado constancia de que el
despliegue previsto fuera llevado a la
práctica, ni de que existieran las fuerzas
necesarias para ello. De hecho, las disponibles
en aquel momento no eran suficientes
para su aplicación ni para defender
las costas. Lo único que se podía hacer
era defender las áreas de los cuatro
aeródromos principales, destinando a cada
una un batallón de la reserva general
de cada isla. Otra opción consistía en el
envío de artillería de campaña, antiaérea
y carros, además de completar al 50% los
batallones de infantería necesarios y de
que el Ejército del Aire trajese más cazas
al archipiélago y completase la red de
acecho. Pero las fuerzas armadas de la
época no andaban precisamente sobradas
de medios, sino que ni siquiera contaban
con los que figuraban en plantilla, por lo
que otra de las soluciones propuestas
aconsejaba trasladar casi toda la guarnición
de Fuerteventura y Lanzarote a las
dos islas principales, lo cual no solucionaría
la carencia de artillería antiaérea, unidades
mecanizadas, obstáculos pasivos y
elementos de radio de campaña.
No obstante, es posible que fuera tenido
en cuenta en la reorganización del
Ejército de Tierra a finales de ese mismo
año, en cuyas nuevas plantillas se incluía
un batallón independiente de carros de
combate28. En cualquier caso, el plan analizado,
lejos de anclarse en la tradición, sí
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La defensa de Canarias contra asaltos aerotransportados en 1943
mostraba un evidente interés por las nuevas
técnicas militares, aunque la obsoleta
tecnología del Ejército español de aquella
época las situaba muy lejos de su alcance,
como era el caso del radar, el cual ni siquiera
fue mencionado en dicho plan.
Como resultado de todo ello se reforzaba
la convicción de la indefensión del archipiélago,
problema crónico a lo largo de su
historia que había vuelto a resurgir ante
el temor de un ataque aliado, sin que, una
vez más, se dispusiera de los medios adecuados
para responder a la amenaza.
NOTAS
1 Archivo General de la Administración
(AGA), Marina, Secretaría del Ministro, comunicación
de operaciones núm. 459 de la
3ª Sección del Estado Mayor de la Armada
para el almirante jefe del Estado Mayor de
la Armada (AJEMA), 8 de noviembre de
1940.
2 Archivo Regional Militar de Canarias
(ARMC), caja 204, escrito del jefe del Estado
Mayor del Ejército (JEME) al capitán general
de Canarias, 4 de octubre de 1941.
3 Archivo General Militar de Ávila (AGMA),
Subsecretaría del Ministerio del Ejército, caja
23.009, Plantillas provisionales para los Cuerpos
y Unidades del Ejército, septiembre de
1939.
4 AGMA, Subsecretaría del Ministerio del
Ejército, caja 23.010, contingente presente en
filas según los datos facilitados por la 1ª Sección
del Estado Mayor del Ejército, 6 de octubre
de 1944.
5 Archivo Histórico del Ejército del Aire
(AHEA), expediente A-12.956, escrito del
ministro del Ejército al del Aire, 17 de mayo
de 1943, remitiéndole las “Bases para la organización
de la defensa de aeródromos
contra paracaidistas o infantería aerotransportada”,
redactadas por el Estado Mayor
del Ejército, 14 de mayo de 1943.
6 AHEA, expediente M-3.262, escrito del coronel
jefe del Estado Mayor de la Capitanía
General de Canarias al jefe de la Zona Aérea
de Canarias y África Occidental (ZACAO),
19 de junio de 1943.
7 Archivo Regional Militar de Canaria, legajo
16-A, sin inventariar. “Plan de defensa contra
desembarcos de tropas aerotransportadas”,
Estado Mayor de la Capitanía General
de Canarias, noviembre de 1943.
8 La terminología empleada en este plan no
coincide siempre con la usada por el Ejército
del Aire. Los campos eventuales que
mencionaba el primero eran denominados
por este último como aeródromos provisionales
o de socorro. De igual modo el aeródromo
situado entre los municipios de San
Bartolomé y Tías, era llamado de Arrecife
por la ZACAO, mientras que en este plan es
mencionado con el nombre de Aeródromo
de Tías.
9 AHEA, expediente A-587, escrito del coronel
jefe de la ZACAO al presidente del Cabildo
Insular de La Palma, 6 de noviembre
de 1945.
10 AHEA, expediente A-587, escrito del capitán
general de Canarias al general jefe de la
ZACAO, 10 de marzo de 1949.
11 AHEA, expediente M-3.262, escrito del capitán
general de Canarias al coronel jefe de la
ZACAO, 9 de julio de 1943.
12 AHEA, expediente M-3.262, escrito del coronel
jefe de la ZACAO al capitán general
de Canarias, 26 de julio de 1943.
13 AHEA, expediente A-581, escritos del teniente
jefe del aeródromo de Tefía al coronel
jefe de la ZACAO, 2 de agosto de 1943, y del
capitán jefe del aeródromo de Arrecife al teniente
coronel jefe del Estado Mayor de la
ZACAO, 9 de agosto de 1943.
14 AHEA, expediente A-11.938, “Aeródromo
de socorro de El Médano”, 2ª Sección del Estado
Mayor de la ZACAO, 10 de septiembre
de 1941.
15 AHEA, expediente A-11.896, “Aeródromo
provisional de Juan Grande”, 3ª Sección del
Estado Mayor del Aire, sin fecha pero correspondiente
a 1943 o después de ese año,
según se desprende de la información que
aparece en el historial.
16 AHEA, expediente A-12.078, “Aeródromo
permanente de Tefía”, 2ª Sección del Estado
Mayor de la ZACAO, marzo de 1943.
17 AHEA, expediente A-11.695, “Aeródromo
permanente de Arrecife”, 2ª Sección del Estado
Mayor de la ZACAO, marzo de 1943.
18 AHEA, expediente A-12.021, “Aeródromo
de Los Rodeos”, 2ª Sección del Estado Mayor
de la ZACAO, marzo de 1943.
19 AHEA, expediente A-11.848, “Aeródromo
de Gando”, 2ª Sección del Estado Mayor de
la ZACAO, marzo de 1943.
20 Estos sectores aéreos no tienen nada que ver
con los organizados en 1944, en cumplimiento
del decreto de 5 de noviembre de
1943: Gran Canaria, Tenerife, Ifni-Sáhara y
Guinea: AHEA, expediente A-374, escrito
del jefe del Estado Mayor de la ZACAO al
comandante mayor regional, 6 de julio de
1944.
21 AHEA, expediente M-3.262, “Orden de defensa
núm. 2”, Estado Mayor del Gobierno
Militar y Jefatura de Tropas de Gran Canaria,
20 de enero de 1943.
22 AHEA, expediente M-3.256, “Decisión del
Mando que resume otras anteriores, y órdenes
e instrucciones para la defensa del archipiélago”,
Estado Mayor de la Capitanía General
de Canarias, 10 de abril de 1941.
23 Las unidades motoristas no parecen ser infantería
transportada en camiones, como
ocurría con la reserva local en La Laguna, sino
soldados en motocicletas, de los cuales
había varios escuadrones en cada regimiento
de caballería hasta finales de 1943: VVAA
(1983): Historia de las Fuerzas Armadas, Ediciones
Palafox, Zaragoza, volumen II, pp.
83-86.
24 Posiblemente se refiere al barranco de Jinámar,
el cual constituía una línea transversal
de detención, según el plan para la defensa
de Gran Canaria en enero de 1943: AHEA,
expediente M-3.262, “Orden de defensa
núm. 2”, Estado Mayor del Gobierno Militar
y Jefatura de Tropas de Gran Canaria, 20 de
enero de 1943.
25 A diferencia de los grupos antiaéreos de las
demás islas, que contaban con tres baterías,
los de Fuerteventura sólo dispondrían de
dos.
26 En el plan es identificado como Goime.
27 En realidad, la ZACAO sólo tenía para estos
menesteres a la 4ª Bandera Independiente
de Tropas de Aviación, una unidad tipo batallón
que había desplegado sus compañías
por la mayoría de los aeródromos de la zona
aérea, de tal modo que ninguno de ellos
estaba guarnecido por un batallón sino por
una compañía, a excepción de Gando, donde
había dos: AHEA, expediente A-569, memoria
de la 4ª Bandera Independiente de
Tropas de Aviación correspondiente a 1943,
teniente coronel primer jefe de la bandera, 1
de enero de 1944.
28 Fundación Nacional Francisco Franco
(FNFF), carpeta 2, documento 148, “Organización
del Ejército. Capitanía de Canarias”,
Estado Mayor Central del Ejército, 1943.
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