VEGUETA, Número 4, 1999 (75-100)

La industria

La cueva de El Tendal

(San Andrés y Sauces,

isla de La Palma)

"Área de I'rehi~toria. Departarrrento de Ciencias Históricas. Univerr

Las Palrrzas de Gran Cnizaria.

**Área de Prehist«riu. Depur.lurrierilo de Prehistoria, Antropología e 1

Antixua. Uriiuersidad de La Lapiza.

idad de

lis toria

Resumen. En este artículo se analizan

las industrias malacológicas recupcradas

en la cueva de El Tendal. Sc realiza

un estudio diacrónico sobre las pautas

de selección de las distintas especies,

los recursos tecnológicos empleados para

su transformación y su funcionalidad.

Asimismo, se efectúa un análisis especial

de este tipo de evidencias, que contribuye

a esclarecer la organización f~mcional

de las distintas áreas del yacimiento.

Palabras clave: Prehistoria de La Palma,

industria malacológica, tecnología,

ornamento personal

Abstract: In this paper we analyze

the malacological industries from El Tendal

Cave. We develop a diachronical

study on the selection rules of the different

species, the technological systems

employed and their function. \Ve also do

a spatial analysis of these types of evidence,

wliidi rriay elucidate the functional

distribution of the different areas of

the site.

Ke y ~.verc?sL: i.l P.?!rr.r: Prel . ist~q,m alacological

industry, tecluiology, personal

adornment.

El Tendal es la cueva principal de un

importante conjunto arqueológico -el poblado

de San Juan-, iihicado en el barranco

que le da nombre, en el municipio palmero

de San Andrés y Sauces. Es un gran

ñhrign de 56 m.. de anche y cna pruf1s.didad

máxima de 11 m., cuyo eje mayor se

articula en tres niveles que descienden escalonadamente

de oeste a cstc, y que denominamos

área A, área B y área C.

Desde 1981 se ha venido realizando una

serie de campafias de yrusyección y excavación

arqueológicas, encuadradas en el

proyecto <<EBl arranco de Can Juan),, quc ha

proporcionado unos resultados de gran valor

cualitativo y cuantitativo, los cuales han

servido para avanzar mucho en el reconocimiento

de la prehistoria de esta comarca

en particular y de la isla en general (Martín

Rodríguez, 1987, 1992 y 1993; Martín

Rodríguez y Navarro Mederos, 1984 y

1988; Navarro Mederos, 1998; Navarro Mederos

y Martín Rodríguez, 1983, 1984 y

1987; Navarro Mederos et alii, 1990; Pais

Fais, 1993 y 1996; Rando et alii, 1997; Rodríguez

Rodríguez, i993a, 1YY3b, 1993c y

1998; Rodríguez Santana, 1993 y 1997). De

manera tal que, quince años después de

que salió a la luz la primera noticia breve

sobre su existencia, es ya LUI yacimiento

señero en la literatura sobre la prehistoria

canaria, pionero en el desarrollo de algunas

parcelas de la disciplina arqueológica

en el Archipiélago.

El yacimiento estuvo ocupado durante

todo nuestro Período Antiguo, qiie aharca

las Fases cerámicas 1, 11 y 111. Cronológicamente

esto representa ~ i nes pacio temporal

que emp i~z aa finales del 1 milcnio a.c. y

acaba entre los siglos IX-X de la Era (Navarro

y Martín, 1987; Martín, 1992; Navarro,

1998).

El estudio de los artefactos fabricados

sobre materias duras de origen animal

(hunm, dic~tc, cücri~o j; concha) es -üna

parcela más en el marco de dicho proyecto.

En este artículo damos un avance sobre

los resultados, aunque, por razones de espacio,

aquí nos circunscribircmos sólo a las

manufacturas sobre concha.

La industria inalacüliígica de El Tendal

se caracteriza por una relativa uniformidad

en cuanto a las especies elegidas como sopulir,

yur ia siriiylicidaci de ias técnicas

empleadas en su fabricación; y probablemente

también por una funcionalidad restringida

a ámbitos muy concretos. Nuestro

objetivo en este trabajo es analizar la evolución

de esta industria a lo largo dc las

distintas etapas en que esta cueva estuvo

habitada, reconstruyendo las pautas de selección

de las distintas especies empleadas

como soportes, los procedimientos técnicos

puestos en obra para su modificación y, en

la medida de lo posible, los distintos usos

para los que fueron concebidos.

Para realizar riuestro estudio hemos

confeccionado una ficha en la que, además

de los datos de inventario de cada pieza,

con las naturales referencias a su contexto,

La industria malacológica de La cueon de El Tendal (San Andrés y Sauces, isla de La Palma) 77

se han contemplado cuatro apartados diferentes

que pueden ilustrar los intereses que

han guiado este trabajo.

El primero hace referencia al estado de

conservación de la pieza, distinguiéndose

si está completa o fragmentada y si ha sufrido

alteraciones mecánicas, químicas o

térmicas.

El segundo concierne a la determinación

específica de la concha que sirve como

soporte, biometría y una estimación del es-

Lado en que se encontraba en el moinento

de su recolección para ser transformada en

artefacto.

-3 ci tercer apartado se ocupa ciei prvcesv

de fabricación del objeto, especificándose

el resultado obtenido (orificio, ranura, bisel),

las huellas de fabricación detectadas

(estrías, picado, pulimento, orificios, etc.) y

las técnicas que las produjeron (percusión,

abrasión, taladro, etc.). También se consignan

los accidentes de fabricación.

El cuarto apartado alude a la función

que cumplió la pieza, aplicando el análisis

traceológico.

En último lugar, nos ocupamos de algunos

aspectos sobre la distribución espacial

de estos artefactos que arrojan luz

sobre el comportamiento de los grupos

humanos que habitaron este enclave

arqueológico.

1. EL ESTADO DE CONSERVACI~N

Los criterios para evaluar el estado de

conservación del conjunto malacológico

de El Tendal han sido varios. El primero,

que contabiliza el nivel de fragmentación

de las pie7a~; miiestra qiie los elementos

incompletos por fractura son bastante numerosos:

el 56,5% de las conchas del género

Patella con desgaste perimetral están

incompletas; a su vez, el 41,6O/0 de los pequeños

gasterópodos y el 63,3% de los bivalvos

han sufrido roturas durante o después

de su fabricación. Muchos de ellos

debieron de romperse con el uso, algunos

pueden corresponder a accidea:ei dürai--

te el proceso de elaboración, mientras que

otros se deben a las alteraciones postdeposicionales.

En ningún caso se ha observado la existencia

de superficies de fractura frescas,

que hubieran apuntado hacia las tareas de

excavación o los proccsos dc traslado y

posterior manipulación en el laboratorio

como agentes causantes de las alteraciones.

La acción del fuego e5 otra varidbie d

considerar en este apartado. En este caso,

el porcentaje de piezas con alteraciones térmicas

asciende al 43,5% en el caso de las

Patellas con desgaste perimetral, el 120h de

los gasterópodos y el 21,6% del resto dc las

conchas.

Por último, en algunos ejemplares se ha

observado alteraciones de la superficie, debidas

a algún tipo de acción química, que

han modificado el color y la textura originales

del nácar del molusco. Estas alteraciones

han sido detectadas exclusivamente

en los pequeños gasterópodos (sobre todo

Cn!!mhdln), donde alcanzan iin pnrcenta!~

del 17,S0/0. En el yacimiento no es rara la

existencia de concreciones, precipitaciones

de carbonatos y otras evidencias de actividad

química, como testimonio de la abundante

presencia de la materia orgánica, así

como de filtraciunes de agua. El lieclio de

que sólo se hayan detectado en los caracolillo~

marinos resulta bastante curioso, y

sólo se nos ocurre que quiza se deba a que

el menor espesor de su concha la torne más

vulnerable ante este tipo de acciones químicas.

2. CLASIFICACIÓN DE LOS

SOPUKl'bS

El material analizado ha sido dividido

en siete grupos, que a su vez quedan englobados

en dos categorías diferentes. La

primera comprende todos aquellos soportes

que han sufrido algún tipo de transfnrmación

artificial intencional, mientras que

la segunda acoge a los soportes en los que

P- ~ h ~ n w - r ni nn A i A n o A o ocq +v=nc fnvm=-

l." .,L ""OLL" L.,. ...".L."L. ....

ción.

80 Amelia C. Rodr(guez Rodr@ez / Junn Fmicisco Nnvmro Me~ieros

nado (37,9)%. En el grupo G sólo tenemos

una porción de concha de Cymatiltm (Tritoniscus)

cf: Iabiosum.

Buena parte de las grandes lapas con el

borde y el lado dorsal pulido (A), deb' leron

ser recolectadas vivas con una finalidad

alimentaria y, luego, se aprovechó el caparazón

como utensilio. La mayoría de los

psterópodos del grupo B debieron de ser

seleccionados, asimismo, cuando estaban

vivos o cuando albergaban wi cangrejo, en

los pequeños charcos que crea la bajamar,

pero en este caso sin intención bromatológica

alguna.

Per c! corikrario, :a ii-üneiisa mayoría

-probablemente la totalidad- de las restantes

conchas (grupos C a G) fueron recolectadas

una ves muerto el animal, por tanto

no son desechos o subproductos de la

alimentación, sino que se buscaron ex profeso

para ser transformadas y usadas. Su

obtención no puede entenderse como una

práctica de marisqueo en sentido estricto,

sino de recoieccion de materias primas. No

obstante, las dos actividades podían combinarse

en el curso de un mismo desplazamiento

a la costa, porque ambas se tienen

que realizar en el mismo litoral y preferiblemente

durante la bajamar. En consecuencia,

lo más lógico es pensar que se hacía

simultáneamente, aunque hay épocas y

puntos costeros más propicios para lo uno

o para lo otro, porque no siempre ambos

productos se ubican justamente en los mismos

contextos.

Por ejemplo, dadas las características de

la costa próxima, el marisco estaría adherido

a los pequeños verileso en los escasos

bajíos y en los grandes cantos de los pedregales

mesolitorales, como el que hay en

la propia desembocadiira del barranco de

San Juan.

En cambio, la mayor parte de las conchas

captadas como materia prima, una

vez muerto el animal, han sufrido un proceso

más o menos largo de tracción por

efecfn do! deaje. E= c! cürso del rílisinü,

unas permanecieron enteras, mientras que

otras se rompieron y cada uno de los fragmentos,

a su vez, se fueron puliendo. Lucgo,

al ser arrastradas hacia la orilla, l-ian

quedado depositadas y/o trabadas en los

intersticios de los charcos intermareales y,

sobre todo, entre los canlos de la playa,

donde serían recolectados al bajar la marea.

Después, atendiendo a las posibilidades

de cada yie~ds, e transformaría de una

manera u otra para su aprovechamiento; o

incluso a veces se usaba directamente porque

lo permitía su peculiar forma u orificio

natural (grupo G).

En la industria malacológica, dentro de

ios grupos C a F, una de las lormas de yresentación

del soporte más comunes son

unos caracteríslicos discos u óvalos, a que

quedan reducidas muchas conchas, o fragmentos

de ellas, después de sufrir el proceso

descrito. Suelen ser bastante simétricos

por efectos del rozamiento natural; por

el mismo motivo tienen las superficies tersas,

fuertemente pulidas, y son de Ilamativo

color blanco o de otras tonos.

A la vista del material procedente de éste

y otros muchos yacimientos de La Palma,

así como de otras islas, hemos llegado

a la conclusión de que la mayor parte de

estos discos son la parte central (zona de

callo y del ápice) de las conchas de Patella,

a las que la abrasión del mar ha desgastado

las costillas o irreyiilaridader de I-i c2r2

dorsal y ha eliminado los estrechos bordes.

Son también comunes los fragmentos

de la valva siiperior de Spaizdylt~sq, ue tienen

la cualidad de presentar llamativos colores

rojo y blanco. Raras veces aparece la

concha cr?rr.pleta, perq::c !G c~m.¿;ens que

sólo sea un trozo y lo más frec~iente s que

sea de charnela, por lo general con forma

asimétrica.

Además de los anteriores, buena parte

de los pequeños gasterópodos (grupo B)

pudieron también recolectarse más fácilmente

en los charcos someros que q~iedan

con la bajamar, donde son habituales las

aglulitcriiciones cie diminutos cangrejos ermitaños,

alojados en caracoles marinos de

las mismas especies y tallas que luego encontramos

en los yacimientos arqueológicos,

sobre todo de Coluinb~lla rusticn. No

dudamos que aprovechasen esas oportunidades

de coger de golpe y con poco esfuerzo

una buena porción de estas conchas

tan llamativas, más difíciles de localizar

por el procedimiento habitual, lo que explicaría

cl quc sean tan numerosas en los

yacimientos.

De todas maneras, si hacemos un recorrido

por éstas y las restantes evidencias de

industria malacológica de La Palma, vemos

que los soportes empleados no son un reíieju

exaciv de iw que ~~wr~iidi~i~epiuieied e

encontrarse en las playas, sino que hay una

selección clara y parece inferirse que algunas

conchas fueron más apreciadas que

otras por su rareza, cualidadcs estéticas o,

por qué no, simbólicas.

En esta línea, es interesante recordar

una vez más el hallazgo de la Cueva de la

Higuera (Martín, 1980). En la parte más recóndita

se halló una vasija de la fase IVb,

muy cercana o contemporánea de la conquista,

que contenía un enorme lote de colgantes

cn conchas enteras (sobre todo de

Spondylus) y dientes de cetáceo. Sus grandes

dimensiones y peso sobrcpasan en mucho

lo común, y son inapropiados para que

alguien los porte de manera habitual como

ornamentos o amuletos, por lo que debieron

tener un significado y una función singulares.

La propia manera en que fueron

ocultados, puede ilustrar sobre el valor que

merecían estos objetos para quien allí los

depositó y que nunca pudo o quiso recuprarlni.

4. TECNOLOG~A

Los recursos técnicos ~itilizadosp or los

benahoaritas en la confección de los objetos

de naturaleza malacológica son bastante

simples. En la mayoría de los casos se

respeta y aprovecha la morfología original

de la concha en el momento de su recolección.

Eii ocasiones esa morfo!ogk :r,o rcc

ponde necesariamente a la que tendría el

caparazón de cada especie cuando cumplía

su función protectora en vida del animal,

sino que, como acabamos de señalar, también

se recogieron restos de conchas con

una fisonomía muy alterada por la incidencia

de la erosión marina, lo qiip puede

dificultar en algíín caso la determinación

precisa de la especie.

Así, los pequeños gasterópodos se recolectaron

citando estaban completos, o a

lo sumo presentando un orificio creado por

prcdadorcs marinos o la propia erosión.

Esta oquedad también podía aprovecharse,

directamente o agrandándola ligeramente,

yai-a usarla de !a ii-kma mai-era que !os

creadas de manera artificial. Tambitn un

grupo de artefactos (A) se realizaron sobre

lapas que cunservabari aún su moifología

original, para destinarla a una función específica.

Pero otras se recogían con un cierto grado

de transformación natural, después de

muerto el molusco, como se ha descrito

más arriba, poseyendo una morfoíogia discoide

u ovalada, apropiada para otro LISO.

El resto de las especies del lote analizado

fueron escogidas después de sufrir ~ upir oceso

de abrasión natural que alteró su fisonomía

de manera atractiva, lo que motivó

su selección por parte de los habitantes

de la cueva.

Hechas estas precisiones introductorias,

podemos pasar a enumerar las técnicas detectadas

en el conjunto bajo anilisis. Para

clasificar hemos recurrido a la descripción

de la acción técnica en sí, y a explicar las

posibles variantes de aplicación de la fuerza.

Así. la cinemática del trabajo piiede ser

longitudinal, transversal o piintiial, mientras

que la aplicación de la fuerza puede

ser por perciisión directa lanzada, es decir,

por impacto de útil de trabajo sobre la materia

trabajada; por percusión indirecta,

cuando se interpone un útil pasivo entre la

materia trabajada y el percutor; o por presión,

es decir, cuando el útil de trabajo

--r-,-nri\ A" " n n h " C , A. m . 3 n n v . 3 no,rn=- yC""'L""' U' '""""", "'. ."" '.. ". Y" ""'

nente con la materia trabajada.

La industria malacológica de Ln crlevn de El Tetidnl (San Andrés y Sauces, isla de La Palma) 8 1

OUnversdad de a s Fanas d? Gran Canara i t o e c a Unuestsri Memm Dgta le Caniris 20815

La industria malacológica de La C I ~ C dBr~ E l Tendiil (San Andrés y Sauces, isla de La Palma) 83

terial arqueológico, hemos realizado también

réplicas experimentales de las técnicas

que parecían haberse puesto en obra, con

el fin de adecuar los datos a la realidad específica

de las conchas que aparecen en El

Tendal. También sc ha analizado un número

de conchas marinas con perforaciones

naturales, a fin de poder discriminar entre

lus uriliciüs creados por fracturas accidentales,

por predadores marinos y por los seres

humanos.

Pasando ya a analizar la casuíslica de El

Tendal, habría que diferenciar entre los pequeños

gasterópodos marinos, por una

parte, y ias concnas ae otros moiuscos pur

otra.

Cuando se trata de pequeños caracolillos,

como las Colunibellas o las Littorinns, la

delgadez de la pared de la concha ayuda a

mitigar el contratiempo de su dureza. En

ella suele aparecer un (mico orificio, situado

en la última vuelta de la espira.

Experimentalmente hemos realizado la

perforación de varias maneras: La presión

directa exige el concurso de un útil muy resistente,

y la aplicación de mucha fuerza,

con el colisiguiente riesgo de fracturar toda

la pieza, por lo que su empleo debió ser

muy restringido. Esta técnica tiene, además,

el inconveniente de que es difícil lograr

precisión en el golpe. La percusión indirecta

puede solventar este problema, para

ello hemos colocado un útil lítico

puntiagudo contra el lugar que se quiere

perforar, y luego se le golpea con suavidad

por SU extremo contrario. Esta acción reúne

la fuerza y la precisión.

Gtra fc?rmz de practicar -m orificio ~s

ejerciendo una presión de tipo rotativo, a

modo de taladro. Éste es el caso de las conchas

dc parcdes m5s gruesas, así como el

de bastantes gasterópodos. Generalmente,

el inicio del trabajo es la parte más delicada,

pues exige aplicar a la vez fuerza y prccisión,

para situar la perforación en la zona

deseada. Se puede comenzar directamente

con ia presión, ya sca dirucia u iüii

el movimiento rotativo incorporado, pero

también es muy sencillo aplicar una percusión

indirecta, que cree un ligero piqueteado

que permita un buen agarre a la parte

activa del útil para proseguir su labor.

También se puede recurrir a la abrasión superficial

de aquella parte de la superficie

destinada a ser perforada con el mismo fin

de impedir que la punta del perforador se

dcslicc dcl punto deseado. Además, con la

abrasión se contribuye a adelgazar ligeramente

la pared de la concha. Es decir, la

perforación puede combinar acciones directas

e indirectas, rotatorias y abrasivas,

por presión y por percusión sobre un misr~

iuu ljeiu.

En el caso de los caracolillos marinos la

perforación siempre se ejecuta actuando

sobre la superficie externa de la conclia,

mientras que en otras especies también

puede realizarse sobre la cara interna, o

partiendo desde ambos lados. En el primer

caso, la sección del orificio es generalmente

cónica, mientras que en el segundo es bicónica

o de tendencia cilíndrica.

Dejando aparte las superficies alteradas,

se han detectado los siguientes estigmas

técnicos:

- haces de estrías poco profundas indicando

una acción abrasiva.

-pequeñas cupulillas que coiifor~iian

una superficie piqueteada y son producto

de una acción de percusión (directa o indirecta).

- fracturas y microfracturas de delineación

sinuosa que parten desde el orificio,

como resultado de Luis acción de percusión

o de presión directa.

- estrías profundas. de orientación paralela

al orificio, indicando una acción rotatoria.

Cuestión aparte es la dirección que adquiere

el movimiento rotatorio, que puede

ser unidireccional, girando siempre en un

mismo sentido, o bidireccional o de vaivén.

Este pormenor es muy difícil de detectar en

la materia calvárea de la concha. Sin ein-

1v_-.a.-.. ~t ;ua, veces 3: 3e piicdc nf-r ccinr en !os

instrumentos que realizaron la perforación.

La industria malacológica de La cuevn de El Telidal (San Andrés y Sauces, isla de La Palnia) 85

acanaladura o ranura, en la que se observan

estrías profundas de dirección longitudinal,

lo que indica la dirección del instrumento

agudo que la creó. Sobre las estrías

longitudinales se observan otras

transversales más superficiales que indican

una acción transversal de abrasión con otro

instrumento romo. No se puede determinar

la dirección. Puede que estos estigmas

sean el resultado dc un intcnto de pcrforación

por serrado y abrasión, que crea orificios

alargados (D'Errico et alii, 1993), pero

dado que no contamos con otros ejemplares

que presenten esta técnica no podemos

confirmarlo rotundamente.

Por último, no puede afirmarse que

exista una evolución de las estrategias de

fabricación de los objetos, ya que todas están

presentes desde el principio de la ocupación

de El Teiidal. Sin embargo, su incidencia

variará dentro del conjunto en función

de la preponderancia que cada especie

vaya adqiiiri~ndn a ln largo de la seciiencia.

5. FUNCIONALIDAD

Como se ha comprobado en los apartados

anteriores, no hay una gran variedad

de artefactos malacológicos ni existen muchas

técnicas asociadas a su fabricación. Según

estos antecedentes, tampoco debería-

-,.o n....-..-.. - 3 . -

.B ,"O "& !m Zx-i'."~'. "h"""J" "" "';A""^'"

empleados de muy diversas formas.

Los análisis funcionalcs sobre moluscos

son muy escasos y ello es debido a múltiples

causas. En primer lugar, se ha considerado

que el aspecto de la pieza sugiere

ciarameni-e cuái fue su Íunción, por io que

no sería necesario realizar contrastaciones

posteriores. Las comparacioncs ctnográficas,

los textos etnohistóricos y algún

hallazgo arqueológico excepcional han

contribiiido a clarificar el panorama funcional

de cstos elementos, aunque también

ha servido para que la mayoría de los investigadores

no se planteen otras alternativas.

L,a aplicación de análisis traceológicos,

que pudiera haber contribuido mucho

en este campo es realmente pobre

(Mansur-Franchomme, 1987; Taborin,

1993). Ello se debe a la alta incidencia de

alteraciones postdeposicionales y la dificultad

para discriminar entre estigmas tecnológicos

y funcionales. Además, la exigüidad

de las colecciones arqueológicas de

artefactos malacológicos no anima a los

traceólogos a realizar un amplio esfuerzo

experimental que luego tendrá escasa rcntabilidad

en su aplicación práctica.

La industria malacológica se ha dividido

tradicionalmente en dos grandes categorías

funcionales. Por una parte los objetos

considerados como «de adorno)), consistentes

en la mayor parte dc los casos en

conchas enteras o fragmentadas con orificios

artificiales o más raramente naturales,

que sirven para suspenderlas de la vestimenta

o de la propia anatomía humana. Tal

sería el caso de los objetos clasificados aquí

como grupos B, C, D y C. Por otra parte,

las piwas cnn ntras fiinrinn~s, g ~ n ~ r a l -

mente domésticas, ya sea como contenedores

o como útiles activos, lo que podría

asociarse a nuestro grupo A. Pasemos pues

a analizar estos dos grandes grupos por separado.

Los pequeños gasterópodos perforados

(grupo B) responden en efecto a la función

de colgante, normalmente lo que solemos

d crLGF ixucrc .cctr dc cG!!ur, ~up>".,mO- h,,,

YUL "" "" J

que descartar que alguno pudiera estar cosido

a la vestimenta, a pesar de que no haya

evidencias arqueológicas en ese sentido.

Muchos de los orificios en los que no se ha

advertido alteraciones, presentan un desgaste

debido ai rozamiento de ia cuerda de

la que pendía el gasterópodo (62%). Este

dcsgaste suele tencr un dcsarrollo diferencial

que alarga el orificio en la zona de mayor

contacto con la cuerda. En ~ r nes caso

porcentaje (3,840) también se han detectado

estrías perpendiculares al mismo que deben

interpretarse en este mismo sentido.

Las conchas con perforaciones situadas

en la periferia también podrían interpretarse

como colgantes. En algunas es posi86

Amelia C. Rodriqiiez Rodri;quez /Juan Francisco Navarro Meduos

ble observar también desgaste y estrías

perpendiculares, pero en este caso el orificio

no está deformado, pues la pared de las

especies identificadas en los grupos C y D

es más gruesa por lo que una alteración de

estas características sería altamente improbable.

En el estrato V del área C se recuperó

una pieza excepcional por la conservación

de las huellas tecnológicas y de uso, así como

por las posibilidades de interpretación

que encierra. Se trata de un fragmento rodado

de Spondylus donde pueden apreciarse

dos perforaciones completadas (Lám.

111). Una, al acercarse demasiado al borde

de la pieza quedó abierta, mientras que la

otra está fracturada en un momento indeterminado

(durante su fabricación o su

uso). Además, hay otro orificio inacabado.

Este objeto acabó siip~ndi6ndosep or tina

cuerda que se enrolló en la entalladura formada

entre una de las perforaciones fractii~-.&

s 11 iinn AP lnc berdes n z t ~ r & r de 11 J -- --U

concha. En la cara interna, junto al tercer

esbozo de perforación se aprecian también

signos de piqueteado como los descritos cn

el apartado de tecnología. Pero lo más espectacular

de la pieza es la presencia en la

zona de la entalladura, tanto en la cara externa

como en la interna, de una páliiia diferencial

que indica dónde estuvo la cuercid,

d5í CUIILU de I LUI IKIUJ ~ Je s i r í d s p a r d i e -

las formadas por el rozamiento de ese

cordel.

Las conchas con orificio central quizá

p~idierone star cosidas a la vestimenta, como

en im caso documentado arqueológicamentc

cn Gran Canaria. En ei Museo ¿anario

se conserva una diadema de cuero

que apareció atada a la frente de una momia

del Barranco de Guayadeque, a la que

eslán cosidos discos de Conlis con una única

perforación central. La unión se realizó

mediante una tira de cuero en la que se

practicaba un nudo que se colocaba en la

parte externa de la concha y actuaba de tope

para que ésta no cayera, mientras que se

cosía por el otro extremo a la diadema.

Todas estas piezas han sido interpretadas

tradicionalmente como elementos de

adorno, aunque también se ha considerado

la posibilidad de que tuvieran u11 significado

más complejo que el simplemente estético.

Ésta es una cuestión apasionante pero

difícil de desentrañar. La pieza de

Syondylus descrita más arriba podría sugerir

que su portador le concedía una importancia

superior a la de un simple aderezo.

Aunque las siicesivas fracturas alteraron la

armonía del colgante, el artesano persistió

en su intención de crear un orificio. La insistencia

en portar esta concha, enrollándole

un cordel a falta de otra manera quizá

más segura de llevarla, indica que al

menos podría tratarse de un amuleto con

valor para su dueño, aunque no podamos

asegurar que también lo tuviera para el

resto de la comunidad.

La función de las lapas con desgase perimetral

(A y a) es más difícil de precisar.

En Tenorife hay grandes !.?pc.n, n c! h r -

de transformado o no, que sirvieron como

contenedores. Tal es el caso de las dos

cnormcs lapas que se conservan en el Museo

Municipal del Puerto de la Cruz, que

fueron halladas conteniendo un gran número

de cuenlas de curiclin en su interior.

Sin elnbargo en La Palma no tenemos constancia

de esta circunstancia, aunque no debemos

destacaria, sobre rodo para ias de

mayor diámetro, como por ejemplo una Pntella

de 71 mm. de diámetro procedente del

área C de El Tendal.

En primer lugar, habría que dilucidar si

el desgaste que ocupa el borde de estas lapas

obedece a una acción técnica intencional

o es el resultado del empleo del molusco

en algún tipo de acción funcional.

En el primer caso, se trataría de una

abrasión intencional del borde para eliminar

sus irregularidades, dejando una superficie

lisa y roma. Esta abrasión puede

afectar el mismo bisel y a parte de la superficie

externa de la lapa. El objetivo de

esta acción técnica puede ser múltiple. Una

de las interpretaciones más habituales paLa

industria malacológica de La c14evn de El Tendal (San Andrts y Sauces, isla de La Palma) 87

ra este tipo de objetos proviene de la observación

etnográfica, pues los pastores

paimeros solían utilizar layds engastadas

en una ramita delgada como cucharas. Pero

también podría tratarse de una abrasión

intencional del filo para destinarlo a realizar

algún tipo de trabajo.

El análisis de los restos cerámicos de

muchos yacimientos palmeros ha documentado

el uso ocasional de bordes de lapas

sin transformar para realizar impresiones,

sobre todo durante la fase cerámica

IVa. Pero también se ha constatado etnográficamente

que las alfareras tradicionales

de las islas empleaban el borde de lapas

para desbastar y regularizar las paredes de

la pieza.

En otros contextos, como la Patagonia,

las valvas de mejillones fueron usadas por

las poblaciones autóctonas como cuchillos

y también como raspadores para trabajar la

piel (Mansur-Franchomme, 1984) y no seriz

desc~bellac!e~l pmsar que los benahoaritas

también hubieran descubierto la utilidad

de las lapas en esta última función.

Con el fin de verificar si el trahajn de la

arcilla o del cuero pueden provocar estigmas

similares a los detectados en nuestras

piezas arqueológicas se realizaron sendas

experimentacioncs.

En el caso del uso de una lapa para de-

C W ~ L püi ii-dio dc irnprcsi~ncr, re rociirrió

a la colaboración de los artesanos de

<<EAl lfar,), los cuales nos cedieron una de

las lapas que utilizaban corrientemcntc para

ese menester. La acción que se realizaba

era una presión transversal sin arrastre. El

anaiisis ae esta pieza reveiú que el desgaste

producido es mínimo y, lo que es más

importante, se sitúa de forma diferencial en

el segmento del borde que incidía con más

frecuencia en la arcilla.

El uso de las lapas para acondicionar

las paredes de los recipientes cerámicos, no

debe descartarse. De hecho, ya se ha comentado

que algunos de los ejemplares

analizados portaban estrías perpendiculares

al borde que indicaban su empleo en un

movimiento transversal, de raspado. Pero

siempre existe una cinemática longitudinal

previa, de carácter tecnológico, para regularizar

ese filo útil.

Por otra parte, se empleó una lapa para

descarnar y alisar una piel de cerdo. El

borde del molusco había sido ligeramente

abrasionado previamente, con el fin de que

sus irreguiaridddes no rasgaran el cucro.

Para ello se realizó un movimiento longitudinal

sobre una piedra ligeramente abrasiva,

que dejó estrías paralelas al filo. A

continuación se empleó la patella transversalmente,

arrancando los restos de sebo

que permanecían en el peiiejo primero y iirnitándose

a suavizar la piel más adelante.

Este trabajo creó estrías transversales en el

bisel y un ligerísimo redondeamiento del

filo, que no puede compararse con las piezas

de origen arqueológico. Hay que destacar

que también en este caso el desgaste

se concentra en un segmento del molusco,

pues siempre se tendía a emplearlo por el

mismo lado.

Por lo tanto, la regularidad de los estigmas

detectados en las conchas de El Tendal

sugiere que éstos provienen de una acción

técnica previa al uso de las mismas,

precisamente para acondicionarlas para el

fin previsto. Todo ello si aceptamos la premisa

previa de que los fragmentos de Pato!!

n con derpste nh~dprpn a1 mismo origen

tecnológico que las completas. Este fin

no ha podido ser determinado de manera

directa y debemos acogernos a las conjeturas.

6 . LA DISTRIBUCI~ND E LOS

HALLAZGOS

La distribución de los artefactos malacul6gicos

en El Tendal es bastante hctcrogénea,

y puede ilustrar sobre la variabilidad

funcional de las distintas áreas del yacimiento

e, incluso, de lus sucesivos

sectores o tramos de una misma área. Las

observaciones que a continuación esbozaremos

se ven reforzadas sin tenemos en

cuenta el comportamiento de las eviden-

OUnversdad de a s Fanai d? Gran Canara i t o e c a Unuestsri a e m m Dgta le Caniris 20815

88 Amel~a C. Rodr(yucz Rodu@m / luan Franczsco .Vavaruo Mederos

I l . . . .... l . . . , . . . l - . ..: .1 . : . r U-...--.....-., l J r I ". /nnC,.,.,lA /L ,f,.lnh,-,

,Lb'> LWMU I L LML L I J 2LÓMCl l L l L / < I I M l l i Y C I L 1 M I M C ,M LCICCM, . i i , " V , " , 'M~ , ...," i",M.L. L,M Y",,".

Cridu pul-ismu rs urin pieza, lu letru reprrseiita su Grupo)

cias tecno1óp;icas sobre las otras sustancias

duras de origen animal y, evidentemente,

de la totalidad del registro.

Este análisis debe contemplar la rcpartición

de los hallazgos desde el punto de

xrista horizontal y vertical. No está de más

recordar que las dos áreas excavadas de El

lendal proporcionan información complementaria

debido a las distintas características

de la intervencih llevada a cabo en

ellas. En el área B se cxcavú sierripre eri extensión

un área de unos 24 m', de manera

que en ella podemos estudiar la repartición

espacial a lo largo de toda la secuencia de

ocupación del yacimiento.

En e1 5rea C se comenzó interviniendo

sobre 6 m', pero a medida que se profund

i ~ a b ase hizo necesario restringir el área

de trabajo, debido al riesgo de derrumbe

de los perfiles, de manera que a partir del

estrato IX quedó reducida a 3 m', y a partir

del estratu XVIII a sólo inedio metro

~uaclrado apruxiiiiadaineii~e. Es evidente

que aquí son imposibles las reconstruccioLa

industria malacológica de La cueva de El Pridal (San Andrés y Sauces, isla de La Palma) 89

(cada piarisnzo es una pieza; la letra wpresenta SU Grupo)

nes espaciales, pero la mayor complejidad mienzan a aparecer en el estrato 111 (tránde

la estratigrafía ofrece una excelente lec- sito entre ]as fases cerámicas 11 y 111) y autiira

vertical y, en todo caso, complementa mentan progresivamente en los estratos

los datos del área B. superiores. Por el contrario, en los estratos

Desde el punto de vista de la evolución

diacrónica, llama poderosamente VI, V y IV (fases cerámicas 1 y TT) no hay in- la atención

la marcada -ausencia en el dustria malacológica, con la única cxccp-

-

área B- de de adorno en las eta- ción de un fragmento de concha rodado

pas más antiguas del yacimiento. El Cua- con pulimento natural pero sin ningun tidro

5 demucstra cómo en el área B co- po de transformación (E de nuestra clasifi90

Amelza C Rodrígu~z Rodríguez / Jiran Francisco Nnvarro Mederos

L d u d u b h ~ d~ ~ ~ d l d ~ udle úLa~ ~i u~eau a d e Tendal (San Andrés y Sauccs, isla dc La Palma) 91

cación) que apareció en el subestrato IVa,

con cerámica de la sub-fase IIb.

En el área C (Cuadro 6) vuelve a repetirse

el proceso, aunque con ciertos matices

que permiten iníerir un comportainienro

funcional diferenciado entre ambos espacios.

Los objetos que analizamos empiezan

ya en la Fase cerámica 1, pero sólo de manera

testimonial y además se trata de dos

fragmentos de concha rodados con pulimento

natural y sin transformación (grupos

E y F), en los estratos XXVTIT y XXVII.

Hay que esperar al estrato XV )inicios de

la sub-fase IIIa) para encontrar el primer

ejemplo de concha realmente trabajada; y

desde aquí hasta el estrato VI11 se produce

un aumento notable y se mantiene bastante

estable hasta el 11, coincidiendo justamente

con el desarrollo de la subfase IIIb.

Por último, hay un nuevo incremento en el

estrato 1 (IIIc y IIId).

La evolución de los taxones cn el área

C (Cuadro 7) también merece un pequeño

comentario. En el tracto superior de la secucncia,

sincrónicamente asociado con la

fase cerámica 111, no sólo hay una mayor

proporción de evidencias, sino que tambiín

aumenta la diversidad de espccics.

Por ejemplo, los fragmentos de concha de

Spondylus tienen una presencia circunscriid

d UII ~ e g u ~ t xc~üi iüi ~ ~ edtet :a estratig~ufía,

que empieza cuando lo hace la propia

fase 111. A su vez, las conchas de Colunlbeiia

hacen su entrada en el registro ü id v r L

que la subfase IIIb, y es también durante el

desarrollo de la misma cuando surgen

adornos sobre Paateiia, Liftorina, Miiraria,

Cyniatiunz, Pima y Cyprea.

Todo ello demuestra que la producción

de objetos para el ornamento personal aumentó

con el tiempo, y son los estratos más

recientes los que presentan una mayor cantidad

de conchas trabajadas. Así, los estratos

1 y 11 (fase IIIa) del área B concentran el

75% de estas piezas recuperadas en este

área, mientras que en el área C, los estratos

Ia al TX (subfases cerámicas IIId a IIIb)

reúnen el 87.5% del total.

Sin embargo, cuando volvemos nuestra

dteiiciúu d ldb ldpas con desgaste perimetral

(grupo A), la situación aparece claram-

ente invertida. De esta manera, en el área D, ias iapas con bisel irdbdjddu de IUS estratos

Va al VI (fase cerámica 1) alcanzan

un 72% del total. El promedio de hallazgos

ciescienae ae manera iiamativa a partir ciei

estrato IV y se mantiene estable durante el

resto de las unidades sedimentarias que,

por otra parte, tienen un espesor superior.

En el área C las evidencias de este grupo

son prácticamente testimoniales y no es

posible constatar la evolución observada

en la otra parte del yacimiento. Así y todo,

si tenemos en cuenta que la superficie excavada

no es equivalente en todos los niveles,

sino que se acorta mucho a medida

que descendendemos en la estratigrafíal,

podría aceptarse al menos como un hecho

curioso el incremento en los estratos XIV y

XV (inicios de la sub-fase cerámica IIIa).

La distribución horizontal de las piezas

estudiadas es heterogénea en ciertos aspectos.

Comparando las dos zonas excavadas,

es significativo que en el área B se contabilicen

escasos elementos de adorno,

micntras que son muy numerosas las Pntellas

con desgaste perimetral; mientras que

en el área C sucede ostensiblemente a la in-

---e-- E 4- A.C ---- A:?. --l...- :-.-..-...t--n:m . v r ~ o c i . L.QILI U~LCLL~LCLU CYVIU IIII~VLLUILLIU SI

tenemos en cuenta que el volumen de sedimento

excavado en ambas áreas es muy

U i s p r y, d id "ea, son disiiiiias cüridiciones

de uso de cada una de las partes de

la cueva.

Evicicntemente, ia js aciiviciaciejs a q11e

se destinaban los elementos del grupo A

tuvieron una incidencia muy superior en el

area B. Por ei contrario, ias circunstancias

que motivan la pérdida de objetos ornamentales

eran más habituales en el área C.

En ambas zonas se llevaron a cabo en

paralelo o simultáneamente la diversa gama

de actividades domésticas. No obstante,

las apreciaciones anteriores podrían ser

el resultado de sutiles diferencias funcionales

de un área respecto a la otra.

El área C es la parte de la cueva donde

siempre hubo una mayor velocidad y volumen

de sedimentación. Es la zona donde

el recinto tiene más profundidad (11 m) y

altura, con buenas condiciones de abrigahilidad

en los tramos interiores, lo que los

convertía en los más adecuados para pernoctar,

sobre todo en verano. No obstante,

la excavación también reveló la exisleri~id

de hogares y una intensa actividad de cocina,

pero menos pruebas de prácticas tecnológicas.

El área B lia sido interpretada como una

zona polifuncional y con baja velocidad de

sedimentación. Siguiendo el eje menor de

la misma, desde el fondo hasta la boca (8

metros lineales en la zona excavada), encontramos

primero un espacio acotado por

mamparas y la propia pared rocosa del

fondo de la cueva, que abarca desde las

cuadrículas ... /O0 hasta la mitad de ... /2. Las

mamparas que creaban esta habitación no

existían durante los estratos VI y V, sino

que comenzaron a partir del IV y continuaron

hasta el 1. Los sucesivos alineamientos

de hoyos para postes indican que

se renovaba de vez en cuando, e incluso es

probable que no tuviese un carácter permanente.

Parece haber cumplido funciones

diversas, como descanso de algunos habitantes,

almacenamiento, incluso algunas

actividades.. pero en ningiín caso se hizo

fuego en el interior.

Luego le sigue una zona intermedia

(desde la mitad de ... /2 hasta aproximadamente

.../4 ), donde se han localizado varios

hogares, un locus de talla, huellas de actividad

alfarera, ctc., !G demücstrs v e

en ella se han desarrollado buena parte de

las labores domésticas, incluyendo la producción

de equipamiento. El tramo externo

es una franja que discurre a lo largo de

la boca de la cueva, bajo la visera, abarcando

grosso modo las cuadrículas ... /5 y

... /6. Sirvió básicamente como zona de tránsito

y donde los pobladores en ocasiones

arrimaron un pequeño talud de piedras,

cascajo y tierra, a modo de parapeto, que

contribuía a retener el sedimento y mantener

las condiciones de horizontalidad del

mismo.

Las piezas del grupo A estuvieron particularmente

sometidas a procesos de desplazamiento

postdeposicionales. De hecho,

el mayor índice de alteraciones térmicas de

todas las conchas analizadas, pudiera estar

relacionado hasta cierto punto con la posibilidad

de que participaran en las acciones

culinarias. El hecho de que sea habitual hallarlas

entre las cenizas, señala también que

muchas fueron arrojadas al fuego al quedar

inservibles, de manera que ese acto las desplazaría

del lugar en que cumplían su función.

Al mismo tiempo, en este yacimiento

y en otros de la isla hemos constatado el

hábito de repartir las cenizas del hogar por

el entorno, lo cual contribuía a dispersar

algo el material que estuviera mezclado

con ellas. Por tanto, la distribución espacial

de estas piezas está condicionada no sólo

por el uso que se les diera y el Iiigar en qite

se realizó dicha práctica, sino también por

estos factores postdeposicionales.

En Ins estratos Va y Vb, anteriores a la

mampara, las lapas con bordes pulidos tienen

una distribución muy homogénea a lo

largo de todo el espacio excavado*. Por el

contrario, desde que surgió el obstáculo de

la mampara y a medida que se intensificah2

!a &&i& fGnciGxad! c! csi;~ciu,~ s :oj

objetos van tendiendo a la agrupación: durante

el estrato IV en los tramos interior y

medio, mientras que en los estratos 111 al 1

tienden a concentrarse en el tramo intermedio.

En ambos casos la ubicación de este

matei-id ruiricicie bastante con ei área ae

mayor dispersión de evidencias que pueden

relacionarse de manera más directa

con actividades de cocina y tecnológicas,

incluyendo residuos de la producción cerámica.

Respecto a los objetos de adorno, a pesar

de su relativa escasez en esta área, se

constata una distribución uniforme a partir

de su aparición en el estrato IV, y que la

mayoría (85%) se encontraban en el tramo

La industria rnalacoldgica de Lu cueun dr El Tendal (San Andrés y Sauces, isla de La Pal~ria) 93

interior de la cueva, tras la mampara, y el

resto en el tramo intermedio, pero siempre

a una distancia de ella no superior a 1 m.

Ello contribuye a interpretar la función de

dicho espacio.

7. CONCLUSIONES

Este trabajo ha servido para constatar

cúi~iu, a pesa1 de la ayaieiiie sililylicidad

del conjunto analizado, el estudio de las

conchas con evidencias de transformación

antrópica proporciona interesante información

de diversa índole.

De una parte se ha demostrado que el

gusto por el ornamento personal se incrementó

claramente en una fase avanzada de

la prehistoria auarita (fase cerdmica 111), en

la que puede observarse ~ uaiu mento continuo

de estos objetos, así como una progresiva

diversificación de los soportes seleccionados

para este fin. Este proceso, que

ahora constatamos en la secuencia de El

Tendal, tiene una correspondencia en otros

yacimientos de la isla, donde la industria

malacológica parece ser particularmente

abundante en niveles de ocupación propios

de la fase cerámica 111 y también de la IV.

Al mismo tiempo, resulta evidente que

los procedimientos técnicos implementados

fueron siempre los mismos, siendo su

objetivo mayoritario la consecución de orificios

para la suspensión de estos elementos,

o la abrasión de los bordes irregulares

de las lapas para facilitar su empleo. Todo

ello demuestra iin nivel de eficacia difícilmente

mejorable con las materias primas

de que disponía esta población.

& Iná!ifis de l1 di.trih~riófi pspacial

de las distintas evidencias el que ha

proporcionado los datos más interesantes

para la intcrprctación global dc cstc yaci

miento palmero. Así vuelve a confirmarse

que el área B de El Tendal era una zona -

NOTAS

1. Hasta el VI11 son 6 mZ, del IX al XV 3 m2, y

del XVIII al XXXII entre 1 y '/, m2.

más abierta y expuesta, donde se desarrollaban

múltiples actividades domésticas y

artesanales, con las que debe relacionarse

la abundancia de elementos de nuestro

grupo A. Además, también en la reparticion

de los artefactos de este grupo a lo largo

de la secuencia puede observarse unas

pautas diferentes. Mientras que en los estratos

más antiguos, cuando no existía una

individualización explícita de un sector del

espacio, las lapas con desgaste perimetral

se reparten de manera más o menos miforme

por toda la superficie útil, pero desde

e! m m x x t ~cx q ~ sce h abi!itarm mamparas

para delimitar un recinto en la parte

del fondo del abrigo, estas Patellas pasaron

a asociarse predominantemente al sector

externo al mismo.

En el área C, por el contrario, la presencia

de elementos del grupo A es casi

anecdótica, multiplicándose sin embargo la

del resto de los grupos más asociados al ornamento

personal. Ello apoya hipótesis anteriormente

emitidas sobre el empleo de

este espacio más abrigado como lugar de

descanso y cocina, pero con escasas evidencias

de actividades artesanales.

Nos queda señalar, por último, la posibilidad

de que una parte de los elementos

que aquí se analizan tengan, además de

una funcion utiiitaria o de adorno, u17 significado

más profundo que pueda escapar

a nuestras posibilidades de análisis. En La

Palma son varios los elementos culturales

en los que despunta el sentido estético y

simbólico o cognoscitivo de la cultura (o

culturas) benahorita/s y, por tanto, no es

osado presuponer que una parte de los objetos

manufacturados cn concha respondan

a inquietudes más trascendentes que el

simple ornamento personal.

2. 2 piezas en ... /O, 8 en ... / 1 , 8 en ... /2, 7 en ... /3,

9 en ... /4, 8 en ... /S y 6 en ... /6.

94 Amclia C. Rodr@tez Rodrígurz / Jiian Frnticisco Navarro Mederos

D'ERRICOF,. ; P. JARDON-GINEeRt B, . SOLER-MAYOR

(1953): Crithres i base expérimentales pour

l'étude des perforations naturelles et intentionnelles

sur coquillages, Traces et fonction:

lcs p t r 5 reiruuuh, Vwi 56, Coiioque hternational

de Liége, Editions ERAUL, pp. 243-

254.

DIECDC rrrcn~,L . (1970): LI cn~. rxhrd e! D r i q ~

de la Campana (Mazo, isla de La Palma).

Homenaje a Elías Serra Rúfols, 11. La Laguna,

PP. 149-162.

MANSUR-FRANCHOMMM. EE. , (1984): d'réhistoire

de Patagone. L'industrie "Nivel 11" de la

province de Santa Cruz (Argentine). Technologie

lithique et traces d'utilisation».

B.A.R. International Series 216.

(1987%): Outils ethnographiques de Patagonie.

Emmanchement et traces d'utilisation. La

niain et l'outll. Manches pt emniaiichementa

préhistoriques. Table Ronde C.N.R.S. 1984, Travaux

de la Maisori de L'Orient n.O 15, pp.

297-309.

MART~RNO DR~GUEE.Z (,1 980): <<Lac ueva de La

Higuera. Nueva aportación a la prehistoria

de La Palma.. Revista de Historia Canaria

XXXVII, La Laguna, pp. 253-262.

(1987): La ecoriomía prehistáricrr de la isla de Ln Palma.

Un enfoque ecológico sobre la explotación del

territorio (Resumen de Tesis Doctoral). Universidad

de La Laguna.

(1987). Algu~ids consideraciones en torno a las

prácticas funerarias prehistóricas de la isla

de La Palma. EMC, XLVI, pp. 107-125.

(1 993) I n .J.n!mn $1 !m n?!n.yit.x. SjC de Tonorife.

(1993): Adaptación y adaptabilidad de las poblaciones

prehistóricas canarias. Una primera

aproximación. Vegueta, 1, pp. 9-19.

MART~RNO DR~GCE.Z y, J. F. NAVARRMOE DEROS

(1984): «El Barranco de San Juan y el arte rupestre

palmero: un doble proyecto de investigaciones

arqueológicas en la isla de La Palma),.

El Museo Canario XLV, pp. 9-31.

(1988): investigaciones arqueológicas en Cuevas

de Can Juan (San Andrés y Cauces-La

Palma)». Investigaciones arqueológicns en Canarias

í, Las Palmas, Viceconsejería de Cultura

y Deportes, 115-122.

NAVARRMO EDEROSJ., F. (1998): «La cerámica

aborigen de La Palma,,. El Pajar. Cuaderno dc

Etnografía Canaria, 11 época, n." 3, pp. 17-22.

NAVARRMOE DEROJS. , F. y E. MART~RNO DR~GUEZ

(1983): «Cuevas de San Juan (Los Sauces, isla

de La Palma). Campaña de excavaciones

arqueológicas de 1981>>T,a bona IV, pp. 314-

317

(1 984): «Excavaciones arqueológicas en Las Cuevas

de San Juan (San Andrés y Sauces. Isla

de La Palma). Campaña de 1983>,. Tabonn V.

pp. 471-473.

(1985-1987): <<Lpa rehistoria de la isla de La Palma:

una propuesta para su interpretación»,

Tabona IV, pp. 147-184.

NAVARROJ., F., E. MARTINy A. C. RODRIGCEZ

(1990): (<La primera etapa del programa de

excavacioanes en Cuevas de San Juan y su

aportación a la diacronía en la prehistoria de

La Palma,). Investigaciones arqueológicas cn

Canarias 11, Santa Cruz de Teiierife, pp. 187-

201.

PA~PSA ISF, . J. (1993): «Estudio zooarqueológico

de la fa~uiad e El Tendal (San Andrés y Sauces).

Composición de la cabaña ganadera y

estrategias alimenticias.. 1 Encuentro de Geografi,

Historia y Arte. Snnta Cruz de La Pnlmn,

marzo 7993, pp. 48-59.

(1996): «La economía de producción en la prehistoria

de la isla de La Palma. La Ganadería». Estudios

Prehispánicos 3, Dirección General de

Patrimonio Histórico, Gobierno de Canarias.

RANDO,J . C., A. C. RODR~CUFE. ZJ ., P AISJ, . F. NAVARRO

y E. MART~(1N9 96): Los restos de aves

del vacimiento arqueológico de El Tendal

(La Palma, Islas Canarias). El Museo Canario

LI, pp. 87-102.

RODR~GUREOZD R~GUAE.Z C, . (1993a): «La indilstrin

lítica de la Isla de La Palma. "Cuezlas de San

luan": un modelo de refereilcm. Tesis doctoral

(1990), publicada en microfichas por la Universidad

de La Laguna.

(1993b): Lri evolución en la explotación de los recursos

líticos en la Prehistoria de la isla de

La Palma. 1 Encuentro de Geografia, Historia y

Arte. Santa Cruz de La Pnlmn, marzo 1993, pp.

55-4'1.

(1993~)A: nalyse fonctionnelle des outillages lithiques

en basalte de l'ile de La Palma (Iles

Cd~~td1ijt. bF rémiers r b b~i i a iS~r.ir ce~e i furiction:

Le Geste Retrouzlé, vol. 50. Colloque International

a Liege 1990, pp. 295-301.

(1998): Primeras experiencias dc riniílisis funcional

en los instrumentos de basalto tallado de

Canarias. El ejemplo del material prehistórico

de La Palma. V ~ g i l ~3t .n 2 9-41;.

RODR~GUSEAZN TANAC,. G. (1993): «El papel de

la pesca en la economía prehistórica de la IsLa

industria malacológica de La cueva de El Teizdnl (San Andrés y Sauces, isla de La Palma) 95

la de La Palma». 1 Eticuetitro de Geografía, tos oriianienlales de la Cvva de Parpallú. Su-

Historia y Arte. Santa Cruz de Ln Paha, mar- guntum 23, pp. 39-59.

20 1993, pp. 60-64. TABORINY,. (1993): Traces de fa~onnagee t d'u-

(1997): La pesca entre los canarios, guarichus y aua- sagr sur les coquillages perforbs. Traces et

rrtas. S/C de Tenerife (Cabildo Insular de fonctioii: les gestes retrotiziis, Vol 50, Colloque

Gran Canaria). international de Liége, Editions ERAUL, pp.

SOLERM AYORB, . (1990): Estudio de los elemei-i- 255-267.

96 Amelirz C. Rodr&~iez Rodri'giiez / Iunn Frnncisro h'nziorro Mederos

(VD-11 SUP

3

(CM 1)

5

(R.TI4 I-N) P

O 2 cm.

Cueva del Tendal

Grupo C (1,3,4,5, y 6). Grupo G (2).

(3 y 4 rotas tras haber estado en uso)

Figura 1.

La industria malacológica de La cueva de El Tendal (San Andrés y Sauces, isla de La Palma) 97

O 2 cm.

Cueva del Tendal

Grupo D

1 y 2 abandonadas a medio perforar.

3 y 4 accidentes durante la perforación.