VEGUETA, Número 6, 2001-2002 97

APOSTILLA SOBRE EL RÉGIMEN DE FRANCO

JESÚS GONZALEDZE CHÁVEZ

Resumen: La caracterización del régimen

de Franco es un tema que, desde

que pasó del debate político al científico,

no suele suscitar mayor interés. La intervención

dc Tuscll en 1988 cuando

esnpezaban a darse las condiciones para

una discusión relativamente desapasionada-

parece haber sido la última de

cierta c~~risisleiicinF.t xu iiu es un lema

cerrado. Aquí se pretende mostrar que el

modelo de "sociedad cortesana" de Norbert

Elias, ejemplificadu por 61 rri la cc,rte

de Luis XIV, no solo es aplicable al régimen

dc Franco, sino que ayuda a entender

el comportamiento de las

diferentes elites.

Palabras clave: régimen de Franco;

suciedad cortesana; elites.

Abstract: The characterization of

Franco's regimcn is a subject which has

not raised much interest sinrp it has hrcome

a scientific debate as opposed to a

political me. Tusell's involvement in this

area in 1988 (when tlie coiiditioiis for a

pasionate debate were almost none)

sccms to have been the last of come concern.

But this is not a closed subject. Tn

this study 1 will try to prove that Norbert

Elias's modcl for thc "courtesan society",

exemplified by him in Louis XIV 'S

court, is not only applicable to Franco's

regime hut i t can alsci h ~ l pto understand

tlie different elites' behaviors.

Key-words: Franco's regime; courtesan

society; elitrs.

Si bien la polémica que tuvo lugar en la

segunda mitad de los setenta, durante "la

transición", marca una línea divisoria en el

i~dídiiiiei-ikü Ud tema de !a iiahii-ñlezñ de?

régimen de Franco en Espafia -antes, los

intereses políticos inmediatos, en los apologistas

y en los detractores del régimei-i,

predominaron sobre los científicos, con importantes

excepciones, como los trabajos de

Juan J. Linz (I.TNZ, 1964, 1970, 1973) publicados

en el extranjero, que fueron el

principal punto de referencia en la citada

polkmica; desp~ies la reiacion se invierte,

aunque con recaídas en la situacihn anterior,

incluso recientes, cvmo ocurri6 cun la

polémica suscitada por la publicación de

un libeln cxculpatnrio del régimen franquista

en Italia (JACKSON, 1998)- en el

áinbito historiográfico el hito más relevante

lo marca sin duda la publicación del libro

de Javier Tusell La dictaduro de Franco

(TUSELL, 1988). El interés por el tema, sin

embargo, había dccciído cuando se publicó

el libro, y continuó haciéndolo después de

su publicación, por lo que casi se puede decir

que Tusell clausuró el debate justo en el

momento en que "esta cuestión podía tan

solo empezar a ser examinada desde una

perspectiva cicntíiica" (TUSELL, i768.

103).

R4i propósito al volver sobre el tema no

es otro que el de llamar la atención sobre

un concepto sociológico -el de "sociedad

cortesana" de Norbert Elias- que puede

servir para entender mejor la dinámica interna

del régimen, y orientar la investigación

por sendas m6s productivas. Aunque

el caso sobre el que Elias construye su modelo

es la corte de Luis XIV, él mismo nos

dice que "esta vinculación de las personas

relativamente más libres y poderosas a la

suprema posición dirigente de una gran

organización es un fei-iómeno bastante común",

y que "uno se encuentra en la sociedad

cortesana con muchos fencímenos

todavía por completo abiertos que, hoy en

día, c s t h con frecuencia ocultos y encubiertos

bajo organizaciones muy burocratizadas"

(ELIAS, 1993: 189, 190). Por otra

parte son muchos los que han comparado

al dictador con un monarca absoluto i n -

c!i.r~ se ha inferyretado el rPgim~n y siis

instituciones como una especie de monarquía

absoluta (BENEYTO, 1979, cit. por

PAYNE, 1987; 255)-, llamado la atención

sobre su gusto por los fastos reales (PICESTON,

1994: passim), o señalado su parecido

con Luis XIV (CARR y FUSI, 1979: 29) , lo

que no deja de ser significativo.

Cuando se trata de caracterizar al régimen

de Francu, siempre d e d L ~ U L ~IdI

personalidad o la psicología del dictador

(por ejemplo: PAYNB, 1987: pp. 413 SS.).

Apostilla sobre el régimen de Franco 99

"Cualquier intento de llegar a una descripción

del franquismo y de sus características

fundamentales fracasaría plenamente

si pretendiera eludir el1 papel desempeñado

por la propia personalidad de

Franco en la dictadura que gobernó a España

desde 1939 hasta 1975" (TUSELL,

1988: 111). En la enumeración de "los aspectos

de la personalidad" de Franco que

más influyeron a su juicio en la configurac

i h del régimen, mezcla TiiseII elementos

l-ieterogéneos, desde su "bagaje conceptual",

sus "capacidades individuales" y

rasgos de su carácter, hasta hechos significativos

de su biografía. Se pregunta, para

empezar, hasta que piinto esa aparente

inaccesibilidad que bloquea los intentos de

desentrafiar su yersoiialidad "nv es el resultado

de buscar en Franco claves más

complicadas que las que derivan de la propia

simplicidad de su carácter". Los intentos

de explicar su personalidad en base a

-< l.i.s- ~--v n e r i e n c i~. es 12 infancia x i i i i x iont i iA -r J J - ' - - . - - - '

los despacha rápidamente: "no tiene mayor

trascendencia ni para explicar su actitud

coino goberiiarite ni para definir su sistema

político". Sí concede relevancia a su condición

de militar (ingresó en el ejército a los

14-15 años, y antes asistió a centros donde

preparaban para el ingreso en la academia

militar, y su experiencia vital se redujo a su

1 L .... 1- c - - ! -.. - 1 . .~.. L I C I ~ C L L V L I L I~ I U L C ~ I L I I LC~VIU IU ~ d i i i uh a ~ i d

1936) y, por supuesto, a su estancia en Marruecos,

"que perfiló delerminados rasgos

de s u cardcter como el vdlol; Id f u ~ r ~dt>a

carácter o la impasibilidad; también desde

luego, la dureza". Como es sabido, alii-

Uiencio a su experiencia en Africa s i n ia

que tampoco se entiende su política repres

i v a Franco diría quc "sin Africa yo apenas

puedo explicarn~ea mí mismo".

Preston, al subrayar la importancia política

de su experiencia africana, es más

preciso: "Al rcgrcsar a España, Franco trajo

consigo el bagaje político adquirido en

nfrica, que arrastraría el resto de su vida.

En Marruecos Franco llegcí a asociar el gobierno

y la admiiiistración con la iricesante

intimidación de los gobernados [ ... ] En

África también aprendió muchas de las estratagemas

y artificios que constituirían su

sello político después de 1936. Había observado

que el éxito político derivaba de

un artero juego de dividir y gobernar a los

jefes tribales [ ... ] La asimilacih de estos

ardides le permitiría cercar a sus enemigos

políticos, rivales y colaboradores dentro de

Espdñd, desde 1936 hasta bien entrados los

años sesenta" (PRESTON, 1994: 72-73).

El importante papel que jugaron los militares

en el régimen hay que relacionarlo

con su concepción militar de la política

-Franco se refería al gobierno como el

"mando"-, con su alta consideracióri de Id

condición de militar, pero también con el

hecho de que fueran, como vencedores en

la Guerra Civil, sus fundadores. La experiencia

vital de Franco en los anos 20 y 30,

dice Tusell, añade otros dos elementos a su

formación, o los recalca de formd singular:

"vicib:.n do j2 hiCterjli CVEtO?lnnrXnot"'""

""

comu producto de una conspiración de oscuras

fuerzas secretas y un peculiar catolicismo

con obvias connotaciones políticas y

sociales". La Guerra Civil "desempeñó un

papel decisivo en la cristalización del carácter

y las experiencias de Fr-aiicri".

Franco, como es sabido, no tiene prisa

por terminar la guerra. Primero quiere asegula1

s u yuder ~ d r ddi íuiurv rriediariie ia

derrota total del adversario. La represión,

que liorrorizd incluso a sus aliados, refuerra

adrmás la lealtad de sus ejecutores, que

le ven corno el iiltimo baluarte contra la

venganza. Desde el principio de la guerra,

y a mcciiaa que consolida su iicierazgo, se

vuelva más distante, reservado y receloso,

al tiempo que adopta modales regios, establece

su cuartel general en palacios -el de

la marquesa de 'ráriduri, en Sevilla, los Golfines

en Cáccrcs, el episcopal en Salamanca,

Muguiro en Burgos, el del duque de

Vistahermosa en Pedrola- para resaltar su

estatus, se hace escoltar por la guardia mora,

y alienta el ciilto a su caiidi1i;ije: el 18 de

julio de 1938, despugs de aislar Cataluña,

en el segundo aniversario del alzamiento,

el gobierno acordó "exaltar a la dignidad

de Capitán General del Ejercito y la Armada,

al Jefe del Estado, Generalísimo de los

Ejércitos de Tierra, Mar y Aire [ un grado

tradiciorialmente reiervddo a los reyes de

España 1, y Jefe Nacional de la FET y de las

JONS" para "rendir tributo de justicia a

quien, por designio divino y asumiendo la

máxima responsabilidad ante su pueblo y

ante la Historia, tuvo la inspiracií~n, cl

acierto y el valor de alzar la España auténtica

contra la antiyatria; y después, come

~r t i f icei nimitah!~ de n i - ~ s t rM~o vimiento,

dirige personalmente y de forma

insuperable una de las más difíciles campañas

que registra Id Hihturid" (PRESTON,

1994: 386).

Otro rasgo del dictador que resalta Tusrll

rs la carencia de ideología, l» que hace,

a su juicio, su p d e r más abs«lutu que

el de otros dictadores que estaban sometidos

a los límites de una doctrina. Ciertamente

"su política económica, social, exterior-

no fue el despliegue de un diseño

de estadista ni la cristalización de una doctrina"

(FCSI, 1985: 74), pero aunque deleznable,

por su contenido y calidad, más laxa

y peor articulada que las de los totalitarismo~,

sí que tuvo una ideología, quc

compartían todos los integrantes de la coalición,

el "nacionalcatolicisnic~", cuyos 1íniites

ni siquiera Franco podía saltarse sin

riesgo de perder sus apoyos (BOTTI, 1992)

También señala T~tsells u mediocridad:

era ajeno por completo al mundo de la cul-

L 1K-A: .-..:A-A -- ----.. Z-A-A ?..,l., .- '

LLLL(I. I \ I T C I I C > C I ILICILI V I I I C I i C i U I I I U O U J L l C l C l l

parejas, y como dijera James Boswell , "una

característica infalible de la mezquindad es

la crueldad" (711~/v e of Saniucl \olitzson). Su

escasa formación económica y científica Ic

llevaron a creer y proclamar supercherías,

como cuando anunció a principios de 1940

que España pronto sería autosuficiente en

energía, después que un austríaco le convenciera

de que mezclando agua con extractos

de plantas y otros ingredientes se

obtenía un combustible superior a la gasolina.

"Su propia mediocridad hacía que, para

él, a la llora de elegir colaboradores, los

valores dr "lealtad" fueran de importancia

primordial", cscribc Tuscll, ); se pregunta:

"jcómo puede explicarse que esta evideiite

mediocridad fuera compatible con tan

larguísima permanencia en el cargo? Por

supuesto, un factor absolutamente decisivo

para explicarlo consiste en el recuerdo de

la guerra civil, de cuyo trauma tanto tiempo

tardíi rn recuperarse la sociedad española.

Por otra parte ese recuerdo rodeó a

Franco de un peculiar carisma".

Otros aspectos de la "personalidad" del

Caudillo que le parecen relevantes a Tusell,

son su larga exposición a la adulación -y

su gusto por ella-, la voluntad de supervivencia

en el cargu, que fue desde el principio

su principal y casi único objetivo; sus

habilidades para la manipulación de las

p r s o n a s y la política de . r~i i~!cno rto -"1 a

paradoja fundamental de Franco es que no

sirndo un político profesional e incluso

abominriridu de la figura de este ("Haga

Vd. como yo; no se meta en política", le dijo

a un iriter1c)cutor) poseía en grado excelso

cl conjunto dc pcqucñas habilidades y

virtudcs de tono menor que habitualmente

se identifican con los profesionales de la

-..l<~:-- 11 <(-:,.L. ,.,.-&:A,. A-1

p V l l l l C a Y I C C l I L J C C L , C I C I C L I JLi LLlLLLI UCI

tiempo" que le permitía beneficiarse de los

errores de los demás, un carácter ordenado

y reglamenlado, la tranquilidad y el cinismo

-"de manera espontánea, dado su caráctrr,

no sentía absoliitamente ninguna

sujeción a una cietcrminaaa iacoiogía o a

unas instituciones aunque hubiera sido él

mismo quien las hubiera prom«vido"-.

"Estas eran las capacidades políticas de

Franco, yero la mera enunciación de las

mismas no basta, sino que es preciso examinarlas

en la práctica diaria de gobicrnor',

concluye Tusell. Para empezar, dice, se

puede partir de algo que afirmó en varias

ocasiones: en España "cuando se sabe mandar,

gobernar es sencillo": es decir, conceApostilla

sobre el régimen de Franco 101

bía su poder como el de un jefe militar. Esto

implicaba que guardaba la totalidad de

la responsabilidad fundamental en sus manos:

"hasta el final de su vida mantuvo en

sus manos un fondo de poder constituyente

que le hubiera permitido modificar

esencialmente el marco constitucional si

ésa hubiera sido su voluntad. No cedió

ninguna parcela de poder verdaderamente

sustancial a ninguno de sus colaboradores";

"incluso liquidó rápidamente cualquier

indicio de que las instituciones que él

mismo había creado pudieran tener independencia

y aiitonomía".

Si tal concentracih de poder "puede no

tener paralelo en la Historia Universal" ,

otra cosa es el ejercicio rcal dc csos poderes:

"hizo un uso moderado de su omnipotencia

política. En el fondo, éste puede

que sea también el resultado de 5u coiicepción

militar del gobierno. Franco, en

efecto, actuaba con respecto a sus niinistros

coino e1 genera! cil jefe i-ejyriiu dc sus subordinados:

tenían que cumplir una misión

pero mientras que lo hicieran gozaban de

un arriyliv margen de maniobra" . Todos

sus ministros coinciden en afirmar que dejaba

un amplio margen de libertad a sus

colaboradores. "Además, a buena parte de

los colaboradores les atribuía una función

que no era política sino básicamente tfcnica".

Pero "el papel que Franco se atribuía en

el seno de su régimen era básicamente arbitral".

I'uede parecer paradójico lo de dictadura

arbitral, dice lusell, pero es así. Uno

de sus ministros, Navarro Rubio, dijo: "nos

lia dejad« una lección sobre la forma de

ejercer el arbitraje político por el jefe del

Estado". Esa -el ejercicio del arbitrajefue

su gran habilidad. Ese carácter arbitral,

dice Tiisell, "es un buen indicio del carácter

no totalitario de este sistema político,

pero también de la mediocridad del mismo

y de su carácter profundamente desinoralizador".

Ahora bien. aclara.. "el sistema dr

Franco fue de arbitraje porque también fue

de 'gobernar dividiendo' las fuerzas políticas

preexistentes", a las que ponía ante la

disyuntiva colaboración o inanidad, v las

corrompía moralmente ofreciéndoles prebendas

a cambio de que renunciasen a su

pasado y a sus ideas. Y "para su arbitraje

no utilizaba tan solo la habilidad, sino

también la riolcncia" y el engaño. Así

"mantuvo a Los diferentes sectores de la coalición

conservadora en una situación en

que ni estaban en absoli~tao posición ni en

absoluta privanza". Coiiio t-l ijo su prirriu

Franco Salgado-Araujo: "lo que pasa es

que el gobierno de Franco es de todus y de

iiing~!nrr ... E! Cñi~.di!!n jucgi ten cnui. y - --- ~

con otros; nada promete en firme y con su

habilidad desconcierta a todos. El no es

más que franquista y ser6 jcfc dcl Estado

hasta que muera". Los momc3ntos criiciales

del ejercicio de la Lunción arbitrdl eran las

crisis ministeriales.

Con el deterioro de su salud, desde mediados

de los arios sesenta, le fallaron a

Ficiiico dgunds de ias cuaiiciades requeridas

para su estilo de gobernar. Pnr eso dice

Tuscll, con nlguna exageración, que

"nunca el estado de salud de una persona

ha influido de fvrnla tan decisiva en !a evo-

Iticicín política de un país". El tardofranqulsmo

d e 19 69 a 1975- está lleno de

conflictos en el seno de la propia clase dirigente

del régimen, que prueban que

branco había acabado por perder la capacidad

de arbitraje.

Como se ve, la exposición de Tusrll va

de la "personalidad" del Caudillo a las

principales características de su gobierno,

haciendo hincapié en la "iurici6ri arbitral".

El orden del relato -aunque no solo estosugiere

que lo decisivo en la configuración

del régimen es la personalidad del dirigente.

Que la personalidad del líder y la natiiraleza

del régin~en están relacir>riados es

indudable. Esto vale para cualquier clase

de régimen político, pero en las dictaduras

de carácter p ~ r s n n ~es!t a relaciSn es m&

estrecha, o más necesaria. El problema no

es tanto descubrir esta relación, que casi se

puede decir que salta a la vista, como caracterizarla

v distinguirla de las que se dan

en otros regímenes. Aquí es donde pienso

que el modelo de Norbert Elias puede ser

de gran ayuda.

Elias no solo resuelve mediante la utilización

del concepto de cot2Ji9z~uació~la1 dicotomía

individuo-sociedad, poniendo de

relieve que lo que inantiene unidos a los

hombres en una determinada fipua y lo

que hace duraderos lcis lazo-. de esta figiira,

son tipos específicos de dependencia

recíproca, sino que con el concepto de "son;

nrl-rl r - r \ r C n c - n - " -id,, n c n n ~ i o de i i n n

L L L L C U U L\,L L L U U . . U -"Y -LA- --rideal

weberiano- aclara aspectos fundamentales

del régimen, como la idoneidad

del líder y, eso que todos cuiiiciden cn rcsaltar

como uno de los más característicos,

su "función arbitral".

Porque "no se puede eiileiider un instrumento

de poder -dice Elías- sin considerar

la estructura del ámbito al que está

destinado y a cuyos conciicionamientos debe

responder" . Este ámbito prescribe modos

y medios totalmente específicos de dominio.

No hay que olvidar que, de la misma

forma que la corte de Luis XIL7, en la

que Elias centra su estudio, es parte de un

ámbito más amplio de podcr del rey, en el

régimen de Franco la coalición de fuerzas

que respaldó la rebelión y el régimen, do~ide

el dictador ejerce su función arbitral, es

parte también de un ámbito de poder m5s

amplio. Pero de lo que aquí se trata -que

es también en lo que se centra Tusell- es

de iin tipo peculiar de campo de dominio

y; por consiguiente, de forma de poder. Y

"lo característico de este ámbito de poder

es la utilización de las enemistades entre

los dominados para disminuir la aversión

contra el rey, y para incrementar la dependencia

de estos en su relación con el autócrata".

Un campo de poder es un entramado

de hombres y grupos de hombres interdependientes

~Y1--1 1o xt&n crrnjiinti-mente n

unos contra otros, en un sentido totalinente

determinado. 1.0s campos de poder se

distinguen según el sentido dc la presión,

la índole y la fuerza. La situación del rey

en la corte es única: todos los demás están

expuestos a una presión desde abajo, desde

los lados y desde arriba. Sólo él no experimenta

una presión desde arriba. Pero

la presión desde abajo no es menospreciable:

sería insoportable y le aniquilaría si todos

los que le están subordinados tuvieran

una misma orientación en contra suya. I'eio

no la tirnen: "el potencial de acción determinado

por la interdependencia de

aquellos sobre los que él reina se encuentr.

~r ientadn2 !iichas entre ellns mismos,

y por tanto queda anulado su efecto sobre

el rey".

"C01110 es obvio, al rey se le presenta

aquí una tarea de dominio completamente

específica: debe vigilar sin interrupción

que las tendencias de los cortesanos que

los oponen unos a otros sc desenvuelvan

según su deseo": es decir, debe emplear la

táctica dei divide y vericerAs. "i-'drd ~ l w s i ~ i i ~

tan solo una línea concreta de esa táctica,

observemos que el rey protegía -esto es,

se aliaba- siempre y sin ningún reparo

con lioinbres que le debían todo, y que sin

él no eran nada": su amante, sus ministros,

sus hijos bastardos. En el franquismo un

buen ejemplo podría ser la Falange: aún

cuando acabar con ella después de la 11

Guerra Mundial le habría kmlitado el acercamiento

a las potencias occidentales, se

continuó apoyando en ella, porque sabia

que era uno de sus más firmes baluartes.

En contra de lo que afirmaban algunos

apologistas del régimen -señaladamente

Francisco Javier Conde en su Coiztribtlción

n la tcouía del Caidillaje-, Franco no tenía

nada de líder carismático. Como es sabido

Max Weber (WEBER, 1993: 180-216; 810-

889) contraponía dos tipos de dominio: el

eslaiiieiilario-yatri111onial (que incluía la

monarquía absoluta) y el carismático. El

podcr carismático surge en una crisis de

ynder, en iin d~srqiiilihrin Fsto es lo iínico

que en que coinciden el poder de Franco

y el del líder carismático. La tarea del 1íApostilla

sobre el régimen de Franco 1 O3

dcr carismático cs totalmente distinta a la

del portador del poder absoluto: mientras

61 y los suyos tengan todavía que luchar

por el ascenso, tiene que dirigir en una

misma dirección los fines de todos los que

constituyen el grupo central de su poder,

en una dirección externa, esto es, en el ámbito

mas amplio de poder. El monarca absoluto

por el contrario debe dirigir con todo

cuidado las tensiones, cultivar las celotipias,

conservar meticulosamente la

dispersión de los grupos y de la dirección

de sus metas, de su presión, de forn-ia que

s r a n ~ i l ~rn~ c í y r o r ame n t e Ello r~qiiiere

mucho cálculo. En el poder carismático las

celotipias, las rivalidades y las tensiones

que se crean dentro del grupo central son

peligrosas, deben ser reprimidas, orientadas

hacia afuera. En eso consiste el liderazgo

carisniático.

En el aspirante carismático al poder el

cálculo es escaso, puesto que la previsibilidad

taii-?üiéi-~e> iiiei-,vi yuc en el r ; i~i p od cl

dominio absolutista, donde se mantienen

cstablcs la estructura y el equilibrio de tensiuries.

Y lo mismo ocurre con el grupo que

le apoya: deben aventurarse en lo que relativamente

no pueden calcular. La fe en la

gracia -en el carisma- del jefe reemplaza

al cálculo. Y la jerarquía social válida

hasta entonces es sustituida por otra basada

en las cualidades individuales que responden

a la tarea y a la situación csycciales

del grupo central. La pertenencia al

grupo central otrccc oportunidades de ascenso,

es un aparato de ascenso, un instrumento

de promoción, lo que a su vez -el

interts común en las tareas de conquista,

misión y ascenso- refuerza la cohesión del

grupo. Cuando se alcanza el objetivo, el

poder, aparecen las tensiones.

Por lo regular el líder carismático no

dispone dc un firme aparato de poder y

administración. Por ello su poder personal,

la superioridad individual y la entrega a la

causa son imprescindibles en su liderazyo.

El grupo se identifica con él mientras estén

viras la fe, la confianza y la esperanza de

que él los conducirá al fin común o mantendrá

y asegurará la correspondiente posición

adquirida en el camino hacia la meta.

Mientras el soberano cortesano gobierna

al grupo central en virtud de la competencia

por el prestigio y cl favor que dependen

de él, el jefe carismático lo hace en

virtud de la necesidad de promoción. Ambos

necesitan cualidades distintas para realizar

las tareas de gobierno. 1.a habilidad

en la manipulación de los hombres, una estrategia

de esta clase, iriedida, ponderada y

mantenida de md r , dwadero, c r ~ c i i !e n e!

soberano cortcsano, desempeña en el líder

carismático un papel menor, en comparación

con la osadía y el dominio de situo

ciones críticas, incalculables .

Luis XIV, dice Elias, pertenece a los

"grandes hombres" de la historia occidental,

al grupo sclccto dc los quc han tenido

una influencia extraordinaria, pero sus recursus

pcrsurides, su idienio individuai no

eran, en absoluto, de primera categoría, sino

más bien mediocres. Esta aparente paradoja,

dice Elias, conduce al centro del

problema: "l-iay situaciones cuyas tareas

más importantes no pueden ser desempenadas

por hombrcs dotados de lo que concebimos,

embelleciéndolo románticamente,

como originalidad o capacidad creativa, ni

tampoco por aquellos que se distinguen

por una actividad y un empuje extraordinarios,

sino por hombres mediocres y equilibrados".

Todo el talento para gobernar de

Luis XIV consistía en impedir que la presión

social de los gobernados, en especial

de sus elites, se orientara en una y la rnisma

dirección. Ahora bien, "el enorme poder

y autoridad de Luis XIV tiene su origen

cn la semejanza de su persona con el

espíritu de su tiempo" (Lavisse): actuaba

según las expectativas de todos aquellos

que, de una u otra forma, participaban de

su gloria.

Hay consejos dr I .iik XIV a su hi)o c p

-solo que en un lenguaje más zafio- podría

haberlos escrito Franco:

la tarea del rey consiste principalmente

en dejar libre curso al bon sens que debe activarse

siempre por sí mismo y sin esfuerzo

... en mantener abicrtos los ojos sobre toda

la tierra, en enterarse incesantemente de las

noticias de todas las provincias y naciones,

en conocer los secretos de todas las cortes, el

hu~nory las debilidddes de tudos los príncipes

y ministros extranjeros, en recibir información

sobre un número infinito de asuntos

de los que se piensd que nu estariios infurmados,

así como en ver a nuestro alrededor

lo que se nos mantiene oculto con el mayor

cuidado, y en descubrir hasta el último detalle

de las opiniones y puntos de vista de

L :-- L

I L L L C J L I U J y I I l p l < l D C C I I I C 3 n l L C I J .

Tu debes distribuir tu confianza entre

muchos. La envidia de uno sirve de acicate

a las ambiciones de 10s demás. Pero aunque

ellos be udien, tienen, sin ernbargu, Lariibi6ii

intereses comunes y pueden, por tanto, ponerse

de acuerdo para engañar a su señor.

Por consiguiente éste debe recabar también

informaciones por fuera del circulo intimo

de su consejo y mantener una relación duradera

con queiios iwrribres quc Uispuricri

en el Estado de noticias importantes.

Gnhernar, rcciicrdn Flias, cs iina nrtividad

compleja, y la dirección de los hombres

pcrtcnecc a las fui-iciones más importantes

de este complejo funcional llamado

gobernar, tanto en el poder carismático como

en el deferisi\u y coriservador, pero el

tiyn de gnhiernn es miiy diferente en ambos.

En un caso rnediante el cálculo exacto

de las pasiones, debilidades, secretos e intereses

de todos lns homhres, apoyandn e

incluso creando divisiones y tensiones entre

ellos; y en el otro buscando y abandonánciuro

2 !a adlesión ii~tern-d. e !os hombres

del grupo central, porque los intereses

coinciden en alto grado. La conducta del

primcro ~ u e d cea lificarse de "pasiva" , por

contraposición a la más "activa" del gobernante

carismático: "solo necesita intervenir

en estas tensiones para regularlas y

crear organizaciones que mantengan las

tensiones y diferencias, y faciliten una vista

de conjunto sobre ellas". Para el líder carismático

las tensiones internas del grupo

son una calamidad, para el monarca absoluto

una bendición .

Para el liderazgo cortesano no se requiere

una inteligencia imaginativa; basta

el bon sens para regular y equilibrar el sistema.

"Pero sobre todo, en esta disposición

de la maquinaria social, el representante

del poder podía esperar efectos relativamente

grandes aplicando una fuerza relativamente

pequeña. Las energías se generaban

en el mismo perpetilurn niobile impulsado

por las luchas competitivas ... y el rey

solo necesitaba dirigirlas ... En cierto modo,

las energías le eran llevadas, él se reservaba

y sabía servirse de ellas". Luis XV, que

heredó el poder ya consolidado, dedicó las

energías liberadas a la búsqueda de placeres

y gozos . También Franco tras consolidar

su poder en la primera mitad de los

cincuenta pudo dedicar la mayor parte de

sil tiempo a la caza; la pesca y a otros "placeres

y goces".

Para Luis XLV el Estado como fin en sí

mismo no desempeña ningíin pnpcl. El Estado

como valor en sí mismo es una idea

de la oposición. La motivación de Luis XIV

es la reivindicaricin d í ~sil propio prestigio:

la proclamacinn y simboliración públicas

de su poder. Miitirtis iri~ilnri~liui mismo cahe

decir de Franrn

Con lo dicho -un resumen de la caracteri~

aciónd el franquismo de Tusell y de la

"sociedad cortesana" de Elias- creo que

queda patente la virtiialidad d ~ ml o delo

elidsianv para una mejor compreiisión de a

dinámica intern2 de! r6mimun de Franci,

A -o----ADifícilmentc

en la amplia nómina de los

dictadores del siglo XX se encontrará alguno

cuyo estilo de gobernar se parezca m&

al de Luis XIV. El arcaísmo del franquismo

es otra de sus características más señaladas.

Lo que tuvo de moderno fue lo del siglo:

la barbarie.

Apostilla sobre el régimen de Franco 105

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