CASTILLO GÓMEZ, ANTONIO: HISTORIA MÍNIMA DEL LIBRO Y LA CULTURA.

SIETE MARES. MADRID, 2004. 158 PP. ISBN: 84-933012-5-6

Profetizaba Marshall McLuhan el final de los tiempos librescos, algo que, como

sabemos quienes leemos y escribimos, no sólo no se ha producido, sino que los datos

de la producción bibliográfica se han multiplicado en las últimas décadas. A este respecto

señalaba el poeta y ensayista mexicano Gabriel Zaid, en una obra titulada, precisamente,

Los demasiados libros, finalista en el Premio Anagrama de Ensayo en su edición

de 1996, que ante la avalancha de libros que se publica anualmente, el lector no

debe angustiarse ante la finitud del tiempo o de la propia vida, como recordaba Baltasar

Gracián. En una recensión que publicamos en un número anterior de esta revista,

llamábamos la atención sobre la oportunidad de Editorial Trea al publicar una monografía

dedicada a la Historia de la cultura escrita (CASTILLO, 2002). Cuando han transcurrido

varios años desde la publicación de aquella obra, un rápido vistazo a las novedades

bibliográficas sobre la historia de la escritura y de la lectura, permite comprobar

que nos encontramos en un período de crecimiento que supera las expectativas de

quienes pueden considerarse pioneros de este tipo de estudios en nuestro país (GIMENO

1998, 1999 y 2005). Así pues, no es de extrañar que Antonio Castillo, profesor titular

de Historia de la Cultura Escrita en la Universidad de Alcalá y reconocido especialista

en el estudio de las prácticas sociales de la escritura y la lectura, no deje pasar la

ocasión de aportar nuevas obras. Aunque ello produzca, como diría Zaid, cierto desasosiego

a quienes deseamos leer todas sus novedades bibliográficas.

El libro que nos ocupa es de lectura más que recomendable, al encerrar en su centenar

y medio de páginas mucho más de lo que su modesto título parece ofrecer. Parafraseando

a los clásicos, se puede decir que el libro es una historia mínima, pero en ningún

caso se trata de una obra menor del autor. Y es que, para quienes venimos siguiendo

desde hace unos años la trayectoria investigadora de Castillo, este libro no puede

encuadrarse en eso que los antiguos denominaban opera minora. El autor realiza un

recorrido diacrónico, desde los lejanos tiempos en los que surgió la escritura al servicio

de la organización de las primeras ciudades-estado, hasta el tiempo presente, en el

que la impronta de la escritura cuneiforme sobre el barro ha sido sustituida por el lenguaje

binario que transforma nuestros escritos redactados en la pantalla de un ordenador

en una sucesión de ceros y unos, permitiendo que nuestro escritos queden fosilizados

en cualquier tipo de soporte. Sin embargo, pese a los innumerables avances y

retrocesos en la historia de la escritura, los usos que se dan a lo escrito, tanto en el

ámbito privado como en el público, no han variado tanto. Siguiendo a Castillo, es fácil

entrever cómo a lo largo de la historia de la cultura escrita se han ido sustituyendo

unos sistemas de escritura por otros, los soportes escriturarios y los útiles de escritura

también han ido evolucionando, incluso las distintas prácticas de producción y apropiación

de lo escrito se han ido sucediendo en el espacio y el tiempo. Sin embargo,

detrás de esas diferencias subyacen algunos elementos comunes que permiten hacer

una auténtica historia social de la escritura y la lectura, desde los tiempos de las escrituras

sagradas (jeroglíficos) de los antiguos egipcios, hasta la era de Internet y de la

biblioteca virtual, en la que nos encontramos. ¿Acaso ahora como entonces no hay diferencias

entre quienes pueden acceder a lo escrito sin la intervención de intermediarios?

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¿Acaso detrás de los usos de la escritura y de la lectura no hay discursos y prácticas de

apropiación por parte de las estructuras de poder? ¿Y no es cierto que, ante los modelos

ideológicos dominantes en el uso de lo escritura, han surgido respuestas desde los

grupos sociales situados fuera del espacio de apropiación de las elites?

En suma, muchas preguntas que encuentran fácil respuesta en este libro de Antonio

Castillo, bien estructurado y mejor narrado, con una claridad expositiva que no se

ve limitada por las necesarias ampliaciones, ya sea referidas al dato concreto o a la referencia

bibliográfica pertinente, que han sido hábilmente relegadas por el editor al capítulo

final dedicado a las notas bibliográficas. Unas notas que, por otra parte, no son

abusivas, lo que es de agradecer en tiempos como los actuales, en los que la facilidad

del corto y pego —una más de las innovaciones tecnológicas contemporáneas en la comunicación

escrita—, se ha extendido de tal manera en las publicaciones de algunos autores,

que se multiplican los excesos que señalaba Sócrates a Protágoras (348). La bibliografía

que se incorpora al final del libro, actualizada y bien escogida, será de gran utilidad

tanto a los lectores que se inician en el estudio de la historia de la escritura y la lectura

de la mano de este libro, como a los investigadores que se acerquen a esta obra con

la mirada de un especialista que pretende escrutar las últimas novedades en la materia.

El utilísimo índice onomástico y de materias situado al final de libro es un valor

añadido para esta obra, al tiempo que un elemento más que define la excelente calidad

de la edición realizada por Siete Mares, un sello editorial independiente nacido en

Madrid en 2003, que ya ha editado otros títulos dedicados a la historia de la escritura.

Mención aparte merece la selección de textos escogidos por el autor para contextualizar

las explicaciones de los capítulos correspondientes. La treintena larga de fragmentos

escogidos constituye una excelente excusa para que el lector reflexione acerca

del desarrollo de la escritura y la lectura a lo largo de una historia de cinco milenios,

pero también un buen pretexto para animarle a acercarse a alguna obras que quizá aún

no haya podido leer. Sin ánimo de citar aquí las principales obras de las que se han

extraído los textos, no quiero dejar pasar la oportunidad de destacar fragmentos tan

suculentos como el de las admoniciones del satírico Luciano de Samosata a un ignorante

que compraba muchos libros, las confesiones de un docto lector como el humanista

francés Michel de Montaigne, o el relato de Josefina Aldecoa extraído de uno de

sus libros autobiográficos. Junto a estos textos, procedentes de obras de escritores de

distintas épocas, Castillo ha buscado testimonios que nos acercan a las prácticas de lectura

y escritura de la gente común: así, por ejemplo, la confesión del morisco Román

Ramírez ante el Tribunal de la Inquisición de Cuenca, que nos ilustra sobre la lectura

popular a fines del siglo XVI español, o el fragmento de una entrevista a una mujer

nacida pocos años después de finalizada la guerra civil, que nos acerca a las prácticas

cotidianas y populares de la escritura en la España de la posguerra.

Como no podía ser de otra manera en una obra que pretende introducir al lector en

el conocimiento del papel que han desempeñado las prácticas del leer y escribir a lo

largo de nuestra historia, no se ha descuidado la calidad del material gráfico. El libro

muestra una escogida selección de veinte figuras que, más que limitarse a “ilustrar” el

discurso, son aprovechadas por el autor para apostillar sus reflexiones, a través de unos

pies de ilustraciones que constituyen jugosos excursos que en algunos casos, superan

ampliamente la docena de líneas. Hace poco tiempo, el autor de este libro llamaba la

atención sobre el empeño de algunos investigadores por revestir su habitual método

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de investigación meramente descriptivo con los ropajes de una pretendida historia

social de la escritura (CASTILLO, 2005). Es evidente que este libro no está destinado a

ellos, sino a los lectores que se acerquen a esta obra con el interés por introducirse en

el conocimiento de la esencia misma de la escritura y de lo escrito con la mirada curiosa

de quien desea aventurarse en nuevos territorios, de la mano de un reconocido especialista

en la materia. Volviendo a recordar a Gabriel Zaid, la medida de la lectura no

debe ser el número de libros leídos, sino el estado en que éstos nos dejan. Es por ello

por lo que recomendamos la lectura de esta obra, ya que, ante la imposibilidad de leer

los demasiados libros que se acumulan en nuestra bibliotecas, una historia mínima

como ésta no sólo es materialmente posible, sino intelectualmente recomendable.

BIBLIOGRAFÍA

CASTILLO GÓMEZ, A. (coord.) (2002): Historia de la cultura escrita. Del Próximo Oriente Antiguo a

la sociedad informatizada. Ediciones Trea, Gijón.

GIMENO BLAY, F. (1998): Scripta manent. Materiales para una Historia de la Cultura Escrita, Universitat

de València, València.

__(1999): De las Ciencias Auxiliares a la Historia de la Cultura Escrita, Universitat de València, València.

__(2005): La Historia de la Cultura Escrita y la erudición clásica. Cultura Escrita & Sociedad 1, pp. 124-

142.

Manuel Ramírez Sánchez

Universidad de Las Palmas de Gran Canaria

Departamento de Ciencias Históricas

E-mail: mramirez@dch.ulpgc.es

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