VEGUETA Numero 1 octubre 1993 i 167- 1771 167

Canarias y la expansión

de los iwzperialisinos:

de la Europa Bismarckiana

a la crisis finiseculcir;

1880- 1899

* Becario de Investigación Departamento de Ciencias Históricas

Universidad d e Ld5 Pdi~ndbd e Grdll Canarla

168 lavier P o ~ c eM iirrero

D esde las dos últimas décadas del siglo

XIX Europa conoció un movimiento eeneralizado

de expansión imperialista de las

potencias del momento.

Las causas & ,"+-. . - A,,-,-- 'A- -""n---.

"-'LU L A Y U L 1.3."' L L U L " , d \ - U

eran varias: motivaciones cconómicas. financieras,

demográficas, geoestratégicas e ideoiogicas

desempenaron un papel iunciameiitai,

obviamente diferente en los distintos países

según fuera la evolución que en ellos tuviesen

estas distintas variables.

La industria europea intensificó su desarrollo

gracias al progreso de la técnica: en la

agricultura fue importante el uso, en los estados

más evolucionados, de los abonos quími-

. . --A:-- --,,-,,-,-- ---A -1 -.--,.-,-- C U ~ ,I I ICUIVJ I L i ccai i i c u ~a ai cvi i iv ~i ~ L L J ~ I C J U

de los medios de transporte. En el desarrollo

del sistema de comunicaciones fue especialmente

signiticativo el del transporte maritimo,

con un gran aumento del tonelaie de arqueo,

la extensión de la navegación a vapor, la reducción

en la duración de los trayectos, la mejora

de las condiciones en que éstos se realizaban

y la baja dc los fletes El impulso dcl

transporte marítimo facilitó los intercambios

internacionales de mercancías y la llegada a

Europa de los productos procedentes de

otros continentes

Gran Bretaña seguía fiel a su política de librecambio

en la que basaba su prosperidad

industrial, a costa de un declivc de su agricultura

que le obligaba a abastecerse en el mercado

mundial de artículos alimenticios. Los

británicos mantenían su supremacía económica

como mayores productores de carbón v

manufacturas metalúrgicas y textiles, constituyendo

cl depósito a donde afluían las materias

primas y artículos coloniales de los otros

continentes. que a su vez el comercio inglés

distribuía al resto de Europa Además, Gran

Bretaña disponia de grandes recursos financieros

siendo en este sentido el primer centro

mundial.

Fundamental para el librecambio británico

era el mantenimiento del poderío naval inglés

que, por medio de la supremacía de su flota

de guerra. garantizaba la seguridad de las rutas

marítimas que en todo el mundo se encontraban

abiertas al comercio inglés Los ob-

;,t;,,,r A, 1, ,,l;tip.7 ;,71n"? n7-n ",>,O? rln - 1 ] " L ' Y " " UL 'U y"""LU ,L,.f,LL.,U L l U l L , ,2UL_1, UL U.

cancc mundial, reprcscntando un papcl

esencial en las relaciones internacionales. Para

ia aefensa y arnpiiacion ae sus intereses

mundiales Gran Bretaña disponía de poderosos

medios. su supremacía en los mares y la

influencia financiera Ello le permitía el mantenimiento

de su espléi~didon islainie~~qtou e, consiguiendo

asegurar su política mundial. restringía

sus con~promisosc on las alianzas continentales

dominadas hasta 1890 por la

A,-I,-,,;, h;,-,~,l,.,~-. n, rnnv,irnntm

U l ~ ' " " ' U C 1 " " 1 J " L " 1 I 4 \ I ' , I U , YUL 1 1 C 1 ICyILJC I I L U

ban un serio peligro para su hegemonía naval.

Por otro lado, la gran industria necesitaba

encontrar nuevos mercados para mantener su

ritmo de producción. Puesto que los grandes

Estados europeos, a excepción de Inglaterra,

adoptaron políticas proteccionistas en lo que

se refiere a su comercio exterior, los mercados

tlcl continente se abrían a duras penas. Se hacía

necesario buscar mercados fuera de Europa

o bien en los países periféricos europeos

menos industrializados. A ello se sumaba la

busca de materias primas, que podían ser

proporcionadas por los nuevos territorios incorporados

al flulo del corriercio europeo.

Adcmás, como consecuencia de los beneficios

obtenidos por la industria, los países en

los cuales ésta se hallaba más adelantada disponían

de capitales en aburidancia que demandaban

un destino remunerador donde

poder ser invertidos, ofreciendo los países

más atrasados y sin infraestructuras las mejores

posibilidades de grandes beneficios. Gran

Bretaña, Francia y Alemania realizaban las

principales inversiones, dándoles éstas medios

de presion económica y política sobre

los territorios donde colocaban sus capitales.

Así pues, la necesidad de expansión económica

y financiera favorecía la expansión colonial

que, mediante el establecimiento de zoCanarias

y la expansión de los imperialismos de la Europa Bismarckiana a la crisis.. 169

nas de irifluencia ecoiiómica permitía la reserva

de mercados ~rivilepiadosm, ás necesarios

a medida que la producción sobrepasaba

la capacidad de absorción del mcrcado intcrior

y que el mantenimiento del ritmo de la

producción precisaba importacioncs de materias

primas cuya exportación una vez elaboradas

era la forzosa conuaparuda.

Las invcrciones de capitales permitían

crear la infraestructura necesaria para transportar

los productos brutos y procuraban los

recursos necesarios para la explotación de las

riquezas naturales. y las rentas de tales inversiones

proporcionaban. a su vez, los medios

para pagar las importaciones de materias primas.

Esta internacionalización de la vida económica

con el establecimiento de nuevas corrientes

de intercambios, prudulo una mayor

interdependencia entre los países más industrializados

y los países más atrasados Europa

occidental estaba en el centro de este movimiento,

encontrándose íntimamente unida al

mercado mundial.

En este expansionismo europeo jugaba un

papel fundamental el elemento estratégico.

Mediante esta expansión se adquirían los

puntos de apoyo navales de los cuales dependía

la seguridad de las comunicaciones. Este

argumento era de particular interés para los

británicos ya que, para poder dominar las rutas

marítimas principales tanto la flota mercante

como la de guerra de Inglaterra debían

disponer dc puntos de escala donde realizar

reparacion~s,a prnviwmar r i ~rn mh~~stihle

sus barcos y asegurar todas las operaciones

necesarias para la navegación.

El efecto en las i-elaciones entre los Estados

comprometidos en el movimiento expansionista

fue, sobre todo cuando perseguían la

dominación territorial, el surgimiento de rivalidades

por el choque de intereses en el Mediterráneo.

África v Asia; se trataba de litigios

que se hallaban unidos frecuentemente a la

nolítica continental europea'. Una vez que

empezaron a escasear los territorios susceptibles

de ser concluistados colonialmente por

las potencias, la expansión adoptó nuevas formas,

persiguiendo asegurarse zonas de privilegio,

derechos de prjoridad, monopolios para

la explotación de recursos o concesiones para

la construcción de infraestructuras que abrieran

el cdrriirio dl C U I I I ~ I C ~EUll.u Ilevú dpdlejd+

do una mayor competencia en los terrenos

económico v financiero entre las potencias

europeas. a la vez que aumentó la presión sobre

los Estados colonizadores más débiles

que o bien eran despoiados de parte de sus

territorios coloniales o bien se veían obligados

a hacer concesiones en los territorios que

se encontraban bajo su dominio.

En el caso alemán, el ritmo acelerado de

su producción obligó a una expansión comercial

en busca de nuevos mercados. lo cual Ilevaba

aparejado la necesidad de abordar una

ambiciosa política naval. Sin embargo, la cxpansión

alemana fuera de Europa se producía

con un considerable retraso con respecto a Inglaterra

y Francia. interviniendo demasiado

tarde para desempeñar el mismo papel en el

reparto del mundo, por lo cual debía priorizar

el conseguir zonas de influencia económica

que irremediablemente habían de chocar con

los intereses de las grandes potencias ya establecidas.

En 1896 Alemania proclamó, por medio

del Emperador Guillermo II. sil política mundial

-Weltpolitilzi- asentada en el desarrollo

de las flotas mercante y de guerra, que a partir

de 1898 se plasmó en un ambicioso programa

que con ampliaciones posteriores estableció

las bases del poderío naval alemán, que conduciría

ya decididamente al surgimiento de

un antagonismo anglo-germano3.

Canarias y la expansión imperialista

Las Islas Canarias no fueron ajenas durante

estos años al movimiento expansionista del

capitalismo europeo en su fase imperialista.

Bien al contrario, las islas estarían presentes

170 lavitr Ponce Marrero

cn los sucesivos dcsarrollos de este movimiento

de expansión económica y financiera

Ello se derivaba de su posición estratégica,

próximas al Estrecho de Gibraltar y en el trayecto

de las más importantes rutas marítimas

abiertas al comercio europeo con America del

Sur y el continente africano. Puntos de tránsito

übligddu, Id cui islr uccih I y dprovechdrriiento

de sus instalaciones portuarias, así como la

introducción a gran escala y explotación de su

producción agrícola, se enmarcaron dentro de

este contexto de búsqueda de nuevos mercados

de inversión de ca~italesq, ue creaban la

necesaria infraestructura de transportes para

los artículos alimenticios que eran demandados

y adquiridos con las rentas que a su vez

aquellas inversiones producían.

Por otra parte. la administración espafiola.

bajo la cual se encontraba el archipielago canario.

era incapaz de frenar el expansionismo europeo

en las islas ~ U C SSU S recursos cconómicos

y financieros eran los que correspondían a

uri pdís de Id periferia europea, atrasado industrialmente,

con unas estructuras político-economicas

demasiado rigidas, y con fuertes desequilibrio~

in ternos. A pesar del tímido colonialismo

español en Africa, para cl cual la

posesión de Canarias constituía su argumento

y base fundamental, España se encontraba en

situación de aepenaencia áei capitai europeo

para poder llevar a cabo su modernización, incorporándose

como país periférico al ámbito

de acción de la expansión capitalista que venía

de la Europa al norte de sus fronteras. Este movimiento

afectó directamente a Canarias por sil

situación geoestratégica de islas ubicadas en

medio de la nueva vorágine imperialista. Si bien

los planes expansionistas de las potencias europeas

podían realizarse sin el desalolo de la

adn~inistracióne spañola fue la detensa de los

distintos intereses implicados lo que convirtió

a Canarias en una pieza clave en el entramado

de la política internacional europea de estos

años, cuyas rivalidades encontraron en las islas

un campo de acción que en numerosas ocasiones

probaron la extrema fragilidad, en todos los

órdenes, de la realidad canaria correspondiente

a este periodo que culminará con el desarrollo

de la Primcra Guerra Mundial.

En 1880, cuando la expansión europea

-sobrc todo británica en este momento- comenzaba

todavía su etapa imperialista, las 1slas

Canarias comenzaron a ser lugar de rransito

de las nuevas rutas marítimas que eran

abiertas por el comercio europeo

La política exterior espa~iola de estos

años de la Restauración4, caracterizada por el

aislacionismo y la creciente precariedad de su

posición, resultado de la impotencia obligada

por su inestabilidad y debilitamiento internos,

dcbió haccr frcntc. cn cl contexto del movimiento

imperialista europeo, a las sucesivas

embestidas que en dicho movimiento se produjeron

y que inexorablemente ponían bajo

una presión cada vez mayor los territorios de

las potencias de segundo orden que se encontraban

situados en espacios ahora revalorizados

como cabezas de puente o bases de

apoyo para d~sarrnllos pnqt~rinres Fn cstc

sentido. las posesiones insulares resultaban

de indudable valor para estos lines exparisionistas

que, además, por su lejanía del Cstado

del que dependían se encontraban en precaria

situación defensiva y eran, por tanto, más

susceptibies de ser ocupadas por las potencias

con intercscs cn la zona.

España seguía siendo en 1880 una potencia

colonial, pero eran las suyas antiguas colonias,

cuyos recursos las fuerzas productivas

esnañolas eran incanacw de ~xplntacr on ñptimos

rendimientos, pues tampoco los cxcedentes

de capital permitían las inversiones

necesarias. España coiisei~aba,a demás de

sus territorios africanos, las posesiones del

Caribe y los archipiélagos del Pacífico.

Las tentativas coloniales de Alemania

La política exterior aleniaria aún no había

anunciado su Weltpolitili, concentrada como

estaba la diplomacia bismarckiana en el aislamiento

de Francia y en conservar el lugar predominante

en el continente, pero ya mostraba

su deseo de anexioriarse dlgurids colonidi o

arrendar algunas estaciones navales que diesen

protección al comercio exterior aiemari'.

En esta línea, se interesó por algunos enclaves

del Pacífico, y exprcsó su dcsco dc ancxionarse

las Islas Carolinas, dando lugar, durante el

verano de 1885, a momentos de gran tensión

en la-. rel-rioner hi-r-~ario-alrrriar~~pi:r,i I(w

males la Cancillería gerrnana contempló la

posibilidad de iniciar hostilidades con Espaiia

y desposeerla de sus arc!hipiélagos incluidas

las Islas Canarias La causa de esta intensión

fue la acción llevada a cabo por un buque

de guerra alemán que enarboló la bandera

alemana en la isla principal de las Carolirias.

F,l bmbalador espanol en Herlin, Conde de

Benomar, se entrevistó el 30 de agosto con el

hijo del Canciller Herbert von Bismarck, a la

sazón Subsecretario de Estado en el Ausula~tiges

A& quien rehusó discutir la oferta del Gobierno

español de conceder a Alemania libertad

de comercio y una base nava! en las Carolinas

A comienzos de septiembre algunos

grupos en Madrid y Valencia mutilaron el escudo

dc armas de la Legación y el Consulado

alemanes, al tiempo que muchos de los españoles

que tenía11 ioiidecoracionei alemanas

procedían a su devolución. Ciertas indiscretds

declaraciones de la Embajada alemana en

I\A'idrirl cdYi iCniLn.r.Ui AU2~ cr l o c r l o ULVYI Rorlín - L A . 1 . . r-_nVni. e! fjn de

comprometer a Sagasta, hicieron que el lefe

de los liberales anunciase vientos de guerra

con iiierriania.

Tan pronto como el Canciller se dio cuenta

de que los españoles hablriban en serio decidió retroceder,

enviando por medio de la Embajada

en Madrid tranquilizadoras seguridades al

Gobicrno español a la vez que establecía que

la acción del buque de guerra alemán no prejuzgaba

la cuestión legal del asunto. La Armada

dic~rld~mre cibió iristrucciorics de evitar

otras acciones. El Emperador Cuillermo acordó

también ignorar por el momento el ataque

Canarias y la expansión de los imperia;ismos de la Europa Bismarckiana a la crisis 171

a la Legación, en vista de la debilidad del

Gobierno cspañol y a la espcra dc quc

éste diese cumplida satisfacción en el plazo

más breve posible. No fueron ajenas a esta

decisioii consideraciones sobre la poiitica interna

de kspaña, que se vio sacudida por este

asunto, y los intereses que acerca de ella convenían

a Alemania

La opinión del Barón Fricdrich von Holstriri,

c-olatmr~tio[ri r Risrnarck y (-nnsp/erod e

la Cancillería, de creciente influencia en años

posteriores hacía hincapié en la gravedad del

asunto, que creía era el primer revés que había

sufrido la política exterior de Bismarck, al

aceptar mansamente um bofetada de España cuyo

ejemplo podría animar a otros. Estimaba

Holsteiri que Bisrriack había perdido el rurribo

de la política exterior alemana y que, habiendo

ido tan lejos Alemania debería haber

aceptado el riesgo de una guerra con España,

vislumbrando las posibilidades de expansión

para el imperio a costa de las posesiones insulares

españolas Así, una vez destruida al

instante la Armadd espdñola, que ~orl~iderdbd

deplorable, Alemania podría capturar las Filipinas

y las Canarias".

Sin embargo, finalmente el conflicto se resolvió

por la vía diplomática y la Cancillcría

alemana aceptó el arbitraje pontificio, que

emitió uri [dudo favorable a las tesis españolas

Con ello ohtenia España el mantenimiento

sus t~rrjtorios fi!tramrjnos, pero 172

había qiiedado claro que sus posesiones insulares,

y entre ellas las Islas Canarias, iban a

suírir el d5eciiu di que id crecieriie presiúri

ejercida por el imperialismo sometería todos

los Lerritorios de ultrariiar cuyo reydrto se clisputarian

las grandes potencias

Cabe preguntarse porqué aceptó el Imperio

Alemán esta solución, que suponía renunciar

temporalmente a sus reivindicaciones conocicndo

como conocía la incapacidad española

para hacerle frente Sin dudo en esto

mismo encontramos una de las causas, la incapacidad

española no correspondía a un es172

luvier Pon~eM urrero

tado transitorio que fuera preciso aprovechar

pcrcntoriamente. Bien al contrario era producto

de un debilitamiento prolongado que

seguiría su curso en los próximos años; por lo

tanto era previsible que la maduración del

problema traería su propia solución en el momento

que Alemania estimase políticamente

propicio precipitarla, y cuando las fuerzas productivas

así lo demandasen, cosa que por

otrc lado sólu rnrnenzahac timidamente a

hacer en 1885'. La fruta estuvo madura trece

años más tarde y lamentablemente para Espaíla

la predicción de Holsleiri sobre Id elicacia

de la Armada española resultó ser muy

exacta.

El afncanismo español y el imperialismo

europeo en el noroeste africano

El noroeste del continente africano, en cuyo

espacio se encuentran las Islas Canarias, desempeñaba

el papel de cabeza de puerite

para los propósitos colonialistas que las potencias

se reservaban para este contmente

Prueba de ello son los varios intentos que hicieron

para desarrollar enclaves comerciales

de distinto tipo tanto en las islas como en la

costa africana situada cnfrentc, destacando

especialmente diferentes proyectos de explotación

del baiico pesquero canario-africano

con base de operaciones en el archipiélago"

en la costa sahariana.

Er, CspaR~e,! rnuviminntu africnistu só!u

se desarrolló a partir de los años 80, tras la

constitución de algunas sociedades desde las

cuales un reduciao grupo de intelectuaies y

políticos reflejaba las ideas expansionistas

que entre la mayoría de las potencias europeas

se hallaban ya germinadas. España sólo

había participado de la industrialización de

Europa en calidad de país dependiente de la

periferia. Por lo tanto ni el desarrollo de sus

fuerzas económicas ni los excedentes de apital

justificaban la búsqueda de nuevos niercados

comerciales fuera de sus fronteras. Sin

embargo, por su situación geográfica, España

sí sc veía obligada a prevenir los asentamientos

extranjeros frente a sus costas y ai&ipi&

lagos.

En 1884, ante la pasibidad del Gobierno

español, la Sociedad Espanola de Africanistns y Colonistas

propuso ocupar la franja costera entre

Cabo Bojador y Cabo Blanco. Se estimaba necesario

tomar algún tipo de medidas para que

en la próxima Conferencia de Berlín de 1885,

que se prnponk regular les derechuc de 12s

potencias en África, no se tomasen resoluciones

que menospreciasen los derechos que

Espdlia podía reivindicar

El 26 de diciembre de 1884, una vez que el

comisionado Bonelli había tomado posesión

de dicha franja costera, una Real orden establecía

el protectorado español sobre este litoral

Limitado por los 20 y 27 grados de latitud

norte. Los intereses a protcgcr eran los de la

industria pesquera canaria en esas aguasg, detr5s

de IOS C U ~ I C S estaba, obviamente, un interés

primordial de que ninguna potencia extranjera

se asentase en el hinterland africano de

las islas. que se verian de este modo en una

situación precaria ante la posibilidad de un

golpe de mano por parte de algún Estado europco

cn caso de conflicto con España. Bone-

I l i estaba autorizado a concluir tratados con

los iefes indígenas además de tomar posesión

de los nuevos territorios, actos para los cuales

el Gobierno español se reservaba su aproba-

, C!un

Sin embargo esta reivindicación española

no obtuvo paso franco cn el Quai d'Orsag de

Paris. Ll Lobierno galo reclamo derechos en

la zona que España se adjudicaba, en virtud

de un tratado de comercio franco-holandés

del siglo XVIII que afectaba a la zona en disputa.

Por su lado, la prensa francesa opinaba

que el prntectorado español era fi~ticio'S~e.

hacía necesario, pues, abrir negociaciones

para delimitar los derechos y atribuciones de

cada país eri id ~ofnaq ue se le ad]iidicdse En

1886 comenzaron las reuniones de una comisión

mixta hispano-francesa que se prolongaCanarias

y la expansión de los imperialisrnos de la Europa Bismarckiana a !a crisis ... 171

ron algurios años, acordando provisionalmente

la división de la península de Cabo Blanco

entre Francia y España

Alemania, por su lado, intentaba estar presente

en los asuntos del noroeste africano,

donde podía encontrar cicrtas posibilidades

para la expansión de sus intereses comerciales

'. En Marruecos, con la rriuerle del Sul~dii

Mulay Hassan en 1894 y la anarquía subsiguiente,

el creciente número de empresarios

dlerrianes se vio expuesto a ataques aislados.

Fue en 1895, tras el asesinato de un súbdito

alemán a manos de sus criados indigenas,

cuando el Gobierno alemán tomó cartas en el

asunto para asegurar el prestjgio alemán en la

zona. Una escuadra alemana fue enviada a

Tánger, en donde el representante diplomático

alemán en dicha ciudad Christian von Tattenbach.

un imperialista convencido, embarcó,

siguiendo órdenes de Berlín, en uno de los

cruceros con rumbo a Safi, desde dondc se dirigió

con una guardia a la corte del Sultán en

Fez, quien le ofreció cien mil marcos a manera

de cnmpensncifr, y nada relativo a la estación

carbonera que había demandado.

La significdcióri de este incidente venía

dada por el hecho de que el Gobierno alemán

había iiiterve~iido con el pretexto, normal en

esos años, de proteger los intereses de sus

nacionales, esto es, los del Imperio, y sus buques

de guerra habían encontrado, así, justificación

para actuar en aguas de Marruecos.

Estaba claro, pues, que Alemania no re~iuriiiaba,

de ninguna manera, a ejercer su influencia

en el nnrnwte de África

Un año más tarde. en 1896, el rumor de

que España estaba planeando vender las Islas

Canarias a Fi-dr~ciap'~r,o bó la solidez del empeño

alemán El Emperador envió un cañonero

a Gibraltar para que, en caso de confirmarsc

cl rumor, pusicse rumbo hacia algún puerto

de la costa marroquí y lo tomase para Alemania,

en la seguridad de que ésa era la melor

manera de oponerse a la creciente influencia

francesa en la costa noroeste de África, que se

vería consolidada con la posesión dc Canarias

La confirmarión de la supuesta venta del

archipiélago no llegó y el entonces Cariciller,

el Príncipe Chlodwig zu Hohenlohe, ordenó la

retirada del cañonero13

La acción había sido impulsada por el Emperador

Guillermo 11 quien, alarmado por el

lulurü de la Triple Alianza, intentó convencer

al Embajador inglés en Berlín, Sir Frank Lasce-

Iles, de la verosimilitud de la compra francesa

de las Islas Canarias, para inclinar a Gran Bretaña

hacia la Triple Alianza, aprovechando el

conflicto de Inglaterra y Francia a propósito

del Valle del Nilo, que finalizaría con el episodio

de Fashoda'? Sin embargo, existían grandes

tensioncs quc afectaban cn este momento

a las relaciones anglo-alemanas a propósito

de África del Sur; así pues, Id accióii de

Guillermo l l había sido aventurada y las irisinuaciones

a la Embalada británica un tanlo histé~

icaj'p~e,r o en cualquier caso mostraban el

cariz que tomaba la por otra parte inestable

políticd iiripe~ialista alemana que no descuidaba,

en absoluto, el ascenso de los intereses

de las otras potencias en cuanto despreciasen

los que Alemania iba desplegando en África 11,

concrctamcntc, cn cl noroeste del continente

y las Islas Canarias. Se atisbaba ya el comienzo

a gran escala de la W~ltpolitihy la Iiicha por

el dominio ae ios maresM.

La crisis finisecular de redistribución colonial

Los acontecimientos de 1898 pusieron a

prueba la resistencia que ~ o d í oaf recer el Estado

español ante la embestida seria de una

nueva potencia, y revelaron a las claras cuál

era la situación intcrnacionai dc España. un

país débil, aislado, dependiente de las grandes

potencias, aunque al margen de las alianzas

que éstas establecían, a las que poco podía

otrecer en una politica de seguridades basada

en los mutuos compromisos.

La creciente presión de los distintos imperialismo~

s obre aquellos puntos que poseían

lavier Ponce Marrero

un valor geoestratégico -con implicaciones

económicas- en alza, fue agotando los territorios

de fácil asentamiento y agudizó la competencia

entre los distintos Estados, cuyas

políticas expansionistas encontraban con mayor

dificultad nuevos espacios donde ampliar

los mercados para sus producciones nacionales

y los exccdcntcs financieros que éstas les

proporcionaban. Prueba de estas crecientes

rivalidades son los acontecimientos de Fashoda,

durante este mismo ano de 1898, como

consecuencia del choque de los imperialismos

de Gran Bretaña y Francia1:, al que nos referimos

anteriormente. Por otra parte, los intereses

alemanes aspiraban ya a estar presentes

en todo el mundo a través de la Weltpnlitih,

apoyada por la decisión de crear una gran flota

de guerra, a ello se añadió además la concurrencia

de los nuevos imperialismos representados

por los Estados Unidos 1' I a p on, * cuyas

fuerzas productivas, que habían alcanzado

un rápido desarrollo. aspiraban ahora a ampliar

sus intcrcses fucra de sus fronteras.

Todo ello se combinó en la primavera de

1898'"ara precipilar los acontecimientos

que en los próximos meses iban a poner término

a la agfinira lucha que desde hacía muchos

años una vieja potencia colonizadora libraba

para mantener sus posesiones de ultramar

a & los -- - - iiaciviiaii~iiius 10s

imperialismos. Frente a los primeros logró alguna

tregua; los segundos la habrían de devolver

a su condición, perdida cuatro siglos

atrás, de nación europea con fronteras externas

en Europa y en la próxima costa e islas

adyacentes del vecino continente africano

Ahora bieri. si ése fue el resultado que se

concluye de los tratados firmados por España,

a él se llegó después de muchos meses en los

cuales tanto en los Estados Unidos como en

las Cdricillerías europeas, así como en parte

de sus respectivas opiriiones públicas, se especuló

acerca de qué posesiones ultramarinas

españolas eran susceptibles de entrar a

formar parte en una redistribucióri entre las

potencias mundialcs. Entrc ellas, desde luego,

estaban las Islas Canarias. cruce de rutas marítinias

eii las cercariías de Marruecos, cuyo

territorio, a las puertas del Mediterráneo, sería

en los próximos arios donde se iban a enfrentar

especialmente los intereses rivales de las

potencias.

El intei-és que tüiiian Ludvs los Eslados,

durante la guerra hispano-norteamericana. en

la posible redistribución de los enclaves insulares

y costeros que España poseía en África,

viene constatado por las comunicaciones diplomáticas

que al respecto se cruzaron entre

Embajadas y Cancillerías de diferentes gobiernos,

especialmente intensas durante el

mes de mayo de 1898.

El 20 del mismo mes, el Embajador de

Francia en Washington, lules Cambon, inforrriaba

dl Ministro de Asuntos Exteriores de su

Gobierno, Gabriel Hanotaux, del desarrollo de

la guerra que, tras unos momentos de cntusiasmo

norteamericano generalizado, comenzaba

a crear preocupación por el costo que la

misma podía suponer en el caso de que fuera

prolongada. En palabras del Embalador, nadie

podía prcveer cuál sería el fin de la guerra, pero

apuntaba que la opinión común en Estados

Unidos era que si los españoles no pedían la

paz una vez les hubieran tomado Cuba. Puerto

R i u ~y Fiiipillds, se iorriarían las Canarias y se

bombardearían las Baleares.

Recordaba Jules Cambon que él había sido

Gobernador de Argelia y que muchas veces

entonces había señalado al Gobierno la

necesidad que tenía Francia de no delarse cerrar

la salida hacia el Atlántico por el puerto

de Taza y la llanura de bez, proyecto al que

Gran Bretaña se había mostrado hostil. En este

sentido opinaba que España había seguido

siempre una política obcecada en Marruecos,

habiendo delado penetrar allí a todo e[

M Z U I T ~ Oa ntes de negociar con Francia, haciendo

mención al interés que en varias ocasiones

habían mostrado los Estados Unidos por

Tánger.

Canarias \i la exoansión de los im~eriaiisrnos de la Eurooa Bisrnarckidnd a la crisis 175

Estimaba que de nuevos ducños de Iris Islas

Canarias. Ioc estadoiinidenses convertirían

en muy incómoda la ruta del Cabo y que serían

un peligro para las posesiones y el porvenir

de Francia en el norte de África así como

en el Senegal. En previsión de cualquier eventualidad.

concluía Cambon, era necesario teries

riiuy eri cuei~Lde l ciesafiüilo de 10s acontecimientos

futuros en Canarias1".

En el trastondo de las palabras de Cambon

se percibe el estado de tensión que existía

como consecuencia de las rivalidades franco-

británicas en África. Además, las buenas

relaciones entre Gran Bretaña y los Estados

Unidos hacían más indeseable la presencia

norteamericana en el noroeste africano.

Tres días después de la comunicación de

Cambon a París, el Embajador de Grm Bretaña

en España, Sir Henry Drummond LVolff, informaba

muy confidencialmente al Primer Ministro,

el Marqués dc Salisbury, que sin duda

había sospechas concernientes a la posibilidad

de que las Islas Canarias fuesen Lornadas

por los Estados Unidos: la partida del Ministro

francés en misión especial a Marrakech

era teriido cvmo confirmación del rumor, aunque

el Embajador creía que aquellos que le

daban crédito eran una gente excitada por sus ansiedades2n

Por su parte. Alemania pracncaba una política

de manos li6res, en palabras de lules Cambon,

para quien la actitud del Embajador alemán

en Washington mos~raba su intención de

inarchavei? pleno acuerdo con Francian.

El 12 de agosto de 1898, el Subsecretario

de Estado del Ausu~Wvtiges Amt, el Barón von

Richthofen, le envió un telegrama al Embalados

alemán en Madrid, joscph von Radowitz,

en el que le solicitaba no perder de vista e intormar

de todo lo referente a la reiterada cuestión

del posible proyecto de venta de las colonias

que aún conservaba España tanto si se

ofrecían sus colonias del Pacífico como dc

África, incluyendo entre estas últimas a Fernando

Póo v las Islas CanariasZL.

Por otro lado, las tensas relaciones entre

España v Gran Bretaña, por la postura de ésta

durante la guerra hispano-norteamericana2?,

se agudizaron en 1899, a propósito de ciertas

fortificaciones españolas que se construían

en las cercanías de Gibraltar, lo cual produjo

temores ingleses acerca de la seguridad del

Peñón. Con respecto a cllo sc cclcbraron con

versaciones tanto en Londres entre el Marqués

de Salisbury y el Embajador espdñol, el

Condc Rascón, como en Madrid, entre Wolff y

Silvela. En ellas. el Gobierno español se mostró

ansioso en rriariterier el slalu quo, asegurando

que los intereses de los dos países eran

los misrrios en Marruecos. Se trataba, pues, de

evitar cualquier acción inglesa contra las posesiones

costeras e insulares de Espana en el

noroeste de África. Finalmente, el Gobierno

espdiiol eiilregó al biitáriico uina nota en la

que corriuriicaba la interrupción de las construcciones

en la Bahía de Algeciras; Londres, a

su vez, respondió dando seguridades a ¡Vadrid

para el mantenimiento del statu quo14.

Todos estos movimientos diplomáticos y

de opinión produjeron un estado de gran incertidumbre

acerca del futuro de las Islas Canarias

durante los años 1898 y 1899; además,

hubieron movirnicntos militares pre~entivos

de todas las partes interesadas, El Gobierno

francés, coriscieriie Liei peiigro que pdrd >U>

posesiones africanas representaría la ocupación

de Canarias por una potencia, había

puesto su atención sobre esta cuestión desde

el primer momento de la crisis, enviando un

buque de guerra a las aguas de las islas cor~ la

niisión de observar los a~ontp~imipntoDs~e~sd e Iiiego

no fueron los únicos e incluso en 1899,

cuando cl Gabinete inglbs decidió iniciar en

África del Sur una guerra para acabar con la

resistencia de los boers, se vería iriirerrientdda

la presencia de las fiierzas navales británicas

que navegaban por aguas canarias con

rumbo al lugar del conflicto.

Por su parte. las autoridades militares españolas

en el archipiélago tomaron medidas y

lavier Ponle Marruo

dispusieron de los precarios medios con los

que contaban para hacer frente a la eventualidad

de un ataque naval norteamericano a Canarias

elaboración de proyectos para la defensd

de Id5 idds y reforzamlento de la misma

vigilancia de costas control de los buques de

guerra extranjeros en aguas de Canarias seguimiento

de las actividades de los representantes

diplomáticos en las islas 26

La crisis e n Id seguridad de Canarias durante

1898-99 producida por las circunstan

cias a las que nos hemos referido se resolvió

favorablemente para las aspiraciones españolas

de mantener las Islas Canarias bajo su pabellón.

A ello contribuyó el difícil pero efectivo

equilibrio de fiier7as Estados Unidos no materializó

la amenaza de invasión; el desarrollo

de la guerra con España y los lejanos iritereses

geoestratégicos estaduuriiderises -d pesar

de sus escarceos africanos ariteriores- no

lo exigieron. Alemania recogió parte de la herencia

española; las Islas Carolinas v hlarianas

le fueron vendidas por 17 millones de marcos.

Gran Bretaña no vio alterado el statu auo en el

NOTAS

1 Dar2 e! estudio de !S po!iticu c~r-pcu j. sü fin

con los iripetiaiisrrios cii el iriarco general de las reac

ones internacionales de este período, s.gue siendo

d r gran iirilidad la obra clásica de PIERRREEN OUVIN

HlsLoire da Re!atiom Iflternationalej, París, 1955 (varias

edicicnes en espanoll

2 Una aproximación a la W~ltpolitili.d entro de la histoiiografra

oI~- r i inna ieiiriiit. t . i i K LHU~F ~ I L U ~ ~ + I V U ,

Dcutsche Aussn1po1;tik i 87 1- 19i 8, Enzyklcpadie deulscher

Geschichte, Band L. Munchen 1989, y CRESO?

SCHOLLGDEaNs .Z ~italtprd ps Im~~riaIiír/iiOisl denbourg-

Grundriss dcr Ccschichte, Band 15, Munchen 1991

3 Fundamental para comprender en todos sus rratices

el surgimiento y desarrollo del antagonismo anglo-

germano hasta el drsencadrnamierto de la Primera

Guerra Mur,dial,c s cl análisis de PAULM K ~ N -

N ~ U Y en Tlie Rice i?f the Anqlo-Gern~an Antaqunicm

i 8hn- i n 14, iondon, 1080

3 Un estudio de la política exter:or dc Esparia durinte

la Rt'~Ld~rdci61e1rl, ViilOli MC)I<ALE5L tZCANO. Leon l!

noroeste africano. Francia, por su parte, tampoco

vio peligrar el porvenir de sus posesiones

en el norte de África y Serlegal, ni estaba

en disposición de enfrentarse a Inglaterra, como

demostrí, lo acontecidn en el Valle del Nilo

Así pues. las Islas Canarias fueron el único

de los archipiélagos españoles que, habiendo

e n t r a d o eii el iuegü de iiilereses de las grdndes

potencias, permaneció bajo la administración

española en su crisis finisecular.

Si el archipiélago canario permaneció bajo

la administración de España, ello no fue óbice

para que aumentasen los intereses aue en Canarias

tenían los imperialismos en expansión,

especialmente el británico, del que aquí nos

hemos ocupado menos por ser tarnbitn cl

más conocido27 A lo largo de los años del siglo

XX que van desde su comienzo hasta la

Primera Guerra Mundial las Islas Canarias recibieron

de lleno el impacto creciente de esta

expansión europea, pero el análisis de sus diferentes

desarrollos debe ser objeto de un estudio

niás extenso que el que nos permiten

estas páginas

Caj:ii!ü Eirihiüdvi í 186 ,- 1 y i Oj üvi r>iud~u>uÚiur p~i liíiiiu

~uteriordeE spa~aL as Palmas de Gran Canaria, 1975

5 Para la tentativa colonialista y siii mnti~ac.onese, n

la política bismarckicina dc 1883-85, es de gran interés

la obra de PPUL1 \1 KENNED~o, p cit. pp. 167- 183

6 'íhe Holsieir? Papers, \'oIumen I I . Diaries 7 9 1885. Edited

by Norman Norman Rich ancl M H Fishcr, Cambridge

ar rhe university iJrcss, IC)>/, pp 242-244

7 K L W ~H ILI J ~B~o~pA cNi:U, p.p 15- 16

8 Entre 1879 '1 1884 se registraron varias solicitudes

d e i n r e r ~ ~eesst ado~~nidensepsa r3 explotar !os recursos

pesqueros que ofrecían las aguas canarias,

habiendo llegado a propmer el establecimiento de

iina rolonia de pescadores de o s Estados Unidos

en la isla de La Graciosa, prelia compra al Gobicrno

espaiiul de lus derec:iui exclusivos durante noventa

y nueve años para la ut.lización de dicha :sla por la

flnx pc-,quc;u r,üitcamri,cana, qüe püdi'a faeriai t i i

las aguas del banca pesyutiru ~ d i i ~ r iicri,c luyendo

las aguas jurisdiccionales canarias Razones obvias

Canarias \i la e x ~ a n s i ó nd e los im~er ial i smosd e la t u r o p a Bismarckiana a la crisis 177

conccrriicntcs a la seguridad dcl archipiélago y la

salvaguarda de los intereses espaiioles motivaron

las respueitas negativas de las auturidadei españalas

a las concesiores solicitadas. ver Itsiis U Mnn-

~ i ~ hr li7l.i i~,L os pesqu~ría~L~ IIUIIO-afri~an~is( 1800-

19141 Las Palmas de Gran Canari; 1992 pp 42-13

9 Sobre el desarrollo de las oesquerias canario-atr canas

y os proyectos de exp otación españoles y extranjeros

en relación con el africanisno y la intervención

española en la costa sahariara, ibid pp 61-XU

10 loirmaldes DCbats. 17 de lulio de 1885

1 1 Una >/iiión bastznte detallada dc la politica clcrnsna

hacia iblarruecos en estos años en Fakhicis TORRANci

Wii I.IP,~ISCN, Uermanin anii Marocco before i ac j, The

lohns Hopkins Uiiversity St~diesi i Historical and

Pol~ticaSl cieriie, Bdltirriore. 1937

12 H la luz de esndio de la ciocumentación diplomática

disponib e, este rum3r llegado a Berlín carccia de

fundamento

13 El rU.ilU1 dc Id VClltd d~ Id5 I~l d 5C 3llcilld~ii hillliia !l

la acciór alemana, en FRANCS TORRANCW~IL -IAWSON

Op Cl:. pp 114-145

13 Sobre la gestión alemana cerca ce la Lnibaiada britáii

ca iiaciéiiaose eca de los rumores de venta del

archipiélago canario. y el murento de la política intwnacional

cn qiic tiivo Iiiear vPr R M' SF'ION-\~~AT

UN. Uri[a111111 iurcpe, i 789- I9 I J A Stir$ey0 1: loreign Po-

Iicy. Cambridge ;t the Un versity Press, 1437. pp 578-

58 1

15 Son pnl~brnsd e W L LANCt i+ The Dicionzacy oJ liviocrialisrvi,

i8qc-1902, 2 vols, New York, 1935.1. p 283, citddo

también en R W SETON-WATSOibNi,d

16 P ~ UML KENNLDYo, p ci:, pp. 223-250

17 La bibliogratía al respecto es muy abundante, a maileld

de inueslrd vcr R M' 5; ION-hN50N. up c i t . pp

579-58 1.4 J P T,IY~R The Slruggle for Mstery in Europt?

,848-i 9 18 nvfnr r l I lniwrcity P~PSC19 54 pp 1Xn-

383, y mas rccicntcmcntc PILI:I:L MILLA, LCS datini~s

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18 A ~ ~ t Ii\Iiuiu ssti. CEspagfltda~sla politique rnondiaie, París,

1923 pp 88-95

19 Mfashington, 20 de mayo de 1898 Jules Cambon, Embajador

de Francia en \Vashingtoi a Hunotaux. Ministro

de Asuntos Exteriores, Doci~mentsd ipli)r~iit!qut>s

frm<ai<, 187 i - 19 14 58 vol5 París, 1929 y i s . 1' serie.

XI\! 196

LO Ivladrid, 1 3 de mayo de IXYX muy conticlencial, bir H

Drurnrnord Wolff al Marqués de Salisbury British Docunwnts

on the Ouigins of thc War i 898 i 9 i 4, 14 vols,

Londres 1925-1936.11. 301

2 1 Mfashington, 20 de mayo de 1898 Jules Cambon, Embajador

de Francia en \Vashington a Honotaux, Miriislru

de Asunlos Extiriuies, Do~uvrenk diplnrninliqucs

, 1.' serie, XI1( 196.

22 Berlyn. 12 de agostode 1898 minuta del S~bseiretario

de Estado del Ministerio de Asuntos Exteriores,

Bili6ii vun Riclitiiufcii. al Eiiibalacioi cn Madrid. vun

Radowitz, Die grcsse Politik der europaeischen Kabinetie,

187 i - i g i J. 40 vol?. Berlín. 1922-1927. XV 4168

23 La actitud británica durante e conflicto y las relaciones

sntre ambos países en este período, en RCS~RIO

FII I 4 T3RRF. I~lghttrragE spanaen 1898.M adrid. 1988

24 ivladrid. 10 dc mano de 1899 secreto t~legramad e

Sir m ü 'wulíí di MdrquCs Úc Sdiisbury, Loriurcs, ió

de marzo de I KVY, secreto, telegama del Marques

de Salisbury a Sir H Drummond Wolff British Doclivreizis

. 11. 305 v 306

25 Docunienisd;plomatiq~ies , I ' >erie, XlI! p 298, nota 3

26 Arci-ivo de la Capitanía General de Canarias (Santa

Cruz de Tenerife), fondos de la 3,' sección, 3.' división

27 liecientcmente se han publicado. con edición y estudi0

pie~~nl~idlae r FRANCliiO QIJIUTPAA \AVbRRO,

los In/orrnus Ccnsirlares Br~Iáfl~cossob re Canarilis ( 1856-

1 ni ,!i I ac Palma< de Cran Canaria 1447