VEGUETA, Número 2,1995-1996, (65-71) 65
San Borondón
(El contexto
socioeconómico
de la expedición
de 1721)
-;' ?;uf,-su;/; di- FTistariz hldcrna, 5 i p a r t a - e n t ~ de Ciencias FTistSricas
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
66 Ferizmdo Bruquetas de Castro /Luisa Toledo Bravo de Lnguna
L a posible existencia de la isla de San
Borondón está inmersa en el conjunto
de mitos y leyendas que, desde la Antigüedad
clásica, han querido explicar el origen
del Archipiélago Canario.
Lejos de entrar cn controvcrsias academicístas
sobre la veracidad o falsedad de
estos mitos, yueleliios cü~icluirq ue han
constituído la fuente y base primordial
sobre la que han bebido muchos de los
autores que a lo largo del tiempo han ido
edificando la historia de estas islas.'
Los mitos han explicado la existencia
del Archipiélago, así como la de otras
muchas culturas dc la Antigüedad; pero en
época histórica han influído, de modo
determinante, no sólo para la disertacih
erudita, sino para tratar de llegar a comprender
aspectos psicnlógicos del pueblo
que los crea, mantiene, desvirtúa a su parecer
y los hace perdurables a lo largo del
ticrripe. Ir: cstc scntido, Snr; 3orondón es
uno de esos mitos compartido por gran
parte de la población dcl Archipiélago, probdblemente
porque las SUpUeStaS apariciones
de una isla en la línea del horizonte crepuscular
fuera tan cierta como las propias
personas que decían avistarla.
Aspecto este completamente diferente al
dc aquellos otros que además aseguraban
haberla visitado.
En el caso de los avistamientos lid quedado
más o menos claro que las posibles
refracciones de la luz, en determinadas circunstancias
climáticas, pueden dar a la
vista la impresión de que existe una isla
lejana, de proporciones irregulares, que
garantiza su existencia, al menos visual,
que no real, para aquellos que incluso en la
actualidad han logrado fotografiarla.'
Sin embargo, e11 el caso de los que alguna
vez dijeron en el pasado que ld kiabídn
visitado, sin querer oponernos gratuítamente
a sus relatos, hay que reflexionar
sobre eilo y deducir posibles errores de cálculo
o tal vez intereses ocultos que quisieran
disfrazar con tales aseveraciones: jno es
posible acaso que mintieran aquellos que
dijeron perder algunos hombres en la isla,
al tener que buscar una excusa "creible" y
en realidad los hubieran dejado abandonados
en el mar?.'
Otro caso distinto es el de aquellos que,
después de un posible avistamiento, relacionaran
esta experiencia con otros acontecimientos
culturales, sólo reconocidos en la
psique personal o imbrincados en la psicología
colectiva. No hay que olvidar que la
mayoría de todas estas narraciones fabulosas
nos llegan del siglo XVI, la centuria de
los descubrimientos, y proceden de unos
hombres aventureros, que están inmersos
en la mística y religiosidad de una Europa
en los albores de la modernidad.
Por ello, a pesar de los posibles intereses
particulares que hubiera en alguno para
variar las historias y fabular con ellas, como
era d cs;i!o propio de 10s rüelliisiiis de id
época, el mito de San Borondón tenía más
visos de realidad para los que no habían
tenido la oportunidad de otearla, que para
aquellos que supuestamente estaban más
experimentados para dar con ella, es decir,
que la población de tierra era proclive a
creer este tipo de cuentos y, de ahí, que
nacieran siempre y cadd cierto tiempo
espectativas sobre el avistamiento y que se
preguntara a los marineros si se habían tropezado
con ella.'
Aunque la existencia de la isla de San
Borondón no cs cl único tema mítico de la
historiografía de Canarias, sí es el que más
ha perdurado, precisamente porque tal vez
fuera el que tuviera más visos de realidad;
así como cl quc cm cl misterio rnás fácil de
desentrañar. De hecho, sólo se requería la
pericia de un buen piloto náutico y una
buena nave para dar con esta isla escurridiza.
Por ello, no es extraño que a lo largo del
siglo XVI fueran once las noticias traídas,
que sepamos, en que se recogían testimonios
de su avistamiento o relatos dc su visita.
Sin embargo, las expediciones "oficiales"
que se enviaron en busca de la isla, como es
de suponer, nunca dieron el fruto ansiado
de su encuenti-o.
Es a principios del siglo XVIII cuando se
envía la última de estas expediciones oficiales
en busca de San Borondón. Corria el ano
de 1721 cuando se sucedieron los comentarios
sobre el avistamiento de la Isla," lo que
induce al Capitán General, a la sazón don
Juan de Mur y Aguerre, a solicitar un informe
pericia1 sobre la existencia de este fenómeno
a uno de los hombres más preclaros
del Archipiélago, sin lugar a dudas el canario
más prestigioso de sil época, don Pedro
Agustín del Castillo y Ruiz de Vergara'.
Don Pedro Agustín del Castillo, haciendo
alarde de una gran crudicción informa y
contesta debidamente a los requerimientos
del Capitán General, dejando caer entre
iineas que es partidario de ia existencid cid
fenómeno, tal como solía referir a sus contertulios
don Diego José de Tolvsa y y don
Lucas Conejero de M~lina.~
De inmediato se pone en marcha esta
expedición que consistía en la balandra
"San Telmo", bien equipada y abastecida, a
las órdenes del capitán don Juan Franco de
Medina, al que acompañaban dos religiosos:
el padre Cristo, de la Orden de San
Francisco, y el padre Conde, de la de Santo
Domingo. Ni que decir tiene que los resultados
fueron, como en ocasiones anteriores,
infructuosos."
Pern o! ~ 7 ni1lo n~nc n r ~ n a r ia nqrtir de 1"- -'-- --- r---J -1-
este momento, será el de las implicacioncs
que tuvo esta expedición, el por qué de su
realizaciói-i, así como el de las motivaciones
que llevaron a emprenderla, por qué se
encarga el informe al distinguido del Castillo,
¿qué intereses movian a la autoridad y
qué consecuencias tendría, tanto estratégicas
como sociales y económicas, para el
Archipiélago y España el encontrar una
nueva isla en mitad del océano?.
En primer lugar hay que decir que el
Capitán General era un advenedizo, en el
estricto sentido de la palabra, es decir, un
recién llegado al Archipiélago: Juan Mur
arriba a las Islas cl 19 dc Marzo de 1719 y
fallece en La Laguna el 15 de Marzo de
1722," por lo que desconocía muchos de los
intringulis en los que se movían los poblddores
de las Islas; aunque de personalidad
abierta y caritativa, por lo que no tardó en
abanderar un movimiento de solidaridad
con las islas más necesitadas.ll
Esta circunstancia le hace proclive a
creer las conjeturas sobre la existencia de la
mitológica San Borondón; ya que las noticias
que recibe de su existencia pro\w' nen
de personajes destacados de la sociedad
canaria, lo que la hace más verosimil.
Si a esto anadimos que el Archipiélago
se encontraba pasando por uno de los
momentos más trágicos de su historia," no
rlus s c A~ Í jcil dcd urk :a u¡-gel-icia con !a que
actuó el Capitán General, al enviar la balandra
San Telmo con tanta brevedad. "
Las Islas Canarias, en las primeras décadas
del siglo XVIII, atravesaron uno de los
momentos económicos peores que se
recuerdan: el cierre del comercio internacional
de los vinos canarios agravaba la crisis
por la que atravesaba este cultivo", motor
de la economía insular, casi con total exclusividad
en la isla de Tenerife, desde mediados
del siglo XVII.'5 Ahora las circunstacias
eran peores, por cuanto se cerraban las
expectativas de soluciones: (Cristóbal Cayetñno
de Ponte fal l~c ee n 1717; riiandn era
agente de Iris Canarias en Londres, con
encargo de gestionar el comercio de vinos
con Inglaterra. Viera nos dicc quc con csta
muerte Tenerife perdió 6.000 pesos, el
comercio con las Barbados y la compañía
de vinos). ", Este comercio influta de modo
determinante en el resto de lds economías
insulares, que fluctuaban a su r i t m ~ . ' ~
El comercio de complementariedad
desarrollado en el Archipiélago hacía
San Borondón (El contexto socioeconómico de la expedición de 1721 67
O U ~ V ~ l s d<alel L as Palniai do (,re, Canara 3 L l o e c a UnWestsrs Mem<,ra D g a l e C ani r i s 2035
68 Fernando Bruquetas de Castro / Luisa Toledo Bravo de Laguna
depender a las islas entre sí; lo que determinó
durante siglos la evolución económica
de todas y cada una de ellas.'"in olvidar
que, por encontrarnos en una sociedad del
Antiguo Régimen y con una economía
basada en la agricultura (tanto de exportación
como de subsistencia), la precariedad
de la iiiisiiid deyeiidíd de rriúltiples factores,
que la hacían de frágil sostén e insegura.
I9
En cuanto fallaron los canales que permitían
la exportación de la producción de
mayor volumen y capital al que se destinaban
los cultivos de la isla principal en su
momento (el vino de Tenerife), se desencadenó
un "crack" económico que afectó, primero
a otras islas con producción vinícola
como La Palma y Gran Canaria, y luego a
aquellas que basaban su producción en el
cereal; ya que los excedentes de éste se
intercambiaban por productos vinícolas o
í;or vtros dizE de &-,tercaii-,biü
internacional (género manufacturado en
Europa: tejidos, joyas, artesanía, etc.).
Sin embargo, desde la perspectiva
actual, lo que en principio podría haber
sido una crisis solucionable con la implantación
de nuevos cultivos competitivos en
el mercado europeo, abastecedor fundamental
del Archipiélago, lo que permitiría
continuar con el floreciente comercio internacional,
se vi6 agravada al aliarse con este
factor de origen político otros de naturaleza
variada.'"
En contra de este parecer, que hoy
puede resultar de fácil dediicción, y q i i ~es
sólo el fruto del aprendizaje histórico, la
burguesía comercial del momento, controladora
de la producción vinícola, trató dc
buscar nuevos mercados a su producto,
bien en la AmCrica hispana como en la
a~~glosajoiiaA~d'e. más de intentar abaratar
el malvasía e introducir nuevos caldos de
más fácil comercialización. Sin embargo,
estas medidas no dieron el resultado apetecible
y el cultivo del vino se vió abocado a
ir desapareciendo paulatinamente del paisaje
canario. Proceso este de larga duración,
que trajo como inevitable consecuencia la
retracción de la inversión comercial, cuyo
capital fue a parar a un proceso de acumulación
y vinculación de propiedades de
aquella incipiente burguesía comercial
canaria, que encontraba en la inversión en
la tierra mayor seguridad y el mejor aval a
su supervivencia como clase.
Los otros factores que vinieron a unirse
al declive del comercio internacional fueron
concatenados a este: la producción cerealística
de las islas Orientales no encontró
demanda exterior capaz de absorber sus
excedentes que, por otra parte, se hicieron
escasos en muy poco tiempo; ya que las
catátrofes naturales se dejaron sentir en el
campo insular: unas veces la sequía, las plagas
y otras las inundaciones, que tuvieron
lugar en muy poco espacio de tiempo, se
su-nai-ün en un cúrriuio de desaciertos Íatídicos
que hacían imposible la recuperación
de cualquiera de los sectores económicos
insulares, que ya estaban implicados fehaciente
e ineludiblemente en el retroceso
económico regional. Sólo la isla de Gran
Canaria, por disponer de una diversidad de
cultivos, hasta entonces freno del lanzamiento
a las exportaciones, pudo salir
mejor parada, pero no indemne, de esta crisis,
que de aspecto primario coyuntural, iba
convirtiéndose en una crisis de subsistencia
estructural.
A todos estos factores quedan por añadir
otros, qine p r imperativi de !a cascistica,
ensombrccieron aún más el panorama
insular. Las malas cosechas y las inundaciones,
en su caso, incidieron sobre una
población que sobrevivía en los núcleos
urbanos con escasa salubridad; por ello,
las hambrunas, agravadas por enfermedades
de procedencia propia y foránea,
determinaron que, casí inmediatamente, se
produjeran epidemias, que por su virulencia,
afectaron a un gran número de habiSan
Borondón (El contexto socioeconómico de la expedición de 1721 69
tantes.
Este hecl-io obligó a que una partc
importante de la población de las islas
periféricas, sobre todo de Lanzarote y -ru erteventura, se vieran despia~acidsd e
sus lugares de origen, de tal modo que se
produjo un trasvase poblacional, aún por
cuantificar, desde estas islas hacia las islas
centrales del Archipiélago'?. Por esta
razón, Tenerife y Gran Canaria, cuyas
vidas se estaban desarrollando en precario,
como hemos visto, se vieron abocadas
a recibir, pese a argüir múltiples razonamientos
en contra, a una población diezmada,
abrumada por el hambre y la falta
de perspectivas ecoi-iómicas y, en muchos
casos padeciendo graves enfermedades,
que provocaron la alarma social entre los
hatiilantes de las islas resignadas al asilo."
Además, hay que añadir el flujo de
moneda falsa que, conocido desde finales
del XVII, viene a descubrirse para el grueso
de la población en el año 1720. La invasión
de esta moneda, que inundaba el
comercio de la islas, retrae las posibles
inversiones extranjeras y nacionales cn los
intercambios con el Archipiélago." Los
extranjeros fueron los sospechosos de
introducir estas monedas devaluadas y
también ellos fueron los responsables de
den~nciarla.~'
Otro factor que tampoco puede pasarse
p r " !te es e! prgcesn de roti.~rariñn r l t~i+
rras de realengo y del común de los pueblos,
que venía demandándose desde
hacin :iempv2" ,nünri üc cs c:: !a d6caci.u
1710-20 cuando se materializa de forma
alarmante. Un ejemplo claro sería el motín
ae Ng ü ime ~a,i~ q~u e se unirían otros cuiiflictos
de diversa índole por toda la gcografíd
arcliipielágica, que tenían en la petición
de tierras su origen: los pleitos dc
yuintos de las islas sefioriale~'~la, s revueltas
y asonadas por aguas y tierras en las
islas de realengozy. Todos ellos eran conflictos
que evidenciaban la crisis profunda
en la que vivían las capas populares del
país, ademjs de manifestar las posibles
soluciones que esta misma clase daba a
aquella coyuntura. El resultado inmediato
& Csid :LiC:i* iepriCü;ió, en a!gUiiv3
casos, en la deforestación de la masa arborea,
hasta entonces respetada por los cabildos,
y en ia supervivencia cie una gran
parte de la población, que optó por la roturación
de estas tierras nuevas, con o sin
permiso de las autoridades. Ni que decir
tiene lo que significó para el paisaje rural,
sin embargo, este sacrificio se hizo en aras
del paisanaje local.
No es de extrañar, pues, que estando
así las cosas, la población canaria superviviente
de esta catástrofe optara por buscar
soluciones radicales a su padecer. La más
rápida y bienhechora pareciá ser aquella
petición de tierras, pero, en breve tiempo,
se demostraría que la medida era insuficiente;
por la que hubo de plantearse riuevas
salidas inmediatas a la situación. La
emigración podía ser la válvula de escape
ideal a aquel descalabro estructura! de la
economía canaria. El destino del flujo
migratorio, por múltiples causas, parecía
que debía ser América3' ; ya que coincidían
algunos factores socioeconómicos que
determinaban tal solución. Por una parte
la familiaridad con que se veíd al cuntinente
americano en las Islas, consecuencia de
la tradición comercial entre ambos: por
otra parte la id«neidad del momento, ya
que desde el otro lado del océano reclamab
a n colunur y Canarias, por ~ c x o r d n cfi rmados
al principio de la crisis, estaba comprometida
a enviar cada año un
c u i i i i~i~e l i idt .e yüb:adüi-es que, en taies
circunstancias, había de superar a los asignados
oficialmente.
El Archipiclago, a principios de la centuria
dieciochesca, presentaba un aumento
de población, sobre todo jóven, que era
fruto de la bonanza económica del siglo
anterior. Este contingente poblacional e5 el
que se verá inmerso en el fenómeno
migratorio, t a n t o voluntario como d e
modo obligatorio."
Todos estos factores, que inciden de
forma directa e indirecta en e1 retroceso de
la actividad económica del Archipiélago,
resumen a p o s o modo el contexto general
en el que se desarrollan los vcintc primeros
años del siglo XVlIl en Canarias. Por
ello, no debe extrañar que el Capitán
General Juan Mur y Agiierre decidiera
preparar aquella expedición en busca de la
isla de San Borondón. No por motivos scntimentales
ni mitologicos, corno se ha veni-
NOTAS
1 Las historias generales tradicionales wbre el
Archipiélago Canario parten, en la mayoría
de los casos, de esta concepción mitológica.
para explicar los fenómenos del origen y
poblamiento de las Islas.
2 BENITO RUANO, ELOY: "Cartografía Callaria de la
d n d~ San Romndón ". V Coloquio de Historia
Canario Americana, 1979, tomo IV, (1982),
pág. 157, y en La leyenda de San Baronddn,
octava isla cairmia, Valladolid, 1978.
3 Torriani relata que en la información
practicada por el Dr. Hernán Pérez de Grado,
primer Regente de la Real Audiencia, se
recoge el testimonio dc marineros
portugueses que en 1570 dicen haber llegado
a la Isla. Es el caso de Pedro Bello, quien
asegura haber visto en las playas de San
Borondón "una cruz y unas monedas", antes
de perder a dos marineros Estos elementos
siipuesidriieriit. ius habían dejado en ia isia
unus riiarinerus franceses diez años antes.
4 VIERAY CLA\.'ITO, JOSED E: iVoticias de /a Historia
de Cnnn~iizsM, a d ~ i d ,1 978, pQ 48.
5 Otros temas que se inscriben en esta
concepción mágico legendaria afecta a las
Islas Canarias son aquellos que sitúan en el
Archipiélago a los Campos Eliseos, las Islas
de los Bienaventurados, el país de las almas,
las Afortunadas, el Jardín de las Hcspcrides,
el l'araiso y Jardín de las Delicias o la
Atlántida.
do explicando hasta ahora; sino como un
modo de encontrar posibles, aunquc drscabelladas,
soluciones a esta crisis que
afectó con tal virulencia al Archipiélago."
Desde la perspectiva actual no es dificil
encontrar razones a aquella expedición: si
la isla de San Borondón fuera descubierta
acabarían los paderimieritus de gran parte
de la población canaria, que sufría en tales
instantes la peor crisis de su historia. En
este punto sí hay que considerar la mitología
para presentar a esta isla paradisiaca,
que se proponía como la solución para los
problemas canarios de 1721.
6 VIERAY CLAVIJOJ. ,D E: Noticias ... Opus Cit, pp.
44-54.
7 VIFRAv Ci a\7rrn, !. Hi s t n ~ i nd e Cf l n c ? ? ~v~e!,. !!,
introducción y notas de Alejandro
Cioranescu, Tenerife, 1982, libro XV, epígrafe
34, nota a pié no 2, pág. 331.
BETHENCOUIITM ASSIEUA, NTONIOP:e dro
A g u s t í ~ i del Castillo en la Hlstorioxrl7fía de
Canarias, en prensa. Curso de doctorado
irripdrtidr) en la Universidad de Las Palmas
de Gran Canaria, bienio: 1592-1954.
8 Idem.
9 VIFRAv C~ ~ v r r1n.:,. A !e!nficinl?c...o prc Cit, pp. 31
54.
10 VIERA Y CLAVIJOJ.:, Noticias ... Op11S Cit, pág.
331.
11 VERAY CLL\VIJJO.: ,N oticias ... opus Cit, pág.
338.
12 Algunas catistrofcs que se sucedieron en las
isias fueron, en I;/U5, volcán en Güimar, 1706
volcán que destruye el puerto de Garachico,
171.7 diluvió en La Laguna, 1715 pleitos de
quintos en !as islas señuriales, 1718 Alborutus
en La Orotava, Agüímes, etc.
13 MILLARETSO RRESA, CUSTINH: istoria Cemral de
lus Islas Canauia4, tomn TV, Las Palmas de
G.C., 1577. Citado por J.M. Santana Pérez y
M" E. Víon7ón Perdomo en "Fuertez~entwa y
TcizerifE: exportación de tniseria 12" mitad del si,ylo
XVIllI", 11 Jornadas de Historia de Lanzarote
y Fuerteventura, Lanzarote, 1590, piig. 422.
San Borondón (El contexto socioeconómico de la expedición de 1721 71
En 1721 el Capitán general compró granos,
vestidos y medicina para socorrer a la
población de Lanzarote y Fuerteventura,
diezmada por la hambruna.
14 VIERAY CLAVIJOJ.:, h'oticias ... Opus Cit, pág.
323. En 1718 se obtiene para las Islas iin nuevo
reglamento del comercio canario con Indias.
A cambio, las Islas servían a la Corona con 12
años más del donativo del 196, que se cobraría
.. ..--':m A- 7'7-c .. ,,, , ,, ,,, j: con !a ob!ig~iór. dc i.-vWr
anualmente 50 familias, de cinco personas
cada una, a la isla de Santo Domingo; tal y
como se había pactado desde el año 1678.
15 BETIIENCOURMTAIS~S ILUA, NTONIOC:a narias c
Inglaterra: el con~eucio de villos (1630-1800), Las
Palmas de Gran Canaria, 1991, pp. 26-28.
16 VIERAY CLAVIIOJ.,: Noticias ... Opus Cit, pág.
339.
17 M~CIAAS,N TONIOL:a nzigración canflria, 1300-
1989, Ovieclu, 1992, pdg. 44.
18 TORRES S A N T A ~ AF,I ISA: Relaciones
comerciales de Gran Canaria entre 1700-1725,
~.maa p r ~ x i - ~ a ~ai ú!zn h i q u ~ i a
canaria, Las Palmas de Gran Canaria, 1981,
pp. 35 y 36.
19 SANTANPAÉ REZJ, .M. y MONZONPE RDOILhITO' ,
E.: " F I L P Y ~ P D P ~y~ IU'YP~~ P Y@A.r.t. Cit, pp. 415-
432.
20 MACI~SA,N TONIOLo: r r l i~r~x i.ó..n O pus Cit,
pág. 45.
21 BETHENCOUMRMT SIEUA, XTONIOC:n rin~iast2
If~glatrw.a.. OpusCCit, pp. 31-39.
22 SURIWG RIMONV,I CENIL":C risis de subsistencia
crr Lamaroir y Fucrtevcrittira a principios del siglo
XVIII", -4ctas do 11 Coloquio Internacional de
Historia da Madeira, Funchal, 1989, pág. 77Y-
-. .
/Yb.
23 Vid nota 13.
24 VIERAY CLA\'IJOJ,. : Xoticias ... Opus clt, pág.
ma L,L, . .
25 Idem.
26 SU~REGZR IMONV,I CENTEL:n propiedad plíblica,
viculada y cclesidstica en Gran Canariu en el
Antiguo Réginieri, Las Palmas dc C.C., 1989, 2
tomos, tomo 1, pp. 303-308.
27 BETIIE~COUMRATS SIEUA,N TONIOE:l Motín dc
Agiiimes. Agüimes (Gran Canaria), 1989.
28 Viera y Clavijo, J: iu'oticias ... Opus Cil, pág. 74.
29 Suárez Crimón, Vicente: La propiedad ... Opus
Gí.
30 MAGIA?, A,: La rnlguaiión ... Opr14 Cit, pp. 59-82.
31 MACTAAS,,: La migración ...O pus Cit. pp. 59-82.
77 VIERAY CLAVIT!O- ,N otic i d s O!JII)f:i l pág
331. Viera llama año calamitoso para las Islas
al de 1721, a causa del hambre y la
enfermedad. Lo que llevó al Capitán General,
Juan Mur y Aguerre, "redentor de la
provincia" a "expedir liberalmente para el
socorro inás de 30.000 pesos de su propia
caudal".