VEGUETA, Número 2,1995-1996, (81-101)

El comercio canarionorteamericano

y la exportación

de harinas a Cuba

en el siglo XVIII

H Profesor Titular de Historia de Ailierica

Universidad de La Laguna

-82 Manuel Hernández Goi~zálei

L as Actas de Navegación inglesas prohibían

taxativamente el comercio entre el

Archipiélago Canario y las colonias inglesas

de Arnérica, limitando las exportaciones

de vinos exclusivamente a las islas portuguesas

del Africa Atlántica, lo que derivaba

en la imposibilidad teórica de exportar

vinos canarios a tales colonias. Pero esta

limitación originaría en realidad una situación

ventajosa para las Canarias, ya que se

condenaba a tales posesiones británicas a

recibir sólo caldos de las Azores y de

Madeira, lo que traería consigo una considerable

elciacihn be si* precio, dada id

reducida producción ofertada'.

Dentro de los reducidos límites dc este

trdbajo Lrdtaremos de aproximarnos al estudio

del papel desarrollado por el comercio

entre Canarias y los Estados Unidos de

America durante el siglo XVIII. La prohibición

paradójicamente originaba a los productores

canarios, en una época de profunda

recesión en sus ventas, tras las serias

limitaciones impuestas a la exportación a la

metrópoli, un mercado hacia el que poder

canalizar sus caldos por medio de su venta

como falsos Madeira. Posibilidad ésta que

seducía a los mercaderes norteamericanos

ante la disponibilidad de compra de un

vino mucho más barato, y sobre todo por la

cnntrapartidi de psdcr intrvdücir a sü

vuelta sus productos, con lo que aumentaban

las exportaciones y se introducían en

un mercado atractivo p r d canalizar sus

penetraciones hacia las colonias españolas

en América. Debe tenerse en cuenta que

este tráfico sóio podia realizarse en buques

ingleses y ser conducido por capitanes de

esa nacio~ialiciad.

Sin embargo, el principal inconveniente

que restringía su expansión, y por ende la

de las exportaciones vinícolas, era el limitado

cupo de importaciones americanas

absorbido por el archipiélago, puesto que

de otra forma e1 trfifim mercanti! m seri.~

una empresa rentable por los elevados costes

que rcpresentaría un coil-iercio en un

único sentido y que en consecuencia no

reportase ningún beneficio a las colonias

inglesas de América del Norte. El intcrcambio

tendría que ser parejo en ambas direcciones,

porque su eje esencial tendría que

ser el trueque de vinos canarios por productos

norteamericanos.

Desde el siglo XVll era bastante usual

que los caldos canarios se vendieran en el

mercado de las nacientes colonias inglesas

de Virginia o Nueva Inglaterra. Los navíos

británicos fingían salir directamente del

puerto de Funchai o de las Azores y hacían

escala en el Puerto de la Cruz para dar salida

a sus producciones y embarcar vinos. El

comercio de Madeira estaba controlado por

mercaderes británicos y de una u otra

forma, aunque las clases dominantes de la

isla pusieran en cuestión los efectos dañinos

para sus exportaciones de los caldos

canarios. por otra parte eran caxcientec do

que las importaciones que podrían recibir

de las colonias inglesas, especialmente

cereales y madera, y quc necesitaban por su

crónico déficit cerealístico y de barriles de

roble de Virginia para sus caldos no

podrían ser embarcadas con uri coste razonable

si una parte de ellas no arribaba a las

Canarias, dada la imposibilidad del mercadü

ii i>Ldd~ de dsumir su totaiidad.

Esa notoria dependencia y comylementariedad

de las islas atlánticas explica el

carácter continuo y constante del comercio

entre Madeira, Canarias y América del

Norte. El mercado de ambos archipiélagos

era incapaz en períodos de buenas cosechas

de dar salida a las exportaciones norteamericanas

en el tornaviaje, y esa era lino de

sus mayores inconvenientes para mantenerse

a largo plazo.

T.as incompletas y fragmentarias series

de las aduanas canarias son un serio hándicap

que nos impide valorar en toda su profur.

didad !ss aütéiitiras dimensiones de

este tráfico, que es permanente a lo largo de

El comercio canario-norteamericano y la exportación de harinas a Cuba en el siglo ... 83

todo el siglo XVIII, pero aue se ve obligado

a recomponerse en momentos períodos de

crisis bélicas entre Gran Bretaña y España a

travbq del cnm~r r inr nn ~ I I ~ I I PnSei itralrs;

esencialmente daneses, portugueses, suecos,

holandeses y hamburgueses. Llegaría a

su apugcu partir de 1749, ci5u en e! r p c re

inicia una etapa de paz hasta 1756 tras los

dos largos conflictos bélicos que la preced

i e~u n( í Gut .~I 1' A I ~ & $ Ü - ~ sd~e~ 1L73U9- ~

1740 y de Sucesión austriaca de 1741-48).

Desde entonces se convertiría en el mercado

esenciai para ei comercio de exportación

isleño, la prácticamente única salida no

coyuntural para sus caldos. En 1770, una de

las épocas de mayor apogeoz, arriban en el

Puerto de la Cruz 27 buques procedentes

de Norteamérica, que desembarcan 12.710

fanegas de millo, 13.130 de trigo y 2.679

barriles de harina.

Los cereales y la madera de roble de

Virginia, esencial para la fabricación de los

barriles y navíos, se convierten en los principales

artículos de exportación que podían

ofertar los angloamericanos para el mercado

isleño. Las restantes producciones, no

podemos olvidar que hasta mediados del

siglo XIX los futuros Estados Unidos era

una sociedad rsencialmente agrícola, tenían

escasa penetración en las islas. El pescado

salado (arenques y bacalao) tenía un fuerte

competidor en el banco pequero canariosahariano,

por lo que las importaciones se

reducirían habitualmente a cantidades

reducidas de arroz, arenques, bacalao, cera

o carne de puerco, restringidas para un

consumo de lujo. Un comercio en expansión

no podía fundamentarse en tan precarios

vínculos, máxime teniendo en cuenta

que los cereales norteamericarios sólo eran

precisos en momentos de grave penuria alimenticia,

ya que en períodos de buenas

cosechas el archipiélago era relativamente

aiitnsiificiente. Aiinqiie reportaba más ventajas

que las importaciones marroquíes del

puerto de Mogador, en cuanto ofrecían dar

salida a los vinos isleños, a diferencia de

éstas, que, salvo reducidas inipurtaciunes

de manufacturas extranjeras, suponían una

seria extraccinn de plata. sus limitada< ventas

pondrían en serios riesgos de futuro su

continuidad y su expansión en la medida

de 7"' !as irr,purtcienes ang!uarnrrica~as

fueran precarias. De ahí que las clases

do.m inantes canarias vincularían desde un . .

~ I I I - L L I ~ I Usu y e ~ ~ ~ l dy ~U-e~~de~~~ü~ClCiII~üI i

la posibilidad de exportar las harinas norteamericanas

a Hisparioarriérica, especialmente

a territorios deíicitarios como Cuba y

Vene~uela.

El mercado norteamericano como única

alternativa

1.a decadencia de las exportaciones vinícolas

a Inglaterra es bien patente después del

fuerte impacto de la Guerra de Sucesión

española. Los intereses políticos y económicos

británicos giran en torno a Portugal. El

auge de las explotaciones metalíferas en el

Brasil, los intercambios mercantiles ampliamente

favorables, su reconducción como

aliado incondicional en las crisis bélicas son

factores quc cxplican el ventajoso trato fiscal

recibido por los vinos portugueses que

lentamente van ganando la predjlección de

los británicos. Si a ello se une la grave erusión

en el consumo que originan los conflictos

bélicos entre España y el Reino Unido,

la generalización del té como sustituto en

los desayunos del malvasía blanco canario,

los elevados impuestos que sufren las

exportaciones isleñas y una abiertamente

favorable balanza en las relaciones británico-

portuguesas, podemos entender como el

malvasía isleño tenía cada vez menos posibilidades

de futuro a mediados del siglo

XVIIT, hasta el punto de restringirse paulatinamente

su espacio cultivado hasta su

conversión a finales de la centuria en una

prndiicción meramente testimonial y con

una finalidad prácticamente de consumo de

lujo de sus propietarios o para fines medicinales.

Las producciones inglesas tenían a principios

del siglo XVIII pocas posibilidades

de venta en el mercado canario. La deman-

& iS!oñ2 pnr micm20 ~ X3y TJ r -o---.-.a c r - i c ~~J r

expansión se cifraba fundamentalmente en

la exportación hacia las Indias, bien a través

de la gei.L"ra:d o l¿>iei-flU i.,~aii.lei.ltd~ii.Leiiltea

través del contrabando. Pero la competencia

de tejidos como los malteses, de mejor

trato aduanero en su entraaa a ias isias, o ei

ejercido por las importacivnrs francesas,

holandesas y alemanas en algunos sectores

básicos como el hierro en el caso hamburgués,

el lino y algunos artículos suntuarios

en el holandés y los tejidos en el comercio

del Mediterráneo, en el que participaba

activamente el puerto de Marsella, contribuyen

a explicar que las importaciones

inglesas disminuyan driísticamentc hasta cl

punto que en 1770 apenas entren en el

Puerto de la Criiz dos harcos ingleses, ron

productos suntuarios, a cambio fundamentalmente

de muy poco vino, alguna orchilla

y sobre todo de plata. Si a ello unimos que

los mercados anteriormente descritos apenas

compraban vino, salvo reducidas cantidades,

porque al retorno o bien extraían

plata o productos coloniales americanas,

como el tabaco, controlado por los franceses,

o el palo de Campeche yucateco y el

cacao venezolano, concluimos que traían

consigo una balanza de pagos deficitaria y

eran sólo sostenibles por el papel desempeñado

por Canarias como mero intcrmediario

en el comercio con las colonias espaííolas

de América.

Si a ello unimos que el mercado colonial

americano, limitado fundamentalmente a

los puertos de la Habana, Campeche y la

Guaira, supone un consumo muy reducido

de vinos y una siempre precaria venta dr

aguardiente de parra, debido a la fuerte

compctencia del ron, pese a la teórica

prohibición de elaborar aguardiente de

caña hasta mediados de la centuria, el

panorama exportador del sector vinícola

insular era crítico. La creación de las Compañía

Guipuzcoana de Caracas y de la

Habana vio aumentada la competencia en

12 srenta d o un a g ~ l r l i o n t ocG mc o! d o

parra que había deparado una reconversión

parcial de los caldos y unos elevados costes

de pi.vducciói.l las i5ias, lo l:evai.ia

constantemente a los comerciantes para

rentabilizar mínimamente sus ventas, a la

exportación irauauienta de aguardientes

mallorquines, especialmente cuando por las

malas cosechas, los precios se elevaban considerablemente,

lo que levantaría fuertes

ampollas entre los sectores de la élite oligárquica

que no participaban en e1 comercio

colonial.

La limitada venta de los caldos canarios

en el mercado americano se compensaba

con los beneficios derivados dcl contrabando

y de la exportación de lienzos locales.

Sin emlmrgo, la rompetencia de las Cnmpaííías

lo mermaría parcialmente. La itistrucción

de libre comercio de 1765, limitada

esencialmente al área antillana, trajo consigo

drásticas consecuencias para la rentahilidad

del tráfico comercial con la Habana,

pues supuso en el caso de las exportaciones

locales una fuerte saturación del mercado

por la exportación de caldos mallorquines y

catalanes y en definitiva una fuerte bajada

de los precios que hacía inviable la venta de

aguardientes canarios en un mercado ya de

por sí restringido por la fuerte competencia

del ron, diez veces más barato que la parra.

A la inviabilidad real de las exportaciones

locales se le unían los serios prejuicios

de las exenciones fiscales proporcionadas a

los barcos peninsulares en la importación

de mercancías extranjeras. Aunque en 1772

se equipararía en ese trato aduanero al tráfico

canario que entraría ya en la órbita del

libre comercio, la realidad es que la fuerte

competencia restringiría la viabilidad de un

comercio insular que no se cifrase únicamente

en la emigración. La incorporación

El comercio canario-norteamericano v la exportación de harinas a Cuba en el siglo ... 85

de Campeclie al ámbito del libre comercio

rii 1776 y :* dc la CuUii-a dcsdt

la Guerra de las Trece Colonias originarían

resu-l tadvs similares. Esas fueron ias perspectivas ciei comercio

isleño a mediados del siglo XVIII, una

situación que llevó a los sectores dominantes

canarios a un replanteamiento general

de sus reales posibilidades de futuro. 'l'ras

cl paulatino hundimiento del mercado

metropolitano inglés, las colonias inglesas

de América del Norte eran vistas como la

única alternativa viable por las razones

antes apuntadas. Aunque el mercado de las

colonias británicas del Caribe y las de otros

territorios i~ol inialesd e i i tras potpncia~

como la Martinica francesa, Curaqao y el

San Eustaquio holandés, Santa Cruz y Saint

Thomur, dur.&, o c! Car. Bartohmé U U ~ C G ,

recibían vinos isleños, e1 consumo era siempre

limitado y estaba ligado al contrabando

o d los c u ~ ~ f l i ~LtAv s~ CUeSn, 1us q u e estas

islas en numerosas ocasiones servían como

pantalla introductoria a trarbs del llamado

comercio de neutrales. Las Trece Colonias

de América del Norte, aunque consumían

también aguardientes antillanos, eran en su

mavor parte de climas similares a los europeos

y ofrecían por tanto una relativamente

elevada receptividad de consumo de vinos,

máxime teniendo en cuenta las notables

dimensiones de sus sectores intermedios y

altos, particularmente en las colonias del

Norte y del Centro.

El problema era sortear las prohibiciones

británicas. Para ello contó con la complacencia

de los cónsules británicos, que

participaban directamente en ese tráfico.

Fue el caso de Guillermo Pouldon, de John

Crosse y muy especialmente de los Pasley,

una familia escocesa que detentó en numerosas

ocasiones la delegación diploniática y

que se convirtió en la más importante compañía

especializada en el comercio con las

Trece Colonias a partir de 1760 y hasta el

impacto de Emancipación Norteamericana.

En Estados Unidos se contaba con la com-

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YLLICCLL CLU uc I V ~I L LIICIUIICIIIVU a u u m ~ C L V J

con la colaboración interesada de sus mercaderes

por las ventajas que reportaba tales

reiaciones. Las vías para eiio eran fingir una

salida desde Gibraltar, Madeira y Azores

mediante la realizacih de una escala para

descargar de una parte de la carga; o simplemente,

como se puede comprobar en las

licencias de embarque y los registros de

sanidad conservados, sencillamente hacer

el viaje directo. En ocasiones, como practicaron

los Franchy y sobre todo Robert Pasley,

llevar un barco vacío desde Lisboa y

cargarlo de vino para luego para girar en

l ~ t r a (sd e rarnhio snhre esa riiidad e1 calidal

obtenido. Madeira, comu hemos señalado,

era también un destino complementario

Para dar la &! torPL3Via;c GCO

I ' ""'

es el caso de dos barcos arribados procedentes

de Funchal a la consignación de la

Casa de origen irlandés Cvmmins. En la

aduana del Puerto de la Cruz apenas declaran

el primero descargar 9 barriles dc cera y

el segundo carne de puerco y alquitrán'.

A mediados del siglo XVIII el espectacular

crecimiento del puerto de Filadelfia, que

se convierte en el primero y más próspero

de las Trece Colonias, restringe el protagonismo

que en la centuria anterior gozaba el

de Boston, auge que es paralelo al desarrollado

por otro puerto de las colonias centrales,

el de Niieva York. Desde esa perspectiva,

los del centro y del Sur, especialmente

Piladelfia, Nueva York, Baltimore y Charleston,

desbancan dentro de las exportaciones

vinícolas canarias a dos puertos esenciales

en el siglo XVII y primera mitad dcl

siglo XVIII, Boston y Rhode Islaiid, aunque

ciertamente de ellos los más importantes

son Filadelfia y Nueva York.

Pero la conquista del mercado norteamericano

no fue una empresa sencilla. A

partir de la tercera década del siglo XVIII, y

no scilo por una política de expansibn de

ventas, era la única alternativa de futuro

para las exportaciones vinícolas del archipiélago.

Hasta entonces, era un mcrcado

más, con el que siempre se contó, pese a las

prohibiciones; pcro tras la Guerra de Sucesión

española, las colonias inglesas era la

posibilidad viable para dar salida a sus caldos.

La primera consecuencia de esa política

fue la paulatina yero radicdl Lrdi~sformación

del cultivo de la vid. F,l malvasía dará

paso al vidueño, ante su precaria venta en

las colonias inglesas, un vino al que sc le

añadiría vino tinto y aguardiente mallorquín

para darle una textura similar al

Madeira. El Marqués del Sauzal, Gaspar de

Franchy, definió con claridad csa situación:

"Desde principios de este siglo empezó su

patria a experimentar tan grande atraso en

el comercio de sus vinos generosos, principal

o casi único recurso para e1 siistento de

sus habitantes, que se vio reducida por los

años de 57 a un extremo de miseria, no por

-f -~ - - l- -t. ad e C~-S rmochac de v i n~ss, i ~pso r !as

de sus ventas, porque no siendo dichos

vinos efectos de primera necesidad, sino

medio para adquii-irlus, rio teniendo los primeros

salida debían por precisión faltar los

segundos. Hallándose aquellas islas en este

infeliz estado, procuró el padre del exponente

mudar de sistema en dichos vinos

con ánimo de fomentar un nuevo comercio

y a fuerza de actividad, negociación y experiencia

llcgó a conseguir que los años de 59

y 60 se hiciese una nue17a extracción de

vinos secos en lugar de los generosos que

antiguamente se sacaban, y aunque no se

logró una venta de mucha estimación, se

consiguió a lo menos una cómoda salida de

aquellos frutos que, permaneciendo dentro

de las islas, constituían a sus habitantes en

la mayor infelicidad"'.

Comerciantes y hacendados canarios

vieron en el mercado colonial inglés ld pvsibilidad

de canalizar sus producciones vinícolas

ante la inviabilidad de otras salidas.

Aunque ios fiianco, Cóiogan o Commins

participaron activamente en estas exportaciones,

debe reseñarse dos casos significativos

en la época anterior a la independencia,

los Pasley y los Franchy. Los primeros fueron

la única gran casa protestante inglesa

que sobrevivió a las ior-rrieritas btlicas del

siglo XVIII, tras la desaparición de los Crosse

a mediados de la centuria, que estaban

agrupados en compania con sus parientes

los Little. Con casas dc comercio en Lisboa

y Londres, hegemonizando los cargos consulares,

para ellos fue relativamente fácil

sortear por su condición de ingleses las

Actas de Navegación y conducir en buques

de su propiedad los caldos tinerfeños. Con

una calculada meticulosidad mercantil giraban

sobre su sede en Lisboa el dinero

recaudado cuando no había escasez de granos

en las islas o, cuando ello acontecía, lo

transformaban en harinas quc les proporcionaban

importantes beneficios en tales

períodos de malas cosechas.

Ci caso dc Id hliiid Franchy es sin duda

más singular, por cuanto constituye la decidida

actitud de un linaje de la nobleza

tinerfeña por incorporarse activamente ai

mundo mercantil para dar salida a los

vinos de sus haciendas. El iniciador de

estas empresas mercantiles fue Juan Francisco

de Franchy Benítez de Lugo (1698-

1774). Corvnel del regimiento de La Orotava,

alcaide del castillo del Puerto de la

Cruz. Había sido administrador General de

la Real Hacienda en el archipiélago en los

años 1740 y 1741. De ideología ilustrada,

fue miembro de la Tertulia de Ndva y desarrnllrí

intensar actividades ~.ercunti!t.s cm

Hispanoamérica, Europa y las colonias

inglesas de América del Norte, llegando a

fletar expediciones y a ser yrvpietario de

barcos construidos en los astilleros de Boston.

En colaboración con el Comandante

General Emparan y los Marqueses de Celada

y Torrehermosa habían constituido una

empresa mercantil que utilizaba a capitanes

irlandeses como testaferros para sortear las

prohibiciones británicas y que tenía como

finalidad vender vinos isleños en las Trece

Colonias y suministrarse de barriles y barcos,

siendo éstos últimos empleados en el

comercio canario-americano. Entre esas

expediciones debemos reseñar la del irlandés

Alejandro French al puerto de Boston

en 1736. En Boston se mantenía la ficción,

dada a la luz , in~Iu~eon la prensa,quc su

destino era Funchal. Realizó en dos ocasiones

ese mismo trayectu con ese bdrco hasta

que fue procesado por la Inquisici6n a

resultas de una denuncia en la que se le

acusaba de pertcnecer a la francmasoneríai.

Estas empresas mercantiles las siguió

desempeñando a lo largo de toda su vida,

como se puede apreciar en los registros

aduaneros y en la contrata dc compañía

que realizó en 1749 con el Marqués de Celada,

Diego Benítez de Lugo, miembro de

una familia por aquellos años con estrechas

conexiones comerciales, especialmtnte cn el

B z b i tu ^.moricsneh.

Su hijo Juan Antonio y su nieto, el ya

referido Gaspar de Franchy, continuaron

con tales actividades mercantiles con los

Estados Unidos flctando ellos directamente

barcos o a través de intermediarios como

Bartolomé Sinnot. Del primero conocemm

en que en 1760 fleta el Cazador de 30 0 40

toneladas, procedente de Rhode Island,

bajo su consignación, que transportaba

madera, arroz y suela7, aunquc en los registros

aduaneros se encargaba de sus gestiones

mercantiles el anteriormente reseñado.

Los continuos conflictos bdicos acaecidos

a mediados de la centuria (Guerra

anglo-española de 1739-40, de Sucesión

Austriaca de 1741-48) y de los Siete años

entre 1756-1763) obstaculizaron en buena

medida estos intercambios mercantiles

entre las Trece Colonias y las Canarias.

Varios registros aduaneros del Puerto

de la Cruz que se han conservado nos pueden

dar alguna luz sobre el tráfico mercantii

con ios Estados Unidos a mcdidus del

siglo XVTTT. En el período de guerra acaecido

entre 1739-1748, el comercio de neutrales

sería la prácticamente única posibilidad

de intercambio. Es el caso en 1741 del

buque portugués Madre de Dios que trae

bacalao desde Lisboa a los puertos de Santa

Cruz y Puerto de la Cruz y exporta malvasia,

o del danés "La Orotava", al mando del

cctpitjn Robert Mlilliamson, que procede de

la isla de Saint Thomas y que desembarca

4445 duelas de dicha isla "de la misma caliddd

que la de Virginia" según reza en el

registro ddudnero. Evidentemente era

madera norteamericana, puesto que la

desértica isla antiiiana era incapaz dc suponer

comercio maderero, por lo que se trata

de un eufemismo. En 1742 la corbeta l-iolandesa

San Andrés, procedente de la isla de

San Eustaquio que sí precisa que lleva

carga de Cabo Bretón y Tierra Firme de

Canadá en la América". En 1748 la corbetd

holandesa la María, procedente de la isla de

San Kiistaquio., sí expresa que la mercancía

era millares de madera de Virginia. E idéntica

carga alberga la goleta portuguesa

Nuestra Seliora del Libramento".

La paz en 1749 reanuda este tráfico

directo, pero ya con mayores expectativas y

p~~~ibi l i r lapdorrs factores internos norteamerican

«s, corno el espectacular crecimiento

de las colonias centrales, con linos sectores

burgueses e intermedios nutabies y yo1

la imperiosa necesidad de mercados de las

islas. En 1749 entran en el Puerto de la Cruz

9 navíos inglcses procedentes de las Trece

Colonias. El puerto de procedencia mayoritario

es Filadelfia, seguido en segundo

lugar por el de Boston. ¿Quiénes son los

consignatarios? En primer lugar, el comerciante

inglés Tohn Crosse, cónsul y miembru

de un significdtivo linaje inglés que

sobrevivió a la gran huida de los mercaderes

de esa nacionalidad tras la Guerra de

Sucesión; el ir1andí.s Patricio Roch, miembro

de una familia de considerable proyec-

Cio.i .,, - - .1:'-

l h r i c a l i i l i en e! ?Üertv de !a Cruz

durante esa centuria y el británico Eduardo

El comercio canario-norteamericano y la exportación de harinas a Cuba en cl siglo ... 87

OUr v c r s d a l <le L ~ PSan ias do (m, canara i t o e c a Unues t s r s aem<,ra~ g a l e c ani r is 2035

Fuente: Elaboracibn propia u partir de Bezansuii, A,, Gray, R y Hiicsey, M -IYl1oli'ci7lip~r i c e i i r i Plii/iid~!jili;o1 781-7861

Fi!.de!fia, la??.

Nentón, del que no sabemos nada sobre su

origen"'. La importación esencial registrada

es fundamentalmente duclas dc madera de

Virginia, no figurando en ningún momento

ccrcci!cs. En 175V, e: ii6ii-trlu dt. iidvíus

aumenta, pues arriban al Puerto de la Cruz

11 navíos. En cuanto a sus consignatarios

sigue en primer lugar Juan Crosse, con la

consignación de tres de los barcos, continúa

Patricio Roch, pero ya aparecen varias

familias de origen irlandés que se convertirán

con el tiempo en varias de las más

importantes casas de comercio del archipiélago.

Nos referimos a Nicolás Blanco, Jorge

Commins, Juan Cólogan y Nicolás de la

Hanty. Rocli está esirechdmrntr vinculado

a estas compañías. La presencia de estas

empresas mercantiles nos da la clave de la

creciente impertun& ~c dcnr,zo c! tr&fico

canario-americano, pues estas compañías se

deciden a intervenir en su ámbito. Nicolás

era agente en el PuerLo rlr sil pariente, el

célebre mercader y regidor del cabildo

lagiinero Roberto de la Hanty, mientras que

los demás tenían casa propia en esta localidad.

Junto con ellos nos encontramos con el

mercader santacrucero de origen italiano

Fernando Piar, que más tarde se dedicaría

al comercio canario-americano y se estahlecería

definitivamente en Cura~aoy Caracas,

para retornar en su vejez a Santa Cruz,

donde fallecería'.

En 1751 y 1752 parece que e1 tráfico recibe

un fuerte parón, porque sólo aparece

registrado un buque en 1751 con esa procedencia

a la consignación de Juan Crosse y

Jorge Commins. En 1753 recibe un ligero

incremento con 3 buques, para aumentar a

5 en 1754. Lüs cuiisif;itCiiarius son jorge

Commins, Juan Cólogan, David Lockart,

El comercio canario-norteamericano y la exportación de harinas a Cuba en el siglo ... 89

inglés, sobrino de Juan Crosse, Nicolás

Blanco y Nicnlás dr la Hanty. Debe reseñarse

entre los capitanes que realizaban este

tráfico a un célebre marino, el capitán Jorge

Glas, al mando de la balandra "El Delfín",

bajo la consignación de Nicolás Blanco".

A partir de ese año no se observan registros

aduaneros, perv Id ~ IuIpc iíin de la Guerra

de los Siete Años en 1736 dañaría ese

tráfico con certeza hasta 1763, aunque por

incompletas licencias de embarque y registros

de sanidad sabemos que en 1760 se

reactivó. Este conflicto bélico, en opinión de

Gaspar de Franchy, que traería consigo la

toma de la Habana "destruyó este reciente

comercin que se renovó, aunque no del

todo después de concedida la paz". La Casa

de Franchy en esa coyuntura, "a costa de

muchas diligencias y d r bajar rl precio de

sus vinos, logró una venta constante de

ellos, con que hizo otro nuevo servicio a su

t'a;i-;a e n la escasez & .".i.".crc~y :iC e>:porimentó

casi al salir de la guerra. En períodos

de buenas cosechas "disfrutaba" de la

comodidad de vender anualmente sus cosechas

de virios a una casa de Filadelfia que a

los 6 o 8 meses de embarcado el vino le

ponía en Lisboa once mil pesos de la cargazón

contratada anualmente desde donde

con total comodidad y conveniencia lo

pasaba a Canarias". Con la grave escasez de

víveres que sobrevino a las islas en 1763 y

entre 1768 y 1773 dispuso que las remesas

se realizasen en granos, y para verificarlo

con la brevedad que pedía la necesidad,

bajo considerablemente el precio de los

vinos, para que se hiciesen con anticipación

a los 6 meses estipulados para los pagamcntos.

Gaspar de Franchy atribuye esa

transfnrmación a su generosidad y patriotismo,

pero le sorprendió la notable diiración

de la escastJL de víveres por lo que no

pudo recuperarse de los atrasos del año

anterior con las cosechas siguientes, por lo

que se vio en la necesldacl de vaierse uei

último repuesto de sus vinos para satisfacer

las remesas de granos. Debernos de tener en

cuanta que para vender los vinos aniialmente

necesitaba tener un repuesto de tres

cosechas en sus bodegas para embarcar la

primera a los tres añns de edad. Al no ser

posible "la dura necesidad de abandonar

las expresadas ventas de sus vinos y de

malbaratar los dc sus coscchas sucesivas,

(...) de que también resultó que faltar reparos

sus haciendas, se hubiese atrasado de

tal modo que, sin embargo de haber lieredado

nuevas posesiones que casi producían

otro tanto vino como las primeras, no haya

podido tomar unos años con otros a mas de

4500 pesos en cada uno en lugar de los

11.000 que antes tomaba anualmente con

total quietud y seguridad, y como hay 16

años que sufre esta pérdida se sigue que la

del exponente sube a más de 70.000

pesos"".

Franchy, que trató de averiguar las caucss

cpe explicah-in e! pnrqi.& de la I~ntitiid

de los progresos de las exportaciones vinícolas

después de la Guerra del 63, "se

embarcó con ánimo de averiguar los

medios que pudiesen servir para fomentar

el bien de su patria". Expuso con crudeza

que "los vinos secos de Canarias tienen

alguna salida en Filadelfia si se toman a

cambio de ellos algunos frutos del país, en

especial las harinas que se gastaban en la

1 Iabana, como asimismo estaño y cobre

todo en pasta y alguna poca de cerveza"".

El quid fur idmie~i tald el futuro de este

comercio se cifraría en el tornaviaje, pues

un tráfico sólo de ida era inviable y no interesaba

a los norteamericanos. Mas el mercad

« canario era incapaz por su escasa

demanda d r consumir los pocos productos

que ofertaban las Trece Colonias. De ahí

que la venta de las Iiarinas norteamericanas

en Cuba y Vcnczuelci fue la panacea que

esgrimirían las clases dominantes insulares

para hacerlo viable y servir de apoyatura v

estímulo ai alicaído tráficu caii,iriu-~r~icric~-

no después de la grave crisis que supuso

Manuel Hernández González

para él la progresiva entrada en vigor del

libre comercio.

El espectacular incremento del comercio

canario-norteamericano en los años 1759-60

se vio seriamente obstaculizado en los años

posteriores por el recrudecimiento de la

Guerra hasta el año 1763. Tras la paz, Ilegaría

un pcríodo dc bonanza que comprendería

hasta la declaración de guerra por parte

de España en 1779 y su consiguiente entrada

en rl largo conflicto bélico de la Independencia

Americana. Esta etapa fue una

época de esplendor de este intercambio que

contrastaba manifiestamente con la crisis

del canario-americano, con la excepción

particularizada de la Venezuela de la Compañía

Guipuzcoana y con la práctica inexistencia

de intercambios con Inglaterra y los

restantes países europeos, especialmente

desde el punto de vista de las exportaciones

insulares. Basta contratar este hecho en los

registros aduaneros del Puerte do !3 Cmz,

principal eje mercantil con Europa y los

Estados Unidos. En ese año fueron exportadas

a Inglaterra 160 pipas de viduelio, Y clr

vidueño verde, 2 de malvasía y 1 de aguardiente.

Por contra a los Estados Unidos, se

p u e d ~ r ci ifrar en 1783 pipas de vidueño, 9

de verde, 16 de aguardiente y 36 de malvasía1j.

La abultada diferencia evita todo

comentario.

La época dorada de las exportaciones de

harinas norteamericanas a Cuba

La exportación de harina norteamericana

en los buques del comercio canario-americano,

especialmente con destino a Venezuela

y sobre todo a Cuba, se convertiría como

la única pnsihilidad de futuro para la continuidad

de tales relaciones'". Sin embargo,

mientras que la exportación a Venezuela

era una posibilidad sólo legalmente contemplada

en la generala, lo que restringía

su utilidad, dada la mayor rentabilidad de

iritrociucir en eiia géneros extranjeros, la

Real Orden de 14 de marzo de 1785 que

ordenaba a los dueños de registros de libre

comercio "que pura surtir a la isla de Cuba

y demás de Barlovento a fin de que no

padeciesen escasez embarcasen cuantas

puedan, así españolas como extranjeras en

la inteligencia de que por éstas solamente

contribuirían 2% de derechos"", significaría

un luer te dlcidbonazo para las exportaciones

canarias a Cuba ante la competitividad

de los precios de las harinas norteamericanas

frente a las peninsulares, incluso con

los costos del flete desde Norteamérica a las

Canarias. Teniendo en cuenta esta baja fiscalidad,

y ello a pesar de los costes del

transporte y los riesgos de conservación de

los granos, la reexportación, especialmente

cuando su cutización era alta en Cuba, se

convirtió en un buen negocio que compensaba

de los elevados costos que traería consigo

un tornaviaje vacío.

Es precisamente esa Real Orden la que

trnc cvfisigo e! b r ~ s c oii icieii-teí-tiü dc Í c i s

exportaciones de harinas norteamericanas a

Cuba desde Canarias a partir de 1785. La

poca rentabilidad y riesgos de ese intercambio

en los años anteriores explica por qué

no aparece apenas harina en las irnportaciones

norteamericanas en años de buenas

cosechas. Con anterioridad a esa fecha era

poco probable introducir dentro de la generala

o a través del contrabando un producto

tan vulnerable y custuso, pudiéndose operar

con otros más rentables y con menores

problemas de conservación, por lo que probablemente

sólo se efectuaría en épocas

catastróficas y en la< que sii precio fi-~erl

muy elevado en Cuba o Venezuela.

Tras la Guerra de Independencia, ahora

sin la ficción del Falso Madeira, y sin suponer

destinos ni elaboraciones falsas, aunque,

eso sí, continuando con similares procesos

de transformación de los vinos, se

trataba de mantener un mercado como el

norteamericano amparado en la continuidad

del gusto de un vino que era popular

entre sus habitantes, pero que debía defenEl

comercio canario-norteamericano y la exportación de harinas a Cuba en el siglo ... 9 1

derse ante una situación nueva, de libre

a---- L--.L- a-- ,.L..-- -a:"-- :-L-..,,"-A-.-

L V I I L y C L c I L C I L L , LVL, V L L V J yLI1aca I I L L C I L I I L L U V i l

en introducirse en un nuevo mercado que

prometía expandirse. Ello reforzaba aún

más ia tesis de aqueiius que Ueíeiidídri ici

urgente necesidad de estimular los intereses

de los mercaderes angloamericanos con

la rentabilidad del tornaviaje. En la realidad

socio-económica de las islas ello sólo era

viable con las exportaciones de harinas al

mercado colonial, porque con la importación

de maderas y harinas en épocas de

malas cosechas era del todo insuficiente.

En la continuidad del comercio coincidirían

intereses comunes, tanto a las clases

dominantes insulares. como a la expansiva

burguesía comercial estadounidense. Para

la primera la comylementariedad de mercadL1s

e'.-. .r -~ i-z.. l- .~- i <.ii.n .t -A ~.. -i <prnsahl~pa ra s u

supervivencia, pues era consciente de que

sus costosas y reducidas producciones sólo

podían scr competitivas cn una situación de

privilegio, como lo había demostrado palpablemente

la etapa anterior al libre comercio.

Estados Unidos era uri país iricipierite,

pero abrumado por las deudas de la guerra

y con unas estructuras socio-económicas

predominantemente agrarias que veía cifradas

sus posibilidades de expansión económica

en el virgen mercado liispanoainericano,

al que podía abastecer de liarinas y

pescado salado. Este sector social pronto

comprendió la utilidad de aprovechar las

Canarias como traniyolín para introducirse

en la América española, conscientes de su

debilidad intrínseca y de la identidad de

intereses que les unía con los canarios en la

penetración de sus harinas.

Las estrechas relaciones entre una familia

de la pequeña nobleza insular interesada

en el comercio canario-norteamericano, los

Lugo Vifia, y Francisco Caballero Sarriiien

to, un mercader portugués afincado en Filadelfia

y enlazado con significativos linajes

de su dile iiiercantil como eran su cuiiado

John Craig, su pariente Nicholas Bidlle,

Director del Segundo Banco de los Estados

CTniUvsy ,,.,, ,,,,.,.x,A, -1 A, , A - R a l ,L lL.,LLUU,L UL

timore Robert Oliver, puede ayudarnos a

comprender el clima de interesada conipeiieircicióri

que se p u d e rlple~id1e llile Id

burguesía comercial estadounidense y los

miembros de las élites sociales canarias.

Los Lugo vina eran un linaje de ia aristocracia

de segundo orden que vio cifradas

sus posibilidades de supervivencia y

expansión econOmico en el mundo mercantil

a través de la formación de pequeñas

compañías que cuestionasen el control de

las casas irlandesas establecidas en las islas,

que eran consideradas títeres de las metropolitanas

inglesas. Poseían un scntido crítico

contra ese orden establecido, pero en

realidad eran incapaces de subvertirlo por

-s i.i. propia iricapa&la'f, por SL! re21 &pndencia

por sus contradicciones internas.

El mismo Francisco Lugo Viña, al proponer

la cristalización dc una companía formada

por cosecheros locales denominada Amigos

de Tenerife y Compañía, había señalado en

1787 que "lus extranjeros estancan nuestro

comercio, que resulta el más positivo para

nosotros. Ellos ganan considerablemente y

colman nuestra desgracia, sacando finalmente

del país la riqueza que adquieren.

Trabajemos nosotros como ellos lo hacen,

unámonos todos y formemos una amiga

compañía mercantil, hagamos nuestro

comercio a~tivo"'~.

Una carta de Francisco Caballero Sarmiento

es un fehaciente exponente de estas

interrelaciones. En 1784 había conocido a

José Lugo Viña en Filadelfia, el cual había

arribado con 20 pipas de vino que deseaba

vender, por lo que Ir aiixilio gracias a siis

relaciones con el comerciante Thomas

Giese. Tras su casamiento con Catalina

Craig, y tras uria breve cstaricio en Lisboa,

"a fuerza de las persuaciones" de Lugo

Viña, decide en 1785 hacerse con un rico

cdrganierito procedente del Puerto de la

Cruz, donde residía su hermano Francisco,

"que había empezado algún giro mercantil".

Gracias a esa recomendación "le consigne

entonces mi buque y carga". Adquiere de

su propia cuenta algunas pipas para comprar

con ellas algunos renglones, "habiendo

al mismo tiempo persuadido a mi suegro

para que despachara a su consignación el

bergantín T .nv~lSya ra, con un buen surtido

de provisiones y mercadurías secas. Remitile

con este buque el resultado de las cuantas

pipas de vino que había consignado con

esto qucdaron nuestras cuentas chariceladas.

Llegué a Tenerife con el expresado cargcilneiiiu,

tli que su padre turnó ai precio

que quiso abonarme, y habiéndole yo dado

la preferencia a otras casas que me Iiacían

mejor partido. En aquel tiempo no tenía su

casa una pipa de vino en bodega. Con

aquel rico cargamento y buen surtido se

acreditó su padre para poder entrar en

compra de vinos, porque nadie le fiaba una

pipa antes, pues, aunque era un senor

mayorazgo, todas sus haciendas apenas le

producían lo suficiente para mantenerse

con decadencia. Por esta consignación ha

venido todo su crédito en la islas; de forma

que realmente ha sido el único foridu con

que ha empezado su decantada casa de

comercio, por lo que con este cargamento

no sólo se habilitó para comprar 240 pipas

A, .A-,. - UL , iLi c i yur ~ a e: ~beig~aiiih6i de ~e iur~lo,

sino que aun quedó en sus manos un considerable

balance de lo resultado del cargamento,

importando algunos miles de pesos

pertenecientes a la casa de mi dicho suegro,

y de que aún los herederos de Craig ni yo

no hemos recibido un maravedí"",

En 1786 retornaría Sarmiento a Tencrife,

donde se establecería con su familia y fundaría

una casa de comercio. Era una constatación

clara del favorable horizonte que le

aguardaba a las casas dr comercio norteamericanas

si se introducían en las Canarias

y aprovechaban su ventajosa situacih para

int r~duc i r s ee n !a L?mCrica Espafiola. E!

mismo reconoció que en ese año llevó suficientes

fondos para formar un establecimiento,

pues además de los créditos que

llevaba sobre Londres y otras plazas, el

mismo buque cn que me transporté lo españolic6,

valiéiidome para ello del nombre de

su padre (por cuya operación le pagué una

buena comisión); lo despaché para La

Habana con un cargamento de I-ialiiids y eri

cuatro meses y días estaba este barco de

vuelta en Santa Cruz de Teneriíe con soberbio

flete y 27.000 pesos en plata"'". Era la

constatación de dos prácticas habituales en

el comercio canario-nortcarnericano, la

nacionalización de los navíos mediante

actos fraudulentos y la rentabilidad de la

reexportación de las harinas a Cuba, reembarcadas

en el mismo buque que había arribado

desde Filadelfia. Se trataba del bergantín

españolizado con el nombre de Jesús

María y José, alias el Correo Canario, que

arribó en el Puerto de la Cruz después de

50 día5 de tra-rrería a !a concigniicibn de

Francisco Lugo Viiía y con una carga de

millo y harinas".

Los hermanos Lugo Viña son u11 fehaciente

exponente de los intentos de reconducción

del comercio canario en una etapa

de grave decadencia. Jost: Lugo había viajado

en diversas ocasiones a los Estados Unidos

para intentar promocionar la venta de

ios vinos isienos. En sus memorias denunció

el monopolio inglés del comercio isleño

y los obstáculos al mismo impuestos por su

política mercantilista. Se embarcó para

Madeira para estudiar el cultivo de sus

viiías y el modo de componer sus vinos,

cuya cotización era de 240 pesos corrientes

cada pipa puesta a bordo, mientras que la

de Canarias de mayor tamaño apenas llegaba

a 72 pesos, "diferencia bien extrana en

unas islas tan inmediatas que gozan de un

mismo clima, de igual tcrrcno y de una

misma calidad de uvas, dependiendo esto

ya del diverso modo de hacer los vinos, ya

prii-tcipaliiieiiic de que ios portugueses han

cuidado de promover este comercio con los

El comercio canario-norteanierica~~y ul a exy«rtacivri de liaririas a Cubd e11 el siglo. .. 93

más sabios reglamentos en lugar de que los

canarios los han abandonado en manos de

extranjeros, quien por natural inclinación a

sus países nativos, Inglaterra e Irlanda, han

mirado única a los intereses de Gran Bretaña,

la cual, viéndose dueña absoluta de este

comercio, nos ha impuesto la ley hasta

ahora y tenido en la más dura esclavitud,

comprando los vinos al precio que quería y

cargándoles a la introducción en sus países

derechos más crecidos que al vino de

Madera, no obstante la diferencia de su

valor y llegando hasta prohibir a los canarios

el conducir a los dominios británicos en

navíos propios ni vinos ni otros productos

naturales de dichas islas, gravámenes que

no han impuesto a ninguna de las naciones

y países a donde ellos mismos tienen libertad

de enviar sus bastimeritvs"".

Gracias a la baja fiscalidad existente, el

envío de las harinas estadounidenses a

C'h2 fEe nr. i.íc norn ,L l., .. . , n.. o. me .n ..o .i.n , ny i io - . normiticí

Y" ""="'

expandir el tráfico mercantil entre las Canarias

y los Estados Unidos y reactivar, si se

quiere parcialmente, el decrépito intercan-ibio

con la isla de Cuba, casi circunscrito al

valor de los fletes de las personas y la venta

de algunas frutas secas, vinos y aguardientes.

Sarmiento practicó con asiduidad este

comercio, como lo demuestra el flctamicnto

del buque Nuestra Señora del Carmen en

1791, cuyo capitán era Mateo Cardiviola, y

que había sido contratado con anterioridad

para exportar virius a Hdrnburgu por uri

flete de 20 chelines por cada pipa y que a la

vuelta retornaría en efectos, especialmente

hierro. A su retorno a las islas fue contratado

por el portuguts para exportar vinos

con destino a Nueva York por el flete de 17

chelines por cada pipa. A su arribo a Nueva

York sería cargado con harina, con un flete

de 5 chelines por barril, que, desembarcadas

en Santa Cruz, serían fletadas en el

mismo navío para la Habana a razón de 2

pesos por cada uno'".

Este comercio sería también efectuado

por otras compañías canarias, como el riesgo

suscrito en 1791 por Pedro Franchy y la

compañía de Juan Cólogan e hijos con el

capitán palmero José Alejandro Luján la

remisión a la Habana en el paquetebote San

Francisco de 340 barriles de harina por el

valor de 3.223 pesos. El dinero sería girado

a Cádiz a la casa de Eduardo y Jacobo

Gough, parientes de los Cólogan. Sin

embargo, en caso de guerra entre España y

otras potencias se remitiría en azúcares u

otros frutos cubano^'^.

Se abriría con ello una etapa de expansión

en el comercio canario-norteamericano,

que no limitaría ni tan siquiera las guerras

de la última década del siglo XVlll y

las de la etapa napoleónica. Todo lo contrario,

pues se traduciría en una época de

esplendor de esas relaciunes favorecidas

por el bloqueo continental de Francia sobre

Inglaterra y que hacía que los caldos isleños

t u v i o r s n rápiY.- ca!iY? en !es morcudc?~

inglés y norteamericano por la ausencia de

competidores. Junto con la Casa Pasley, que

siguió operando en el Puerto de la Cruz, a

pesar de la declaración de Guerra a Inglaterra

en la época de Godoy, hegemonizarían

este tráfico las de Caballero Sarmiento y la

de su consuegro, el irlandés Diego Barry,

en numerosas ocasiones estrechamente

conectadas, y con empresas comunes con

los Cólogan. El hijo natural de Diego,

Eduardo, heredero de los privilegios de

introducir esclavos negros en Venezuela

detentados por el tío de su mismo nombre

y de sus cuantiosas propiedades en la isla

de Trinidad, había contraído matrimonio

con su hija Juliana. Diego, que contaba con

propiedades en los Estados Unidos y con

significativos miembros de su familia establecidos

en ese país, es un certero exponente

de los fabulosos negocios desarrollados

por estas casas comerciales en esos años,

amparados en la ventajosa situación que

para eiios supuso los conflictos béiicos en ia

rápida salida tanto de sus exportaciones,

94 Mniiuel Herrzández Goizzález

como en la recepcivn de sus importaciones.

Al fallecer en 1811 dejaría, según su testamentaria,

bienes por valor de 1.681.621

pesos, sin incluir en la misma sus propiedades

y réditos en Trinidad y Washington. En

opinión de Alvarez Rixo, había ganado en

esta isla más de 900.000 pesosZ5.

Las élites locales, conociendo los ventajosos

dividendos que proporcionaba ese

comercio, vislumbraron una alternativa

mucho más segura, rentable y ventajosa

que ese tráfico triangular, la permisión por

parte de la Corona de la venta directa por

navíos isleños de la harina norteamericana

en la isla de Cuba. Fue una iniciativa constantemente

esgrimida por particulares

canarios para subsanar sus desgracias o alegar

sus pretendidos méritos y servicios. Así

el gobernador de armas del Puerto de la

Cruz José Medranda solicitaba en 1792 en

pago de sus servicios bien la Intendencia de

Caracas e bien peder enviar directm-.ente

desde los Estados Unidos a la Habana u

otros puertos de la América española 20.000

barriles de harina en embarcaciones neutrales

o españolas2%S emejante argumentación

expone también en 1788 el escribano del

juzgado de Indias Vicente Espou de hacer

tres viajes desde Filadelfia a la Habana con

carga de harinas2'. En 1785 el mercader

tinerteno de origen irlandés Domingo

Molowny solicita permiso para conducirlas

desde idéntico destino en su fragata la

Minerva 4000 barriles de harina. Alegaba

para ello los daños ocasionados a sus navíos

en que se embarcaron familias isleñas

para La Luisiana por daños en la mar, apresamiento

por parte de los ingleses y quebranto

de sil cargazh.

Proposiciones similares fueron defendidas

por miembros de la aristocracia como

José Rafael Benítez de Lugo que cn 1789

había solicitado embarcar a Estados Unidos

los frutos de su vínculo en un buque españoi

de 250 a 3íiO toneiadas y reducir su

valor a harinas para transportarlas a la

Habana u otro puerto de Indias para así

resarcirse de los perjuicios de sostener una

dilatada familiaz9 o el ya citado Gaspar de

Franchy de conceder al exponente que por

dos años lleve directamente desde Filadelfia

a la Habana las harinas que en dicha

Provincia compre con sus vinos y de esa

forma reponerse de sus pérdidasi'.

De todas estas proposiciones sin duda la

más interesante es la de Jose Lugo Viña, en

la que se pueden apreciar sus prejuicios

hacia el comercio inglés y la necesidad de

reorientar el tráfico insular hacia un intercambio

privilegiado dirigido desde casas

de comercio autóctonas. En 1786 propone al

Consejo de Indias la gracia de embarcar con

navíos españoles vino de Tenerife a las

colonias inglesas de a su vuelta tocar en la

Habana y dejar harina. En sus alegaciones

sostiene que "los naturales de Canarias

extraigan sus productos por sí mismos y no

per facteres extr-rnjeris q ~ !nes tiene=

esclavizados" y en buques propios; que permite

incrementar el comercio porque las

harinas son necesarias en la Perla de las

Antillas y se permutan por azúcar, suelas y

otros efectos para ser llevados a las Canarias.

Argumenta que la venta de harinas es

necesaria para que el vino gane reputación

en los Estados Unidos y que el comercio

entre la Habana y la América del Norte en

nada es perjudicial para los intereses del

Estado, aunque entiende que sí lo sería en

dirección ii-iversa. De esa forma entiende

que "cortará el comercio pasivo y ruinoso

que sigue al presente la Gran Bretaña con

las Canarias, a donde vende sus manufacturas

a cambio de dinero y de algunos

vinns que por falta de cnmpetencia compra

al precio que quiere y conduce necesariamente

en embarcaciones inglesas". Alude

cn su petición "scr hijo scgundo dc una casa

ilustre en aquella isla", de un padre que

dejó 10 hijos a expensas del primogénito, y,

"temiendo pasar ia vicia inúrii y miserabie a

que están reducidos los hijos segundos en

El comercio canario-norteamericano y la exportación de harinas a Cuba en el siglo ... 95

aquellas islas, ha emprendido la carrera del

comercio, esperando no derogar en esto su

nobleza"". En ese mismo año solicita también

la gracia de introducir 10 o 12.000

negros con libertad de derechos, "de que

resultaría no sólo el fomento del comercio y

extracción de los frutos de Canarias, sino

tclmbiCn el quitar dc manos de los ingleses

una buena parte de aquel lucrativo tráfico

de negros que han gozado casi exclusivarrierite

hasta ahora COII hd1.10 perjuicin de la

nación española". Sin embargo, paradójicamente

reconoce que "no tiene dinero para

emprender semejante tráfico por lo que

solicita llevarlos a la Habana bajo bandera

inglesas". Reconoce que es su ánimo fomentar

el comercio de los isleños por sí mismos,

pues de otra forma se les abandona "a

manos de los ingleses que los tienen bajo el

más vergonzoso yugo y dependencia, causa

a que principalmente debe atribuirse la

decadencia del comercio y atraso de la agricultura

de aquellas islas que, produciendo

hasta los años de 1745 desde 10 a 12.00

pipas de vino para extraccicín, apenas se

sacan en el día 4000". Arremete contra las

casas de comercio establecidas en las islas,

pues señala que, aunque hay cualro o cinco

"inglesas o irlandesas natural i~adasy a y

establecidas por el tráfico de vinos, también

io es que aicnas casas no son más que

meros comisionados de los ingleses, los

cuales no tienen ni un único navío para

aquel comercio, ni pucdcn enviar nuestros

vinos bajo bandera española a los dominios

británicos por el vigor sin ejemplar que usa

con nosotros aquella nación". Finalmente

exagera la nota sobre la reexportación de

harinas, pues señala que es "una especulación

de dos años que no daría para los gastos"

y expone con claridad su visión sobre

la Norteamérica de su tiempo al sostener

que "siendo la labor entre ellos sumamente

cara, no han podido establecer manufactu-

Ida -.. , .-u--:- 11 -:-- 111 auli yala au y~uylu culiaullw , iiuc~itras

que "los géneros europeos que a la conclusión

de la paz abundaron allí en exceso

(por un error de que todas las naciones

comerciantes están bien arrepentida), escasean

tanto al presente por la falta de dinero

y de crédito que experimentan aquellos

colonos que siendo muy fácil llevar dichos

géneros en derechura desde nuestros puertos

habilitados, sería un imposible conducirlos

desde los Estados Unidos de América,

a donde se venden mucho más caros

que en la misma Habana", no produciendo

los naturales por no tener ni minas ni

manufacturas sino "granos, maderas y otros

efectos de poca monta"".

Clarividente análisis de la sociedad

americana de su tiempo efectuado por

alguien que la visitó en varias ocasiones.

Pero, como ocurrió con las de sus antecesores,

la Corona dcscstimó sus propuestas.

Las presiones del comercio gaditano se

dejaron oir y no sólo se prohibió la posibilidad

del comercio directo con los Estados

Unidos, sino que se puso en grave peligro

la continuidad del negocio de exportación

de harinas cuando una Real Orden de 22 de

noviembre de 1791 exigía 2 pesos más por

cada barril. Impuesto que gravaba con 40

reales a cada barril de harina exlranjjera a su

salida de Canarias. Ello motivó la inmediata

protesta de los poderes locales canarios.

En í792 ei comerciante paimero Francisco

Fierro y Sotomayor, como diputado de

las islas de Tenerife y la Palma expone en

un memorial las consccucncias que había

traído consigo la puesta en vigor de este

impuesto. Estima que el nuevo sistema de

comercio adoptado para la América había

sido el principio de la decadencia de las

Canarias pues había traído consigo la pérdida

de estimación de sus producciones

frente a las peninsulares y las extranjeras.

Por ello "el único apoyo que les resta para

poder subsistir consiste en los vinos que

sacan los Estados Unidos de la América

-y-a-t-j-a l~3u- uU-L - ll--.l.:--a- llllaa 1la- l ~ ~ a yy auI~~ cu2 -c a-.u.

importe, pero, como la entrada de este renglón

excede a su consumo (no obstante que

püi- lo gcnra! no prvdüccn 1 ~is!a s e! pan

suficiente) ha sido siempre casi indispcnsable

llevar los sobrantes a nuestras Américas,

ias más d e ias veces con ~widbit.q uebranto

así por el menoscabo que recibe este

delicado género en el retardo de 5 ó 6

meses que se consumen en venir y retornar

a aquella parte del mundo". Esa reexportación

era con todo soportable hasta que se

recargó con el citado impuesto. Ante tal

situación Fierro solicita la concesión del privilegio

de poder llevar directamente desde

los Estados Unidos a la Habana harinas

adquiridas con el iniportc dc la venta de

S I I ~x~ ino~co,.n lo que se ahorrarían muchos

gastosy 11vs cubanos recibirían "el beneficio

de tener más frescu y más sano este alimente

de primer2 ~?ecesidad"p, ero con l a ribligación

de retornar a Canarias. Si se desestimase

esa petición pide que el menos "se le

baje el derecho de 30 reales por barrica y se

reduzca al de 7'5% como si fuese fruto del

país"".

En el mismo informe se solicita td111bi6n

la importación anual de 150 pipas de aguardiente

francés con el objetivo de imitar a los

madeirenses que realizan semejante introducciGn

para componer sus vinos añadicndo

10 cuartillos a cada pipa, con lo que se

conseguiría una mayor calidad y "hacerlos

tan análogos a los de la Madera que los

ingleses de paladar más delicado no lo distinguen".

Gracias a ella se podrían beneficiar

6000 pipas de vino por quinquenio, con

lo que adquirirían una cotización mucho

más ventajosa".

El Consejo de Indias hizo caso omiso de

tal representación y mantuvo la vigencia de

la Real Orden, con lo que la reexportación

de las harinas norteamericanas a Cuba sc

puede dar por concluida. Unos comerciantes

tinerfeñus, Tomás Hernández Barrios y

Francisco Mandillo, dueños del buque

Nuestra Senora de la Cunceycióri, habían

traído del puerto de Baltimore un cargamento

de 1500 barriles de harina. De ellos

rnerr.barcaron 1001 psrs la Habana de su

cuenta pagando el 2% de derechos al admiiiistrador

gcncral de Hacienda cuando se

vici.oi., yiriiAu: i-u'-v ~C OE !U püestu cn vigor

de la Real Orden que le gravaba con dos

pesos más por cada barril, solicitan que se

ies exima de su cumpiimiento que suyuiiíd

una tasa total de 12.002 pesos con la que no

contaban cuando iniciaron la transacción.

Sin embargo el Administrador de la Real

Hacienda por su fallo de 9 de marzo de

1792 se lo deniega señalando que la Real

Orden no admite interpretacih, "pues se

manda cobrar el nuevo impuesto en las

harinas extranjeras, no sólo para Caracas e

Indias y Rcino de Santa Fe, como anteriormente

estaba declarado, sino sobre toda

harina extranjera que se embarque en estas

islas para cualquier parte de América"".

La implantación de esta tasa quebró este

negocio y restringió aún más los intercambios

canario-cubanos. Las clases mercantiles

canarias, no obstante, trataron de rebajar

la fiscalidad Tn ocasiones trataron de utilizar

la ruta Tenerife-Filadelfia-Cádiz-Habana

para obviar el pago de estos excesivos

derechos. A pesar de ello no cabe duda que

sólo la reducción impositiva podía volver a

rccuperar tan floreciente negocio como

reconocio Juan Cólogan en 1802 en una

carta al comerciante cubano Simón Poey,

pues sin ella "sería fácil hacer venir aquí de

Baltimore o Filadclfia una o dos cargazones

y dirigírselas a Vds. por cuenta a mitad, o

de nuestra cuenta, sin concurre~iciaa lguna,

que es como debiera"'..

T.a Casa de Comercio Sarmiento-Craig

es un buen ejemplo de como la burguesía

comercial estaunidense supo rentabilizar

sus conexiones desde el archipiélago para

adquirir prebendas dentro de la hiirorracia

godoísta y aprovccharse de esa situación de

privilegio, aunque en ocasiones la presión

de los sectores opuestos tuvicru. rcsultadoc

econhnicos desastrosos. Así en 1792 consiE1

comercio canario-norteamericano y la exportación de harinas a Cuba en el siglo ... 97'

guió un permiso real para exportar caldos

tinerfeños a Oriente, pese al informc negativo

de la Compafiía de Filipinas, consciente

de los dividendos que le reportaría ese

intercambio niercantil. Cuando ya tenía

preparada la fragata para transportar 1200

pipar de vino Ilegí, iina real nrden qiie 411spendi6

su puesta en ejecución. Esa denegación

le originó su primera quiebra. Para ello

..,. . , . . vn-.,. m.. - 3 3 - *n"?.,-.n,..-*-"

.tu A C k L L " J L L L a<&., .,L 6uL.~ILIVIILyY CIX ?8C2

aparece demandando un permiso para

transportar a Caracas y a Cuba 60.000 barriies

de harina y iabias para ia Íabricacih de

cajas de azúcar. Como contrapartida importaría

de Cuba miel de caña para otros puertos

americanos. Su propuesta lue aceptada

por la Corona que por una Real Cédula de

septiembre de 1802 le permitió importar de

Norteamérica tablas, vigas, duelas y arcos

de palo con destino a Cuba a cambio de

miel de caña, pudiendo introducir paralelamente

dos mil pipas de vino canario en los

Estados Unidos3'. En 1803 trató de monopolizar

el próspero comercio de la barilla en

Lanzarote y Fuerteventura con unas ventajosas

propuestas para los cultivadores que

le enfrentaron con la oligarquía local y los

comerciantes del Puerto de la Cruz que lo

monopolizaban en la practica, por lo que su

proyecto no se llegó a reali~ar'~.

El comercio en el tránsito del siglo XVIII

al XIX

Sin embargo, sería aprovechando las

coyunturas bélicas de las Guerra contra

Inglaterra que antecedieron a la invasión

francesa de la Península cuando sabría rentabilizar

con creces sus relaciones en la

Corte gracias a la amistad con el antiguo

Comandante General de Canarias y \'irrey

de México, el Marqu6s de Branciforte, cuñado

de Godoy. Sus estrechas conexiones con

la burocracia godoísta le llevaron a hacer

posible que compatibilizase su cargo como

alto funcionario de la Hacienda española y

como comisionado para la liquidación y

cobranza de las deudas del Real Erario en

las cxpedicioncs dc neutrales en las guerras

acaecidas a partir de 1797 con su papel

como comerciante implicado directamente

en los mismos. En 1803 el Marqués de Branciforte

obtendría el privilegio de introducir

100 n0 barriles de harinas lihrw dp irnpi~estos

en Venezuela y Cuba. La Casa de Consolidación

compró el privilegio y lo cedió a

!a C J Y ZC raig-Carmi~ntoS. e ca!c~!an e i ~

más de 200.000 pesos, además de los

300.000 abonados a Branciforte, las ganancias

de la cvi~ipai~LíaU I ~s u I I ~ V I I U ~p~r&~ V

ticamente real del comercio vcnezolano

entre febrero de 1807 y 28 de octubre de

lW8, pues no sólo controlaba el renglon de

las exportaciones de harinas norteamericanas

a Venezuela, sino también el de manufacturas

europeas a través de su comercio

en buques neutrales".

El comercio entre los bstados Unidos y

Canarias no sólo no disminuyó sino que

creció activamente en la década de los 90,

cspccialmcntc a partir dc 1796, gracias al

bloqueo continental napoleónico. Canarias

vivió una etapa de pasajero y coyuntural

auge mercantil que duraría hasta el fin de

la Guerra Europea j7 la derrota de

Napoleón. Pese a la reanudación por tales

motivos del comercio con Inglaterra y la

acentuación de los intercambios con otros

países europeos a través de buques neutrales,

vía en Id que rio poco pdyt.1 desarrullaron

los neutrales navíos angloamericanos,

el tráfico con los Estados Unidos fue el más

fructífero y rentable de cuantos se efectuaban

con el exterior. Baste comparar las

cifras oficialcs proporcionadas por los

registros aduaneros. Las exportaciones a los

Estados Unidos representaban entre los

años 1800-1804 el 43'6% del valor total y en

la del Puerto de la Cruz, principal centro

vinícola del archipiélago, el 47'6 en 1804.

Para valorar la importancia de esas exportaciones

baste señalar que en 1804 se

embarcaron desde el Puerto de la Cruz

Y 8 Manuel Hcrnc7izdcz Coniálci

48.725 arrobas de vino con destino a los

Estados Unidos; y 90.117 a Inglaterra. Pero

más sorprende es la calidad del vino que se

demandaba en ambos países, pues el valor

total en reales de vellón de los caldos norteamericanos

era superior al de los ingleses,

pese a la elevada desproporción de las arrobas

extraídas, 847.250 frente a 81 1.1 7,V Sin

embargo, en la aduana del Puerto de Santa

Cruz, las exportaciones entre los años 1800-

1804 fueron abiertamente favorables a Esta

dos Unidos frente a Inglaterra. El porccntaje

de sólo 43'6 por ciento está distorsionado

,y,k .r C! L,c-lilL-cr-Lu . -L - -1'- ; ~ i r c ~ ~ ~ i r u iUde~bidvrr oiiacio

desde las Canarias en esos años con otros

países y que tuvo en Santa Cruz su eje econtjmico

central. En esos anos se exportaron

para Estados Unidos 3.345 arrobas de

vidueño con un valor de 33.500 reales de

vellón. Para Inglaterra sólo 375 arrobas con

un valor de 3750 reales"'. Como muestra de

la importancia de ese tráfico podemos decir

que sólo en el año de 1806, según fuentes

del consulado estadounidense establecido

en Tenerife desde 1795, se piiede constatar

que se abastecieron de productos canarios

62 buques de esa na~ionalidad~~.

Se piiede apreciar con estas cifras claramente

lo que venimos señalando sobre el

carácter especializado en el tráfico vinícola

do! puert= & la crUz, P"'S S& '0" 1"" que

se disponen para un sólo año, el de 1804, se

supera ampliamente las de los registros

aduaneros de Santa Cruz en el período de

1800-1804, lu que explica que, mientras que

se mantuviera el comercio vinícola como

renglón exportador central, correspondiera

la primacía a esa localidad del Norte de

Tenerife. Tales ganancias acumularon las

clases mercantiles que Alvarez Rixo llegó a

decir que con tales ingresos "esta isla debería

estar empedrada de oro y de plata"". IJn

memoria contemporánea resume las reducidas

ventajas rcales del esplendor comercial

r i a~n ,i.~.el!~ci ñ.oc, nY-i-i o se eianYn"-' -*:--

tras la emancipación de las Américas y la

paz continental europea tras la caída de

Napoleón, en que la situación en lo referente

al comercio exterior volvió a una situación

similar a la de la etapa anterior, con el

agravante de la brusca reduccinn de la

entrada de plata procedente de la migración

americana: "En el espacio de 42 años

que discurrieron desde la libcrtad de

comercio con el Nuevo Mundo hasta la

época de sus trastornos, entraron en las

islas más de 33 millones de pesos en plata y

oro acuñado; y sin embargo empezó a ser

sensible la escasez de numerario, desde el

momento que cesaron las relaciories cumerciales

con la América, lo que prueba evidentemente

que de aquella suma de millones

era muy corto el número que se hallaba

en circulación en la provincia; y aunque la

escasez no se había notado con anterioridad

a la emancipación de hecho de las colonias,

americanas, no fue porque estos caudales

hubiesen dejado de salir de las ir!as y

rcfluido en beneficio de los países extranjeros,

sino porque, no habiéndose hasta

entonces paraliaadv el comercio de ellas

con dichas colonias, tampoco se había tenido

un motivo para percibir su falta"".

El comercio canal-io-estadouriiderise era,

pues, un renglón imprescindible para la

economía insular, no sólo por ser la única

d i & ÍdciiDie de sus vinos, sino también

por ser el abastecedor de maderas para sus

barriles. Tal dependencia en ese sentido se

estableció. que, paralizado el tráfico entre

1812-14 por la guerra angloamericana, se

notó en las islas la escasez de madera para

hacer frente a la demanda de barriles de

vino. Pero, junto con la lejanía y el carácter,

con la excepción de la barrilla por aqu~llos

años, cuasi exclusivo en las exportaciones

de los vinos, el principal obstáculo para su

permanencia se debía a los reducidos bcncficios

que obtenían los nortearhericanos con

esta relaciones, porque la balanza de pagos

era obicrtamer~kf avüiable d ius canarios,

debido a que las importaciones estadouni100

Manuel Hernaizdez Goizzález

denses tenían durante la primera mitad del

siglo XIX pocas posibilidades de ser incrementadas

por la competencia de las manufacturas

inglesas, más baratas y asequibles

para su venta en el mercado isleño. El irlandés

José Cullen, cónsul de Estados Unidos

en Canarias, en un informe de 1836 expone

al respecto que "de hecho nuestro comercio

es más beneficioso a ellos que el negocio

hecho con Inglaterra en el consumo de sus

artículos principales, vino y barrilla, es más

grande en los Estados Unidos que en Inglaterra.

El producto de los Estados Unidos

importado aquí es sólo una pequeña parte

de sus exportaciones. Consecuentemente la

balanza es grandemente en su favoruii.

La evolución de la cotización del vino en

~iladelfiae ntre 1784 y 1861 nos puede ilustrar

fehacientemente sobre la evolución del

principal y prácticamente el único renglón

de las exportaciones canarias hasta la eclocihn

2 fin.s!ec de! s ig!~X V! de !a harri!la

(Véase para ello la Gráfica sobre el precio

del vino de Tenerife en Filadelfia, 1784-

1861). En 1784 se reactiva el tráfico tras el

largo paréntesis de la Guerra de Independencia

americana finalizada un ano antes.

La depresión por la que atraviesa la ecunomía

de las antiguas Trece Colonias no es

época propicia para un fuerte relanzamiento

de las ventas del vidueno canario. lJese a

todo, poco a poco, con altibajos, su cotización

pasa de 48'5 en 1784 a 1787 en 1787. A

partir de ese año desciende a 52'6 para mantenerse

en torno a 55 en 1790-91 y situarse

en los 60 en 1792-94. Los conflictos bélicos

finisecidares elevarán de forma considerable

la cotización de los caldvs isleños. La

Guerra contra la Revolución Francesa disparará

en 1794 y 1795 su precio, llegando en

ese último año a 82'3. La breve paz subsiguiente

haría descender a 77'2 la cotización

en 1797. En ese año la declaración de guerra

entre España e Inglaterra llevaría a una

nueva eievacion que iiegaría a su punto cuirninante

en 1801 con 91 '7. A pesar de la paz

en ese año el precio del vino sigue elevándose

hasta llegar en 1803 a 107'9. La nueva

guerra entre España e Inglaterra no se traduce

en una nueva subida, sino en una ligera

bajada, que se mantiene hasta 1808 en

que sube a 95'2 para llegar a su punto culminante

en 1810 en una etapa de plena

hegemonía en Europa de Napolcón, lo quc

hace que los competidores disminuyan y el

vino se lleve hasta 131'8 en 1812. La guerra

angloamericana de 1812-14, que sí suprme

graves restricciones a las exportaciones

canarias, dispara lógicamente su precio

hasta llegar a 172.4 en 1813. lras la paz continental

europea y la reanudación de los

contactos mercantiles con otros competidores

dcl vino isleño, su cotización lentamente

disminuye, pero significativamente se mantiene

muy alta hasta 1823, año en el que

quiebran las casas de comercio establecidas

en las islas hasta el punto de llevar a decir a

Francisco María de ILeón, q i i ~se pndía

hablar de una nueva era del comercio en las

islas4hC. on todo la bajada de la cotización

desde 1827 hasta 1834, a pcsnr de su impvrtancia,

demuestra que todavía el vino canario

tiene salida en los Estados Unidos, mientras

que es yrácticamei-ite nula en otros

mercados. 1834 marca ya la inflexión que

continuara llegando hasta unos mínimos

soio contempiacios tras ia Guerra de ia ínciependencia

Norteamericana entre 46'3 y 57'4.

La brusca elevación de los precios a partir

de 1854 lo que significa es ni más ni menos

que el definitivo hundimiento del sector

vinícola insular tras los graves daños ocasionados

sobre los viñedos por el oídio desde

1852 que llevarían a la pérdida casi total de

la cosecha en 1853. La Guerra de Secesi6n

norteamericana sería ya la espita definitiva

a una relación mercantil vinícola que había

comenzado en el siglo XVII y que con alzas

y bajas se había mantenido hasta aquel

entonces.

m, r ; ~cu aiiru que p ~ e b e ~ ~ i d ldie-l~ turá~fi co

mercantil entre Canarias y los Estados UniEl

comercio canario-norteamericano y la exportación dc harinas a Cuba en el siglo ... 101

dos entre el 1 de octubre de 1820 y julio de

1855 nos permite apreciar con claridad tales

relaciones (Véase el cuadro). Las exportaciones

canarias a los Estados Unidos se mantuvieron

con cierto relieve hasta el ano 1829

en que se registra una brusca reducción.

Con todo, podemos ver q u e d u r a n t e la

década de los 30 cl volumcn de las exportaciones

no sólo no disminuye sino que

aumenta, pues el saldo global de la década

es superior al d e los años 20. El p ~ i n l ocl aro

de inflexión es 1842, fecha a partir de la cual

es claramente perceptible la crisis. La balanza

es muy inferior si comparamos la ciecada

de los 40 con la de los 50.

Otro rasgo que condiciona seriamente

las rclacioncs e incide negativamente sobre

su continuidad y expansión cs la balanza de

pagos abiertamente favorable al archipiélagu

tanto en el valor de los productos como

en metálico. En la decada de los 20 doblan

las exportaciones c a n a r i a s doblan con

amplitud a las estadounidenses. En metálico

es incluso cuatro veces superior. En la década

de los 30 era desigualdad se mantiene P

incluso se incrementa en la exportación de

metálico. Aun cn una época crítica en la

década de los 40 el saldo, aunquc mucho

menor en su total, es notablemente favorable

a Canarias. Eran argumentos bien palpabies

contribuyen a cxpiicar ci porqué ei

comercio canario-norteamericano era ya a

mediados del siglo XIX un tráfico sin porvenir,

tal y como señalaba Joseph Cullen.

NOTAS

1 Cobre ei curricrciu dc lus >~i~-tovsC ase,

BETHENCOLMRATS SIEL"C anarias e Inglateira:

el comercio dr zinos (76.50-1800)". Anuario de

Estudios Atlánticos (A.E.A ) n02. Madrid-Las

Palmas, 1956. STECKLECY.F, . "La econotnia

uinícola de Teiwife en el siglo XVII: rrlncicin

angloesyufiulli en uri coriwcio de lujo". Aguayro

n0138. Las Palmas, 1981. GUIMERRAA VINAA,.

Buvguesia extranjera y comercio ntlííntico. La

crrryrcsa comercial irlandesa eiz Canarias (1703-

1/11) . Teneriie, 1 ~ ~i t5w .t n ~"L as isiíls iiei uiiri~

fhladeira, Azores y Catzarias) y la Anu;rica

iizglcsa dtrrantc el siglo XL7111: ma aprorinmcicí7/

a su estudio". 1 Coloquio de Historia da

Madeira. Funchal, 1986.

2 Archivo Histórico Provincial de Tenerife

(A.H.P.T.). Hacienda. 1-111-71.

3 A.H.P.T. Papeles Sueltos Orotava (P.S.O.).

Sign. 1-3. Licencias de embarque.

4 Archivo General de Indias (A.G.I.) Indiferente

General (1.G.) Leg. 31UY.

5 Véase con amplitud su proceso en PAZ SAYCHEZ

M., Historia de la francnlasoizeria en las

Islas Cariarius (1 739-1336). Las Palmas, 1984.

6 A.H.P.T. Leg.2890.

7 A.H.P.T. P.S.O. Sign. 1-3.

8 /\.FI.PT Hacienda 1-IIT-69 I.ihrn de la

Aduana del Puerto de la Cruz.

9 A.H.P.T. 1-!!!-7V. Libra dc 1.7 AY::.in de!

Puerto de Id Cruz.

10 A.H.P.T. 1-111-70. Libro de la Aduana del

Puerto de la Cruz.

11 A.H.P.T. Ibídem.

12 Archivo Histórico Nacional. Clero. Libro

2614. Libro de la Aduana del Puerto de la

Cruz de 1 de Enero de 1751 a fin de 1754.

13 A.G.1. lbídem.

1.4? A .G.I. lbídem. i~ Cidbulct~iú~yl~ u y i aa pcuiii de A.1I . I .T.

Hacienda. 1-111-71. Libro de aduanas del

Puerto de la Cruz.

16 El prufrwr ílrnirtrio Ramos sugirió la existencia

de ese comercio en RAMOSP ÉREZD, .:

"El problema de los enrhvq~rrs de hnrinas m los

registros ptiru Ariléric.~". 11 Coloquio de IIistoria

Canario-americana. Las Palmas, 1979.

Tomo 11.

17 A.G.I. LG. Leg.3115C.

18 Archivo de la Real Sociedad Económica de

Amigos del País de Tenerife (A.R.S.E.A.P.T.)

Agricultura.

19 Archivo del hlinisterio de Asuntos Exteriores

(A.M.A.E.). Expediente personal de

Sebastián de Lugo. Carta dc Francisco Caballero

Sarmiento a Sebastián de Lugo y L7ina.

Filadelfia. diciembre de 1812.

20 A.M.A.E. Ibídem.

21 .4.H.P.T. P.S.O. 1-1. Registros de sanidad de

la aduana del Puerto de la Cruz.

22 A.G.I. I.G. Leg.3115 A.

23 A.H.P.T. Leg.3849. Fletamento para Hamburgo

por Sarmiento y la Compañía Grijalba,

Arroyo y Veritoso. 11 de mayo de 1791. Fletamento

para Nueva York y la Habana Ibídem.

27 de septiembre de 1791. Esta última ya fue

reproducida por R.~\Kx PÉRLZ. D.: "El problc

mu de los erriburques de Iiarims cti los registros

para Arriérica". 11 Coloquio de Historia canario-

americana. Las Palmas, 197. Tomo 11.

24 A.H.P.T. Leg.3849.12de mayo de 1791.

25 HERVANIIWGO N~Ar7T, M.: "Mosoiic~ínn ortromericma

y crlinncipirción en 1lispariootrit:rizn: ln

obru del ~uriuriu Eduurdo Brirry". Anuario de

Estudios Atlánticos n037. Madrid-Las Palmas,

1991.

26 A.G.I. 1.G.Leg. 3109B.

27 A.G.I. Ibídem.

28 1y.G.1. 1.C. Leg.3115 i\.

29 AG 1 1 G T eg 3109R

3U A.G.I. 1.G. Ibídem.

31 A.G.1 I.G. Leg.3115A.

32 A.G.I. I.C.

33 A.G.I. I.G. Leg. 3109B.

34 A.G.I. I.G. Ibídem.

35 A.G.I.I.G.Leg.3115C.

36 Cit. en GUIMERRAA V I ~ AA,, : "Ln b~rrglicsrn

comercial canaria e11 111 etapa dr libre corriercio

(1763-1824: tina aproxininci<ii~a su estudio". En

VARIOS. El comercio libve entre Espavin 11 AYUrica

Latina, 1765-1 823. Madrid, 1987. p 272.

37 HTRNANIXGZO NZALEML.,; PAZS A~CI IEMZ.,:

"Caballero Snrrnieizto y Cmiarias. Noticfac sobre

lilr corncvciantr i l e ~ s t r n d o " . A.E.A. n"31.

Madrid-Las I'almas, 1985.

38 HERN~UDGEOZ~ ZALEMZ.,: Lfl C X ~ I Z ~ I Sd~el~ I I

roinevcio noriefl!nevicm~oe n Cnnarias: rl monopolio

de la barrllla de Loirzarote y kirertcímtuva. V

Jornadas de estudios sobre Lanzarote y Fuerteventura.

Puerto del Rosario, 1992 (En pren-

SU).

39 HERNANDGEOZN ZALEMZ,. : "Frniicisca Caballevil

Snrinicv~to, un ew~prrsnrici nl sevsiicio dc ln contrarreí~

olirción en Veiii~zircla (180b-1819)".

liebista de Indias n"192. Madrid, 1991. LLCE-

~4 SL\L.MORMA.L: ,V íspcrns de 1i7 iildcpendencin

arrwricii~iaG. lmcns. Madrid, 1986.

40 H~KNANDREOZD RIGUEGZ.:, Estadísticas de las

Islas Cunavias, lí9.3-18O6 d~ Fra~~cisrrEis rolnr y

Serrano. Las Palmas, 1983. Tomo 1. p.309.

41 ibidem. Op. Cit. 'lomo 111. pp.513-514.

42 Archivos Nacionales de M'ashington

(A.N.W.) T690 11"l.

43 Álvarez liixo, J.A.: Czmdvo Iiistciuico dc las Islas

Cuiiariac de 1808 n 1812. Las Palmas, 1955.

p.126.

44 "Merriorin relntiun al comvcio ii~tcriory exterior

de las Islas Cnrmvins, 1811. Publicada en el

Museo Canario nn35. Las Palmas, 1974. p.181.

45 A.N.W. TbY0 nol.

46 LL» Y Xu~r,r;/ IF I A G~IAR~IIA, F.M.: bftwrori~i

sobrc el iztrnso del comercio de esta prociticia,

d ~ r i g i d na l Gobicvizt~p olítico por la ]tilita de

Comercm (1 830). hlanuscrito. Biblioteca Municipal

de Santa Cruz de Tenerife (B.M.T.).