Anuario de la Facultad de Geografía e Historia
ISSN: 1133-598X
8
Las Palmas de Gran Canaria
2004
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ISSN: 1133-598X Depósito Legal: GC xxx-2004
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ANUARIO DE LA FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA
Número 8
Las Palmas de Gran Canaria 2004
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ARQUITECTURA Y PODER LOCAL: LOS ORÍGENES DE
LA COMANDANCIA DE MARINA DE LAS PALMAS
JAVIER MÁRQUEZ QUEVEDO
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
Departamento de Ciencias Históricas
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VEGUETA 8 (2004), ISSN: 1133-598X 71
BIBLID 1133-598X (2004) p. 71-92
Resumen: La construcción de edificaciones
representativas del poder ha sido
siempre una constante. En el caso de
Canarias, una región pobre y alejada del
centro político de Estado, esta arquitectura
tomó una gran relevancia debido a
su escasez. En una etapa de creciente rivalidad
entre la capital provincial, Santa
Cruz de Tenerife, y Las Palmas, ciudad
que despuntaba con el auge del Puerto
de La Luz, el deseo de contar cuanto antes
con un vistoso edificio para la Comandancia
de Marina tuvo un evidente
objetivo político. Este artículo es un breve
repaso a los orígenes de esta construcción
y sus dificultades para realizarla.
Palabras clave: Comandancia de
Marina, Puerto de La Luz, Santa Cruz de
Tenerife, Islas Canarias, arquitectura
militar, Ministerio de Marina, Capitanía
General de Cádiz
Título: Architecture and State: the
origins of the Las Palmas Commandership
building
Abstract: The representative authority
building has ever been manifest. In
Canary Islands, needy and distant region
from metropolis, this architecture
obtains large importance owing to her
shortness. In the times of increasing competition
between the chief town, Santa
Cruz de Tenerife, and Las Palmas, one
place that expanding through Puerto de
La Luz’s summit, to have a desire to
count upon a showy commandership
building rapidly it was an obvious political
objective. In this essay, we will
analyse the origins of this building and
the objections in order to achieve it.
Keywords: Naval Commandership,
La Luz Harbour, Santa Cruz de Tenerife,
Canary Islands, Military Architecture,
Naval Office, Cadiz’s Headquarters
El Puerto de La Luz en Las Palmas había
nacido en 1883 con la manifiesta vocación
de servir a los intereses exteriores.
Largamente demandado por los sectores
navieros y mercantiles que se encontraban
ya en la mirilla del capital extranjero
cuando obtuvieron la concesión estatal,
se veneró como la gran panacea para la
economía insular, predestinado para dar
a conocer al mundo la importancia marítima
del Archipiélago. Su valor estratégico
vino determinado desde los inicios —así lo
indicaba su sobredimensión respecto a la
isla, el hinterland más inmediato— y fue
el primer reclamo en la popularización de
Canarias como un establecimiento cardinal
para las numerosas singladuras coloniales.
Este puerto mantuvo durante variadas
épocas una relación de privilegio
con los grandes integrantes del comercio
internacional, de ahí que su actividad y
desarrollo se desligara de las evoluciones
del mercado interior, pues si entre 1875 y
1890 se da una de las coyunturas más graves
de la historia económica del Archipiélago,
el movimiento portuario no dejó de
crecer, y sin duda actuó como maquinista
del desarrollo mercantil moderno (MARTÍN,
1989: 105-107). Concebido a la manera
de un nuevo mojón en la escogida senda
de las franquicias, tuvo un rotundo e
inmediato éxito al constituirse en refugio
o apostadero internacional1.
La Luz completó, con la exportación
de mano de obra y la especialización agraria,
la trilogía de prestaciones del archipiélago
canario al espacio económico donde
se hallaba inserto. Más que en movimiento
de mercancías —dos tercios de éstas
correspondían al carbón y el resto a
productos agrícolas— se destacará en el
arqueo de los buques atracados, un vestíbulo
para la entrada de las importaciones,
por donde se transfirió además la tecnología
necesaria para perfeccionar las actividades
especializadas, permitiendo una
mayor rentabilidad de los medios de producción
y de los servicios ofertados. La
breve política modernizadora de las infraestructuras
portuarias españolas alumbró
uno de sus escasos retoños en la excelente
bahía de Las Isletas. El Estado finan-
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Arquitectura y poder local: los orígenes de la Comandancia de Marina de Las Palmas
ció la construcción de diques y muelles,
mientras el resto correspondió a la iniciativa
privada. Hasta 1884 las relaciones entre
Canarias y el África occidental fueron
muy limitadas por carecerse de un apostadero
de vanguardia. El nuevo puerto de
abrigo se integró en la espina dorsal del
tráfico en esta área, que incluía a Funchal,
Santa Cruz de Tenerife y San Vicente de
Cabo Verde, preferidos por las metrópolis
coloniales a los de la ribera africana
por ser más seguros, estar mejor equipados
y ubicados, aparte de actuar como cotas
avanzadas de la civilización europea.
En el plano doméstico, el Puerto de la
Luz logró a corto plazo lo que llevaba
años esperando el mundillo comercial de
Las Palmas: que el centro de gravedad de
la economía canaria se desplazase hacia
la encarnizada rival de Tenerife. Un sentimiento
de triunfalismo invadió a los
grupos que pretendían la división de la
provincia, para los que el nuevo amarradero
significaba un enorme paso adelante.
El crecimiento imparable de la marina
a vapor necesitó de aquella nueva base
para el abastecimiento, sobre todo de un
carbón que proporcionara la autonomía
suficiente a los buques. Al igual que Madeira,
Azores o Cabo Verde, el archipiélago
canario se hubo de transformar en
unos pocos años —como previno el cónsul
inglés Dupuis— en un área estratégica
de enorme categoría para el suministro
de las flotas, consideradas imprescindibles
por los almirantazgos de las mayores
potencias europeas para el control de las
comunicaciones metropolitanas y para
asegurar una posición de superioridad en
el supuesto de guerra marítima.
Un crecimiento tan rápido y de tales
proporciones hizo necesario, a fines del
XIX, la visualización de un símbolo material
que condensase en sí mismo el nuevo
poderío comercial y portuario de la isla, y
en particular de la ciudad de Las Palmas.
Se pretendió pues que esto lo encarnase
un edificio considerado emblemático,
destinado a albergar la Comandancia de
Marina. Esta institución venía rodeada de
una importante carga política, en el contexto
del pleito interinsular, dado que a
comienzos de la década de 1890 los confidentes
en Santa Cruz dieron el soplo de
que cerca del Ministerio de Marina, en
Madrid, se hacían chanchullos para suprimir
la Comandancia de Las Palmas
anexionándose la de Tenerife, medida
que si bien fue comunicada con cierta reserva,
se percibió casi como un hecho
consumado. Francisco Manrique de Lara
y Agustín Bravo de Laguna, dos pesos
pesados de la agrupación leonista, telegrafiaron
de inmediato a su cabecilla —
constatando el rumor con la lectura del
diario crítico La Patria del posibilista Ambrosio
Hurtado de Mendoza—. Tras unas
semanas, Fernando León y Castillo manifestó
que el Ministro le había asegurado
«que ni de cerca ni de lejos» se había pensado
en la supresión de esa comandancia2.
El mentís dado por el gobierno fue
agua de mayo, y se tomó como un toque
de atención para no inhibirse en el terreno
de la política militar, donde los liberales
de Tenerife les llevaban la delantera.
Pero los intentos de contención del
gasto público del en aquel entonces gobierno
de Sagasta habían llegado también
a la Armada. Desde su cartera de Hacienda,
el liberal Germán Gamazo pretendió
cargar el peso de las deducciones de su
reforma sobre los créditos de Marina, una
de las causas por las que dimitiría el ministro
Pascual Cervera meses más tarde.
Las filtraciones de altos funcionarios dejaban
caer que se tomarían serias medidas,
renunciándose a los objetivos del
Plan Naval de Arias. Entre ellas se rumoreó
que «determinado arsenal» sería cedido
a una empresa particular para que lo
gestionase, mientras el Gobierno manten-
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Arquitectura y poder local: los orígenes de la Comandancia de Marina de Las Palmas
dría la utilización de sus servicios, que
aparte se reduciría la plantilla y se recortaría
el sueldo al personal excedente, que
los hospitales de la Armada cerrarían y
los enfermos serían trasladados a sanatorios
civiles o que habría un único contador
de navío por comandancia de puerto,
ahorrando estas decisiones al Estado
unos siete millones de pesetas en total3.
Las modificaciones en el organigrama del
ministerio preveían la clasificación de
provincias marítimas de segunda clase a
las de Gran Canaria y Tenerife, mandadas
por capitanes de fragata, el equivalente
a un teniente coronel del ejército de
Tierra. Para la administración naval las
dos comandancias habían constituido la
provincia de Canarias hasta ese momento,
dependiente de la Zona Marítima de
Cádiz. El cambio de Cervera conllevaba
la implantación de una demarcación general
en las capitales de Puerto Rico, Baleares
y en el propio Archipiélago. Con
ello se aumentaba la importancia del espacio
marítimo de las islas, que quedaba
autónomo del distante departamento gaditano.
El gobernador militar Rafael Loste
consideró un mal menor que la comandancia
general radicase en Santa Cruz, si
Gran Canaria se igualaba como provincia
marítima, pues tenía antes una categoría
inferior. Gozaba, por otro lado, de una
matrícula de buques mayor y de un puerto
mucho más concurrido, lo cual le proporcionaba
un segundo comandante con
rango de teniente de navío. A la burguesía
grancanaria esto no le convenció en
absoluto y reclamó que el argumento fundamental
para fijarla fuese el punto donde
recalaran más vapores de distintas naciones
y ese lugar era La Luz, aunque se
consideraba innecesaria, puesto que motivaba
un aumento del gasto justo en
tiempos de frugalidad.
La unificación de las comandancias de
marina en una sola cabeza con base en
Las Palmas como quería León y Castillo
no se produjo, pero tampoco se plasmó la
reorganización de Cervera, archivada por
el siguiente ministro, el contralmirante
Manuel Pasquín. Sin embargo, su reflejo
en la prensa local creó la suficiente convulsión
en los sectores sociales más sensibles
al llamado problema canario e hizo que
se dieran las condiciones óptimas para
una intensificación en la dura batalla por
la hegemonía política del Archipiélago. El
respeto hacia el Puerto de La Luz vendría
de su prestigio y un edificio que albergara
la Comandancia ayudaría a alcanzar ese
donaire. No obstante, la aspiración local
de contar con éste partía de unas legítimas
exigencias que el propio despegue
portuario había generado. El jefe de la
Marina de Gran Canaria había informado
al Ministerio que la distancia de 6 Km que
mediaba entre la población de residencia
de la Capitanía de Puerto y el de la Luz,
por el que se hacían ya todas las operaciones
marítimas, presentaba la necesidad
imperiosa de que se pensase en destinar
sitio para la construcción de una sede.
Los perjuicios y las deficiencias en el servicio
no podían evitarse por aquella causa,
por mucho que fuera su celo en el
cumplimiento del trabajo. Cada día se dejaba
sentir más la necesidad de que las
oficinas se encontrasen en las inmediaciones
del puerto, conforme iba aumentando
la entrada y el movimiento de los buques
y, por igual, de los incidentes que se originaban
a diario, que obligaban a la presencia
inmediata de la autoridad. Sin extenderse
en otra clase de consideraciones,
al comandante Antonio Moreno Guerra
tampoco podía dar cumplimiento, ni podía
continuar, las actuaciones particulares
o del reclutamiento de las que él mismo
era fiscal.
En el escrito, alegando el constante
deseo de mejorar el servicio con el reducido
personal que contaba, se llamaba la
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Arquitectura y poder local: los orígenes de la Comandancia de Marina de Las Palmas
atención a objeto de que se estableciera la
Capitanía de Puerto en la Luz. Dado los
apuros del Tesoro, se presentarían dificultades,
pero si se abandonaba el asunto
entonces, en el futuro sería más difícil
porque se habría dispuesto de todos los
sitios del litoral porteño y por lo menos
debería señalarse el que ocuparía aquel
edificio, que correspondía su construcción
al Ministerio de Fomento y debía englobarse
en las obras generales del puerto.
El oficial propuso pues —mientras la
situación financiera no mejorara— utilizar
para la Capitanía el pabellón de los
ingenieros en el recinto, del cual no hacían
uso, adosándole al mismo un departamento
de poco coste para darle la amplitud
que necesitaban las oficinas. También
podría intentarse recurrir a los comerciantes
de la ciudad para la construcción
del mismo, y aunque esto era problemático
«por estar la mayoría agobiada con
distintos servicios locales», le resultaba lo
más «conveniente e indispensable» fijar
el sitio y levantar el plano y el presupuesto
de aquel edificio de acuerdo con el Ministerio
de Fomento. Las oficinas de la
Comandancia y Capitanía las tenía en su
casa particular, «pues de otra manera era
imposible estar con la decencia que correspondía
» según el exiguo presupuesto
que manejaba. Moreno Guerra se quejó
de los subidos alquileres del país, los cuales
ni siquiera con la gratificación de escritorio,
más la cantidad que cedía a la
oficina, alcanzaban para cubrir los gastos
del escribiente y el material. Este sacrificio,
unido a los desembolsos del traslado
a La Luz, disminuía considerablemente
sus haberes y era otra de las razones por
las que interesaba al Capitán General de
Cádiz para que elevase su ruego al Ministro,
como responsable de un puerto «de
los más que reclamaba la Marina Militar
de todas las naciones, que siempre tenían
algún buque allí, especialmente Inglaterra
»4.
La Dirección del Material del Ministerio
en Madrid estaba conforme con las
consideraciones expuestas por el Comandante
de Marina y encontró por tanto «de
necesidad» la construcción del edificio
para la Capitanía de La Luz. Según aquel
negociado, aún cuando la distancia que
mediaba entre la población de Las Palmas
y su puerto no fuese tan grande, era evidente
la conveniencia de que el edificio
para capitanía radicase en él, tanto para
bien del servicio en el despacho de los
asuntos navales, como para la mejor vigilancia
e inspección que ejercían las autoridades
sobre todas las operaciones marítimas
y que exigían su constante presencia.
La necesidad de atender las conveniencias
mercantiles ante el incremento
del tráfico y la frecuencia de visitas de buques
de guerra extranjeros, eran razones
suficientes que corroboraban la necesidad
de emplazarla en su litoral. Decía parecerle
de sumo interés proceder a la
construcción cuanto antes, a fin de que
pudiera llevarse a cabo en el sitio más
adecuado para ello. Animaba a que —de
acuerdo con el Ministerio de Fomento—
se levantase el plano y se formase el correspondiente
presupuesto de la obra, sin
perjuicio de que mientras se solicitase el
pabellón que indicaba Moreno Guerra, se
ejecutara un cálculo aproximado de las
obras necesarias en el indicado pabellón
provisional. El 13 de junio de 1893, el ministro
Segismundo Bermejo resolvía de
real orden que la Comandancia de Marina
de Gran Canaria formase el presupuesto
para iniciar los trabajos, que alcanzaría
las 9938 pesetas. En una nota posterior,
de 30 de noviembre, la Dirección del
Material del Ministerio de Marina dictaminaba
que, reconocida la necesidad de
que la Comandancia se encontrase inme-
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Arquitectura y poder local: los orígenes de la Comandancia de Marina de Las Palmas
diata al mar, se resolviera esta cuestión de
modo definitivo y Fomento señalase el
emplazamiento «del edificio especial para
oficinas de la Marina».
El Comandante de Marina había manifestado
que, en previsión de que por el
ramo de Fomento no se accediese a la cesión
del pabellón, solicitaba del Gobernador
Civil de la Provincia que designase
un sitio en el proyecto de obras del puerto,
para que en su día y con la autorización
debida se establecieran las dependencias.
Después del resumen anterior, la
Dirección del Material observaba que las
obras de ampliación del pabellón de ingenieros
venían, según indicaban los planos,
a convertirse en un edificio regular
cuya planta edificable era de 128 m2, en
tanto que el pabellón de ingenieros como
tal, sólo contaba con unos 30. Por lo demás,
el presupuesto que ascendía aproximadamente
a diez mil pesetas no resultaba
exagerado y los cálculos que le daban
origen parecían bien establecidos, siempre
que se aceptase como no excesivo el
número y la importancia de los diferentes
departamentos que conformaban el reparto
del edificio y con relación al número
de funcionarios que tenía destino en
aquella Comandancia de Marina. En este
supuesto, lo que aquel jefe de negociado
consideraba procedente era que por la Intendencia
General se manifestase en qué
concepto de créditos encajaría el gasto
que esta obra ocasionaría y si había una
cantidad disponible al efecto, mas en caso
afirmativo, se decidiera la posibilidad
económica de realizarla y obtener de Fomento
el permiso, interesándole a la vez
la inclusión en el proyecto general del Ministerio.
Desde Marina se había pedido al Ayuntamiento
de Las Palmas un local independiente
entre las oficinas de Rentas o Sanidad
para la Capitanía del Puerto, entretanto
se construyese una caseta para la
misma. La Comisión de Hacienda en dictamen
dijo sentir que por más gestión que
había practicado para proponer un local,
no le había sido posible encontrarlo, haciendo
constar además que no podía disponer
el municipio de ninguno de los locales
en que se hallaban las oficinas de
Rentas o Sanidad. La Alcaldía reservaba
en esta ocasión su iniciativa y los mayores
sacrificios para contribuir a facilitar la
creación del varadero de torpederos en el
Castillo de La Luz cuando Guerra lo cediese
según una propuesta del 18 de enero
de aquel año, por lo cual podría abreviarse
el plazo y procederse a la construcción
del edificio de la Capitanía del Puerto,
pero si esto no era posible, dada la apremiante
necesidad que había, se rogaba
una autorización para implicar a la nueva
burguesía de la ciudad en la construcción
del referido edificio. En realidad, el varadero
para torpederos tampoco se llevó
nunca a cabo debido a una negligencia
administrativa (MÁRQUEZ, 2004: 319-
324). Las dos casetas para albergar la Capitanía
—una principal y otra provisional—
fueron costeadas al unísono por el
Ayuntamiento y el Comercio de Las Palmas
—un total de 4351 pesetas— en noviembre
de 1894. La primera fue instalada
en el arranque del muelle transversal
de Santa Catalina e inaugurada el 13 de
diciembre de ese mismo año6. Con el encargo
de ablandar al Ministerio para que
cediese esta arquitectura del poder, santificada
por su alta cotización política, Moreno
no se distraía con las penurias locales
porque deducía que las demandas militares
del Puerto de La Luz eran mucho más
que un edificio singular que otorgase en
el futuro un mayor empaque a la plaza de
Las Palmas.
El siguiente comandante de marina en
Las Palmas, Enrique Albacete, será el encargado
de remitir a Juan León y Castillo,
encargado de las obras en La Luz, el plano
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Arquitectura y poder local: los orígenes de la Comandancia de Marina de Las Palmas
de un edificio elaborado por el ingeniero
naval jefe Manuel Hernández y del cual
se facilitó un ejemplar a Cádiz y Madrid.
Pensaba que era el momento para no dejar
pasar la oportunidad de redactar el
presupuesto y, sí fuera posible, acelerar
su ejecución inmediata, pues «no pasaba
desapercibida la necesidad de que la Marina
actuase en terreno propio y no prestado,
cual sucedía porque el sitio donde
estaba emplazada la caseta de la Comandancia,
como fue cedido provisionalmente
a Marina por la compañía que ejecutaba
las obras en el Puerto, podía originar
que el día menos pensado volviera la institución
a quedarse sin tener donde llenar
sus diferentes cometidos y guardar su
numeroso archivo»7. Por otra parte, el ingeniero
Hernández había examinado la
caseta y opinaba que no era posible pensar
en aprovecharla para que sirviera de
base a ningún edificio de la Comandancia
de Marina. Era toda de madera y sus paredes
y el techo estaban forrados de hierro
galvanizado, con escasísimas dependencias,
muy defectuosas y calurosas para
los servicios.
Se había proyectado un edificio para
construirse en su día de nueva planta. El
emplazamiento que para esa finalidad
habría de corresponder con las dimensiones
a sus necesidades, «como Comandancia
de Marina de 1ª Clase», ajustaba las
dependencias para el personal y material
de una comandancia de esa categoría,
que de aceptarse como planta del edificio
la de aquel plano, con la separación de
oficinas y servicios, situado todo en el piso
bajo, alcanzaba así a llenar un rectángulo
de 35 x 50 m. Todas las habitaciones
eran de buena capacidad «como se acostumbraba
y requería en el país y máxime
para una localidad como la del Puerto de
Refugio de La Luz, en que los calores
eran excesivos». El alto del edificio podía
dedicarse para las dependencias particulares
del Comandante de Marina, quien
tendría así siempre bajo su inmediata inspección
los servicios de la oficina aunque
se hubiera retirado a sus habitaciones.
Con tal motivo, Hernández, constataba
por conducto fidedigno —«cual era el
del ilustrado ingeniero director de las
obras de este puerto, Juan León y Castillo
»— que para la constitución del muelle
transversal de Santa Catalina, sea cual
fuese en su día la renovación del estudio
sobre la prosecución o no de aquella obra,
nunca necesitarían toda la explanada formada
en el arranque de dicho muelle para
el material que se acopiase en ella,
pues por mucho que este fuera se contaba
allí con una superficie sobrada, nunca habría
de acumularse de una vez, y sobre
todo porque dicha terraza no era necesaria
a la Compañía para la construcción de
bloques, ya que éstos eran transportados
por mar desde donde se construían. Habría
desaparecido luego la única razón
que obligaba a León y Castillo a indicar
en un informe, como sitio para efectuar la
edificación, el ángulo norte del Puerto.
Era este terreno sobre la explanada, en el
que se halla la caseta, el único conveniente
de todo el recinto portuario donde debía
pensarse en instalaciones como la que
se trataba, dado su objeto y debiendo
contar esa obra con un carácter definitivo.
De tener que efectuarse sobre el mar, los
gastos serían mayores pues habría que
hacer cimentaciones que ya de por sí existían
en el solar. El propio Capitán General
de Cádiz, expresando su queja al Ministerio
por las condiciones de la Capitanía de
Las Palmas, había notado tantas deficiencias
en la caseta, adquirida e instalada
con donativos particulares y algunos recursos
del Estado, que únicamente debido
al carácter provisional con que se
construyó era como podía sobrellevarse
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Arquitectura y poder local: los orígenes de la Comandancia de Marina de Las Palmas
la situación, si bien se tenían que desempeñar
con gran trabajo todos los servicios
sin ofrecer la debida seguridad para la
custodia de los arbitrios portuarios.
La remisión del plano de la Comandancia
de Marina del Puerto de la Luz al
Ingeniero Director de las obras en Las
Palmas, no podía considerarse en opinión
del Ministerio más que como un señalamiento
de la superficie que algún día habría
de ocupar el edificio y para que se tuviera
en cuenta el emplazamiento en el
arranque del muelle de Santa Catalina,
explanada propiedad del Estado, puesto
que habían desaparecido las circunstancias
que impedían se situase el edificio en
esa zona. De esta manera, en vista de la
escasez de presupuesto, el Gobierno dispuso
que no se llevase a cabo por el momento
la construcción del edificio de la
Comandancia, y que cuando aquella pudiera
intentarse, se modificasen las fachadas
«haciéndolas que respondiesen a un
solo estilo, se suprimiera el balcón corrido
del ala que miraba al sur y se hiciese
que la entrada principal diera al mar»8.
Pero, el Comandante de Marina de Gran
Canaria pasó de nuevo a la carga y en un
nuevo oficio dijo hablar en representación
del Comercio de la Plaza. Mencionó
que se le había presentado una comisión
de personas muy respetables de la burguesía,
manifestándole haber concebido
la plausible idea de costear por su cuenta
un edificio para Comandancia de Marina
y Capitanía de Puerto, «a la altura que correspondería
al incremento que tomaba la
concurrencia de buques tanto nacionales
como extranjeros que visitaban La Luz. El
Puerto se convertía así en el gran referente,
en la joya a potenciar por todos los poderes
fácticos de la isla, para lograr el
despegue económico y —por derivación—
político de Gran Canaria respecto
a Tenerife. Un gran paso sería la consolidación
de la Comandancia de Primera
Clase, compensado en este terreno la residencia
del poder militar provincial en
Santa Cruz.
En sus deseos de que se lleve a cabo en
breve plazo la construcción de aquel edificio,
Albacete anunciaba su propósito de
que se verificase con la intervención de
Marina para que resultara a las necesidades
locales y regalarlo al Ramo, prometiendo
formalmente arbitrar los recursos
precisos para proceder a su edificación
inmediata y terminarlo en el plazo de dieciocho
meses. En vista de que por ahora
esta edificación no era posible por cuenta
de fondos públicos, que con algunas ligeras
modificaciones había sido no obstante
aprobada por el Ministerio de Marina en
principio, el Comandante creía interpretar
acertadamente los sentimientos del
Gobierno al acoger benévolo a la comisión,
manifestándole su gratitud por un
acto tan espontáneo y generoso, y aceptó
desde luego el plan propuesto, y dispuso
que el ingeniero naval Hernández modificase
los planos ya cursados según las directrices
indicadas, teniendo en cuenta
sobre todo la circunstancia de que la fachada
principal mirase al mar. En la tramitación
provincial que sobre el particular
había entablado, el ingeniero de Obras
Públicas encargado de las obras del Puerto
trasladó a sus superiores que no había
inconveniente en que Marina construyera
el edificio en el expresado lugar; pero que
para dar comienzo a su ejecución era urgente
que el Ministerio de Fomento manifestase
al de Marina su conformidad, con
lo cual, de esta manera se verían respaldados
los propósitos de los comerciantes
y la Comandancia contaría con un edificio
capaz y digno de la importancia de La
Luz, con la prontitud que fuese necesaria
y según deseaban sus iniciadores. De este
modo, sin sacrificios del Tesoro, sería
muy pronto un hecho la realización de un
edificio «tan indispensable» y que recla-
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Arquitectura y poder local: los orígenes de la Comandancia de Marina de Las Palmas
maban las necesidades del mejor servicio.
Ni que decir tiene, que Marina vio con
agrado «el generoso desprendimiento de
los comerciantes de Las Palmas al prestarse
a dotar a sus dependencias en esa
provincia marítima con un edificio decoroso
y perfectamente adecuado al objeto
de su aplicación»9.
En febrero de 1896, el Capitán General
del Departamento Marítimo de Cádiz remitió
unos nuevos planos para la construcción
del edificio. Éste había sido modificado
con arreglo a la real orden de 28
de octubre de 1895, y que iba a construir
por su cuenta «el Comercio de Las Palmas
». La Dirección de Material proponía
la aprobación del proyecto estudiado por
el ingeniero Manuel Hernández de Las
Palmas, del cual se dedujo que «el edificio
del que se hacía donación a la Marina
reunía las condiciones «de grandiosidad
no comunes en los destinados a tales servicios
» y manifestaba al mismo tiempo
«los buenos deseos en pro de la Marina»
a cargo de la burguesía mercantil de Las
Palmas. Hernández había cumplimentado
los extremos recogidos en la real orden
citada y atendido también a las instrucciones
del comercio de la plaza. Había
tenido en consideración las advertencias
sobre orientación de fachadas y unificación
de estilo, y levantó los planos de
base del proyecto sin dejar de reunir las
demás condiciones indicadas. Acto seguido,
el Ministerio aprobó el proyecto rectificado10.
Por la misma época, Pedro Bravo
de Laguna, militar y dueño de los terrenos
de la Isleta, manifestaba que al
conceder el uso de las canteras de su propiedad
para que se extrajera de ellas el
material destinado a la construcción de la
Comandancia que «el Comercio y la ciudad
de Las Palmas iba a regalar al Estado
», hacía gustoso «ese sacrificio de sus
intereses, por prestar a Las Palmas y a la
patria el auxilio de economía», y también
para contribuir a que Montojo «pudiera
finalizar durante su Ministerio tan útil y
necesario edificio». El comentario entusiasmado
de la Dirección del Material fue
que el inmueble iba a ser construido «con
esplendidez y hasta con lujo», dada la calidad
de la piedra ofrecida por el general
Bravo, oferta que ratificó el propio Centro
Consultivo de la Armada11.
Pasado medio año, el Ministerio de
Fomento seguía sin dar la autorización
para ocupar la explanada de La Luz. Desde
Marina se cuestionaban si debía retirarse
la real orden en la que se solicitaba
la posible urgencia y al mismo tiempo
preguntar a Las Palmas, por conducto del
Capitán General de Cádiz, lo que hubiera
sobre la construcción de tal edificio por si
se hubiera concedido el permiso, sin haber
dado traslado a Madrid. En una anotación
al margen de este escrito Patricio
Montojo añadió: «debe prescindirse del
entendimiento con Fomento y solamente
dirigirse, como propone el Negociado, al
Capitán General en Cádiz... »12. Fomento
en una disposición respecto a los inconvenientes
que presentaba la construcción
de la Comandancia de Marina del Puerto
de La Luz en el emplazamiento fijado,
obligaba a que el Comandante de Las Palmas
estableciese un nuevo emplazamiento
«en el caso de que las razones expuestas
por los contratistas del Puerto resultaran
indiscutibles». Éstos últimos habían
expresado que no podían prescindir de la
explanada en la que se proyectaba construir
la Capitanía del Puerto ni, por lo
tanto, renunciar a la reclamación de daños
y perjuicios causados por una supuesta
ocupación. El Ingeniero Jefe de la
Provincia les había enviado una orden de
la Dirección General de Marina, relativa
al emplazamiento del edificio en la explanada
norte de Santa Catalina, en cuya orden
se prevenía el levantamiento de un
acta en que se hiciera constar su confor-
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midad con la localización, así como la renuncia
a todo derecho de reclamación
por los daños y perjuicios que pudieran
causárseles con la ocupación. La concesionaria
inglesa Swanston creía absolutamente
necesario el solar para el servicio
de las obras, dado que en él habían de situarse
las hormigoneras, los toneles y las
máquinas destinadas a la fabricación de
morteros y cimentaciones para el muelle
de Santa Catalina, así como los almacenes
provisionales de depósitos de materiales
y herramientas, por tener ocupada la explanada
del sur con el acopio de la sillería,
barracas y otros enseres. La construcción
del edificio y el acopio de materiales
para éste imposibilitarían el desarrollo de
los trabajos13.
Un representante de la sociedad Compañía
de Almacenes Generales de Depósito en
Gran Canaria, en nombre del Comercio
de la capital, solicitaba ya en 1897 se autorizase
el cambio o la permuta del solar
donde debía construirse la Comandancia
de Marina, al norte del muelle de Santa
Catalina, por otro situado al naciente de
la Plaza de la Feria, que había cedido gratuitamente
el Ayuntamiento. La Dirección
del Material no encontraba inconveniente
en que se accediera a lo solicitado;
pero, antes de resolver, debía oír el parecer
del Centro Consultivo. Curiosamente,
éste, en conformidad con lo informado
por el Capitán General de Cádiz, no procedía
a acceder a lo que se solicitaba por
creer que se trataba sólo con dicho cambio
del embellecimiento de la población
de Las Palmas. No obstante, Marina informaba
que eran de estimar las razones del
Comandante favorable a la permuta, pues
estaba la Comandancia en la Plaza de la
Feria en el lugar en que residían las demás
autoridades, cónsules y consignatarios,
y existiendo un tranvía de vapor podía
personarse en el Puerto de La Luz
cuando fuera urgente su presencia, bastando
siempre en todos los demás casos
el Ayudante de la Capitanía, que residía
en la localidad. Además, el edificio se situaría
a orillas del mar, en el centro de la
ensenada que formaban los puertos de
Las Palmas y de La Luz, dominaría a ambos
y ejercería a la vista una constante vigilancia.
Por otra parte, era de utilidad
para los comerciantes que costearían el
edificio el que se construyeran almacenes
de depósito para el tráfico portuario en el
lugar cedido por Fomento. Al fin, la Secretaría
Militar de Marina accedió a la
permuta solicitada de los terrenos, para
que la Comandancia se erigiese en el lugar
donde se encuentra actualmente. Ésta
comenzó a construirse en 1898 y no se terminaría
hasta veinte años después14.
NOTAS
1 Al contrario que Francia —que tenía a Dakar
o podría disponer en el futuro de puertos
marroquíes bajo su directa influencia—
Gran Bretaña no contaba al comienzo de los
años ochenta con ninguna base parecida en
toda la costa noroccidental africana, lo que
dejaba aislada a Gibraltar en ese frente y ponía
en peligro el enlace con sus colonias del
Golfo de Guinea. Ya en esos años iniciales,
los grandes depósitos de La Luz expendían
anualmente unas 200 mil toneladas de carbón,
vid. El Liberal de Las Palmas, 26 de noviembre
de 1890.
2 Carta de Agustín Bravo a León y Castillo,
Las Palmas, 16 de diciembre de 1891, Archivo
del Museo Canario, fondo Fernando León
y Castillo, caja 1 y viceversa, Madrid, 5
de enero de 1892, Archivo Casa Museo León
y Castillo, fondo Fernando León y Castillo/
epistolario.
3 Vid. El Liberal, 13 de enero, 18 de febrero, 13
y 16 de marzo; y 17 de agosto de 1893. el órgano
de Las Palmas lloraría «la muerte» del
Puerto de La Luz cuando entrara en vigor la
nueva ley. La Comandancia General sería
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Arquitectura y poder local: los orígenes de la Comandancia de Marina de Las Palmas
«un formidable ariete contra aquel, sobreviniendo
las mayores catástrofes para la isla».
Antes de pasar por una nueva prueba del
poder despótico de Santa Cruz –decía el órgano
leonista– era preferible «ser gobernados
por un cabo de mar».
4 Escrito de la Capitanía General del Departamento
Marítimo de Cádiz al Ministerio de la
Marina dando cuenta de un informe del
Comandante de Marina de Gran Canaria de
15 de mayo de 1893, San Fernando de Cádiz,
29 de mayo de 1893, Archivo General de
Marina Álvaro de Bazán (AGMAB) Ministerio
de Marina, Puertos, leg. 5639/31.
5 Informe de la Dirección del Material para el
Ministro de Marina Bermejo sobre la construcción
de la Comandancia en Las Palmas,
Madrid, 5 de junio de 1893, ibídem. Como
el crédito con que se contaba era muy escaso,
y en particular en el concepto a que deberían
afectar si se llevaran a cabo las obras
en La Luz, no era posible ejecutarlas en el
caso de que fueran reparaciones; pero incluso
como se trataba de un edificio y el presupuesto
vigente no consignaba dinero para
construcciones civiles, no podría ejecutarse
si en el presupuesto siguiente no se fijaba la
libranza necesaria para esa clase de obras.
La Dirección del Material recomendó que
Fomento se hiciese cargo de las obras del
pabellón, para lo cual podría servir de base
el proyecto remitido por el Comandante de
Marina. Esta petición la oficializó Marina
por escrito el 4 de enero de 1894. El famoso
pabellón reformado terminará siendo sustituido
por la instalación de una pequeña caseta
que albergase a las oficinas.
6 Despacho del Capitán General de Cádiz al
Ministerio de Marina remitiendo un oficio
del Comandante de Marina de Gran Canaria
de 8 de junio de 1894, San Fernando, 18 de
junio de 1894, ibídem.
7 Escrito del Capitán General de Cádiz al Ministerio
trasladando un informe del Comandante
de Marina de Gran Canaria del 12 de
septiembre de 1895, San Fernando, 4 de octubre
de 1895, ibídem.
8 Notas de la Dirección del Material del Ministerio
de Marina al ministro Patricio Montojo,
Madrid, 17 de octubre de 1895, y al Capitán
General de Cádiz, Madrid, 28 de octubre
de 1895, ibídem.
9 Escrito del Capitán General de Cádiz al Ministerio
de Marina referente a la propuesta
del Comercio de Las Palmas para construir
un edificio con destino a Comandancia de
Marina, San Fernando, 30 de noviembre de
1895 y nota de la Dirección del Material del
Ministerio de Marina para el Capitán General
de Cádiz, Madrid, 10 de diciembre de
1895, ibídem.
10 Nota de la Dirección del Material al ministro
de Marina Patricio Montojo, Madrid, 7
de febrero de 1896, ibídem.
11 Nota de la Dirección del Material al Capitán
General del Departamento de Cádiz dando
cuenta del ofrecimiento de materiales hecho
por D. Pedro Bravo a los representantes de
la ciudad y comercio de Las Palmas, Madrid,
23 de marzo de 1896, ibídem.
12 Nota de la Dirección del Material a Montojo,
Madrid, 1 de julio de 1896, ibídem.
13 Nota de la Dirección del Material al Ministro
de Marina remitiendo escrito de Fomento
a informe del Comandante de Marina de
Las Palmas, Madrid, 24 de noviembre de
1896, ibídem. El factor de rivalidad interinsular
se hizo de nuevo presente en este
asunto. Si bien el edificio de la Comandancia
de Marina de Santa Cruz de Tenerife fue
construido por una orden de 15 de mayo de
1864 en las inmediaciones de la hoy Plaza de
España, varios acaudalados comerciantes y
navieros de la localidad también se activaron
con el mismo fin de renombrar a su Comandancia
y alzar un palacete donando tres
mil pesetas al proyecto, sumadas a las casi
nueve mil del presupuesto oficial previsto,
«para que la obra emprendida fuese todo lo
extensa que conviniera, con el fin de tener
un edificio digno de la localidad». La Capitanía
de Cádiz agradecía esta participación
altruista en nombre del Ministerio, «pudiendo
decirse sin temor a exageraciones que esta
ciudad y su puerto estarán dotadas en
breve de una de las mejores comandancias
de marina del reino», vid. AGMAB, Ministerio
de Marina, Consejo Superior Facultativo
de la Armada, sección Puertos, años 1893-
1918, leg. 5639/31, 32 y 49.
14 Ministerio de Marina. Secretaría Militar. Índice
de los expedientes presentados al despacho
del Sr. Ministro, Madrid, 14 de diciembre
de 1897, AGMAB, Ministerio de
Marina, Puertos, leg. 5639/31 y 32. Años
más tarde la Comandancia de Marina haría
gestiones oficiales para averiguar la notaría
en que se había extendido acta del compromiso
adquirido por el Comercio de Las Palmas,
y en su representación por Juan Rodrí-
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guez Quegles, para contribuir con el 25%
del valor de las mercancías importadas, hasta
reunir 80 mil pesetas y dedicarlas a la construcción
del edificio en el solar de la plaza
de la Feria. Todas las notarías contestaron
que no existía tal acta, y el mismo Quegles
contestó por escrito que él no había firmado
acta alguna. En el Ministerio tampoco apareció
en aquella época el testimonio del acta.
A pesar de haberse cursado por la Capitanía
General de Cádiz, tampoco apareció registrado
dicho documento en ninguno de los
centros oficiales que intervenían en ello. Los
resultados fueron negativos y así se comunicó.
Después de hacer gestiones para que el
Estado terminara el edificio, se ordenó que
el Arquitecto Municipal formulase el correspondiente
presupuesto que ascendió a más
de 90 mil pesetas.
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crisis finisecular española (1890-1907): del desastre
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Comandancia de Marina de Santa Cruz de Tenerife (1)
Comandancia de Marina de Santa Cruz de Tenerife (2)
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Fachada al mar
Fachada a la carretera
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Fachada al norte
Fachada al sur
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Fachada al sur del muelle
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Planta alta (1)
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Planta alta (2)
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Planta baja (1)
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Planta baja (2)
Proyecto