VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 19

BIBLID 1133-598X (2006) p. 19-40

LA OPINIÓN MILITAR ESPAÑOLA SOBRE LA PÉRDIDA

DEL LAS COLONIAS EN 1898

CARLOS BARRACHINA LISÓN

Universidad de Quintana Roo de México

barrachina@correo.uqroo.mx

Fecha de recepción: junio de 2006

Resumen

La reacción española tras la pérdida de las colonias de ultramar fue dura. Se acusa a los militares

de ineficacia y de haber llevado a la derrota a los españoles. Éstos se sienten agredidos por la

opinión pública, y reaccionan criminalizando la política, y reclamando más autonomía. Este artículo

se centra en estudiar las principales interpretaciones que los militares españoles hicieron sobre la

derrota. Con actitud defensiva, tratando de “salvar su honor”, los militares españoles critican con

dureza las medidas políticas que les condicionaron, y “justifican” sus actuaciones como las únicas

posibles. Del texto se deriva que los militares españoles no midieron bien al enemigo que tenían

enfrente, y que confundieron el proceso de independencia, y los deseos de los diferentes pueblos,

con la sublevación de unos pocos “rebeldes indeseables”, que podían ser neutralizados exclusivamente

a través del uso de la fuerza. Su derrota la justifican por los cambios que los políticos españoles

hicieron sobre sus estrategias, y por la participación clave de las fuerzas militares de los Estados

Unidos, que intimida a los políticos españoles condicionando la retirada. Los militares no se

sienten derrotados en el campo de batalla, y piden explicaciones a la sociedad española, sin mostrar

ningún atisbo de autocrítica.

Palabras clave: Militares, Cuba, Independencia, Opinión pública, 1898

Abstract

Spanish reaction to loosing her overseas colonies was a tough one. The Spanish military establishment

was accused of being inefficient and of leading the Spaniards to defeat. The military establishment

were hurt by public opinion and they reacted by criminalising politics and demanding

greater independence. This article focuses on the main interpretations made by Spanish military

officers of the defeat. On the defensive, trying to "save their honour", Spanish military officers were

highly critical of the political measures that constrained them and they "justified" their actions as

the only ones possible. From the text, one can deduce that the Spanish officer class misjudged the

enemy they faced, and they mistook the process of independence and the wishes of the different

peoples, for an up-rising by a few "undesirable rebels", who could only be neutralised by the use of

force. They explain their defeat by the changes made by Spanish politicians to their strategies, and

by the key participation of the military forces of the United States of America, which intimidated

the Spanish political class, leading to retreat. Spanish officers did not feel defeated on the battle

field, and they demanded explanations from Spanish society, without showing the least sign of selfcriticism.

Key words: Military officers, Cuba, independence, public opinion 1898.

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Carlos Barrachina Lisón

La opinión militar española sobre la pérdida de las colonias en 1898

1. INTRODUCCIÓN

La pérdida de Cuba, las Filipinas y

Puerto Rico en 1898 es un hecho clave que

influye en la formación y en el futuro

carácter socio-político de las fuerzas

armadas españolas como institución. Al

ser uno de los sectores de la sociedad

española más directamente afectada por

la demanda de responsabilidades que

nace tras el “desastre”, es una de las organizaciones

que más reflexiona sobre lo

que éste supone, realizando un esfuerzo

apasionado de definición y comprensión.

¿Qué es el desastre?, ¿por qué se produce?,

¿quién es responsable?, ¿qué conclusiones

podemos extraer de éste? Estas

preguntas ya sea de forma intuitiva o

consciente se la realizan los diferentes

analistas militares de la época, rescatándose

en este trabajo algunas de las publicadas

entre 1898 y 19091.

El ejército es acusado por agentes

sociales como responsable de la pérdida

de las colonias, y éste reacciona con la

reflexión, y después con la acción2. En las

próximas páginas se analizará el desastre

desde el punto de vista de los militares

relacionados con el ejército español que

pensaron y escribieron sobre este tema.

Sus conclusiones son importantes para

entender el futuro carácter socio-político

de esta institución en el seno de la sociedad

española. Con el objetivo de mantener

una distancia crítica con las fuentes

utilizadas, se contrastan estas opiniones

con otras provenientes tanto de la historiografía

académica cubana, como española,

para tratar de afinar en mayor medida

una interpretación que también

contribuya de una forma equilibrada a

explicar los últimos episodios de la administración

colonial, su gradual flexibilización

final y la importante actuación del

gobierno estadounidense.

Los autores militares analizados son

conscientes de que para entender este

fenómeno, no se debe únicamente describir

los encuentros armados que tuvieron

norteamericanos y españoles en la primavera-

verano de 1898. Como mínimo se ha

de situar el ambiente político, y la realidad

colonial de los años inmediatamente

anteriores, así como el contexto internacional

en el que se sitúan los hechos.

2. EL CONTEXTO COLONIAL Y SUS

PROBLEMÁTICAS

Ya en la década de 1880 algunos estudiosos,

como Francisco Javier de Moya

(1883:352) o Leopoldo Scheidnagel (1881)

critican la organización administrativa y

la política colonial española, proponiendo

las correspondientes reformas3. En

este caso las colonias asiáticas, aunque

consideradas una provincia más de la

patria, están abandonadas a su suerte,

permaneciendo en un aislamiento lamentable.

El personal europeo siempre se

encuentra de paso, por efecto de la legislación,

lo cual impide que pueda crear sus

propios intereses en las islas. Por otra

parte, la influencia, el favor personal y la

corrupción siempre se imponen por

delante del mérito y esto genera agravios

comparativos entre la población. El caso

de Cuba y Puerto Rico no es diferente.

Afirma Efeele (1901:9) que nadie ignora

que los vicios de la administración colonial

han tenido parte importante en la

génesis de las insurrecciones, llegando a

concluir que en España en lugar de seleccionar

al personal destinado a Ultramar,

se envían los desechos de todas las procedencias,

mandándolos allí a modo de

condena, como si por el hecho de cruzar

el océano dejaran de ser funcionarios

españoles. Otros personajes que también

acuden son los que quieren hacer fortuna,

siendo difícil así formar una administración

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La opinión militar española sobre la pérdida de las colonias en 1898

correcta, y mantener el prestigio de la

metrópoli4.

Fernando Primo de Rivera (1898:7-

10)5 además de confirmar todas estas afirmaciones

se queja de la poca maniobrabilidad

que tiene el gobernador general en

la toma de decisiones políticas. La mayoría

de éstas se toman en Madrid, donde

no se tienen en cuenta, en la inmensa

mayoría de los casos, las necesidades

políticas y administrativas de las regiones,

ni las opiniones de los estudiosos. Se

resuelve sin tener idea del ambiente, ni

de las preocupaciones, ni de los gustos;

los remedios siempre llegan tarde y la

única política que puede llevar a cabo el

gobernador es la de la represión de los

descontentos.

Por si fueran pocos los problemas creados

por la gestión española, los Estados

Unidos parece que ambicionan estos

territorios. El mayor del ejército alemán

Kunz (1909:8-11) atribuye a este deseo el

origen de muchos de los problemas. En

1823, el presidente Monroe proclama que

ninguna potencia europea tenía derecho

a ensanchar sus dominios en América. A

partir de este momento los intentos por

conseguir Cuba no cesan. El resultado de

la guerra con México da ánimos a los

americanos para exigir de España en 1848

la venta de Cuba, pero tal exigencia es

rechazada. En 1849 y 1851 sendas expediciones

equipadas en los Estados Unidos

fracasan al intentar entrar en Cuba6. A

pesar de los iniciales intentos de Francia e

Inglaterra por convencer a Estados Unidos

de que garantizara a España las posesiones,

éstos no sólo no lo hacen sino que

vuelven a intentar comprar Cuba en 1854.

El Presidente Buchanan en 1858 y Johnson

en 1867, según Kunz, recuerdan a

España que no podía la venta de Cuba

herir el honor español, puesto que, incluso

Napoleón, había vendido la Louisiana

años atrás.

Rechazadas estas pretensiones, Kunz

argumenta que en 1868 estalla la insurrección

en Cuba con el apoyo norteamericano,

lo que defiende señalando la “evidencia”

de que en 1873, por poner un

caso, se apresa un barco que procedente

de los Estados Unidos va lleno de refuerzos

militares7. Según este mismo autor en

1875 por primera vez los Estados Unidos

amenazan a España con una intervención

armada, pero las mediaciones internacionales

detienen la operación8. Finalmente

la guerra acaba en 1878 con la concesión a

los cubanos de los mismos derechos que

cualquier otra provincia española.

Argumenta Kunz que la suma de las

guerras civiles en España y la de los diez

años en Cuba debilitan enormemente a

este país, mientras, por otra parte los Estados

Unidos cada vez se fortalecen más.

En estas circunstancias sólo con una sabia

política que hubiese implantado reformas

se hubiera conseguido mantener la adhesión

de la colonia9. Pero estas reformas

no llegaron, estalla la insurrección y finalmente

las potencias dejan de defender la

posición española. En 1894 los Estados

Unidos que ya habían revocado el tratado

de comercio que tenían con España, establecen

barreras aduaneras que provocan

el aumento de la miseria en la isla, lo que

se convierte en un factor más que coopera

a que el 25 de febrero de 1895 se levante

la primera partida insurrecta10.

Jover y Gómez-Ferrer (2001:429-458)

tratan de interpretar la complejidad en la

que se mueve la política exterior española

desde la década de 1870 y de explicar las

reacciones de la propia sociedad española

en este período de fin de siglo. Cánovas

tiene claro, según estos autores, que tanto

por las difíciles condiciones económicas de

España, como por la alteración del panorama

internacional, se debía optar por una

política de “recogimiento”, que evitara

compromisos que desviaran al país de sus

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La opinión militar española sobre la pérdida de las colonias en 1898

verdaderos intereses. El riesgo de esta

“neutralidad”, es que sin una alianza,

será imposible conservar las islas en una

época de gran competencia mundial.

Cánovas se esfuerza, de esta forma, por

presentar una buena imagen del estado

español y en mantener con prudencia

buenas relaciones con las potencias, a

pesar de que es consciente de la decadencia

histórica de España. Los liberales por

su parte no están tan convencidos de que

la política del “recogimiento lleve a buen

puerto” y optan, no siempre con coherencia

o prudencia, por la adhesión a la triple

alianza bismarckiana. En 1895 Cánovas

no renueva el acuerdo con los alemanes,

por lo que la posición de España en 1898

será de total aislamiento11.

La existencia de fuertes grupos de presión

que no tienen interés en consolidar

los procesos de autonomía en Cuba, la

baja de los precios del azúcar12 y la existencia

fuera de Cuba de una importante

emigración, organizada políticamente

por Martí, que es sólida económicamente,

y que se encuentra repartida fundamentalmente

entre los Estados Unidos, México,

Guatemala, Costa Rica, Venezuela,

Santo Domingo, son varios de los factores

que conducen inevitablemente al conflicto

según Jover y Gómez-Ferrer (2001:443).

Esto permite el pretexto para la intervención

de un poderoso tercero que llega

precisamente en esos años “al punto de

su saturación preimperialista”13. Lo que

constituye un problema histórico sin

resolver, según estos autores, dando en

cierta manera la razón a los militares de la

época, son las motivaciones de la casi

completa incapacidad de la elite política

española para entender el problema a

tiempo y darle una solución adecuada, y

por otra parte el papel de la opinión pública,

romántico y apasionado, que no contribuye

a encarar con realismo el problema al enardecer

a las muchedumbres y presionar a

los políticos en el camino hacia una guerra

que no tenía posibilidad de ser ganada14.

3. INSURRECCIONES Y REACCIONES

MILITARES

Finalmente estalla la sublevación15,

Cánovas se da perfecta cuenta de los peligros

de la intervención de los Estados

Unidos, pero ni el ejército ni la opinión

pública querían nada que no fuera la

“política de la guerra” (CARR, 1990:371).

Las guarniciones españolas son sorprendidas

totalmente, ya que la mayoría de

los soldados estaban rebajados de servicio,

ocupados en tareas agrícolas al servicio

de los propietarios de los principales

ingenios (A+B, 1898:23-25). La importancia

de la insurrección obliga a pedir con

urgencia a la península hombres, material

y recursos. Sustituido el general

Calleja por Martínez Campos en el

gobierno de la isla, éste intenta encontrar

salidas pacíficas a la cuestión16. La principal

medida militar que impulsa es la división

de las fuerzas del ejército, en cuantos

destacamentos le son solicitados por los

propietarios para asegurar su seguridad.

El resultado de ésta medida, según señala

con acidez A+B (1898:37-44), será que

la insurrección, que estaba reducida a

una pequeña parte del departamento

oriental, se extienda por toda la isla17.

La mayoría de los analistas estudiados,

tratan de justificar desde su punto de

vista, y con el máximo detalle posible, las

acciones militares que van desde 1895 a

1898. El romanticismo y la parcialidad

presiden las explicaciones. Así, mientras

los militares y la prensa española tratan

de “insurrectos” y “bandidos” a los cubanos

en armas, la historiografía cubana

tradicional los nombra por sus rangos

militares, que son obtenidos con honor en

el campo de batalla18.

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Carlos Barrachina Lisón

La opinión militar española sobre la pérdida de las colonias en 1898

Weyler publica unas extensas memorias,

en las que trata de justificar sus

actuaciones militares. Éste (1909:9-11)

valora la paciencia que tuvo Martínez

Campos para intentar la paz, cuando precisamente

los alzados comandados por

Maceo se imponían por el rigor, los incendios

y el asesinato de todos aquellos que

no les secundaban19. Éstas fueron las

razones, según Weyler, de que la opinión

pública y la prensa solicitasen su presencia

en la isla20. Éste que representaba una

línea más “guerrera”, que la impulsada

por su antecesor, llegó a la isla el 10 de

febrero de 1896. Su línea de actuación fue

desplegar:

La energía y el rigor debidos, que fue el

principio en que inspiré mi proceder como

militar toda mi vida, allí lo seguí, pero sin

esa saña de que suelen hablar los aficionados

a leyendas; en cumplimiento de mi

penoso, pero honrado deber, procuré siempre

batir al enemigo, privarle de recursos y

evitar en lo posible las bajas de mis soldados

(WEYLER, 1909:11).

La primera medida que tomó, conjuntamente

con el general Federico Ochando,

fue la creación de un activo Estado

Mayor, cuyo primer encargo fue el de

conocer cuál era la realidad exacta del

ejército español, la situación de las tropas

y de sus voluntarios, así como del material

disponible. A partir de estos datos realizó

nuevos pedidos de hombres y material21.

Dividió la isla en tres cuerpos de ejército,

dando instrucciones para que se procediera

a la agrupación de las respectivas

unidades. Ordenó que se constituyeran

varias columnas homogéneas, con fuerza

suficiente para resistir un ataque de la

principal partida enemiga que hubiese en

la jurisdicción, con el objetivo principal

del restablecimiento de las vías férreas y

telegráficas; indicó la conveniencia de

que se estudiaran los puntos estratégicos

más principales que conviniese ocupar, y

creó la línea defensiva de Mariel a Majana

en ocho meses, posición de 34 kilómetros

que tenía como objetivo aislar a

Antonio Maceo en la provincia de Pinar

del Río. Weyler pensaba que neutralizando

a Maceo, se solucionaría buena parte

del problema, debido a que este militar

de raza negra era muy influyente entre

los insurrectos que en su mayoría, según

la opinión del general español, le seguían

por motivos raciales22.

Por otra parte, dispuso una serie de

medidas que le causaron graves problemas.

La medida más polémica fue la concentración

en los poblados de campesinos

a fin de no tener espías del enemigo y de

no facilitar a los insurrectos apoyo logístico23.

A + B (1898:82) defiende con energía

la postura del general. Según este autor, se

evitaron las consecuencias de una aglomeración

de vecindario dictando reglas

de higiene y disponiéndose zonas de cultivo

en los alrededores de los puntos fortificados,

para que no se careciera de subsistencias.

Con esta medida, según A+B,

se consiguieron varios logros positivos: a

parte de mejorar el censo, que aumentó

en un 10%, lo cual indica el volumen de

fraude que había, no se destruyeron las

zonas de cultivos más ricas24.

Los americanos no estaban de acuerdo

con este punto de vista, y a través de la

comunicación del 28 de junio de 1897,

provocaron un grave conflicto internacional,

y protestaron en nombre de la humanidad

contra esta medida25. Otras posturas

que le generaron enemigos importantes

fueron las siguientes: dado el considerable

número de fincas de importancia

defendidas por destacamentos del ejército,

se exigió a los propietarios que costearan

las guarniciones, movilizando voluntarios,

o creando guerrillas. Por otra parte

como hubo informaciones que algunos

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La opinión militar española sobre la pérdida de las colonias en 1898

propietarios proporcionaban recursos a

los insurrectos, con la condición de que

éstos no impidieran las faenas de la zafra,

el general publicó un bando prohibiendo

la zafra. No cabe decirlo que, en opinión

de los militares españoles, la indignación

de los propietarios aumentó de forma

considerable, y que esto ocasionó que

transmitieran sus quejas a la opinión

pública española26.

En España la política emprendida por

Weyler se convirtió en una baza electoral,

y en motivo de lucha partidista. Tras el

asesinato de Cánovas en agosto de 1897,

y el ascenso de Sagasta, se le sustituyó del

gobierno de la isla27. Para los militares

españoles este relevo se convirtió en una

afrenta difícil de olvidar. No se entendía

como se podía sustituir a un general “victorioso”.

Kunz (1909:11) no tiene reparo

en afirmar que no existía ninguna duda

de que los insurrectos hubieran sido

derrotados más rápidamente, si no hubieran

recibido un apoyo tan importante de

los Estados Unidos (cifra en más de 60

expediciones las que entre 1895 y 1896

desembarcaron en Cuba con hombres,

dinero, armas y municiones). Por su parte

A+B (1898:106) califica este relevo como

una ofensa al honor de las armas, y una

interferencia imperdonable del elemento

político: “convenía a un fin político que dejara

el mando aquel General”.

Desde otra perspectiva, Calixto Masó

se muestra muy duro con los resultados

que Weyler obtuvo, señalando con rotundidad

que éste fracasó ampliamente. Así

va comentando los diferentes objetivos

que el general se había marcado, y los va

contrastando. El primer fracaso fue que a

pesar de la inferioridad numérica con la

que combatió Maceo en occidente, su

muerte se debió más a un accidente que a

los planes del capitán general. El segundo

tiene que ver con la campaña contra

Máximo Gómez, que se burló de las

numerosas columnas que Weyler destacó

en su persecución, sin lograrse, a pesar de

los comentarios del general, la pacificación

de las provincias occidentales. En

tercer lugar ni la trocha de Mariel a Majana,

ni la de Júcaro a Morón, reconstruida

en 1897, no impidieron el paso a las fuerzas

mambisas. En cuarto lugar, Calixto

García dominaba Camagüey y oriente y

dominaba completamente los campos,

obligando a los españoles a salir sólo protegidos

por fuertes columnas por miedo a

ser atacados. Finalmente la política de

reconcentración no afectó a los mambises,

acentuó la inestabilidad económica y

social y predispuso contra España a la

opinión pública de los Estados Unidos,

hábilmente sugestionados por la prensa

estadounidense, y la actuación de los

representantes cubanos en ese país

(MASÓ, 1998:386).

Según Masó (1998:408-409) en 1898 era

evidente que España no vencería a los cubanos,

por que éstos contaban con ayuda

del exterior, ya que la escuadra española

nunca fue un obstáculo para la llegada de

las “expediciones”, y un importante porcentaje

de la población apoyando28, y el

ejército español no contaba con los

medios para vencerlos. En su opinión la

participación de los Estados Unidos sólo

adelantó un hecho que se precipitaba.

El 30 de octubre de 1897 el General

Blanco tomó posesión del mando. Su presencia

representaba la implantación del

régimen autonómico con las mayores

garantías posibles de sinceridad. En

enero de 1898 se constituyó el nuevo

gobierno insular, y el 4 de mayo fue

abierto solemnemente el Parlamento

cubano. En opinión de A + B (1898:114)

los principales cabecillas de la insurrección

animados con el relevo de Weyler,

que se atribuyó a la presión norteamericana,

volvieron a organizar sus partidas,

y actuar con total libertad29.

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Carlos Barrachina Lisón

La opinión militar española sobre la pérdida de las colonias en 1898

El caso de la insurrección en Filipinas es

sensiblemente diferente, aunque responde

a similares circunstancias. El general

Blanco era el gobernador general, cuando

en agosto de 1896 estalló la rebelión tagala

en la provincia de Cavite. Las tropas

españolas se encontraban en ese momento

luchando en Mindanao, que estaba

entonces, a tres días de navegación. Por

este motivo la isla de Luzón estaba desguarnecida,

y la insurrección se expandió

rápidamente. A + B (1898:124-127) atribuye

también a la poca visión, y a la confianza

que tenía el gobernador en determinadas

personas cercanas a la insurrección,

la culpa de un alzamiento identificado

tardíamente. Con su sustitución por el

general Polavieja, que llegó con 24.000

hombres, la política española en Filipinas

cambió radicalmente. Éste, como Weyler

practicó una seria política militar, atacando

sin contemplaciones a los rebeldes.

Iniciado el plan pidió 20.000 soldados

más, y al no serle concedidos dimitió del

cargo.

El 22 de marzo de 1897 fue nombrado

Primo de Rivera gobernador del archipiélago.

Según un cálculo del mismo general

(1898:24), el número total de insurrectos,

a su llegada a la isla, se podía calcular en

unos 25.000, y el de las armas de fuego

que éstos poseían en unas 1.500. Inicialmente

su política siguió la diseñada por

su antecesor. Combatió al frente de sus

tropas, y aisló a la rebelión en las montañas.

Su estrategia consistió en tomar

todos los poblados que estaban en manos

rebeldes, fortificarlos con sus tropas, y

obligar a los insurrectos a salir de las

montañas para alimentarse. Dada su

superioridad militar no tuvo problemas

en seguir este planteamiento. Rechazó de

plano solicitar más soldados, especialmente

cuando estaba próxima la estación

de las lluvias, ya que:

Dominada la provincia de Cavite; no

poseyendo la insurrección ni el más insignificante

pueblo; reducida su vida a perpetua

condenación en los montes; sin

medios, ni moral para intentar nada serio

(...) ¿qué me propondría hacer con 28.000

0 30.000 hombres más? A los que tan ligeramente

y con tan poca piedad me han tratado,

yo les contestaría que no nos darían

una pulgada de terreno sobre lo que poseíamos.

(PRIMO DE RIVERA, 1898:61-

62).

Aguinaldo y los suyos finalmente fueron

localizados en el poblado de Biac-nabató,

y el general, apremiado según afirma

por el gobierno, para que acabase con

la insurrección; confiado en poder volver

a derrotar a Aguinaldo en este poblado,

como había hecho en todos hasta el

momento, pero no pudiendo asegurar su

captura, ni la de las armas, decidió plantear

al gobierno el siguiente dilema: o

bien se compraba a los cabecillas de la

insurrección con una suma importante de

pesos, a cambio de su exilio, y de la entrega

de las armas, o bien se continuaba con

la lucha por un tiempo indefinido. Además

concluía que el ofrecimiento de

reformas políticas no conduciría a respuestas

positivas, ya que <<pelean por la

independencia; venciéndoles de uno o otro

modo se podrán dar o imponer las reformas

que convengan>> (PRIMO DE RIVERA,

1898:127).

El general confiaba que la compra de

Aguinaldo y su exilio a Hong-Kong desprestigiaría

a los cabecillas de la insurrección,

y conjuraría momentáneamente el

peligro, afirmando que:

No bastan las fuerzas militares, por

numerosas que sean y por bien dirigidas

que estén, para apagar el fuego, ni aún

siquiera para contenerlo. Son indispensables

otras fuerzas que obren material y

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Carlos Barrachina Lisón

La opinión militar española sobre la pérdida de las colonias en 1898

moralmente, y éstas han de salir precisamente

de la esencia de la sociedad (...) Una

población de 6 a 8 millones de habitantes,

distribuidos en mil islas, no pueden ser

sometidos sino por su voluntad, porque

nos crean mejor que cuanto la revolución

les promete. (PRIMO DE RIVERA,

1898:111).

Firmado el pacto de Biac-na-bató,

desde el 12 de diciembre de 1897, hasta

marzo de 1898 no volvieron a producirse

problemas en el Archipiélago.

4. LA INTERVENCIÓN ESTADOUNIDENSE

Y SUS CONSECUENCIAS

Los hechos que condujeron a la intervención

americana son muy conocidos30,

no obstante y a pesar de ello, procederemos

a describirlos brevemente, para

situar este comentario. El 4 de marzo de

1897 abandonó Cleveland la presidencia

de los Estados Unidos, y le sustituyó

McKinley, recrudeciéndose entonces las

posiciones de la política americana.

Como se ha indicado anteriormente el

secretario de estado Sherman, provocó

un incidente diplomático el 28 de junio,

protestando contra la concentración de

habitantes que Weyler había impulsado.

Además ante la insistencia de Lee, que

era el cónsul Americano en Cuba, a finales

de enero de 1989 entró en el puerto de

la Habana el buque de guerra de la escuadra

americana “Maine”, con la excusa de

restablecer la antigua costumbre de visitar

los puertos amigos. El 16 de febrero

una explosión, que los americanos atribuyeron

a un elemento externo del buque,

destruyó el crucero y produjo 250 víctimas

de su tripulación. Esto causó un gran

revuelo en la opinión pública norteamericana,

que todavía se encrespó más, cuando

se publicó integra en el “Journal” una

carta privada, que se le interceptó, al

embajador español en los Estados Unidos

Dupuy de Lome, y dirigida a Canalejas,

en la que el primero opinaba negativamente

sobre el presidente americano31. El

9 marzo el Congreso americano concede

50.000.000 de dólares para preparar la

guerra, y el 23 de marzo McKinley plantea

un ultimátum al Gobierno español

sobre la necesidad de que acabara la guerra

en Cuba a través de Woodford —embajador

de los Estados Unidos en Madrid—.

El 25 de abril el congreso americano

declara la guerra.

La guerra tanto en Cuba, como en las

Filipinas, nace viciada ante la desproporcionada

diferencia de las dos escuadras

marítimas. El control de la costa es fundamental

para transportar soldados de un

lugar a otro, para dotar de recursos alimenticios

a las tropas, y para mantener el

contacto con la metrópoli. Por otra parte

la destrucción de las dos escuadrillas

españolas, la primera dirigida por el

almirante Montojo en Cavite, y la segunda

por Cervera en Santiago de Cuba, no

sólo desmotivan a las tropas españolas,

sino que dan ánimos a los insurrectos

para seguir luchando, y a los americanos

para no cejar a pesar de los numerosos

problemas que tienen con su logística.

La primera escuadrilla destruida fue

la dirigida por el almirante Montojo.

Conocedores de su inferioridad intentaron

protegerse tras la artillería de costa,

pero no fue suficiente. Primero marcharon

al puerto de Subic, pero al darse

cuenta de la precariedad de las baterías

defensivas instaladas, finalmente se instalaron

ante Cavite. Un voluntario que

escribió diariamente las impresiones que

le causaba el sitio al que fue sometido

Manila escribía el 29 de abril lo siguiente:

Yo no me forjo ilusiones; van a la

derrota, al sacrificio de sus vidas en holocausto

de la patria. Todos los barcos son de

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Carlos Barrachina Lisón

La opinión militar española sobre la pérdida de las colonias en 1898

madera, sin protección, con muy poca artillería,

con las máquinas descompuestas

algunos de ellos; y en estas condiciones,

ante la enorme superioridad de las naves

americanas que llegarán de un momento a

otro, tienen que ser destruidos a las primeras

andanadas de ésta. (TORAL,

1898:67).

Efectivamente el 1 de mayo se presentaron

los americanos al mando de Dewey,

dejando un balance, de 101 muertos y 78

heridos (TORAL, 1898:74)32, además de

todos los barcos incendiados y hundidos.

La lucha duró escasas horas, interrumpida

brevemente para que los americanos

pudieran desayunar. A partir de este

momento se inició el sitio de Manila.

El caso del desastre de Santiago de

Cuba fue otra crónica anunciada. Gracias

a la publicación de la correspondencia del

almirante Cervera33, se puede ver los

repetidos intentos que éste hizo, para

convencer a los responsables políticos,

que no tenía la más mínima posibilidad

de resistir en un combate con los americanos.

Sus barcos no eran de madera, como

en Cavite, pero eran muy inferiores a los

americanos; y por si fuera poco no podían

aprovechar sus potenciales ventajas:

no tenían artillería suficiente, ni munición

adecuada. Algunos barcos tenían la

maquinaria estropeada, y estaban sucios

después de una larga travesía, impidiendo

que alcanzaran sus velocidades potenciales;

además el poco carbón que tenían

era de mala calidad34.

Ante la realidad que se presentaba

Cervera sólo pudo llegar a Santiago de

Cuba, y encerrarse en su puerto. Debía

haber atracado en la Habana, donde existía

una defensa marítima35, que quizás le

hubiesen permitido defenderse con

mayor éxito, pero las circunstancias logísticas

se impusieron, y tuvo que detenerse

en Santiago a repostar. Esta ciudad no

estaba preparada para poder abastecer

rápidamente a la escuadra, y los cuatro

barcos españoles, quedaron pronto encerrados

por la armada americana. Cervera

se resistió todo lo que pudo a zarpar con

sus barcos, y explicó en nuevas cartas

exactamente lo que le sucedería después.

El 3 de agosto ante la orden del general

Blanco, y cuando los americanos cercaban

ya por tierra Santiago, salió del

puerto con la intención de escapar. Pero

no fue posible:

Los americanos apenas recibieron

daño, en tanto que nuestros buques quedaron

destrozados, por el incendio, principalmente.

Los yankees sólo tuvieron un

muerto y un herido a bordo del Brooklyn,

y nuestra escuadra tuvo 350 muertos y

ahogados, 160 heridos, 70 oficiales y 1600

hombres prisioneros (GÓMEZ NUÑEZ,

1899c:208).

La guerra que se inició tenía unas

características muy definidas al realizarse

sobre islas muy extensas, y con dificultades

en las comunicaciones. Esto permitió

a los americanos y a los alzados, dado

que dominaban el mar, concentrar sus

fuerzas sucesivamente contra cada grupo

de las españolas, resultando su superioridad

abrumadora. Según repiten diferentes

analistas militares (GÓMEZ NUÑEZ,

1899 a:115-117; EFEELE, 1901:39), la política

militar de España debía haber sido la

de la concentración de las tropas sobre los

cuatro o cinco puertos principales, pero

entonces hubiera existido el problema de

cómo alimentar a tantos soldados.

A pesar de ser declarada la guerra el

día 25 de abril, el 22 ya había sido divisada

la escuadra americana frente a las costas

de la Habana. Ésta se situó fuera del

alcance de las baterías, e inició el bloqueo

marítimo de la ciudad:

28 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X

Carlos Barrachina Lisón

La opinión militar española sobre la pérdida de las colonias en 1898

La escuadra enemiga que hizo su aparición

frente a la Habana, era la denominada

del Atlántico del Norte al mando del

almirante Sampson, que hacía meses se

organizaba en Hampton Roads, practicando

en las costas de la Florida, y que desde

la voladura del “Maine”, se había establecido

en Cayo Hueso, a pocas horas de las

playas cubanas. (GÓMEZ NUÑEZ,

1899 a:67).

La escuadra volante del Comodoro

Schey estaba anclada en Cayo Hueso el 19

de mayo, cuando se conoció la noticia de

que Cervera iba a Santiago. Ésta rápidamente

zarpó llegando el 29, seguida de

cerca por Sampson que lo hizo el 1 de

junio. Disponían los americanos en un

primer término de 5 acorazados, 2 cruceros

acorazados y 2 protegidos, y además

tenían numerosos buques ligeros. En un

inicio sus medidas consistieron en encerrar

la flota española.

Establecido el bloqueo se hicieron

fuertes en Guantánamo con el desembarco

de 800 hombres, y prepararon la llegada

masiva de tropas. El 14 de junio desde

la bahía de Tampa salió la flota de transporte

americana formada por 35 barcos

que conducían a Cuba 15.800 hombres36.

Al encontrarse Guantánamo muy lejos de

Santiago, eligieron Baiquiri para desembarcar,

iniciándolo el 22 de junio. Esta

operación fue muy complicada. El desorden

fue enorme: no había medios de desembarcar

al ganado, que tuvo que ganar

la costa a nado, pereciendo muchos animales

en el camino, no estaba claro de

quién era la munición, ni el material, ni

siquiera los alimentos (muchos soldados

pasaron hambre esos primeros días)37.

Según los autores militares analizados,

los españoles se limitaron a fortificar

ligeramente Santiago, mediante el establecimiento

de trincheras, y blockhaus38,

teniendo además una posición avanzada

en las alturas de San Juan, y un puesto

fortificado en el Caney. Éste era un

pequeño pueblo, situado en el camino de

Guantánamo a Santiago. En estos dos

puntos el 1 de julio se desarrollaron los

dos combates más significativos.

El Caney estaba defendido por el

general Vara del Rey y 587 hombres sin

artillería, y fue atacada por la división

Lawton compuesta por 250 oficiales y

5280 hombres, y la brigada Bates que contaba

con 50 oficiales y 1060 hombres. El

combate duró nueve horas, y la posición

fue muy duramente defendida por los

españoles de los que 158 cayeron prisioneros,

90 lograron huir, y el resto murió

con su general.39 Los americanos sufrieron

un grave revés perdiendo 27 oficiales

y 404 hombres (KUNZ, 1909:53-54).

La posición de San Juan estaba defendida

por poco más de 200 hombres, y dos

piezas de artillería, hasta que más tarde

fue reforzada por 500 más a las órdenes

del general Linares, que resultó herido en

el combate; y fue atacada por la división

Kent compuesta de 235 oficiales y 4860

soldados. En este combate murieron 130

españoles, así como 95 oficiales y 1307

soldados americanos. Finalmente la posición

tuvo que ser tomada al asalto por el

teniente coronel Roosevelt y la caballería

—más tarde éste sería elegido presidente

de los Estados Unidos—40.

La escasez de recursos de las tropas

españoles era acuciante, en estos combates

la ración consistía en arroz con aceite, café,

azúcar y aguardiente, agravándose más

tarde por la escasez de agua. Por su parte

los americanos también tenían sus problemas

(el calor, y las lluvias, que inundaban

las trincheras, hacían que sus soldados

enfermasen de fiebre amarilla41), llegando

a conocerse más tarde un telegrama de

McKinley al general Schafter en el que le

comunicaba lo siguiente: Resistir, que con

el ejército enfermo, o como esté, entrareis muy

VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 29

Carlos Barrachina Lisón

La opinión militar española sobre la pérdida de las colonias en 1898

pronto en Santiago. He convenido con el

gobierno de Madrid las bases de una capitulación

y bastará cualquier pequeña o simulada

escaramuza (EFEELE, 1901:60)42.

Tras la derrota de la armada española,

que salió de Santiago tras la caída de las

Lomas, el general Shafter invitó al general

Toral (Linares estaba herido) a capitular,

amenazándole con un inmediato bombardeo

de Santiago. Finalmente después de

las negociaciones se capituló43. Incluidos

los oficiales capitularon 23.726 hombres,

entre los cuales, más de 12.000 no habían

disparado ni un sólo tiro, comprendiendo

esta rendición toda la parte oriental de la

isla, con muchas guarniciones, que destacan

los analistas militares, ni siquiera

estaban amenazadas (KUNZ, 1909:46)44.

Una vez logrado este acuerdo, los

americanos centraron su ataque en Puerto

Rico. Según Kunz (1909:80-85) en la

Habana poseían los españoles una incontestable

superioridad sobre los americanos,

y éstos quisieron ejercer sobre España

una presión definitiva para llegar a un

acuerdo de paz definitivo, decidiéndose a

atacar la isla de Puerto Rico. Si bien en

esta isla no se habían producido insurrecciones

armadas de importancia, como en

Cuba y Filipinas, si que existía un sentimiento

similar sobre su relación con la

metrópoli.

Efeele (1901:68-71) critica la pasividad

de la administración española para

defender la isla; afirma que después de la

voladura del “Maine” nadie se preocupó

de reforzar convenientemente la isla.

Según este autor en Cuba había fuerzas

más que suficientes, para defender los

puntos más importantes de la isla, durante

mucho tiempo (es más los que habían

no se podían alimentar correctamente),

con lo cual lo razonable habría sido

enviar tropas a Puerto Rico45.

Pero esto no fue así, y entre la población

se propagó el pánico. La destrucción

de la escuadra de Cervera y la rendición

de Santiago, eliminaba el objetivo que

ocupaba a los americanos, y centraba su

atención en Puerto Rico. Efeele (1901:94)

afirma que:

Puesto que no se trataba ya de contener

un movimiento insurreccional, ni de

oponerse al desembarco de expediciones

poco numerosas, sino de hacer frente a un

verdadero ejército, que según las noticias,

debía elevarse a 30.000 hombres, con

abundante artillería de sitio y de campaña,

sólo dos planes realmente distintos podían

adoptarse para esto: concentrar todas las

fuerzas en las inmediaciones de la capital

para defender obstinadamente sus avenidas,

primero, y después el propio terreno

de la plaza, o dejar solamente la guarnición

indispensable para su seguridad y

buscar la defensa con el grueso de las fuerzas

sobre las montañas del interior de la

isla.

En la madrugada del 25 de julio apareció

la primera expedición americana,

penetrando sin obstáculo en el puerto de

Guánica, situado al Sur, y dando inicio al

desembarco de las fuerzas. Kunz (1909:85)

cifra las fuerzas americanas en 597 oficiales

y 15.535 soldados, y analiza las operaciones

de transporte de las tropas. Según

el mayor alemán esta vez las operaciones

de embarque de las tropas fueron más

ordenadas, y todas las provisiones, así

como la salud y la disciplina de las tropas

fue mejor. El 21 de julio embarcaron en

Guantánamo 139 oficiales y 3445 hombres

pertenecientes a los últimos refuerzos

que habían llegado, y que apenas

habían sido atacados por la enfermedad,

también lo hicieron desde Charleston

otros 162 oficiales y 3150 hombres46. La

lucha en Puerto Rico fue breve, y condicionada

por la conversaciones de paz.

Las tropas españolas, según los militares

30 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X

Carlos Barrachina Lisón

La opinión militar española sobre la pérdida de las colonias en 1898

españoles, no habían sido derrotadas, y

fue el protocolo del 12 de agosto el que

cerró la crisis.47

Gómez Nuñez (1899b: 144) concluye

su explicación sobre la crisis en las antillas

afirmando que el ejército español

estaba intacto y dispuesto a luchar, a

pesar de que cayera como una bomba el

desastre de la escuadra. No obstante se

contestaba desde la península, que era inútil

toda resistencia, salvado ya el honor de las

armas; que no conduciría a otro resultado que

a rendirse por falta de municiones y víveres,

ya que el trabajo del enemigo sólo se reduciría

a persistir en el bloqueo48. Además a esta

realidad se imponía, el rechazo de los

nativos, que colaboraban con los americanos,

y dificultaban la defensa; y la preocupación

de un posible ataque de los

Estados Unidos incluso a la propia Península,

a las Canarias, y a las Baleares:

Por lo cual era deber de todo Gobierno

evitar esos males, poniendo término a la

lucha desigual y desastrosa, pues de otro

modo, rendida Cuba por hambre, perdida

Manila, rendido Santiago, perdido Puerto

Rico, bombardeadas las poblaciones de

nuestro litoral, la paz sería imposible y

todo habría acabado (GÓMEZ NUÑEZ,

1899b:144).

Los orgullosos autores militares españoles

en sus análisis, defendiendo el

honor profesional, no son capaces de

reconocer el dolor que esta guerra está

causando en el seno de la sociedad española.

El 1 de marzo de 1897, a pesar de

que los muertos en combate no eran muy

numerosos, apenas 2.018, sin embargo

más de 53.000 habían muerto por enfermedad,

y 8.200 habían sido declarados inútiles

(PERINAT, 2003:358). Además según

la revista realizada por el ejército el 10 de

agosto de 1897 de los 165.427 soldados en

activo, 28.972 estaban enfermos (PERINAT,

2003:360). El inspector médico Fernández

Losada en noviembre de ese mismo año

informaba al gobierno —según recogía el

Diario de Barcelona en su edición de 10

de diciembre— (citado por PERINAT,

2003:372), que los soldados estaban agotados

por fatiga y mala alimentación, que

existían 32.000 enfermos en los hospitales,

pero que en las columnas había un

número crecido de anémicos debilitados,

quejándose del poco caso que le hacían

los oficiales militares en relación a la prevención

de esos problemas. El “Diario de

Barcelona” aprovechaba para señalar la

preocupación que estaba en la calle, y que

había llevado al agotamiento social:

hemos enviado a Cuba a 200.000 hombres sin

preparación, recién salidos de sus casas, y a

estos infelices les ha faltado comida, abrigo,

hospitales, médicos y medicinas; también han

sido mal conducidos y, seguramente mal

mandado. Esta lamentable situación la

reconocía incluso con mayor gravedad,

en su informe de asunción de mando, el

capitán general que sustituía a Weyler,

con fecha de 30 de octubre, al señalar que

se desconocía la verdadera situación del

ejército. Blanco señalaba que ya habían

tenido 50.000 bajas, que había 40.000

enfermos y 50.000 convalecientes, y que

para funciones activas en los destacamentos

sólo podía contar con 50.000 soldados

útiles (PERINAT, 2003:373)49.

El caso de la guerra en las Filipinas es

diferente, en tanto en cuanto, la presión de

las fuerzas indígenas en los últimos momentos,

cumplió un papel mucho más protagonista

de la que éstas tuvieron en Cuba

que se habían subordinado a los Estados

Unidos y Puerto Rico. Después del desastre

de Cavite, producido el 1 de mayo, la guerra

se centró en el sitio de Manila, que finalmente

capituló el 13 de agosto, un día

después de firmado el protocolo de paz.

Rescatado Aguinaldo por los americanos

de su exilio, regresó a la isla el 24 de

VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 31

Carlos Barrachina Lisón

La opinión militar española sobre la pérdida de las colonias en 1898

mayo, con otros cabecillas, y 25.000 rifles

americanos a bordo del “McCulloch” la

noticia me causa más impresión que si hubieran

desembarcado diez o doce mil yankees

(TORAL, 1898:138). Este regreso del líder

natural de la insurrección, unido al penoso

efecto que produjo el desastre de los

barcos españoles en Cavite, hace que los

nativos tomen definitivamente las armas

contra los españoles50. A fines de mayo

los insurrectos eran unos 30.000 hombres,

dedicándose a destruir los telégrafos y

ferrocarriles, y a aislar y capturar a los

pequeños destacamentos españoles.

Éstos se encontraban diseminados por el

vasto territorio, siendo relativamente

fácil su captura, o su incomunicación51.

Por si no fueran bastantes las fuerzas de

la insurrección, batallones enteros de

indígenas de tropas regulares y de milicias

voluntarias se pasaron armados al

bando insurreccional52.

Como se ha comentado la guerra se

centró básicamente en la defensa de

Manila. Los españoles situaron varias

líneas defensivas, que se defendieron bravamente,

y que ante la superioridad de

los insurrectos fueron rebasadas, poco a

poco. Efeele (1901:151) plantea que de

haberse reforzado la guarnición de Manila,

con las tropas que estaban diseminadas,

se hubieran podido defender la línea

del Zapote, y la del río de San Mateo, que

combinadas con las montañas cercanas,

hubieran constituido una fuerte barrera

defensiva. El 6 de junio estas líneas quedaron

superadas, quedándole a los españoles,

los blockhaus y las trincheras más

cercanas a Manila para su defensa. Ésta

fue terrible ya que la mayoría de los soldados

estaban anémicos y enfermos de

fiebre. La resistencia duró hasta el 13 de

agosto, en el que se entregaron a los americanos,

para no rendirse a los insurrectos53.

El 29 de junio cayó el depósito de aguas

de la ciudad, si bien era poco preocupante

debido a la abundancia de lluvias de esos

días; y el 30 se presentó el primer transporte

de tropas americanas.54 Las subsistencias

en Manila empezaron a escasear,

y la moral de las tropas cada vez se

afectó más. Para acabar de redondear la

situación el 10 de julio se supo que la

escuadra del almirante Cámara regresaba

a España, y que no acudiría en su

defensa:

El desengaño ha sido horrible, ha

matado todas nuestras esperanzas, ha cortado

la corriente eléctrica que nos animaba

aflojando nuestros miembros y la postración

nos invade. El regreso de las naves

españolas supone la entrega de Manila.

Hoy ha capitulado moralmente la plaza

(TORAL, 1898:256-259).

Destituido el 4 de Agosto el general

Augustín del gobierno de las Filipinas, y

sustituido por Jáudenes, los americanos

amenazaron el 7 de agosto con bombardear

Manila. Éste empezó el día 13 y duró

dos horas. Especiales circunstancias llevaron

a la capitulación. Los efectos del

bombardeo marítimo habían de ser

desastrosos en un espacio ocupado por

una población triple a la habitual, que

además estaba compuesta en buena parte

por mujeres y niños. Afirma Toral

(1898:294) que era imposible sostenerse allí

mucho tiempo; era imposible continuar tan

desigual combate, si combate puede llamarse a

la imposible lucha de infantes cansados, contra

cañones y barcos. Asimismo Efeele

(1901:157) concluye que el gobierno había

dado órdenes, que en caso de rendición,

siempre se hiciera ésta ante los americanos

la debilidad relativa de la guarnición y el

número, así como la tenacidad demostrada

por los insurrectos, hacían temer que de un

momento a otro forzasen éstos la línea exterior,

quedando a merced suya la parte más populosa

de la población.

32 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X

Carlos Barrachina Lisón

La opinión militar española sobre la pérdida de las colonias en 1898

A las cuatro y media del 12 de agosto

se firmó el protocolo de paz, renunciando

España a sus derechos de soberanía sobre

Cuba, cediendo a los Estados Unidos la

isla de Puerto Rico, y estipulando que

Manila sería ocupada militarmente por

los americanos hasta que se diesen por

cumplidas las condiciones del tratado de

paz. Además se acuerda el nombramiento

de comisionados para que en octubre

en París se redacte el tratado de paz definitivo.

5. CONCLUSIONES: CAUSAS DEL

DESASTRE SEGÚN LOS MILITARES

ESPAÑOLES

Los militares españoles muestran muy

poca autocrítica en sus planteamientos.

Como se ha podido ver a lo largo del

texto, y se señala a continuación, para

ellos las causas y las responsabilidades de

su derrota son más externas que propias.

En ningún momento se señalan problemas

con su estrategia, ni se recuerda la

desmoralización que provoca la cantidad

de bajas que se ocasionaron por causa de

las enfermedades; tampoco se reconoce

un status beligerante importante a los

alzados independentistas que lucharon,

especialmente en Cuba, durante un lapso

importante de tiempo, poniendo en jaque

a las fuerzas militares españolas. Los

militares sintetizan las causas del desastre

en tres bloques que se detallan a continuación.

Las primeras que se señalan son las

que tienen relación con la política colonial.

¿Por qué se produce la insurrección?,

¿Qué fue lo que motivó el descontento

de la población?

• Inexistencia de política colonial coherente,

consensuada y definida. Cada

cambio político en España afectaba

gravemente las relaciones con la colonia.

• No se administra correctamente la

colonia, favoreciéndose la corrupción,

y las influencias.

• Excesivo centralismo en la toma de

decisiones que afectan a la colonia.

Esto impide la toma decisiones ágiles

y oportunas.

En segundo lugar se encuentran las

que tienen referencia con la política internacional.

• España es una nación debilitada,

mientras que los EEUU se encuentran

en un momento de auge continuo.

Esta realidad acaba definiendo el aislamiento

internacional que se sufre.

• Los EEUU ambicionan las colonias

españolas, y abonan política, económica,

y militarmente las insurrecciones

que debilitan la posición de España.

• Se teme un conflicto con los EEUU,

intentando evitar lo inevitable. No se

saben tomar las medidas políticas y

militares adecuadas para la defensa,

facilitándose enormemente la acción

de los americanos.

En tercer lugar se presentan las causas

relacionadas con la política militar.

• Excesiva importancia de los criterios

“políticos”, sobre los “militares”. Ante

la insurrección se cambia de criterios

en los momentos más delicados,

pasándose del acuerdo y la contemplación

con la población, a la mano

dura, y la eficacia militar. Para más

tarde regresar a las concesiones.

• La imprevisión absoluta, ante una

guerra con los Estados Unidos, impide

la defensa adecuada: no se pueden

reconcentrar las fuerzas militares para

aguantar con garantías la invasión

americana, y prepararse para una guerra

larga que hubiera planteado dificultades

a los americanos; no se preparan suficientes

alimentos para aguantar una

VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 33

Carlos Barrachina Lisón

La opinión militar española sobre la pérdida de las colonias en 1898

campaña de éstas características; no se

refuerza convenientemente la artillería,

ni se utiliza adecuadamente a la

escuadra, estudiando sus características

reales y posibilidades materiales.

• La rendición se produce sin que la

mayoría de las tropas hayan luchado,

a causa de la decisión “política”. Esto

genera la imagen inmediatamente

negativa que los españoles tienen del

ejército, y el rencor que este estamento

tiene más tarde hacia la “política”.

Mal gobierno en las colonias —corrupción

y excesivo centralismo—, falta de

visión política e indecisión de los políticos

españoles, e interés de los Estados

Unidos por ampliar su esfera de influencia,

son los demonios que los militares

españoles invocan para señalar las dificultades

del contexto en el que se desarrolló

el conflicto. A pesar de las circunstancias

adversas, sin embargo, los

militares se muestran convencidos que si

los políticos les hubieran dejado actuar

por la fuerza, hubieran podido acabar con

los alzados —especialmente en Cuba—, e

incluso con el tiempo, y contando con las

bajas que las enfermedades producían en

ambos bandos, incluso hubieran podido

aguantar la presión militar estadounidense.

El único factor que los militares señalan

como posible impedimento para que

este objetivo se pudiera lograr, era la dificultad

para poder alimentar a los soldados

—que cada vez se complicaba más, y

que con un bloqueo naval efectivo, hubiera

sido dramático—. Sin embargo, ni

señalan las bajas por enfermedad, como

un grave problema que no pueda ser

solucionado con nuevos reclutas, ni reconocen

que pudieron existir errores militares

durante el conflicto.

La posición militar dominante, a pesar

de las dudas ya señaladas de Martínez

Campos en Cuba, y de Primo de Rivera

en Filipinas, es que la oposición política

no era importante, y que por la fuerza

todo podía ser enderezado. Lo que tampoco

entienden, desde su particular lógica

los militares españoles, es que la opinión

pública en su propio país estuviera

cansada de tanta sangría, que les hiciera

regresar, y que les culpara de empecinarse

en seguir manteniendo una guerra que

se hacía insostenible, tanto por la perseverancia

de los cubanos que luchaban por

su independencia, como por el propio

presupuesto nacional que se desangraba

conjuntamente con una buena parte de la

juventud española que tenía que ir a

luchar sin las condiciones adecuadas.

Los militares españoles no perdonaron

a su sociedad el tener que regresar

“sin honor”, por lo que consideraron una

decisión política que no tuvo en cuenta ni

su opinión, ni su capacidad profesional, y

menos toleraron las críticas que se les

dirigían desde la sociedad. Se negarán a

reconocer que fueron vencidos por unos

rebeldes a los que despreciaban, y tendrán

que justificar una salida más noble

ante la intervención de un adversario

mayor, como el que representaban los

ejércitos convencionales estadounidenses.

Estas enseñanzas sobre “el desastre

del 98” pasan de generación, a generación

militar en España, contribuyendo a ahondar

tanto el deseo de autonomía profesional,

como el convencimiento de que la

política partidista es un mal a extirpar del

que tienen que salvar a la sociedad española.

Los africanistas compañeros de

Francisco Franco crecieron con este sentimiento,

que les llevó finalmente a romper

la democracia española, que representaba

la II República, y a apoyar una larga dictadura

que acabó con la muerte del dictador

en 1975.

34 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X

Carlos Barrachina Lisón

La opinión militar española sobre la pérdida de las colonias en 1898

NOTAS

1 A parte de las opiniones de los generales

Weyler y Primo de Rivera, destacan las opiniones

anónimas de dos trabajos escritos

por militares, que se presentan bajo pseudónimo

(A+B, y Efeele básicamente). También

es muy interesante la opinión del mayor del

ejército alemán Kunz, que hace un análisis

muy favorable a los intereses militares españoles.

Esta opinión es importante porque

supone la confirmación de un oficial de un

ejército muy admirado por los españoles de

las bondades de la actuación militar española.

Traducido al español, este trabajo se

encuentra en buena parte de las bibliotecas

militares españolas. El autor trabajó entre

1995 y 1997 en diferentes bibliotecas militares

españolas en donde localizó la literatura

citada.

2 La pérdida de las colonias, y la recriminación

derivada de los sectores políticos y

sociales españoles, hace que los militares en

encierren mucho más en sí mismos. Es ésta

una época en la que se alimentan viejas frustraciones

en los cuarteles, y en las que se

agudiza la voluntad “pretoriana” de

muchos militares. Derivado tanto de estos

sentimientos, como del tradicional “militarismo”

arraigado en la sociedad española,

se justificarán más tarde las dictaduras militares

de los generales Primo de Rivera

(1923-1930), y Franco Bahamonde (1939-

1975).

3 A pesar de que no se pueda garantizar que

el mero hecho de que estos libros se encuentren

en bibliotecas militares españolas, signifique

que los militares les leyesen, si que

es posible que militares ilustrados lo hicieran.

Es muy posible que esta literatura influya

en la posterior manera de pensar de los

militares españoles.

4 Masó (1998:301) confirma esta opinión. La

política del gobierno español se caracterizaba

por la incomprensión, el partidismo y la

defensa de privilegios. Los políticos españoles

nunca comprendieron la realidad cubana,

ni asimilaron la experiencia de la guerra,

enfrentándose al problema de la colonia de

forma irracional, sobretodo después de que

gran parte de los cubanos habían expresado

su voluntad de ser libres e independientes.

5 Además de general del ejército español, fue

gobernador de las Filipinas.

6 Kunz no explica que la mayoría de estas

expediciones fueron organizadas y financiadas

por exiliados cubanos residentes en los

Estados Unidos, como se muestra en el texto

de Masó (1998).

7 Según Masó (1998:384) el éxito de estas operaciones

tuvieron mucho que ver con la

capacidad y la experiencia de los cubanos

que integraban el Departamento de Expediciones,

comandados por Joaquin Castillo

Duany y Emilio Nuñez Rodríguez. Éstos

supieron canalizar las contribuciones de

carácter económico de cubanos en el exterior,

y utilizaron de forma inteligente los

recursos legales ante las autoridades de los

Estados Unidos, que en la mayoría de los

casos reconocieron los derechos de los cubanos.

Masó señala que la guerra de independencia

se impuso frente al ejército español,

debido a las expediciones, que no sólo proveían

a los combatientes de armas, vestuario

y medicinas, sino que demostraban a los

insurrectos que no estaban solos, y que contaban

con el apoyo de los cubanos en el exterior.

8 El empeño estabilizador de Cánovas tuvo

dos vertientes: lograr el apoyo alemán en las

negociaciones, y asegurar la no intervención

de los Estados Unidos, a través de una nota

fechada el 16 de abril de 1976, por la cual el

gobierno español se comprometía a que en

el momento en que se pacificase la isla, se

llevarían a cabo reformas, liberalizando el

régimen, el orden administrativo y el político;

que se promovería una gradual emancipación

de los esclavos, se suprimirían trabas

que entorpecieran el comercio de Cuba con

los Estados Unidos, y se daría a Cuba representación

política en las dos cámaras españolas

(JOVER Y GÓMEZ FERRER,

2001:437).

9 En opinión de Carr (1990:365) incluso con

mucha habilidad hubiera sido difícil evitar

la independencia cubana, debido a las alianzas

establecidas del separatismo cubano con

el poder de los Estados Unidos.

10 Es interesante notar como este militar de

origen alemán identifica los problemas políticos

que llevan necesariamente a la guerra,

y a la intervención de los Estados Unidos. A

VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 35

Carlos Barrachina Lisón

La opinión militar española sobre la pérdida de las colonias en 1898

pesar de este reconocimiento, sin embargo,

defenderá en su escrito que España hubiera

podido conservar por la fuerza el control

político de Cuba, independientemente de la

presión de los Estados Unidos.

11 Para los críticos de Cánovas, quedó demostrado

de modo claro que las realizaciones de

éste como ingeniero político fracasaron. En

su afán por lograr la estabilidad interior,

había privado a España de los medios de

defender su condición de gran potencia

(CARR, 1990:365).

12 La economía cuba se basaba en el venta de

azúcar y tabaco al mercado estadounidense,

y los cubanos consideraban que España por

su política impositiva afectaba de forma

grave sus intereses (CARR, 1990:367)

13 Jover y Gómez Ferrer (2001:447) desarrollan

una explicación detallada sobre el debate

relacionado con los motivos de los Estados

Unidos por intervenir en el conflicto hispano-

cubano. En opinión de estos autores la

historiografía actual tiende a subvalorar el

deseo americano de ayudar al pueblo cubano,

como motivación para la guerra. Los

Estados Unidos no se apresuraron a entregar

la administración de Cuba, y a pesar de

que en el Congreso norteamericano impidió

la anexión, la administración de McKinley

deseaba controlar la isla. Masó (1998:395) se

muestra de acuerdo con este punto de vista.

En su opinión la cuestión del no reconocimiento

del Gobierno cubano por el de Estados

Unidos fue la consecuencia de la actitud

de no comprometerse para el futuro. Una

declaración reconociendo a los cubanos

hubiese impedido que éstos ejercieran actos

de soberanía sobre la isla de Cuba, y les

hubiera dificultado negociar los derechos y

privilegios del tratado de París, en el que

Cuba no fue parte, y España cedía sus derechos

sobre la isla. Sin embargo, es interesante

mostrar la opinión de Carr (1990: 370-372)

que afirma que tanto los presidentes Cleveland,

como McKinley esperaban evitar la

intervención mediante concesiones que

aplacaran a los rebeldes, y que al mismo

tiempo satisficieran a los españoles. McKinley,

según Carr, no quería la guerra, y tampoco

creía en la libertad cubana, quizás por

ello su no reconocimiento; a pesar de ello no

supo oponerse a la opinión pública. En 1898

sólo la independencia de Cuba hubiera evitado

la guerra.

14 Los autores militares discrepan en este

punto, ya que señalan que si los “políticos”

no hubieran intervenido la guerra era posible

ganarla. Parte del agravamiento de esta

frustración tiene que ver con la bienvenida

que los militares tuvieron en España al concluir

el conflicto. En cierta manera, como se

ha señalado, la población les convirtió en los

culpables de la derrota. Esto tensó la relación

entre los militares españoles y la sociedad,

y abonó un nuevo militarismo que se

agravó en las guerras en África. El ejército

consideraba que había conseguido sofocar

casi por completo las insurrecciones y no se

consideraba derrotado por las tropas norteamericanas.

Los oficiales más idealistas quisieron

recuperar el prestigio perdido en

ultramar, y se ocultaron en el conflicto en el

norte de África, aislándose de la dinámica

política europea (PUELL DE LA VILLA,

2000:113-114). Una buena selección de textos

de prensa de la época se encuentra en el

libro de Santiago Perinat publicado en el

2003. Carr (1990:373) es rotundo al señalar,

sin embargo, que España fue derrotada sin

contemplaciones por una potencia extranjera,

al que la prensa había enseñado a despreciar

por su bajo nivel cultural. A pesar de

que la imagen de España como gran potencia

convirtió la derrota en un desastre

moral, y que ésta afectó al sistema político,

la acusación fue injusta porque entrando al

siglo XX era imposible salvar los últimos

restos del imperio colonial.

15 Carr (1990:369) recoge la siguiente opinión

de Martínez Campos <<los pocos españoles

que hay en la isla sólo se atreven a decir que lo

son en las ciudades; el resto de los habitantes

odian a España>>.

16 Como se ha señalado, Martínez Campos era

consciente de los peligros políticos que se

abordaban, y no creía viable una solución

política fácil. En su opinión si la negociación

fracasaba, sólo existía la posibilidad de una

concienzuda represión militar, que además

no solucionaría los problemas políticos. En

el momento en el que comprueba que esa es

la única solución presenta su dimisión, porque

no quiere protagonizar un combate de

ese tipo.

17 Los oficiales militares desconfiaron de las

soluciones políticas protagonizadas por

Martínez Campos, y una vez concluida la

guerra trataron de justificar que la única

36 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X

Carlos Barrachina Lisón

La opinión militar española sobre la pérdida de las colonias en 1898

solución posible en Cuba era la represión

militar. Medidas como la protección particular

de los partidarios de la corona española

se criticaron por “políticas”. El académico

cubano José María Hernández (1999:52-54)

matiza un tanto la frustración española

dimensionando el número de las fuerzas

respectivas. El ejército español sólo contaba

en la isla en el inicio de la insurrección con

14.000 hombres, que se enfrentaban a una

guerrilla móvil de 4.500 hombres. A mediados

de 1896 las tropas españolas ya sumaban

80.210 efectivos. Martínez Campos

enviado en abril de 1895 sólo pudo concentrar

en Las Villas 25.000 soldados, y con ello

no pudo detener la ofensiva de los cubanos.

Perinat (2003: 148) recoge la cifra ofrecidas

por “El Diluvio” el 5 de marzo de 1895 que

básicamente coincide. Masó (1998:362) también

señala la escasez de soldados, aproximándose

a la cifra presentada por Hernández.

18 Calixto Masó, sobrino del presidente de la

República en armas, es un claro ejemplo,

también en este caso romántico, de la explicación

de la guerra desde el lado cubano.

Mientras Masó trata con un gran respeto a

los militares cubanos, y les cita por sus grados

militares, el lado español ignora estas

circunstancias. Así Masó se refiere a Maceo

como un competente militar que ostenta el

grado de teniente general, mientras que la

prensa española lo descalifica groseramente:

“El negro nunca fue un buen soldado. No

conoce a su padre; su madre lo abandonó a los 8

ó 9 años; no asiste a las escuelas ni aprende oficio;

aborrecido por los criollos, no recibe más que

insultos; vive sin patria ni familia; se hace malicioso,

vengativo y cobarde, amante de lo ajeno y

asesino” (“El Diluvio” 24 Agosto 1896. Citado

en PERINAT, 2003:177). Perinat por su

parte, (2003:286) cuestiona los grados militares

otorgados a los insurrectos. En su opinión

cada veterano tuvo su parcela de

mando, llegándose al ridículo de crear regimientos

de 30 ó 40 hombres, y brigadas que

no sumaban 80 mambises. En realidad,

señala Perinat con ironía, ninguno quería

perder los generosos sueldos devengados

en 28 de campañas y exilios.

19 Hernández (1999:52-53) explica la lógica de

esta guerra de “tierra quemada”. La táctica

había sido ideada por el general Máximo

Gómez durante la “guerra chiquita”. Ésta

consistía en avanzar hacia occidente para

destruir el corazón de la economía cubana,

la rica región azucarera de Matanzas y la

Habana. El elemento clave era convertir la

isla en un lastre económico para España.

Entre 1868 y 1878 le costó mucho implantar

esta política por la resistencia de los mismos

cubanos. Paradójicamente para Weyler, en

1895 Gómez tuvo la resistencia de Maceo,

aunque finalmente su grado militar se

impuso, y los rebeldes marcharon de una

punta a otra de la isla reduciendo a cenizas

algunas de las propiedades más valiosas de

las provincias occidentales (lo que seguramente

justificaba la concentración de tropas

de Martínez Campos en los ingenios).

20 Es misma brutalidad, encarnada en este

caso por Weyler, será la que movilizará a la

opinión pública norteamericana a participar

en el conflicto.

21 Las tropas en Cuba llegarían a ser de

181.000 soldados regulares y 70.000 voluntarios.

Restándole las bajas por enfermedad

se disponía de 111.000 regulares y 20.000

voluntarios (A + B, 1898:67). Existe poca

variación sobre la cifra global de soldados

que España consiguió reunir. Con mayor o

menor precisión todas las fuentes coinciden

en unos 200.000 hombres.

22 El 10 de noviembre de 1897 Weyler mismo

se puso al frente de 18 batallones y 12 piezas

de artillería para ir a buscar a Maceo. Éste

consiguió esconderse con una reducida

escolta, y se encaminó a cruzar la trocha de

Mariel, utilizando un bote para salvar la

ensenada con catorce acompañantes. Atravesado

el obstáculo Maceo se puso al frente

de los alzados locales, que cometieron una

indiscreción con las patrullas españolas y

fueron descubiertas. El día 7 de diciembre

Maceo murió combatiendo contra la columna

de San Quintín al cargar con 30 hombres

a caballo contra la posición española que les

rodeaba. La historiografía presenta diversas

interpretaciones del hecho. Mientras Masó

(1998:386) señala que éste fue debido más a

un accidente, que a la estrategia de Weyler,

Perinat (2003:325) se queja de esta versión,

en buena parte señalada también por la

prensa española de la época, y defiende que

fue debida a la estrategia de Weyler que

acorraló a Maceo, que tenía protegida la

retaguardia de la trocha, y que consiguió

seguir el rastro de los hombres de Maceo

hasta completar su misión.

VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 37

Carlos Barrachina Lisón

La opinión militar española sobre la pérdida de las colonias en 1898

23 “De los distintos bandos que dicté, fue el más

censurado el relativo a la concentración, que evitaba

el inútil derramamiento de sangre de mis

tropas y los desembarcos de armas y municiones

del enemigo; esta medida no tengo necesidad de

defenderla (...) los ingleses la copiaron en el

Transvaal y los norteamericanos en Filipinas y

en Cuba en la última intentona insurreccional,

así como todo mi plan de campaña.” (WEYLER,

1909:11).

24 El bando de reconcentración está fechado el

21 de octubre de 1896. Masó (1998:385) señala

que ocasionó un grave trauma psicológico

y social para las familias y la sociedad

cubana. En occidente la reconcentración

ocasionó cerca de 200.000 víctimas “Los que

dentro del lapso concedido no se trasladan

voluntariamente a las poblaciones más cercanas,

después de ser incendiados sus bohíos y muertos

sus animales, eran conducidos a poblados donde

vivían hacinados en barracones iguales a los de

los esclavos, recibiendo alimentación muy escasa,

lo que les obligaba a estacionarse frene a los

cuarteles para recoger los restos de las comidas.

Se les sometía a una rígida reglamentación,

exponiéndose a recibir un tiro los que de noche

salían del barracón. Andaban cubiertos de harapos,

ya que no se suministraba ropa nueva; de

ahí que los que no perecían por las epidemias se

desnutrían convirtiéndose en tipos famélicos”.

25 Gómez Núñez (1899a:58-60) critica las

intenciones americanas “Por razones de moral

universal, se han ocupado los estados de humanizar

las guerras, dictando medidas generales,

comprometiéndose todos a desterrar los procedimientos

contrapuestos a la civilización y que

produzcan perjuicios sobre los inocentes, los no

combatientes, las mujeres, los niños, los enfermos,

los inválidos, todos aquellos, en fin, que a

nada conduce destruir y que es bárbaro mortificar.

El bloqueo completo y largo, en las condiciones

que lo sufrió Cuba, no es un medio de guerra,

sino de opresión y de muerte, que pugna

contra todas las leyes divinas y humanas, no obstante

estar considerado como el procedimiento

más dulce de rendir al contrario (...) Al cabo de

dos meses de bloqueo, en la ciudad y en el campo,

veíanse a millares de seres vivientes que parecían

espectros vivientes y frecuentemente hombres,

mujeres y niños morían de hambre en la vía

pública. ¡Triste contraste con la condición de

aquella guerra, hecha a pretexto de humanidad!”.

26 A + B (1898:84) “El clamoreo aumentó en beneficio

del interés particular, no obstante, de que

jamás entró en los ánimos del general Weyler,

llevar con rigor esta providencia, justificándolo

el que a medida que las tropas avanzaban, se molió

en todos los ingenios que quisieron efectuarlo,

haciéndose la zafra, cual si hubiera estado en

tiempos normales”.

27 Weyler (1909:13) “Mi relevo se llevó a cabo sin

que hubieran pasado los dos años que, al partir

para Cuba, dije que necesitaba por lo menos para

concluir la guerra; estando ya dominada la insurrección

en las provincias de Pinar del Río,

Habana, Matanzas y las Villas, y cuando me

proponía conseguir lo mismo en el resto de la isla

en la campaña de invierno, que entonces iba a

emprender, terminada la trocha de Júcaro a

Morón, que había prolongado hasta la laguna de

la leche, y con la esperanza de que no había desembarcos

que no fuesen capturados, por el estado

de guerra y de la concentración”.

28 Así el apoyo a la independencia en 1898,

según Masó (1998:408), se repartía de la

siguiente forma: 30.000 hombres integraban

el ejército, 25.000 eran reclutas desarmados,

50.000 personas más eran emigrantes revolucionarios,

y 4.000 estaban presos o deportados.

Si se sumaban las familias que estaban

en la montaña, y los muertos en

combate, este autor identifica unos 200.000

cubanos, de un total de millón y medio,

mostrando un comprometido respaldo a la

lucha revolucionaria. Por su parte Perinat

(2003: 349) recoge con incredulidad los

datos publicados en “El Diluvio” de 3 de

marzo de 1898 sobre el número de las fuerzas

cubanas. Este diario informaba de la

entrevista de un periodista americano con

Máximo Gómez realizada el 29 de enero de

ese mismo año. Según Gómez sus tropas

estaban integradas por un total de 41.000

hombres, de los que 816 eran oficiales. 2.800

en la Habana; 5.000 en Pinar del Río; 6.000

en Matanzas; 6.500 en Santa Clara; 11.500 en

Camagüey y 9.000 en Oriente. De estos

18.000 tenían caballos, y 25.000 fusiles. Sean

cuales fueran los datos finales, lo cierto es

que parece difícil justificar, como hacen los

militares españoles, que los insurrectos

estuvieran prácticamente vencidos en el

momento en que Weyler es destituido.

29 La historiografía cubana discrepa de esta

opinión de A+B. Las fuerzas cubanas siempre

se mantuvieron en un número respetable.

Aunque incompleto el dato, el número

de bajas cubanas en toda la guerra no superó

los 5.000 efectivos. Existen muchas cifras

38 VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X

Carlos Barrachina Lisón

La opinión militar española sobre la pérdida de las colonias en 1898

encontradas del número de alistados totales,

como se ha visto anteriormente. Hay

informes que señalan que al final de la guerra

se licenciaron unos 70.000 hombres, sin

embargo el mismo Máximo Gómez reconoció

que como máximo los soldados que sirvieron

fueron de unos 50.000. A pesar de ello la

cifra posible es poco probable que superara

los 30.000. Al final de la guerra se decidió

que 33.390 soldados recibieran pensión

(HERNÁNDEZ, 1999:87).

30 Entre otras véase la síntesis que presenta

Balfour en 1997.

31 El embajador fue rápidamente cesado y sustituido

por Polo Bernabé.

32 Kunz (1909:87) da la cifra de 170 muertos y

260 heridos.

33 Entre otras en la obra de Gómez Núñez de

1899 se encuentra una buena selección de

éstas.

34 Kunz (1909:75) añade el siguiente juicio “La

intención de los españoles era mediante la velocidad

de sus buques, evitar el combate tanto como

fuera posible, no queriendo combatir con enemigo

cuya manifiesta superioridad les era bien

conocida. Los cuatro acorazados españoles eran

más rápidos que los americanos (...) pero como

casi todos los maquinistas que tenían los españoles

antes de la guerra eran ingleses y escoceses, y

al declararse ésta fueron reemplazados por españoles,

los improvisados maquinistas no se hallaban

en condiciones para el buen desempeño de su

misión”.

35 Una de las medidas defensivas que tomó

Martínez Campos, y que luego continuó

tanto Weyler, como Blanco, fue la mejora de

las baterías defensivas de la Habana. En

palabras de Gómez Nuñez (1899b:113) “en

cuanto a plazas de guerra, puede decirse que sólo

merecía tal nombre la de la Habana, y que los

demás puertos estaban abiertos a cualquier agresión”.

36 Masó (1998: 401) señala que fueron 28.000

hombres los que lucharon en Cuba.

37 “Todavía el 1 de agosto se encontraron en un

buque americano, 40 toneladas de víveres, tiendas,

mochilas, etc., pertenecientes a un regimiento

de línea, que no se descargaron durante el desembarco.

El 18 de agosto se encontró la bodega

de un buque que debía llevar tropas españolas a

su país, llena de provisiones y forraje de los norteamericanos”

(KUNZ, 1909:39-41).

38 Parapetos de madera para protección.

39 Villalba (1900:12) señala que <<Si Vara del

Rey hubiera tenido fuerza de reserva o recibido

refuerzos en ese momento, tomando la ofensiva,

hubiera obtenido la victoria>>.

40 A juicio de Kunz (1909:56) “muy distinto

hubiera sido el combate, a haber mostrado inteligencia

el mando superior español, por lo que a

táctica se refiere. El general Linares tenía a su

disposición en Santiago por lo menos 6000 hombres,

contando además con una parte de la dotación

de la Escuadra de Cervera. Dicho general

reservó la casi totalidad de estas fuerzas para la

defensa de la posición principal de Santiago,

empleando únicamente destacamentos en extremo

reducidos, para defender los puestos avanzados

(...) Debía saber asimismo la obligación que

tenía de poner obstáculos al avance de los americanos,

a fin de impedirles el aproximarse a Santiago

y que pudieran cañonear la Escuadra y la

población, cosas ya posibles desde las alturas de

San Juan. Todos sus esfuerzos debieron de tender

por consiguiente a conservar tanto como fuera

posible estas alturas, y asimismo la posición del

Caney”.

41 “De un total de fuerzas de apenas 20.000 hombres,

tenían los americanos el 2 de agosto no

menos de 4290 enfermos, entre los que figuraban

más de 3000, atacados de fiebre amarilla”

(KUNZ, 1909:79)

42 Carr (1990:370) señala que cuando el ejército

norteamericano desembarcó en Cuba se

percató que cualquier operación militar conllevaba

el cincuenta por ciento de bajas por

enfermedad.

43 Según Masó (1998:405) la rendición de Santiago

era lógica después de la derrota de la

escuadra. La población no combatiente fue

autorizada a abandonar la plaza, pues se

esperaba que fuera bombardeada, buscando

refugio más de 30.000 personas en los alrededores

de la ciudad, en la que había hambre

y escasez, cundiendo el desaliento incluso

entre sus defensores que se daban cuenta

que era imposible resistir.

44 Existe bastante polémica en relación a este

episodio. Perinat (2003:394) señala que el

general Toral convenció a Shafter para que

no entregaran a los cubanos a la ciudad,

porque éstos habrían asesinado a los voluntarios,

y saqueado la ciudad. A pesar de que

Calixto García se indignó ante tales acusaciones

y protestó, Perinat da crédito a los

miedos de Toral, porque una semana después

García pasó a cuchillo a 18 guerrilleros

al tomar Gibara. Masó (1998:406) por su

parte recoge la indignación de García, y

explica su dimisión como lugarteniente

VEGUETA 9 (2006), ISSN: 1133-598X 39

Carlos Barrachina Lisón

La opinión militar española sobre la pérdida de las colonias en 1898

general por no haber sido invitado a firmar

la paz. Según Masó, García expuso a Shafter

que sus soldados no eran salvajes, pues aunque

eran pobres, como lo fueron los de Estados

Unidos en su guerra de independencia,

no eran capaces de deshonrar el triunfo con

actos bárbaros y cobardes. Masó argumenta

que la actitud del general estadounidense

tenía más que ver con la política de su

gobierno, pues no querían interferencias en

las negociaciones. Además esa posición se

vio reforzada por la actitud española que

tampoco estaba dispuesta a reconocer personalidad

a los que siempre había tratado

como rebeldes.

45 Según Efeele (1901:71) en Puerto Rico había

8.000 soldados regulares y 6.000 voluntarios

(aunque la mayoría eran inservibles). Por su

parte Kunz (1909:85) cifra las fuerzas españolas

en 7.200 hombres

46 Datos extraídos de la obra de Kunz (1909:85)

Las siguientes expediciones fueron: 23 de

julio desde el puerto de Tampa, 80 oficiales

y 2831 hombres, y desde Newport, 70 oficiales

y 2558 soldados. 23 de julio desde Newport

145 oficiales y 3581 hombres, y finalmente

10 de agosto también desde Newport

48 oficiales y 1109 soldados (éstos llegaron

cuando la paz fue firmada).

47 Efeele (1901:111) “No se entregó Puerto Rico

como el vulgo cree. Se perdió de hecho y de derecho

por el protocolo del 12 de agosto, donde fue

acordada su cesión entre los preliminares de la

paz. Si acaso podrá imputarse la responsabilidad

de su pérdida al Gobierno que aceptó tal pacto,

después de haberla dejado desamparada “.

48 Kunz confirma esta hipótesis (1909:79) “La

escuadra española sucumbió ante la superioridad

de las armas americanas, pero el ejército lo hizo

ante el hambre”.

49 El ministro de la guerra sólo reconocía

40.000 hombres en activo según el “Diario

de Barcelona” de 29 de noviembre del 1897

(citado por PERINAT, 2003: 335).

50 En opinión de Kunz (1909:90) “El resultado

moral del combate de Cavite fue inmenso. Elevó

en alto grado la confianza que en sí mismo tenían

los americanos, y destruyó la autoridad moral

que ante los ojos de los insurrectos representaban

los españoles”.

51 Por poner un ejemplo el gobernador de la

provincia de Cavite reunió a sus fuerzas, y

marchó hacia Manila para su defensa, pero

batido en varias ocasiones por los insurrectos,

y desertándole un regimiento entero de

indígenas, cayó prisionero con 1.700 hombres.

52 Según Efeele (1901:151) “más de 1.400 desertores,

aparte de los 8.000 milicianos”.

53 La coincidencia en no reconocer a los alzados,

sino a los estadounidenses, permite

aventurar que los miedos en Cuba al salvajismo

rebelde podían no ser sinceros. Es

muy posible que los militares españoles

reconocieran “más honor” en la rendición

ante un enemigo convencional e importante

como los Estados Unidos. Ello les permitía

mantener la idea de que no habían sido

derrotados por los rebeldes.

54 Kunz (1909:93) calcula que entre el 30 de

junio, el 16 y el 27 de julio desembarcaron

un total de 470 oficiales y 10464 soldados.

Toral (1898: 264) realiza un cálculo aproximado

y los sitúa entre los quince y los diecisiete

mil.

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